La paz sanadora de Jesús

Una lectura de Adviento para el 7 de diciembre.

Christianity Today December 7, 2022
Stephen Crotts

Segunda semana de Adviento: El Príncipe de Paz


En medio del dolor y la violencia de nuestro mundo, nos aferramos a esta esperanza: un día Jesús traerá la paz verdadera y definitiva. Él también nos trae paz espiritual en el presente mientras experimentamos la redención y vivimos según los valores de su reino. Jesús es el Príncipe de Paz.

Lea Isaías 42:1–4 y Mateo 12:15–21

Isaías y Mateo sabían lo que significa que Jesús es el Príncipe de Paz. Cuando Mateo describió a Jesús como el cumplimiento de Isaías 42:1–4, vemos una imagen de shalom, la palabra hebrea que significa paz. A diferencia de nuestra comprensión —a menudo estrecha— de la paz como la simple «ausencia de guerra», shalom abarca una imagen amplia de cómo Dios arregla todo lo que está mal en el mundo. El concepto de shalom de Dios es una paz que trae orden al caos y reemplaza la injusticia con justicia.

Isaías 42 comienza presentando al elegido de Dios, «mi siervo». Este es el primero de lo que algunos llaman los Cantos del Siervo; los otros cantos se encuentran en 49:1–6, 50:4–9 y 52:13–53:12. Cuentan la historia del siervo de Dios que lleva la salvación hasta los confines de la tierra (en los capítulos 42, 49 y 50) y que salva al pueblo de Dios mediante el propio sufrimiento del siervo (en el 52–53).

Aquí, en 42:1–4, el siervo es el que Dios sostiene y se deleita en Él. ¡Este siervo le da gozo a Dios mismo! El Espíritu de Dios está sobre este siervo, para que pueda llevar la justicia a las naciones. No es un mensaje de paz solo para Israel, sino para todo el mundo.

Cabría esperar que este siervo lleno del Espíritu se mostrara ruidoso y orgulloso de su condición de elegido por Dios, pero en cambio se caracteriza por su humildad. No va gritando por las calles, sino que se ocupa de los que sufren. Es alguien que puede ver que una caña está quebrada —es decir, que una persona se siente pisoteada— pero no deja que se rompa. Es alguien que sostiene a una persona que se siente como una pequeña vela a punto de apagarse, y no dejará que su luz se apague. ¿Qué significa llevar la paz a los que apenas se sostienen? La búsqueda de justicia del siervo se caracteriza por su bondad. Él ve a los que experimentan vulnerabilidad y no los dejará caer.

Mateo 12 describe cómo Jesús cumple la profecía de Isaías. Al principio puede parecer que Jesús está cumpliendo esta profecía al pedir a sus discípulos que guarden silencio (v. 16), de forma similar a la tranquilidad del siervo de Isaías 42. Pero si observamos todo el capítulo, Mateo nos muestra algo diferente. Jesús, como siervo, cuida de los que necesitan sanación. En los pasajes anteriores y posteriores a los versículos 15–21, se hace hincapié en cómo Jesús sanó en sábado (vv. 1–14), en cómo Jesús «sanó a todos los enfermos» (v. 15) y en cómo sanó a un endemoniado, dándole la vista y la capacidad de hablar (v. 22).

El tipo de paz de Jesús se encuentra con nosotros en nuestros lugares más débiles, transformando la injusticia en justicia, enderezando lo que ha sido quebrado, y lo hace con la bondad y delicadeza de su toque amoroso.

Beth Stovell es profesora de Antiguo Testamento en el Ambrose Seminary. Es coeditora de Theodicy and Hope in the Book of the Twelve y autora de los comentarios Minor Prophets I y II, de próxima aparición.

Reflexione sobre Isaías 42:1–4 y Mateo 12:15–21.

Opcional: Lea también Mateo 12:1–14, 22–37.


¿Cómo ha experimentado el shalom de Jesús que describen Isaías y Mateo? ¿Qué otras escenas de los Evangelios le vienen a la mente como ejemplos de la paz de Jesús?

Para recibir notificaciones sobre nuevos artículos en español, suscríbase a nuestro boletín digital o síganos en Facebook, Twitter, Instagram o Telegram.

Un descanso lleno de paz

Una lectura de Adviento para el 6 de diciembre.

Christianity Today December 6, 2022
Stephen Crotts

Segunda semana de Adviento: El Príncipe de Paz


En medio del dolor y la violencia de nuestro mundo, nos aferramos a esta esperanza: un día Jesús traerá la paz verdadera y definitiva. Él también nos trae paz espiritual en el presente mientras experimentamos la redención y vivimos según los valores de su reino. Jesús es el Príncipe de Paz.

Lea Isaías 11:1–10

Una de las grandes tensiones que sentimos a menudo durante el Adviento es la disparidad entre la promesa de paz de Dios y la presencia de la guerra y la violencia en el mundo. Isaías predijo que el reinado del Mesías traería un mundo sin preocupaciones. Imagine a una madre en perfecto reposo, observando inmutable a sus hijos jugar junto a la guarida de una cobra. Como padre de cinco hijos, ¡me resulta difícil imaginarlo!

Los padres conocen esa sensación de pánico abrumador cuando su hijo se acerca al peligro. Durante el reinado del Mesías, tal como lo describe Isaías, ese sentimiento se extinguirá.

Sin embargo, en nuestra experiencia, el mundo no se parece en nada a esto. Thomas Hardy, en su poema «Christmas: 1924», se lamenta:

«¡Paz en la tierra!» se dijo. Lo cantamos,
y pagamos a un millón de sacerdotes para que la traigan.
Después de dos mil años de misa,
hemos llegado hasta el gas venenoso.

¿Cómo conciliamos la promesa de un descanso lleno de paz con la realidad del gas venenoso o de los misiles balísticos?

La respuesta está en la tensión que existe entre el ahora y el todavía no. En tiempos de Isaías, las promesas que Dios había hecho al rey David en 2 Samuel 7, promesas de un reino duradero y bendito, parecían haber sido quebrantadas. La casa de David parecía un árbol talado. Pero de su tronco seco surgiría una rama llena del Espíritu de Dios: Jesús, el Hijo de David. Él traería la paz tanto a los judíos como a los gentiles, y se erigiría como bandera de reunión para unir a las naciones hostiles (Isaías 11:10; Efesios 2:15).

Esto se realiza ahora en parte a través de la iglesia, donde incluso los recaudadores de impuestos como Leví y los zelotes como Simón encuentran la paz a través de la sangre de Cristo. El templo de Dios está hecho de piedras vivas, y los ladrillos con los que Dios construye son elegidos de cada tribu, lengua y nación. Hoy podemos experimentar la paz prometida del Mesías y Rey que le dice a los cansados: «… yo les daré descanso» (Mateo 11:28).

Pero el todavía no de la profecía de Isaías llegará con el segundo advenimiento de Jesús (Isaías 11:4; 2 Tesalonicenses 2:8). Esto se anticipa con la imagen edénica de los animales depredadores sometidos en la profecía de Isaías. Jesús someterá un día perfectamente a la creación, calmando a las bestias más peligrosas y convirtiendo incluso a la serpiente en algo con lo que los niños podrán jugar. El mundo glorificado de la nueva creación acabará por satisfacer nuestros más profundos anhelos de justicia y paz.

El Adviento nos recuerda el glorioso descanso que nos dio la primera venida de Jesús, y anticipa la plena restauración que acompañará su regreso. En este tiempo de tensión entre el ahora y el todavía no, Dios nos llama a estar marcados por la gracia de su reino, un pueblo que persigue la justicia para los oprimidos y difunde el conocimiento de Cristo en nuestras comunidades (Isaías 11:9; 2 Corintios 2:14). Gracias a este conocimiento, los pecadores cansados reciben el glorioso descanso del reino de Cristo.

Adriel Sánchez es pastor de la Iglesia Presbiteriana North Park en San Diego, y anfitrión de Core Christianity, un programa de radio y pódcast de preguntas y respuestas.

Reflexione sobre Isaías 11:1–10


¿Qué descripciones de la paz le llaman más la atención? ¿Por qué? Ore, expresando su anhelo de la paz que Cristo trae, tanto en el

ahora

, como en el

todavía no

.

Para recibir notificaciones sobre nuevos artículos en español, suscríbase a nuestro boletín digital o síganos en Facebook, Twitter, Instagram o Telegram.

Theology

La rebeldía punk-rock de Bono era un grito esperanzado de lamento

Desde el principio, el duelo y Dios han sido parte de la historia de U2.

Christianity Today December 5, 2022
Fotografía por Ross Stewart

«Una vez nos llegó esta invitación», me dice Bono. Dice la siguiente frase con un tono de reverencia: «El reverendo Billy Graham desea encontrarse con la banda y ofrecerles una bendición».

Estamos en una videoconferencia, y el líder de U2 está sentado en el suelo frente a un sofá verde, con su computadora en la mesa de café que tiene frente a él. Está atardeciendo en Dublín y el sol poniente hace resplandecer la sala. Es casi teatral. También hay brillo en sus ojos. Sabe que tiene una buena historia.

«Él es el fundador de Christianity Today», me recuerda, sonriendo. «Yo entonces no lo sabía, pero aun así quería la bendición. Y traté de convencer a la banda para que vinieran conmigo, pero por varias razones no pudieron. Había problemas de agenda, pero busqué una manera de hacerlo yo».

Esto sucedió en marzo de 2002, solo unas semanas después de que U2 hubiera hecho su actuación legendaria en el intermedio del Super Bowl y días después de que su sencillo Walk On ganara el Grammy como Grabación del Año.

«Su hijo Franklin me recogió en el aeropuerto», dice Bono, «y Franklin estaba haciendo un trabajo muy bueno con Samaritan’s Purse. Pero no estaba seguro acerca del paquete que le encargaron transportar». Se ríe. «De camino a encontrarme con su padre, no dejaba de hacerme preguntas».

Bono recrea la conversación para mí:
—Tú… ¿tú realmente amas al Señor?
—Sí.
—De acuerdo, lo amas. ¿Eres salvo?
—Sí, soy salvo.
Él no se ríe. Nada de risas.
—¿Has entregado tu vida? ¿Conoces a Jesucristo como tu salvador personal?
—Oh, conozco a Jesucristo, e intento no usarlo solo como mi salvador personal. Pero, en fin, sí.
—¿Por qué tus canciones no son… eh… canciones cristianas?
—¡Lo son!
—Oh, bueno, algunas de ellas lo son.
—¿A qué te refieres?
—Bueno, ¿por qué entonces… por qué no sabemos que son canciones cristianas?
Yo dije:
—Todas vienen del mismo lugar, Franklin. Mira a tu alrededor. Mira la creación, los árboles, el cielo, todas esas colinas verdes. No tienen una señal que diga «Adoro al Señor» o «Pertenezco a Jesús». Solamente le dan gloria a Jesús.

Durante cuatro décadas Bono se ha encontrado con conversaciones como esta, respondiendo a cristianos que no estaban demasiado seguros de qué hacer con él o con U2.

El ascenso de la banda a la fama coincidió con el surgimiento de la música cristiana contemporánea, que para 1980 —cuando U2 lanzó su primer álbum, Boy— ya se había hecho popular. Artistas jóvenes con una fe sincera y rostros dulces (a menudo hermosos) se comercializaban para padres e hijos que buscaban música que fuera «segura para toda la familia».

El éxito en la nueva industria era una espada de doble filo. Los sellos discográficos necesitaban bandas que pudieran tocar en un culto de iglesia y vendieran álbumes en las tiendas cristianas, por lo que, además de tener talento y carisma, se esperaba de los artistas de la música cristiana que mantuvieran una imagen impecable y llenaran sus canciones de letras abiertamente cristianas. Algunos músicos bromean refiriéndose a esto como el cociente «JPM» de la música cristiana: el recuento de «Jesús por minuto» en una canción.

U2 evolucionó fuera de este ecosistema, y en la década de 1990 se había convertido en una de las bandas más grandes del mundo. Sus letras estaban repletas de imágenes cristianas, lenguaje bíblico y anhelo espiritual, pero igual que de sexo, poder y política.

«Se formaron cinco años antes del debut de la MTV y fueron fieles a sus tendencias postpunk», me dice el músico Steve Taylor. «Evitaron que su música fuera opacada por una imagen de banda demasiado refinada o por trucos de mercadotecnia».

Taylor fue un «extraño» dentro de la música cristiana entre la década de los ochenta y los noventa, bordeando los límites de lo aceptable con música satírica, y música postpunk vanguardista y alternativa. Él a menudo criticaba las hipocresías de sus compañeros de viaje evangélicos.

«La música cristiana eligió la imagen y la mercadotecnia por encima de la sustancia, convirtiéndose finalmente en una camisa de fuerza que recompensaba el común denominador más bajo del pensamiento y el arte. Así que, si la industria de la música cristiana tenía sospechas de U2, estoy seguro de que debía ser algo mutuo», dice Taylor. «No era así para los artistas que yo conocía», añade. «U2 eran nuestros Beatles».

Bono en un concierto de U2 en 2011AP
Bono en un concierto de U2 en 2011

«En la historia de tus orígenes», le digo a Bono, «pareciera que eras perseguido por fantasmas».

Él se ríe. «¿Es en Cuatro cuartetos de T. S. Elliot…?», pregunta, «¿lo de “En mi fin está mi principio”?».

Estamos hablando de Surrender: 40 Songs, One Story, el libro de memorias de Bono de casi 600 páginas al que faltaban solo unas semanas para su lanzamiento en noviembre.

«1974 me quitó a mi madre, pero me dio mucho a cambio», me cuenta Bono.

«Mi madre se desplomó mientras el padre de ella estaba siendo enterrado, y nunca volví a hablar con ella», añade. «La vi unos días después en la cama del hospital donde dio su último suspiro. Fue… digo… yo sé que la gente ha pasado por cosas mucho peores», me dice mientras relata algunos de los horrores que presenció trabajando con las personas más pobres y vulnerables de la tierra.

«Pero, sí», continúa Bono, «la muerte es un balde de agua fría para un chico que acaba de entrar en la pubertad. T. S. Elliot tiene razón, el final es donde comenzamos. A menudo comienzas a meditar sobre la vida en esa clase de momentos. Me refiero a que todos nos negamos a aceptar esto la mayor parte de nuestra vida».

Surrender es una amplia confrontación con la negación de la muerte, comenzando por un susto cardiaco en 2016 que casi lo mata. Pero la muerte de su madre es la que se mantiene presente a lo largo de la historia: su ausencia en el hogar y su presencia en el corazón y la imaginación de Bono durante cinco décadas desde entonces.

Antes de ser Bono, él solía ser Paul Hewson, hijo de Bob e Iris Hewson. Bob era católico, un fanático de la ópera y un hombre cuya cara angulosa insinuaba los bordes afilados de su conducta. Iris era protestante, pícara, cálida y propensa a la risa incontrolable en momentos inapropiados: como durante la representación de una ópera o cuando Bob accionó un taladro sobre su entrepierna y pensó que se había hecho un daño irreparable. (No le pasó nada).

Los padres de Bono, Bob e Iris Hewson.Cortesía de Hewson Family Archive
Los padres de Bono, Bob e Iris Hewson.

Bono tenía catorce años cuando ella murió. Su ausencia llenó el hogar de los Hewson, intensificando la distancia que él ya sentía con su padre.

«Hay pocas maneras de convertir a un niño pequeño en un cantante capaz de llenar estadios. Puedes decirle que es maravilloso… o simplemente puedes ignorarlo. Puede que eso sea más eficaz», escribe en Surrender.

«Las heridas que la pérdida abrió en mi vida se convirtieron en esa clase de vacío que yo llené con música y amigos», me cuenta Bono. «Y, en realidad, una “fe cada vez mayor”», añade con una gran sonrisa, «como diría el evangelista galés Smith Wigglesworth».

El amigo que lo renombró como «Bono» le presentó la clase de cristianismo que ha moldeado su vida. Derek Rowen, conocido como «Guggi», tenía la manía de poner apodos a todo el mundo, y la mayoría de los niños que pasaron por su grupo de amigos consiguieron un nombre nuevo en algún momento. (Uno de ellos, David Evans, consiguió el mote de «the Edge» por sus marcados rasgos galeses. Ese también perduró).

Bono escribe: «Guggi me presentó la idea de que era posible que Dios estuviese interesado en los detalles de nuestras vidas, un concepto que me acompañó durante mi infancia. Y mi adultez».

En las iglesias y las reuniones de oración a las que asistió, Bono encontró dirección y un nombre que añadir a lo que él llamó una idea innata de la divinidad, pero «incipiente y sin forma». Le llegó hasta la médula, y todavía lo hace. Escribe:

La Biblia me mantuvo cautivo. Las palabras salían de las páginas y me seguían a casa. Encontré algo más que poesía en aquel texto de la King James con letra gótica. (…) Siempre fui uno de los primeros cuando había un llamado a acercarse al altar, un momento de «ven a Jesús». Todavía lo soy. Si estuviera en un café ahora mismo y alguien dijera: «Levántense si están dispuestos a entregar su vida a Jesús», yo sería el primero en ponerme en pie. Llevaba a Jesús conmigo donde quiera que iba, y sigo haciéndolo.

La muerte de Iris Hewson no fue el único suceso trascendental de 1974. Cuatro meses antes de que ella cayera de golpe al suelo, tres autos bomba explotaron en Dublín y un cuarto en Monaghan, matando a 33 personas e hiriendo a más de 300.

Uno de ellos explotó junto a Dolphin Discs, una tienda de discos que era el lugar de reunión habitual para Bono después de la escuela, pero él no estaba allí. Una huelga de autobuses aquel mismo día hizo que ese día fuera y regresara de la escuela en bicicleta, y ya estaba en casa cuando explotaron las bombas. Escribe: «Aquel día no esquivé una bala: esquivé una carnicería».

Los atentados de Dublín en 1974.Getty
Los atentados de Dublín en 1974.

Pasaron dos años. Para Bono, fueron dos años de interiorizar el trauma, el dolor y el duelo. Entonces, en 1976, Larry Mullen Jr. colgó un cartel en el muro de su escuela: «Baterista busca músicos para formar una banda». Entre los que respondieron a la llamada estaban Bono, the Edge y Adam Clayton.

U2 es parte de la era musical del postpunk y surgieron junto a bandas como The Clash, Stiff Little Fingers y los Sex Pistols. El postpunk evolucionó desde la fuerza contundente de predecesores como los Ramones, pero el sonido era más dinámico y las canciones más compuestas. Fue una época en la que el espíritu rebelde del rock and roll se volvió más político, más indignado con la hipocresía de las élites y los abusos de los poderosos.

Sin embargo, mientras sus contemporáneos se deleitaban en el cinismo y cantaban sobre «no tener razón» o «no tener futuro», U2 cantaba lamentos. U2 clamaba un «How long?» [¿Hasta cuándo?] y un «We could be as one» [Podríamos ser como uno] llenos de lamento. La banda era más profeta que disidente, con plena consciencia de que debajo de la sensación de injusticia estaba la esperanza de la restauración.

Le pregunto a Bono por ese contraste. «Ni siquiera los hilos más oscuros de sus letras», le digo, «suenan a desesperación. Suenan a lamento. Y debajo del lamento, siempre hay cierta clase de esperanza. La música punk es el sonido de la rebeldía. Tienes todo este trauma en tu pasado, esta sensación de pérdida. Parece como si la esperanza misma fuera un acto de rebeldía en tu mundo en ese momento».

Él lo piensa un momento y repite una frase. «Detrás del lamento acecha la esperanza. Sí, el duelo se convierte en una especie de invocación, ¿no? Una oración que espera respuesta». Se ríe. «Sí, oraciones de punk rock. Probablemente eso es lo que eran».

«Fue una época increíble, el punk rock», dice él. «Realmente me inspiró. Supongo que aquello contra lo que nos rebelábamos en U2 era algo un poco más elíptico, quizá más difícil de seguir para algunos, pero nos estábamos rebelando contra nosotros mismos».

«Tenía una Biblia, y recuerdo que subrayé Efesios 6: Porque nuestra lucha no es contra seres humanos, sino contra poderes, contra autoridades. Por lo tanto, pónganse toda la armadura de Dios, el cinturón de la verdad, la coraza de justicia, y calzados con la disposición de proclamar el evangelio de la paz. (…) Me impresionó muchísimo. Y, con 18 o 19 años pensé: Esta es la auténtica lucha que está sucediendo. El resto es solo una expresión de ello. Y, de paso, no pensaba que la gente religiosa comprendiera sus propias Escrituras porque a menudo utilizaban su religión —o al menos, ciertamente lo hacían en Irlanda— como un club para suprimir a los demás. Me refiero a católicos y protestantes… es bastante ridículo, si lo piensas. Sí, escogimos una lucha más interesante».

Se reacomoda y se ríe. «Si le permites a este cantante de rock irlandés ser sincero y citar sus propias letras, hay una canción en No Line on the Horizon llamada “Cedars of Lebanon”, y creo que dice: “Elige a tus enemigos con cuidado porque ellos te definirán. Haz que sean interesantes porque, de algún modo, te importarán”. Y continúa: “No estaban ahí en el principio, pero sí cuando tu historia termine. Permanecerán junto a ti más que tus amigos”. Creo que lo que U2 probablemente entendió correctamente es que nosotros simplemente… escogimos una lucha con un enemigo mucho más interesante que el más obvio para el punk rock».

Me recordó a algo que Bono dijo una vez en una entrevista con David Fricke para Rolling Stone [enlaces en inglés]. Fricke estaba cubriendo el tour de U2 de 1992 por su álbum Achtung Baby, en el cual la banda se entregaba a un glam autoparódico, salvaje y absurdo. Al comentarle sobre la contradicción de criticar los excesos del rock and roll mientras también se entregaban a ellos, Bono dijo: «Búrlate del diablo y huirá de ti».

Bono, a la derecha, con los miembros de la banda y unos amigos en 1979.Fotografía por Patrick Brocklebank.
Bono, a la derecha, con los miembros de la banda y unos amigos en 1979.

Después del lanzamiento de su primera grabación, U2 llegó a una encrucijada. «Estaban totalmente convencidos de que de verdad estábamos en el mal camino», dice Bono, describiendo a los líderes de la unida comunidad cristiana de la que eran parte en Dublín. Ellos presionaron muchísimo a la banda, convencidos de que seguir el llamado de Dios significaba dejar la música y centrarse en el evangelismo y en la vida de iglesia en Dublín.

The Edge abandonó. Bono no podía imaginar U2 sin él, así que también se fue. Larry lo comprendió. Adam no lo hizo, pero no tenía ganas de iniciar una pelea. Condujeron a casa de su manager, Paul McGuinness, y le dijeron que U2 se había terminado. Bono describe la escena en Surrender:

—¿Debo deducir de esto que han estado hablando con Dios? —preguntó él.
—Pensamos que es la voluntad de Dios —respondimos con seriedad.
—Entonces, ¿ustedes pueden simplemente llamar a Dios?
—Sí —dijimos.
—Bien, entonces quizá la próxima vez le puedan preguntar a Dios si está bien que su representante en la tierra rompa un acuerdo legal.
—¿Cómo, perdón?
—¿Creen que Dios les haría romper un acuerdo legal?… ¿Cómo es posible que este Dios de ustedes quiera que rompan la ley y no cumplan con su responsabilidad de realizar este tour? ¿Qué clase de Dios es ese?
Buen punto. Es poco probable que Dios quiera que quebrantemos la ley.

Esa conversación fue un punto de inflexión. Sin darse cuenta, McGuinness les había dado el permiso que necesitaban para vivir en la tensión de estar en el mundo, pero no ser parte de él. Bono escribe: «Como artistas, poco a poco descubrimos la paradoja y la idea de que no se nos exige resolver todo impulso contradictorio».

«Su trabajo siempre es “sí, y”», me cuenta Sandra McCracken. Como artista, McCracken lleva la música a santuarios de iglesia y a bares malolientes: algo que habría sido inimaginable para muchos músicos cristianos de la generación anterior. Bono mostró cómo se podía ser un artista cristiano y vivir en esos espacios liminares, dejando que el amor y la imaginación los guiaran para hacer la música en la que ellos creían, antes de nada.

«Es como si él sangrara periódicos y Escrituras por igual. No hay distinción, él vive con ambos frente a él», dice McCracken. «Y eso me cautivaba mucho. Me recuerda a las mejores conversaciones que intentas mantener con tus hijos. Sabes que algo ha cautivado su atención y preguntas: “¿Qué es lo que más te gusta de esto?”. Hay cierta generosidad en ello».

Es febrero de 2002. El primer Super Bowl después del 11 de septiembre ha sido un escaparate continuo de banderas estadounidenses, himnos y antiguos presidentes. Pero son los cuatro irlandeses de U2 los que suben al escenario en el intermedio.

Es difícil imaginar a otra banda o artista tan capaz de comunicarse con la ansiedad que bullía en la mente estadounidense después del 11 de septiembre. En las dos décadas desde el lanzamiento de su primer álbum, sus oraciones de punk rock los habían convertido en testigos creíbles de la presencia de Dios y de la esperanza de justicia en un mundo oscuro.

Cuando comenzó la música, the Edge tocaba la Gibson Explorer que compró en Nueva York cuando era niño. Bono apareció en medio de la multitud, cantando:

The heart is a bloom,
Shoots up from the stony ground.

Makoto Fujimora, el pintor y autor de Art and Faith: A Theology of Making, ha descrito la «guerra cultural» como una mentalidad polarizada que ve la cultura como un territorio a dominar en vez de como un espacio común que los cristianos comparten con su prójimo. En vez de un juego de suma cero, nos invita a una postura de «cuidado de la cultura» y de «creatividad generativa»: crear y colaborar para traer belleza y sanidad a un mundo roto.

«Requiere cierta clase de valentía ponerse en pie en medio de la devastación y no volverse cínico», me cuenta. «Dada la historia de Bono, tiene sentido que él quisiera expresar “Shalom” sobre el sufrimiento del mundo».

Durante el espectáculo de medio tiempo, «Shalom» sonaba mucho como «It’s a beautiful day».

Bono actuando con U2 durante el intermedio del Super Bowl XXXVI en 2002.Getty / Michael Caulfield
Bono actuando con U2 durante el intermedio del Super Bowl XXXVI en 2002.

Es fácil olvidar el impacto del 11 de septiembre y la ansiedad que provocó en el mundo occidental. Cuando experimentamos esa clase de violencia, necesitamos testigos proféticos que no solo vuelvan a prender el fuego de nuestra valentía y esperanza, sino que también nos enseñen a lamentarnos.

Cuando U2 comenzó su segunda canción, un telón negro se alzó detrás de ellos, con los nombres de las víctimas del atentado proyectándose hacia el cielo. The Edge comenzó los conocidos repiques percusivos de «Where the Streets Have No Name» y Bono oró el Salmo 51:15: «Abre, Señor, mis labios, y mi boca proclamará tu alabanza». Toda la banda arrancó la canción al unísono y Bono clamó: «¡América!», ofreciendo un gran alarido que sonó como algo entre un grito primitivo y un aleluya.

«Los artistas tienen que aprender a ponerse en pie desde las cenizas de la zona de impacto y creer que aún tienen una nueva misión y una nueva canción», me dice Fujimura. «Eso significa prestar atención a todo, lo bueno y lo malo. (…) Para alguien como Bono y U2, sus experiencias de trauma los capacitaron para escuchar un llamado. Para prestar atención a los arbustos en llamas —esos lugares donde Dios está hablando— y compartir lo que ven y escuchan con el mundo».

«Where the Streets Have No Name» es un lamento, una oración por la unidad que trasciende las divisiones de raza, clase y nación. Cuando la canción terminó, Bono abrió su chaqueta y reveló las barras y estrellas cosidas en su forro: un símbolo más de solidaridad.

Más tarde Bono la describió como una noche de «alegría desafiante». Es una descripción que encaja no solo con aquella noche, sino con todo su singular testimonio.

Con demasiada frecuencia, los artistas cristianos se enfrentan a códigos no escritos: temas que evitar, una autoimagen que proyectar, mensajes que embutir en sus proyectos, personas a las que no ofender y políticos a los que apoyar o evitar. Pocas cosas son más venenosas para la creatividad que esa clase de dogmatismo.

La respuesta de U2 a esas confrontaciones ha sido aceptar la paradoja y la contradicción de vivir en un espacio intermedio. A algunos les ha llevado a sugerir que son demasiado cristianos para el mainstream y demasiado mainstream para los cristianos. Me sorprende que este marco esté tan equivocado. Vivir en ese espacio de transición les ha capacitado mejor para hablar a ambas comunidades. Les dio la oportunidad aquella noche de 2002 de ofrecer el don del duelo y la esperanza a un mundo que observaba.

Bono también se encontró a sí mismo frente a estas divisiones de una manera distinta. A finales de siglo se involucró en una campaña para cancelar la deuda de los países en desarrollo llamada Jubilee 2000. El éxito de aquella campaña y la exposición que le dio a la epidemia de VIH/SIDA en África inspiró un nivel de compromiso mucho mayor en el trabajo de los activistas, y finalmente llevó a la fundación de la campaña ONE: que incluía un esfuerzo descomunal para proporcionar medicación antiviral al continente.

Para que la campaña tuviera éxito, necesitaba la participación de políticos conservadores y líderes evangélicos, pero los datos de las encuestas sugerían que los cristianos evangélicos tenían muy poco interés por ayudar a las víctimas del SIDA, incluidos los huérfanos. Bono llevó la iniciativa para construir puentes con políticos con los que nunca se hubiera imaginado compartir mesa. Escribe: «Estaba empezando a ver que la Biblia era una puerta por la que podía pasar con personas que de otro modo no se moverían».

«No son cuestiones partidistas», me dice Michael Gerson. Él fue escritor de discursos y ayudante político en la administración de George W. Bush y trabajó con la campaña ONE en los siguientes años. «Bono encontró un terreno común con otras personas debido a su convicción de la dignidad humana, que tenía su base en la Biblia».

Así fue como Bono llegó a encontrarse en una situación en la que estaban orando por él en la oficina del senador Jesse Helms (quien fue una de las fuentes de inspiración —y no de buena manera— para la canción contra la guerra «Bullet the Blue Sky». Es difícil imaginarse a un político con perspectivas más diametralmente opuestas a las de Bono. Helms había llamado al SIDA la «enfermedad gay» y se había opuesto a las leyes por los derechos civiles durante décadas. «Y aquí estaba él», escribe Bono, «poniendo su mano sobre mi cabeza».

Helms estaba orando por él.

«Tenía lágrimas en los ojos y más tarde se arrepintió públicamente del modo en que había hablado del SIDA en el pasado. Tuvo un impacto tremendo tanto en la izquierda como en la derecha. Fue la analogía de la lepra de la Biblia lo que le conmovió. Él tenía que seguir a Jesús allí».

Durante toda la administración Bush, Bono y otras personas de la campaña ONE construyeron un puente tras otro, dando como resultado que más de cien mil millones de dólares de los contribuyentes fueran asignados a la prevención de la transmisión del VIH y para brindar tratamiento.

«Lo que hizo que Estados Unidos cambiara de rumbo», me cuenta Bono, «lo que ayudó a inspirar al presidente conservador de los Estados Unidos en la lucha contra el VIH/SIDA y conducir al mundo en lo que fue la intervención más grande y extensa de la historia de la medicina, fueron los cristianos conservadores».

Le digo que estoy fascinado por esta historia, especialmente en estos tiempos de polarización.

«Yo me defino como de “centro radical”», dice. «Todos tenemos que cuidarnos mucho de tener nuestra fe secuestrada por la política».

Si el lamento esperanzado era un acto de rebeldía en 1981, cuando salió Boy, quizá identificarse como centro radical es el equivalente al punk rock en 2022.

«No creo que debamos permitirnos entrar en esta visión binaria del mundo entre lo progresista y lo conservador. Creo que es muy divisivo», dice. «Encontraremos un terreno común si intentamos llegar a un lugar más alto».

«Tenemos que conseguir llegar a un lugar de sabiduría», continúa Bono. «Y yo predigo un avivamiento». De hecho, él predice que las iglesias, de varias denominaciones «serán llenadas en vez de vaciadas. Pero depende de cómo se utilicen. Tenemos que esperar que la gente viva su fe, en vez de tan solo predicarla. Tenemos que predicar. Si eres un predicador, predica. Pero si no puedes vivirlo, entonces detente».

Cuando al principio visualicé cómo entrevistar a Bono, me encontré con que la escala y el alcance de su vida era bastante sobrecogedor. No solo es una de las mayores estrellas de rock del mundo: es uno de los activistas más visibles y eficaces. Y, por supuesto, al leer Surrender, me sorprendió cómo su extraordinaria vida también estaba llena de las complejidades comunes de nuestra experiencia humana: amor, pérdida, duelo, gracia, trauma y redención.

«Quería explicarle a mi familia, mis amigos y fans qué he estado haciendo con mi vida», dice Bono acerca de Surrender. «También quería explicarle a mi familia lo que he hecho con sus vidas. Fueron ellos los que me permitieron salir, ya fuera con el circo ambulante que era U2 o mi activismo. Solo quería que ellos…». Hace una larga pausa. «Quería que ellos entendieran lo que estuve haciendo con mi vida».

Como alguien que ha pasado la mayor parte de su vida identificándose con el carácter espiritual de las letras de Bono, creo que tiene mucho sentido que Bono escribiera una libro de memorias de corte espiritual. Es un género que seguramente San Agustín no inventó, pero para el que fijó el estándar en Confesiones. Las expresiones de deseo, arrepentimiento y esperanza de San Agustín resuenan hasta el día de hoy porque reflexionan acerca de la experiencia de cada alma que se permite a sí misma sentir anhelo por Dios. La oración más famosa de San Agustín: «Nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti» suena muy parecido al verso de U2: «I still haven’t found what I’m looking for» [Aún no he encontrado lo que estaba buscando].

Incluso en las páginas finales de Surrender Bono se identifica como un peregrino, no un sabio: alguien que sigue en la búsqueda. Cuenta una historia de un día que vio a su hijo tocando con su banda, Inhaler, y la conversación que tuvieron después. Bono le dijo: «Ser tú mismo es lo más difícil, y es fácil para ti. Ni una sola vez he sido yo mismo».

Le digo a Bono que esa línea realmente me sorprendió.

«La palabra surrender [rendirse] me sigue pareciendo fuera de mi alcance. A mí probablemente me falte la “integración” que se esperaría de una persona que ha sido sanada por su fe. Tengo alegría. Tengo algunas perspectivas, muchas de ellas. Pero de lo que estoy hablando es de estar cómodo conmigo mismo», dice.

«Ya sabes, lo de U2 en los escenarios… es muy grande», dice. «Realmente tenemos que prepararnos antes de salir al escenario. Tenemos que orar unos por otros. Y es como: “Venga, muchachos. Solo es un espectáculo de rock and roll. No es tan grave”. Pero no podemos hacerlo sin eso. Apenas ayer estuve hablando en mi escuela secundaria, a los alumnos de sexto. Les leía mi libro. Estaba muy nervioso».

Da un largo suspiro. «Pero te diré que, en lo profundo, hay un ancla», dice. «Estoy agarrado a la roca, y esa roca es Jesús».

Mike Cosper es director de CT Media.

Traducción por Noa Alarcón.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

Para recibir notificaciones sobre nuevos artículos en español, suscríbase a nuestro boletín digital o síganos en Facebook, Twitter, Instagram o Telegram.

El Príncipe de shalom

Una lectura de Adviento para el 5 de diciembre.

Christianity Today December 5, 2022
Stephen Crotts

Segunda semana de Adviento: El Príncipe de Paz


En medio del dolor y la violencia de nuestro mundo, nos aferramos a esta esperanza: un día Jesús traerá la paz verdadera y definitiva. Él también nos trae paz espiritual en el presente mientras experimentamos la redención y vivimos según los valores de su reino. Jesús es el Príncipe de Paz.

Lea Isaías 35

La palabra hebrea que utiliza Isaías para describir la paz que traerá el Prometido es shalom. Es una palabra hermosa que transmite plenitud, armonía y salud. Mientras que nosotros podríamos conformarnos con treguas nerviosas y parches temporales como sustitutos de la paz, shalom representa algo mucho más sólido. Más allá del cese de la guerra, shalom es una transformación de las condiciones que conducen a la guerra en primer lugar.

Cuando hay shalom, todo llega a funcionar de acuerdo al diseño creado por Dios. El concepto de shalom rechaza la idea de la vida como un juego de suma cero y se atreve a imaginar el florecimiento integral de cada persona y cada cosa, todo al mismo tiempo. El teólogo Darrell Johnson enseña que shalom describe «una plenitud psicosomática, relacional, racial, económica y espiritual». En el capítulo 35, Isaías describe esa plenitud en un hermoso lenguaje poético.

Empecemos por la plenitud psicológica que puede ofrecernos el Príncipe de Shalom. Según Isaías, ofrece una paz que le dice a nuestro «corazón temeroso: “Sean fuertes, no tengan miedo”» (v. 4), hasta que nos alcancen «la alegría y el regocijo» y se alejen «la tristeza y el gemido».

¿Y qué hay de la plenitud somática (o corporal)? En una imagen vívida tras otra, Isaías describe la sanación física: los ciegos ven, los sordos oyen, el cojo salta «como un ciervo» y grita «de alegría la lengua del mudo» (vv. 5–6). Incluso la propia creación es sanada, ya que «aguas brotarán en el desierto» (v. 6) y «se regocijará el desierto y florecerá» como una flor de azafrán (vv. 1–2).

A medida que Isaías 35 llega a su culminación, nos ofrece una visión vibrante de la plenitud relacional, económica y espiritual en la descripción de un pueblo redimido que camina y canta unido mientras va por un camino de santidad. No hay leones allí, nos dice Isaías, y podemos suponer con seguridad que el camino está libre de cualquier otro enemigo depredador u oportunista. El pueblo entra en Sion, los rescatados por el Señor, «coronados de una alegría eterna» (v. 10).

Este shalom definitivo, nos dice Isaías, es nuestro futuro. Pero hay incluso más que eso. El autor Jonathan Martin sugiere en su libro Prototype que, dado que el Príncipe de Paz nos da su Espíritu, estamos llamados a ser «personas del futuro», personas que practican el shalom aquí y ahora.

Este Adviento, cuando se enfrente a una situación en la que la paz sea muy necesaria, pregúntele al Señor: ¿Qué acción o actitud movería más esta situación hacia el florecimiento integral de todos y de todo lo que está implicado? Puede que descubra al Príncipe de Shalom convirtiéndolo en un arroyo en el desierto y llenándolo de alegría y gozo.

Carolyn Arends es artista discográfica, autora y directora de educación del instituto Renovaré. Su álbum más reciente es In the Morning.

Reflexione en Isaías 35.


¿Qué palabras o frases utilizaría para describir la paz que se vislumbra aquí? ¿Cómo habla de nuestra esperanza futura? ¿Cómo se refiere a la obra del Príncipe de Paz en nuestra vida actual?

Para recibir notificaciones sobre nuevos artículos en español, suscríbase a nuestro boletín digital o síganos en Facebook, Twitter, Instagram o Telegram.

Una visión de paz

Una lectura de Adviento para el 4 de diciembre.

Christianity Today December 4, 2022
Stephen Crotts

Segunda semana de Adviento: El Príncipe de Paz


En medio del dolor y la violencia de nuestro mundo, nos aferramos a esta esperanza: un día Jesús traerá la paz verdadera y definitiva. Él también nos trae paz espiritual en el presente mientras experimentamos la redención y vivimos según los valores de su reino. Jesús es el Príncipe de Paz.

Lea Isaías 2:1–5 y 9:6–7

Quizá la mayor prueba de que el Prometido es el Dios Fuerte es esta: Él es el único con un poder lo suficientemente grande como para traer una paz duradera. No solo trae la paz, sino que Él es la paz. El Príncipe de Paz.

Por supuesto, estamos acostumbrados a un mundo en el que la paz es exasperantemente esquiva. En 2003, el periodista Chris Hedges se propuso determinar si ha habido periodos de paz sostenidos en la historia de la humanidad. Definiendo la guerra como cualquier «conflicto activo que haya cobrado más de 1000 vidas», revisó 3400 años de historia y encontró 268 años sin guerra. En otras palabras, aproximadamente el 92 % de la historia registrada está marcada por un conflicto activo.

Por supuesto, el pueblo del antiguo Israel no necesitaba que un periodista le dijera que la existencia humana está plagada de guerras y rumores de guerras. Ellos habían pasado por experiencias traumáticas de primera mano marcadas por conflicto, violencia y opresión. Lo que necesitaban era un profeta que les proporcionara una visión de la paz lo suficientemente vívida como para contrarrestar las horribles imágenes ya grabadas en sus memorias.

Isaías brindó una visión de este tipo tanto para ellos como para nosotros. Considere las imágenes en el segundo capítulo de Isaías. Todas las naciones acuden juntas al monte de Dios. Allí descubren que la supuesta dicotomía entre paz y justicia ha sido falsa todo el tiempo. El Señor trae la paz a través de la justicia. Él juzga entre las naciones y resuelve las disputas, resolviendo no solo las guerras sino también sus causas subyacentes.

Y observa lo que ocurre cuando los humanos se encuentran en presencia del Príncipe de Paz: las espadas y las lanzas que han llevado a la montaña, las armas que durante mucho tiempo han considerado necesarias para su supervivencia, de pronto parecen estar fuera de lugar. La gente baja las armas. Pero el Príncipe de Paz tiene en mente algo aún más hermoso. Pronto, el pueblo colabora para convertir sus armas en herramientas de jardinería. El ingenio humano es redimido y redirigido de fines destructivos a fines creativos.

Isaías no es ingenuo. Ha visto la brutalidad que puede caracterizar —y caracteriza— la condición humana. Pero también ha vislumbrado el futuro vibrante, lleno vida y de paz, que el Príncipe de Paz ha planeado para su creación. Es el tipo de visión que da esperanza a un profeta cansado: una visión sobre el tipo de príncipe que un día hará que los ángeles exclamen: «Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los que gozan de su buena voluntad» (Lucas 2:14).

Carolyn Arends es artista discográfica, autora y directora de educación del instituto Renovaré. Su álbum más reciente es In the Morning.

Medite sobre Isaías 2:1–5 y 9:6–7.


¿Qué es lo que más le llama la atención de la visión de paz de Isaías? ¿Qué mensaje transmite esa esperanza a nuestro mundo actual? Ore, expresando la alabanza al prometido Príncipe de Paz.

Para recibir notificaciones sobre nuevos artículos en español, suscríbase a nuestro boletín digital o síganos en Facebook, Twitter, Instagram o Telegram.

La mayor esperanza de todas

Una lectura de Adviento para el 3 de diciembre.

Christianity Today December 3, 2022
Stephen Crotts

Primera semana de Adviento: El Dios Fuerte


El niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre es el glorioso Creador y el que sostiene todas las cosas. Oímos hablar de su poder y su fuerza en las enseñanzas de Juan el Bautista. Anticipamos la promesa de su regreso y su reino que no tendrá fin. Jesús es el Dios Fuerte.

Lea Apocalipsis 21:1–6 y 21:22–22:5

Imagine un niño que es acosado en el patio de la escuela. Los niños lo rodean, se burlan de él y lo empujan al suelo. Está intentando contener las lágrimas, pero eso es lo único que puede contener; no hay manera de detener el terror y el tormento.

Entonces, casi de la nada, se detiene un coche. Es el padre del niño. «Entra en el auto, hijo», le grita el padre. El niño se escapa de los otros niños, se pone en pie y se dirige a tropezones al auto. Se alejan a toda velocidad. Cuando el niño mira brevemente por la ventana, está seguro de que sus acosadores se están riendo. El niño está a salvo, pero no se puede considerar que obtuvo una victoria. Una huida no es una victoria.

El final del libro de Apocalipsis —que también es el final de la Biblia— nos muestra una imagen, no de nuestra huida, sino de la llegada de Dios. Jesús conquistó el pecado y la muerte en la cruz. En el evangelio de Juan, Jesús dijo desde la cruz: «Todo se ha cumplido» (19:30). Aquí, en la visión de Juan, el que está sentado en el trono dice: «Ya todo está hecho» (v.6). La primera declaración fue un anuncio de compleción; la segunda es una proclamación de que las cosas van a suceder. La victoria de Jesús en la cruz fue puesta de manifiesto en su resurrección, pero llegará en plenitud en su regreso.

Sabemos que la temporada de Adviento es un tiempo de espera entre dos advenimientos. Sin embargo, la verdad es que también es una espera entre dos victorias. Jesús el Fuerte ha vencido, y Jesús el Fuerte vendrá otra vez.

Y cuando viene, viene a morar. La visión del final que ofrece el libro de Apocalipsis es la de Dios haciendo cielos y tierra nuevos, uniendo el nuevo cielo y la nueva tierra como uno solo, y llenándolo con su presencia y su luz. Se trata de una victoria que viene acompañada de una ocupación; solo que en este caso, la ocupación son buenas nuevas, ¡las mejores que el mundo podría recibir! El Creador ha redimido a su creación y ha venido a llenarla de su gloria. La historia que comenzó en el Génesis ha sido perfeccionada y completada.

Volvamos al patio de la escuela. Imagine de forma creativa un escenario totalmente diferente: en lugar de que el padre grite para que su hijo se suba al auto para salir huyendo, el padre aparca el coche, se baja y se acerca lentamente. La autoridad de su sola presencia ahuyenta a los hostigadores. Abraza a su hijo. Llama a los otros niños que se esconden y que están sufriendo, para que salgan a la luz. Decide quedarse y rehacer por completo la escena, ahora con mejores elementos y mayores alegrías. Llega la comida y la bebida. Luego llega la música. Y los helados. Abundan las risas. De alguna manera, el lugar de dolor se ha convertido en el lugar de gozo.

Glenn Packiam es pastor principal de la Iglesia Rockharbor en Costa Mesa, California. Es autor de The Resilient Pastor y coautor de The Intentional Year (diciembre de 2022).

Reflexione sobre Apocalipsis 21:1–6 y 21:22–22:5.


¿Qué le llama la atención en esta descripción del reinado definitivo del Dios Fuerte? ¿Qué esperanza y consuelo le trae? ¿Cómo desea responder a Jesús?

Para recibir notificaciones sobre nuevos artículos en español, suscríbase a nuestro boletín digital o síganos en Facebook, Twitter, Instagram o Telegram.

Theology

Recluirte en un arca no te ayudará a sobrevivir este diluvio de ansiedad

En un mundo de miedo y confusión, la historia de Noé ofrece la esperanza del bautismo.

Christianity Today December 2, 2022
Source Image: Wikimedia Commons /Ediciones por Rick Szuecs

Hace unas semanas, un comentarista identificó lo que él cree que es la mentalidad dominante de nuestra época. Lo llama «mentalidad de arca», basando su argumento en el relato bíblico de Noé y el diluvio. [Los enlaces redirigen a contenidos en inglés].

La «mentalidad de arca», argumenta Venkatesh Rao, sucede cuando abandonamos la idea de intentar resolver los grandes problemas del mundo y, en cambio, buscamos un «arca» en donde resistir las tormentas en esta era de ansiedad.

Rao señala la indolencia con la que la mayoría de la gente ve «la bola de nieve de problemas globales y crisis hacia las que nos precipitamos», ya sean los anuncios de una tercera guerra mundial nuclear, otra pandemia global o el derrumbe de la economía. Él especula que incluso la noticia de una invasión alienígena se recibiría con un ¿Y qué puedo hacer yo al respecto?, y una especie de aburrida aceptación. Esto, escribe, es un mecanismo de supervivencia para la gente en una nueva época de oscuridad.

El objetivo de un arca, después de todo, es «sobrevivir a un diluvio catastrófico mientras se preserva, en la medida de lo posible, todo lo que te importa», escribe Rao.

Para algunos en el sector tecnológico, el arca serían las criptomonedas, la inteligencia artificial o el metaverso. Otros parecen estar reduciéndose a las estrechas subculturas del trabajo, los intereses o la vida personal.

«Si puedes esconderte dentro de algo, y desconectar o reconfigurar engañosamente el resto de la realidad, entonces eso funciona como un arca», dice Rao.

Si la «geología del diluvio» es la perspectiva que defienden algunos grupos creacionistas para explicar fenómenos como el Gran Cañón, yo creo que se podría llamar a la tesis de Rao una especie de «psicología del diluvio».

Su metáfora captó mi atención porque actualmente estoy enseñando Génesis 1-11 (que incluye el relato de Noé) en un seminario dominical en mi iglesia. Me detuve para preguntarme si su metáfora realmente podría tener algo de verdad acerca de esta época y, si fuera así, si la iglesia podía aprender de ello.

Sin duda Rao tiene razón en que vivimos en una era extraordinariamente ansiosa. También tiene razón en que vivimos en un momento en el que el cinismo a menudo se manifiesta como una insensibilidad o indolencia autoprotectora. Al menos parte de esto se debe al fracaso de los grandes esfuerzos utópicos por resolver grandes problemas que no han funcionado. Para muchas cuestiones —a menudo algunas de las peores—, la respuesta se encuentra en la pequeña escala y en lo local, en los «pequeños pelotones» de la iglesia, la familia y la comunidad.

Incluso así, creo que Rao no ve claramente el meollo de la historia del arca de Noé, y quizá los cristianos tampoco.

El arca no era un mecanismo de supervivencia. Noé no la buscó. De hecho, el libro de Hebreos describe la construcción de este barco como un acto de fe por parte de aquel que fue «advertido sobre cosas que aún no se veían» (Hebreos 11:7). Cuando Jesús comparó los últimos días con «los días de Noé», no estaba hablando de lo impactantes y disruptivos que serían esos días, sino lo tranquilos, aburridos y comunes que resultarían.

La gente de aquella época no estaba ansiosa, sino que «comían, bebían y se casaban y daban en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca; y no supieron nada de lo que sucedería hasta que llegó el diluvio y se los llevó a todos» (Mateo 24:37-39).

El arca no era el mecanismo para protegerse a fin de sobrevivir: la vida cotidiana lo era.

El apóstol Pedro le escribió a un grupo disperso de cristianos del primer siglo que habían estado esperando el regreso de Cristo. Al igual que Jesús, Pedro advirtió que el mayor obstáculo para estar preparados es la sensación de cotidianeidad.

Los que se burlan dirían: «¿Qué hubo de esa promesa de su venida? Nuestros padres murieron, y nada ha cambiado desde el principio de la creación» (2 Pedro 3:4).

Esta estabilidad mundana puede llevarnos a olvidar lo repentino del diluvio que una vez sumergió la tierra. La señal del arcoíris en el cielo apunta al pacto mediante el cual Dios prometió no volver a destruir nunca más la tierra con un diluvio.

Para los que creen haber sido abandonados por Dios —puesto que el final aún no ha llegado; lo sabemos porque la tierra no ha sido purgada con fuego y los cielos nuevos y la nueva tierra aún no están aquí—, Pedro escribió que lo que estaban viendo no era la falta de atención de Dios, sino su paciencia: «porque no quiere que nadie perezca, sino que todos se arrepientan» (2 Pedro 3:9).

En cierto modo, lo que se necesita de la iglesia es una versión de la «mentalidad de arca» de Rao. Hemos de recordar que así como «solo pocas personas, ocho en total, se salvaron mediante el agua» en el arca, nosotros somos bautizados en Cristo. En él ya hemos pasado por la mayor crisis de todas: el juicio de Dios.

Por eso la vida cristiana comienza con algo tan extraño como pasar por el agua. El apóstol Pablo nos enseña que nuestros ancestros, el pueblo de Israel, fue «bautizado» al pasar ilesos por las mismas aguas que sobrepasaron a los ejércitos egipcios (1 Corintios 10:1-2). Pasaron por las aguas del Jordán hasta la tierra prometida. Y al comienzo de su ministerio Jesús fue al mismo río Jordán para ser bautizado. Esa es nuestra historia.

Hasta cierto punto, lo que la iglesia hace es señalar al arca y advertir, como dice la vieja canción: «No habrá más agua, será el fuego la próxima vez». Y, aun así, o quizá por eso mismo, nosotros deberíamos vernos no solo en el principio del diluvio, sino también en su final.

Cuando las aguas bajaron, dice la Biblia, Noé envió algunos pájaros como exploradores. El cuervo nunca regresó. Esta era una señal ominosa, puesto que los cuervos son carroñeros que se alimentan de lo que está muerto. La destrucción aún los rodeaba.

Después, sin embargo, envió a una paloma. Al principio la paloma regresó porque «no encontró un lugar donde posarse» (Génesis 8:9). También malas noticias. En su segundo vuelo, la paloma regresó con una hoja de olivo recién arrancada. Significaba esperanza y una señal de vida. Había algo allá, en el otro lado. Sin embargo, fue aún mejor cuando la paloma no regresó. Había un futuro suficiente ahí afuera como para que el pájaro descansara fuera del arca. Había encontrado un hogar.

Cuando Jesús bajó a las aguas del bautismo, su primo Juan se escandalizó. El bautismo de Juan, después de todo, era para pecadores y víboras que necesitaban temer la ira venidera. Juan sabía desde sus días en el vientre de su madre que Jesús no entraba en esa categoría. Y, aun así, Jesús se identificó a sí mismo con nosotros, pecadores, igual que cuando se sometió al bautismo de fuego de la cruz romana (Lucas 12:49-50).

Y, cuando salió del agua, el Espíritu Santo descendió sobre él como una paloma. Una vez más, una paloma avistaba la nueva creación, encontraba vida tras el juicio y señalaba hacia el hogar.

Cuando Jesús se marchó, nos dijo que no nos había abandonado, sino que enviaba al mismo Espíritu Santo para recordarnos: «En el hogar de mi Padre hay muchas viviendas» (Juan 14:1-18).

La ansiedad que tenemos alrededor es real. A veces parece que el mundo entero está teniendo un ataque de nervios, todos al mismo tiempo. Quizá lo vemos con más claridad en el creciente número de adolescentes que se enfrentan a un alza sin precedentes de problemas de salud mental. Otros —muchos de sus padres, abuelos, amigos y vecinos— no sienten ansiedad, pero han abandonado toda esperanza para el futuro.

Para un mundo como este, nuestro mensaje no debería ser encontrar distracciones, es decir, trivialidades que nos insensibilicen de lo que parece ser un mundo aterrador. Tampoco deberíamos acostumbrarnos a como son las cosas, contentos de alimentarnos con lo que está muerto.

Recluirte en un arca no te hará sobrevivir al diluvio de ansiedad del mundo. Las arcas que construimos jamás serán suficientes para las aguas que enfrentamos.

Sin embargo, hay vida al otro lado de las aguas.

Russell Moore es editor jefe de Christianity Today.

Traducción por Noa Alarcón.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

Para recibir notificaciones sobre nuevos artículos en español, suscríbase a nuestro boletín digital o síganos en Facebook, Twitter, Instagram o Telegram.

El juez que es fiel y verdadero

Una lectura de Adviento para el 2 de diciembre.

Christianity Today December 2, 2022
Stephen Crotts

Primera semana de Adviento: El Dios Fuerte


El niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre es el glorioso Creador y el que sostiene todas las cosas. Oímos hablar de su poder y su fuerza en las enseñanzas de Juan el Bautista. Anticipamos la promesa de su regreso y su reino que no tendrá fin. Jesús es el Dios Fuerte.

Lea Apocalipsis 19:4–21

La estudiante de posgrado que dialogaba conmigo se sentía agobiada por las preguntas que le hacían sus amigos agnósticos sobre el infierno y el juicio de Dios. Le resultaba difícil conciliar el Dios de amor y el mensaje de perdón con las visiones del tormento ardiente. Mientras hablábamos, le expliqué que hay muchos puntos de vista cristianos ortodoxos sobre cómo será el juicio final, pero que lo principal que se le pide a los cristianos es que confíen en Jesús como Juez. Se sintió visiblemente aliviada.

Cualquiera que sea la razón —podríamos culpar a Dante, a la religión popular o a la superstición medieval—, a menudo imaginamos el juicio de Dios como algo impersonal y frío, como una ejecución en masa o una bomba detonada a distancia. Pero el libro de Apocalipsis nos muestra deliberadamente a Jesús tomando parte en el juicio a las naciones. Creo que hay dos razones para esto.

En primer lugar, la justicia y el juicio son dos caras de la misma moneda. Para promulgar la justicia, hay que ejecutar el juicio. Si queremos que Jesús, el Dios Fuerte, restaure el mundo, debe ocuparse del mal y la injusticia al mismo tiempo. En este caso, la justicia y el juicio de Jesús son representados de una manera vívida que habría tenido influencia en las mentes del primer siglo: un guerrero a caballo con una espada. Sin embargo, debemos tener cuidado con nuestras suposiciones en cuanto a este punto.

Esto nos lleva a la segunda razón por la que se muestra a Jesús como el que ejecuta la justicia y el juicio: el Jesús que regresa es el mismo Jesús que vino. No hay cambio de identidad entre los advenimientos. «Jesucristo es el mismo ayer y hoy y por los siglos» (Hebreos 13:8). Esta convicción nos ayuda a considerar cómo Jesús promulga la justicia y ejecuta el juicio. En la cruz, Jesús murió en solidaridad con el pecador y con el que sufre. Llevó el peso del juicio de Dios sobre el mal.

Si nos preguntamos cómo responde Jesús a la injusticia y al mal, la respuesta es: Él sangra. El juicio cayó sobre Él para que la justicia —lo torcido vuelto a enderezar— fuera hecha posible para todos. Cuando vemos a Jesús venir como un guerrero cuyo manto está teñido en sangre, la sangre bien podría ser la suya propia. Al fin y al cabo, se trata de un rey como ningún otro. Jesús encarna la fuerza y el poder de una manera que nunca antes hemos conocido.

Sin embargo, este pasaje no nos deja sin una advertencia. Hay quienes se resisten a este rey, quienes insisten en seguir su propio camino, su propio gobierno, su propio imperio. Para ellos, la vida verá su fin. Las horribles imágenes de ser devorados representan la erosión de la vida.

El Rey de reyes da vida con su muerte. Pero si nos resistimos a recibir la vida que Él da e insistimos en proteger la nuestra, en lugar de vida obtendremos muerte.

El juicio y la justicia van juntos. Y el que llevará a cabo ambos es Fiel y Verdadero. ¿Confiaremos en Él para promulgar la justicia y ejecutar el juicio?

Glenn Packiam es pastor principal de la Iglesia Rockharbor en Costa Mesa, California. Es autor de The Resilient Pastor y coautor de The Intentional Year (diciembre de 2022).

Medite en Apocalipsis 19:4–21.


¿Cómo puede su conocimiento de Jesús y de su primer advenimiento ayudarle a comprender su Segunda Venida? ¿Cómo le ayuda a comprender la justicia y el juicio del Rey de reyes?

Para recibir notificaciones sobre nuevos artículos en español, suscríbase a nuestro boletín digital o síganos en Facebook, Twitter, Instagram o Telegram.

Ideas

El daño colateral del pecado

Columnist

«Errar el blanco» daña nuestra alma, y la de nuestro prójimo aún más.

Christianity Today December 1, 2022
Ilustración por Paige Vickers

Aryanna Schneeberg, de ocho años, estaba jugando en el patio trasero de su casa cuando una flecha le atravesó la espalda. Un vecino estaba intentando disparar a una ardilla, pero erró el blanco y, en cambio, su flecha penetró el pulmón, el bazo, el estómago y el hígado de la niña. Ella conserva las cicatrices que permanecen tras sobrevivir a una lesión de ese tipo. Cada vez que escuchemos a un predicador explicar la palabra griega para pecado, hamartia, como «errar el blanco», haríamos bien en pensar en Aryanna.

Al igual que sucede con muchos otros clichés del púlpito, este apunta a algo que en parte es correcto. Sin embargo, el problema es que la imaginación de la mayoría de los cristianos occidentales que han aprendido de Robin Hood, supera su experiencia real en el tiro con arco. Pensamos en un escenario bucólico en donde disparamos nuestras flechas hacia un blanco colocado sobre una paca de heno. La metáfora es casi reconfortante: no nos vemos a nosotros mismos como criminales o rebeldes, sino como practicantes que a veces fallamos en un juego inocente. Echamos mano de nuestra aljaba para tener una oportunidad más de acertar.

Sin embargo, no es así como la Biblia describe el pecado. La Biblia dice que el pecado es la transgresión de la ley (1 Juan 3:4). Cuando define el pecado, lo hace sistemáticamente en términos que implican tanto al perpetrador como a la víctima: enemistad, disensión, opresión de huérfanos y viudas, adulterio, codicia.

Bajo esa luz, el pecado luce menos como un blanco de práctica en un lugar aislado en el campo, y se ve más bien como lanzar flechas a la avenida de una ciudad, en medio de la multitud. A nuestro alrededor hay cuerpos agonizantes o muertos, golpeados por nuestras flechas errantes.

En un sermón sobre el pecado, puede que un predicador también cite al puritano John Owen: «Mata al pecado o él te matará a ti». Eso también es verdad. Y, aun así, no está diciéndolo todo: puede ser que nuestro pecado también esté matando a los que están a nuestro alrededor. «La paga del pecado es muerte», nos dice la Biblia (Romanos 6:23). Esa muerte puede que no sea solamente la propia, sino también la del prójimo.

El libro de Apocalipsis es una carta circular a iglesias muy diferentes. Algunas de aquellas congregaciones habían sido perseguidas activamente por Roma, mientras que otras se sentían cómodas y habían claudicado ante Roma. Los pecados particulares y las tentaciones de cada iglesia difieren, pero la promesa es la misma: Dios juzgará. El resto del libro muestra cómo cae ese juicio sobre el mundo, representado como Babilonia. Pero comienza con la iglesia. Y la pregunta para el pueblo de Dios en el presente es si nos parecemos más a Babilonia o a la Nueva Jerusalén.

Una de las razones por las que el Apocalipsis parece tan extraño para muchos es por sus imágenes a menudo crípticas: una bestia emerge del mar, una prostituta se sienta sobre siete colinas (13:1; 17:9). Sin embargo, aun en su forma más misteriosa, ¿acaso este libro no describe los dilemas a los que todos nos enfrentamos ahora mismo?

Roma, la ciudad de las siete colinas, es en aquel momento la ciudad opulenta, rica e idólatra que dirige a una bestia poderosa y monstruosa: un vasto imperio que subyuga todo a su paso. La bestia controla por medio del miedo al sufrimiento. La prostituta controla con la seducción del lujo y el confort. La bestia dice: Únete a mí y te daré acceso al poder. La prostituta dice: Únete a mí y te daré acceso al placer. Detrás de todo esto, no obstante, hay una falsificación. La bestia es un intento de imitar al Cordero que ha sido herido, que ha vencido y que ahora señala a un pueblo para sí mismo. Babilonia es una distorsión del reino de Dios.

No solo los imperios literales pueden convertirse en bestias. Los ministerios también pueden hacerlo. Podemos pensar que estamos apuntando hacia el Cordero cuando solamente estamos replicando las maneras de operar de la bestia. Podemos pensar que estamos sirviendo al reino cuando en realidad solo estamos construyendo Babilonias que caerán en una sola hora (Apocalipsis 17:12).

Lo que hemos de identificar y arrancar no es un solo ídolo —la iconoclasia sexual, el supremacismo blanco, el nacionalismo cristiano, el sincretismo religioso, o simplemente la envidia, las rivalidades y la codicia a la antigua usanza—, sino todos ellos. No deberíamos dividirnos entre los que justifican cierta clase de pecados «personales» y aquellos que justifican ciertos pecados «sociales».

¿Realmente creemos que nuestro pecado está dañando a otras personas? ¿Creemos que nuestros ministerios realmente pueden herir a la gente, y que lo han hecho? Si es así, recordemos aquello que nos hace «evangélicos» en primer lugar. Nosotros somos los que le decimos al mundo, y a nosotros mismos, no solo «crean en las buenas nuevas», sino «arrepiéntanse y crean en las buenas nuevas».

Dios es un Dios de gracia, un Dios que nos perdona a nosotros, pecadores, a través de la sangre de su Hijo. Pero también es un Dios de juicio: uno que puede notar la diferencia entre Jerusalén y Babilonia, entre el cordero y la bestia. En esta época de revelaciones, deberíamos escuchar lo que el Espíritu dice a las iglesias, incluso cuando nuestras metáforas yerren el blanco.

Ted Olsen es editor ejecutivo de CT.

Traducción por Noa Alarcón.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

Para recibir notificaciones sobre nuevos artículos en español, suscríbase a nuestro boletín digital o síganos en Facebook, Twitter, Instagram o Telegram.

Jesús reinará

Una lectura de Adviento para el 1 de diciembre.

Christianity Today December 1, 2022
Stephen Crotts

Primera semana de Adviento: El Dios Fuerte


El niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre es el glorioso Creador y el que sostiene todas las cosas. Oímos hablar de su poder y su fuerza en las enseñanzas de Juan el Bautista. Anticipamos la promesa de su regreso y su reino que no tendrá fin. Jesús es el Dios Fuerte.

Lea Mateo 24:29–44

Muchas preguntas surgen con la primera palabra del pasaje de hoy: «Inmediatamente».

La mayor parte del resto del contenido de los versículos 29–31 se ha entendido casi siempre como una descripción del regreso de Cristo, descrito poéticamente en el lenguaje de Isaías 13:10 y 34:4 como algo que implica una conmoción cósmica. (Algunos, en cambio, lo han interpretado como una especie de venida invisible de Jesús en juicio a través de la destrucción de Jerusalén en el año 70 d.C. por parte de Roma, aunque la idea de reunir a los elegidos de un rincón del mundo a otro no encaja en esa interpretación).

¿Cuándo volverá Cristo? Este mensaje en el monte de los Olivos fue provocado por la pregunta de los discípulos acerca de cuándo volvería Jesús (Mateo 24:3). Él enumeró una larga lista de todo lo que debía ocurrir primero (vv. 4–26) y luego dice, en esencia: Permanezcan alerta sobre estas cosas para saber cuándo se acerca mi venida, tal como una higuera en hoja presagia la llegada del verano.

Para el año 70 d.C. habían ocurrido ejemplos de todas «estas cosas», por lo que, desde entonces, la iglesia en cada generación ha creído que podría ver su regreso. Jesús no estaba diciendo que volvería durante la vida de los discípulos, sino que todos los acontecimientos preparatorios habrían tenido lugar. «Estas cosas» en el versículo 34 tienen que ser las mismas que «estas cosas» en el versículo 33, que muestran que el regreso de Cristo «está cerca» pero aún no ha llegado. Esto muestra que no hablan de su regreso en sí, sino solo las señales que preceden su regreso. Cuando regrese, ya no estará simplemente «cerca, a las puertas», sino que ya habrá llegado.

No podemos saber el momento preciso en que todo esto sucederá, por lo que siempre debemos estar preparados. Aquellos que no lo estén serán sorprendidos por lo repentino y sorpresivo de los acontecimientos finales. Si permanecemos alerta en todo momento, no tendremos que preocuparnos por un ladrón a medianoche. Por supuesto, Jesús no va a volver para robarnos nada; lo que esta comparación busca destacar es la idea de lo inesperado.

¿Pero qué hay de «inmediatamente después de la tribulación de aquellos días»? Tal vez la tribulación que se menciona aquí es la angustia que caracteriza todo el periodo entre las dos venidas de Cristo. Después de todo, 2 Timoteo 3:12 asegura que habrá persecución en contra de todos los santos (incluso en medio de los muchos momentos de alegría en la vida cristiana).

Sea como sea que lo interpretemos, aquí está el testimonio de Jesús como el Dios Fuerte que restaurará todas las cosas en su tiempo perfecto. Hoy en día, muchos cristianos han recuperado el llamado bíblico a la justicia en esta vida, y con razón: debemos hacer todo lo que podamos para ayudar a los demás. Pero la guerra, la enfermedad, las catástrofes naturales, las lesiones y las discapacidades, la pobreza y las relaciones rotas requieren que confiemos en Dios por sobre todo para la completa restitución y restauración en la eternidad. Y en el gran esquema de la eternidad, su regreso probablemente nos parecerá a todos como si hubiera ocurrido «inmediatamente».

Craig L. Blomberg es profesor emérito distinguido de Nuevo Testamento en el Seminario de Denver, y es autor de numerosos libros, entre ellos su comentario sobre el libro de Mateo y su libro Interpreting the Parables.

Reflexione sobre Mateo 24:29–44.


¿Qué preguntas suscita este pasaje para usted? ¿Qué sentimientos produce? Reflexione en oración sobre la forma en que dirige su atención hacia la fuerza y el poder de Jesús.

Para recibir notificaciones sobre nuevos artículos en español, suscríbase a nuestro boletín digital o síganos en Facebook, Twitter, Instagram o Telegram.

Apple PodcastsDown ArrowDown ArrowDown Arrowarrow_left_altLeft ArrowLeft ArrowRight ArrowRight ArrowRight Arrowarrow_up_altUp ArrowUp ArrowAvailable at Amazoncaret-downCloseCloseEmailEmailExpandExpandExternalExternalFacebookfacebook-squareGiftGiftGooglegoogleGoogle KeephamburgerInstagraminstagram-squareLinkLinklinkedin-squareListenListenListenChristianity TodayCT Creative Studio Logologo_orgMegaphoneMenuMenupausePinterestPlayPlayPocketPodcastRSSRSSSaveSaveSaveSearchSearchsearchSpotifyStitcherTelegramTable of ContentsTable of Contentstwitter-squareWhatsAppXYouTubeYouTube