Cómo la cultura forma el pensamiento de los científicos en cuanto al planeta de Dios

El ex astrónomo de Harvard Owen Gingerich desafía la noción de que la religión y la ciencia habitan esferas distintas.

Christianity Today October 21, 2014
NASA

Esta traducción fue publicada en colaboración con la Conferencia Nacional de Liderazgo Cristiano Hispano (NHCLC, por sus siglas en inglés).

Owen Gingerich creció en un hogar menonita en las planicies de Kansas, y retiene mucho de la manera franca de hablar y humilde de su crianza. Ha pasado casi toda su carrera académica en Harvard, primero como estudiante y después como profesor de astronomía y de la historia de la ciencia. Ya jubilado, recientemente publicó God’s Planet [El planeta de Dios], que examina los descubrimientos científicos de Nicolás Copérnico, Charles Darwin, y el astrónomo Fred Hoyle. El libro usa la vida de estos hombres para considerar áreas de coincidencia entre la ciencia, la filosofía, y la religión que frecuentemente se pasan por alto en explicaciones científicas del mundo. El escritor principal de CT Tim Staffor habló con Gingerich sobre sus perspectivas sobre la relación entre la religión y la ciencia.

El libro God’s Planet usa el estilo de ‘narración de historias’ para poner su enfoque en estos tres personajes. ¿Por qué escogió ese estilo para un libro de ciencia?

El libro surgió de una serie de conferencias que dicté en la Universidad Gordon College. No sé cómo me pegó la inspiración, que pude centrar el libro en tres muy distintos personajes que tuvieron ideas transformativas que le llevó a la gente mucho tiempo para poder entenderlas. Mi primer capítulo hace la pregunta, “¿Estaba correcto Copérnico?” que la tierra gira alrededor del sol, en lugar de que el sol gire, alrededor de la tierra. El día de hoy, todo mundo diría, por supuesto que estaba correcto. Sin embargo, se tardaron 150 años para que una mayoría de la gente educada aceptara que la tierra se mueve a través del espacio. ¿Por qué? Hay una pregunta allí sobre cómo funcionan las ideas científicas dentro del contexto de toda una estructura de otras ideas.

He estado haciendo una gran cantidad de trabajo en otro libro sobre Darwin, The Divine Handiwork [La divina hechura]. Aún el día de hoy, sólo una pequeña mayoría de gente acepta su teoría de la evolución. ¿A qué se debe eso?

Y finalmente, para traer un ejemplo más contemporáneo, Fred Hoyle se hizo famoso al inició de su carrera al dar una plática extraordinaria en la radio británica (BBC, por sus siglas en inglés) donde demarcó su posición atea. Más tarde, hizo declaraciones de que no encontraba esa posición atea tan convincente. He estado fascinado por la posición cambiante de Hoyle, y me di cuenta al empezar a investigarla que Hoyle había escrito un buen número de cosas que indicaban su apertura a la idea de un creador del universo.

Existen temas subyacentes que emergen de las historias de estos tres personajes: Cuando consideramos preguntas científicas, muchas otras ideas—aparte de la ciencia—nos ayudan a decidir lo que pensamos. Estas ideas se mezclan con la ciencia, algunas veces sin que nosotros nos demos cuenta.

Stephen Jay Gould pensaba sobre la ciencia y la religión como “magisterios que no se superponen”—La ciencia en un lado, la religión y la filosofía en el otro—que pueden tratarse amistosamente siempre y cuando cada una se mantenga en su territorio propio.

Entre más pensé sobre esa posición, más cuenta me di de que la ciencia y la religión se superponen. Necesitamos entender eso y usarlo para interpretar lo que la gente dice. La gente a veces hace declaraciones que suenas como declaraciones científicas, cuando en realidad pueden estar asociadas con un magisterio—ya sea con la religión o con algún otro tipo de estructura de autoridad—que está muy independiente de sus creencias científicas. Abordo dos ejemplos de este tipo al final de mi libro—la vida en otros mundos, y lo que se llama universos múltiples o meta-universo.

¿Por qué se llevó 150 años para que fuese aceptada la idea de Copérnico de que los planetas giran alrededor del sol?

Copérnico se enfrentó a un cierto marco de entendimiento. La gente de su día creía no tan sólo en una tierra muy joven, sino también en un universo centrado en Dios, con Dios no muy lejos de la tierra, habitando en un lugar en los cielos. Pon la tierra a girar y eso se vuelve desconcertante para personas que han vivido con un entendimiento que ha sido enteramente auto-evidente, es decir, que la tierra es muy sólida con la excepción del terremoto ocasional. No es que fuese tan esencial tener a la tierra en el centro; simplemente, a la gente le parecía que así era como eran las cosas.

La manera típica en que se cuenta la historia, la gente religiosas estaba tratando de ahogar o desacelerar a la ciencia. ¿Es así como lee usted la historia?

Es interesante que el libro de Copérnico no se vio como una amenaza. No se puso en la lista de libros prohibidos sino hasta los días de Kepler y Galileo. La razón fue que se aceptó solamente como una hipótesis, como una manera de explicar los movimientos en los cielos, pero no como una descripción física real del universo. Se podían usar los procedimientos de Copérnico para calcular la posición de los planetas sin creer que la tierra verdaderamente estaba en movimiento.

Ese fue el caso hasta el tiempo de Kepler y Galileo, quienes empezaron a argumentar que no, esto es verdaderamente una realidad física. No sentimos el movimiento, pero nos encontramos sobre una plataforma móvil, y tiene mucho sentido para entender el movimiento de los planetas tomar a la tierra como una plataforma móvil. Repentinamente, esto se volvió algo muy desconcertante al retrato cristiano de un universo tierra-céntrico. Parecía arrojar dudas en la historia tal como se contaba en la Biblia. Y más allá de eso, si la tierra estaba girando en su axis cada 24 horas, ¿por qué no eran las personas arrojadas al espacio? No era que la gente estuviera encadenada a un retrato bíblico; estaban atados a lo que parecía ser un retrato lleno de sentido común.

La mitología popular dice que Galileo comprobó que la tierra se movía. Eso no es cierto. No era algo tan sencillo (hablando científicamente ) como lo hace parecer la mitología. El magisterio de la ciencia emergente estaba en competencia con otro tipo de magisterio lleno de sentido común—una manera en que la gente había entendido el mundo por un muy largo tiempo. Dicho pensar tenía el suficiente sentido que la gente no iba a renunciar a él rápidamente.

¿Y qué de Darwin? Parece ser que defensores y escépticos de su teoría de la evolución brotaron inmediatamente, y no han cambiado su posición desde entonces?

Me gusta contar la historia de Darwin en el HMS Beagle, zarpando rumbo a las Islas Galápagos. Allí puedes ver a un joven con sus ojos abiertos expectativamente, que no es doctrinario en ningún sentido de la palabra, que va en su marcha y que va haciendo todo tipo de observaciones de la historia natural y tratando de encontrar una explicación. La gente puede tener mucha simpatía por el Darwin joven mientras lo ve partir en este gran viaje marítimo. Si pueden los demás ver algo de lo que él ve, puede que piensen que Darwin estaba contando una historia de evolución porque tenía mucho sentido. Y tiene mucho sentido en especial entre mejor entendemos que la tierra ha existido por un tiempo muy largo, mucho más largo que lo que se creía en épocas históricas anteriores. Nada de eso de la evolución tiene mucho sentido a menos que cuentes con mucho tiempo para que transcurra. Es más fácil entender el argumento de Darwin si la gente puede empezar a entender que si verdaderamente el universo es muy antiguo, entonces mucha de la evidencia de Darwin se sostiene muy bien.

Cuando habla de la amistad de Darwin con Asa Gray (de Harvard), usted sugiere que si Gray, quien era cristiano, hubiese usado términos como con un propósito o intencional, Darwin quizás hubiese hecho espacio en su teoría para un Dios creador. En lugar de eso, Gray usó la palabra diseño, que Darwin rechazó. ¿Puede hablar sobre “diseño” y las dificultades que ese término crea?

En una ocasión tuve una discusión con Mortimer Adler, el filósofo, que menciono en God’s Planet. El objetaba al uso de la palabra “diseño” porque creía que iba en contra del libre albedrío. Pude ver su punto de vista. En mi libro anterior, God’s Universe [El universo de Dios], pregunté, “¿Se atrevería un científico a creer en un diseño? Debí haber preguntado si puede un científico creer en un propósito. Adler tomó “diseño” como si significara un patrón pre-ordenado que va a terminar al fin en su arreglo destinado pase lo que pase. Eso iría en contra de la libertad en el universo, o de la libertad humana.

Escribí en God’s Universe que creo en el diseño inteligente, con la d en minúscula y la i en minúscula también, pero estoy en contra del movimiento denominado Diseño Inteligente. Me parece que es un intento por probar científicamente la existencia de Dios, cosa que la ciencia no está equipada para hacer.

¿Por qué piensa que Darwin hubiera aceptado lenguaje como con propósito o intencional?

Porque Darwin siempre se paraba sobre el filo del cuchillo en esos asuntos. Escribía, “estoy todo hecho un lío en esto.” Titubeaba. Yo diría que Darwin era un persona que pensaba muy bien las cosas. Con una palabra diferente en juego, quizás hubiera pensado diferente sobre Dios y la evolución.

¿Y qué de Fred Hoyle?

La historia de Hoyle nos trae al tema del “ajuste de precisión” en el universo. Esta es la idea que apareció en el siglo veinte, de que muchos constantes físicos de la naturaleza parecen estar singularmente afinados para permitir la existencia de vida inteligente en la tierra. Hoyle cambió de pensar sobre la posibilidad del ateísmo después de descubrir cómo los elementos más pesados podían ser construidos en el centro de las estrellas en desarrollo. El carbono, en particular, que es algo necesario para todo lo viviente (hasta donde sabemos), sólo puede ocurrir en abundancia si el átomo de carbono tiene lo que se llama un nivel de resonancia en exactamente el lugar correcto. Hoyle lo pronosticó, y fue descubierto experimentalmente que era exactamente cómo él lo había pronosticado. Ese fue uno de los ejemplos de “ajuste de precisión,” y le hizo reconsiderar su compromiso anterior con el ateísmo.

La teoría de universos múltiples (que hay una posibilidad infinita de universos gobernados por diferentes leyes físicas) es un intento por escapar la lógica del “ajuste de precisión.” Pero esto parece estar tan más allá de la física que le llamo a toda la idea metafísica. Los universos múltiples son una especulación maravillosa y salvaje. Es un ejemplo donde la ciencia se ve coloreada por las creencias personales, incluyendo nuestros sentimientos religiosos e irreligiosos.

Todo es don

A fin de cuentas, el éxito suyo probablemente tiene poco que ver con usted.

Christianity Today September 9, 2014
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Esta traducción fue publicada en colaboración con la Conferencia Nacional de Liderazgo Cristiano Hispano (NHCLC, por sus siglas en inglés).

La gracia—es algo central al evangelio. Como cristianos, entendemos eso. Sin embargo, muchos de nosotros operamos con una teología inadecuada de lo que es un don, y un don presupone gracia.

Imagínese que le preguntamos a dos personas exitosas cómo fue que lograron hacer lo que han hecho. La primera dice, “simplemente soy una persona muy dotada.” La segunda dice, “simplemente he trabajado muy duro.” ¿Cuál de las dos suena más engreída?

Nuestra meritocracia—donde las personas son valoradas de acuerdo a sus habilidades solamente—nos ha condicionado a considerar arrogante el atribuir nuestros logros al don misericordioso de Dios. Por alguna razón, hablar de dones suena elitista. En cambio, pensamos que estamos siendo humildes cuando decimos que trabajamos duro para lograr nuestro éxito. La polaridad del evangelio entre gracia y obras, que aunque lo entendemos bien en teoría, en la práctica se vuelca: “¿Tuvo usted éxito? Debe haber trabajado más duro que los demás,” pensamos. “¿No tuvo usted éxito? Inténtelo otra vez.”

Porque es por obras que usted ha tenido éxito, no por dones, para que nadie se gloríe. No importa lo lógico que eso parezca, está muy lejos del evangelio.

Por buena razón, Pablo se refirió a los dones espirituales como carismata: dones de caris o gracia. Todos tenemos diferentes dones, de acuerdo a la gracia que nos ha sido dada (Ro. 12:3-6). Pablo también sabía que el usar esos dones era algo esencial para que todo mundo floreciera. Así que rogó a los fieles a que usaran lo que Dios les había dado—pero siempre como mayordomos, no dueños. Los marineros trabajan duro para utilizar el viento, pero nunca son tan insensatos como para atribuirse el mérito por mover el barco.

Sin embargo, el meme meritocrático aparece por todas partes. En lugar de hablar de sus dones singulares, los emprendedores ricos frecuentemente explican su prosperidad como resultado de diligencia, enfoque concentrado, y entrega. Aunque estas características encuentran apoyo en las Sagradas Escrituras y son cruciales a los negocios, pueden igualmente ser halladas en fábricas donde se explota al empleado y en campos de refugiados. Y los que logran sobresalir en la industria de la salud, la educación y la política hablan más de horas largas de trabajo y de esfuerzo intenso que de capacidad mental inusual o carisma. Tal manera de hablar tiene sentido en una cultura como la nuestra que valora el esmero individual, pero dentro de los círculos cristianos, es indefendible.

Hace unos cuantos meses, una oradora cristiana reconocida escribió en Twitter (parafraseo) “No soy especialmente dotada. Simplemente he trabajado muy duro. ¡Si usted sigue persiguiendo sus sueños, Dios va a lograr cosas dramáticas a través suyo!” Ella tenía buenas intenciones, sin duda, y su meta sincera era animar a otros. Pero los dones que ella tiene de inteligencia, comunicación y creatividad están mucho más allá de lo promedio. No hay manera que ella sepa si su ritmo de trabajo es mucho más elevado de lo común o si sus lectores lograrán cosas “dramáticas.” Si el apóstol Pablo escribiera en Twitter, me imagino que respondería, “¿Qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿por qué presumes como si no te lo hubieran dado?” (1 Co. 4:7).

No es que fallamos al celebrar el trabajo. Sino que, enfatizamos tanto nuestro trabajo que los dones que Dios nos ha dado frecuentemente son minimizados. Al hacer eso, nos convencemos a nosotros mismos que nuestro éxito es el resultado del trabajo en lugar de la gracia. La meritocracia ha reemplazado a la carismata.

Cuando elevamos nuestro trabajo por encima de los dones de Dios, vira la gloria de él hacia nosotros. El lenguaje que habla de “dones” apunta hacia un dador abundantemente generoso. El lenguaje que habla de “obras” otorga el crédito al que obra, y apunta hacia el individuo mismo. También genera un sentido de que uno se lo merece: “Si tengo algo gracias a mis esfuerzos, entonces me lo merezco.” “Al que trabaja,” dice Pablo, “el salario no se le acredita como un don sino como una obligación” (Ro. 4:4, yo agregué la letra cursiva). Pero si Dios me lo dio, lo voy a tomar sin apretarlo demasiado, sabiendo que no tengo derecho a lo que me ha sido dado, que con la misma facilidad hubiese podido haber sido dado a alguien más. Si usted está inclinado hacia las obras, tiene cosas que le pertenecen; si usted está inclinado hacia los dones, es mayordomo de las cosas y las regala en cuanto se las piden. Llegan fácil, fácil se van.

La teología carismática, o centrada en la gracia, ve a la iglesia como un cuerpo, donde se dan diferentes dones a diferentes personas y, por lo tanto, se fomenta interdependencia. La teología meritocrática, o centrada en las obras, nos dice que si estudiamos más, oramos más, o evangelizamos con mayor regularidad, nosotros también podemos ser igual de eficaces que zutano o mengano. Si todo está a nuestro alcance, ¿para qué nos necesitamos los unos a los otros? ¿Para qué ser la iglesia?

En esto, me estoy predicando a mí mismo. Por años he luchando con mi envidia de un amigo quien es mucho más talentoso que yo. El es un mejor líder, un escritor más prolífico, un lingüista superior, y un predicador más eficaz. Cuando pienso como un meritócrata, me siento desalentado: Mi amigo es un mejor cristiano. Se merece el éxito. Cuando pienso como un carismático, experimento la libertad: A mi amigo le ha sido dado un don diferente y no se lo merece, de la misma manera que no me lo merezco yo. La gracia—trae libertad. ¿Qué tiene usted que no haya recibido?

Andrew Wilson, el más reciente columnista de CT, es un anciano en la iglesia Kings Church en Eastbourne, Inglaterra, y autor del reciente libro If God, Then What? [Si Dios, ¿entonces qué?].

¿Por qué no pueden los hombres ser amigos?

Tanto los hombres como las mujeres por igual, cada día y con mayor frecuencia, dicen que se sienten solos. No tiene que ser así.

Christianity Today August 22, 2014
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Esta traducción fue publicada en colaboración con la Conferencia Nacional de Liderazgo Cristiano Hispano (NHCLC, por sus siglas en inglés).

En enero de 1944, varios meses después de que los nazis lo habían puesto prisionero, Dietrich Bonhoeffer le escribió una carta a su amigo Eberhard Bethge. En ella, Bonhoeffer reflexionaba en lo que la relación significaba para cada uno. Bonhoeffer escribió que, en contraste al matrimonio y a los lazos familiares, la amistad “no tiene ningún derecho generalmente reconocido, y por lo tanto depende enteramente en su propia cualidad inherente.”

Al escribir estas líneas, Bonhoeffer debe haber tenido a su prometida, María Von Wedemeyer, en mente. Con María, Bonhoeffer sabía su lugar. Se habían comprometido para casarse y todos sus familiares y conocidos reconocían su amor y estaban preparados para ser testigos en la ceremonia matrimonial, siempre y cuando Bonhoeffer quedara en libertad. Con Eberhard, por otro lado, Bonhoeffer admitía que no había un reconocimiento público similar. Eso lo llevó a levantar un interrogante: ¿Qué eran Eberhard y Dietrich el uno para el otro, y de qué manera podía ser preservado y sostenido el amor que se tenían?

Años más tarde, Eberhard se dirigió a un oyente que había venido a escucharlo dar una plática sobre su amistad con Bonhoeffer (tema que exploró a fondo Charles Marsh en la aplaudida biografía Strange Glory [Gloria extraña]). De seguro, dijo el oyente, la relación entre ellos “debe haber sido una relación homosexual.” ¿Qué más podían indicar las vehementes cartas de Bonhoeffer a Eberhard?

Nos preguntamos cuánto podemos esperar de la amistad, qué tan solida y duradera es—cuando la comparamos con otros lazos. ¿Es la amistad un lazo más débil que el matrimonio o la familia?

Bonhoeffer sabía que su amistad con Eberhard era quebrantable—que no había ceremonia o voto público que los mantuviera unidos. Esa consciencia de que la amistad es frágil había aumentado desde que Bonhoeffer escribía sus cartas de prisión. Palabras como sospecha, inquietud, y duda mejor describen nuestros instintos sobre la amistad. Nos sentimos inciertos en cuanto a la amistad—quizás especialmente entre personas del mismo sexo. Y, como Bonhoeffer, nos preguntamos cuánto podemos esperar de la amistad, qué tan sólida y duradera es—cuando la comparamos con otros lazos. ¿Es la amistad un lazo más débil que el matrimonio o la familia? Además, muchos de nosotros dudamos que podamos obtener intimidad sin que haya, allá en lo profundo, un elemento sexual de la amistad.

¿Un eclipse de amistad?

En Deep Secrets: Boys’ Friendships and the Crisis of Connection [Secretos profundos: Las amistades entre muchachos y la crisis de conexión], la científica social Niobe Way cuenta sobre una investigación que ella hizo de varones (principalmente no anglosajones) del noreste de los Estados Unidos a lo largo de más de dos décadas. Antes de la adolescencia, los muchachos hablaban en términos escandalosamente íntimos de sus amigos varones. Sus “amistades más cercanas comparten la trama de Love Story [Historia de amor] más que la trama de Lord of the Flies [Señor de las moscas],” señala Way, desinflando nuestro estereotipo de que mientras que las muchachas quieren pláticas profundas, los muchachos se comunican con gruñidos y prefieren dispararse con pistolas de juguete.

Pero Way también descubrió que conforme los varones fueron creciendo, fueron perdiendo la intimidad que en un tiempo disfrutaron. Temerosos de ser percibidos como homosexuales o femeninos, se alejaron. Muchos de ellos le dijeron a Way “que no tienen tiempo para sus amigos varones, a pesar de que permanece el deseo para ese tipo de relaciones.”

Los muchachos que Way estudió no son los únicos que enfrentan la pérdida de amistades profundas. Temerosos de cruzar límites de lo apropiado, muchos cristianos, tanto solteros como casados, nunca desarrollan amistades con personas del sexo opuesto. En manera similar a Bonhoeffer y a Bethge, enfrentan sospechas de otros cristianos sobre si este tipo de relaciones pueden siquiera lograrse.

No es sólo nerviosismo sobre indiscreciones sexuales que nos impiden formar amistades profundas. Por ejemplo, hablo con muchas madres jóvenes que me dicen que se sienten solas. Mientras que antes estaban cerca de otras mujeres, las demandas de alimentar, de la siesta, y mandar temprano a la cama a sus hijos ahora estorban esas amistades. Nuestras rutinas modernas y nuestra manera nuclear de vivir hacen difícil que encontremos y mantengamos amigos cercanos. Un amigo recientemente me dijo, “en la universidad, había un proceso reconocido para encontrar amigos. Ahora que estoy en mis 30s, parece ser que todos ya tienen sus grupos de amigos hechos, y ya no me sé el proceso.”

No es sólo nerviosismo sobre indiscreciones sexuales que nos impiden formar amistades profundas. Por ejemplo, hablo con muchas madres jóvenes que me dicen que se sienten solas.

Como han observado investigadores como Laura L. Carstensen, directora de Stanford Center on Longevity, las personas que se acercan a la mediana edad se retiran a las relaciones que ya tienen, en lugar de buscar nuevas comunidades. “Tiendes a enfocarte en lo que es más importante emocionalmente para ti,” le dijo a The New York Times. “Así que no te interesa ir a la fiesta de cocteles; lo que te interesa es pasar tiempo con tus hijos.”

Pero nuestro sentimiento común de que la amistad es difícil de conseguir no siempre ha sido prominente entre los cristianos. Al contrario, muchos de nuestros antepasados en la fe celebraban el amor a la amistad. Lejos de tomar un punto de vista sospechoso o nostálgico, invirtieron enorme esfuerzo en hacer y mantener amigos. Y allí es donde se encuentra una historia—una historia a la que debemos ponerle atención el día de hoy.

‘Tan vinculante como el matrimonio’

En 1914, inmediatamente después de que el joven Bonhoeffer se mudó con su familia a Berlin, un excéntrico ruso docto publicó un libro en la forma de 12 cartas a un amigo anónimo. El autor, un joven llamado Pavel Florensky, tenía un anhelo inusual de amistad. Como lo describió un compañero de estudios, “Cuando toma a alguien en su corazón pone todo en la relación.” Florensky no está contento con un simple conocido, “quiere acercar a su amigo a cada detalle de su vida y entra de todo corazón en sus vidas y en sus intereses.”

Haya sido lo que haya sido la orientación sexual de Florensky—eventualmente, para la sorpresa de muchos, se casó con una mujer—sabemos que el teólogo ortodoxo tenía una preocupación especial por fortalecer los lazos de la amistad entre amigos varones. Cuando eran jóvenes adultos, él y su amigo Sergei intercambiaron votos de entrega, prometiendo fidelidad el uno al otro al mismo tiempo que se comprometían a permanecer castos. De acuerdo a la biografía de Avril Pyman, Florensky consideraba este pacto “tan obligatorio como un voto matrimonial o monástico.”

En sus cartas, tituladas The Pillar and the Ground of Truth [El pilar y el fundamento de la verdad], Florensky explica el compromiso entre ellos. “Hay muchas tentaciones para dejar a un lado al amigo, para permanecer solo, o para empezar nuevas relaciones,” escribió. “Pero la persona que ha terminado una amistad terminará otra, y una tercera, porque él ha reemplazado el camino de ascesis”—el camino del amor costoso, auto sacrificial—“con el deseo por . . . la comodidad.” Al comprometerse a estar allí para un amigo en particular, pase lo que pase, Florensky pensaba que podía aprender mejor el significado del amor cristiano. El concluyó diciendo, “El mayor . . . amor sólo se puede volver realidad en relación a los amigos, no en relación con toda la gente, no en general.”

En otro lugar, Florensky comparó el amor por un amigo a una “molécula de la comunidad”: Así como una molécula depende de las conexiones entre los átomos, de la misma manera la iglesia no puede ser reducible a individuos sino que depende de pares de amigos para florecer. No somos llamados a existir como unidades aisladas que aman a Dios separados de aquellos a nuestro derredor. En lugar de eso, Jesús dice, el amor de Dios se manifiesta en amor por nuestros amigos—y aquí, notablemente, no se posa en las palabras cónyuges o hijos o familia (Juan 15:13).

Una historia para los perplejos

Conforme pasamos tiempo con los escritos de Florensky, nos damos cuenta que las perspectivas modernas sobre la amistad no son la última palabra sobre el tema. Es cierto que al hablar sobre la amistad como el más libre de los amores, como lo hace Bonhoeffer, tiene sentido en nuestro mundo recientemente moderno. Es un mundo en que los viejos amigos se pueden dejar atrás tan rápidamente como firmamos el contrato de un nuevo trabajo que nos lleva al lado opuesto del país. Pero ese no ha sido siempre el caso.

La esperanza de Florensky por un compromiso sellado entre hermanos y hermanas espirituales se puede encontrar en todas las versiones principales de la iglesia, del oriente o el occidente. En el antiguo oriente, hasta el día de hoy, existe un rito—adelfopoiesis, “hacer-hermanos”—en el cual amigos se hacen promesas el uno al otro y solidifican su compromiso compartiendo en la Cena del Señor. (Aunque los que intercambiaban estos votos eran principalmente varones, el rito estaba abierto a las mujeres también.) En el occidente, el escritor del siglo doce Aelred of Rievaulx sostuvo un ideal similar. Hablando principalmente de la amistad entre monjes, Aelred escribe que llamamos amigos a aquellos “a quienes no tenemos ninguna duda en confiarles nuestro corazón y todo su contenido.” Pero él va aún más allá: “Mirad qué tan lejos debe llegar el amor entre amigos; a saber, que estén dispuestos a morir el uno por el otro,” haciendo eco inequívocamente a las palabras de Jesús. El morir por un amigo es la cúspide del amor.

Quizás queramos descartar la visión de Aelred de la “amistad espiritual” como idealismo piadoso. Pero su modelo de amistad devota produjo fruto notorio. En los siglos después de su muerte, pares de amigos cristianos fueron sepultados juntos en señal de su amor. Mirando hacia la futura resurrección del cuerpo de entre los muertos, las tumbas compartidas aseguraban para cada amigo que “la primer figura que estos ojos que han despertado verán será [el otro amigo],” nos dice el historiador Alan Bray. Con esa creencia, el católico del siglo diecinueve John Henry Newman fue sepultado al lado de su compañero sacerdote Ambrose St. John. Después de la muerte de St. John, Newman se lamentaba, “siempre he pensado que no puede haber dolor que iguale la pérdida de un esposo o una esposa, pero siento difícil creer que cualquier otro dolor pueda ser mayor que el mío, o que la tristeza de alguien más pueda ser mayor que la mía.”

A los protestantes evangélicos les ha faltado el aparato litúrgico formal de amistades como la de Newman y St. John. Sin embargo, también ellos encontraron maneras de subrayar la permanencia de la amistad. Pienso, por ejemplo, en la amistad de John Newton con el atribulado poeta William Cowper. La amistad llevaba el peso de la enfermedad mental de Cowper, pero Newton buscó preservarla a través de los años y las millas, y a un gran costo personal. Cowper, por su parte, entendió la profundidad del compromiso de Newton. Enfrentando una tristeza debilitante en 1788, Cowper le escribió a Newton: “Encontré . . . consuelos en tu visita que han endulzado todas nuestras entrevistas, en parte restaurado. Yo . . . experimenté mis sentimientos de amistad cariñosa por ti igual que siempre.”

Existen muchas otras instancias que pudiera mencionar. Ellas ilustran cuánto de nuestro pasado cristiano hemos olvidado.

Te amo porque eres mío

Algunos quizás digan, en este momento, que fue lo mejor haber relegado estas formas íntimas de votos de amistad cristiana a la pila de basura de la historia. Cuando compartí recientemente algunos de estos pensamientos con estudiantes universitarios cristianos, una de las señoritas dijo que le preocupaban los peligros de tales relaciones. Mencionó una amistad especialmente estrecha entre dos mujeres que ella había presenciado, como parecía ser una relación cerrada, obsesiva, y no saludable. Quizás Bonhoeffer estaba en lo correcto, ella dijo: La amistad, en contraste a los lazos del matrimonio y de la familia, no tiene derechos reconocidos públicamente. Y eso es una buena cosa.

Por lo que ya son dos generaciones hasta el día de hoy, C.S. Lewis probablemente ha influenciado el pensamiento evangélico sobre la amistad más que ningún otro. En su libro The Four Loves [Los cuatro amores], Lewis se esfuerza por distinguir la amistad de lo que es un apego erótico. En contraste con los enamorados, a quienes nos imaginamos frente a frente, los amigos están uno al lado del otro, involucrados en una tarea común y necesitando conocer muy poco de la vida del otro fuera de la amistad. Esto, desde la perspectiva de Lewis, es la verdadera gloria de la amistad: “La arbitrariedad e irresponsabilidad exquisita de este amor.” A diferencia de la pareja romántica, que son absorbidos el uno por el otro, dice Lewis, cada amigo le dice al otro, “no tengo ninguna responsabilidad de ser el Amigo de nadie y ningún hombre en el mundo tiene la responsabilidad de ser el mío.” Aquí, a la amistad le falta utilidad—no es para nada en particular, como para procreación o productividad. Y es, precisamente eso, lo que hace de la amistad lo que es.

Confieso que mis simpatías no están con Lewis en este punto, principalmente porque no estoy seguro de haber tenido una amistad del tipo que él describe. Para él, el amor entre los amigos “ignora no sólo nuestros cuerpos físicos sino la completa personificación que consiste de nuestra familia, trabajo, pasado, y conexiones.” Es “una relación de mentes desenredadas, desmontadas.”

Lo que verdaderamente necesitamos en nuestras iglesias el día de hoy es un retorno a la esperanza de Florensky en una hermandad espiritual en la que se hace un voto.

Nos imaginamos a Lewis con J.R.R. Tolkien o con Owen Barfield, platicando en el club sobre algún trozo de literatura inglesa de la antigüedad con un vaso de cerveza en la mano. La teóloga británica Janet Martin Soskice caricaturiza la escena: “¿Cómo respondería Lewis, me pregunto, si otra “mente desenredada” llegara al club y le dijera que su hijo se cayó de una bicicleta y se hallaba al punto de la muerte? ¿Silencio arrogante?—‘lo siento mucho, viejo, no sabía que eras casado—que tenías hijos—ese tipo de cosas. . . pero sigamos con nuestra traducción de Beowulf.’” Soskice está dibujando una caricatura, por supuesto, pero le pega muy cerca al blanco.

Y es por eso que me inclino a decir que, por todas las maneras en que tales relaciones necesitan ser cuidadosamente cuidadas y atendidas, lo que verdaderamente necesitamos en nuestras iglesias el día de hoy es un retorno, no a la visión de Lewis de un círculo de amigos frente a una ardiente chimenea, sino a la esperanza de Florensky en una hermandad espiritual en la que se hace un voto. Lo que necesitamos no es una camaradería desinteresada y sin cuerpo, en la que mantenemos nuestra distancia de los corazones y las historias de los demás. Necesitamos lazos más fuertes para los hermanos y hermanas en Cristo.

La escritora y activista Maggie Gallagher describe dos tipos de relaciones. A la primera le atribuye la etiqueta “tú eres mío porque te amo.” En esta relación, tú y yo podemos pertenecer a una amistad especial y compartir muchos de los gozos que la amistad hace posible. Pero dichos gozos sólo durarán mientras dure mi amor. Si me canso de ti o me haces daño, tengo la libertad de alejarme—no hay obligaciones, no hay impedimentos que superar, no hay lazos que nos aten.

La segunda relación que Gallagher describe tiene la etiqueta “Te amo porque eres mía.” Aquí, mi amor no es la base de nuestra conexión. Es al revés: Estamos atados el uno al otro, y por lo tanto te amo. Puede que me aburras o me hieras o pierdas tu atractivo a mis ojos, pero eso no quiere decir que te abandonaré.

¿Qué significaría ver la amistad—específicamente la amistad cristiana, el tipo que queremos fortalecer y hacer crecer en nuestras iglesias—como el segundo tipo de relación en lugar de la primera? ¿Qué significaría si nos hiciéramos promesas el uno al otro, precisamente como amigos?

Todo mundo puede ser un amigo

Como una persona soltera, yo necesito intensamente intimidad y lealtad de mis amigos. Estoy deseoso de escuchar que ellos me digan, “te amamos porque eres nuestro,” sin dejar una cláusula de escape. Parte de la razón que necesito ese tipo de amistad es porque no creo que el matrimonio sea algo que sucederá en mi futuro. Soy gay, y también creo en la perspectiva cristiana tradicional que el matrimonio es la unión entre un hombre y una mujer. Cuando contemplo una vida entera de celibato, yo sé que quiero amigos dedicados que caminarán a mi lado durante la jornada.

Lo que añoro no es simplemente una noche semanal para salir o un círculo de personas con quienes vacacionar. Si el matrimonio ofrece a marido y mujer la oportunidad de cultivar fidelidad a largo plazo y la intimidad callada de una historia compartida—la oportunidad de ser testigos mutuos de los “momentos de ser,” del otro, usando la frase resonante de Virginia Wolf—entonces necesito una manera de ser soltero que me permite una oportunidad similar (aunque no idéntica).

Necesito personas que sepan a qué hora aterriza mi avión, que se preocuparían por mí si no llegó cuando dije que llegaría. Necesito saber que, contra viento y marea, habrá algunos pocos que se quedarán conmigo, amándome a pesar de mis faltas y cuidándome cuando estoy triste.

Necesito personas que sepan a qué hora aterriza mi avión, que se preocuparían por mí si no llegó cuando dije que llegaría. Necesito personas a quienes puedo llamar y contarles la cosa chistosa que pasó en el pasillo después de clase. Necesito saber que, contra viento y marea, habrá algunos pocos que se quedarán conmigo, amándome a pesar de mis faltas y cuidándome cuando estoy triste. Además, necesito personas a quienes yo pueda cuidar. Como un amigo me dijo, necesitas tener alguien a quien hacerle una sopa cuando está enferma, no solo tener alguien que te haga una sopa cuando tú estas enfermo.

Como una persona soltera, siento estas necesidades con una consternación especial. Pero estas necesidades no las sienten sólo las personas solteras. Conozco dos parejas casadas en sus 20s que recientemente decidieron compartir una casa grande entre las dos parejas. Una de las parejas tiene un pequeño bebé, y la esposa de la otra pareja me dijo, “viviendo juntos, veo con mayor claridad cómo el criar a los hijos nunca fue algo que se esperaba que dos padres hicieran solos.” El ser una madre o padre joven puede ser una de las experiencias más aisladoras en nuestra cultura fragmentada. Y lo que los padres jóvenes necesitan—quizás por encima de todo—es la devoción de amigos cercanos que no saldrán corriendo cuando se sientan arrollados por los pañales sucios, los vómitos, y el llorar nocturno.

Recobrar la práctica histórica de amistades con voto puede ayudar con todo este tipo de necesidades. Necesariamente tales amistades se verán diferentes de lo que se veían en los días de Aelred o de Newton. Difícilmente puedo esperar que mi iglesia local se entusiasme con el rito ortodoxo de “hacer-hermanos” en un tiempo cercano (no importa qué tanto lo desee yo). Pero, el poder traducir a nuestro día la práctica de amistades comprometidas y ligadas por promesas hechas puede substraer algo de la sabiduría de dichas relaciones y aplicarla en una manera fresca en nuestros propios contextos diferentes.

Me imagino un futuro en la iglesia cuando el llamado a la castidad no sonará más como una sentencia sombría a una vida entera de soledad para un cristiano gay como yo. Me imagino comunidades cristianas en las cuales la amistad es celebrada y honrada—donde sería normal para familias vivir cerca de personas solteras o con ellas; donde se espera que personas célibes que son gays formarán lazos significativos con otros solteros, familias, y pastores; donde sea práctica común que los amigos pasen días festivos juntos o compartan vacaciones; donde no es algo fuera de lo ordinario que amigos consideren quedarse donde están, resistiendo el encanto de la movilidad constante, por el bien de sus amistades. Me imagino una iglesia donde el amor genuino no se encuentra ubicado exclusivamente o principalmente en el matrimonio, sino donde el matrimonio y la amistad y otros lazos de cariño son todos vistos como diferentes formas del mismo amor que todos hemos sido llamados a buscar.

Al virar nuestra práctica de la amistad a una forma de amor más dedicado y honrado, podemos ser testigos—por encima de todo—a un reino donde los lazos entre hermanos espirituales son los lazos más fuertes de todos. El matrimonio, nos dice Jesús, será totalmente transformado en el futuro, casi irreconocible para aquellos que lo conocen en su forma presente (Mt. 22:30). Los lazos de la biología, de la misma manera, son relativizados en el mundo de Jesús (Mr. 3:31-35). Pero los amores que unen a los cristianos, el uno al otro, a través de lazos maritales, raciales, y líneas familiares son amores que perdurarán. Más que eso, son amores que testifican que el amor de Cristo está a la disposición de todos. No todos pueden ser padres o esposos, pero cualquier persona y toda persona puede ser un amigo.

Expandiendo nuestras familias espirituales

Hace unos pocos años, estaba lavando platos en mi casa cuando sonó el teléfono. Era mi amigo Jono. ¿Consideraría yo ser el padrino de su hija Callie, ser testigo de su bautismo y ayudar a sus padres mientras trataban de criarla en la fe? “Piensa y ora sobre esto,” me sugirió Jono. Me sentí honrado. E inmediatamente fui llevando a un nivel más profundo en el círculo de amistad con él y con su esposa Megan.

Semanas más tarde, me encontré parado cerca del bautisterio en una pequeña iglesia anglicana, sintiendo el calor de la cascada de luz que se vertía a través de las ventanas a mis espaldas. El sacerdote levantó a Callie, ataviada en su nuevo vestido blanco, por encima de la fuente, humedeció sus dedos en el agua, e hizo la señal de la cruz en su frente. “Padres y padrinos,” dijo el sacerdote, “la iglesia recibe a Callie con gozo. El día de hoy estamos confiando en Dios para el crecimiento en la fe de ella. ¿Orarán por ella, la atraerán a la comunidad de fe a través del ejemplo de ustedes, y caminarán con ella en el camino de Cristo?” Junto con las madrinas de Callie, yo contesté, “Con la ayuda de Dios, nosotros lo haremos.”

No fue un intercambio de votos entre un amigo y yo—al menos no en una manera directa. Pero fue lo más cerca de eso que puedo esperar por ahora. Llegar a ser padrino significó que mi relación con dos de mis buenos amigos, y sus hijos, había sido sellada a través del bautismo y había sido presenciada, en calidad de testigos, por otros creyentes. Fue un pequeño paso en transformar una relación de “tú eres mío porque te amo” en una relación de “te amo porque eres mío.” Un pequeño paso—y tengo la esperanza que sea el primero de muchos más en una larga jornada.

Wesley Hill es profesor de nuevo testamento en Trinity School of Ministry y el autor de Washed and Waiting [Lavado y esperando] (Zondervan). Un columnista de CT, blogea con regularidad en Spiritual Friendship.org. Vaya a ChristianBibleStudies.com para el estudio "The Bond of Friendship," un estudio bíblico basado en este artículo.

Lo que significan para los cristianos las escuelas públicas con sus nuevas mayorías-minorías

El asunto no es ‘irse o quedarse’ sino ‘cómo servir.’

Christianity Today August 22, 2014
iStock

Este artículo fue publicado en colaboración con la Conferencia Nacional de Liderazgo Cristiano Hispano (NHCLC, por sus siglas en inglés).

Como estudiante de primaria en Miami, el único otro hispano en mi clase, con un grandioso nombre que me producía envidia, era Evaristo Monteiro (sí, es un cognado de monte Everest). Pero este año, por primera vez en la historia, los estudiantes anglosajones no son la mayoría en las escuelas públicas de Estados Unidos. De acuerdo al National Center for Education Statistics, los estudiantes minoritarios, cuando se suman todos juntos, se convierten en una mayoría en las escuelas de kínder a grado 12. El cambio se debe en su mayoría al crecimiento en el número de estudiantes hispanos. Puesto que el 93 por ciento de los estudiantes en Estados Unidos—incluyendo aquellos estudiantes con una tradición de fe—se matriculan en las escuelas públicas, el éxito o fracaso de dichas escuelas tiene un impacto directo en las iglesias del país. En nuestro papel como cuidadores de nuestros hermanos y nuestras hermanas, debemos preocuparnos profundamente por que todos los estudiantes de kínder de este año, la futura clase de 2027, se gradúe con un fundamento educativo sólido. Si esperamos que la siguiente generación de líderes de la iglesia sean líderes educados secularmente y educados bíblicamente, entonces debemos apoyar decididamente el éxito estudiantil en nuestras escuelas públicas.

Y sin embargo, mientras inicia este nuevo año escolar, escucho a algunos evangélicos estadounidenses exhortando a los padres a sacar a sus hijos de las escuelas públicas. Entiendo nuestras emociones válidas y viscerales sobre el secularismo y la educación en la nación. Y mientras que honro el derecho de cada padres de en oración considerar cómo van a ser educados sus hijos—nosotros dimos clases en casa a todos nuestros hijos en algún momento u otro (en lugar de enviarlos a la escuela)—me pregunto cuántos de estos hermanos creyentes se dan cuenta que dar clases en casa o enviar a los hijos a una escuela privada no es una opción para muchas familias, incluyendo las familias pobres y las minoritarias.

En lugar de abandonar nuestras escuelas públicas locales, ahora es el momento para invertir más en el éxito estudiantil. Tenemos una oportunidad de amar a nuestro prójimo, y a sus hijos, en una manera muy práctica. Podemos buscar la justicia bíblica para todos los estudiantes abogando por la igualdad educativa y por estándares altos sin importar el código postal, el origen étnico, o el sueldo de la familia. Un amigo mío empezó un grupo de tutoría local para estudiantes de primaria que estaban batallando para leer. El director de la escuela estaba contentísimo de contar con la ayuda, y hasta aprobó la Biblia como uno de los libros de texto—siempre y cuando fuese sólo una de varias alternativas.

Ahora es el momento para que los cristianos encontremos maneras prácticas de “buscar el bien de la ciudad” como nunca antes, y me siento animado por aquellos que escogen vivir como el profeta Miqueas obrando con justicia y amando la misericordia. Uno de los ejemplos más alentadores del amor cristiano en acción en las escuelas públicas se refleja en la organización Be Undivided. Ayudan a las iglesias a invertir tiempo y esfuerzo durante todo el año en los estudiantes y las escuelas. La escuela Roosevelt High School en Portland, Oregon, experimentó un mejoramiento enorme cuando los miembros de la iglesia Southlake decidieron enfocar su tiempo y energía en ese cuerpo estudiantil en aprietos. Su fe en acción ayudó a levantar la moral y las expectativas de los estudiantes cuando un hermanamiento a largo plazo de la comunidad llevó a resultados sin precedente en el éxito estudiantil en la comunidad más diversa étnicamente en Oregon. Lo que Be Undivided y otros se están dando cuenta es que el éxito educativo raramente está ligado en proporción directa a la habilidad cognitiva, y que muchos estudiantes lo único que necesitan es dirección y ánimo—la bondad transformadora de Dios—para tener éxito.

En este mismo espíritu de involucrarse en la cultura en lugar de separarse de ella, el National Hispanic Christian Leadership Conference (NHCLC) hace posible que las iglesias participantes puedan equipar y educar a los padres para que sus estudiantes puedan tener éxito. Nuestros pastores hacen de la educación una prioridad en varias maneras, incluyendo que dedican un domingo al año para enfocar el éxito estudiantil. Este año, las 40,000 iglesias que son miembros del NHCLC tendrán a su disposición nuevos recursos y programas para el Domingo de la Educación Hispana Nacional (septiembre 7). Hay un nueva Caja de Herramientas para los Padres en el internet (Parent Toolkit) un programa de Oración de Boleta de Calificaciones (Report Card Prayer program) para unir la fe y la educación, y un programa de Becas y Biblias para animar a las iglesias a otorgar a cada niño una modesta beca universitaria y una Biblia durante el bautismo, y un llamamientos para “intermediarios educativos” que ayudarán a cada congregación. Estamos acelerando nuestros esfuerzos porque ahora es el tiempo para asegurarnos que el grupo con el mayor crecimiento en la población estudiantil de las escuelas públicas, los estudiantes hispanos, está listo para soñar en grande y trabajar duro.

Nadie necesitaba recordarme que ninguno de mis padres se graduó de la preparatoria (high school). Yo llevaba a cuestas esa realidad a cada uno de mis salones de clase. Pero mis padres se sacrificaron para criarme con un estándar mayor y expectativas mayores que muchos de mis compañeros. Una encuesta reciente reveló que los padres hispanos ponen un gran valor en la educación, y estamos orgullosos porque el porcentaje de aquellos que se gradúan de preparatoria va en aumento. Pero muchos de estos estudiantes todavía llegan a la universidad para descubrir que tiene que pagar por cursos de nivelaciones sin crédito académico para remediar debilidades en su educación. Por muchos años enseñé inglés a muchos estudiantes que no estaban preparados—incluyendo estudiantes hispanos—y me desesperaba ver que muchos de ellos estaban destinados al fracaso. Mientras los miraba trabajar en alguna tarea, sentía que el Señor me decía, “ellos son tus hijos.” Nunca he sacudido ese llamamiento, y me uno a “toda tribu y nación” para decir que la educación pública no es del César, y que nosotros podemos tener un impacto hoy.

Creemos firmemente que cada preparatoria y diploma debe tener significado, así que, en el NHCLC estamos enfocados en elevar las expectativas académicas, en proveer metas claras y apoyo para las familia, y en estar conectados con los maestros y administradores de escuelas públicas para ayudarles a vencer barreras de aprendizaje en la comunidad. En docenas de ocasiones he estado sentado en iglesias evangélicas y escuchado a predicadores bien intencionados denigrar la educación pública como algo “impío” y “como un lugar donde a nuestros hijos se les desviste de su fe.” Quería gritar y compartir que yo, como legiones de otros cristianos, hemos dado nuestras vidas a la educación pública, y hemos visto el poder de Dios—como lo vio Daniel mientras estudiaba en Babilonia.

Si deseamos que la siguiente generación de líderes de la iglesia sean líderes educados secularmente y educados bíblicamente, entonces seremos sabios en invertir en su éxito educativo. El hermanamiento entre la fe y la educación no es tan sólo un hermanamiento natural; es la justicia bíblica en acción. Esos estudiantes minoritarios no son simplemente la nueva mayoría en la escuela de la esquina, son los líderes de las congregaciones, las comunidades, y el país del mañana.

Carlos Campo dirige las iniciativas educativas para el National Hispanic Christian Leadership Conference y es director de Alliance for Hispanic Education.

No me casé con mi mejor amigo

Las parejas necesitan a otros además del uno al otro

Christianity Today August 22, 2014
Shutterstock

Esta traducción fue publicada en colaboración con la Conferencia Nacional de Liderazgo Cristiano Hispano (NHCLC, por sus siglas en inglés).

En muchas bodas en estos días, ya sea en laderas pintorescas o en bodegones de moda o en salones de baile ostentosos, esposos y esposas recién casados declaran con orgullo a sus amigos y familia, “me casé con mi mejor amigo.”

Si usted asistió a una boda este verano, probablemente escuchó la frase, ahora tan habitual en la retórica romántica, que nos olvidamos que esto no es parte de la ceremonia tradicional. “Me casé con mi mejor amigo” aparece en los votos, dedicatorias de programas, brindis, y otros momentos conmovedores (por no hablar de las tarjetas, marcos, gemelos, copas de vino, y otras mercancías inspiradas que acompañan y se sirven en las bodas modernas).

El sentimiento, que se repite en notas de aniversario en Facebook, describe la relación especial que tenemos con alguien con quien nos sentimos cómodos, que nos escucha, nos ama, y nos alienta. Desde la gente secular hasta los cristianos que creen firmemente que Dios les envió a alguien único, casi todas las personas casadas que conozco son "tan bendecidas" (o con tanta "suerte") de poder pasar sus vidas casados ​​con sus mejores amigos.

Incluso si las parejas no anuncian que se van a casar con su mejor amigo, muchos recién casados ​​viven siguiendo esta filosofía, abandonando el juego de hacer nuevos amigos, una vez que ellos tienen un anillo en su dedo. Los sociólogos encuentran que el día de hoy, nosotros por lo general formamos nuestras amistades más significativas antes de los 28 años. No es coincidencia que esa sea también la edad promedio en que nos casamos.

Casarse con su mejor amigo es una expectativa cultural suficiente que, si admito que no lo hice, la gente podría compadecerse de mí. Pero aquí está el secreto: en realidad soy yo la afortunada. Tengo un marido que no es mi mejor amigo. Y tengo un mejor amigo con el cual no estoy casada. Ellos juegan diferentes papeles en mi vida, y yo los necesito a ambos.

Una persona no puede satisfacer todas sus necesidades

Para los cristianos, el matrimonio es una relación separada, en el que asumimos las preocupaciones e inquietudes de nuestra pareja (1 Co. 7: 32-35; Ef. 5:22-33) en una manera que está por encima de cualquier otra amistad. Por supuesto las personas casadas encuentran su relación más importante en su esposo o esposa—pero eso no es igual a ser mejores amigos.

Me preocupa que el dicho "me casé con mi mejor amigo" mezcla los dos tipos de relaciones, distorsionando nuestros puntos de vista sobre ambos.

Mi matrimonio sigue siendo mi prioridad . . . Pero sin mis amigos, mi relación con mi marido y con Dios—sufriría.

Los investigadores ya han notado la tendencia: las personas esperan cada vez más que sus maridos o esposas satisfagan todas sus necesidades sociales y emocionales. La frase implica que, ya que las personas casadas se tienen el uno al otro, ellas no tienen necesidad de mejores amigos y no los necesitan. Y esto exagera los riesgos que las parejas jóvenes ya enfrentan: la creación de expectativas poco saludables, mirándose el uno al otro como la única fuente de satisfacción. También relega a los mejores amigos al reino de la soltería.

Hacer amigos mas allá de los 20 años es un juego completamente diferente. No sólo hay menos oportunidades para conocer gente, también hay menos gente para conocer, ya que los casados ​​tienden abandonar por sí mismos el mercado de la amistad. Muchas parejas jóvenes dedican más tiempo para ponerse al día en lo que hay nuevo en Netflix que en ver a sus vecinos, compañeros de trabajo y viejos amigos. Mi marido y yo hemos sido culpables de esto, y también lo son muchos de nuestros amigos . Ellos comentan en Facebook que han pasando otro fin de semana en casa, bromeando de que se han convertido en “un aburrido matrimonio de ancianos.”

Y sin embargo, los amigos pueden verdaderamente apoyar—no distraernos de—nuestros matrimonios. La periodista psicóloga Carlin Flora escribe en su libro Friendfluence:

Poner lo mejor de ti frente a tus nuevos amigos te permite brillar y ver a tu pareja a través de nuevos ojos, mientras ella brilla también. Mantener antiguas amistades mutuas también fortalece el vínculo entre cónyuges de muchos años: Tener gente alrededor que piensan de ustedes dos como una unidad, que admiran su relación, y que esperan que permanezcan juntos, puede sostener la relación en los momentos de duda o distancia.

Cuando me casé, yo sabía que no quería que nos convirtiéramos en una de esas parejas que dejan de hacer amigos o pierden el contacto. Tal vez sea porque yo sabía que no podía contar con que mi marido—quien está en el ejército—estuviera siempre allí para satisfacer mis necesidades. O tal vez sea porque tengo realmente amigos increíbles, con quienes preferiría ver Twilight o pedir consejos sobre noticias de moda en lugar de mi esposo.

No me mal interpreten: Mi matrimonio sigue siendo mi prioridad, el lugar donde Dios ha hecho su mayor labor en revelarme el evangelio. Pero sin mis amigos, mi relación con mi marido y con Dios—sufriría. Yo gano mucho al estar cerca de los demás y recibir sus perspectivas y sus oraciones. El tiempo que paso con los amigos también me impide idolatrar a mi marido como “mi todo,” un hábito que muchas personas casadas batallan para resistir.

Hacer amigos es una prioridad

Quiero ser intencionalmente abierta a las múltiples relaciones que Dios va a utilizar para trabajar en mi vida y las muchas oportunidades que pueda tener para que Dios obre en la vida de los demás a través mío. Pero ese tipo de relaciones no ocurren por accidente. Aquí es donde la amistad es como el matrimonio: Se necesita trabajo.

En su comedia The Mindy Project, Mindy Kaling declara: “Un mejor amigo no es una persona. Es una grada.” Yo estoy en su campamento. Tengo un mejor amigo de la infancia, un mejor amigo de la universidad, y otros amigos de mis años 20s. Sería fácil que estas relaciones se fueran a pique, así que hago una prioridad ir a visitarlos, aunque eso requiere sacrificio, y también, entre visitas, les envío textos, les llamo y les escribo.

Nos mudamos muchas veces cuando yo estaba creciendo. Siempre fui la nueva chica en la escuela; recuerdo una nota que mi madre puso en mi lonchera: “Para hacer un amigo, tienes que ser un amigo.” Décadas más tarde, he encontrado que todavía toma iniciativa y esfuerzo para mantener nuestras amistades. Si miramos a Jesús como un ejemplo, él seleccionó amigos para invertir en ellos. Él tenía un mejor amigo (Juan) y un mejor nivel de amigos (los discípulos). Él les dice en Juan 15:12-15:

Este es mi mandamiento: que os améis los unos a los otros como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todo lo que he oído de mi Padre os lo he dado a conocer.

Versículo tras versículo la Biblia habla de la "dulzura" (Prov. 27:9) y del valor de los amigos fieles. Dios no quiere que nosotros abandonemos estas relaciones por el matrimonio, sino que sigamos afilándonos el uno al otro (Prov. 27:17) y ayudándonos a crecer en este contexto especial.

Nosotros regularmente hablamos de mantener y mejorar el matrimonio y la vida familiar para buen testimonio del evangelio, y así debería ser. Me gustaría empezar a hacer lo mismo con la amistad. Necesitamos amigos, no sólo para nuestra salud, carrera, y felicidad, pero aún más importante, por la forma en que dan testimonio de nuestra hermandad en Cristo. Y a partir de los vínculos significativos de la amistad, a menudo vienen oportunidades para introducir a otros a Jesús, aquel que nos llama sus amigos en primer lugar (Juan 15:15).

No me casé con mi mejor amigo. En lugar de eso, me casé con mi marido, con todos mis mejores amigos a mi lado para celebrar. Fue el día más feliz de mi vida. Obtuve— y todavía tengo—a ambos.

Kate Shellnutt es editora asociada de Her.meneutics, sitio de las mujeres de CT.

Cómo los cristianos en Gaza ven el conflicto Hamas-Israelí

El pastor bautista Hanna Massad habla abiertamente sobre lo que ve que está pasando mientras ayuda a proteger a los cristianos y a otros en Gaza durante el conflicto actual.

Familiares lloran frente al ataúd de Jalila Ayyad, una creyente cristiana de 70 años de edad que murió cuando su casa en Gaza City fue destruida durante un ataque aéreo israelí.

Familiares lloran frente al ataúd de Jalila Ayyad, una creyente cristiana de 70 años de edad que murió cuando su casa en Gaza City fue destruida durante un ataque aéreo israelí.

Christianity Today August 22, 2014
Khalil Hamra / AP

Esta traducción fue publicada en colaboración con la Conferencia Nacional de Liderazgo Cristiano Hispano (NHCLC, por sus siglas en inglés).

El verano de violencia en Gaza e Israel el martes entró en su quinta semana después que cohetes, lanzados desde dentro de Gaza, rompieron el último cese de fuego. Después del ataque, Israel retiró a su negociador de las conferencias de paz en el Cairo, y las fuerzas israelíes lanzaron nuevos ataques aéreos.

Desde que la Fuerza de Defensa Israelí (IDF) lanzó la Operación Ventaja Protectora el 8 de julio, el IDF ha completado 1,300 ataques aéreos, y las tropas de infantería han destruido alrededor de 30 túneles en la zona fronteriza. Desde enero, combatientes dentro de Gaza han lanzado alrededor de 3,000 cohetes contra Israel. Es el conflicto más mortífero entre Palestinos e Israelíes desde la Segunda Intifada, que terminó en 2005. Hasta mediados de agosto, más de 2,000 han muerto en el conflicto presente, incluyendo 1,975 habitantes de Gaza (incluyendo combatientes), 64 soldados Israelíes, y dos civiles Israelíes.

La minoría cristiana dentro de Gaza no ha evitado fatalidades. Pero también ha ofrecido albergue, alimentos, educación, y cuidado médico a cientos de habitantes de Gaza. Hanna Massad, ex pastor de la Iglesia Bautista Gaza, ha estado coordinando los esfuerzos de auxilio desde donde es pastor ahora en Amman, Jordania. Massad se graduó del Bethlehem Bible College y obtuvo un doctorado en teología de Fuller Theological Seminary. Ha habido cristianos viviendo en Gaza desde el tercer siglo.

Timothy C. Morgan, editor principal, periodismo global, y la periodista Deann Alford se entrevistaron con Massad recientemente por teléfono y por correo electrónico mientras el conflicto continuaba. CT está tratando de obtener una entrevista similar desde la perspectiva cristiana dentro de Israel sobre el último conflicto.

¿Qué le dicen los cristianos que están dentro de Gaza?

Me alegré al escuchar que había un cese al fuego. Esta mañana la noticia era, desafortunadamente, que había empezado la guerra otra vez. Varias veces al día me comunico con Gaza por teléfono o por Skype. Las provisiones de agua en Gaza son muy bajas. Hay poca o nada de electricidad. He hablado con mis vecinos musulmanes y cristianos. Todos están a la expectativa y ansiosos por lo que va a pasar enseguida.

¿Están los habitantes de Gaza refugiándose en las iglesias?

La Iglesia Bautista Gaza no ha sufrido ningún daño, pero está ubicada enseguida de la estación de policía central de Gaza, la cual es un blanco. Las bombas han hecho que sea muy peligroso para que se congreguen los miembros Bautistas en la iglesia. Pero miles de Musulmanes han encontrado refugio en otras iglesias que les han abierto las puertas a los refugiados. Mi vecino me llamó para preguntarme si él y su familia se podían mudar a mi casa en Gaza. Ahora hay casi 100 personas viviendo en mi casa. Todos en Gaza están cuidando los unos de los otros.

El este de Gaza es muy peligroso. La mayor parte del norte de Gaza es frontera con Israel. A través de la Misión Cristiana a Gaza que fundé en 1999 y en hermanamiento con la Sociedad Bíblica de Bethlehem y la Iglesia Bautista de Gaza, hemos provisto ayuda alimenticia para cientos de musulmanes y cristianos. Nuestra meta es poder ayudar a 1,000 familias.

¿Cuántos cristianos quedan en Gaza?

Cuatrocientas familias. Hace dos meses había 1,333 personas—la mayor parte ortodoxos griegos, católicos, y bautistas.

¿Cómo deben los cristianos entender este conflicto?

El que un judío mate a un palestino o un palestino mate a un judío son síntomas del problema. Creo que la raíz del problema es la ocupación Israelí de Gaza. Como cristianos sabemos que no habrá paz en la vida de la gente sin el Príncipe de Paz. Pero mientras continúe la ocupación, no habrá verdaderamente una solución.

Aún antes de la guerra, Gaza sufría de una taza de desempleo por encima del 40 por ciento mientras que un 80 por ciento de los habitantes acuden a centros de beneficencia para obtener alimento. Nosotros los cristianos proveemos ayuda tanto a cristianos como a musulmanes a través de la Misión Cristiana a Gaza, que refleja el amor de Dios en una manera práctica. Yo enseño en el centro por extensión en Gaza de la universidad Bethlehem Bible College. Oramos y tenemos la esperanza que a través de estos ministerios nosotros somos una reflexión del amor de Cristo por Gaza.

Este sufrimiento aflige tanto a los cristianos como a los musulmanes. La escuela Lighthouse School experimentó la muerte de dos estudiantes (hermanos) en su casa. Israel bombardeó la casa de Jalila Ayyad, matándola. Su hijo, Jeries perdió ambas piernas y un brazo. Jeries acostumbraba asistir a las reuniones de jóvenes bautistas.

¿Tiene Israel el derecho de existir y deben los palestinos decir eso?

Absolutamente, sí, y los líderes palestinos deben decir eso.

¿Qué les dice usted a los cristianos de Estados Unidos que apoyan a Israel?

Como cristianos en Palestina, amamos al pueblo judío. Cuando el Señor cambió nuestro corazón, él nos dio amor por todas las personas. Espero que mis hermanos y hermanas en el Occidente tengan suficiente lugar en sus corazones no sólo para Israel, sino también para los palestinos.

Vean el otro lado de la moneda. En 1948, se fundó el estado de Israel y más de 700,000 palestinos se volvieron refugiados, y entre 50,000 y 55,000 de ellos eran cristianos. Se dispersaron por todo el mundo, algunos a Gaza y al West Bank. Se fueron al Líbano, Jordania y Siria. Muchos de ellos todavía viven en situaciones muy difíciles.

Algunas veces mis hermanos en el Occidente dicen, “Esta tierra es una promesa al pueblo de Israel, supera eso y olvídalo.” Pero yo les diría, ¿qué harías para la gente que perdió sus hogares en 1948? Nosotros tenemos los documentos oficiales que prueban que nos pertenecen 17 acres que la familia de mi padre perdió. Si hablamos de un Dios de justicia y amor, cómo explicar esto a los palestinos que perdieron sus hogares y sus terrenos a Israel.

Amós 5:24 dice, “¡Pero que fluya el derecho como las aguas, y la justicia como arroyo inagotable!” Y Miqueas 6:8: “¡Ya se te ha declarado lo que es bueno! Ya se te ha dicho lo que de ti espera el Señor: Practicar la justicia, amar la misericordia, y humillarte ante tu Dios.”

¿Cómo debe usted extender su amor a estos palestinos (tanto musulmanes como cristianos) que perdieron su tierra? Usted no puede decir simplemente que Dios le dio esta tierra al pueblo judío. Para amar al palestino, usted tiene que entender su lucha. Veo a personas que van demasiado lejos en su apoyo al pueblo judío; y veo a otros que van demasiado lejos en su apoyo a los palestinos.

Extienda el amor no sólo a un lado, sino a los dos.

Lo que le diría a la iglesia del Occidente sería esto: Hay iglesias y creyentes en ambos lados. Enfoquémonos en el reino de Dios entre los palestinos y en el reino de Dios entre los creyentes judíos. Todos nosotros, los cristianos en el Oriente y en el Occidente, pertenecemos a un solo cuerpo: el cuerpo de Cristo. Bendiga al cuerpo de Dios en esta región.

Podemos ser una bendición el uno al otro y aprender el uno del otro y enriquecer las vidas los unos de los otros. Espero que podamos tener suficiente espacio en nuestros corazones para los palestinos, los cristianos, y el pueblo judío. Para el círculo mayor, hacemos lo que podemos por ayudar a que los pueblos dejen de matarse los unos a los otros y vivan uno al lado del otro con amor y respeto.

¿Qué deben pedir los cristianos?

Usualmente, la guerra y el poder militar no solucionan problemas. El mejor camino es sentarse y encontrar una solución balanceada. Pero como cristiano palestino, voy a Gaza y veo como está sitiada y sus habitantes son atacados del aire, la tierra y el mar.

Nunca he estado en prisión, pero viví en una cuando estaba en Gaza. Gaza se ha convertido en una gran prisión. La vida allí se ha vuelto muy difícil. Los pescadores sólo pueden ir tres millas mar adentro. El desempleo es opresivo. Gaza tiene 30 millas de longitud, 7 millas de anchura, y una población de 1.8 millones. Las personas mueren porque no pueden recibir la atención médica que necesitan a causa del estado de sitio y porque no pueden salir. Los habitantes también han sido afectados por el problema entre Egipto y Hamas. Los habitantes de Gaza necesitan que se abran sus fronteras.

A menos que lidiemos con el conflicto, este problema continuará por largo, largo tiempo. El continuar este estado de sitio contribuye a que se levanten jóvenes que usen la violencia porque tienen tan poco que perder. Ya perdieron casi todo.

Por ejemplo, así es cómo muchas personas en Gaza ven su experiencia:

No podemos vivir nuestras vidas, así que, ¿qué vamos a perder si continuamos la lucha? Por lo tanto, continuemos la lucha hasta que podamos mejorar nuestras vidas.

Por lo menos, abramos las fronteras para que los habitantes de Gaza tengan la libertad de entrar y salir. El estado de sitio debe levantarse.

De los más de 1,900 habitantes de Gaza que han muerto en esta guerra, de acuerdo a las Naciones Unidas, el 72 por ciento eran civiles, y muchos de ellos niños. Algunos en el Occidente dicen que Hamas está usando a civiles como escudos humanos. Las Naciones Unidas están investigando esto. Otros dicen que Israel sabía que había civiles en las escuelas de las Naciones Unidas, y de igual manera las bombardeó. Es terrible todos los civiles que han muerto.

Algunos cristianos dentro de Israel tienen influencia. ¿Cómo deben abogar?

Se me hace difícil pensar como alguien que lanza cohetes de Gaza hacia civiles en Israel. Es difícil de imaginar. Por supuesto, nosotros como cristianos estamos en contra de esto. Pero les pediría a mis hermanos, los judíos, cuando ven cuánta gente está muriendo, ¿Piensan que vale la pena? ¿No pueden encontrar otra manera de resolver este horrible conflicto?

El poder no es el mismo en ambos lados. Para nosotros como cristianos, para mí, una persona que maten es demasiado, sea palestino o judío, porque cada uno de nosotros ha sido creado a la imagen de Dios. Podemos ver a Dios en el otro.

Es muy importante ver cómo respetar y proteger la dignidad del ser humano sin importar el trasfondo étnico. Espero que mis hermanos judíos puedan ver las cosas desde esta perspectiva. Y, otra vez, que todos nosotros seamos honestos con nosotros mismos y buscar profundizarnos con el fin de enfrentar la raíz de este conflicto.

¿Qué tantos años tenemos que regresar en la historia para poder tratar de resolver este conflicto? ¿Es decir, quiere que nos vayamos al tiempo de Abraham cuando tuvo a Isaac y a Ismael?

Tenemos problemas que necesitamos resolver.

Parafraseando lo que dijo el padre Elias Chacour, necesitamos estar a favor de los débiles, de las víctimas, de los oprimidos, sin demonizar al opresor y todavía amar al opresor. Por supuesto, el débil aquí es el palestino. Los palestinos y los judíos se hacen daño el uno al otro. Nadie gana.

¿Está usted llamándonos a un sentido de empatía más profunda con los dos lados?

Los creyentes cristianos aquí en el Medio Oriente necesitan el ánimo de sus hermanos y hermanas del Occidente.

Tratemos de no tomar lados, sino de tener un corazón más grande, amar a los dos, orar por los dos, animarlos a los dos, enfocarnos en el Reino de Dios en ambos lados. Cuando hay injusticia o algo anda mal, no titubee en hablar con amor.

Si apoyamos incondicionalmente a Israel, si no hablamos cuando hay injusticia, eso no es muy bueno para el pueblo judío. Eso es así porque a la larga, si Israel continúa con esto, seguramente en el futuro va a destruir a su gente por generaciones venideras y creará más y más enemigos quienes al final se levantarán contra ellos.

Las publicaciones de Christinity Today han cubierto eventos dentro de Gaza en el pasado, incluyendo:

Living For Christ Among Muslims

Love in the Land of Enmity

Restaurando nuestra fe en el matrimonio

A pesar de nuestra negatividad, la mayor parte de las parejas no están condenadas al divorcio.

Christianity Today August 20, 2014
andrewmorrell / Flickr

Este artículo fue publicado en colaboración con la Conferencia Nacional de Liderazgo Cristiano Hispano (NHCLC, por sus siglas en inglés).

Por décadas, los norteamericanos han estado escuchando que la tasa de divorcio en los Estados Unidos gira alrededor del 50 por ciento. Y dondequiera que viajo como oradora e investigadora, veo en el día de hoy un desánimo cultural sobre el matrimonio.

La sabiduría convencional también sostiene que el matrimonio es “algo difícil.” Escuchamos a los pastores y a los consejeros hacer uso de ese término y nos imaginamos a las parejas sufriendo silenciosamente en relaciones que no satisfacen ni llenan.

Se siente como esa reunión de orientación en el primer año de universidad cuando te dicen que mires a tu izquierda y a tu derecha y que te des cuenta que uno de los presentes no va a estar allí cuando llegue el último año universitario. Lo que escuchamos los casados es: “dos de cada cuatro de ustedes, como parejas, no van a estar aquí. Y los que sigan casados se van a sentir miserablemente. ¡Pero que tengan un buen matrimonio!”

Esas estadísticas hacen que las parejas miren a su alrededor y se pregunten cuáles de sus amigos van camino al inevitable fracaso. Hace que los solteros se pregunten para qué casarse. Y definitivamente hace demasiado fácil que una pareja que está luchando se dé por vencida, cuando piensa que la mitad de todos los demás tampoco pudieron hacerla.

Sin embargo, resulta que mucho de lo que creemos sobre el matrimonio y el divorcio ni siquiera es cierto. En los últimos ocho años, he estado investigando intensamente los estudios que se han hecho sobre el matrimonio y el divorcio, y he hecho un resumen de lo que descubrí en The Good News About Marriage: Debunking Discouraging Myths about Marriage and Divorce [Las buenas nuevas sobre el matrimonio: Desacreditando los mitos desilusionantes sobre el matrimonio y el divorcio.]

He visto en los estudios lo que todo consejero matrimonial sabe íntimamente: el divorcio no es la amenaza más grande al matrimonio. El desánimo lo es. Un sentimiento de “no vale la pena” lo es. Y por lo que ya ha sido demasiado tiempo, nuestra confianza en el matrimonio ha sido mermada por persistentes malentendidos y mitos dañinos.

Las buenas noticias sobre los matrimonios

La tasa de divorcio para la sociedad en general—el porcentaje de matrimonios que ha terminado en divorcio en un momento específico—nunca ha alcanzado el 50 por ciento. Existen ciertos subgrupos que tienen tasas mayores de divorcio, pero el promedio general nunca se ha acercado al 50 por ciento.

El mito ha persistido porque los investigadores principales siguen proyectando que entre el 40 y el 50 por ciento de los matrimonios terminarán en divorcio. Estas proyecciones empezaron en los años 70, cuando el porcentaje de divorcios aumentó estrepitosamente con lo que se denomina “divorcio sin culpa.” Los investigadores de aquel tiempo proyectaron que si ese ritmo continuaba, un día íbamos a llegar al 50 por ciento. Pero rápidamente, alrededor de 1980, la tasa de divorcio llegó a su cima. Y de acuerdo a toda la información disponible, ha declinado dramáticamente desde entonces.

Los principales demógrafos del día de hoy siguen proyectando que entre el 40 y el 50 por ciento de los matrimonios se divorciarán en el futuro. Aunque respeto a dichos expertos (la mayor parte de ellos me han sido de gran ayuda a través de los años) pienso que deben poner al día sus proyecciones basándose en la evidencia arrolladora de que nunca le hemos pegado a esa tasa en lo que tiene que ver con la sociedad en general.

Así que, ¿Cuáles son las verdaderas tasas de divorcio para la sociedad en general en Estados Unidos? Creo que los mejores datos nos llegan de un estudio hecho por la oficina del censo nacional que muestra que el 71 por ciento de las mujeres (y el 81 por ciento de los hombres) que han sido casados sólo una vez, ¡siguen casados con su primera pareja! ¡Además, el 29 por ciento de los que no siguen casados incluye a aquellos que han enviudado! Tomando en cuenta el porcentaje de viudez y otros factores, podemos calcular que entre el 25 y el 30 por ciento de los primeros matrimonios terminan en divorcio. Aún entre el grupo de mayor riesgo, la generación baby boomers (que nació entre 1946 y 1965) siete de cada diez siguen casados con su primer pareja. Han tenido más de 30 años de oportunidad para divorciarse, y siguen casados.

Aunque cualquier cantidad de divorcio sigue siendo demasiado alta, el saber que una mayoría preponderante de matrimonios duran toda la vida son muy buenas noticias que necesitan ser parte de nuestro entendimiento convencional y nuestra conversación cotidiana sobre el matrimonio.

Los segundos matrimonios tampoco están condenados al fracaso

Casi todos los que están en su segundo matrimonio han escuchado que los resultados son aún peores después del primer matrimonio, que el 60 por ciento (o más) de los segundos matrimonios terminan en divorcio. ¡Que si no es esta una desalentadora profecía que invita a auto cumplirse! Sin embargo, dicha estadística parece ser pura leyenda urbana. Alentadoramente, el mismo censo del 2009 muestra que el 65 por ciento de las mujeres que se han casado por una segunda vez siguen casadas con su segunda pareja—y de la misma manera, el 35 por ciento de los que restan incluyen aquellos que han enviudado. El porcentaje de personas que se divorcian en su segundo matrimonio es probablemente cerca del 30 por ciento. Estas estadísticas deben dar grandes esperanzas a aquellos que se encuentran “solteros otra vez” o que se están casando por segunda vez.

Recientemente me uní al consejo de ChristianMingle, que también reporta noticias alentadoras para padres que desean volver a casarse. Un fascinante estudio hecho por el grupo reveló que el 74 por ciento de los solteros probablemente o definitivamente se casarían con alguien que tiene hijos de su relación anterior.

El matrimonio y la iglesia

También necesitamos desacreditar el adagio que suele repetirse de que “el porcentaje de divorcio es igual dentro de la iglesia.” Cuando revisé una multitud de estudios, y en colaboración con el grupo de investigación Barna, volvimos a hacer los cálculos, pero ahora incluyendo si las parejas asistían a la iglesia o no, quedó muy en claro que las personas que asisten a la iglesia tiene un porcentaje mucho menor de divorcio—¡entre 25-50 por ciento menos!—en comparación a aquellos que no se congregan.

Afortunadamente, parece ser que muchos cristianos—tanto casados como solteros—reconocen la importancia de asistir a la iglesia. De acuerdo al estudio de ChristianMingle, más de la mitad de solteros que participaron en la encuesta creen que asistir a servicios religiosos juntos es una clave para una relación exitosa, y mi propia investigación con parejas casadas concuerda con esos datos.

Después de años de preocupación sobre la institución del matrimonio, saber la verdad de estas buenas noticias debe darnos esperanza. Podemos darle confianza a una pareja que está pasando por momentos de lucha, “¡Ustedes pueden sobreponerse a esto; la mayor parte de las parejas lo hacen!” Cuando hablemos con una pareja que no se ha casado y que dice “¿para qué molestarse con casarse?” podemos confiadamente decirle “porque en cuanto una pareja se compromete para toda la vida, tiene más y mejores posibilidades de gozar de una relación maravillosa.”

Cuando las personas tienen esperanza en el matrimonio hacen las cosas de una manera diferente. Animo a todos aquellos que se preocupan por el matrimonio a que compartan estas buenas noticias, a que restauren la esperanza, y a que ayuden a hacer que el creer en el matrimonio se vuelva la nueva normalidad.

Shaunti Feldhahn es una investigadora social, oradora popular, y autora best seller de libros como For Women Only [Para mujeres solamente] y For Men Only [Para hombres solamente] y el recién lanzado The Good News About Marriage [Las buenas noticias sobre el matrimonio]. Su investigación se menciona regularmente en medios como Focus on the Family, The Today Show, y Cosmopolitan Magazine. Reciente miembro del consejo de ChristianMingle, tiene una gran pasión por ayudar a los solteros a formar relaciones fuertes y después matrimonios saludables. Ella y su esposo, Jeff, viven en Atlanta con sus dos hijos, estudiantes de secundaria, y dos gatos que piensan que son perros. La pueden encontrar en shaunti.com.

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