Culture

La autoridad de las Escrituras no es el problema

Aunque los autoritarios la usan mal, la verdad de la Palabra de Dios permanece.

Christianity Today May 16, 2023
Ilustración por Jack Richardson

De vez en cuando, escucho a alguien que en términos generales describe con precisión la difícil situación actual de la iglesia sugerir que el problema es que hemos «reemplazado a Jesús con la Biblia» o que hemos enfatizado la autoridad bíblica hasta el punto de caer en el autoritarismo.

¿Está Jesús demasiado eclipsado en el evangelicalismo estadounidense? Indudablemente. ¿Hemos visto a algunos personajes autoritarios, desde dictadores fuertes hasta pastores explotadores, causar daños catastróficos? Sí. ¿Esto sucede porque conocemos y veneramos demasiado la Biblia? No, de ninguna manera.

Algunos quisieran que nos opongamos al autoritarismo con desconfianza de la autoridad en sí. Al final, nos dirían, todo se trata solo de poder y dominación, por lo que nuestra elección es, fundamentalmente, a quién cederemos el poder o sobre quién lo ejerceremos. Pero así como el poliamor no es una intensificación del amor, ni el politeísmo es una intensificación de Dios, así tampoco el autoritarismo es una intensificación de la autoridad. Estas son cosas completamente diferentes.

Como demostró el sociólogo Robert Nisbet el siglo pasado, los autoritarios de todo tipo prosperan en la ausencia de una autoridad legítima. Al hacerlo, reemplazan la autoridad (basada en la persuasión y la lealtad) por el poder (que Nisbet definió como arraigado en la coerción).

El Evangelio de Marcos presenta a Jesús al comienzo de su ministerio como alguien que asombraba a las multitudes porque enseñaba «como quien tiene autoridad y no como los maestros de la ley» (Marcos 1:22). Este es el tipo de autoridad que, sí, podía disipar los espíritus inmundos y calmar las tormentas, pero también era una autoridad que hablaba a los corazones humanos, diciendo: Ven y mira y Ven y sígueme.

Si la Biblia es la Palabra de Dios exhalada por el Espíritu Santo como creemos que es, entonces ese Espíritu es el Espíritu de Cristo (1 Pedro 1:11). Cuando escuchamos la Biblia, escuchamos a Jesús. Así conduce el Buen Pastor a sus ovejas: nosotros seguimos su voz (Juan 10:3,14,27).

Cuando no hacemos caso a esa voz, empezamos a escuchar otras voces, que nos llaman a otros pastos. A veces, estas otras voces se alegran de hacernos pensar que sus voces son las de nuestro Señor. A veces se alegran de que creamos que sus voces son las de nuestro propio pensamiento independiente. En cualquier caso, ese camino conduce a las lágrimas.

Hemos visto que la Biblia es utilizada por muchas personas diferentes hoy en día, incluidos algunos posibles autoritarios. A veces se usa la Biblia para hacer incuestionable la interpretación teológica de una tradición, otras veces se usa para hacer incuestionables los consejos prácticos de vida de un gurú, y otras veces se usa para hacer incuestionable la lealtad debida a un líder o a una ideología.

Sin embargo, el antídoto para esto es el que siempre ha existido: conciencias que conocen la Palabra de Dios lo suficientemente bien como para que, así como Jesús en el desierto, puedan reconocer cuándo se está torciendo la Palabra para convertirla en algo muy distinto.

El énfasis evangélico en la autoridad bíblica arraigado en el principio de la Reforma de la Sola Scriptura (‘solo las Escrituras’, por su significado en latín) puede ser fácilmente caricaturizado. Pero la Sola Scriptura nunca tuvo la intención de significar que la Biblia es la única autoridad, sino que la Palabra de Dios es la única autoridad que no puede ser juzgada o usurpada por alguna otra autoridad.

Mientras haya una Palabra de Dios, ningún ser humano o institución puede pretender ser incuestionable. Eso no es porque no haya nada conocible en existencia, sino porque hay un Dios verdadero, y Él ha hablado.

Hoy tenemos más recursos bíblicos que nunca. Tenemos más personas que saben cómo argumentar a partir de abstracciones extraídas de las Escrituras a favor de cualquier punto de controversia que quieran usar para devastar a sus oponentes.

Lo que no tenemos es una iglesia formada por personas que conocen profundamente el contenido de las Escrituras, que conocen la historia lo suficientemente bien como para reconocer un Betel o una Meribá o un Egipto o una Babilonia cuando se encuentran en alguno de ellos.

¿Cómo nos aseguraremos de que nuestros hijos sepan cómo resistir a aquellos que afirman falsamente la autoridad de Cristo? A nuestros hijos los familiarizamos con la voz del verdadero (Marcos 13:14–23). En una era en la que no se puede distinguir la autoridad del autoritarismo, nuestra contribución más importante es conservar el tipo de iglesia que puede decir: «Así dice el Señor». Una iglesia para quien esta frase realmente significa algo.

Russell Moore es editor jefe de CT.

Traducción por Sergio Salazar.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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News

Wayne Grudem cambió de opinión sobre el divorcio en casos de abuso

Uno de los principales teólogos complementarios dice que ya no cree que la Biblia ofrezca solo dos razones justificables para terminar un matrimonio.

Christianity Today May 16, 2023
Cortesía de Wayne Grudem.

Este artículo fue publicado originalmente en inglés en noviembre de 2019.

Wayne Grudem, un sobresaliente teólogo calvinista y destacado complementario, cambió su postura para sostener que hay una base bíblica para el divorcio en casos de abuso, y compartió acerca de su nueva perspectiva en una importante reunión de eruditos evangélicos hace unas semanas.

Después de escuchar sobre algunas parejas de la vida real cuyas creencias cristianas los llevaron a soportar el abuso en lugar de separarse, Grudem dijo que estudió las Escrituras con mayor detalle y concluyó que el abuso puede ser causa de divorcio, siempre que los pastores y los ancianos busquen el discernimiento de Dios al guiar a una pareja hacia dicho resultado.

Esto constituye una enmienda a la postura que sostuvo por mucho tiempo, sobre la cual publicó incluso recientemente en su libro de texto de 2018 Christian Ethics: An Introduction to Biblical Moral Reasoning [Ética cristiana: Una introducción al razonamiento moral bíblico].

La interpretación histórica de la mayoría de los evangélicos provee dos razones para el divorcio: adulterio (Mateo 19:9) o abandono del matrimonio por parte de un cónyuge incrédulo (1 Corintios 7:15).

«Mi esposa Margaret y yo nos enteramos de algunos ejemplos desgarradores de cosas como [personas que han sufrido] severa humillación y degradación sexual prolongada durante décadas, y otro caso de maltrato físico que había durado décadas», dijo a CT. «En todas estas situaciones el cónyuge abusado había guardado silencio, creyendo que el deber de un cristiano era conservar el matrimonio a menos que hubiera adulterio o deserción, cosa que no había sucedido».

Grudem, cofundador del Council on Biblical Manhood and Womanhood, presentó su nuevo trabajo sobre el tema en la reunión anual de la Sociedad Teológica Evangélica (ETS, por sus siglas en inglés) la semana pasada, en una charla titulada «Motivos para el divorcio: por qué ahora creo que hay más de dos». [Los enlaces de este artículo redirigen a contenidos en inglés].

Quienes con anterioridad han defendido aceptar el abuso como motivo para el divorcio han señalado el uso que hace Pablo del verbo «separar» en 1 Corintios 7:15, argumentando que el versículo aplica a un cónyuge que huye del hogar en busca de protección. Pero Grudem no estaba convencido del todo anteriormente.

El versículo dice: «Sin embargo, si el que no es creyente se separa, que se separe. En tales casos el hermano o la hermana no están obligados, sino que Dios nos ha llamado para vivir en paz» (1 Corintios 7:15, NBLA, cursiva añadida).

«La mayoría de los comentarios asumen que “en tales casos” se refiere solo a casos de deserción por parte de un incrédulo», dijo Grudem. Pero luego de un examen más detallado, se dio cuenta de que la frase no aparece en ninguna otra parte de la Biblia. Grudem analizó 52 usos de la frase en la literatura griega antigua y descubrió que «en tales casos» por lo general no solo se refiere al escenario que el escritor ya mencionó (es decir, un cónyuge incrédulo), sino a escenarios similares a ese.

«Estos ejemplos me llevaron a concluir que en 1 Corintios 7:15, se debe entender que la frase “en tales casos” incluye cualquier caso que destruya de manera similar un matrimonio», dijo Grudem. Por lo tanto, concluyó que el abuso es uno de estos casos.

Sin embargo, aclaró que la restauración sigue siendo el primer objetivo cuando surge la opción del divorcio. Si el cónyuge abusador es cristiano, entonces se debe buscar consejería y la disciplina de la iglesia, pero si el abuso no se detiene, el líder de la iglesia debe considerar que este puede ser un caso en el que la víctima es libre para buscar el divorcio.

Un poco más de la mitad de los pastores evangélicos (55 %) cree que el divorcio puede ser la mejor opción en casos de violencia doméstica, mientras que solo el 4 % dice que una pareja nunca debe divorciarse, incluso en casos de violencia, según una encuesta de investigación de LifeWay.

La respuesta de la audiencia de ETS fue «abrumadoramente positiva y de agradecimiento», dijo Grudem, quien recibió pocas objeciones. «Más tarde, una mujer me dijo que ella brinda consejería a mujeres maltratadas, y lloró cuando leyó mi bosquejo. Más de una persona me dijo después: “Vine preparado para estar en desacuerdo con usted, pero usted me persuadió”».

Ariel Bovat, una consejera clínica que trabaja en rehabilitación en casos de violencia doméstica, tuiteó que Grudem fue el «MVP» de ETS por su presentación. «¡Esta información liberará a tantas mujeres de sus abusadores!», escribió.

El tema del divorcio en caso de abuso ha sido tema de conversación entre los evangélicos en la era #MeToo y #ChurchToo.

La controversia de 2018 en torno al líder bautista del sur Paige Patterson, comenzó cuando circuló en línea una grabación de él aconsejando a una mujer que se sometiera a su esposo abusivo. CT informó en ese momento que Patterson dijo que había aconsejado y ayudado a otras mujeres a dejar a sus maridos abusivos, pero mantuvo su compromiso de nunca recomendar el divorcio: «¿Cómo podría yo como ministro del evangelio? La Biblia deja en claro la forma en que Dios ve el divorcio».

Unos años antes, Grudem y otros teólogos complementarios participaron en un debate teológico sobre la naturaleza de la Trinidad que tuvo implicaciones para sus enseñanzas sobre los roles de género y la sumisión femenina. Las mujeres complementarias, en particular, se han pronunciado en contra de un énfasis excesivo en la sumisión que podría llevar a las esposas a creer que deben someterse a maridos abusivos.

Traducción por Sergio Salazar.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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¿Es hora de dejar atrás el ‘tiempo devocional’?

El involucramiento efectivo con la Biblia debe ser más que una experiencia individual.

Christianity Today May 15, 2023
Unsplash / Aaron Burden / Riccardo Mion

La desconexión se cristalizó hace 12 años cuando yo (Dru) comencé a enseñar una clase de introducción al Antiguo Testamento para estudiantes de primer año. Cada semestre, estudiantes cristianos devotos me decían que leían sus Biblias todos los días. Incluso podían recitar versículos clave de memoria. Conocían bien los clichés teológicos cristianos. Sin embargo, a pesar de su relación constante con la Biblia, se sorprendieron por lo que encontramos en Génesis —tal como que haya secciones que parecen indicar que hay cosas que Dios no sabe (Génesis 11:5; 18:21; 22:12), y eso por no mencionar el libro de Jueces—.

Empecé a notar que su comprensión deficiente de las Escrituras no necesariamente se debía a la falta de lectura, si bien es cierto que eso también es un gran problema en los EE. UU. De 2021 a 2022, el nivel de involucramiento con la Biblia, medido por indicadores como la frecuencia de uso, el impacto espiritual y la importancia moral en la vida cotidiana, cayó un 21 por ciento entre los usuarios adultos estadounidenses. Fue la caída anual más grande registrada por la Sociedad Bíblica Estadounidense (ABS, por sus siglas en inglés) en su estudio anual sobre el Estado de la Biblia. Y casi 1 de cada 5 feligreses respondieron que nunca leen la Biblia.

Pero en el caso de mis estudiantes, muchos de los cuales leen la Biblia a diario y han optado por asistir a una universidad cristiana, su pobre comprensión y aplicación de las Escrituras parece deberse a la forma en que se acercan a las mismas. Es la forma en que muchos cristianos en Estados Unidos, pero también en otros países, han estado leyendo la Biblia durante décadas: a través de «devocionales diarios» o «tiempos devocionales».

Si consideramos la forma en que se practica habitualmente el tiempo devocional diario en la actualidad, es muy poco probable que dé como resultado la fluidez necesaria para comprender y aplicar la enseñanza bíblica. Es necesario incluir el tiempo devocional dentro de una matriz de hábitos de estudio de las Escrituras a fin de que pueda recuperar su poder para transformar nuestro pensamiento y nuestras comunidades.

¿Cómo pueden mis alumnos leer tanto la Biblia y tener tan poca comprensión de la Torá? ¿Cómo pueden no prestar atención a su enfoque en los nuevos cielos y la nueva tierra? ¿Cómo pueden estar confundidos con conceptos como la salvación y el mal? CT abordó previamente las estadísticas de Lifeway Research que revelan esta tendencia de analfabetismo bíblico entre la población en general. Y parece que su tiempo devocional diario en las Escrituras los aleja de entender partes clave de las mismas.

«En general», escribió Ed Stetzer en 2017, «los estadounidenses, incluidos muchos cristianos, tienen puntos de vista no bíblicos sobre el infierno, el pecado, la salvación, Jesús, la humanidad y la Biblia misma». Al igual que muchos cristianos estadounidenses, mis alumnos no parecían entender los detalles necesarios para comprender todo el alcance de las Escrituras. [Los enlaces de este artículo redirigen a contenidos en inglés].

Cuando pastoreé una iglesia a principios de la década de 2000, estos conceptos teológicos se consideraban asuntos básicos que mis feligreses de 80 años de edad (¡algunos solo habían terminado la educación secundaria!) parecían entender profundamente y ser capaces de aplicarlos en sus vidas y ministerios. Al igual que mis alumnos, estos cristianos nacidos en las primeras décadas del siglo XX y antes de la Gran Depresión también practicaban lecturas devocionales cortas todos los días.

Sin embargo, gracias a diversas formas de estudio realizadas a lo largo del tiempo, a menudo comprendían el contexto del pasaje en el que estaban meditando; es decir, lo que venía antes y después. Es posible que hayan leído un pequeño pasaje todos los días, pero buscaban integrarlo en su comprensión más amplia de las Escrituras obtenida de una relación más sólida con las mismas que iba más allá de la lectura diaria.

Pero aquellos de mis estudiantes que no practican formas más sólidas de acercarse a las Escrituras —tales como el estudio bíblico inductivo, los planes anuales de lectura de la Biblia, el leccionario o la lectio divina— tienen pocas herramientas que puedan ayudarlos a situar una meditación diaria en un versículo como «¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra?» (Romanos 8:31, NVI). Tal microdosificación de las Escrituras sin una comprensión del todo puede fácilmente distorsionar nuestras interpretaciones. Las tradiciones probadas por el tiempo de involucramiento extendido con las Escrituras nos exponen y nos familiarizan con los contenidos de las Escrituras.

Es necesario incluir el tiempo devocional dentro de una matriz de hábitos de estudio de las Escrituras a fin de que pueda recuperar su poder para transformar nuestro pensamiento y nuestras comunidades.

Cuando mis estudiantes de primer año describieron sus «tiempos devocionales» diarios, comencé a comprender mejor la desconexión. Carecían de lecturas comunitarias extendidas de las Escrituras, es decir, un espacio donde fuera seguro interrogar el texto y romperse la cabeza sobre su significado.

Para ellos, la lectura de las Escrituras era una responsabilidad individual con un resultado primordial y necesario: que Dios les mostrara algo del pasaje que fuera inmediatamente relevante para sus vidas. Muchos jugaban a la ruleta de la Biblia todas las mañanas, dejando que las Escrituras se abrieran en cualquier página y pidiéndole a Dios que les mostrara lo que debían aprender de los versículos. Algunos de ellos leían solo un versículo al día. Otros leían un pasaje, o tal vez un capítulo.

Incluso cuando esta práctica puede parecerse superficialmente al hábito diario de sus abuelas o bisabuelos, sus efectos pueden ser completamente diferentes. La mayoría de mis alumnos, incluso los que tenían algún tipo de formación bíblica institucional o en la iglesia, se sorprendieron con las preguntas básicas que les hacía sobre la Biblia que tenían en sus manos. Sin contexto y más comprensión, su escaso estudio de las Escrituras con el tiempo solo agravó su ignorancia y malentendidos.

Este fenómeno de leer sin comprender es cada vez más evidente. El Centro de Pensamiento Hebraico [Center for Hebraic Thought], la organización que Celina y yo dirigimos, organizó una conferencia sobre alfabetización bíblica en octubre de 2021, reuniendo a líderes especializados en el involucramiento con las Escrituras y en educación bíblica. Estuvieron representadas casi dos docenas de organizaciones, incluidas la Sociedad Bíblica Estadounidense, The Gospel Coalition [Coalición por el Evangelio], el Council for Christian Colleges & Universities y el Museo de la Biblia, así como profesores de seminarios, YouTubers, diseñadores de software y expertos en currículos bíblicos.

Cuando les conté historias sobre mis devotos estudiantes que malinterpretaron la Torá y los Evangelios, todos coincidieron en que habían visto este mismo fenómeno en sus propios círculos y estaban igualmente preocupados por la aparente ineficacia de los hábitos de lectura devocional de muchos cristianos.

Mis estudiantes no sabían leer la Biblia. Realmente no conocían las historias, los personajes, las ideas y los temas de la Biblia, y mucho menos cómo la literatura en sí encaja y argumenta a favor de una visión particular del mundo. Y como cristianos, debemos apuntar mucho más allá de la alfabetización básica. Esperamos conocer y practicar el pensamiento y la instrucción de las Escrituras con fluidez, extendiendo su sabiduría a todas las áreas de la vida que no aborda directamente.

Por ejemplo, alguien que tenga conocimientos sobre la Biblia sabrá que el sistema de justicia del antiguo Israel, tal como se describe en la Torá, no involucraba encarcelamiento ni policía. Pero alguien que tenga fluidez en la Biblia sabrá que este hecho no significa automáticamente que debemos erradicar todas las cárceles y fuerzas policiales. En cambio, la persona que domina la Biblia podrá discernir los principios subyacentes en la Torá: la guía y los temas estructurales profundos que finalmente nutrieron y dieron forma a nuestro pensamiento sobre el crimen, la policía y el encarcelamiento en la actualidad.

La alfabetización bíblica se enfoca en conocer el vocabulario y la gramática de las Escrituras: qué hay en la Biblia y cómo funciona la literatura. La fluidez es la capacidad de pensar junto con la enseñanza repetida de las Escrituras y extender el pensamiento y prácticas a situaciones modernas, donde todas las variables pueden ser diferentes a las del contexto antiguo, pero los principios son los mismos.

Si la mera alfabetización fuera el objetivo, las personas solo necesitarían saber la mayor parte de lo que contiene la Biblia. Pero el conocimiento básico de los «hechos bíblicos» es insuficiente. La Escritura misma exige que el pueblo de Dios medite y practique sus instrucciones como comunidad para volverse sabio (Deuteronomio 4:10, 30:9-10). Dios le dijo a Israel que su instrucción a través de Moisés era para que todo Israel (hombres, mujeres, extranjeros, nativos, jóvenes y ancianos) se convirtieran en «un pueblo sabio e inteligente» (Deuteronomio 4:6). Jesús afirma que practicar su instrucción hará lo mismo (Mateo 7:24), pero simplemente conocer los textos no lo hará (Lucas 18:18–30).

Si no podemos aplicar con fluidez los principios bíblicos, extendiendo el pensamiento de las Escrituras a asuntos como las criptomonedas, la reforma policial y penitenciaria, la identidad sexual y de género, y todo lo demás que los autores bíblicos no abordaron directamente, entonces no somos las personas sabias y perspicaces que Dios desea que seamos.

Para muchos cristianos, particularmente los evangélicos, el tiempo devocional de la mañana es «quizás la más básica de todas las disciplinas espirituales», escribe David Parker en una edición de 1991 de Evangelical Quarterly. Las «devociones diarias» son tan fundamentales en la concepción que muchos evangélicos tienen de una relación con Dios, que no pueden imaginar el cristianismo fiel sin ellas. Pero su iteración actual, al menos en los EE. UU., surgió apenas hace unos 150 años.

Muchos evangélicos defienden los devocionales diarios citando Mateo 6:6: «Pero tú, cuando te pongas a orar, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto. Así tu Padre, que ve lo que se hace en secreto, te recompensará». Sin embargo, este pasaje no especifica la forma particular que generalmente toma el tiempo devocional.

El tiempo devocional de hoy generalmente implica llevar una Biblia a un lugar privado, «haciéndolo a primera hora de la mañana, sin usar formas de oración escritas y prescritas, [sino] sentarse en silencio con la expectativa de que Dios le hable y le brinde guía concreta para el día», escribe Greg Johnson, pastor principal de la Iglesia Presbiteriana Memorial en St. Louis, en su disertación From Morning Watch to Quiet Time.

Johnson rastrea la práctica moderna del tiempo devocional hasta la década de 1870, cuando los evangélicos estadounidenses fusionaron dos prácticas devocionales puritanas previamente separadas: la oración privada y el estudio bíblico privado. Esta fusión de oración y estudio de la Biblia se transformó en la «vigilia de la mañana», que enfatizaba la oración de intercesión. A partir de ahí se convirtió en un «tiempo devocional», que restó énfasis a la oración de intercesión para centrarse en la escucha y la meditación en silencio. Este nuevo énfasis en que las personas reciban ideas diarias de parte de Dios transformó la naturaleza de la relación con la Biblia que se le enseñó a generaciones de cristianos estadounidenses.

Los devocionales diarios o el tiempo devocional se ha caracterizado por hacerse de forma individual y, por lo general, no implica un estudio riguroso de las Escrituras. Por el contrario, los lectores a menudo se enfocan en un capítulo o incluso en algunos cuantos versículos por sesión, de los cuales pueden esperar recibir la guía de Dios para su vida personal en ese momento. Los devocionales diarios suelen incluir un período de oración para «escuchar» la voz de Dios, que se cree que se manifiesta en los versículos leídos en esa sesión o mediante la comunicación directa a la mente del oyente.

Aunque esta escucha puede ser expectante, es esencialmente pasiva. A menudo se guía por una creencia implícita de que la Palabra de Dios habla y transforma a través de percepciones repentinas dirigidas a lectores individuales, en lugar de por medio de un estudio sostenido y un cuestionamiento activo y comunitario con respecto a lo que se lee.

Este ritual diario privado se benefició enormemente de la publicación de la Biblia de referencia Scofield [en inglés] en 1909, una Biblia de estudio individual accesible y ampliamente vendida en el mercado. La Biblia de Scofield reflejó y promovió la difusión del dispensacionalismo entre los protestantes estadounidenses. El dispensacionalismo tenía un poder animador, nos dijo Greg Johnson en una entrevista, porque brindaba a las personas un marco para leer el Antiguo Testamento e implicaba que los lectores volvieran a involucrarse con las principales ideas bíblicas que los protestantes habían pasado por alto.

El uso de la Biblia Scofield en el movimiento dispensacionalista fomentó un enfoque individualista del estudio de la Biblia. O al menos aumentó la confianza de los lectores en su propia interpretación independiente de las Escrituras. Mark Noll señala en America’s Book: The Rise and Decline of a Bible Civilization, 1794–1911: «A medida que profundizaron su creencia en la capacidad de las personas sencillas para captar el significado sencillo de la Biblia», el populismo del movimiento dispensacionalista basado únicamente en la Biblia en realidad elevó «un cuerpo de élite de maestros que guían a otros paso a paso en la lectura de la Biblia ‘por su cuenta’».

En otras palabras, el sentido de estudio independiente fue apuntalado por el comentario junto con el texto bíblico. Irónicamente, «la Biblia de Scofield guió a los lectores a proclamar que eran independientes y no necesitaban guía alguna», escribe Noll.

En contraste con los sermones y el estudio bíblico en grupo, los devocionales diarios se convirtieron en ejercicios de formación interior e individual, compartiendo tendencias con el modernismo secular de la época. Los defensores de los tiempos devocionales comenzaron a identificar el principal beneficio de los devocionales diarios como «un yo transformado en lugar de un mundo transformado», escribe Johnson en su disertación.

Si bien la formación del carácter personal es esencial, aisladamente se alinea mejor con las tendencias modernistas que con el enfoque bíblico sobre la formación del carácter a través de hábitos, rituales y orientación de la comunidad. Este enfoque interno también puede proyectar la formación de la justicia en comunidades y sistemas, misma que es una preocupación principal de los autores bíblicos, como una adhesión a los principios éticos individualistas.

Algunas de las personas que practicaban los «tiempos devocionales» comenzaron a tratar la Biblia más como una herramienta de meditación que como la enseñanza misma de Dios y su pueblo. Durante el tiempo devocional, la contemplación progresaría hasta la confesión y la meditación bíblica, que culminaría con el registro de cualquier guía divina recibida ese día. La lectura, como observa Johnson, podía ser solo un breve pasaje de la Biblia o un comentario devocional, no un estudio extenso de las Escrituras como un cuerpo unificado de literatura.

Hoy en día, el tiempo devocional diario con frecuencia no involucra las Escrituras en absoluto. Como CT ha señalado en otra parte, en 2023 Lifeway Research reveló que aunque el 65 por ciento de los feligreses protestantes pasan tiempo a solas con Dios todos los días, solo el 39 por ciento lee la Biblia durante ese tiempo. Si, esta estadística significa que los cristianos están cambiando una lectura devocional apresurada y fragmentada por un estudio bíblico integral en grupo, entonces tal vez eso sería mucho mejor. Sin embargo, la caída en el involucramiento general con la Biblia en el estudio de ABS sugiere que más cristianos simplemente no la están leyendo.

A fines del siglo XX, el tiempo devocional diario se había convertido en un elemento fijo de la ortodoxia en algunos sectores del cristianismo. Christy Gates, directora nacional de involucramiento con las Escrituras de InterVarsity Christian Fellowship, afirma que la práctica de «DQT» (tiempo devocional diario, por sus siglas en inglés) en los ministerios universitarios llegó a convertirse en el requerimiento mínimo de la vida espiritual. Preguntar sobre el «caminar con Dios» de alguien pasó a significar «¿Estás haciendo tu tiempo devocional diario?».

Gates enfatizó que incluso cuando los ministros enseñan la práctica del estudio bíblico en grupo junto con DQT, como lo hace InterVarsity, el estudio en grupo por lo general disminuirá mientras que el DQT permanece. ¿Por qué? Ella piensa que el DQT está relacionado con nuestro individualismo religioso que desea que Dios razone con nosotros directamente. En el pasado, la adoración diaria presentaba a una familia o comunidad que le pedía a Dios provisión, pero hoy consiste principalmente en individuos que le piden a Dios que les hable. El peligro es claro: escuchar las ideas de Dios en las Escrituras y en oración sin rendir cuentas a la comunidad puede producir una comprensión tenue del cristianismo.

Los cristianos que enfatizan el DQT como una práctica espiritual necesaria típicamente señalarán los momentos en que Jesús oró de forma aislada como modelo para este ritual: «Muy de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, Jesús se levantó, salió de la casa y se fue a un lugar solitario, donde se puso a orar» (Marcos 1:35). Por supuesto, cuando sus discípulos frustrados lo encuentran, Jesús les explica por qué se fue del pueblo: «Vámonos de aquí a otras aldeas cercanas donde también pueda predicar; para eso he venido» (v. 38, énfasis añadido). Lucas también señala el hábito de Jesús: «Él, por su parte, solía retirarse a lugares solitarios para orar» (Lucas 5:16, énfasis añadido). Jesús, como de costumbre, estaba encontrando un respiro de las masas exigentes o moviéndose al siguiente lugar, porque «para eso ha venido».

Es razonable ver la oración privada de Jesús como un ritual que debemos emular. Como mínimo, parece ser una práctica sabia que surge de las Escrituras, incluso si el tiempo de oración en silencio y la lectura de la Biblia nunca se les ordena a los hebreos ni a los primeros seguidores de Jesús.

Pero los expertos contemporáneos en el involucramiento con la Biblia están de acuerdo en que el tiempo devocional diario, que hemos llegado a combinar con la lectura diaria de la Biblia, puede distorsionar nuestra comprensión de las Escrituras. Los líderes de ministerios paraeclesiásticos que entrevistamos ya habían identificado el tiempo devocional diario y la lectura devocional como la única forma de consumo de las Escrituras que podría ser problemática en sus comunidades de ministerio.

Los profesores de Biblia, los administradores de seminarios y los pastores, así como representantes de la Sociedad Bíblica Estadounidense, Our Daily Bread [Nuestro pan diario], Cru e InterVarsity, todos nos dijeron que quieren fomentar la lectura diaria de la Biblia. Pero también tienen como objetivo remodelar este involucramiento para personas como mis estudiantes de primer año: aquellos que microdosifican la Biblia todos los días, pero no entienden lo que están leyendo.

No existe una medida universal para la alfabetización bíblica. Tampoco hay consenso sobre qué grado de conocimiento se traduce como alfabetización. La Sociedad Bíblica Estadounidense mide lo que llama «involucramiento con la Biblia» («involucramiento» entendido como frecuencia de uso, impacto y centralidad en la moralidad) en sus estudios sobre el estado de la Biblia. Pero alguien podría calificar alto en «involucramiento» sin saber mucho sobre la propia teología de las Escrituras o las suposiciones básicas de los autores bíblicos. Además, la evidencia anecdótica sugiere que la alfabetización bíblica ha disminuido cada vez más.

Si la alfabetización bíblica está disminuyendo, incluso para aquellos que leen un devocional todos los días, ¿cuál es el camino a seguir? La mayoría de los ministros paraeclesiásticos con los que hablamos informaron que han estado considerando métodos que brindan una perspectiva más amplia de las Escrituras. Estos incluyen rituales antiguos de lectura de las Escrituras que muchas iglesias evangélicas rara vez han practicado (como la lectio divina, el uso del Libro de Oración Común, etc.). Pero la práctica más mencionada por los líderes del ministerio fue la lectura pública o comunitaria de las Escrituras.

De alguna manera, esta forma de participación bíblica es lo opuesto al tiempo devocional. En lugar de leer, las comunidades escuchan juntos largos tramos de las Escrituras, a veces de 30 minutos a una hora, ya sea usando Biblias en audio o haciendo que las personas lean en voz alta. Los profesores de Biblia han notado durante mucho tiempo que el hábitat natural de las Escrituras está en los oídos de los cristianos reunidos, no en los ojos de los individuos. Los efectos del involucramiento con las Escrituras de formato largo en la alfabetización bíblica son todos anecdóticos en este punto.

Desde Moisés hasta Josías y Nehemías, la lectura comunitaria de la Biblia fue normal en puntos clave de la historia de Israel. La lectura pública de las Escrituras ocurre en el Sinaí (Éxodo 19:7), durante las reformas de Josías (2 Reyes 23:1-2), y para todos los que regresaron a Judá en los días de Esdras (Nehemías 8), entre otros casos. Y la práctica de la sinagoga de leer la Torá y los Profetas cada sábado (Lucas 4:16-17; Hechos 13:14-15) surgió alrededor del siglo III antes de Jesús.

Todas estas lecturas públicas incluyeron explicación y respuesta comunitaria. Como argumenta Brian Wright en su libro Communal Reading in the Time of Jesus, la lectura pública de la literatura que se extendió por el imperio romano también incluía a los cristianos y sus textos sagrados. Para la iglesia primitiva, eso habría incluido no solo escuchar juntos, sino también cuestionar y razonar juntos sobre lo que se escuchaba.

Entonces, cuando Justino Mártir (155 d. C.) informa que los primeros cristianos se reunían los domingos para leer las Escrituras «durante tanto tiempo como fuera posible», debemos imaginar que esas lecturas comunitarias no terminaron simplemente con un amén al unísono. Estas primeras comunidades cristianas judeo-gentiles probablemente batallaron para comprender lo que habían oído, buscando entenderlo como comunidad.

El involucramiento de largo plazo con las Escrituras no es nada nuevo para la iglesia. La secta judía de Jesús del primer siglo comenzó con largas lecturas semanales de la Torá y la Haftará (profetas) junto con el canto de los Salmos. Desde el leccionario medieval de la iglesia católica romana, también utilizado por los reformadores protestantes, hasta el plan anual de lectura de la Biblia completa del siglo XIX de Robert Murray M’Cheyne, la exposición amplia y regular a las Escrituras fue un componente crucial de la alfabetización bíblica generalizada y de bajo nivel en la historia de la iglesia.

Uno podría imaginar cuán extraños serían nuestros devociones diarios no solo para los antiguos israelitas sino también para las antiguas comunidades cristianas y judías. ¿Qué pensarían de un seguidor devoto que lee diariamente algunas frases de la Escritura y luego le pide a Dios que le revele algo «para y para hoy»? Este ritual parece aún más extraño cuando el lector no tiene una comprensión integral de las narrativas, los temas, la teología y otros aspectos de la Biblia.

Si muchos evangélicos estadounidenses no pueden imaginar una vida espiritual próspera sin esta lectura bíblica diaria de «tiempo devocional», entonces probablemente no puedan imaginar la vida espiritual de la mayoría de los judíos y cristianos a lo largo de la historia —así como de muchas comunidades cristianas en el mundo de hoy— que han carecido de fácil acceso a una Biblia personal. Debemos repensar nuestra imagen de devoción y nuestras formas de leer las Escrituras y reencontrarnos con los comportamientos esenciales que siempre han caracterizado al pueblo de Dios.

Es posible que necesitemos desplazar el centro de gravedad de la devoción lejos de las prácticas solitarias y dirigirlo hacia las prácticas comunitarias.

Tal vez deberíamos seguir el ejemplo establecido por la iglesia primitiva que describió Justino Mártir, leyendo juntos la Biblia extensamente y discutiendo las preguntas difíciles que plantea, en lugar de escuchar pasivamente o confiar acríticamente en los comentarios teológicos. Podemos dar la bienvenida al desacuerdo amoroso y humilde en aras de una mejor comprensión mutua. Debemos entrenarnos para dejar que nuestras incomodidades y confusiones sobre este texto antiguo salgan a la superficie para que podamos superar las respuestas rápidas y fáciles que a menudo lo único que consiguen es esconder nuestras preguntas más importantes debajo de la alfombra.

Y son precisamente estas preguntas y necesidades las que nos guían hacia una mejor comprensión de la continuidad entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, el carácter consistente de Dios y la relevancia de las Escrituras para cada área de la vida, y no estrictamente «para que hablen a mi vida hoy».

Si los rituales comunes de hoy en día de involucramiento bíblico no funcionan, entonces debemos interrumpirlos a favor de prácticas de aprendizaje profundo. Estos nuevos hábitos podrían consistir en la escucha comunitaria, la inmersión profunda en la Biblia, la lectura repetida de libros completos de la Biblia, o alguna otra estrategia. Pero la suposición de que los devocionales diarios por sí solos producirán conocimiento y fluidez en las Escrituras ya no parece sostenible, porque nunca lo fue.

El objetivo no es abandonar el tiempo devocional. A través de este se nos ha dado fácil acceso a toda la instrucción de Dios, y los momentos de oración y reflexión en soledad son parte de una vida cristiana completa. Pero es posible que necesitemos desplazar el centro de gravedad de la devoción lejos de las prácticas solitarias y dirigirlo hacia las prácticas comunitarias.

Esperamos ver a las familias e iglesias cristianas recrear una cultura de involucramiento comunitario vigoroso con las Escrituras que haga que los momentos devocionales se desborden en prácticas que produzcan comunidades justas y pacíficas.

Dru Johnson es profesor de estudios bíblicos y teológicos en The King’s College en la ciudad de Nueva York. Él y Celina Durgin dirigen y editan The Biblical Mind, publicado por el Center for Hebraic Thought.

Traducción por Sergio Salazar.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Juan 3:16 no siempre debe parecernos tan familiar

Necesitamos mirar de nuevo las enseñanzas básicas de la fe, sin importar cuánto hayamos estudiado la Biblia.

Christianity Today May 5, 2023
Jared Boggess

En esta serie, eruditos bíblicos reflexionan sobre un pasaje en su área de especialización que ha sido formativo en su propio discipulado y continúa hablándoles hoy.

Una cálida noche de abril, mi equipo de béisbol de la escuela secundaria estaba celebrando una gran victoria. Entonces, uno de los entrenadores nos llamó a reunirnos. Con tono serio, nos dijo que Merri Kathryn Prater, una buena amiga y compañera de clase, había fallecido días después de un trágico accidente automovilístico. Mis compañeros y yo estallamos inmediatamente con grandes expresiones de lamento. Una compañera de clase que estaba en las gradas nos dijo a unos cuantos que el repentino sonido de nuestro dolor fue como una explosión de escopetas, y que hizo eco en las montañas que rodeaban nuestro campo de béisbol al este de Kentucky.

Cuando nos calmamos, muchos de mis compañeros de equipo y yo nos dirigimos a la iglesia de Merri Kathryn. Allí, el pastor Mike Cudill (conocido por sus congregantes como el hermano Mike) y los miembros de la iglesia se reunieron para ayudar a los adolescentes de la comunidad a procesar la noticia de su muerte.

Recuerdo estar sentado en un banco en el inmaculado santuario de la Primera Iglesia Bautista de Hindman con mis compañeros. Uno de ellos, un cristiano como Merri Kathryn, pasó las páginas de una Biblia que había tomado de uno de los bancos hasta que encontró Juan 3:16, y comenzó a leerme lentamente el versículo.

«Jarvis, de esto se trata la vida», me dijo. Fue la primera vez que recuerdo haber escuchado Juan 3:16. En aquel momento, todavía afligido por el dolor y la noticia, no tenía ni idea de lo que ese versículo significaría para mí a lo largo de mi vida. La exposición de mi compañero me sorprendió y me dejó en silencio.

Durante los siguientes días pensé en la realidad de mi propia mortalidad y en mi necesidad de entregarle mi vida a Jesucristo a la luz de la fe de Merri Kathryn, su muerte, y la verdad de Juan 3:16. Los miembros de la iglesia de Merri Kathryn ya me habían hablado del Evangelio varias veces cuando fui a visitarla al hospital.

Pocas semanas después, el 22 de abril de 1996, el hermano Mike me condujo al Señor durante una llamada telefónica. Yo tenía 17 años. El hermano Mike me bautizó y me convertí en miembro de la iglesia de Merri Kathryn. Fui el primer afroamericano que se unió a esta iglesia en toda su historia.

Esta comunidad me amó profundamente: más incluso que algunas personas de mi propia familia. Me enseñaron mucho acerca del amor de Dios, el amor al prójimo, el Evangelio y lo que yo ahora llamo la diversidad redentora del reino. No fui el único de mi escuela en volverse cristiano aquel año. La muerte de Merri Kathryn provocó decenas de profesiones de fe en mi pequeño condado que tenía unos cuantos miles de habitantes. Durante varios meses, los nuevos creyentes siguieron expresando su deseo de bautizarse.

Al principio, cuando no era creyente, el contenido de Juan 3:16, me resultó fresco y desconcertante, y siguió siéndolo de diferentes maneras cuando me convertí en un nuevo creyente en Cristo. Durante el avivamiento en Hindman prediqué y compartí mi testimonio, todavía maravillado por el versículo. Pero, conforme vamos creciendo en la fe, quizá haya muchos de nosotros que se han olvidado del poder, la verdad y las implicaciones de versículos como Juan 3:16.

Los versículos que nos resultan familiares pueden parecer como el ABC de la fe cristiana: cosas que dejamos al avanzar para beber de pozos más profundos. Pero si tenemos esta actitud puede que nos olvidemos de elementos clave del Evangelio cristiano y nos perdamos las verdades más profundas y variadas que están justo ahí.

Después de mi conversión comencé a compartir mi fe y la verdad de Juan 3:16 con mis amigos y familiares cercanos. A menudo hablaba de mi conversión con mi tío, quien me había criado. Una noche me miró con cara seria y dijo: «Jarvis, conozco Juan 3:16». Y luego lo citó de memoria. «¡Es totalmente cierto!», le dije. «Por eso necesitas entregar tu vida a Jesús ahora, “porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que crea en Él no se pierda, sino que tenga vida eterna”».

Él conocía el versículo. Se lo sabía de memoria. Pero nunca lo había creído de verdad.

Pasaron los meses y yo empecé a sentir un llamado al ministerio. Con el apoyo de mi iglesia prediqué primero en el servicio dominical juvenil que celebraban cada año, y varios jóvenes hicieron profesiones de fe. Al ver la obra de Dios, mi iglesia decidió continuar los servicios. Sinceramente, mis sermones eran malos. No tenía ninguna formación teológica: solo sabía que Jesús me había salvado, y yo quería que otras personas se salvaran.

Tras asistir a menudo, escucharme predicar, ver a la gente responder y saber cómo había cambiado mi vida en casa, mi tío entregó su vida a Jesús durante la invitación una noche. El hermano Mike lo bautizó y él se convirtió en el segundo miembro afroamericano de nuestra iglesia. Pronto, otros de mis amigos y familiares cercanos también entregaron su vida a Jesús porque habían escuchado y creído el mensaje del amor de Dios hacia el mundo en Juan 3:16.

Ahora sé que Juan 3:16 es uno de los versículos más famosos de toda la Biblia. A menudo se utiliza en el evangelismo, tal como pasó en mi propia conversión, y yo también lo uso cuando explico a otros el llamado de Cristo. Sin embargo, debido a su familiaridad y a su mensaje directo, los cristianos a veces pueden perder de vista el poder del versículo. No es ni un cliché ni un simple ABC que deben los cristianos maduros deben superar para llegar a otro nivel. Juan 3:16 tiene palabras de vida.

Nicodemo, líder judío y fariseo, era como muchos cristianos que han crecido en la iglesia de hoy en día. Josefo, historiador judío del siglo I que también era fariseo, nos dice que los fariseos conocían muy bien las Escrituras y las explicaciones de la tradición judía. Él describe a los fariseos como «aquellos que eran considerados como los más hábiles para explicar sus leyes». De esta forma, Nicodemo habría estado involucrado en un estudio sofisticado y detallado de las Escrituras.

Cuando va a hablar con Jesús en Juan 3, Nicodemo da inicio a la conversación diciendo que sabe que Jesús es un maestro que vino de Dios (Juan 3:2). Pero entonces Jesús lo sorprende al decirle que su aprobación de Jesús como un buen rabí no es suficiente. No puede entrar en el reino de Dios solamente afirmando que Jesús vino como maestro de Dios. Jesús le dice a Nicodemo que debe nacer de nuevo. Nicodemo está confundido porque cree que Jesús está hablando del nacimiento físico, no del espiritual. Así que Jesús utiliza el lenguaje de Ezequiel 36:25-27 —que seguramente le resultaba familiar— para recordarle las cosas de las cuales habló el profeta.

Jesús continúa con la historia de la plaga de serpientes de Números 21, cuando Dios perdonó a aquellos de entre su pueblo que habían mirado a la serpiente de bronce que Moisés había levantado. Jesús dice que, del mismo modo, Dios levantará a su Hijo (en la cruz) para que todo el que le mire con fe reciba la vida eterna. Entonces, le da a Nicodemo la verdad de Juan 3:16.

Rara vez actuamos como Nicodemo, es decir, rara vez respondemos con sorpresa ante el mensaje de Jesús. Y a la vez, demasiado a menudo respondemos como Nicodemo: estamos tan acostumbrados a escuchar un pasaje en particular que no reflexionamos en él con atención, perdiéndonos la oportunidad de ser transformados de nuevo por la Palabra de Dios.

He crecido mucho como estudioso y como cristiano, tanto en mi comprensión de Juan 3:16 como del evangelio de Juan. Ahora sé lo que no sabía entonces. Juan 3:16 es una pieza clave del mensaje del evangelio de Jesús a Nicodemo. Pero no nos fue dado solamente para el evangelismo. Como he ido comprendiendo poco a poco, el versículo contiene una promesa cósmica, un desafío personal y también un consuelo para los creyentes maduros.

También hay preguntas: ¿Soy parte del mundo que Dios ama? ¿Lo eres tú? Juan usa el término mundo de varias maneras en su evangelio (incluyendo 1:10 y 3:19). En Juan 3:16 utiliza el término mundo para referirse a lenguas, tribus, personas y naciones.

Por ejemplo, en Juan 12:19, después de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, los fariseos se ponen nerviosos por el gran número de seguidores de Jesús. Se quejan de Jesús como si fuera cualquier otro, diciendo: «¡Miren cómo lo sigue todo el mundo!» [énfasis añadido]. Esto se podría considerar una hipérbole. Pero el contexto sugiere otra cosa. Inmediatamente después de su queja Juan registra la preocupación de los fariseos por los griegos que querían hablar con Jesús (12:20-21). A los fariseos les preocupaba que dentro de los seguidores de Jesús se incluyeran personas de otras partes del «mundo». Al menos parte de su preocupación parecía ser que Jesús estaba dando la bienvenida a personas que pertenecían a otros grupos étnicos, porque les preocupaba el impacto expansivo de su ministerio. En otras palabras, «el mundo» en Juan 3:16 se refiere tanto a judíos como a gentiles.

El mundo al que Dios ama te incluye a ti y a mí. Todos los grupos étnicos están incluidos.

Sin embargo, formar parte de este mundo amado no ha traído un alivio constante. A veces es difícil sentirse amado sacrificialmente cuando la vida es tan difícil y los demás nos hacen tanto daño.

El duelo ha llegado a mi vida de muchas formas. Mi esposa y yo perdimos dos bebés, en 2013 y 2020. Y en 2018, mi amada tía, quien me había criado, murió de una muerte muy dolorosa. La mayor parte del dolor que me han causado directamente otras personas en mis 26 años como seguidor de Jesús ha venido de los que profesan amar el mensaje de Juan 3:16. (Siendo sincero, el amor que he experimentado de mis hermanos y hermanas en Cristo ha sido inmenso, y gente no cristiana también me ha provocado una gran adversidad).

Mientras pienso en toda la agitación racial que ha vivido nuestro país y el mundo desde 1996, el poder de las palabras de mi compañero del equipo de béisbol sigue teniendo un impacto en mí. Él era mi compañero y un ser humano. Pero el mundo lo había racializado a él como blanco (él era angloamericano) y el mundo me había racializado a mí como negro (yo soy afroamericano con una herencia multiétnica). Cuando él me leyó este versículo, Dios nos estaba demostrando la poderosa verdad del versículo en nuestra interacción.

El hecho de que él me leyera Juan 3:16 aquella noche significó mucho más de lo que me di cuenta al principio: más que un llamado a creer. Ahora atesoro la comprensión más amplia y profunda de lo que ese versículo nos enseña como seguidores de Cristo acerca de la diversidad redentora del reino: la visión de Dios de redimir en Cristo a personas de toda lengua, tribu y nación; transformarlos por medio del poder del Espíritu para que amen a Dios y se amen unos a otros; y hacerlos sacerdotes del reino (1 Pedro 2:9; Éxodo 19:6).

Juan 3:16 ahora me sostiene. Me recuerda que el amor de Dios está basado en su propio sacrificio en Jesús. La verdad de Juan 3:16 es importante cuando no nos sentimos amados o bienvenidos. Puede que nos sintamos así antes de conocer a Jesús. Pero el versículo también es una verdad importante que nos anima en medio de nuestro caminar con Jesús y cuando llegamos al final de nuestra vida.

Juan 3:16 significa lo que comprendí al principio. Para los que aún no conocen el evangelio, este pasaje resume perfectamente el mensaje de la salvación que me habló con tanto poder en mi adolescencia.

Para mi tía fue el comienzo y el final de su caminar con Cristo: en un marco de seis semanas. Mientras estaba en cuidados intensivos al final de su vida, mi tía creyó la verdad de Juan 3:16 e hizo una profesión de fe. Ella tendrá vida eterna. Yo prediqué sobre ese versículo y sobre la salvación de mi tía en su funeral.

Puede que esto parezca demasiado sencillo, pero no lo es. Una de las muchas cosas hermosas de Juan 3:16 es que muestra que Jesús salva a una persona en el mismo momento en que cree.

Llegará el día en el que mi antiguo compañero de equipo y yo veamos a Merri Kathryn, y a mi tía, y nos unamos a ellas junto a todos los santos de todas las eras. Ese gran día que Jesús regresará, lo adoraremos juntos, al mesías judío y al rey resucitado, con toda lengua, tribu, pueblo y nación en la ciudad celestial, porque Dios amó tanto al mundo que envió a su Hijo.

Jarvis J. Williams es profesor adjunto de interpretación del Nuevo Testamento en el Southern Baptist Theological Seminary y pastor en la Sojourn Church Midtown de Louisville, Kentucky. Entre sus libros se incluye Redemptive Kingdom Diversity y The Spirit, Ethics, and Eternal Life.

Traducción por Noa Alarcón.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Dios no tenía que hacer nada por nosotros

Es fácil olvidar que incluso los dones más pequeños revelan una increíble abundancia divina.

Christianity Today May 3, 2023
Ilustración por Abigail Erickson / Source Images: Getty, Pexels, Unsplash

Es difícil recordar cuánto se nos ha dado.

Habría bastado con que Dios nos hubiera dado tres comidas al día y un mapa para el viaje. Habría bastado con tener la promesa del cielo. Habría bastado con tener un poco de aire para respirar, como una máscara de oxígeno de emergencia.

Pero en lugar de eso, el designio de Dios siempre fue la abundancia. Nos regaló canciones y olas marinas rompiendo en la playa. Le dio de comer a 5000 personas y se aseguró de que sobraran 12 cestas llenas. Con una palabra, ayudó a unos pescadores que no habían pescado nada en toda la noche y les proporcionó un botín tan pesado que rompió sus redes (Lucas 5:1-11).

La abundancia de Dios nos llama a la gratitud. Pero en los momentos de escasez, cuando nuestro mundo parece un desierto, cuando deambulamos entre la maleza del descontento y nos quejamos de lo que nos falta, el amor de Dios puede parecer limitarse a lo esencial. Podemos sentirnos atrapados en una hambruna de fe.

Si has pasado por una temporada de sufrimiento o estás en una ahora mismo, espera. El Pastor te llamará de nuevo a su presencia que todo lo satisface y pondrá una mesa de banquete (Salmo 23:1,5). Cuando tu voz resuene en el silo donde una vez estuvo almacenada tu fe, sigue buscando la provisión de Dios.

Aunque nuestra conciencia de la provisión de Dios puede llegar a intervalos, su generosidad hacia nosotros es constante. Él nos da su gracia conforme a sus riquezas, no conforme a nuestros fluctuantes sentimientos de gratitud o nuestra visión de las circunstancias actuales. «Ya conocen la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que, aunque era rico, por causa de ustedes se hizo pobre, para que mediante su pobreza ustedes llegaran a ser ricos» (2 Corintios 8:9, NVI).

Para los seres humanos, es natural querer más. Dios hizo nuestros corazones para la abundancia. Deseamos conocer más de la bondad de Dios particular y personalmente. Pero con frecuencia nos desviamos y perseguimos sucedáneos. Por eso la publicidad es tan eficaz: nos ofrece versiones falsas de aquello para lo que Dios nos creó para anhelar, manteniéndonos ocupados y distraídos.

La gracia no siempre llega del modo o en el momento que esperamos. Pero su llegada es siempre abundante. Es posible que tengamos que buscar pruebas que nos recuerden esta verdad cuando la providencia de Dios no coincide con nuestras expectativas. «Confía en el Señor de todo corazón, y no en tu propia inteligencia» (Proverbios 3:5).

Sin embargo, Dios no solo quiere que nos sintamos satisfechos cuando Él suple todas nuestras necesidades. Quiere que compartamos.

A Jesús le habría bastado con librarnos de nuestros pecados. Podría haber salvado nuestras almas y habernos dejado en una existencia empobrecida. Damos por sentado lo potente, lo vívida que es realmente la salvación: Jesús envió su Espíritu para animar a todas las personas a vivir una vida generosa, sin importar su situación. En la parábola de los dos hijos que contó Jesús, un padre organiza una fiesta para celebrar el regreso de un hijo que dilapidó su herencia (Lucas 15). Dios Padre recibe con agrado a todos sus hijos e hijas rebeldes.

Dios, descrito como el anfitrión de otra fiesta en Lucas 14:15-23, nos recuerda seriamente que quiere su casa llena para el banquete. Derrama su extravagancia sobre nosotros y quiere que rebose hacia los demás. «Así nosotros, por el cariño que les tenemos, nos deleitamos en compartir con ustedes no solo el evangelio de Dios, sino también nuestra vida. ¡Tanto llegamos a quererlos!» (1 Tesalonicenses 2:8).

La salvación es personal, pero no privada. Dios ve y busca, hasta los confines de la tierra, a los que el resto de nosotros hemos pasado por alto. Él levanta a los pobres, da cobijo a los vulnerables y nos llama a imitarlo en esto. Después de satisfacer su gran necesidad, Jesús llamó a sus amigos en la playa para que dejaran sus redes rebosantes y le siguieran, para convertirse en conductos de su misericordia desbordante.

Puede resultar fácil recordar nuestras pérdidas y olvidar la gracia. Sin embargo, está en la naturaleza de Cristo recordar ambas cosas. Dejó sus riquezas para asumir nuestra pobreza. Se hizo a un lado para que nosotros recordáramos y fuéramos recordados.

Fuimos hechos para dar generosamente y para dar gracias. Por eso dejamos las redes como lo hicieron los discípulos —nuestras penas y todo aquello a lo que nos hemos aferrado— para tomar lo que no se puede perder. Habría bastado con salvar nuestras almas, pero Dios nos ofrece mucho más. Nos llama a la alegría y nos regala canciones, la brisa del mar y un desayuno en la playa (Juan 21). El que era rico se hizo pobre para que pudiéramos tener todo esto.

Sandra McCracken es cantautora y escritora, y vive en Nashville, Tennessee. También es presentadora del pódcast The Slow Work, producido por CT.

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Aun el trabajo más aburrido es bueno para el alma

No importa lo monótono, desapercibido, u ordinario que sea, nuestro trabajo puede transformarnos poderosamente y hacernos semejantes a Cristo.

Christianity Today May 1, 2023
Jill Chen / Stocksy

Esta es una versión corregida de la traducción publicada en abril de 2015.

Este artículo fue publicado en colaboración con la Conferencia Nacional de Liderazgo Cristiano Hispano (NHCLC, por sus siglas en inglés).

Antonio es un hombre de poco más de cincuenta años que trabaja en una finca de frutas y verduras en el condado de Dutchess, Nueva York. Desde que sale el sol hasta que se pone, seis días por semana, pasa cada hora cosechando guisantes [chícharos, arvejas] o manzanas, según la temporada del año. Por ese arduo trabajo le pagan ocho dólares por hora y sin paga por el tiempo extra. «Me siento cansado», le dijo al The New York Times el verano pasado. «En este momento, me duelen mucho las rodillas porque paso todo el día trabajando agachado o de rodillas». Igual que los millones de trabajadores en EE. UU. que cosechan la mayor parte de la comida que comemos, los días de Antonio son monótonos, largos y, al parecer, vacíos de significado espiritual.

Stephanie es una madre joven con cuatro hijos. Su día típico incluye despertar al amanecer, cambiar pañales, alimentar a uno de sus hijos mientras viste a otro, preparar el almuerzo para todos, lavar un par de cestos de ropa, cocinar la cena, y poner a dormir a los niños, todo antes de caer ella misma sobre la cama, exhausta. El cansancio se siente hasta en los huesos. ¿Acaso no hay cosas más importantes que debería estar haciendo? Se pregunta mientras lamenta que no tiene la energía para orar y estudiar. Muchos días, sufre en silencio y a solas.

Las historias de Antonio y Stephanie resuenan con todos los que luchamos por encontrar significado espiritual en nuestro trabajo diario. Y entre más tiempo pasamos sumergidos en nuestras rutinas, nuestras preguntas se vuelven más apremiantes: ¿De qué manera este trabajo está formando mi corazón y mi mente? ¿Está fortaleciendo mi relación con Dios y con mi prójimo? ¿Tiene alguna importancia en este mundo?

Para contestar estas preguntas, muchos líderes y escritores contemporáneos de la iglesia describen las maneras en que el trabajo —pagado o no— puede dar forma a nuestras comunidades y bendecir a nuestro prójimo. Y eso es muy cierto. Pero también encontramos respuestas enriquecedoras entre hombres y mujeres del siglo IV y V, quienes vivieron en el desierto de Egipto, Palestina y Siria. Allá en el desierto, las tareas más insignificantes toman un significado de mayor envergadura para el alma.

Papel de lija celestial

Para los grandes padres y madres del desierto, el trabajo manual era trabajo del alma. Tenía significado eterno, en parte porque Jesús lo honró en su vida encarnada al trabajar como carpintero. El trabajo manual también anticipaba la Segunda Venida, donde la nueva creación es la meta suprema de todos los propósitos de Dios (2 Pedro 3:13; Apocalipsis 21:1-4). Los monjes de la antigüedad creían que las tareas diarias podían transfigurar la vieja creación del mundo caído por el pecado y traer como resultado la nueva creación de la humanidad deificada por Cristo.

Las tareas del diario vivir eran como un papel de lija en las manos de Dios. Podían moldear el carácter, limpiar la impureza y transformar a una persona de tal manera que reflejara la belleza de Cristo. Para los monjes, «el lugar de trabajo» era un huerto espiritual. Veían el trabajo no solo como el lugar en que labramos la tierra, sino donde la tierra nos labra a nosotros.

Muchos de nosotros asumimos que la santidad se cultiva primordialmente escapando del trabajo monótono diario, tal como cuando nos vamos a algún retiro y nos alejamos de nuestra vida «normal». Si tan solo pudiéramos orar en quietud, entonces podríamos experimentar la santidad de Dios y llegar a ser más como Él. Algunos de los habitantes del desierto asumieron lo mismo, pero luego se arrepintieron.

Tomemos por ejemplo a Juan el Enano (339-409 d.C.). En una historia tomada de sus primeros días en el desierto, le dijo a su hermano mayor: «Me gustaría estar libre de toda preocupación, como los ángeles, quienes no trabajan sino que ofrecen alabanza a Dios sin cesar». Así que un día se quitó la capa y se fue al desierto.

Juan regresó una semana después. Cuando tocó a la puerta, su hermano le preguntó: «¿Quién eres?». «Soy Juan, tu hermano», dijo él.

Su hermano respondió: «Juan se volvió un ángel, y por lo tanto ya no se encuentra entre los hombres». Juan le rogaba diciendo: «Soy yo». Pero su hermano no lo dejó entrar, sino que lo dejó afuera angustiado hasta el siguiente día. Luego, abrió la puerta y le dijo: «Tú eres un hombre, y debes otra vez volver a trabajar para poder comer». Juan se postró frente a él y le dijo: «Perdóname».

Le tomó a Juan una semana de fracaso y una noche de fría meditación para aprender que, no importa qué tanto intentara escapar su mortalidad y su trabajo ordinario, seguía siendo un ser humano que necesitaba ganarse el pan.

La meta del trabajo, la meta de la vida

La palabra pocas veces aparece en la literatura de los padres del desierto, pero theosis o teosis, que significa ‘hacer semejante a Dios o deificación’, se encuentra en el corazón de su teología sobre el trabajo. Ellos creían que nuestra mayor vocación no es el tipo de trabajo que hacemos, sino el tipo de personas que llegamos a ser al hacer dicho trabajo.

La theosis se asocia principalmente con la Ortodoxia Oriental, pero también tiene resonancia entre los católicos y los protestantes de diferentes tipos. Significa que Dios creó a los humanos con el fin de que maduraran para llegar a ser cada día más y más como su Creador. Pero después de que Adán y Eva se desviaron de esta senda, Dios se hizo humano e hizo por nosotros lo que no podíamos hacer por nosotros mismos: en Cristo, Dios restauró nuestra unión perdida con Él mismo. Nosotros ahora podemos participar en la vida de Dios a través de la comunión con Cristo en el Espíritu Santo.

Nuestra mayor vocación no es el tipo de trabajo que hacemos, sino el tipo de personas que llegamos a ser al hacer dicho trabajo.

Esta unión transformadora ocurre a través de la adoración, la oración, la sumisión y las obras de amor. Por gracia, nos hacemos “divinos”, pero no en el sentido de que llegamos a ser el cuarto miembro de la Trinidad, o que adquiramos poderes divinos. Sino que, porque Dios se hizo humano en Cristo Jesús, nosotros podemos llegar a ser participantes de la naturaleza divina (2 Pedro 1:4). La theosis es un proceso que dura toda la vida y por medio del cual nos vestimos de la semejanza a Cristo mientras avanzamos «de gloria en gloria» (2 Corintios 3:18).

La theosis ofrece una manera antigua y poderosa para encontrar el propósito de Dios en nuestro trabajo diario. Nuestro lugar de trabajo no es tan solo un lugar para ganarnos la vida, sino que puede convertirse en un lugar de redención. No es que el trabajo nos redima por medio de las obras mismas, como si de alguna manera pudiéramos ganarnos la salvación por el simple hecho de ser buenos y honestos en todo lo que hacemos. Más bien, el trabajo de cada persona es una tarea sagrada que le ha sido dada por la Providencia, con el fin de poder llegar a ser semejante a Cristo. Nuestras tareas y nuestras relaciones diarias se vuelven las manos de Dios para formarnos y hacernos semejantes a la imagen de su Hijo amado. La theosis es la meta final del trabajo, así como la meta de la vida misma.

Desierto mortal y tareas diarias

Por definición, el desierto es un lugar de muerte. La vida es escasa y el agua limitada.

El desierto fue un lugar donde el pueblo de Dios se arrepintió y donde sus pecados fueron perdonados. En el Antiguo Testamento, Dios usó el desierto para poner a prueba el corazón (Deuteronomio 8:2). En el Día de la Expiación, el sumo sacerdote ponía sus manos sobre la cabeza del macho cabrío y lo mandaba a lo profundo del desierto, para nunca más regresar. En el Nuevo Testamento, el desierto es un lugar de guerra espiritual: «Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y fue llevado por el Espíritu al desierto. Allí estuvo cuarenta días y fue tentado por el diablo. No comió nada durante esos días, pasados los cuales tuvo hambre» (Lucas 4:1-2, NVI).

Los padres y las madres del desierto entendieron estas imágenes bíblicas. Es por eso que el desierto y sus paisajes inhóspitos proveyeron el ambiente externo para fomentar la labor interna de la santidad. Su lugar de trabajo los llamaba a morir a sí mismos. Era un lugar donde Dios obraba en ellos y a través de ellos. A través de la guerra en el corazón, las pasiones eran conquistadas y el fruto del Espíritu crecía. Plantar verduras o tejer alfombras no eran simplemente una manera de ganarse la vida: era una manera de integrar el trabajo del alma con las tareas cotidianas.

El desierto y nuestros lugares de trabajo son más similares de lo que quizás nos hayamos dado cuenta. El lugar en el que laboramos es donde nuestro carácter se forma y somos hechos semejantes a Cristo. Gran parte de nuestro trabajo, especialmente las tareas más insignificantes, nos enseñan a arrepentirnos y a morir diariamente a nuestros pecados.

Lavar platos, limpiar la casa y cocinar los alimentos son las manos de Dios que forman un ramo de virtudes piadosas en el corazón del que hace los quehaceres de la casa. La theosis se desarrolla cuando al tener que lidiar con un cliente grosero en la tienda, el empleado aprende la gracia espiritual de la paciencia. Una naturaleza semejante a la de Cristo aparece silenciosamente en el corazón del doctor cuando sacrifica sus horas de sueño para ir en la madrugada a atender la emergencia de sus pacientes. Un obrero de fábrica gradualmente se convierte en una oración viviente mientras integra la monotonía de la línea de ensamblaje con el consejo de Pablo de «orar sin cesar» (1 Tesalonicenses 5:17). Nuestro lugar de trabajo es una arena donde nos entrenamos para transformar nuestro quehacer diario en causas espirituales. Con frecuencia nos convierte en grandes santos o en grandes pecadores.

Cuando yo era vendedor de carros, estas verdades llegaron a ser tan reales para mí que cuando salía de casa para ir al trabajo, llegué a decirle mi esposa: «Barb, ya es hora de que me vaya a mi monasterio. Dios me está esperando allí con el fin de trabajar en mi corazón y hacerme semejante a su Hijo».

Nuestra vida diaria es nada menos que una senda sagrada hacia el ser mismo de Dios. Nuestra más importante tarea espiritual, por lo tanto, se encuentra donde sea que nos encontremos. Ese es el lugar donde labramos la tierra de nuestro trabajo, y donde la tierra de nuestro trabajo nos labra a nosotros. Es donde Dios nos encuentra, nos transfigura, y nos guía de gloria en gloria. Nuestro lugar de trabajo es nuestro monasterio.

Bradley Nassif es profesor de estudios bíblicos y teológicos en North Park University en Chicago, y autor de Bringing Jesus to the Desert (Zondervan).

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Culture

Nuestros servicios de adoración están convirtiendo la alabanza en ganancia secular

Con la consolidación corporativa de la música de alabanza, cada vez más entidades invierten en las canciones que se cantan los domingos por la mañana. ¿Cómo influirán en la Iglesia esos intereses económicos?

Christianity Today April 30, 2023
Ilustración por Matt Chinworth

Cuando el líder de alabanza Jonathan Anderson selecciona la canción «Lion and the Lamb» [«El León y el Cordero»] para el servicio de adoración del domingo, piensa en lo que significa para su iglesia multigeneracional de las Asambleas de Dios cantar sobre el regreso de Cristo y su victoria final: toda rodilla se doblará ante el León y el Cordero.

«Tenemos personas mayores a las que les encanta imaginar que ven el rostro de Dios, que esperan con impaciencia ese momento en que verán la belleza pura», dice Anderson, que sirve en la iglesia Bethel de Tallmadge, Ohio.

El cantautor Leeland Mooring (que toca con el grupo Leeland) empezó a componer la canción durante un evento de adoración. Él y los que lo acompañaban se sintieron profundamente conmovidos por la letra y la música a medida que la canción iba tomando forma.

Mooring declaró a NewRelease Today: «Estábamos llorando y no había un ojo seco en la sala… Dios me soltó todo el estribillo de la canción allí mismo».

Ocho años después de su lanzamiento, «Lion and the Lamb» [«El León y el Cordero»] sigue estando entre las 30 canciones de adoración contemporánea más cantadas en las iglesias los domingos, con grabaciones de bandas populares como Leeland, Shane & Shane y Big Daddy Weave.

La continua popularidad de la canción significa que las congregaciones elevan esas poderosas palabras en alabanza cada semana, tal como Mooring y sus coautores (los veteranos de la industria Brenton Brown y Brian Johnson, de Bethel Music) esperaban. Y cada vez que iglesias como la de Anderson cantan «Lion and the Lamb» [«El León y el Cordero»], el resultado es positivo —sobre todo si se transmite en directo— también para las empresas que administran las licencias de música cristiana, los sellos discográficos y los inversores privados, que ven en el sector cristiano una fuente de ingresos sin explotar.

Una parte de los derechos de autor de la canción de Mooring, que antes se pagaban continuamente a los creadores y a la discográfica, se vendieron en una subasta en 2020 como parte de un paquete de $900 000 dólares a un inversor privado. El paquete de canciones había ganado $156 393 dólares el año anterior, más de tres cuartas partes derivadas del uso de «Lion and the Lamb» [«El León y el Cordero»]. El inversor que hizo la oferta ganadora obtuvo una rentabilidad prevista por el sector de casi el 15 %.

Las palabras y melodías que animan los corazones a adorar cada domingo también son propiedad intelectual (PI) en el mercado, atrapada en una reciente oleada de adquisiciones en toda la industria musical. La actividad de los inversionistas se ha caído en «alimentar el frenesí», según el ejecutivo del sector Hartwig Masuch, donde los éxitos de alabanza y adoración son una pequeña parte de los miles de millones invertidos en PI y los ingresos derivados del pago de derechos de autor.

A medida que las iglesias de todo el mundo cantan, tocan y retransmiten en directo canciones como «Lion and the Lamb» [«El León y el Cordero»], «How Great Is Our God» [«Cuán grande es Dios»] y «10,000 Reasons» [«10 000 razones»], la popularidad de estas canciones ha empujado aún más la música cristiana en la industria musical general y en el vasto ecosistema económico que se ajusta para obtener beneficios en una nueva era.

Las tendencias hacia la adquisición de PI, las lucrativas giras por estadios y la consolidación corporativa han contribuido a impulsar unos ingresos récord en los dos últimos años: el sector de las giras obtuvo $6280 millones de dólares en 2022, y los ingresos por grabaciones en Estados Unidos alcanzaron un máximo histórico de $15 900 millones de dólares, cifra que ha venido a la alza por séptimo año consecutivo.

Muchos artistas cristianos, incluidos aquellos cuyas carreras y marcas se basan en la música de adoración, se están beneficiando de este crecimiento.

Ganar dinero con el género no es nada nuevo. La música cristiana ha reportado beneficios a los inversores estadounidenses durante siglos, desde que el librero Hezekiah Usher distribuyera en 1640 el Bay Psalm Book, el primer libro impreso en las colonias. Lo que es nuevo es la complicada red de demanda, creación y generación de dinero en la versión actual de la industria. Cuantas más entidades corporativas puedan beneficiarse de los éxitos de la música de alabanza y adoración, más se posicionan para introducir incentivos y ejercer presión en el camino.

En el panorama de la música de adoración, cada participante tiene sus prioridades: las iglesias buscan canciones que sirvan a sus congregaciones, los artistas crean música para ministrar a la iglesia, la industria proporciona una plataforma y encuentra formas de sacar provecho de los medios populares, mientras que los inversores buscan activos prometedores.

Desde escritores, intérpretes, agentes, publicistas, organizadores de giras, sellos discográficos, editores e inversores, todos buscan que las nuevas canciones de adoración se conviertan en éxitos, y que las de mayor éxito sigan siendo populares y rentables. Pero no todas estas personas tienen la misma influencia en la trayectoria de una canción, y no todo empuje hacia el éxito es moral o teológicamente neutro.

A medida que la música de alabanza y adoración se integra en el panorama económico de la industria musical dominante, ¿podrá mantener su propósito espiritual distintivo? ¿Influirán los poderosos incentivos del mercado —la fama, la celebridad y el éxito financiero— en la forma en que se producen y promocionan las canciones de adoración?

En las dos últimas décadas, la música cristiana contemporánea ha despertado un interés cada vez mayor en la industria del entretenimiento. Los artistas llenan los escenarios más grandes del país. En lugar de que los artistas cristianos canten éxitos seculares con otros artistas, las canciones de adoración se abren camino en la corriente principal: Justin Bieber interpreta «Jireh» y «How He Loves» con Chandler Moore; los concursantes de The Voice cantan «Oceans» [«Océanos»]; los programas de televisión Today y Fox and Friends presentan actuaciones de Taya, Maverick City Music y Hillsong United.

Los compositores y artistas de música de adoración «aman a la Iglesia y quieren ofrecer canciones que sirvan a la Iglesia», afirma Shannan Baker, investigadora postdoctoral en humanidades digitales del Centro de Estudios de Música Cristiana de la Universidad de Baylor. Pero los mejores artistas y compositores de hoy se enfrentan a la presión del mercado.

«Tengo mis dudas sobre el papel que el dinero puede desempeñar en la elevación de ciertas canciones de adoración», dijo Baker, al compartir su preocupación sobre la industria. «Es un negocio musical. El dinero impulsa la toma de decisiones en los niveles superiores».

El beneficio económico —especialmente el exceso financiero— no es un incentivo neutral y puede limitar el tipo de artistas que llegan a la cima.

«Para los evangélicos, el mercado siempre ha sido una forma de demostrar la bendición de Dios», afirma Adam Perez, profesor adjunto de estudios de adoración en la Universidad Belmont de Nashville, centro neurálgico y sede de la industria de la música cristiana. «La inversión es un indicador rezagado del éxito».

«Cada vez que alguien aumenta su acceso al capital, aumenta su acceso al poder», dijo. «Ahora bien, ¿cómo se ejercerá ese poder?».

Cada vez más empresas e inversores seculares han reconocido oportunidades de beneficio en artistas cristianos y sus canciones de éxito, sobre todo a medida que las grandes empresas consolidan su propiedad. Este interés ha dado lugar a grandes giras por estadios, antes reservadas a las estrellas del rock, y a subastas de derechos de autor para obtener ganancias de los éxitos de adoración.

Capitol Christian Music Group (CCMG), por ejemplo, ha adquirido los grandes sellos cristianos Sparrow Records, Hillsong Music y sixstepsrecords. CCMG forma parte de Universal Music Group, que tenía algo más del 37 % del mercado de la industria musical a finales de 2022. Entre sus artistas se encuentran Chris Tomlin, Hillsong United, Brooke Ligertwood, Crowder, Cody Carnes, Jesus Culture y Newsboys. El año pasado, afirmó tener el 60 % del mercado de las 10 canciones de adoración más utilizadas en las iglesias.

Estas canciones obtienen licencias para servicios de culto y eventos a través de Christian Copyright Licensing International (CCLI). La organización comenzó como un recurso para evitar que las iglesias violaran los derechos de autor al utilizar letras y música de artistas de alabanza y adoración.

Sin embargo, ahora la industria musical ha empezado a considerar la popularidad en CCLI como un indicador de la rentabilidad de una canción, ya que más de 250 000 iglesias de todo el mundo consiguen licencias para su música de adoración a través de este ministerio. Un anuncio de venta de los derechos de autor del paquete que incluía «Lion and the Lamb» [«El León y el Cordero»] mencionaba que dos tercios de las ganancias anuales podían proceder directamente de CCLI (es decir, $100 000 dólares), y que las ganancias eran estables.

El CCLI también clasifica las canciones en función de su uso semanal, tal y como lo informan las iglesias cubiertas por su protección de licencias. Según CCLI, «Lion and the Lamb» [«El León y el Cordero»] se encontraba entre las 30 canciones más cantadas en las iglesias en la primavera de 2023, ocho años después de su lanzamiento.

«Un éxito radiofónico cristiano genera algo de dinero durante un tiempo», afirma Andrew Osenga, director de artistas y repertorio de Integrity Music. «[Pero] las canciones [de adoración] que se mantienen vigentes generan muchos ingresos».

Además, la naturaleza «centrada en la canción» del mercado de la música de adoración juega a su favor. En un sector que cambia con rapidez (¿cuántas veces se paga por escuchar música?), los ingresos procedentes de escribir canciones y de los derechos de autor en este nicho han seguido siendo fuentes fiables de ingresos.

Osenga señaló que, desde el comienzo de la pandemia, los ingresos por derechos de autor de la música de adoración han aumentado sustancialmente debido al repentino aumento de iglesias que transmiten sus servicios en directo y publican grabaciones de sus servicios en YouTube. Antes de 2020, la mayoría de las iglesias cubiertas por el CCLI por el uso de canciones de adoración contemporáneas pagaban entre 170 y 215 dólares al año por la licencia. El derecho a transmitir legalmente las interpretaciones de esas canciones requería que las iglesias añadieran una nueva licencia de streaming, que puede costar otros 110 dólares al año, con base en una asistencia a la iglesia de 400 personas a la semana (el precio aumenta con el tamaño de la iglesia).

«Piensa en el número de servicios religiosos que se transmiten por medios digitales», dice Osenga. «Si “Good Good Father” [“Buen Padre“] se canta en miles de iglesias, muchas de las cuales transmiten sus servicios en directo, los ingresos de ese derecho de autor son enormes».

Las canciones de adoración no suelen tener una vida muy larga, pero algunas favoritas como «How Great Is Our God» [«Cuán grande es Dios»] e «In Christ Alone» [«En Cristo está mi salvación»] llegan al top 100 de la CCLI y se quedan allí. Un estudio reciente encontró que entre 2015 y 2019, la vida media de una canción de adoración fue de cuatro años. Entre 1995 y 1999, fue de 11 años.

Aun así, los artistas discográficos más exitosos han podido lograr éxitos de larga duración en las listas de CCLI, y sus canciones ahora aparecen en sitios como Royalty Exchange, donde los inversores pueden evaluarlas como activos financieros.

Históricamente, ha habido muy poco interés por los catálogos anteriores de artistas cristianos.

«A diferencia del mercado general», afirma el etnomusicólogo Andrew Mall en su libro de 2021 God Rock, Inc: The Business of Niche Music, «en el mercado cristiano hay comparativamente poca demanda (o incluso conocimiento) de música y artistas antiguos».

Pero Hipgnosis Songs Fund, una sociedad de inversión en derechos musicales respaldada por Blackstone, adquirió recientemente acciones de los catálogos anteriores de Third Day y Jason Ingram, productor y compositor que ha trabajado con Chris Tomlin, Matt Maher, Kari Jobe, Lauren Daigle, David Crowder y Christy Nockels. Hipgnosis es la misma entidad que adquirió los derechos del catálogo de Justin Bieber en enero de 2023 en un sonado acuerdo por doscientos millones de dólares.

El sitio web de Hipgnosis promociona a Ingram como una fuerza en la industria de la música cristiana que «ha ayudado a dar forma al género en un mundo de distribución moderna». Ingram coescribió «Goodness of God» [«Bondad de Dios»] de Bethel Music, primer lugar en el Top 100 de CCLI en 2023, así como otras dos entre las 10 primeras: «Great Are You Lord», de All Sons & Daughters, y «King of Kings», de Hillsong Worship.

En enero de 2022, la empresa privada de edición y gestión de talentos Primary Wave Music adquirió una participación en todo el catálogo editorial del artista de alabanza Matt Redman. Su canción «Blessed Be Your Name» ha pasado 20 años en el top 100 de CCLI.

«Es un buen acuerdo para ambas partes», dijo Andrew Osenga. (Redman ha firmado un contrato con Integrity Music, empresa para la que trabaja Osenga). Un artista como Redman o Ingram puede aceptar una compra, una suma global de una empresa dispuesta a apostar por que sus canciones le reporten ingresos adicionales. Es una forma inteligente de pagar una casa o enviar a los hijos a la universidad. Las ganancias de las futuras canciones que escriba seguirán siendo suyas.

El lenguaje utilizado por entidades como Primary Wave, Hipgnosis y Royalty Exchange deja al descubierto la motivación puramente financiera de su inversión en la música de alabanza. En un comunicado de prensa, Primary Wave describió su adquisición del catálogo de Redman como uno que continuaría «fortaleciendo su posición en el mercado basado en la fe».

El listado de Royalty Exchange para la subasta de 2020 del paquete de activos que incluía «Lion and the Lamb» incluso nombró a CCLI como una «fuente de ingresos notablemente única y lucrativa», cuyas «ganancias son bastante estables año tras año». El listado también aclaraba que el 78 % de los ingresos del catálogo procedían de «Lion and the Lamb», y se refirió a la canción como «la estrella de esta colección».

Los inversores pueden tener o no interés en el aspecto espiritual de la música, pero como sus beneficios dependen de que las congregaciones sigan utilizando las canciones, tienen un interés financiero en lo que las iglesias cantan los domingos por la mañana.

Es demasiado pronto para saber cómo influirán las relaciones entre los inversores y los catálogos de los artistas en el futuro uso o la trayectoria de las canciones de adoración exitosas. Sin embargo, dado que los inversores están dispuestos a beneficiarse del uso continuado de unas canciones y no de otras, quienes tengan interés en un éxito concreto podrían buscar formas de reintroducirlo y mantenerlo fresco en la mente de los congregantes, mediante versiones de otros artistas [covers], nuevas grabaciones de artistas populares o arreglos novedosos.

El mercado de los derechos de autor es solo un ejemplo de cómo los flujos de ingresos en la industria de la música de alabanza —y en la industria musical en general— han introducido nuevas partes interesadas, incentivos y presiones en el proceso. Para los artistas que son lo bastante populares como para atraer a grandes multitudes, las giras ofrecen la oportunidad de generar ingresos con menos interferencias de las discográficas y editoriales, que se llevan tajadas del trabajo grabado.

La industria cristiana refleja los incentivos financieros y las estructuras de la industria musical dominante, por lo que es lógico que los artistas cristianos dependan de las giras para obtener ingresos. A lo largo de las tres últimas décadas, a medida que los artistas de alabanza se han ido abriendo paso en los escenarios, las sedes para eventos más grandes han contribuido a que el público sea más consciente de la monetización de la industria. «Los oyentes cristianos se encuentran cada vez más con música de alabanza en contextos de entretenimiento que solían ser del dominio del pop/rock», escribió Mall.

La línea entre el entretenimiento y la adoración en estos contextos se ha vuelto más difusa, incluso cuando los artistas de gira enmarcan explícitamente las actuaciones como servicios o experiencias de adoración. Chris Tomlin, de gira en 2022 con Hillsong United, dijo a la Gospel Music Association: «Siempre digo que no hay nada como el sonido del pueblo de Dios, cantando las alabanzas de Dios, en la presencia de Dios, y poder experimentar eso noche tras noche es realmente un regalo».

Nombres famosos como Hillsong y Bethel organizan giras por estadios, a veces con paquetes VIP y experiencias como entrada anticipada, productos personalizados, asientos de primera y sesiones fotográficas. Y, al igual que Coldplay, Taylor Swift u otros artistas que se presentan en estadios, están sujetos a la reventa de entradas.

El año pasado, Elevation Worship tuvo que aclarar que una entrada de más de 1000 dólares en primera fila para su concierto no era el precio de etiqueta, sino un valor de reventa inflado.

La gira 2022 Chris Tomlin-Hillsong United que se realizó en el Target Center de Minneapolis, el United Center de Chicago y el Banc of California Stadium de Los Ángeles, ofrecía inicialmente la opción de comprar entradas VIP, pero en respuesta a la reacción de los fans en internet, la gira eliminó la opción VIP y la sustituyó por dos niveles de «paquetes de experiencia».

Chris Tomlin en el escenario en la gira Tomlin United Tour que incluyó a Hillsong United, el 11 de abril de 2022.AP
Chris Tomlin en el escenario en la gira Tomlin United Tour que incluyó a Hillsong United, el 11 de abril de 2022.

La «Experiencia Tomlin-United» incluía un asiento cerca del escenario, acceso anticipado al recinto, una oportunidad de foto en la pasarela, una «oportunidad de compra de mercancía antes del espectáculo», una «experiencia íntima en el escenario con Chris Tomlin y United» y «artículos de regalo únicos diseñados específicamente para los clientes VIP por los artistas».

Los artistas cristianos suelen promocionar los conciertos de alabanza o las «experiencias de alabanza» como algo más que meras actuaciones, y el hecho de pronunciar un sermón o un mensaje breve puede hacer que el evento parezca un servicio religioso muy producido. Y a algunos les preocupa la perspectiva de pagar por asistir —o tener acceso VIP— a algo que se anuncia como un servicio de adoración.

«¿Deberíamos pagar alguna vez por asistir a un evento de adoración?», escribió el líder de adoración y compositor Tom Read, residente en el Reino Unido, en una columna para Premier Christianity sobre la gira Tomlin-United Tour en octubre de 2021. «Seamos honestos, hay una diferencia significativa entre pagar a un artista por su trabajo y comprar entradas VIP para poder tener una foto en una pasarela en un evento de adoración. Lo que es tan problemático aquí es aprovecharse de la adoración a Dios para la creación de fama y fortuna personales».

Winter Jam suele figurar entre las giras más populares de la industria musical en el primer trimestre del año. Los organizadores han mantenido bajos los precios de las entradas —solo 15 dólares en la puerta— con la esperanza de hacer de cada parada un acontecimiento evangelístico accesible. Pero quienes busquen una experiencia más exclusiva pueden adquirir acceso adicional uniéndose a Jam Nation, un club de fans escalonado con opciones para grupos e individuos.

Los asistentes que se unan a Jam Nation Max por $149.99 dólares, la opción de más alto nivel, obtendrán un encuentro y una foto con We The Kingdom y el artista Jeremy Camp, asientos en una «sección reservada exclusiva», descuentos en productos, una camiseta y entrada anticipada.

La exitosa gira ilustra la creciente difuminación de la distinción entre la música cristiana creada para el escenario (como los éxitos radiofónicos) y la música de adoración. Winter Jam no se anuncia explícitamente como un concierto o una experiencia de adoración, pero el adoración y una presentación del Evangelio forman parte del evento. La gira de 2023 incluyó a las populares bandas de adoración Thrive Worship y We The Kingdom.

La creciente consolidación de la música de adoración contemporánea popular bajo un menor número de empresas —entidades como CCMG— significa que la industria tiene un mayor incentivo para promover la música de adoración y que los artistas más famosos tienen más posibilidades de obtener ingresos sólidos.

También significa que CCMG tiene un incentivo para conseguir un mayor acceso al mercado de la música cristiana, especialmente los que buscan música de adoración.

CCMG es propietaria de Worship Together, un recurso en línea para líderes de alabanza que promociona música nueva, publica blogs y podcasts y organiza una conferencia anual. En la conferencia de 2023 actuarán Hillsong United y Cody Carnes, ambos artistas de CCMG.

A pesar de la implicación de actores como CCMG en la promoción y comercialización de la música de adoración, Andrew Osenga tiene fe en el compromiso de los compositores de servir a la iglesia y en el sentido de los fieles de qué música pertenece a sus santuarios.

«No queremos cantar un producto», afirma Osenga, exmiembro del grupo Caedmon's Call. «Queremos cantar una canción que sea genuina».

No le preocupa el aumento de la inversión empresarial en la música de adoración porque tanto él como los artistas con los que trabaja siguen considerando la composición de música de adoración como una vocación y una práctica espiritual.

«Se pueden ver intentos a corto plazo de monetizar [la adoración], pero se siente que vienen de fuera de la comunidad», reflexiona Osenga. «Es difícil fingir».

A principios de este año, el artista de adoración Dante Bowe le dijo a CT: «Si alguien se mete a escribir música cristiana por el dinero, está en el género equivocado», dado el riesgo y el sacrificio que implica.

«Muchos de ellos podrían escribir cualquier cosa o hacer cualquier cosa. Pero no lo han hecho», dijo Bowe, que antes cantaba con Maverick City Music y ahora está lanzando su propio sello. «Han tomado la decisión de servir a la iglesia a nivel local y mundial».

La consolidación bajo grandes conglomerados ofrece un nuevo acceso a la maquinaria de mercadotecnia y promoción de la industria musical, acceso que muchos en la industria han acogido con satisfacción.

Hace casi una década, la revisión de la industria realizada por la Gospel Music Association (GMA) promocionaba las asociaciones entre artistas cristianos y NASCAR, McDonald’s y Coca-Cola. La directora ejecutiva de la GMA, Jackie Patillo, expresó su optimismo ante la posibilidad de que el informe atrajera a nuevos socios comerciales al aportar pruebas fehacientes de que la música cristiana podía ser una herramienta eficaz de mercadotecnia. Desde entonces, no ha hecho más que aumentar su rentabilidad.

Pero el impulso de las asociaciones corporativas y los conglomerados musicales también ha ensanchado la brecha entre los creadores de éxitos en las listas de música de adoración y la gran mayoría de los compositores.

La mayoría de los compositores de música religiosa ven cómo sus derechos de autor disminuyen rápidamente a medida que sus canciones descienden en las listas del CCLI y dejan de utilizarse en las iglesias, si es que alguna vez llegan a ser tan populares. El CCLI tiene licencia para más de 450 000 canciones, la mayoría de las cuales nunca se han interpretado en un estadio ni se han escuchado en streaming cientos de miles de veces.

«Recibirás tu primer cheque por derechos de autor y quizá puedas llevar a tu mujer a tomar un café», dice Chris Juby, compositor de Resound Worship. «Sabes que lo has conseguido [el éxito] cuando el cheque paga una buena cena».

Juby, gerente de Jubilate Hymns Ltd., con sede en el Reino Unido, y director de adoración, medios de comunicación y artes de King’s Church Durham, espera que la consolidación corporativa en la música cristiana afecte también al abanico de temas teológicos presentes en la alabanza y la adoración de la iglesia.

«Los cantos de adoración llevan tanta carga litúrgica en el contenido del servicio de culto», dijo. «La gama de [música] que podría tener éxito a través de esos canales es mucho más estrecha que la gama de lo que la iglesia debería estar cantando».

Jonathan Powers, profesor adjunto de adoración y decano asociado de la escuela de misión y ministerio del Seminario Teológico de Asbury, comparte la preocupación de Juby.

«Mucha gente está obteniendo su teología de la música», dijo Powers, que recientemente editó el himnario wesleyano Our Great Redeemer’s Praise. «Hay una piedad que se forma con la música en la iglesia: ideas sobre quién es Dios, qué hace Dios».

Cuando se deja en manos de la promoción de la industria y de las fuerzas del mercado, los fieles cristianos no suelen obtener una gama tan amplia de expresiones, temas y doctrinas como en la confección de un himnario.

«¿Cuántas canciones de lamento aparecen en el Top 100 del CCLI?» dijo Powers, resaltando que es fácil encontrar canciones de adoración o alegría, pero mucho más difícil encontrar canciones que reflejen el verdadero lamento y dolor. El servicio SongSelect de CCLI puede clasificar las selecciones por temas, con 8658 canciones asignadas a «adoración» y otras 19 914 a «alabanza». No hay categorías para lamento o luto; «tristeza» tiene 336 canciones, «llanto» 35.

«Con un himnario, somos muy intencionados. Queremos asegurarnos de que estos temas están cubiertos. Queremos enseñar nuestra doctrina. Queremos usar esto para decir: “Esto es lo que Dios es”», dijo Powers. «Nuestra relación con Dios, el carácter de Dios, todas estas ideas se están formando durante el tiempo de adoración, pero creo que es de manera muy limitada cuando el mercado lo está impulsando».

Una parte importante de los fieles asisten ahora a iglesias en las que las letras de las canciones en las pantallas han sustituido a los himnarios, y la selección de canciones está influida por lo que los líderes escuchan en la radio, escuchan en internet y ven en las listas de éxitos de la CCLI.

Las canciones de adoración no generan dinero ni escalan posiciones en las listas de éxitos a menos que los líderes de las iglesias las consideren recursos teológicamente sólidos y valiosos. A medida que la industria busque ingresos estables, los expertos prevén que seguirá recurriendo a los compositores, artistas y marcas de alabanza que ya han demostrado ser rentables.

Así que, aunque se gane más dinero con las canciones de adoración, esta inclinación a ceñirse a lo que funciona reduce el modelo para nuevos artistas y canciones.

«Piensa en el limitado canon de canciones. Un testimonio limitado de la diversidad del Reino de Dios. Expresiones limitadas de la belleza, a causa de un sonido “moldeado por el mercado”», dice Nelson Cowan, director del Centro para la Adoración y las Artes de la Universidad de Samford. Los adoradores reconocen —y los líderes de adoración intentan recrear— el gancho de guitarra con retardo que Hillsong United perfeccionó poco después del año 2000 en canciones como «The Stand» y «Mighty to Save», y los estilos vocales distintivos de cantantes como Kari Jobe y Jenn Johnson.

«Este proceso de autorreplicación me resulta muy desalentador como líder de alabanza, pastor y teólogo», afirma Cowan.

La compositora Krissy Nordhoff, autora en 2010 de la exitosa canción «Your Great Name» («Tu gran nombre»), declaró a CT el año pasado que es más difícil que nunca que una canción llegue a oídos de alguien en el negocio, a menos que seas una figura reconocible o tengas contactos poderosos.

El modelo establecido por los líderes de adoración famosos se extiende al ámbito local, donde se espera que los líderes de adoración emulen todo, desde los efectos de guitarra y los estilos vocales hasta el atractivo físico y el gusto por la moda.

«Hay una sensación muy real de que yo nunca podría ser un buen líder de alabanza porque no puedo llevar esa imagen», dijo Powers.

En el avivamiento de la Universidad de Asbury en febrero, vio a los estudiantes de la generación Z rechazar a artistas famosos para dar lugar a líderes de adoración «sin nombre». Ese compromiso con la oscuridad y la humildad es difícil de mantener cuando nos enfrentamos a una industria poderosa con un interés aún mayor en elevar el trabajo creativo de un artista, incluso si ese trabajo fue creado para la gloria de Dios y no para la suya propia.

Mientras las canciones de alabanza y adoración se convierten en activos en el mercado y los nombres asociados a ellas atraen a multitudes a los estadios, las congregaciones locales siguen adorando fielmente, haciendo uso de canciones que conectan con el corazón de sus congregantes como herramientas para cantar corporativamente alabanzas a Dios.

La canción «Lion and the Lamb» [«El León y el Cordero»] sigue ministrando a congregaciones como la de Jonathan Anderson cada semana. La canción tiene un significado especial para Anderson: fue una de las primeras que aprendió como nuevo líder de alabanza hace años. Ha pasado a formar parte de la rotación musical habitual de su iglesia.

Mientras trabaja en su primer álbum, espera grabar una versión de esa misma canción, ya que ha trascendido su conexión con cualquier artista o grabación en particular. En cierto modo, ahora le pertenece a él y a su iglesia.

Y, sin embargo, con cada uso en el servicio de adoración y cada reproducción en Spotify y YouTube, la canción sigue generando ingresos. Demuestra ser una inversión inteligente. El profundo impacto de la canción en sus creadores y en quienes la utilizan para la adoración es exactamente lo que la ha hecho rentable. La industria y los inversores están tomando nota.

Kelsey Kramer McGinnis escribe sobre música de adoración para CT. Es musicóloga y doctora por la Universidad de Iowa, especializada en música en comunidades cristianas.

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel.

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La visión evangélica del fin de los tiempos tiene un problema central

No deberíamos desechar la segunda venida de Cristo con extrañas teorías sobre cómo se desarrollará.

Christianity Today April 27, 2023
Ilustración por Mallory Rentsch / Source Images: WikiMedia Commons / Getty

En las últimas décadas, muchos cristianos se han esforzado por enfatizar que la fe en Cristo es más que un mero «pase» para la vida eterna. Esto ha dado lugar a una renovada atención en el significado de la fe en el aquí y ahora. Sin embargo, este esfuerzo también puede llevarnos a restar importancia a las referencias del Nuevo Testamento que hablan de una esperanza basada en un acontecimiento futuro: la segunda venida de Jesús.

Bright Hope for Tomorrow: How Anticipating Jesus’ Return Gives Strength for Today

Chris Davis, pastor de la Iglesia Bautista Groveton en Alexandria, Virginia, era de los que evitaban el tema de la Segunda Venida, por incomodidad con respecto a las especulaciones descabelladas y los debates polémicos que a veces inspira la escatología. Pero en una época en que la esperanza se agotaba, volvió a este tema y descubrió de manera renovada cómo nos ayuda a centrar nuestras esperanzas y deseos en Jesús. Este viaje de redescubrimiento culminó en un nuevo libro, Bright Hope for Tomorrow: How Anticipating Jesus’ Return Gives Strength for Today [Brillante esperanza para el mañana: Cómo anticipar el regreso de Jesús da fuerza para hoy].

J. Todd Billings, autor de The End of the Christian Life [El fin de la vida cristiana] y profesor de teología en el Western Theological Seminary de Holland, Michigan, entrevistó a Davis acerca de su libro.

Tu libro comienza con una historia. Tú habías sido pastor durante 10 años y habías experimentado varios problemas familiares y de salud. Tú y tu esposa ansiaban tomarse dos meses sabáticos que no parecían llegar lo suficientemente rápido. Escribes: «Nuestro objetivo diario era simplemente llegar a ese día en que el periodo sabático lo arreglaría todo».

¿Qué ocurrió cuando por fin llegó ese tiempo de descanso? ¿Y qué significa nuestra tendencia a esperar el momento en que, supuestamente, todo se arreglará?

Lo que ocurrió fue que no fuimos a nuestro periodo sabático sin compañía, sino que nos llevamos a nosotros mismos. Eso significó que muy poco cambió durante esos dos meses. Ojalá supiera por qué los humanos esperan que las cosas mejoren. Me gustaría pensar que es un sentido arraigado profundamente de que Dios está trabajando para hacer cosas nuevas en el mundo. Sin embargo, así como en nuestra cultura hemos extraído a la persona de Jesús de una antropología cristiana, creo que, en general, hemos extraído a Jesús de nuestra esperanza.

Martin Luther King Jr. dijo célebremente que «el arco del universo moral es largo, pero se dobla hacia la justicia», y podía decirlo como ministro cristiano. Pero ahora exhibimos esa cita en su monumento aquí en Washington, DC, sin ninguna referencia a Jesús. Creo que como seres humanos, por la razón filosófica que sea, tenemos la esperanza de que las cosas mejorarán sin que haya una verdadera lógica detrás.

Muchos cristianos hoy en día desconfían de la esperanza puesta en el futuro. Han oído a predicadores hablar de una fe preocupada por el aquí y el ahora en contraposición a una fe preocupada por la era venidera. Desde esa perspectiva, la esperanza en el futuro puede parecer irrelevante. Entonces, ¿qué significa para los cristianos ir más allá de simplemente decir que creen en el regreso de Cristo y encogerse de hombros?

Cuando se trata del regreso de Jesús, tenemos un problema del tipo de «desechar el grano junto con la paja». Y es comprensible. La escatología está en la lista corta de áreas donde la iglesia se desvía más escandalosamente hacia lo extraño. Se convierte en un circo, y también en un espectáculo secundario, en el que hemos hecho que la escenografía de la Segunda Venida sea más importante que el personaje principal, que es Jesús.

Yo mismo he sido culpable a veces de desechar el grano junto con la paja, y entiendo por qué otros sienten la necesidad de hacer lo mismo. No queremos asociarnos con las interpretaciones más extrañas del final de los tiempos. Mi invitación en este libro es volver a centrarnos en la persona de Cristo y encontrar un vínculo entre el ya de su presencia, que está con nosotros por el Espíritu, y el todavía no de su regreso. Creo que es muy posible vivir en ambos aspectos del Reino.

Deberíamos recordar las brillantes palabras de C. S. Lewis, en su libro Mero cristianismo, cuando dice que «los cristianos que más hicieron por el mundo presente fueron justamente los que más pensaron en el mundo venidero».

Otra barrera que veo para que los cristianos piensen y esperen en el regreso de Cristo es que el Día del Señor les da mucho miedo. ¿Cómo podemos pasar de ese lugar de miedo a una postura de esperanza?

A riesgo de caer en el tropo de «Jesús es mi novio» con el que muchos de nosotros crecimos en el grupo de jóvenes, creo que la metáfora de un compromiso que lleva al matrimonio es bíblica y útil. Nos recuerda que los comienzos de una relación de pacto hoy darán paso a una consumación que va mucho más allá de lo que podemos imaginar en términos de alegría, intimidad, pertenencia y florecimiento.

Mi esposa y yo vivíamos a 1000 millas de distancia cuando nos comprometimos, y la diferencia entre hablar por teléfono y estar realmente juntos «en nada se compara», por utilizar el lenguaje de Pablo en Romanos [8:18]. Por eso, si tomamos como referencia la comunión íntima con Cristo por el Espíritu, y nos damos cuenta de que estar con Cristo en persona será incalculablemente más glorioso, creo que podemos esperar su regreso con una esperanza profunda y duradera.

Haces referencia a cuatro imágenes bíblicas de Cristo cuando regrese: el novio, el rey guerrero, el juez y el resucitado. ¿Qué imagen te sorprendió más al hacer tu investigación y escribir el libro?

Por mucho, fue la imagen de Jesús como Juez. Este fue el capítulo en el que sentí que había llegado el momento de decir: es hora de asumir nuestras responsabilidades. Es hora de abordar los aspectos realmente desafiantes del regreso de Jesús.

Pero cuando exploramos cómo anticipaba Pablo el regreso de Jesús como juez, no encontramos a un Pablo temeroso. Al contrario, ¡le da la bienvenida! Lo vemos en sus cartas a la iglesia de Corinto. Los corintios hicieron una crítica adolescente y desinformada de su padre espiritual, Pablo. Y eso lo destrozó.

Sin embargo, Pablo basó todo su sentido de aprobación en el ministerio en el momento en que Jesús lo juzgaría. En el contexto de ser duramente criticado por sus hijos espirituales, Pablo anticipaba ansiosamente el momento en que Jesús brillaría su luz sobre todos sus motivos y acciones, y «entonces cada uno recibirá de Dios la alabanza que le corresponda», como dice en 1 Corintios 4:5.

¡Eso me impactó! Y en el contexto de la dificultad ministerial, eso me animó profundamente.

Con frecuencia le recuerdas a tus lectores que, en lo que se refiere a la esperanza en el regreso de Cristo, es «por el Espíritu que saboreamos ahora esta esperanza». ¿De qué manera necesitamos una teología renovada del Espíritu Santo para encarnar la esperanza en el regreso de Cristo?

Muchos de nosotros crecimos con un lenguaje que describe a Jesús viviendo en nuestros corazones. Pero esto puede hacernos olvidar que Jesús está en el cielo y que el medio por el que Jesús habita en nuestros corazones es a través de su Espíritu. El Espíritu Santo es indispensable para la esperanza. Porque es por el Espíritu que saboreamos la presencia de Cristo con nosotros ahora, como el anticipo, las primicias, la garantía de nuestra herencia final, que será estar en la presencia de Jesús a su regreso.

En el libro digo que la esperanza explícita a la que miramos es la alegría inexpresable y gloriosa de nuestra comunión cara a cara con Jesús a su regreso. El Espíritu Santo es el medio a través del cual podemos saborear esa alegría ahora.

Una sección del libro explora algunas de las maneras en que podemos cultivar la esperanza en el regreso de Cristo, como Iglesia, a través de diversos ritmos y prácticas. Entre ellas se incluyen la reunión, el ayuno y el descanso. ¿Cuáles de ellas crees que los evangélicos, especialmente, necesitan recuperar hoy?

Creo que, entre estas prácticas, las que menos practican los evangélicos son el ayuno y el descanso sabático. Para mí, personalmente, cuando practico el descanso sabático, tengo que recordarme a mí mismo que estoy descansando para anticipar que cuando Jesús regrese, tendrá lugar la redención del trabajo, la consumación del gobierno de Dios y nuestro deleite eterno en su presencia.

Al mismo tiempo, el Nuevo Testamento enseña explícitamente que nuestros ritmos de reunión deben tener un sabor escatológico. En Hebreos 10:25, se habla de la Iglesia diciendo: «No dejemos de congregarnos, como acostumbran hacerlo algunos, sino animémonos unos a otros, y con mayor razón ahora que vemos que aquel día se acerca» [énfasis añadido].

Así como muy probablemente descuidamos el ayuno y el descanso sabático, también descuidamos el aspecto de reunirnos semanalmente los domingos que incluye recordarnos unos a otros nuestra esperanza en el regreso de Jesús.

Por lo tanto, mi deseo sería que recuperáramos las disciplinas que hemos dejado de lado. Además, quiero que recuperemos el propósito de nuestra reunión, que en parte consiste en recordarnos unos a otros, en términos similares a los que usó Caleb, que si el Señor se complace en nosotros, nos librará (Números 14:8).

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Theology

Las personas son más que su cosmovisión

Como cristianos, a menudo nos definimos por nuestra ideología, pero Jesús nos llama a tener un sentido más profundo de identidad.

Christianity Today April 25, 2023
Ihor Malytskyi / Unsplash

Este artículo ha sido adaptado del boletín de Russell Moore. Suscríbase aquí. [Los enlaces de este artículo redirigen a contenido en inglés].

A veces una palabra perfectamente buena pierde tanto su significado que debería dejarse de lado, al menos temporalmente. Llamar a alguien «fundamentalista» en 1923, cuando la palabra designaba a los cristianos que creían en lo sobrenatural, era algo muy distinto a lo que significa en 2023, cuando transmite un sentido de militancia sectaria.

Hace varios años, me di cuenta de que otra buena palabra había perdido su significado: «cosmovisión».

«Todo el mundo tiene una cosmovisión», solíamos escuchar. Era y es cierto, por supuesto, que la rejilla a través de la cual vemos la realidad da forma a lo que somos. Pero con los años, me he cansado de escuchar la palabra «cosmovisión» como una lista de controversias de la guerra cultural actual, con el punto de vista cristiano «correcto» adjunto.

También estoy cada vez más convencido de que la conversación que gira en torno a la «cosmovisión» presupone algo que no me parece cierto ni bíblico: la creencia de que las personas adoptan axiomas cognitivos y los aplican a sus vidas. Cualquiera que haya tratado con personas reales sabe que lo contrario se da con mucha más frecuencia. He visto a innumerables personas con «cosmovisiones bíblicas» dar marcha atrás en un instante cuando sale a la luz que estaban involucrados en una aventura extramatrimonial.

El prólogo de Tim Keller a una nueva traducción de Personality and Worldview [Personalidad y cosmovisión] de J.H. Bavinck (Crossway) analiza muchas de mis reticencias. Algunos de ustedes bostezarán ante la sola mención de un teólogo reformado holandés fallecido hace mucho tiempo, pero el libro vale su precio aunque sea solo por el prólogo de Keller y la introducción escrita por su traductor y editor, James Eglinton. Ambos señalan la diferencia crucial entre una «visión del mundo» y una «cosmovisión».

Una de las cosas que argumentan es que, mientras que todo el mundo tiene una «visión del mundo», muy pocas personas tienen una «cosmovisión».

Eglinton define una «visión del mundo» como «un conjunto de intuiciones sobre el mundo formadas en los individuos por su entorno familiar y doméstico, sus profesores y su educación, y la amplia cultura en la que viven», combinadas con «la idiosincrasia del temperamento de cada persona». Esa combinación única permite a alguien tener un «marco de referencia viable con el que vivir día a día».

En otras palabras, no solo vemos el mundo en términos de proposiciones que afirmamos y negamos o basándonos únicamente en nuestro entorno social y cultural, sino también en nuestra personalidad.

Esa es una de las razones por las que a mucha gente le encanta averiguar su número de eneagrama o su tipo de Myers-Briggs, o incluso hacer uno de esos cuestionarios en línea de «¿Qué personaje de Marvel eres?».

Esas cosas pueden proporcionar, si no otra cosa, una metáfora para describir por qué mi esposa y yo reaccionamos de manera tan diferente cuando nos enteramos de que un amigo está en el hospital después de sobrevivir a un accidente automovilístico.

Si pudieras ver globos con los pensamientos de ella sobre su cabeza, verías algo parecido a: «Tenemos que reunir gente para proveer comidas para su familia y averiguar cómo podemos ayudar a llevar a sus hijos al colegio».

Mientras que mi globo de palabras diría: «La vida es corta y frágil. La muerte viene por todos nosotros…», antes de desviarse hacia el Salmo 104, algunas citas de Walker Percy y la letra de la canción «He went to Paris» de Jimmy Buffett.

Ella y yo sacaríamos casi la misma puntuación en todo si nos aplicaran un «cuestionario de cosmovisión» en lo que respecta a nuestros principios y valores. Crecimos a pocos kilómetros el uno del otro, en la playa. Podríamos resumir esas diferentes formas de reaccionar diciendo: «Yo soy un cuatro en el eneagrama, ella es un dos». Incluso así, nos damos cuenta de que los seres humanos somos un misterio y ninguno de nosotros puede «ser explicado» completamente como una «cosmovisión» o como un «tipo de personalidad», ni siquiera a nosotros mismos.

Desde el punto de vista de Bavinck, aunque todo el mundo necesita una «visión del mundo» —es decir, supuestos y pautas básicos para vivir—, muy pocas personas han desarrollado lo que él llamaría una «cosmovisión», que es un sentido más definido e intencional del significado de la vida.

Mucha gente vive toda su vida sin cuestionar sus suposiciones básicas o las de su grupo más cercano. Sin embargo, algunas personas —a menudo durante una crisis— se hacen la pregunta: «Pero, ¿qué significa todo esto?».

Frederick Buechner dijo una vez que hay un momento de quietud en cualquier servicio religioso, cuando el predicador abre la Biblia para leer, y al menos algunos individuos de la congregación esperan oír la respuesta a una sola pregunta: «¿Es verdad?».

Una cosa es pensar que la Biblia nos da buenos principios para dirigir nuestras vidas, adquirir experiencias espirituales, argumentar nuestras disputas sobre «valores»; o ayudarnos a ser mejores cónyuges, padres o ciudadanos.

Otra cosa muy distinta es preguntarnos: «¿Qué significa que todo, ya sea visible o invisible, esté unido por la Palabra de su poder?», «¿qué significa para mí realmente que exista un Dios en el que vivo, me muevo y existo?» y «¿qué cambiará en mi vida si es verdad que Jesús me ama y lo sé porque la Biblia me lo dice?».

A diferencia de la forma en que se utiliza la palabra «cosmovisión» en la mayoría de los contextos cristianos populares, una cosmovisión no es un conjunto definitivo de abstracciones con las que uno está de acuerdo, y que luego simplemente aplica a diversas interrogantes relacionadas con la verdad. Se trata, entre otras cosas, de darse cuenta de qué historia es verdadera y qué historia estamos viviendo. En cuanto a la historia cristiana, la trama no se resuelve a corto plazo.

Cuando los discípulos se exasperaron con Jesús en la orilla del mar, después de que pasara de alimentar a las multitudes a hablar de comer su carne y beber su sangre, no obtuvieron de Jesús un primer ejemplar del Libro de los Hechos, ni mucho menos un discurso sobre las diversas opiniones acerca de la presencia de Cristo en la Eucaristía. Simón no tenía un primer borrador de 1 y 2 Pedro escrito en su cabeza. Jesús se limitó a decir: «¿También ustedes quieren marcharse?».

La respuesta de Pedro es más importante que un millón de «manuales de cosmovisión» que clasifiquen ordenadamente a los seres humanos en categorías. Se limitó a decir: «Señor, … ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído, y sabemos que tú eres el Santo de Dios (Juan 6:68-69).

En muchos sentidos, Pedro no podía ver el camino por el que iba, ni mucho menos tener una teoría exhaustiva del mundo que le rodeaba. Solo sabía que esa persona era el Camino. Sabía que, por más que usara las palabras incorrectas para explicarlo, seguiría esa voz hacia cualquier futuro impredecible al que le llamara. Dondequiera que fuera este Jesús es donde él quería estar.

¿Vivió consistentemente y de forma coherente con eso? No. Una de cada dos páginas de los Evangelios muestra a Pedro malinterpretando espectacularmente algo que Jesús hace, normalmente diciendo tonterías que Jesús corrige. Cuando se le halló frente a la hoguera después del arresto de Jesús, la «cosmovisión» de Pedro parecía ser: «Nunca lo conocí».

Pero Jesús no lo abandonó. Después de la crucifixión y resurrección, Jesús siguió a Pedro hasta el lugar de su primer encuentro mutuo cuando Pedro pescaba en Galilea. E incluso después de su reconciliación emocional, Pedro empieza a hacer preguntas tontas que Jesús se niega a responder. Sin embargo, las últimas palabras registradas de Jesús a Pedro fueron las mismas que las primeras: «Sígueme».

Tu vecino ateo es más que su cosmovisión. Independientemente de las discusiones que tengan en la cafetería, él es complejo y a menudo vive de forma incoherente con las abstracciones que sostiene, igual que tú. Quizá pueda darte quince razones por las que creer en Dios es tan tonto como creer en un monstruo de espagueti volador.

Aun así, puede que detrás de esa «cosmovisión» haya alguien asustado, solo y avergonzado. Y puede que también se pregunte: «¿Y si es verdad?» en esos momentos en los que su cosmovisión no parece «funcionar» — cuando mira a su bebé recién nacido, o está frente al Gran Cañón, o escucha el Salmo 23—. Y puede que a veces, por debajo de todos sus argumentos racionales, incluso espere que así sea.

Tú también eres más que tu cosmovisión. Por supuesto, los argumentos filosóficos ocupan un lugar importante en la historia de la Iglesia y en la búsqueda de la fe. Pero la «renovación de tu mente» a la que te llama la Biblia no consiste principalmente en aprender puntos de debate, sino en recordar primero las misericordias de Dios. Y así te ofrecerás a ti mismo, una y otra vez, como «sacrificio vivo, santo y agradable a Dios» (Romanos 12:1-2). En este empeño interviene todo tu ser —tus afectos, tus intuiciones y tus anhelos—, no solo tu razón.

Por eso, la mayoría de nosotros, en nuestro lecho de muerte, no recurriremos a axiomas y argumentos, sino a los himnos que aprendimos a cantar, a las historias que llegamos a saber que eran verdaderas, y a las personas que dieron testimonio con sus palabras de una luz que brillaba en la oscuridad, una palabra que se hizo carne —incluso si lo hicieron en formas imperfectas y fragmentadas—.

Quizá en ese momento ni siquiera podamos ver con nuestros ojos físicos. Pero seguiremos conociendo el Camino al que queremos ir, que está donde sea que Él esté. No es una cosmovisión que pueda resolver todas las preguntas y ganar todas las discusiones, pero es suficiente para una vida terrenal, y para la vida que venga después.

Russell Moore es el editor jefe de Christianity Today y dirige su Proyecto de Teología Pública.

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Parkinson: El don que no quería

He pasado muchos años escribiendo sobre el dolor y el sufrimiento. Ahora pasaré años aprendiendo a vivir con una discapacidad física.

Philip Yancey

Philip Yancey

Christianity Today April 21, 2023
Cortesía de Philip Yancey

En mi autobiografía, Where the Light Fell, cuento la historia de mi hermano mayor, a cuya sombra crecí. Marshall fue bendecido con un cociente intelectual que excedía todas las tablas de medición, y unas capacidades musicales insólitas, que incluían un oído absoluto y una memoria auditiva que le permitían tocar cualquier música que hubiera escuchado.

Todo cambió en 2009, cuando un infarto cortó el flujo de sangre a su cerebro. Un día estaba jugando golf; dos días después yacía en una sala de cuidados intensivos, en coma.

Una cirugía cerebral poco común fue lo único que pudo salvar la vida de Marshall, y así comenzó su nueva identidad como persona discapacitada. Como si hubiera tenido que repetir su infancia, le llevó un año aprender a caminar y varios años poder hablar usando frases más largas que unas cuantas palabras. Se esforzó mucho, teniendo que lidiar con un brazo derecho inútil y una condición del habla llamada afasia. Ahora lleva con orgullo una camiseta que dice: «Afasia: Sé lo que quiero decir, pero no puedo decirlo».

De mi hermano aprendí los desafíos de la discapacidad. La irritación de ser incapaz de expresar las palabras. La falta de dignidad de necesitar ayuda con actividades como darse una ducha y vestirse. La paranoia de saber que hay amigos tomando decisiones sobre él a sus espaldas.

En público, los extraños desvían la mirada, como si él no existiera. Solo los niños son directos. «Mamá, ¿qué le pasa a ese hombre?», dicen antes de que les chisten para que se callen; los más atrevidos se acercan a su silla de ruedas a preguntarle directamente: «¿No puedes caminar?».

La frustración llegó a ser tan grande que Marshall investigó cuántas pastillas de Valium y Ambien tenía que tomar para suicidarse, y después se las tragó con casi un litro de whisky. Gracias a Dios, su intento de suicidio fracasó, y terminó en un psiquiátrico. Desde entonces y con la ayuda de muchas horas de terapia, ha ido poco a poco rehaciendo su vida, y ahora se las arregla para vivir solo y conducir un coche adaptado.

Hace un año, mientras esquiaba en Colorado, le di instrucciones precisas a mi piernas para que giraran cuesta abajo, pero me desobedecieron. Choqué contra un árbol, rompí una de mis botas y el esquí, y me lastimé la pantorrilla izquierda. Fue extraño. Mi cerebro había dado órdenes, y las piernas sencillamente lo ignoraron.

Durante los siguientes meses aparecieron otros síntomas. Mi forma de caminar y mi postura cambiaron. Mi escritura, que ya era pequeña, se hizo incluso más diminuta y descuidada. Algunas noches tenía leves alucinaciones mientras dormía. Cometía más errores cuando mecanografiaba en un teclado. Mi penoso juego de golf se volvió aún peor. Le mencioné una posibilidad a mi médico de cabecera, quien me respondió: «Estás muy sano, Philip. No puedes tener la enfermedad de Parkinson». (Consigan siempre una segunda opinión).

Para cuando llegó el otoño de 2022, vivía como en un túnel del tiempo. Tareas simples como abotonarme una camisa me llevaban el doble de lo habitual. Me sentía como si un alienígena que se movía en cámara lenta y sin coordinación hubiera invadido mi cuerpo. Cuando otras personas comenzaron a darse cuenta, supe que tenía que hacerme un chequeo médico.

En la red de mi seguro médico no había neurólogos disponibles en seis meses, así que cambié mi plan de seguro a uno con una red más amplia, y una amiga me ayudó a ingresar a sus instalaciones de última generación, conectadas a una universidad. El mes pasado recibí la confirmación de un diagnóstico de Parkinson, una enfermedad degenerativa que interrumpe las conexiones entre el cerebro y los músculos. Comencé un tratamiento de dopamina junto con terapia física.

Cuando comencé a informarles a unos cuantos amigos cercanos, temía que ahora hubiera adquirido una etiqueta nueva: no solo Philip, sino Philip-con-Parkinson. Así sería como la gente me vería, pensaría y hablaría de mí.

Yo quería reiterar: «Sigo siendo la misma persona por dentro, así que, por favor, no me juzguen por cosas externas como la lentitud, los tropiezos y los temblores ocasionales». De hecho, en protesta acuñé una nueva palabra: dislabeled [desetiquetado], en vez de disabeled [discapacitado]. He visto a otra gente juzgar a mi hermano por su bastón, su brazo marchito o su timidez para hablar, sin ser conscientes del ser humano complejo y valiente que existe detrás de la pantalla de estos elementos externos.

Entonces, menos de una semana después de mi diagnóstico, la realidad se abrió paso a la fuerza. Como queriendo demostrar que nada había cambiado en realidad, decidí intentar jugar el nuevo deporte de pickleball, una especie de mezcla entre tenis y ping-pong. A los cinco minutos me agaché a por una pelota, tropecé y me caí hacia delante. El reflejo para parar mi caída llegó muy tarde y aterricé de cara contra el suelo.

Tras ocho horas de espera en una sala de urgencias llena de gente, me di cuenta de que no podía negar que me había unido al heterogéneo montón de personas heridas y discapacitadas que visitan un lugar así un miércoles por la noche. Después de todo, no estoy desetiquetado.

De aquí en adelante haré algunos cambios. Nada de saltar de peña en peña en alguna de las montañas de más de cuatro mil metros de altura de Colorado. Nada de carreras kamikazes en bicicleta de montaña. ¿Patinaje sobre hielo? Probablemente no. Y desde luego, ¡no más pickleball!

Como si fuera una vista previa comprimida de la vejez, una discapacidad significa dejar ir cosas habituales que damos por sentadas. Ni siquiera debería subir escaleras sin utilizar un pasamanos, y caminar es el ejercicio más seguro que puedo hacer… siempre y cuando levante los pies y no los arrastre. Así como tuve que ir más despacio cuando caminaba junto a mi hermano, ahora otros deben ir más despacio a mi lado.

Un amigo que escuchó la noticia me envió una referencia del Salmo 71, que comienza con estas palabras: «En ti, Señor, me he refugiado; jamás me dejes quedar en vergüenza».

Aunque el poeta escribió sobre circunstancias muy diferentes —asediado por enemigos humanos en vez de por una enfermedad neurológica— las palabras «jamás me dejes quedar en vergüenza» me impactaron. Otros salmos (como el 25, el 31 y el 34) repiten también esa extraña frase.

A la discapacidad parece acompañarla cierta medida de vergüenza. Hay una vergüenza innata en incomodar a otros por algo que no es ni tu culpa ni tu deseo. Y también cierta vergüenza en que algunos amigos bienintencionados reaccionen de forma exagerada: algunos te tratarán como si fueras una antigüedad endeble y terminarán tus frases cuando te detengas un segundo para pensar una palabra.

Aunque sigo experimentando solo síntomas leves, ya puedo anticipar la vergüenza de cómo estos podrán empeorar: babeos, lapsus de memoria, arrastrar las palabras y temblores en las manos. Una señal de alarma: el otro día abrí un boletín de noticias y por error leí «Medicación diaria» en vez de «Meditación diaria».

A veces la vergüenza puede conducir a la acción. Después de mi diagnóstico, seis amigos me escribieron diciendo que habían observado algo raro en mí, pero no lo habían mencionado. Solo dos se arriesgaron a ser tan sinceros como un niño. Mientras cenábamos en un restaurante, uno de ellos dijo: «¿Te estás volviendo lento, Philip?», con lo que se ganó una mirada de reproche de mi esposa. Otro, más abierto, me preguntó: «¿Por qué caminas como un viejo decrépito?». Estos dos comentarios me animaron a intensificar mi búsqueda de un neurólogo.

«No me rechaces cuando llegue a viejo; no me abandones cuando me falten las fuerzas», añade el Salmo 71. Esa oración expresa la súplica silenciosa de todas las personas con discapacidad; un grupo que ahora me incluye a mí. Los CDC (Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, por sus siglas en inglés) calculan que el 26 por ciento de la población de los Estados Unidos califica como discapacitada. Ahora que me he unido a ellos, intento pasar por alto los factores externos —como hago instintivamente con mi hermano— y mirar a la persona que hay dentro.

En el primer mes de reconocimiento de mi discapacidad me he vuelto mucho más consciente de mí mismo, algo que puede ser bueno o malo. Tengo que prestar más atención a mi cuerpo y a mi estado de ánimo, sobre todo mientras me adapto a la medicación y descubro mis limitaciones físicas. Necesito encontrar una rutina de ejercicio que sea segura y desafiante. Sin embargo, no quiero obsesionarme con una parte de mi vida ni dejar que la enfermedad me defina.

Hace poco, la revista Time publicó un ensayo de un activista discapacitado que escribió un libro sobre «el orgullo de la discapacidad». Una nueva generación que se expresa abiertamente lleva la etiqueta de discapacitado como una medalla de honor. Algunos miembros de la comunidad sorda, por ejemplo, desprecian los eufemismos como «personas con problemas de audición» y se niegan a recibir procedimientos médicos que puedan restaurar su oído.

Por el contrario, yo admito que me encantaría que el Parkinson desapareciera mágicamente de mi vida. Montaría una hoguera de pastillas, cancelaría el pedido del bastón y desempolvaría mi equipamiento para escalada. Sin embargo, no tengo esa opción —y quizá los activistas de la discapacidad solamente se estén centrando en aceptar la realidad de que algunas cosas no se pueden cambiar—.

Aunque todavía me rechina el raro eufemismo de «personas con capacidades diferentes», ahora lo entiendo mejor. La frase apunta al hecho de que la vida es patentemente injusta y que las personas no son iguales en sus capacidades. Mi hermano una vez fue capaz de tocar conciertos de piano mientras yo seguía batallando para dominar las escalas. Comparados con Tom Brady o Venus Williams, todos somos discapacitados atléticamente. Y aunque puede que el Parkinson elimine parte de mis actividades físicas favoritas, puedo disfrutar de otras que quizá un tetrapléjico envidiaría.

No hay dos seres humanos que tengan las mismas capacidades, la misma inteligencia, apariencia y trasfondo familiar. Podemos responder a esa desigualdad con resentimiento, o de algún modo aprender a abrazar los dones y «discapacidades» únicas para nosotros.

En mi carrera de escritor he entrevistado a presidentes de Estados Unidos, estrellas de rock, atletas profesionales, actores y otras celebridades. También he escrito perfiles sobre pacientes de lepra en India, pastores encarcelados por su fe en China, mujeres rescatadas del tráfico sexual, padres de niños con raros trastornos genéticos, y a muchos que sufren de enfermedades mucho más debilitantes que el Parkinson.

Al reflexionar sobre los dos grupos, esto es lo que destaca: con algunas excepciones, aquellos que viven con dolor y fracaso tienden a ser mejores mayordomos de las circunstancias de su vida que aquellos que viven con éxito y placer. El dolor redimido me impresiona mucho más que el dolor eliminado.

Este último giro en mi vida implica una enfermedad que podría resultar incapacitante, o tal vez una mera inconveniencia; el Parkinson tiene un amplio espectro de manifestaciones. ¿Cómo debería prepararme?

Tuve el privilegio de conocer a Michael Gerson, columnista del Washington Post y redactor de discursos de la Casa Blanca, quien vivió con Parkinson durante años antes de sucumbir al cáncer. Un colega dijo de él: «En el punto más alto de su carrera utilizaba su influencia para cuidar de los más vulnerables, encabezando la campaña para enfrentar el SIDA en África. En su peor momento físico, nunca se quejó, sino que se centró en agradecer por la vida que había vivido».

Esa es mi oración. Después de una infancia complicada, he tenido una vida rica, llena, maravillosa, con más placer y plenitud de la que jamás hubiera soñado o merecido. Mi omnicompetente esposa por ya 52 años se toma mi salud y mi bienestar como un desafío personal.

Hace dieciséis años, cuando yacía en una camilla rígida con el cuello roto después de un accidente de tráfico, Janet condujo durante una tormenta de nieve para rescatarme. Ella ya estaba rediseñando mentalmente nuestra casa en caso de que necesitara prepararla para vivir con un paralítico. Ella muestra esa misma lealtad fiera y generosa ahora, incluso cuando se enfrenta a la posibilidad del demandante papel de cuidadora.

Mi futuro está lleno de interrogaciones, y no estoy ansioso sin razón. Tengo unos cuidados médicos excelentes y el apoyo de mis amigos. Confío en un Dios bueno y amoroso que a menudo elige revelar esas cualidades suyas a través de sus seguidores en la tierra.

He escrito muchas palabras sobre el sufrimiento y ahora he sido llamado a ponerlas en práctica. Deseo ser un mayordomo fiel en este último capítulo.

Philip Yancey es autor de muchos libros, que incluyen el más reciente, su autobiografía Where the Light Fell.

Traducción por Noa Alarcón.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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