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Tony Evans se aparta del ministerio. Culpa un pecado del pasado

El primer afroamericano en publicar tanto una Biblia de estudio como un comentario bíblico completo con su nombre dijo que se someterá a la «norma bíblica del arrepentimiento y la restauración».

Christianity Today June 11, 2024
Captura de pantalla de YouTube / Tony Evans

Tony Evans, líder durante décadas de una megaiglesia de Dallas y autor de libros de superventas, ha anunciado que se retira de su ministerio debido a un pecado que cometió hace años.

«El fundamento de nuestro ministerio siempre ha sido nuestro compromiso con la Palabra de Dios como la norma suprema absoluta de la verdad a la que debemos conformar nuestras vidas», dijo Evans en una declaración el 9 de junio dirigida a su iglesia Oak Cliff Bible Fellowship que fue publicada en su sitio web [enlaces en inglés].

«Cuando no cumplimos esa norma debido al pecado, debemos arrepentirnos y restablecer nuestra relación con Dios. Hace algunos años, no cumplí con esa norma. Por lo tanto, se me exige que me aplique a mí mismo la misma norma bíblica de arrepentimiento y restauración que he aplicado a otros».

Evans, de 74 años, no fue específico sobre sus acciones, pero dijo que no eran delictivas.

«Aunque no he cometido ningún delito, no utilicé un juicio justo en mis acciones», dijo. «A la luz de esto, me alejo de mis deberes pastorales y me someto a un proceso de sanación y restauración establecido por los ancianos».

Evans, fundador del ministerio cristiano de enseñanza bíblica The Urban Alternative [La Alternativa], ha dirigido la congregación durante más de 40 años y tiene un programa de radio, The Alternative with Tony Evans, que se emite en cientos de emisoras de todo el mundo.

Una declaración adicional en el sitio web de la iglesia no denominacional, predominantemente negra, dice que Evans anunció que se retiraría de sus funciones pastorales durante los dos servicios de la congregación el domingo.

«Esta difícil decisión se tomó después de muchas oraciones y múltiples reuniones con el Dr. Evans y los ancianos de la iglesia», dice la otra declaración. «La junta de ancianos está obligada a gobernar la iglesia de acuerdo con las Escrituras. El Dr. Evans y los ancianos están de acuerdo en que cuando cualquier anciano o pastor no cumple con los altos estándares de las Escrituras, los ancianos son responsables de proporcionar rendición de cuentas y mantener la integridad en la iglesia».

La segunda declaración anunció que el pastor asociado principal, Bobby Gibson, y los ancianos de la iglesia proporcionarán más detalles sobre los pasos futuros en relación con el liderazgo interino.

Evans señaló en su declaración que había compartido esta decisión con su familia y los ancianos de la iglesia quienes, dijo, «han colocado amorosamente sus brazos de gracia a mi alrededor».

La esposa de Evans con la que estuvo casado 49 años, Lois, murió en 2019. Se volvió a casar en noviembre, y la iglesia anunció su matrimonio con Carla Crummie en diciembre, presentándola como «Sra. Carla Evans».

Tony Evans, el primer afroamericano en publicar tanto una Biblia de estudio como un comentario bíblico completo con su nombre, ha llamado a otros a la rendición de cuentas.

En 2021, en una entrevista con Religion News Service, habló de cómo «corrigió» al músico de gospel Kirk Franklin, quien luego se disculpó por un audio lleno de obscenidades que publicó su hijo mayor después de una discusión entre ambos.

Evans dijo entonces que Franklin «fue desafiado y corregido por ello. Y eso forma parte del sistema de rendición de cuentas que todo hombre necesita en su vida».

Ahora, el pastor le dijo a la congregación que está entrando en un período de «recuperación espiritual y sanación».

«Durante esta temporada, seré un adorador como ustedes», dijo. «Nunca los he amado más de lo que los amo ahora, y confío en Dios para que me guíe a través de este valle».

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Theology

La iglesia no está preparada para la nueva era de inteligencia artificial

En el misterioso valle inquietante de la sombra de los datos, no debemos temer mal alguno. Pero debemos prepararnos para un futuro muy diferente.

Christianity Today June 10, 2024
Ilustración de Mallory Rentsch Tlapek / Fuente de imágenes: Getty

El artículo fue adaptado del boletín de Russell Moore de Russell Moore. Suscríbete aquí.

En las últimas semanas tuvieron lugar dos eventos que cambiarán nuestro futuro. Uno de ellos fue el lanzamiento de GPT-4o, el nuevo programa de inteligencia artificial de OpenAI, justo por delante de varios competidores que harán lo mismo en cuestión de semanas. El otro evento fue la expulsión del sacerdocio de un sacerdote robot por enseñar que los bautismos se podían realizar con Gatorade. Me temo que la iglesia no está preparada para ninguna de las dos cosas.

El acontecimiento más comentado fue el anuncio de OpenAI, con videos del programa de inteligencia artificial (en adelante IA) riéndose, pareciendo sonrojarse, contando chistes, viendo y describiendo cosas en tiempo real e incluso cantando canciones inventadas en el momento (con el grado de emoción e ilusión que le fue solicitado).

Mucho menos comentado fue el hecho de que apenas unas semanas antes, la plataforma de apologética católica romana Catholic Answers se vio en la necesidad de disciplinar a un chatbot de inteligencia artificial llamado «Padre Justin», que fue diseñado para ayudar a las personas a resolver preguntas de doctrina y práctica.

La gente empezó a enfadarse cuando el padre Justin empezó a afirmar que era un verdadero sacerdote, capaz de escuchar confesiones y ofrecer sacramentos, y empezó a dar respuestas poco ortodoxas tales como que bautizar a un bebé con Gatorade estaría bien en caso de emergencia (a lo cual el magisterio dijo que no).

Ahora el padre Justin es simplemente «Justin», un «teólogo laico». Catholic Answers reconoció ante los críticos que son pioneros en el nuevo panorama tecnológico y están aprendiendo (como lo hará todo el mundo) lo difícil que es mantener una inteligencia artificial ortodoxa. Si mis amigos católicos pensaban que Martín Lutero era malo, esperen a que los robots empiecen a publicar sus tesis en la nube.

Sin embargo, antes de reírnos de Catholic Answers, deberíamos pensar en la anécdota ahora citada hasta el punto de ser un cliché de la respuesta del predicador del siglo XIX D.L. Moody a un crítico de sus prácticas evangelísticas: «Prefiero mi manera de hacerlo más que tu forma de no hacerlo». Tras bambalinas, casi todos los ministerios con visión del futuro de cualquier tipo están preocupados por cómo prepararse para un mundo transformado por la IA, imaginando cómo habría sido todo si Lutero no hubiera estado preparado para una era de Gutenberg o si Billy Graham no hubiera estado preparado para la era de la televisión.

Un experto en IA me dijo recientemente que él y otros se están dando cuenta de que la gente le dirá a una IA lo que nunca le diría a un ser humano. Los médicos saben, por ejemplo, que cuando le preguntan a un paciente: «¿Cuánto bebe cada semana?» obtendrán cierta respuesta de un posible bebedor problemático, mientras que un chatbot obtendrá una respuesta mucho más parecida a una respuesta honesta.

Lo mismo ocurre con la búsqueda espiritual, afirmó este experto. La persona que nunca le preguntaría a un cristiano ¿Qué me pasará cuando muera? o ¿Por qué me siento tan culpable y avergonzado?, es mucho más probable que haga esas preguntas a una inteligencia que no es otra persona. En cierto modo, eso suena extrañamente cercano a Nicodemo, quien vino a hacerle preguntas a Jesús por la noche (Juan 3:1-2).

«La pregunta no es si la gente buscará chatbots para hacer preguntas importantes como esa», me dijo el experto. «La pregunta será si las respuestas que obtendrán serán espiritualmente correctas o incorrectas».

El verdadero desafío puede resultar no tanto si la iglesia puede avanzar lo suficientemente rápido como para ver el mundo de la IA como un campo misionero, sino más bien si estará lista para el conflicto emocional —como lo notamos incluso en la mayoría de nuestras respuestas a los propios videos de los anuncios de OpenAI—.

Los videos provocaron en muchas personas un nivel de asombro cercano al alunizaje. Como le dije a mi esposa: «Mira, ¿puedes creer cómo le ayuda a este niño a entender un problema de geometría?». Me di cuenta de que un día mi reacción se sentiría tan ingenua como los viejos videos de los presentadores de televisión debatiendo entre sí cómo deberían pronunciar el nombre del símbolo «@» en la entonces nueva tecnología llamada correo electrónico.

Al mismo tiempo, los videos nos espantaron un poco a todos. Los psicólogos han llamado esta vaga sensación de malestar como el «valle inquietante». Es la razón por la que mucha gente estaría aterrorizada de quedar atrapada dentro de una fábrica de cabezas de muñecas o en un cobertizo lleno de maniquíes. Los seres humanos tienden a responder con temor a algo que casi parece real pero que no llega a serlo. Algo que nuestro cerebro quiere leer como «humano» y «no humano», o como «vivo» y «muerto» tiende a desequilibrar nuestros sistemas límbicos.

La prensa, la radio, la televisión y los medios digitales tienen su parte en la comunicación del evangelio, como nos advirtieron Marshall McLuhan y Neil Postman. Pero lo que esos medios mantuvieron en común con la proclamación oral fue una conexión, por tenue que fuera, con el nivel personal. Puede que uno no sepa quién escribió un tratado evangélico al encontrarlo en la calle, pero sí sabe que hay un ser humano detrás de ello.

Por un lado, estoy casi convencido por el argumento de que se podría poner a la IA en la misma categoría que la pluma que Pablo usó para escribir sus epístolas o las fuentes que Lucas recopiló para escribir su evangelio. Los programas de IA están diseñados por seres humanos y la Palabra de Dios viene con poder independientemente del formato.

Aun así, esa no parece ser toda la historia. ¿La gente experimentará la inquietud del «valle inquietante» solo porque se trata de una nueva tecnología a la que todavía no estamos acostumbrados? Tal vez. Pero quizás haya más.

Hace unas semanas, la cuenta de Instagram Sketchy Sermons publicó una caricatura con una cita del comediante Jaron Myers: «He visto a demasiados pastores de jóvenes decir “Ten cuidado con TikTok, solo hay muchachas bailando en trajes de baño” y yo pienso, hermano… Es un algoritmo».

El chiste funciona porque ahora vivimos en un ecosistema donde todo parece hiperpersonalizado. Los algoritmos parecen saber dónde está el corazón de una persona mejor que el pastor de esa persona, o el cónyuge de esa persona, o incluso el propio corazón de esa persona. Si te gusta ver contenidos sobre tejido y puntadas, verás contenido de tejido y puntadas. Si te gustan los videos de gatitos, verás videos de gatitos. Y si te gustan las chicas bailando en bikini, o las teorías de conspiración o fumar marihuana, también obtendrás ese contenido.

Esa hiperpersonalización es irónicamente la razón por la cual esta era parece tan impersonal. Aunque una máquina parezca conocerte, no puedes evitar darte cuenta de que lo que realmente sabe es cómo venderte algo.

Sin embargo, el evangelio no puede vivirse más que como algo personal. Si la Palabra de Dios es exhalada por el mismo Espíritu de Cristo (1 Pedro 1:11), entonces cuando la escuchamos, no escuchamos simplemente «contenido», «información» o datos desconectados seleccionados por nuestras curiosidades y apetitos. Lo escuchamos a Él.

¿Cómo comunicar algo en un mundo donde la gente duda si lo que escucha es algo más que la información de su propia vida digital, acumulada y lanzada de vuelta?

El hecho de que tantas personas sientan ansiedad al ver una IA amigable, útil y aparentemente omnisciente podría decirnos algo sobre nosotros mismos. A pesar de su famosa caricaturización, el filósofo Leon Kass nunca expresó «la sabiduría de la repugnancia» como un argumento a favor o en contra de algo. Lo que escribió fue que cuando sentimos algún tipo de repulsión, deberíamos preguntarnos por qué. A veces es simplemente un condicionamiento cultural o el miedo a lo desconocido, pero a veces es «la expresión emocional de una sabiduría profunda, más allá del poder de la razón claramente visible».

¿Deberíamos concluir que Dios puede levantarle hijos a Abraham a partir de estos chatbots? ¿Cómo nos aseguramos de que, cuando la gente tiene sed de agua viva, no les demos Gatorade?

Lo que sí sé es que ninguna tecnología nueva puede superar una de las más antiguas de todas: la de un pastor que guía un rebaño con su voz. Sí, aunque caminemos por el misterioso valle inquietante de la sombra de los datos, no debemos temer mal alguno. Al mismo tiempo, tenemos que estar preparados para un futuro muy diferente, y no estoy seguro de que lo estemos.

Russell Moore es editor jefe en Christianity Today y dirige su Proyecto de Teología Pública.

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¿Cómo se traduce ‘lleno del Espíritu Santo’?

El Pentecostés hizo que muchos escucharan el evangelio en su lengua materna. Hoy en día, los traductores de la Biblia trabajan para darles la misma experiencia a más personas.

Christianity Today June 8, 2024
Ilustración por Mallory Rentsch / Fuente de imagen: WikiMedia Commons

La escena bíblica del día de Pentecostés nos permite ver a un Dios que entiende que el idioma va más allá de la mera comunicación.

Tan solo unos días después de la muerte y resurrección de Cristo, el Espíritu Santo fue enviado, y con Él, la capacidad de los apóstoles de hablar en otras lenguas. Los visitantes presentes en ese lugar, que habían viajado de lugares tan lejanos como Irak, Libia e Italia, de pronto pudieron escuchar el mensaje del evangelio en sus lenguas maternas. Escuchar sobre Jesús de esta forma tan profundamente cercana sorprendió y maravilló a la audiencia en Jerusalén y produjo una certeza profunda sobre la veracidad de la misión que Jesús había encarnado. (El hecho de que estos visitantes probablemente pudieran entender el griego o el arameo, las lenguas predominantes en Jerusalén en ese tiempo, remarca esto).

Pero a pesar de esto, la iglesia se mostró lenta al adoptar este mensaje de Pentecostés y trasladarlo a la traducción de las Escrituras. Sí, es cierto que tradujeron la Biblia, pero más que nada al latín, al griego koiné, al ge’ez, al cóptico o al eslavo eclesiástico, lenguas que, con el paso del tiempo, se convirtieron en lenguas usadas por unos cuantos.

La situación cambió en primer lugar durante la Reforma, y luego cambió de nuevo con el surgimiento de las sociedades bíblicas en el siglo XIX, y de organizaciones de traducción como Wycliffe Bible Translators en el siglo XX. En la actualidad, más de 3500 idiomas poseen por lo menos una porción de la Biblia traducida a su lengua (¡un gran avance, ya que esa cifra era de 2000 idiomas hace apenas 20 años!).

Esta proliferación de traducciones bíblicas modernas intensifica la historia todavía en curso de Pentecostés, una forma de la gracia que se hace aún más evidente cuando desenterramos las riquezas de estas traducciones y compartimos sus tesoros más allá de su público original.

Podemos encontrar algunas de esas gemas en las traducciones de Hechos 2:4, el versículo que da cuenta del momento en que se levantó aquella barrera lingüística: «Todos fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en diferentes lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse» (NVI) [en adelante, enlaces en inglés].

El nombre más apropiado para el Espíritu Santo

Desde 1885, el año de la primera revisión principal de la King James Version, todas las traducciones más importantes de la Biblia al inglés usaron el término «Espíritu Santo», pero aun así, la forma anterior Holy Ghost [La palabra inglesa Ghost significa ‘fantasma’ o ‘espíritu de un muerto’] ha mantenido un fuerte uso hasta hoy. Esto se debe a que la versión original de la King James Version (KJV) continúa utilizándose, y a que el término Holy Ghost se usa en textos no bíblicos, por ejemplo, «La doxología». Pero esto también revela el grado de tenacidad de la lengua, y de los hablantes de la lengua.

Por supuesto, no hay nada de malo con el término Holy Ghost, lo que nos lleva a una segunda observación. El inglés fue construyendo su vocabulario a partir de los préstamos que ha tomado descaradamente de muchos otros idiomas, y de esa forma creó fascinantes constelaciones de sinónimos. La palabra ghost viene del inglés antiguo gāst, que significa «aliento» o «espíritu bueno o malo», y la palabra spirit o espíritu viene del latín spiritus, que significa «aliento» o «criatura sobrenatural no corpórea».

Entonces, ¿por qué los revisores de la KJV del siglo XIX cambiaron ghost por spirit cuando estos términos en esencia significaban lo mismo? Para los revisores, la palabra ghost había pasado a tener una asociación demasiado fuerte con el espíritu de una persona fallecida —quizás debido a la popularidad de las médiums y las sesiones espiritistas de la época victoriana— y por eso se corría el riesgo de sugerir que el Espíritu Santo era como el espíritu de un dios muerto.

Si la lengua cambia a lo largo del tiempo y uno tiene un cofre lleno de tesoros como el idioma inglés, ¿por qué no adaptarse? Otras lenguas que no poseen un vocabulario tan amplio no tuvieron la misma libertad, por lo que el alemán, el neerlandés, el afrikaans, por ejemplo, al día de hoy utilizan la palabra ghost (geist, geest y gees, respectivamente).

El pronombre correcto para el Espíritu Santo

Muchos idiomas poseen formas gramaticales para designar el género del sustantivo, mismo que no debe confundirse con el género biológico, sobre todo porque las designaciones de género para los mismo términos pueden variar mucho de un idioma a otro (por ejemplo, la palabra para sol tiene género femenino en alemán pero masculino en español, y la palabra para luna, que tiene el género opuesto en estos idiomas).

Pero si el género biológico es inherentemente necesario para un sustantivo (hombre, mujer, buey), en la mayoría de los casos el sustantivo va a coincidir con su género gramatical. Sin embargo, esto se complica con la palabra para espíritu, donde en el idioma bíblico original la palabra en griego pneûma tiene género neutro, y en hebreo la palabra ruach, del mismo significado, es de género femenino.

Antes del año 400 d.C., el siríaco clásico (también conocido como arameo sirio), una lengua de la misma familia que el hebreo, usaba un término —Ruhä— que requería una desinencia de género femenino. No obstante, alrededor del año 400 d.C. comenzó a producirse un cambio. Cuando se hacía referencia al Espíritu Santo, la palabra para espíritu se designaba como si fuera una palabra de género masculino, aun cuando esto no respetara las reglas de la lengua (las palabras para viento o espíritu con minúscula inicial se usaban con género femenino). En este caso, pareciera como si los hablantes de la lengua hubieran acordado respetar la infracción gramatical.

Pero no ocurrió lo mismo con los hablantes de otras lenguas. Por ejemplo, en asháninca, una lengua hablada en Brasil y Perú, la palabra para espíritu al principio era de género femenino, pero fue cambiada al género masculino intencionalmente para referirse al Espíritu Santo. Sin embargo, los hablantes de asháninca simplemente se negaron a aceptar el cambio en la práctica, y eventualmente los traductores bíblicos se vieron obligados a cambiarlo de vuelta a su género gramatical original. No obstante, después de una investigación posterior, el equipo de traducción no pudo encontrar ninguna diferencia apreciable en la comprensión de la naturaleza del Espíritu Santo por parte de los hablantes.

En algunos idiomas, la clasificación de los sustantivos no trata solo del género. En las lenguas bantúes, una vasta familia lingüística que se habla en África central y meridional, los sustantivos pueden tener entre 15 y 18 clasificaciones. En suajili, la palabra roho para «espíritu» tendría que clasificarse en la categoría nominal de los préstamos (en este caso, llegó al suajili a través del árabe); sin embargo, los primeros traductores pensaron que era demasiado arriesgado que la palabra Espíritu se malinterpretara como un objeto inanimado. Por eso, aunque gramaticalmente era incorrecto, incluyeron a Roho en la primera clasificación nominal reservada exclusivamente para las personas, y los hablantes de suajili lo aceptaron.

En el caso del lamba, otra lengua bantú, los traductores no quisieron tomarse tales libertades. Umupasi Uswetelele, el término en lamba para «Espíritu Santo», pertenecía lingüísticamente a la categoría nominal que también aplica a árboles y plantas y, por ende, gramaticalmente el sustantivo es de la clase no-persona, y lo sigue siendo hasta la actualidad. Sin embargo, aparentemente su significado es inequívoco porque, según el lingüista C. M. Doke: «Hay numerosas referencias en las Escrituras… que establecen que el Espíritu Santo es una persona, la tercera persona de la Trinidad».

Un ejemplo reciente que da cuenta de la intersección entre el idioma y la teología se encuentra en una lengua con una larga tradición en la traducción bíblica. El sueco solía tener tres géneros (masculino, femenino y neutro), pero el sueco moderno usa solo dos géneros (común [utrum] y neutro). En las traducciones anteriores a la Bibel 2000, «Espíritu Santo» se tradujo como helige Ande, de género masculino. Tras la fusión de los géneros masculino y femenino en el género común, actualmente se traduce como heliga Ande, que coincide con el uso más generalizado del género igualitario o común en Suecia.

Entonces, ¿a qué conclusión llegamos con respecto al Espíritu Santo y al género? Ciertamente, el Espíritu Santo trasciende nuestras distinciones de masculino, femenino o cualquier otra clasificación que un idioma pueda ofrecer.

Cómo se traduce ‘Espíritu Santo’ en culturas tradicionalmente no cristianas

Eugene Nida, un referente sobresaliente en la historia de la traducción bíblica y la lingüística que era ampliamente respetado en el círculo académico secular, dijo refiriéndose a los idiomas que no tienen ninguna tradición cristiana: «Sin duda ninguna palabra ha sido tan problemática para el traductor bíblico como espíritu». Aunque esta cita data de 1961, las dificultades para encontrar la palabra correcta siguen siendo parte del encuentro entre el cristianismo y otras culturas en la actualidad.

Hay muchísimas historias de cómo estos obstáculos y éxitos en la traducción son el resultado directo de fracasos iniciales. Un ejemplo de esto es la traducción de Espíritu Santo al ditamari de Togo como «aire puro», un término que los traductores cristianos usaron para distinguirlo de «aire impuro» que, según las creencias de la tradición, se referían a espíritus impuros. Los primeros lectores de la Biblia malinterpretaron esta traducción como el aire que respiramos, por eso eventualmente los traductores lo cambiaron a «aire de Dios».

Otra traducción maravillosa es Biyax Utux Baraw o «Poder de Dios» en seediq, una lengua hablada en Taiwán. Me gusta de manera especial la traducción por la que optaron en el chatino occidental alto (hablado en el estado de Oaxaca en México). En esta lengua, el Espíritu Santo es descrito como Tyi’i Ndiose o «el corazón perfecto de Dios», una descripción que conmueve mi corazón imperfecto.

Al observar decisiones de traducción como estas, es importante tener en cuenta que no fueron tomadas por el equipo de traducción porque les pareció que tenían el significado o sonido más llamativo o emocionante. Más bien, sus investigaciones les mostraron que la selección de otras palabras, aun aquellas que parecían coincidir a primera vista, tenían connotaciones que en el mejor de los casos habrían sido confusas, y en el peor habrían sido erróneas.

‘Llenos’ del Espíritu Santo

La primera oración de Hechos 2:4 incluye estas palabras en la mayoría de las traducciones en español: «fueron llenos del Espíritu Santo». He hablado con cristianos que me confesaron que no saben con certeza lo que esto significa. Sí, creen en Dios Padre. Creen que envió a Jesús, su Hijo, para que muriera en la cruz por nuestros pecados, y que por medio de la fe en Él pueden tener vida eterna.

En cuanto al Espíritu Santo, creen lo que las Escrituras testifican acerca de Él, pero nunca experimentaron la presencia del Espíritu en sus vidas. Y no es que estén hablando de experiencias místicas, sino de la simple certeza de que el Espíritu Santo mora en ellos, o que han sido «llenos del Espíritu Santo».

Las palabras son llaves que dan sentido a nuestro mundo. Especialmente con algo tan intangible y aun así tan vivencial como «ser llenos del Espíritu», quizás para aquellos que no están experimentando la presencia del Espíritu Santo en sus vidas sea mucho más útil usar otra metáfora. Si bien todos los idiomas tienen la capacidad de describir sus percepciones de la realidad, lo hacen de formas ligeramente diferentes.

Por otro lado, lo que puede parecer una limitación puede dar lugar a oportunidades singulares. Por ejemplo, como Nida demuestra en su libro Handbook on the Acts of the Apostles de 1972: «en muchos idiomas, las personas no son consideradas como “vacías”, [y por lo tanto no pueden] ser llenadas».

Las traducciones bíblicas en idiomas que tienen esta «limitación» han descubierto un tesoro escondido de descripciones alternativas para la obra del Espíritu en la vida de las personas (como puedes ver aquí), incluyendo «el Espíritu llenando el corazón» (en yamba, lengua hablada en Camerún) o «el Espíritu llenando el corazón y la mente» (en mixe del Istmo), «el Espíritu Santo viniendo para estar con una persona completamente» (en zapoteca del Rincón, que al igual que el mixe del Istmo, es hablado en Oaxaca, México) y «caminando con el Espíritu Santo» (en otomí de la Sierra, hablado en México central).

Mis traducciones favoritas son de dos lenguas no relacionadas en Perú. Los traductores de shipibo-conibo optaron por «el Espíritu impregna a [una persona]» (como en medicina), y los traductores de yanesha usaron «portar [o vestir] el Espíritu Santo» porque para ellos «llenar» no tenía sentido. «Portar» o «vestir» se entendía mejor en su sistema tradicional de creencias.

¿Cómo debemos reaccionar ante traducciones alternativas como estas? Podríamos observarlas como curiosidades lingüísticas, o podríamos dejar que sondeen nuestros corazones imperfectos para ver si pueden ayudarnos en nuestro crecimiento. Podríamos reconocer que, de hecho, sí podemos «vestir» el Espíritu Santo, que podemos «caminar» con el Espíritu, que el Espíritu Santo «viene a ser con nosotros de forma completa», que el Espíritu nos «impregna» como el medicamento que ingresa en nuestro torrente sanguíneo y llega hasta la última célula de nuestro cuerpo.

La copa de gracia de Dios rebosa en su continuidad del milagro de Pentecostés a través de las traducciones de la Biblia en miles de idiomas. Y cuando se hace la retro traducción (a nuestro idioma), estas versiones tienen el poder de abrir nuestros ojos y de maravillarnos, tal como les sucedió a esos primeros oyentes en Jerusalén.

Jost Zetzsche es un traductor profesional que vive en la costa oeste en Oregón, Estados Unidos. Desde 2016 trabaja en la herramienta TIPs (Translation Insights and Perspectives) de Sociedades Bíblicas Unidas. Su último libro es Encountering Bare-Bones Christianity.

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Falleció Jürgen Moltmann, teólogo de la esperanza

Un soldado alemán encontrado por Cristo en un campo de prisioneros de guerra se convirtió en el renombrado erudito cristiano que enseñó que «Dios llora con nosotros para que algún día podamos reír con Él».

Christianity Today June 6, 2024
Bernd Weissbrod/picture-alliance/dpa/AP Images / Edición de Rick Szuecs

Jürgen Moltmann, teólogo que enseñó que la fe cristiana se fundamenta en la esperanza de la resurrección de Cristo crucificado y que el reino de Dios que viene actúa sobre la historia humana desde el futuro escatológico, murió el 3 de junio en Tubinga, Alemania, a los 98 años.

Moltmann es considerado uno de los teólogos más importantes desde la Segunda Guerra Mundial. Según el teólogo Miroslav Volf, su obra era «existencial y académica, pastoral y política, innovadora y tradicional, legible y exigente, contextual y universal», pues mostraba cómo los temas centrales de la fe cristiana hablaban de las «experiencias humanas fundamentales» del sufrimiento.

Según el Consejo Mundial de Iglesias, Moltmann es «el teólogo cristiano más leído» de los últimos 80 años. El experto en religión Martin Marty dijo que sus escritos «inspiran a una Iglesia incierta» y «liberan a la gente de las manos muertas de pasados muertos».

Moltmann no era evangélico, pero muchos evangélicos se involucraron profundamente con su obra. El popular escritor cristiano Philip Yancey dijo que Moltmann era uno de sus héroes, y en 2005 dijo que había «leído con determinación» casi una docena de sus libros.

Los editores de Christianity Today se mostraron críticos con la teología de Moltmann cuando se enfrentaron a ella por primera vez en la década de 1960, pero aun así elogiaron su obra.

G. C. Berkouwer escribió: «Hace que nos detengamos súbitamente, y nos recuerda que debemos pensar y predicar sobre el futuro desde una perspectiva bíblica. Si esto sucede, todas las charlas teológicas han dado buenos frutos».

En la actualidad, los evangélicos que en última instancia son críticos con respecto a los puntos de vista de Moltmann —y discrepan fuertemente con uno u otro aspecto— siguen encontrando mucho que valorar y con frecuencia animan a otros a leer sus escritos.

«Moltmann fue un punto de referencia constante para mí», escribió Fred Sanders, teólogo sistemático de la Universidad de Biola, en la plataforma social X. «El año pasado enseñé un poco a partir de su libro El Dios crucificado, y me sorprendió lo poderosa que sigue siendo su voz para los estudiantes… E incluso para mí, más allá de nuestros desacuerdos bien establecidos, releer a Moltmann significa encontrar formas sorprendentes de plantear las cosas, línea tras línea».

Wesley Hill, profesor de Nuevo Testamento, dijo estar en desacuerdo con Moltmann «en lo que se siente como cada doctrina cristiana importante». Sin embargo, «pocos teólogos me han conmovido, provocado e inspirado como él. Su obra gira en torno a Jesús crucificado y resucitado».

Moltmann nació en una familia no religiosa el 8 de abril de 1926. Sus padres, escribió en su autobiografía, eran seguidores de un movimiento de «vida sencilla» que apostaba por «una vida simple y un pensamiento elevado». Vivían en un asentamiento de personas afines en una zona rural a las afueras de Hamburgo. En lugar de ir a la iglesia, los Moltmann trabajaban en su huerto los domingos por la mañana.

No obstante, cuando alcanzó la edad requerida, su familia lo envió a clases de confirmación en la iglesia estatal local. Lo consideraban un rito de iniciación. Moltmann recuerda que aprendió muy poco sobre Jesús, la Biblia o la vida cristiana. El pastor centraba sus lecciones en intentar demostrar que Jesús no era judío, sino fenicio y, por tanto, ario, con lo que le enseñaba a los niños la teología antisemita promovida por los nazis.

«Era todo un disparate», dijo Moltmann.

Casi al mismo tiempo, en otro rito de iniciación, Moltmann fue enviado a las Juventudes Hitlerianas. Aunque los uniformes y los himnos lo hacían sentir muy patriota, recordaba más tarde, no era bueno para marchar y odiaba los ejercicios militares. En un viaje de acampada, lo metieron en una tienda con diez chicos. La experiencia le dejó la fuerte sensación de que disfrutaba mucho de estar solo.

A pesar del antisemitismo rampante de la época, el héroe de la infancia de Moltmann era Albert Einstein, que era judío. Moltmann quería ir a la universidad y estudiar matemáticas; sin embargo, ese sueño se vio interrumpido por la Segunda Guerra Mundial.

A los 16 años, Moltmann fue reclutado por las fuerzas aéreas y asignado a la defensa de Hamburgo con un cañón antiaéreo de 88 mm. Él y un compañero de escuela llamado Gerhard Schopper fueron designados para permanecer con su cañón en una plataforma sobre pilotes en un lago. Por la noche, miraban las estrellas y estudiaban las constelaciones.

Entonces, los británicos atacaron. En julio de 1943, enviaron mil aviones para lanzar explosivos sobre la ciudad, provocando una tormenta de fuego que derritió metal, asfalto y vidrio. Todo material orgánico —madera, tela, carne— fue consumido por un mar de fuego. Temperaturas superiores a los 760 °C (1400 °F) succionaron el aire de las calles, de modo que la ciudad sonaba, según un superviviente, «como un viejo órgano de iglesia cuando alguien toca todas las notas a la vez».

La operación, que no tenía como objetivo las instalaciones militares ni las fábricas de municiones, sino «la moral de la población civil enemiga», recibió el nombre en clave de «Gomorra», en referencia a la ciudad bíblica destruida por Dios en Génesis 19. Unas 40 000 personas murieron.

Cuando terminó el ataque, Moltmann flotaba en el lago, aferrado a un trozo de madera de la deshecha plataforma de su cañón. Su amigo Schopper había muerto.

Más tarde lo describiría como su primera experiencia religiosa.

«Mientras miles de personas morían en la tormenta de fuego a mi alrededor», dijo Moltmann, «le grité a Dios por primera vez: ¿Dónde estás?».

Aquel día no obtuvo respuesta. Pero dos años después, fue capturado en el frente y enviado a un campo de prisioneros de guerra en Escocia. Un capellán le dio un librito que incluía el Nuevo Testamento y los Salmos, y comenzó a leer el Salmo 39 todas las noches:

Señor, escucha mi oración,
atiende a mi clamor
no te desentiendas de mi llanto.

Leyó el Evangelio de Marcos y se sintió profundamente atraído por Jesús. La crucifixión lo deshizo.

«No encontré a Cristo. Él me encontró a mí», dijo Moltmann más tarde. «Allí, en el campo de prisioneros de guerra en Escocia, en el pozo oscuro de mi alma, Jesús me buscó y me encontró. Él vino a buscar lo que se había perdido (Lucas 19:10), y así vino a mí».

Cuando regresó a Alemania a los 22 años encontró el país en ruinas y decidió ir a la escuela a estudiar teología. Los nazis fueron expulsados de las universidades durante la reconstrucción liderada por Estados Unidos, incluido Emmanuel Hirsch, teólogo de la Universidad de Gotinga que tarareaba el himno nacional nazi entre clase y clase y quien en una ocasión afirmó que Adolf Hitler era el mayor estadista cristiano de la historia del mundo.

En Gotinga, Moltmann estudió con personas afines a la Iglesia Confesante que enseñaban la teología de Karl Barth. Escribió una disertación sobre un calvinista francés del siglo XVII, centrada en la doctrina de la perseverancia de los santos.

Durante sus estudios, Moltmann se enamoró de otra estudiante de teología, Elisabeth Wendel. Recibieron juntos su título de doctorado y se casaron en una ceremonia civil en Suiza en 1952.

Tras graduarse, Moltmann fue enviado a pastorear una iglesia en un remoto pueblo del estado de Renania del Norte-Westfalia. Fue el maestro de una clase de confirmación para «50 niños salvajes» y en invierno hacía visitas a domicilio en esquís. La gente le pedía que trajera arenques, margarina y otros alimentos de la tienda cuando llegara.

«La primera pregunta que me hacían en todas partes era si creía en el diablo», recordaría Moltmann más tarde. Le enseñó a la gente que podían ahuyentar al diablo recitando el Credo de Nicea. No estaba convencido de que le hicieran caso.

La segunda iglesia de Moltmann también fue un reto. Lo enviaron a un pequeño pueblo del norte del país, cerca de Bremen. Había ratas en el sótano de la casa parroquial, ratones en la cocina y murciélagos y búhos en el ático. A la iglesia acudían unas 100 personas, pero no todas a la vez ni con regularidad. Los domingos por la mañana, el joven pastor esperaba junto a la ventana, preguntándose si alguien asistiría.

Sin embargo, se ganó el respeto de los granjeros por su habilidad con el juego de cartas Skat y aprendió a predicar sermones que conectaban con la gente. Moltmann aprendió que si los campesinos mayores ponían los ojos en blanco mientras él hablaba, su teología se había alejado demasiado de las preocupaciones de la vida real.

«A menos que la teología académica vuelva continuamente a esta teología de la gente, se volverá abstracta e irrelevante», escribió más tarde. «No estaba totalmente capacitado para ser pastor, pero me alegré de haber experimentado toda la altura y profundidad de la vida humana: niños y ancianos, hombres y mujeres, sanos y enfermos, nacimiento y muerte, etc. Me habría alegrado de seguir siendo un teólogo pastor».

En 1957, Moltmann abandonó el ministerio pastoral para enseñar teología. Dio conferencias sobre diversos temas, pero se interesó especialmente por la historia de la esperanza cristiana en el reino de Dios.

Al mismo tiempo, empezó a interesarse por la obra de un filósofo marxista llamado Ernst Bloch. Moltmann escribió varias reseñas críticas de los libros de Bloch, pero sus ideas le parecieron estimulantes. Bloch sostenía que la vida avanzaba dialécticamente hacia una utopía final. En su obra magna de tres volúmenes, Das Prinzip Hoffnung (El principio de la esperanza), defendía la esperanza revolucionaria, afirmando que el marxismo estaba guiado por un impulso místico de anticipación de una realización final.

Aunque era ateo, Bloch citaba con frecuencia las Escrituras. Decía que intentaba articular la «conciencia escatológica que vino al mundo a través de la Biblia».

Moltmann observó que, aunque muchos teólogos habían escrito sobre la fe y el amor, había poco en la tradición protestante sobre la esperanza. La teología había «dejado escapar su propio tema», dijo, y decidió asumir la tarea.

Comenzó a dar clases sobre el tema primero en la Universidad de Bonn y luego en la de Tubinga, donde pasaría el resto de su carrera.

Moltmann publicó Theologie der Hoffnung (Teología de la esperanza) en 1964. La obra despertó un gran interés. El libro se imprimió seis veces en dos años y se tradujo a varios idiomas. Apareció por primera vez en inglés en 1967 y atrajo la suficiente atención de los teólogos como para llamar la atención del New York Times.

En un artículo de portada de marzo de 1968, el periódico informaba que los debates sobre la teología de moda de la «muerte de Dios» habían sido sustituidos por una discusión sobre la idea de Moltmann, de 41 años, que afirmaba que Dios «actúa sobre la historia desde el futuro». El artículo incluía una cita de Moltmann en la que afirmaba que «del principio al fin, y no solo en el epílogo, el cristianismo es escatología».

El periódico se maravillaba de que esta «teología de la esperanza» se basara en la creencia en la resurrección, «que muchos otros teólogos consideran ahora un mito».

Sin embargo, a algunos críticos de la época les preocupaba que este énfasis en la escatología eclipsara la obra de Cristo en la cruz. Dijeron que el énfasis de Moltmann en las cosas finales ignoraba o incluso restaba importancia a la crucifixión.

Moltmann llegó a pensar que había algo de razón en esas críticas durante un simposio sobre Teología de la Esperanza celebrado en la Universidad de Duke en abril de 1968. Durante una de las sesiones, el teólogo Harvey Cox entró corriendo en la sala y gritó: «Le han disparado a Martin Luther King».

La reunión se disolvió rápidamente cuando los teólogos se apresuraron a regresar a sus casas en medio de las noticias de disturbios en todo el país. Pero los estudiantes de Duke —a quienes no parecía importarles en absoluto la teología de la esperanza— se reunieron en una vigilia espontánea en el patio de la escuela. Lloraron la muerte de King durante seis días. En el último día, los estudiantes negros de otras escuelas se unieron a los estudiantes blancos que se lamentaban, y juntos cantaron el himno de los derechos civiles «We Shall Overcome».

Moltmann, conmovido por el poder transformador del sufrimiento, empezó a trabajar en su segundo libro, Der gekreuzigte Gott (El Dios crucificado). Se publicó en 1972 y salió en inglés dos años después.

«La identidad cristiana solo puede entenderse como un acto de identificación con Cristo crucificado», escribió Moltmann. «La “religión de la cruz”… no eleva ni edifica en el sentido habitual, sino que escandaliza; y sobre todo escandaliza a los “correligionarios” del propio círculo. Pero mediante este escándalo, trae la liberación a un mundo que no es libre».

Moltmann unió las dos ideas —el sufrimiento de Cristo y la esperanza de los cristianos— y eso se convirtió en el núcleo de su teología. Enseñaba que la gente debía «creer en la resurrección de Cristo crucificado y vivir a la luz de su realidad y su futuro».

O más sencillamente: «Dios llora con nosotros para que algún día podamos reír con Él».

Moltmann se jubiló en 1994, pero siguió trabajando con estudiantes de posgrado durante muchos años. Cuando su esposa murió en 2016, escribió un último libro sobre la muerte y la resurrección.

A Moltmann le sobreviven cuatro hijas.

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Hay una gran confusión moral en torno a la condena de Donald Trump

Tanto entre los antagonistas como entre los admiradores del expresidente, muchos llaman al mal bien y al bien mal.

Partidarios y detractores del expresidente estadounidense Donald Trump a las puertas del Tribunal Penal en Manhattan.

Partidarios y detractores del expresidente estadounidense Donald Trump a las puertas del Tribunal Penal en Manhattan.

Christianity Today June 5, 2024
Timothy A. Clary / Getty

El jueves 30 de mayo, la página de inicio del sitio de The New York Times anunciaba la condena de Donald Trump por 34 delitos graves en el tipo de titular a gran escala y en letras negras que solemos asociar con periódicos antiguos y amarillentos anunciando el inicio de una guerra. «TRUMP, CULPABLE DE TODOS LOS CARGOS», leía el titular sobre una foto del expresidente luciendo cansado y hastiado en un espacio público abarrotado.

Más abajo en la página se encontraba el enlace a una historia que señalaba por qué este momento es histórico y el enlace a otra historia que explicaba con detalle cada uno de los 34 cargos [enlaces en inglés]. Alineadas en la página de inicio, el titular de la primera historia y el resumen en viñetas de la segunda formaban una extraña yuxtaposición: «Donald Trump se ha convertido en el primer presidente de Estados Unidos probado como delincuente», decía, y debajo, una lista con viñetas: «11 cargos relacionados con facturas, 12 cargos relacionados con libros contables, 11 cargos relacionados con cheques». Espera, ¿facturas? No suena exactamente como el crimen del siglo.

Y eso pone de relieve el problema central con las respuestas más comunes a este veredicto en nuestro discurso político: entre los antagonistas y los admiradores de Trump por igual, son muchos los que están llamando al mal bien y al bien mal (Isaías 5:20).

Dudo que se trate de un disimulo deliberado. Las reacciones más notorias que he observado no han sido calculadas, sino todo lo contrario. Especialmente más allá de las respuestas tipo parloteo, las respuestas han parecido más bien estallidos orgánicos de júbilo y schadenfreude [placer por el dolor ajeno], o bien, de indignación y resentimiento. Me parece que la mayoría de la gente cree sinceramente que sus reacciones son en defensa de la justicia. Pero incluso cuando se trate de una motivación inocente, se trata de una especie de confusión moral en ambos lados.

Empecemos por analizar a los adversarios de Trump, entre los que hubo gran regocijo cuando cayó el veredicto. Pero, ¿cuál es exactamente la naturaleza del delito? A diferencia de la acusación de Trump en Georgia, que me parece moral y legalmente convincente, los delitos de los que Trump ha sido declarado culpable en Nueva York son arcanos y éticamente poco intuitivos.

El caso que nos ocupa ha sido resumido por muchos como relativo a los pagos que Trump y sus asociados hicieron para ocultar sus aventuras con dos estrellas del porno. Eso es parte del asunto, pero ese no es el delito, ya que no es ilegal tener aventuras con estrellas del porno o pagar para mantener en secreto relaciones adúlteras.

Por lo que Trump ha sido realmente condenado, en resumen, es por violar una ley del Estado de Nueva York contra la falsificación de registros comerciales a fin de ocultar su violación intencionada de la ley federal de financiación de campañas (así como algunas otras leyes) que lo habrían obligado a revelar el proceso de pago que llevó a cabo en varios pasos para ocultar las historias de sus aventuras para que su campaña presidencial de 2016 no se viera perjudicada por el conocimiento público de su infidelidad.

Los cargos son considerados delitos graves y no delitos menores (como lo serían normalmente los cargos por falsificación de registros), porque se supone que la falsificación encubrió otro delito, un delito por el que Trump nunca recibió cargos, y mucho menos fue condenado.

Si eso te parece a la vez tortuosa y sorprendentemente mundano, no eres el único al sentir ese instinto. Cuando el fiscal del distrito de Manhattan, Alvin Bragg, hizo públicos los cargos por primera vez el año pasado, fueron recibidos con cejas levantadas casi universalmente entre la corriente dominante e incluso entre los comentaristas jurídicos de izquierdas.

Politico, que no es un periodicucho a favor de Trump, calificó todo el asunto como algo que llevaría a cualquiera a «rascarse la cabeza». Un comentarista de CNN, Fareed Zakaria, lo llamó «un caso en el que se juzga al hombre correcto por el crimen equivocado». Andrew Prokop, de Vox, argumentó detalladamente que, aunque Trump no es un «fiel seguidor del Estado de Derecho» (cierto), se trata de una acusación politizada: una expedición de pesca centrada «en un asunto oscuro o técnico» que utiliza una teoría jurídica novedosa y es encabezada por un electo opositor político del acusado.

Repito todo esto para decir: este veredicto no merece ser llamado «bueno». Tal vez sea técnicamente correcto desde el punto de vista jurídico —no tengo los conocimientos jurídicos para decirlo—, pero incluso si eso es cierto, esta condena parece ser el resultado de un caso motivado mucho más por la rivalidad política que por un interés real en la justicia y el Estado de derecho.

Aún no sabemos cuál será el castigo de Trump (la sentencia está prevista para el 11 de julio), pero en el improbable caso de que realmente sea encarcelado por este delito no violento, una respuesta de júbilo sería no solo indecorosa sino injusta (Proverbios 24:17, 1 Corintios 13:6).

Pasemos ahora a analizar a los partidarios de Trump. El expresidente ha negado las acusaciones de adulterio, así como sus esfuerzos por ocultarlo. Pero anteriormente admitió al menos uno de los pagos en múltiples ocasiones, y Rudy Giuliani también habló públicamente al respecto cuando era abogado de Trump. Y dado el público historial de Trump de comentarios (y sesiones fotográficas) en los que ha dado a conocer sus inclinaciones sexuales, sus negaciones son, como mínimo, cuestionables.

Trump ha pasado décadas atrayendo naturalmente y diseñando deliberadamente una reputación como una «persona inmoral, impura o codiciosa» conocida por su lascivia, «obscenidad, manera de hablar imprudente» y «bromas groseras». No hace falta decirlo, todas las cosas que «son impropias del pueblo santo de Dios» (Efesios 5:3-5). ¿Alguien le cree cuando niega sus aventuras con estrellas del porno?

Francamente, dudo que incluso sus votantes más entusiastas se lo crean. Es evidente que no es un hombre que goce de buen carácter. No es el tipo de hombre sobre el que estas acusaciones parezcan inverosímiles. Tengo la suerte de conocer a muchos hombres así, y supongo que ustedes también. Si la misma acusación se hiciera contra ellos, mi respuesta sería de completa incredulidad. Me reiría. ¿Pero Trump? Sus palabras dicen «no», pero todo su carácter público dice «sí». Todo este asunto es de mal gusto y vergonzoso, y asociarnos con el mismo puede corromper también nuestro carácter (1 Corintios 15:33-34).

En resumen, puede ser justo decir que Trump es víctima de una cierta injusticia en este caso, como muchos en la derecha lo han señalado. Analizando las cuestiones legales, me inclino a estar de acuerdo. Pero eso no lo convierte en un héroe asediado al que merezca la pena seguir y defender. Al examinar a Trump a través de una lente moral, debería ser fácil decir que su vida no merece ser llamada «buena».

Como cristianos, por supuesto, confesamos que «no hay nadie que haga lo bueno; ¡no hay uno solo!», que «todos han pecado y están privados de la gloria de Dios, pero por su gracia son justificados gratuitamente mediante la redención que Cristo Jesús efectuó» (Romanos 3:12, 23-24).

Viendo las tribulaciones de Trump —algunas indebidas, pero muchas forjadas por su propia mano—, esa confesión de fe debería movernos no tanto a la euforia o la indignación, ni al schadenfreude o al resentimiento. Debería movernos a la humildad al reconocer que necesitamos la misma redención. ¿De qué sirve que alguien consiga una gran victoria en los tribunales o incluso la presidencia, si pierde su alma?

Bonnie Kristian es directora editorial de ideas y libros en Christianity Today.

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El hinduísmo me ofrecía un dios menor. Yo buscaba algo mucho más grande

A medida que crecían mis dudas sobre las enseñanzas de mi gurú, también creció mi fascinación por Jesús.

Christianity Today June 3, 2024
Betty Zapata

Nací en Nairobi, Kenia. Tras mi nacimiento, mi familia se mudó a Inglaterra y se instaló en un verde y frondoso suburbio cerca de Londres.

Mi hermano mayor y yo fuimos a una buena escuela. En familias indias como la nuestra, la educación era vista como un símbolo de estatus y un camino hacia el éxito a largo plazo. Aunque la escuela no era cristiana, cantábamos himnos todas las mañanas, orábamos antes del almuerzo y orábamos nuevamente antes de regresar a casa. Cada Navidad, participaba en la obra de teatro que representaba el nacimiento de Cristo en la escuela.

En la década de 1970, las familias indias que se establecieron en el Reino Unido provenientes de África Oriental habían abandonado y perdido mucho; por tanto, no querían perder su lengua y su religión. Para mantener su identidad cultural, muchas familias se reunían en el templo hindú local cada fin de semana. Allí solía reunirme con casi todos los miembros de la comunidad para comer, orar y adorar.

En casa teníamos una habitación entera dedicada a las deidades hindúes en las que creíamos. Todas las mañanas bajaba a orar allí, y todas las noches mi familia pasaba media hora frente al altar que teníamos en casa antes de cenar.

En mis años de adolescencia, mi vida cambió radicalmente. Mis padres luchaban por aceptar su estilo de vida en el Reino Unido. Mi familia discutía constantemente sobre temas relacionados al estatus social y la riqueza, y esas peleas me mantenían preso de la ansiedad y el miedo.

Encontré consuelo y una sensación de pertenencia en el templo, donde logré hacer amigos y participar en actividades como teatro, oratoria y baile, o simplemente limpiar, servir y adorar frente a imágenes de varias deidades.

Nuestra denominación tenía un gurú llamado Guruji que afirmaba personificar a Dios mismo. Todo lo que decía y hacía era considerado divino. En 1988, cuando yo tenía 16 años, Guruji vino al templo de Londres y me vio dar un discurso sobre las antiguas escrituras hindúes.

Al terminar, fui a inclinarme a los pies de Guruji. Me dijo: «Tienes un gran don para la oratoria». Me invitó a convertirme en swami o sacerdote hindú y unirme a su movimiento. Mi corazón dio un vuelco instantáneamente, animado por una repentina oleada de propósito y poder.

A los 19 años, dejé mi hogar para ir a un monasterio en el noroeste de la India que albergaba a 200 personas de todo el mundo. El entrenamiento fue intenso. Todas las mañanas nos despertábamos a las 4:30 para darnos un baño de agua fría. Después de meditar durante una hora, asistíamos al culto colectivo. Luego, realizábamos tareas sencillas de limpieza o confección de guirnaldas para las imágenes. Más tarde, teníamos clases sobre las escrituras hindúes y otras religiones del mundo que continuaban hasta altas horas de la noche.

Fueron tiempos emocionantes. Sin embargo, después de mi primer mes de entrenamiento, un incidente sacudió mis cimientos. Yo estaba arriba en el templo, adorando con los otros sacerdotes. Sonaban las campanas y sonaban los tambores. En ese momento escuché claramente una pregunta que susurraba en mi oído izquierdo: ¿Has tomado la decisión correcta? ¿Estás en el lugar correcto?

Esto me dejó consternado y no pude pensar en otra cosa durante el resto del tiempo de la adoración. Me dije a mí mismo que eso era «maya», la fuerza maligna del engaño en el hinduismo, intentando alterar mi destino. Pero aun así, comencé a tener muchas preguntas y dudas.

Noté que estaba rodeado por swamis que habían adorado y estudiado durante décadas sin experimentar ningún cambio significativo en sus vidas. ¿Por qué, me preguntaba, después de todo este ayuno, lectura y meditación, seguían siendo propensos a la ira, los celos o el rencor? Y me parecía que yo tampoco estaba cambiando.

Unos años más tarde, fui ordenado como sacerdote hindú y comencé a usar las túnicas del sacrificio de color azafrán. Con la cabeza rapada y una apariencia de santidad, me embarqué en una peregrinación a lugares sagrados hindúes en toda la India. Me sumergí en el Ganges y otros ríos rebosantes de significado espiritual con la esperanza de limpiar mis pecados y obtener una sensación de renovación. Pero, de nuevo, nada en mi naturaleza interior cambió.

En 1997, Guruji me dijo que debía establecerme en el templo de Londres y desarrollar congregaciones en toda Europa. Inauguré templos en ciudades como París, Lisboa y Amberes, las cuales crecieron rápidamente. Mis discursos obtuvieron reconocimiento y Guruji quedó impresionado con mi trabajo. Los viajes frecuentes me hacían sentir como un ejecutivo corporativo de algo rango.

Sin embargo, en Roma me topé con algo tan auténtico que me hizo cuestionar mi vida de fama y éxito. Estaba sentado en la Capilla Sixtina debajo del cuadro del Juicio Final de Miguel Ángel. Ya estaba impresionado por el arte de la iglesia, pero las representaciones de Jesús fueron especialmente sorprendentes. Así comenzó una secreta fascinación por la persona de Jesús. Durante mis viajes, mis ojos encontraban casi instintivamente la cruz de Cristo.

Un Dios muy diferente comenzó a esculpirse en mi corazón: un Dios con más belleza y profundidad que Guruji o las imágenes que adoraba. No conocía su nombre, pero sabía que Él no era el dios del que yo estaba predicando.

Arriba: Biblia personal de Rahil Patel. Abajo: La iglesia de Patel en Oxford, Inglaterra.Betty Zapata
Arriba: Biblia personal de Rahil Patel. Abajo: La iglesia de Patel en Oxford, Inglaterra.

Para 2005, mis discursos públicos habían dado un ligero giro teológico. Seguía hablando con base en las escrituras hinduistas, pero comencé a hablar de un «Dios mucho más amplio», que abarcaba a toda la humanidad. Sin embargo, todavía no sabía quién era ese Dios, y eso era frustrante.

En 2006, amplié mi búsqueda de la verdad y la satisfacción estudiando a varios grandes filósofos hindúes. Me sumergí en el Yoga y las técnicas de respiración. Desesperado, incluso busqué libros occidentales de autoayuda. Pero mi búsqueda no consiguió más que topar con pared.

Mientras tanto, toda esta inquietud espiritual estaba pasando factura a mi salud física. Para 2010, tomaba hasta 40 pastillas al día para tratar diversos dolores y trastornos. Ese año ingresé a la Clínica Mayo en Jacksonville, Florida, para una estadía de diez meses. Durante los fines de semana, viajaba a templos por todo Estados Unidos y seguía predicando sobre un Dios «más grande».

Después de mi recuperación, planeé una visita a la India para encontrarme con Guruji. Pero mis dudas sobre su divinidad se intensificaron después de que un swami de muy alto rango me informara que toda la doctrina había sido inventada para estructurar el movimiento. Mi corazón se hundió aún más cuando verifiqué esta afirmación con otras figuras destacadas.

Al aterrizar en Mumbai, me enteré de que Guruji estaba molesto por el cambio en mi teología. Quería limitar mi influencia enviándome a aldeas remotas de la India. Por primera vez me atreví a poner resistencia y se produjo un tenso debate. Finalmente, con un profundo suspiro, le dije a Guruji que quería dejar el sacerdocio.

El silencio congeló la habitación. Después de lo que pareció una eternidad, Guruji exclamó: «¡Bueno! ¡Vete! ¡A donde quieras ir, simplemente vete!».

No sabía adónde iría, ya que mis padres se habían mudado de Londres. Un amigo hindú me llevó a su hotel en el barrio de South Kensington de la ciudad. Decepcionado y herido, puse de lado todo concepto de Dios y comencé a buscar trabajo.

Semanas después, sin embargo, estaba paseando por una calle, perdido en mis pensamientos, cuando de repente vi una hermosa iglesia. Era un domingo por la mañana. Cuando entré por la puerta principal, la presencia de Dios cayó sobre mí como una manta reconfortante. En el mismo momento, escuché otro susurro inconfundible que decía: Estás en casa.

Subí las escaleras y me senté en un banco. Disfruté de la música de adoración y, extrañamente, el sermón tuvo sentido para mí. Salí de la iglesia con una emoción inexpresable. Ese día, mi corazón le dijo sí a Jesús y le entregué mi vida.

Sin embargo, rápidamente me di cuenta de que necesitaba someterme a una gran desintoxicación, tanto espiritual como emocional. Una de las lecciones más difíciles desde el principio fue aprender a descansar en el amor de Dios. Como sacerdote hindú, estaba acostumbrado a pensar que solo podía agradar a Dios mediante mi propio esfuerzo espiritual. La transición de tener una religión a tener una relación fue muy incómoda, pero maravillosamente gratificante.

Solo por la gracia de Dios he recorrido un largo camino en poco tiempo. Estoy agradecido de que Jesús me sanara de la vergüenza, la culpa, el resentimiento y la ira. Sobre todo, estoy agradecido de que haya seguido tocando la puerta de mi corazón, con paciencia, hasta que finalmente se abrió.

Rahil Patel es el autor de Found by Love: A Hindu Priest Encounters Jesus Christ. Es orador y tutor en el Centro de Apologética Cristiana de Oxford.

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Los evangélicos estadounidenses han relajado las normas

Los preceptos tradicionales en contra del consumo de alcohol, los tatuajes y las prácticas eclesiásticas católicas han decaído rápidamente. ¿Qué está sucediendo?

Christianity Today May 30, 2024
Icee Dc / Unsplash / Ediciones por CT

Algo ha sucedido en los últimos 25 años en el evangelicalismo estadounidense y, en mi opinión, se trata de un cambio generacional masivo. Me gustaría hacer un boceto del cambio que veo y preguntarte si tú también lo ves.

Pero primero, permíteme preparar el escenario. Tengo en mente las tradiciones protestantes de iglesias bajas o poco ritualistas en los Estados Unidos: iglesias centradas en la Biblia, la evangelización y la fe personal en Jesús; a menudo, pero no necesariamente, no denominacionales, con un énfasis de moderado a mínimo en los sacramentos, la liturgia y la autoridad eclesiástica; marcadas por un estilo revivalista, así como por creencias conservadoras sobre el sexo, el matrimonio y otras cuestiones sociales. Históricamente, estas congregaciones eran predominantemente blancas y de clase media a baja, aunque no tan uniformemente como a menudo se imagina. Muchas se fundaron durante las últimas tres décadas y por lo general ofrecen sermones largos, adoración contemporánea, la Santa Cena o comunión una vez al mes y muchas luces.

Estas son las iglesias en las que he notado lo que yo llamaría una especie de relajación. Este cambio es en gran medida involuntario, o al menos no planificado. No es consistente ni ideológico; no es un programa o plataforma; ni siquiera es conservador o liberal per se (y mi objetivo aquí no es emitir un juicio general positivo o negativo sobre dicho cambio). Esta flexibilización consiste en una relajación de ciertas normas sociales previas de las que no se hablaba (o al menos no se escribía).

El ejemplo más evidente es la actitud hacia el alcohol. Durante generaciones, los evangélicos estadounidenses eran conocidos por desconfiar de la bebida, a veces hasta el punto de ser abstemios. Esto era así durante mi adolescencia, por lo que cuando se sabía que el hermano Joe o la hermana Jane disfrutaban de una copa de vino antes de acostarse, se murmuraba sobre su comportamiento privado. Joe y Jane no bebían en público, y ciertamente no elaboraban cerveza a pequeña escala en su garaje ni repartían muestras en sus grupos pequeños.

Dos décadas después, de acuerdo a lo que yo he podido percibir, este tabú sobre el alcohol prácticamente ha desaparecido. A los profesores de mi universidad cristiana privada no se les permite beber con los estudiantes; sin embargo, hace apenas una década no se les permitía beber nada, y este cambio de reglas no es una anomalía en las instituciones evangélicas.

Pensemos ahora en otros tabúes entre los evangélicos estadounidenses que han sido desgastados por el tiempo: los tatuajes, el baile, el juego, el tabaquismo e incluso las madres que trabajan fuera de casa. Los pastores cool están lejos de ser los únicos evangélicos millennials o de la Generación Z con tatuajes. Si le preguntara a uno de mis devotos estudiantes universitarios cristianos qué razonamiento teológico inspiró su decisión de lucir múltiples tatuajes, no me ofrecería refutaciones cuidadosas de la interpretación anticuada de sus abuelos sobre Levítico 19:28. Más bien, me miraría directamente y diría: ¿Qué tiene que ver Dios con eso?

Consideremos el entretenimiento. Las iglesias y los padres cristianos continúan vigilando los límites de lo que se considera contenido apropiado, pero la ventana se ha ampliado considerablemente. Érase una vez en que las películas de Disney eran sospechosas. Se sabía que el sexo, el lenguaje y la violencia en la pantalla eran causas peligrosas de mala conducta entre los adolescentes. Pero ahora los hábitos de consumo audiovisual de los evangélicos parecen ser indistinguibles de los de un suscriptor promedio de Netflix o HBO. Algunos incluso consideran que ver Juego de Tronos o Los Soprano es importante para involucrarse con la cultura: Simplemente estoy cumpliendo con mi deber misional. Si la sangre, la crueldad y la desnudez ofenden tu educación fundamentalista, lo siento por ti, hermano débil.

Esta relajación de las normas también está ocurriendo dentro de la iglesia. Los evangélicos estadounidenses que tengo en mente tradicionalmente miraban con recelo las prácticas que recuerdan al catolicismo: la liturgia formal, las vestimentas, los sacramentos, el calendario eclesiástico y, a veces, incluso los credos. Estas cosas fueron vistas durante mucho tiempo como innovaciones extrabíblicas que amenazaban con oscurecer el evangelio, usurpar la autoridad soberana de Cristo o promover una fe nominal y sin vida.

Sin embargo, hoy veo un movimiento sorprendente por parte de todo tipo de instituciones evangélicas hacia la recuperación de estas prácticas anteriormente codificadas para los católicos. Los cristianos que alguna vez se negaron a reconocer la Pascua como distinta de la celebración de la Resurrección que se lleva a cabo cada domingo ahora observan la Cuaresma. Las iglesias fundadas sobre el rechazo de los credos por principio ahora recitan el Credo de los Apóstoles o el Credo Niceno cada domingo. Las iglesias históricamente comprometidas con una interpretación simbólica de la Santa Cena ahora hablan de la presencia real de Cristo en la Eucaristía (y la llaman «Eucaristía», no simplemente «la Cena del Señor»).

La flexibilización se extiende incluso a los planes de estudio de los seminarios evangélicos y a la investigación para los sermones. Los profesores y pastores hacen referencia a escritores y pensadores ajenos al evangelicalismo e incluso al protestantismo, y citan a sacerdotes católicos, monjes ortodoxos medievales, obispos y concilios patrísticos. Como todos mis otros ejemplos, este no es un cambio al servicio del liberalismo teológico. En algunos casos (me viene a la mente de manera especial la recitación de credos) se trata de un cambio conservador, un giro hacia la catequesis como baluarte contra la deriva teológica.

Ahora bien, dije que esta relajación es un «cambio generacional» y, en cierto sentido, lo es. Pero en mi opinión, no son solo los menores de 40 años los que hacen estas cosas. Si ese fuera el caso, todavía tendríamos un cambio importante en marcha; sin embargo, es posible que no sea nada más que el patrón normal en el que los hijos se desprenden de las costumbres de sus padres.

Mi argumento es que no son solo los millennials y la generación Z los que se están relajando. Son sus padres y abuelos también. Los que antes se abstenían ahora beben; los antiguos boicoteadores de Disney ahora se atracan viendo Netflix; quienes algún día fueron escépticos del juego ahora organizan noches de póquer.

Si estoy en lo cierto, este es un cambio sísmico, no es lo mismo de siempre. ¿Qué está sucediendo? ¿Qué ha llevado a tantos evangélicos en tan poco tiempo a deshacerse de tantos tabúes sociales y litúrgicos?

Antes de aventurar cuatro ideas, debo reconocer que estoy especulando un poco. No tengo cuadros ni gráficos que respalden mi boceto o prueben alguna explicación. Pero, así como estoy compartiendo mis observaciones para ver si son ampliamente reconocibles, también estoy planteando estas cuatro ideas para ver si resuenan con los cristianos en otros rincones del evangelicalismo.

Primero, esta relajación sugiere que las muchas normas no escritas del evangelicalismo estadounidense no estaban sostenidas únicamente por la doctrina, la autoridad congregacional o la enseñanza bíblica. Las normas contra la bebida, los tatuajes, la liturgia formal y cosas similares eran extraordinariamente poderosas y uniformes debido a la cultura ambiental que rodeaba a la iglesia.

En muchos casos, ese apoyo externo incluía al Estado. No es coincidencia que esta flexibilización o relajación de las normas se haya producido mientras las leyes relacionadas con el «vicio» (alcohol, divorcio, drogas y actividades sexuales antes ilegales) han ido cayendo como fichas de dominó a lo largo del último medio siglo. A veces la ley va río abajo con la cultura, a veces va río arriba, pero de cualquier manera, la iglesia es parte de este río social.

En segundo lugar, una cultura menos cristiana y más secular crea nuevos incentivos y presiones sobre los creyentes comunes y corrientes. Si todos los miembros de la mayoría no cristiana creen o hacen X, continuar absteniéndose de X se convierte en un signo evidente de discipulado cristiano (o intransigencia). Esto lleva a todos los creyentes, incluidos los pastores, a reconsiderar sus compromisos: Después de todo, ¿Dios prohíbe el alcohol? ¿Sí o no? ¿En que capítulo y en que versículo? Si no es así, ¿para qué sufrir el desprecio de mis vecinos o compañeros de trabajo? Además, todo el mundo siempre supo de la colección de vinos de Joe y Jane. Sigamos adelante y unámonos a ellos.

En tercer lugar, cuando las Escrituras son ambiguas sobre algún asunto mientras la postura de la cultura más amplia es clara, la responsabilidad recae en los pastores o en la iglesia institucional para convencer a los feligreses de que rechacen esa norma cultural más amplia. Y, en las últimas décadas, hemos visto una disminución de la autoridad pastoral, la muerte de la identidad denominacional ciega y una crisis de confianza en las instituciones cristianas.

Los ancianos lo dicen o el pastor Juan sabe mucho, ya no son argumentos suficientes. Puedo votar con los pies y unirme a una iglesia cuyo pastor diga lo contrario. ¿Quién es el pastor Juan? ¿No es el mismo que me dijo que todos los creyentes son capaces de interpretar las Escrituras por sí mismos? ¿Y que ninguna autoridad excepto las Escrituras debería decidir cuestiones de fe y moral? ¿Y que todos los asuntos sobre los cuales las Escrituras guardan silencio son «indiferentes», sujetos a la conciencia personal?

En cuarto y último lugar, no hay sectarios en las trincheras poscristianas. Por muy contradictorio que parezca, las mismas fuerzas que llevan a los evangélicos a empezar a beber, hacerse tatuajes y ver HBO también los están llevando a decir los credos, recibir cenizas en la frente y leer al papa Benedicto XVI. Cuando el mundo se siente en contraposición con la absoluta fidelidad a Cristo, necesitas a todos los amigos que puedas conseguir. Las diferencias doctrinales que no son relevantes para las batallas culturales actuales (pensemos en el bautismo infantil, no en las teologías del sexo y el género) pueden pasarse por alto en caso de conflicto.

Esto es justamente a lo que me refiero cuando digo que la flexibilización o relajación que veo no es un plan ideológico organizado de arriba hacia abajo. Está sucediendo orgánicamente, todo al mismo tiempo, a veces de maneras aparentemente contradictorias. Por eso no es fácil juzgar. Yo mismo crecí sin liturgia en la iglesia ni alcohol en el hogar; ahora me persigno antes de orar y tomo una copa con mis padres. Por otro lado, lamento la utilización del tiempo libre que le dedican los creyentes a los medios, ya sea a la TV o aplicaciones como TikTok, así como la consiguiente actitud de no intervención sobre el contenido en la pantalla.

Ya sea que cada tendencia específica sea buena, mala o aún esté por determinarse, lo que sí sé es que esta relajación ha ocurrido durante los mismos años en que la asistencia a la iglesia ha disminuido, y la soledad y la falta de autoridad por parte de las congregaciones sobre sus miembros han aumentado. Lo que parece una ganancia para algunos (quizás menos autoridad significa una menor propensión al abuso) puede ser una pérdida para otros (miembros descarriados que necesitan medicamentos potentes para encaminar sus vidas).

De cualquier manera, el evangelicalismo estadounidense está cambiando, incluso mientras escribo. ¿Cómo se verá cuando este proceso de cambio se haya detenido? Dios sabe.

Brad East es profesor asociado de teología en Abilene Christian University. Es autor de cuatro libros, entre ellos The Church: A Guide to the People of God y Letters to a Future Saint: Foundations of Faith for the Spiritually Hungry.

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Dejen que los niños neurodivergentes vengan a mí

El método de la crianza amable es útil para educar a los niños con discapacidades con amor y sabiduría.

Christianity Today May 25, 2024
Ilustración de Elizabeth Kaye / Fuente de imágenes: Unsplash, Wikimedia Commons

Cuando tenía dos o tres años, mi hijo solía arremeter contra otros niños sin motivo aparente, provocando incidentes en la guardería, en casa y en el área de cuidado de niños de la iglesia. A veces, su ansiedad hacía que incluso se lastimara a sí mismo. Después de más de un año de intentar fomentar que se comportara «correctamente», me pareció que lo suyo iba más allá de las rabietas propias de su edad.

Buscamos una evaluación y nuestro hijo recibió múltiples diagnósticos que confirmaron que es neurodivergente, un término que comúnmente abarca diferencias cerebrales tales como TDAH (trastorno por déficit de atención e hiperactividad), autismo, dificultades de aprendizaje y más.

Una forma de explicar la manera en que mi hijo experimenta el mundo es pensar en su cerebro como un detector de humo altamente sensible. Un detector de humo común en el techo de una cocina alertará de una posible emergencia en esa habitación. Sin embargo, un detector que sea demasiado sensible podría emitir una alerta cuando alguien pase cerca de una ventana fumando un cigarrillo.

El sistema nervioso de mi hijo hace que sea demasiado sensible. Está hiperconectado con las amenazas potenciales en el mundo que lo rodea y, a veces, las interacciones cotidianas más típicas pueden volverse extremadamente estresantes para él e incluso provocarle ataques de ansiedad agudos.

Como padres primerizos, hicimos todo lo posible por seguir los consejos convencionales sobre cómo establecer rutinas y mantener la autoridad. Establecimos disciplina con consecuencias a determinadas acciones, le negamos privilegios y premiamos cualquier muestra de autocontrol. Sin embargo, con cualquier tipo de disciplina física lo único que conseguíamos era parecerle una amenaza y desencadenar una respuesta de lucha o escape.

Las formas tradicionales de disciplina no funcionaron y mi esposo y yo sabíamos que necesitábamos cambiar la forma en que estábamos criando a nuestro hijo. No obstante, todavía me preguntaba si esto era compatible con mi fe. No podía dejar de escuchar en mi mente el dicho: «Detén la vara, arruina al niño».

Un domingo, nuestro pastor predicó sobre la parábola del hijo pródigo (Lucas 15:11-32). Nos animó a ponernos en el lugar de un padre judío del siglo I y nos invitó a imaginar ser negados por nuestro propio hijo, así como las emociones que sentiríamos si ese hijo regresaba.

En referencia al trabajo de Kenneth E. Bailey [enlaces en inglés], nuestro pastor explicó que si un hijo del siglo primero se hubiese atrevido a exigir su herencia, este habría sido ceremoniosamente rechazado, y finalmente separado de su herencia y de su familia. Nuestro pastor describió al padre corriendo hacia su hijo para alcanzarlo antes de que la comunidad notara su regreso y lo expulsara para siempre. Me imaginé a los aldeanos corriendo detrás del padre para ver qué haría, atónitos de que abrazara a su descarriado e imprudente hijo, en lugar de condenarlo y expulsarlo.

Nuestro pastor nos pidió que imagináramos cuán increíble le parecería al resto del pueblo el perdón, la gracia y la protección que el padre le extendió a su hijo: en el mejor de los casos, ellos despreciarían al hijo; en el peor, lo excomulgarían o lo apedrearían.

Intenté captar la ternura que el padre debió haber sentido hacia su hijo para estar dispuesto a perdonar y encontrar un nuevo camino a seguir que integrara a su hijo nuevamente a la familia y la comunidad, independientemente de lo que pensaran los demás. Me preguntaba cómo conciliar las discrepancias entre esta ilustración particular del amor de Dios Padre y el consejo de crianza que seguía recibiendo de otros cristianos que me decían que debía ser firme; que debía pastorear y disciplinar a mi hijo, y hacerle saber que yo era la autoridad.

Cuando me animaban a «pastorear» a mi hijo, solía responder en tono de broma que mi falta de experiencia agraria no me ayudaría. Mientras estudiaba minuciosamente la multitud de imágenes de ovejas y pastores en la Biblia, no conseguía entender cómo un pastor podría blandir una vara contra sus ovejas, y aun así reconfortarlas o consolarlas (Salmo 23:3-4).

Entonces, hice lo que muchos padres de la Generación del Milenio harían: busqué en internet cómo se debe pastorear y cuidar ovejas, específicamente buscando referencias a varas y cayados. Descubrí que probablemente una vara se puede usar para luchar contra los animales salvajes que presentaran un peligro para las ovejas, pero no contra las ovejas mismas. También descubrí que la vara era probablemente un cayado de pastor, usado para guiar a las ovejas e incluso recuperarlas en caso de que se encontraran en una situación precaria.

También aprendí que la frase Spare the rod, spoil the child («Detén la vara, arruina al niño») no es en realidad lo que dice Proverbios 13:24. La famosa frase probablemente se originó en un largo poema satírico del siglo XVII, Hudibras, y las palabras de Samuel Butler en realidad transmitían un significado explícitamente sexual.

Entretanto, seguíamos buscando estrategias que fueran efectivas para mi hijo. En mi búsqueda descubrí expertos seculares que recomendaban el método de la «crianza de conciencia plena» (Mindful parenting), que se centra en desarrollar habilidades con compasión, algo que popularmente se entendería como crianza amable o «ser padres de mano suave». Más tarde encontré varios expertos cristianos que fomentan un enfoque de la crianza de los hijos que se centra en la conexión, el respeto y la gentileza, incluidos los ministerios Flourishing Homes and Families, Connected Families, and Grace Based Families.

Tanto los críticos cristianos como los seculares denigran estos enfoques como un estilo de crianza demasiado permisivo y sin límites que puede tener efectos perjudiciales tanto en la niñez como en la edad adulta.

Al mismo tiempo, los defensores de una crianza amable o de mano suave no siempre están de acuerdo sobre cómo debería lucir la disciplina. Existen enfoques similares llamados crianza positiva, crianza receptiva y disciplina pacífica, y algunos expertos incluso han sugerido abandonar por completo el nombre de «crianza amable».

Las palabras disciplina y discípulo derivan su significado de la palabra latina que significa instrucción o enseñanza. A medida que el lenguaje ha evolucionado, estas palabras siguen portando una implicación de orden e instrucción, pero el concepto de castigar o sancionar no pasó a formar parte del significado de la palabra sino hasta el siglo XI o XII, cuando se asoció con la instrucción militar.

Más bien, ser padres amables o de mano suave nos ha permitido concentrarnos en la instrucción: en discipular a nuestros hijos de tal manera que seamos modelo del amor del Padre por ellos, para que puedan crecer en confianza y conocimiento de Dios.

Independientemente de cómo se llame a este estilo de crianza, el hilo común es que se anima a los padres a ser autoridad (que a menudo se diferencia de la crianza autoritaria), a centrarse en respetar y comprender al niño, a enfatizar la cooperación entre padres e hijos y a fomentar la independencia dentro de límites apropiados.

Al fin y al cabo, toda crianza requiere sabiduría y discernimiento, y no existe un enfoque único que sirva para todos. La paternidad amable ofrece un conjunto de herramientas y estrategias que nos permiten modelar el amor de Cristo y equipar a nuestros hijos con el autocontrol, el orden y la gracia necesarios para navegar en el mundo caído en el que todos nacemos.

Mi esposo y yo creemos que los niños son una bendición de Dios (Salmo 127:3), y hemos elegido concentrarnos en guiar y empoderar a nuestros hijos con compasión (Efesios 6:4). Fomentamos la autonomía, la independencia y una fe firme al recordar que tanto los adultos como los niños son creados a imagen de Dios (Génesis 1:27).

No castigamos duramente a nuestros hijos, porque buscamos amarlos como el Padre nos ama (1 Juan 3:1), y nos esforzamos por modelar la disciplina, la gracia y la fe de una manera que esperamos refleje ese amor (Proverbios 3:11-12; 1 Juan 4:11-12). En cada paso, consideramos el desarrollo de nuestros hijos, así como sus necesidades de apoyo y adaptación.

Cuando castigamos a nuestros hijos, les estamos infligiendo sufrimiento por su comportamiento pasado con la esperanza de cambiar su comportamiento futuro. Sobran las formas de enseñar e instruir a un niño sobre las malas acciones (y cómo prevenirlas) sin causarle sufrimiento. El perdón, la misericordia y la gracia no se oponen a la disciplina, la buena mayordomía y a experimentar las consecuencias reales y sentidas de nuestras acciones.

Mi esposo y yo tenemos el privilegio y la responsabilidad de trabajar juntos para ayudar a nuestros hijos a desarrollar habilidades y ofrecerles apoyo mientras navegan por el mundo con una independencia cada vez mayor. Permitimos que nuestros hijos experimenten las consecuencias de sus acciones y discutimos qué podríamos hacer de manera diferente a fin de lograr un resultado diferente. Lo más importante es que les enseñamos acerca de la increíble gracia y misericordia que Dios nos ofrece a cada uno de nosotros.

Seguimos este estilo de crianza buscando ser un humilde reflejo de lo que Dios nos ofrece a todos. A lo largo de su ministerio, Jesús buscó a la gente y los encontró donde estaban. No insistió en un proceso estandarizado de redención y, en última instancia, no existe una lista de verificación que podamos seguir. Solo podemos seguirlo a Él. Para decirlo de otra manera, Jesús quiere que sigamos su ejemplo y les pedimos lo mismo a nuestros hijos.

Y cuando inevitablemente fallamos, o nuestros hijos lo hacen, mi esperanza y oración es que hayamos cultivado el tipo de amor y gracia que le permita a un hijo regresar con humildad y confianza; el tipo de amor y gracia que impulse a un padre a correr por la ciudad para saludar a su hijo, sin importar el tiempo que estuvieron separados ni las circunstancias de esa separación.

Hace unos meses, comenzamos a tener preocupaciones similares sobre el desarrollo de nuestra hija y solicitamos una evaluación para ella también. Mientras hablaba de esto con mi madre y el psicólogo, me di cuenta de que hay muchas similitudes entre el comportamiento de mi hija y cómo era yo cuando era niña. Decidí realizar mi propia evaluación y confirmamos que tanto mi hija como yo también somos neurodivergentes.

Un informe reciente de los CDC afirma que casi 1 de cada 10 niños entre 3 y 17 años son diagnosticados con una discapacidad del desarrollo, un aumento con respecto a años anteriores. Si esta tendencia continúa, la iglesia necesitará desarrollar nuevas herramientas para amar y apoyar a nuestros hijos. Me imagino que esto también incluirá aceptar y acomodar estilos de crianza y formas de disciplina que, si bien son «nuevas» para muchos en la iglesia, están arraigadas en las Escrituras y muestran respeto hacia los niños.

Cuando los discípulos impidieron que la gente trajera a los niños para recibir las bendiciones y la oración de Jesús, Él los amonestó (Mateo 19:13-14). No tenemos ninguna razón para creer que los niños que vinieron a Jesús no tenían discapacidades. A lo largo de los Evangelios, la gente acudía a Jesús en busca de sanación y oración por ellos mismos, sus hijos y sus seres queridos.

Deseo profundamente que los adultos recuerden esto antes de pedirle a un niño aparentemente problemático que abandone un servicio o que se abstenga de participar en una actividad de la iglesia que podría permitirle experimentar el amor de Cristo. «No se lo impidan», dice nuestro Salvador, «porque el reino de los cielos es de quienes son como ellos» (v. 14).

Sunita Theiss vive en Georgia y es escritora, consultora de comunicaciones y madre que educa en el hogar.

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News

Misioneros estadounidenses asesinados en Puerto Príncipe

Un ataque de pandilleros en Haití deja tres muertos y una casa en llamas. Las fuerzas internacionales se retrasan de nuevo.

Davy (izquierda) y Natalie (centro) Lloyd trabajaban en un orfanato de Haití desde 2022.

Davy (izquierda) y Natalie (centro) Lloyd trabajaban en un orfanato de Haití desde 2022.

Christianity Today May 25, 2024
Misión en Haití

Dos jóvenes misioneros estadounidenses fueron asesinados este jueves en Haití en medio de la actual crisis de violencia entre pandillas que asola el país.

Davy y Natalie Lloyd, acompañados por Jude Montis, un haitiano miembro del personal y líder de la iglesia, fueron emboscados por tres camiones llenos de pandilleros cuando salían de una reunión de su grupo de jóvenes en Puerto Príncipe, según la página de Facebook de Misiones en Haití. Mientras los hombres armados robaban varios vehículos y los cargaban con el botín que habían tomado de la misión, llegó otra pandilla y los dos grupos se enfrentaron violentamente.

«No estoy seguro de lo que sucedió, pero dispararon y mataron a uno, y ahora esta banda está en modo de ataque total», escribió un misionero que recibía informes en Estados Unidos. «Davy, Natalie y Jude [estaban] en mi casa al final de la propiedad usando el star link para llamarme. Así que estaban refugiándose allí. Las bandas dispararon a todas las ventanas de la casa y siguieron disparando».

Según los informes, las misiones en Haití intentaron ponerse en contacto con la policía haitiana sin éxito. Luego las líneas telefónicas se cortaron.

«POR FAVOR, OREN», pidió Misiones en Haití a sus 4500 seguidores de Facebook. «Va a ser una noche larga».

Hacia las 9 de la noche, la casa estaba en llamas. Davy y Natalie Lloyd, y Jude Montis, habían muerto.

Montis tenía 45 años. Davy tenía 23. Natalie, 21.

«Tengo el corazón roto en mil pedazos», escribió el padre de Natalie, Ben Baker, miembro de la Cámara de Representantes del Estado de Missouri. «Nunca había sentido tanto dolor».

Las bandas criminales mataron a casi 5000 personas en Haití el año pasado. Luego, en 2024, las bandas se unieron, se volvieron contra los políticos que antes habían colaborado con ellas para conseguir el poder, y lanzaron ataques coordinados contra el gobierno. Las bandas incendiaron las estaciones de policía, cerraron el principal aeropuerto y puerto marítimo, y abrieron dos prisiones, liberando a unos 4000 reclusos. Destruyeron oficinas gubernamentales, asaltaron el Palacio Nacional y tomaron el control del 80 por ciento de la capital.

«Ahora son un poder para sí mismos», dijo a Associated Press Robert Fatton, profesor de gobierno y asuntos exteriores en la Universidad de Virginia. «La autonomía de las pandillas ha alcanzado un punto crítico. Por eso ahora son capaces de imponer ciertas condiciones al propio gobierno».

El primer ministro dimitió en abril y se creó un consejo de gobierno temporal encargado de sofocar la violencia y restablecer el orden.

Una misión de las Fuerzas de Paz conformada por mil policías kenianos y aprobada por la ONU, se ha retrasado en múltiples ocasiones. Doscientos de ellos debían aterrizar el jueves, día en que el presidente keniano, William Ruto, se reunió con el presidente estadounidense, Joe Biden, en la Casa Blanca. Sin embargo, el vuelo procedente de Nairobi se canceló en el último momento.

A los policías no se les dio ninguna explicación por el retraso y se les dijo que se mantuvieran a la espera, según Reuters, porque podrían partir en cualquier momento. Funcionarios estadounidenses han afirmado que el escuadrón carece de los vehículos blindados, helicópteros, armas y equipos de comunicaciones necesarios para el despliegue.

El gobierno estadounidense ha comprometido 300 millones de dólares para la misión de las Fuerzas de Paz. Desde abril, Estados Unidos ha evacuado en helicóptero a cientos de ciudadanos estadounidenses, y muchas organizaciones sin fines de lucro han coordinado también salidas de emergencia. Sin embargo, no todos han podido salir, y algunos otros han optado por no hacerlo.

Misiones en Haití dijo a sus seguidores en marzo que su zona de Puerto Príncipe estaba tranquila y que los misioneros no estaban preocupados por su seguridad.

La organización fue fundada por los padres de Davy Lloyd, David y Alicia, en el año 2000. La misión atendía principalmente a niños, ofreciéndoles comida, educación y orientación espiritual. En 2002, unos 100 niños asistieron al programa de escuela bíblica de verano de Misiones en Haití y, para ese otoño, había diez niños en el orfanato y otros 30 matriculados en la escuela.

En 24 años, la escuela ha crecido hasta atender a más de 400 niños al año, según los informes presentados a los donantes. Y la misión también se ha expandido, abriendo una iglesia y una panadería que da empleo a los graduados.

Sin embargo, la espiral de violencia en Haití empezó a preocupar seriamente a David Lloyd en 2022.

«No hay un gobierno que funcione; la nación de Haití está en total anarquía», escribió Lloyd padre. «Estas pandillas asesinan, violan, roban y destruyen a su antojo».

Informó que Misiones en Haití estuvo a punto de ser tomada por «una de las pandillas más malvadas», pero «¡nos pusimos de rodillas y Dios intervino de manera milagrosa e hizo retroceder a esa pandilla!».

Los misioneros mantienen la esperanza y piden a sus seguidores que oren y escriban a sus representantes en Estados Unidos.

Davy y Natalie Lloyd se unieron a Misiones en Haití en 2022, tras haberse casado y graduado del Instituto Bíblico Ozark, una escuela de la denominación Holiness-Pentecostal.

Davy, que creció en esa misma misión, se dedicaba a los proyectos de mantenimiento, tales como la remodelación de los baños de los dormitorios, la reparación de vehículos y la construcción de una nueva lavandería.

Dijo a sus seguidores en redes que, al volver, pudo ver los grandes problemas que asolan Haití con más claridad que cuando era niño e iba a la escuela y a la iglesia, cuidaba de las gallinas y jugaba con sus amigos haitianos.

«Mis ojos están más abiertos», dijo el joven Lloyd en un video compartido por Misiones en Haití. «De verdad, necesitamos un milagro. Necesitamos que Dios se mueva».

Natalie trabajaba en el orfanato y cuidaba de los niños. Ella compartió imágenes del ministerio en la cuenta de Instagram de la pareja: mientras pintaban el equipo del patio de recreo, le daban a los niños mangos y cocos, y les enseñaban sobre toda la armadura de Dios.

La joven misionera expresó cierta preocupación por la situación política en Haití, pero se centró más en su deleite por servir a los niños y su confianza en Dios.

«Dios siempre es fiel a sus promesas. Él es inmutable y nunca vacila», escribió. «Quiero poner mi esperanza en Aquel que nunca falla, Aquel cuyas misericordias son nuevas cada mañana, Aquel que, cuando las estaciones cambian, Él sigue siendo el mismo».

Pocos días antes del ataque de los dos grupos criminales, los misioneros expresaron su esperanza de que pronto llegara ayuda y se restableciera el orden. Vieron aviones militares estadounidenses sobrevolando varias veces al día, y creyeron que llevaban equipo para las fuerzas kenianas. El aeropuerto volvió a abrir y la actividad de las pandillas parecía estar disminuyendo, según la página de Facebook de Misiones en Haití.

«El dominio de las bandas podría acabar pronto», escribió David Lloyd. «Estamos orando para que esto ocurra y cuanto antes mejor. Gracias por sus oraciones continuas».

El viernes por la tarde, los familiares informaron de que los cuerpos de Davy y Natalie Lloyd habían sido trasladados a la embajada estadounidense.

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Theology

Sí, Pablo realmente enseñó la sumisión mutua

Por qué la interpretación de Wayne Grudem de Efesios 5:21 es insostenible.

Christianity Today May 24, 2024
WikiMedia Commons / Edición por CT

En Efesios 5:21, Pablo instruye a los cristianos a someterse «unos a otros». Tradicionalmente se ha entendido que estas palabras requieren sumisión mutua, incluso entre miembros de la familia. El reformador Juan Calvino, por ejemplo, reconoció que la idea de que un padre se someta a su hijo o un marido de someta a su esposa podría parecer «extraña a primera vista», pero nunca cuestionó que esa sumisión fuera en realidad lo que Pablo prescribe.

Sin embargo, en años más recientes, esta lectura de Efesios 5:21 ha sido cuestionada, irónicamente, en nombre del conservadurismo teológico. Muchos eruditos evangélicos ahora afirman que la sumisión en este versículo no es sumisión mutua (todos se someten a todos) sino sumisión unidireccional a quienes tienen autoridad (algunos se someten a otros). El defensor más abierto de esta perspectiva es Wayne Grudem, un destacado teólogo que ayudó a establecer el Council on Biblical Manhood and Womanhood (Consejo para la masculinidad y la feminidad bíblicas).

Grudem, quien recientemente anunció que se retiraría de la enseñanza, ha sostenido durante más de tres décadas que Efesios 5:21 podría parafrasearse de la siguiente manera: «Aquellos que están bajo autoridad deben estar sujetos a otros entre ustedes que tienen autoridad sobre ellos». Según la lectura de Grudem, este versículo requiere que una esposa se someta a su marido, pero en ningún sentido exige que un marido se someta a su esposa.

En defensa de esta interpretación, Grudem apela al significado de hypotassō, el verbo griego que se traduce como «someterse» o «estar sujeto». Grudem afirma que este verbo «siempre significa estar sujeto a la autoridad de otra persona, en toda la literatura griega, cristiana y no cristiana».

«En todos los ejemplos que podemos encontrar», sostiene Grudem, «cuando se dice que la persona A “está sujeta a” la persona B, la persona B tiene una autoridad única que la persona A no tiene. En otras palabras, hypotassō siempre implica una sumisión unidireccional a alguien con autoridad».

El problema con este argumento es que dichas afirmaciones sobre el verbo hypotassō simplemente no son ciertas. Considere los siguientes ocho pasajes antiguos que contienen el verbo hypotassō. Cada uno refuta decisivamente la afirmación de Grudem de que hypotassō «siempre implica sumisión unidireccional a alguien con autoridad». En varios de estos ejemplos, hypotassō se utiliza para describir una sumisión que es explícitamente mutua, no unidireccional. Y en los ocho pasajes, hypotassō se utiliza para describir la sumisión a personas que no están en posiciones de autoridad. (Todas las traducciones son propias. Una discusión ampliada de estos y otros textos relevantes aparecerá en mi próximo artículo en Lexington Theological Quarterly).

  1. El monje Antíoco de Palestina, del siglo VII, da el siguiente consejo a quien busca la humildad: «Que se someta a su prójimo y sea su esclavo, acordándose del Señor, que no desdeñó lavar los pies de sus discípulos». (Pandectes 70,75–77).
  2. El obispo del siglo IV Gregorio de Nisa explica que cada miembro de una comunidad monástica debe considerarse «un esclavo de Cristo que ha sido comprado para la necesidad común de los hermanos» y, por lo tanto, debe «someterse a todos» (De instituto Christiano 8.1: 67,13–68,12).
  3. En una carta personal, el obispo Basilio de Cesarea del siglo IV habla de alguien «que conforme al amor se somete a su prójimo» (Cartas 65.1.10-11).
  4. En un tratado que regula la vida en una comunidad monástica, Basilio cita la exhortación de Pablo en 1 Corintios 10:24: «Nadie busque su propio bien, sino el de los demás». Basilio concluye así que es necesario «someterse a Dios según su mandamiento o a los demás según su mandamiento» (Patrologia Graeca 31:1081.30–38).
  5. En un tratado atribuido a Basilio, el autor describe a los miembros de una comunidad monástica como «esclavos unos de otros» y «amos unos de otros». Esta «esclavitud de unos a otros» no se produce por coerción, sino que se hace voluntariamente, con «amor sometiendo a los libres unos a otros» (Patrologia Graeca 31:1384.7–14).
  6. En un sermón sobre la promiscuidad sexual, el arzobispo Juan Crisóstomo del siglo IV afirma que «el novio y la novia» que no han tenido experiencia previa con otras parejas sexuales «se someterán el uno al otro» en el matrimonio (Patrologia Graeca 62:426,33–35).
  7. En una exhortación a la sumisión mutua, Crisóstomo considera cómo se debe tratar a un hermano cristiano que no tiene intención de corresponder: «¿Pero él no tiene intención de someterse a vosotros? Sin embargo, te sometes; no simplemente al obedecer, sino al someterse. Mantén este sentimiento hacia todos, como si todos fueran tus dueños» (Patrologia Graeca 62:134.56–59).
  8. En un tratado atribuido al monje Macario de Egipto del siglo IV, el autor exhorta a los miembros de una comunidad monástica a permanecer «en esta esclavitud buena y edificante» y a rendir «toda sumisión a cada uno». El autor imagina a «todos los hermanos sometiéndose unos a otros con todo gozo» y los exhorta «como imitadores de Cristo» a abrazar «la sumisión y la agradable esclavitud para el refrigerio de unos a otros» (Gran Carta 257.22–261.1).

La interpretación de Grudem de Efesios 5:21 se basa, pues, en un equívoco con respecto al verbo griego hypotassō. Como lo ilustran los pasajes citados anteriormente, este verbo no solo se usa para describir la sumisión a personas en posiciones de autoridad; también se utiliza para describir la sumisión a los vecinos, a los hermanos y a las esposas.

Además, utilizando el Thesaurus Linguae Graecae, una enorme biblioteca digital que contiene esencialmente toda la literatura griega existente del mundo antiguo, he examinado cada cita y alusión a Efesios 5:21 antes del año 500 d.C. No he encontrado evidencia alguna de que la iglesia de habla griega tuviera siquiera conocimiento de la interpretación de la sumisión de unos a algunos otros defendida por Grudem. Los cristianos antiguos entienden uniformemente que las palabras de Pablo en Efesios 5:21 exigen sumisión a todos en la comunidad, independientemente de su rango, y por lo tanto se asocian habitualmente con pasajes como Marcos 10:44 («ser esclavo de todos») y Gálatas 5:13 («sírvanse unos a otros con amor»).

Por ejemplo, inmediatamente después de citar Efesios 5:21, Crisóstomo hace la siguiente exhortación a la sumisión mutua: «Que haya un intercambio de esclavitud y sumisión. Porque así no habrá esclavitud. Que ninguno se sienta en el rango de libre y el otro en el de esclavo; más bien es mejor que tanto amos como esclavos sean esclavos unos de otros» (Patrologia Graeca 62:134.28–32).

Observemos que al exponer Efesios 5:21, Crisóstomo usa el lenguaje de Gálatas 5:13: «sírvanse unos a otros con amor». Si bien estos dos versículos se asocian habitualmente en la literatura patrística griega, los lectores ingleses de Pablo a menudo pasan por alto la conexión. Las Biblias típicamente traducen Gálatas 5:13 como «sírvanse unos a otros», pero el lenguaje de Pablo es más fuerte de lo que sugiere esta traducción. El sustantivo griego para «esclavo» es doulos, y el verbo usado en Gálatas 5:13 es el cognado douleuō, que significa «ser un esclavo». Se traduciría de forma más precisa como: «Sean esclavos unos de otros».

Los verbos douleuō e hypotassō son, por tanto, bastante similares y, a veces, se utilizan juntos como casi sinónimos. Considere los siguientes cuatro pasajes en los que el verbo hipotassō está emparejado con el verbo douleuō.

  1. El autor romano del siglo II, Plutarco, cita el consejo de Platón de no «someterse y ser esclavo» de las pasiones (Moralia 1002E).
  2. El filósofo romano Epicteto, un contemporáneo más joven de Pablo, critica a quien no logra alcanzar el ideal estoico: «Eres un esclavo, eres un súbdito» (Discursos 4.4.33).
  3. El Pastor de Hermas, un texto cristiano del siglo II, describe lo que sucederá «si eres esclavo del buen deseo y te sometes a él» (45,5).
  4. En el primero de los ocho pasajes citados anteriormente, Antíoco escribe: «Que se someta a su prójimo y sea su esclavo».

En sus argumentos contra la sumisión mutua, Grudem pasó por alto la similitud entre estos dos verbos. Observa correctamente que hypotassō implica una jerarquía en la que una persona se encuentra en un orden inferior a otra. Dado que dos personas no pueden estar simultáneamente una debajo de la otra, Grudem y otros críticos de la sumisión mutua descartan el concepto por ser contradictorio.

Sin embargo, estos eruditos no logran observar que el verbo douleuō en Gálatas 5:13 también implica una jerarquía en la que una persona se encuentra en un orden inferior a otra. Sin embargo, como reconocen todos los comentaristas, Pablo obviamente está usando el verbo douleuō en Gálatas 5:13 para describir una acción que es mutua, no unidireccional. Por lo tanto, si bien el lenguaje de Pablo sobre sumisión mutua en Efesios 5:21 es de hecho (deliberadamente) contradictorio, no es más contradictorio que su lenguaje de esclavitud mutua en Gálatas 5:13.

La iglesia antigua entendió uniformemente que Efesios 5:21 requería sumisión mutua, y el rechazo moderno de esta interpretación entre algunos evangélicos tiene sus raíces en afirmaciones espurias sobre el verbo griego hypotassō. Jesús tomó «forma de esclavo» (Filipenses 2:7), y todos los que lo siguen, tanto hombres como mujeres, están llamados a abrazar la sumisión también.

Murray Vasser es profesor asistente de Nuevo Testamento en el Seminario Bíblico Wesley. Este artículo resume la investigación académica que se presentó en la reunión de 2023 de la Sociedad de Literatura Bíblica y se publicará próximamente en Lexington Theological Quarterly.

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