Una piloto misionera estadounidense murió a los 40 años de edad en un accidente aéreo el pasado martes 12 de mayo en Indonesia, mientras transportaba suministros a aldeas remotas de ese país para aliviar la crisis por COVID-19.
Joyce Lin, piloto de la Asociación Misionera de Aviación [Mission Aviation Fellowship, en adelante MAF por sus siglas en inglés], transportaba kits de prueba rápida, así como útiles escolares a una aldea de Papúa, la provincia del extremo este de la cadena insular. Despegó de la ciudad de Sentani a las 6:27 a.m. y dos minutos más tarde hizo una llamada de socorro, dijo el portavoz de la MAF, Brad Hoagland. Un equipo de búsqueda y rescate encontró que su avión Kodiak 100 se había estrellado contra el lago Sentani, y recuperó su cuerpo unos 40 pies (12 m.) bajo el agua, según la policía local.
Lin era una experimentada piloto e instructora certificada de vuelo. Completó su primer vuelo en solitario para la MAF en marzo. Fue aprobada para volar a 20 aldeas (de un total de 150 aldeas atendidas por la MAF), y lideró el esfuerzo para adquirir jabón para misioneros y socorristas expuestos a la amenaza del coronavirus. También transportaba medicinas, pruebas de COVID-19 y equipo de protección personal para ser distribuidos en toda la región.
“Tenemos una profunda sensación de pérdida, pero también una gran sensación de consuelo, porque Joyce estaba haciendo lo que amaba hacer y fue fiel al llamado de Dios en su vida”, dijo David Holsten, presidente de la MAF a Christianity Today. “Ella dio su vida sirviendo al Señor de una manera que realmente tenía un impacto en la vida de otros”.
La MAF no ha tenido un accidente fatal en 23 años, dijo Holsten. Las autoridades de aviación civil están investigando la causa del accidente. No había otros pasajeros a bordo debido a las restricciones de vuelo por el coronavirus, según Hoagland. Los viajes siguen restringidos en Indonesia, pero la MAF tiene permiso para volar con carga, y también para transportar personas en emergencias médicas.
Graduada del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) y del Seminario Teológico Gordon-Conwell, Lin había planeado y entrenado durante una década para convertirse en piloto misionera. Realizó su primer internado con la MAF en 2010, obtuvo su licencia comercial en 2015 y se mudó a Papúa en 2019.
“Se sintió increíble aterrizar el Kodiak por mi cuenta por primera vez”, escribió en una carta para recaudar fondos en diciembre. “Este ha sido mi avión de ensueño desde que me enteré de la aviación misionera. Aterricé el Kodiak tanto en pistas de aterrizaje pavimentadas como sin pavimentar y practiqué procedimientos de emergencia”.
Lin se crió en los estados de Colorado y Maryland en los Estados Unidos, hija de inmigrantes cristianos taiwaneses. Se convirtió en cristiana cuando aún era una niña a través de un programa de evangelismo en una iglesia cristiana local. Después de obtener un título en Ciencias de la Computación por el MIT y de trabajar en Tecnologías de la Información durante una década, Lin sintió el llamado al ministerio. En Gordon-Conwell, descubrió la aviación misionera: un trabajo que combinaba su interés en la aviación, sus habilidades informáticas y su llamado al servicio cristiano.
Inmediatamente se sintió convencida del llamado de Dios y reorientó su vida en torno a la meta de convertirse en piloto misionera. Además de volar con suministros para misioneros y trabajadores de ayuda humanitaria en Papúa, ayudó a establecer y mantener un sistema informático para darles acceso a Internet.
En diciembre, Lin defendió la obra de los misioneros en una carta a sus amigos y familiares en los Estados Unidos.
“Antes de que nadie se oponga a que los cristianos o los occidentales cambien la forma en que viven otras personas”, escribió, “es importante saber que Papúa no era un paraíso tropical antes de la llegada de los misioneros cristianos. Las tribus de Papúa vivían para matarse unas a otras… La gente vivía con miedo constante de otras tribus, así como con temor del mundo de los espíritus”.
En uno de sus primeros vuelos para la MAF, Lin tuvo que desviarse a Wamena, la ciudad más grande de las tierras altas de Papúa, debido al mal clima. En el aeropuerto, encontró a una mujer esperando un vuelo de evacuación porque necesitaba una cirugía de emergencia. Todos los vuelos habían sido cancelados debido al COVID-19, pero a Lin le fue permitido llevar a la mujer a Sentani.
Lin vio esto como evidencia de que Dios la estaba usando.
“Hay un verso famoso que a los cristianos les gusta citar de Romanos 8:28”, escribió, “que dice que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Al mirar hacia atrás en mi vida, ha sido genial ver las muchas maneras en que este versículo ha probado ser verdad en mi llamado a servir en Indonesia”.
El martes, un pequeño arreglo de rosas rojas fue colocado en la pista en el pueblo de las tierras altas donde Lin estaba programada para aterrizar. “Piloto Joyce Lin”, decía una tarjeta, “hasta que nos volvamos a ver”.
A Lin le sobreviven sus padres y sus dos hermanas.
Traducido por Livia Giselle Seidel