El hombre que humanizó la guerra

150 años después, él todavía da forma a nuestros ideales en tiempos de guerra.

Christianity Today November 25, 2014
Corbis / AP

Esta traducción fue publicada en colaboración con la Conferencia Nacional de Liderazgo Cristiano Hispano (NHCLC, por sus siglas en inglés).

A veces un pequeño libro puede hacer una gran diferencia en la forma en que la gente piensa sobre lo correcto e incorrecto.

La novela de Harriet Beecher Stowe de 1852, “La cabaña del tío Tom,” afectó profundamente la forma en que los norteamericanos blancos percibían la esclavitud. Diez años más tarde y a través del Atlántico, Henry Dunant publicó otro libro revolucionario, Un recuerdo de Solferino: sus relatos presenciales cuentan de la secuela de una de las más sangrientas batallas de Europa.

El libro de Dunant es leído raramente hoy. Pero si usted se indigna cuando caen bombas, cohetes o proyectiles de artillería en hospitales, escuelas y lugares de culto, usted puede identificar la huella de Dunant en la suposición de que estos deben ser lugares seguros.

Dunant era un inversionista suizo que trabajaba en Argelia. No había podido obtener tierra y derechos de agua de las autoridades coloniales, por tanto apeló directamente al Emperador Francés Napoleón III.

Pero el Emperador estaba tratando de liberar el norte de Italia de la dominación Austríaca. Cuando Dunant llegó a Solferino—el cuartel general de Napoleón—el escenario estaba lleno de soldados muertos, moribundos y heridos. Sorprendido por la magnitud del escenario, dado que los dos ejércitos estaban completamente desprevenidos para enterrar a sus muertos, consolar a los moribundos, o atender a los heridos. Sus hospitales de campaña y suministros médicos eran lamentablemente inadecuados. La compasión por los enemigos heridos también era escasa: ambos ejércitos les disparaban o usaban sus bayonetas en su contra.

Dunant era un organizador natural. Cuando era adolescente, formó un grupo de estudio bíblico que trabajó con los pobres. A los 22 años, fundó el capítulo de Ginebra de la Unión Cristiana de Hombres Jóvenes (paralelo al YMCA inglés y americano). Cuando algunos planeaban crear una federación europea de YMCAs, él argumentó en cambio por una federación internacional. Así, a los 25 años, se trasladó a París para representar a Ginebra en la primera convocatoria internacional del YMCA.

Dunant utilizó sus dones organizativos en Solferino. Se apoderó de la iglesia más grande en un pueblo cercano, organizó a los heridos para atenderlos con máxima eficiencia, compró un gran cargamento de tela para usar como vendas, y convenció a las mujeres locales para cuidar de los heridos. Incluso les inspiró a dejar de lado su odio hacia el enemigo. Tutti fratelli (“Todos somos hermanos”) se convirtió en su lema.

Pero si se iba a atender a los heridos y a aliviar su dolor, Dunant sabía lo necesario que era proteger al personal médico, a los capellanes y a los hospitales de campaña. Antes de Solferino, los médicos eran considerados parte de uno de los bandos. Dunant propuso que los ejércitos enemigos consideraran a los médicos neutrales y trataran las instalaciones médicas como zonas seguras. Antes de Solferino, nadie ayudaba a enemigos heridos por temor a que estuvieran haciéndose pasar por heridos con el fin de apuñalar a cualquiera que se les acercara. Dunant creía que los médicos debían ayudar a los heridos, independientemente del lado al que representaban en la batalla. Antes de Solferino, el cuidado de los heridos era una idea de último momento. Dunant propuso la formación de una organización internacional para coordinar el personal médico y los suministros en tiempos de guerra.

El libro de Dunant despertó el entusiasmo popular. En 1863, justo un año después de que lo publicó, él y cuatro amigos convocaron a representantes oficiales de 16 países, que estuvieron de acuerdo en los puntos clave de la visión de Dunant. (Inspirado en la Proclamación de Emancipación, le pidió al presidente Lincoln que enviara un representante. Lincoln, sintiendo que su posición política era precaria, envió un observador en su lugar). Al año siguiente se reunieron de nuevo y redactaron formalmente la “Convención de Ginebra para el alivio de la condición de los heridos en los ejércitos en campo de batalla.” Como su símbolo, adoptaron una cruz roja sobre un fondo blanco.

En la actualidad, 196 países son firmantes de la Convención de Ginebra y sus elaboraciones posteriores. La Cruz Roja y organizaciones paralelas (la Media Luna Roja y Magen David Adom) están activas internacionalmente no sólo en situaciones de emergencia relacionadas con la guerra, sino también en los desastres naturales.

Dunant tuvo más éxito como visionario social que como hombre de negocios. En 1867, perdió su fortuna y se declaró en quiebra. No fue sino hasta 1895 que un periodista de vacaciones en los Alpes descubrió a Dunant viviendo en un albergue para personas mayores. El periodista trajo a Dunant de nuevo a la atención del público, y en 1901, el Primer Premio Nobel de la Paz fue otorgado a este visionario cristiano.

Nosotros podemos llamar fácilmente a los cuatro Convenios de Ginebra la revolución de Dunant. Se han multiplicado la lista de tabúes de guerra. Dunant entendió que todas las guerras son grandes tragedias humanas. Él tenía la esperanza que al atender a todos los heridos y moribundos, amigos y enemigos, las naciones aprenderían la verdad que habían descubierto en Solferino: Tutti fratelli. Todos somos una familia.

David Neff es el ex editor en jefe de la revista Christianity Today.

Alivio en el caos de tiempos de guerra

Cerca de 1.3 millones de sirios e iraquíes huyendo de la violencia están ahora viviendo en el Jordán. Cómo los líderes globales y locales están ayudándoles.

Christianity Today November 25, 2014
Warrick Page / Getty

Esta traducción fue publicada en colaboración con la Conferencia Nacional de Liderazgo Cristiano Hispano (NHCLC, por sus siglas en inglés).

Son las 8:30 el martes por la mañana y la crisis está retumbando en la televisión en el salón de estudiantes del Seminario Teológico Evangélico el Jordán (JETS, por sus siglas en inglés), con sede en Ammán. Solo unos pocos estudiantes—principalmente varones egipcios, sudaneses, sirios y jordanos—están mirando. Todos los demás están alrededor de un café y té, poniendo azúcar en un vaso de papel mientras revisan el vocabulario griego y la teología de la trinidad.

Una coalición liderada por Estados Unidos recién había lanzado un ataque aéreo sobre la región de Siria controlada por los extremistas islámicos, un corresponsal anunció: El Estado Islámico (ISIS) está luchando contra el régimen del Presidente sirio Assad, contra militares curdos, el ejército Iraquí, y las fuerzas rebeldes en Siria. ISIS ha decapitado a periodistas y mantenido otras personas de rehenes. El Jordán ha participado en ataques aéreos y ha cerrado sus fronteras, tomando medidas enérgicas contra los islamistas, arrestando a sospechosos de terrorismo en todo el Reino Hachemita.

Un pastor de refugiados que huyeron de Siria hace dos años apaga el televisor.

“¡Yallah shabab [vamos muchachos] capilla!”

En la planta alta un estudiante de nombre Mounis, está dirigiendo a los empleados y a otros estudiantes en el servicio de adoración. “Astatih kullu shayin fil masih kuwati [todo lo puedo en Cristo que me fortalece],” canta un teclista egipcio, con los ojos cerrados, y el ceño fruncido.

“Ilahi yourid an ahya fi najahi [mi Dios quiere que viva en Victoria] Wa yuqimuni ila murtafaati [y El me permite caminar en lugares altos.]”

Después del servicio, Bryson Arthur, un teólogo sistemático escocés en JETS se acerca al pódium para leer en Mateo 8.

“Dios está durmiendo en la barca de los discípulos. ¡El creador del universo está durmiendo en la barca!” Arthur dice. “‘Hombres de poca fe’, dice el Mesías. ‘¿Por qué tienen tanto miedo?’”

Los creyentes pueden escoger entre dos tipos de temor, Arthur continua: temor al mundo o temor a Dios. “uno te deja apretado, desesperado y aterrorizado; el otro te da paz, uno busca el control; el otro rendir el control.”

“vamos a escoger el último,” Arthur dice. “no estén temerosos.”

La capilla se acabó. Afuera del seminario, las tormentas políticas y militares remolinean, dando a la comunidad JETS abundante temor. Pero después de clases y en domingo, los seminaristas y profesores recorrerán Ammán, ministrando en las iglesias de la ciudad, los albergues, y en las casas privadas para cuidar a la creciente población de refugiados en el país.

“La iglesia está en sufrimiento por lo que está pasando en siria e Irak,” dijo Yousef Hashweh, pastor de la Iglesia Alianza Jordana. “Necesitamos que nuestras iglesias hermanas en Occidente nos apoyen.”

Cuidado compasivo

En el 2010 Hanna Massad, profesor asistente de teología en JETS, lanzó un nuevo compañerismo en Ammán para los refugiados cristianos iraquíes.

Antes de la prolongada crisis siria, el compañerismo atendía sobre todo las necesidades físicas y espirituales de los iraquíes. Pero ya no. Complementando los esfuerzos de ayuda de las iglesias, los cristianos iraquíes han comenzado a ministrar a los sirios.

Más de la mitad de esos refugiados son mujeres y niños pequeños. La congregación de Massad tiene regularmente una casa abierta para que los niños sirios jueguen. “También visitamos a sirios en sus casas en el Jordán. Les escuchamos, tomamos té, oramos y a veces proveemos comida,” Massad, un ex pastor de la iglesia bautista de Gaza, dijo a CT.

Más de 619,000 refugiados sirios oficialmente registrados—junto con 2 millones de palestinos y miles más en Irak, Sudán, Somalia y otros países—han inundado Jordania. En cuatro años de conflicto sirio, la emergencia de refugiados de Jordania se ha convertido en una crisis nacional, agravando la capacidad del país para sostener a las masas que no saldrán en corto plazo. (Hoy, hay 3.2 millones de refugiados sirios en la región.)

A medida que el número de refugiados crece, también lo ha hecho el número de misioneros voluntarios cristianos que llegan de Europa, América, Corea del Sur, Japón, y de China. A finales del 2014, más de 50 agencias gubernamentales seculares y fundamentadas en la fe se han gastado más de $850 millones en el cuidado de los refugiados sirios en Jordania. En octubre, la sede en Estados Unidos del Cradle of Christianity Fund [Fondo la Cuna del Cristianismo] se comprometió a recaudar $25 millones para dar albergue a refugiados desplazados— cristianos iraquíes y sirios—durante el próximo invierno. La necesidad inmediata de alimentos, refugio, educación y atención médica es abrumadora. En promedio, una línea telefónica de las Naciones Unidas en Ammán recibe 2,500 llamadas buscando ayuda cada día.

Algunos cristianos procedentes de países extranjeros están dispuestos a evangelizar tan pronto como llegan. Pero los líderes de la iglesia jordana advierten contra el proselitismo. El artículo 150 del código penal jordano prohíbe cualquier acción que pueda conducir a “discordia sectaria,” un término vago que incluye proselitismo. La mayor parte de las iglesias tradicionales de Jordania no hacen proselitismo activamente. Jordania, al igual que otras naciones del Medio Oriente, tiene un servicio de inteligencia grande que monitorea la actividad religiosa.

La policía jordana ha detenido y deportado individuos americanos, coreanos, y otros cristianos extranjeros que supuestamente compartieron el evangelio con los musulmanes. En un caso, la policía obligó a un pastor a dejar Jordania ya que estaba atrayendo demasiada gente a su congregación. Incluso la interpretación pública de música de adoración puede desencadenar una investigación oficial.

Imad Shehadeh, presidente de JETS, dijo que a menudo es mejor dejar la evangelización a los jordanos, teniendo en cuenta la seguridad actual y las complejidades culturales. “Tiene mucho más sentido invertir en los árabes. Ellos son tan inteligentes y tan pidadosos como los occidentales.”

“Algo que ayuda estratégicamente a reducir la tasa sin precedentes de la migración de los cristianos del Medio Oriente es la educación teológica que toma lugar en el mismo Oriente Medio. Cuando los cristianos árabes son entrenados con eficacia, ellos desarrollan una convicción profunda y una visión duradera para alcanzar a sus países para Cristo, están armados con herramientas que nunca tuvieron antes, no pueden quedarse quietos sin ministerio, y saben que pueden hacer la diferencia, traer de vuelta la esperanza del Evangelio a multitudes.”

“Estos son hombres y mujeres piadosos e inteligentes que no necesitan aprender un nuevo idioma o una nueva cultura.”

Un converso, Ahmed, dijo que al compartir el evangelio con los musulmanes, es importante ayudar a las personas a que consideren el costo.

“¿Qué pasa si la gente que estás ayudando va a la cárcel? Esa decisión cambia toda su vida,” dijo. También comentó que los cristianos deben resistir cualquier presión del exterior de mostrar el progreso en términos de números. “Conectar con la gente de corazón a corazón, no de proyecto a corazón,” dijo Ahmed.

Massad dijo que la clave para cuidar a los refugiados es compasión. Muchas familias de refugiados llegan a Ammán después de haber agotado todas las demás opciones. Cuando las iglesias los reciben, se establece la confianza. Necesitas sabiduría de lo alto sobre cuándo hablar, cómo entregar un mensaje de amor a los demás,” dijo Massad.

Una familia llegó a su iglesia después que ISIS secuestró al padre. La madre y sus dos hijos aún no saben si está vivo. “Ellos han empezado a experimentar a Dios trabajando en sus vidas,” dijo Massad. “Oramos juntos. Nos reímos y lloramos. Podría escribir un libro acerca de cada familia y lo que han pasado.”

El actual conflicto se traduce en refugiados que llegan de Siria e Irak cada semana. “En estos días vemos que la historia está siendo escrita,” dijo Massad. “Debemos estar orgullosos que pertenecemos al cuerpo de Cristo. Podemos aprender unos de otros. Las necesidades son ilimitadas.”

Compromisos a largo plazo

A pesar de las necesidades urgentes de socorro, algunos de los más eficaces líderes cristianos de Jordania equilibran la ayuda de emergencia con los proyectos de desarrollo de largo alcance, como el discipulado, clínicas de salud, y el crecimiento económico.

Chung Nam Hyung está entre quienes creen que este enfoque se adapta bien a la cultura. Chung, un pastor coreano que ha trabajado en Jordania durante 20 años, dijo que ha tomado tres generaciones para que los coreanos puedan establecer raíces en el Medio Oriente.

Por ejemplo, cuando Chung llegó por primera vez a Bahrein en 1989, los cristianos coreanos no hablaban árabe. Eran en su mayoría hombres jóvenes solteros que trabajaban de día y se reunían en las tardes a orar. Era tentador juzgar su éxito contando su “fruto” (o la falta de) en la región.

“Pero Dios no mira con esa perspectiva” dijo Chung. “Él no está apurado. Él mira el cuadro grande.”

“Los seguidores de Jesús son bendecidos cuando bendicen a los demás. Mientras esperas como refugiado para saber el nuevo lugar donde vas a vivir, o la visa, o la paz para poder volver, eres una fuente de bendición,” dijo Chung. Los pobres y marginados—egipcios, iraquíes desplazados, criadas filipinas, y ahora sirios refugiados—entienden esto. “Los más poderosos misioneros en el Golfo son las trabajadoras filipinas. ¿Quién más puede entrar en los hogares saudíes y hablar con las mujeres en sus propias salas?”

Chung y otros líderes de la iglesia se enfocan en el reasentamiento. En muchos casos, los refugiados no pueden regresar sin peligro a sus hogares y se les concede residencia permanente. Por ejemplo, los Estados Unidos han reasentado a 85,000 iraquíes pero sólo 90 sirios hasta ahora. El año que viene puede aceptar hasta 2,000 sirios.

En otra zona de Ammán, varios cristianos chinos (que pidieron pseudónimos) se han asentado por largo plazo. Ellos están estudiando árabe en una universidad islámica que atrae a los extranjeros religiosos, incluyendo a los estudiantes chinos de la minoría musulmana Hui o Uygur. Li y su esposa, Jiayi, han estado en Jordania durante dos años. Provienen de una gran iglesia en hogar china que envía a los trabajadores a lugares donde los creyentes de Asia a menudo son mejor recibidos que los occidentales.

El mayor grupo de agencias de desarrollo en el país proviene de Norte y Sur América. Tan sólo Canadá y los Estados Unidos cuentan con más de 20 grupos en Jordania, y muchos de ellos centran su labor en la formación de líderes y en apoyar a nuevas iglesias.

Algunos cristianos de América del Sur también están sirviendo a través de la educación y de la microempresa. María y Juliana, dos mujeres brasileñas solteras, de alrededor de los 30 años, se cambiaron a Ammán hace dos años sin saber inglés o árabe. Después de aprender los dos idiomas, ahora visitan regularmente los refugiados sirios, enseñan a las mujeres ejercicios aeróbicos y cómo vender artesanías, y organizan campamentos juveniles. A pesar de la barrera del idioma, dijo María, ella se mueve fácilmente en la cultura árabe, especialmente entre otras mujeres.

El alcance es arriesgado

En su mayor parte, los líderes ortodoxos, católicos y protestantes en Jordania se han mantenido dentro de sus grupos respectivos desde hace años. Pero algunos pastores esperan que la crisis de los refugiados forje un nuevo sentido de unidad. “Tenemos que actuar como un solo grupo—un cuerpo de Cristo,” dijo Noor Sahawneh, pastor de la Iglesia Cristiana Nacional y Alianza Misionera de Mafraq.

Con sus puertas abiertas para todos, la clínica médica católica Madre de Misericordia en Zarqa—perfilada recientemente por la revista One (publicada por la Asociación Católica de Bienestar del Cercano Oriente)—es un ejemplo de la unidad cristiana en acción. El pequeño centro cristiano típicamente trata más de 100 pacientes diariamente, muchos de ellos madres gestantes remitidas por las ciudades del norte de Mafraq, Jerash, e Irbid para la atención prenatal.

“No podemos hablar de espiritualidad en nuestro trabajo,” dijo la hermana Najma a One. “Lo que hacemos y cómo lo hacemos demuestra nuestra espiritualidad. Hemos dedicado toda nuestra vida a ayudar a la gente. Este es nuestro mensaje.”

Cincuenta y seis por ciento de la población de Jordania tiene 24 años de edad o menos, y los jóvenes de Jordania, Palestina, Iraq, y las familias sirias luchan para encontrar atención médica de bajo costo. Ahí es donde el personal de la Madre de la Misericordia puede desempeñar un papel—atraer principalmente a los no católicos como pacientes.

Otra área de interés es el ministerio interreligioso, una zona extremadamente sensible entre los líderes de la iglesia. Cambiar de religión a alguien es ilegal, peligroso, y a veces mortal.

El ministerio a los perseguidos, llamado Puertas Abiertas, informa que la libertad religiosa en Jordania ha disminuido en los últimos 18 meses. Las crisis regionales han intensificado el conservadurismo, por lo que muchos jordanos se resisten a la interacción entre religiones. Al mismo tiempo, el dolor del terrorismo ha abierto a muchas personas a nuevas preguntas sobre su propia religión.

Si los creyentes pueden fortalecer su unidad en este momento, dijeron los líderes de Jordania, el evangelio arderá en el Medio Oriente más fuertemente que nunca. “No hay oriental, occidental, judío, o griego en Cristo,” dijo el pastor Hashweh de la Alianza Jordana. “Si un miembro se duele, todo el cuerpo está en dolor.”

Alice Su es una periodista que actualmente está informando desde Jordania e Iraq. Ha escrito para The Atlantic, Wired, y Columbia Journalism Review.

Dios siempre sana

Buenas nuevas para nuestros cuerpos—en esta vida y en la venidera.

Christianity Today November 25, 2014
Shutterstock

Esta traducción fue publicada en colaboración con la Conferencia Nacional de Liderazgo Cristiano Hispano (NHCLC, por sus siglas en inglés).

Tarde o temprano, todo cristiano va a tener que decidir lo que piensa sobre la posibilidad de sanidad física en esta vida. El tema es especialmente apremiante para mí. Soy pastor de una iglesia grande, carismática, que presencia la sanidad física de decenas de personas cada año, hablo en conferencias carismáticas con regularidad, y he argumentado públicamente que el don de Cristo de la sanidad continúa el día de hoy.

También tengo un hijo y una hija con autismo regresivo. Ambos hijos han perdido lentamente la habilidad para cantar, aplaudir, pintar, y sostener una cuchara (aunque mi hijo ha recuperado algunas de estas habilidades). Hasta ahora, no han sido sanados. Para mí, hablar de sanidad no es algo teórico.

Perspectivas polarizadas sobre este tema abundan. En un lado están pastores quienes prometen salud y riquezas para todos aquellos que siguen a Jesús. Al otro lado, están los escépticos que piensan que la mayor parte de la gente que asegura haber vivido una experiencia física de sanidad o están mintiendo o delirando. Aún los cristianos que están de acuerdo en que Dios sana algunas veces—pero no siempre—enfrentan confusión. ¿Sana Dios si nosotros simplemente tenemos suficiente fe? ¿Debemos asumir que la enfermedad es un regalo de Dios, diseñado para enseñar sobre el sufrimiento, la perseverancia, y la soberanía misteriosa de Dios en medio de la maldad?

Antes de poder contestar este tipo de preguntas, primero necesitamos reconocer la sanidad por lo que es. Es decir, que existen más de un tipo de sanidad divina.

Primer tipo de sanidad: Un virus ataca mi cuerpo, y mis glóbulos blancos entran en acción, buscando al perpretador para eliminarlo. Cada segundo, pequeñisimos fragmentos de materia mineral y orgánica son enviados a aquellas partes de mi cuerpo que las necesitan, obrando reparaciones en una manera continua, hora tras hora, año tras año. Mi cuerpo se sana a sí mismo todo el tiempo. Es el resultado de la gracia de Dios, quien me creó, me busca, me conoce, y me ama.

En el segundo tipo de sanidad, un profeta judío pone sus manos sobre ojos ciegos y oídos sordos y causa que puedan ver y oír instantáneamente. Un joven que nació sordo asiste a un entrenamiento conmigo y es sanado inmediatamente después de que alguien oró por él en el nombre de Jesús. Inmediatamente llama a su prometida con su teléfono al oído (que hasta ese día era un oído sordo). Tienen una emocionante conversación, por decir lo menos. Una mujer que ha estado en una silla de ruedas por años, oran por ella en el nombre de Jesús, es sanada inmediatamente, y se levanta de su silla de ruedas. Meses después, solicitó que descontinuaran sus beneficios por discapacidad. El periódico Daily Mail y el BBC difundieron su historia.

Un tercer tipo de sanidad: A los 11 años de edad, guío mi bicicleta al centro de una calle con mucho tráfico. Mi tibia y peroné fueron aplastados entre mi bicicleta y un VW, y el filo del parabrisas me hizo una cortada de cuatro pulgadas entre mi hígado y mi bazo. Llega una ambulancia en minutos, y los paramédicos me entablillaron mi pierna. En el hospital, me recolocaron la pierna. Un cirujano remueve fragmentos del parabrisas de mi torso, y repara la cortadura. Después de 16 semanas, ando cómo si nada hubiera pasado. La ambulancia, los paramédicos, la habilidad del cirujano, los descubrimientos que hacen posible que haya salas de operaciones y anestesia—son todos regalos de un Dios amoroso, cuya misericordia permite que ocurran sanidades por todas partes del mundo que otras generaciones hubieran llamado sanidades milagrosas.

Un cuarto tipo de sanidad, cuando suene la trompeta y los muertos serán resucitado en un abrir y cerrar de ojos, para nunca más volver a perecer. Cuerpos corruptos se vuelven incorruptos; la enfermedad y la aflicción nunca más vendrán a nuestra vida. El olor estéril de la sala de operaciones no será más. A los octogenarios atados formalmente a los cuartos del hospital les será dada una nueva vida y una nueva juventud que nunca será robada por la marcha del tiempo. Todo oído sordo es desbloqueado, cada pierna o brazo dañado es reparado, cada ojo ciego ve. Autismo, síndrome de Down, esquizofrenia, y alzheimer serán envueltos por completo por la victoria. Y el último enemigo que tiene que ser destruido es la muerte (1 Co. 15:26). Nadia llora, excepto de alegría.

Dios nunca dice no a una petición de sanidad. El dice “Sí” o “Todavía no.”

El reconocer estos tipos de sanidad nos puede ayudar con las preguntas que frecuentemente nos hacemos. ¿Por qué Dios no sana siempre? Sí lo hace, eventualmente. ¿Nos sana Dios si estamos seguros que lo hará? No necesariamente. ¿Por qué no? Los efectos de la victoria de Cristo sobre la muerte todavía no se han consumado en su totalidad. ¿Debemos asumir que la enfermedad es un regalo de Dios? No, a menos que estemos preparados para dejar de tomar medicina o visitar al médico. ¿Cómo podemos ver más sanidad? Ore, ayune, tenga fe, persevere. ¿Cómo debemos orar? “Venga tu reino, hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra” (Mateo 6:10).

Dios nunca dice no a una petición de sanidad. Él dice “Sí”—como sucedió con dos personas en mi iglesia mientras escribía este artículo—o “Todavía no”—como ha sucedido, hasta el momento, con mis hijos. Un día, sus enfermedades, y la muerte misma, serán envueltos por completo en victoria. No puedo esperar ese momento.

Andrew Wilson es un anciano en la iglesia Kings Church en Eastbourne, Inglaterra, y autor del muy reciente libro Unbreakable [Inquebrantable].

El presidente Obama cita Éxodo en la reforma migratoria: ‘Nosotros también fuimos extranjeros alguna vez’

(Actualizado) Reacciones de Sam Rodríguez, Russell Moore, Jenny Yang, Noel Castellanos sobre el motivo vs el método de la acción presidencial.

Christianity Today November 20, 2014
White House screenshot

Esta traducción fue publicada en colaboración con la Conferencia Nacional de Liderazgo Cristiano Hispano (NHCLC, por sus siglas en inglés).

Última actualización, noviembre 20: Esta noche el presidente Barack Obama delineó su acción ejecutiva sobre reforma migratoria, la cual impactará a 5 millones de inmigrantes. El presidente usó dos citas: una del ex presidente George W. Bush, y la otra de Éxodo 23.

“Las Escrituras nos dicen que no debemos oprimir al extranjero, porque sabemos en carne propia lo que se siente ser extranjero—porque nosotros mismos fuimos extranjeros también,” dijo Obama. “Mis compatriotas americanos, nosotros somos y siempre seremos una nación de inmigrantes. Nosotros fuimos, en algún momento, extranjeros también.”

Las tres partes de su plan son:

  1. “Edificaremos nuestro progreso en la frontera con recursos adicionales para nuestro cuerpo de seguridad, para que puedan contener el flujo de aquellos que cruzan ilegalmente y el pronto retorno de aquellos que logran cruzar.”
  2. "Haré más fácil y más rápido el que puedan quedarse y contribuir a nuestra economía los inmigrantes, graduados, y emprendedores con altas habilidades, como lo han propuesto tantos líderes de empresas.”
  3. “Tomaremos medidas para lidiar responsablemente con los millones de inmigrantes indocumentados que ya viven en nuestro país.”

El tercer punto suscitará mucho debate (Vox hace un resumen de los puntos principales de ambos lados). Para los detalles iniciales de la acción ejecutiva, le recomendamos que lea el discurso completo del presidente y el resumen de la Casa Blanca.

De entre las primeras reacciones, Jenny Yang de World Relief—una de las mujeres seleccionada por CT como “50 mujeres que usted debe conocer” y quien es la coautora de un influyente libro que hace alusión al mismo pasaje del Antiguo Testamento que usó el presidente Obama—dijo que la acción del presidente Obama “sólo proveerá una solución temporal” puesto que el Senado de los EE.UU. “dio el paso correcto en 2013 al aprobar la ley, pero el Congreso no pudo terminar la labor.”

“El Congreso debe ver las acciones del presidente como ímpetus para aprobar lo más pronto posible reformas de inmigración que suplanten la acción ejecutiva,” dijo Yang, vicepresidente de defensa y política de World Relief. “Cada día que esperamos, vemos consecuencias en la familia y los amigos. Lo que necesitamos es una respuesta permanente a un sistema que no funciona. La inmigración es un rasgo definidor en la historia de los Estados Unidos y seguirá siendo un factor importante para el futuro de la nación. El presidente Obama y los miembros de ambos partidos en el Congreso deben escuchar el llamado a no sólo cambiar nuestras leyes sobre migración sino a que dichas leyes se cumplan de manera que sea en el mejor interés de las familias y nuestra nación.”

Sam Rodríguez admitió que la acción ejecutiva de Obama “no era el mecanismo preferido,” pero la describió como “una acción misericordiosa” porque dicha acción “inicia una receta reconciliatoria para abordar una crisis humanitaria de facto dentro de nuestras fronteras: millones de los hijos de Dios creados a su imagen viviendo en las sombras.”

“Por años nuestro gobierno, bajo el liderazgo de ambos partidos, falló miserablemente en lo que tiene que ver con la inmigración,” dijo Rodríguez, presidente de la National Hispanic Christian Leadership Conference. “Por años, nuestros oficiales electos no dieron la medida en obrar redentoramente. Por años, nosotros como nación miramos, sin hacer nada, mientras las familias experimentaban separación, los niños sufrían, y la unidad nacional quedaba hecha añicos.”

“Como una organización comprometida tanto con la compasión cristiana como con el cumplimiento de la ley, hacemos un llamado al Congreso y al presidente Obama para que inmediatamente trabajen juntos en aprobar legislación que asegure permanentemente nuestras fronteras, que proteja nuestros valores, y que facilite una plataforma sobre la que una vez más podamos brillar como una ‘ciudad en la cima de una montaña,’” continuó Rodríguez. “Al unirnos en la inmigración podemos; mejor aún, brillaremos otra vez.”

Entre tanto, Rusell Moore explicó por qué está de acuerdo en reformar el “incoherente e injusto” sistema migratorio de los Estados Unidos, pero por qué está en desacuerdo con la decisión de Obama de “obrar unilateralmente.”

“En más de una ocasión, le pedí al presidente Obama que no convirtiera la reforma migratoria en un asunto de estado azul vs estado rojo,” dijo Moore, presidente de Ethics and Religious Liberty Commission. “Le pedí que no actuara unilateralmente, sino que trabajara por llegar a un consenso a través del proceso legislativo. Obrar unilateralmente amenaza dicho consenso, y es hacer la cosa equivocada.”

“Mi esperanza es que los republicanos en el Congreso no permitan que las acciones del presidente sobre este asunto se vuelvan un pretexto para permanecer en el estancamiento del statu quo,” continuó. “Y aún más importante, ruego que nuestras iglesias trasciendan estas posturas y maniobras que vemos en Washington. No importa los acuerdos o desacuerdos que tengamos sobre la política migratoria; nosotros, como el Cuerpo de Cristo, somos los que vemos a cada ser humano reflejando la imagen de Dios.”

Noel Castellanos por mucho tiempo le “ha rogado al Congreso que componga el roto sistema migratorio usando como fundamento los principios bíblicos de amor al prójimo y de dignidad humana,” así que aplaudió a Obama por “cumplir su promesa de dar alivio.”

“Ahora es el momento para que el Congreso termine la labor de aprobar una reforma migratoria completa,” dijo el director ejecutivo y presidente del Christian Community Development Association. “Nuestra nación en su totalidad, y nuestras comunidades de inmigrantes en particular, están en una necesidad desesperada de acción decisiva sobre la inmigración que impactará el bienestar de nuestra nación por generaciones en los años venideros.”

Leith Anderson reconoció que mientras que el “anuncio del presidente parece ofrecer ayuda temporal importante para muchas familias, no es un substituto para una acción del Congreso que arregle completamente nuestro roto sistema migratorio.”

“Los líderes del Congreso—tanto los que aplauden al presidente como los que se oponen a sus acciones—deben unirse para negociar soluciones bipartitas. Llamamos a los dos lados a reducir la retórica y a ponerse a trabajar,” dijo el presidente del National Association of Evangelicals.

David Beckman dijo que su “apoyo a la acción del presidente no es sobre política partisana.”

“Es sobre millones de familias que tendrán un respiro de la preocupación y nuevas oportunidades para trabajar y tratar de salir de su pobreza,” dijo el presidente de Bread for the World. “Es sobre nuestra fe; la Biblia es muy clara sobre cómo debemos tratar al inmigrante. Es una parte de nuestro compromiso a favor de la oportunidad para todo mundo.”

CT ha visto previamente cómo se aplican los versículos Bíblicos sobre “recibir al extranjero” al debate sobre la inmigración, y también ha hecho una reseña del libro del mismo nombre escrito por Yan y Matthew Soerens, como parte del reportaje sobre la reforma migratoria. Her.meneutics aborda el tema de qué hacer cuando usted no sabe el estatus migratorio de alguna familia. (Todos estos recursos son en inglés).

Cómo un ateo francés se convierte en un teólogo

Dentro de mi propia revolución.

Christianity Today November 17, 2014
Foto por Dan Bigelow

Esta traducción fue publicada en colaboración con la Conferencia Nacional de Liderazgo Cristiano Hispano (NHCLC, por sus siglas en inglés).

Si los ateos franceses rara vez se convierten en cristianos evangélicos, cuánto más raro es que uno de ellos se convierta en un teólogo cristiano evangélico. Entonces, ¿qué pasó? Se podría argumentar que entre 66 millones de franceses, soy sólo una casualidad, una anomalía. Me inclino a ver esto como la obra de un Dios que dice: "Tendré misericordia del que yo tenga misericordia" (Ro. 9:15). Escuchar los hechos quizás le pueda ayudar a usted a decidir por sí mismo.

Crecí en una familia maravillosamente amorosa en Francia, cerca de París. Nosotros éramos católicos, una expresión religiosa que parecía surgir más por tradición y tal vez superstición que por convicción. Tan pronto como tuve la edad suficiente para decirles a mis padres que no creía nada de eso, dejé de ir a misa. Yo perseguí mi propia felicidad en todos los frentes, beneficiado por la dedicación amorosa de mis padres. Se me permitió asistir a una buena escuela, aprender a tocar el piano, y participar en muchos deportes. Estudié matemáticas, física, e ingeniería en la universidad, me gradué de una respetable escuela de ingeniería, y conseguí un trabajo como científico de la computación en el área de finanzas. En el área de los deportes, después de crecer y llegar a medir 6 pies 4 pulgadas, descubrí que podía saltar 3 pies de altura y terminé jugando voleibol en una liga nacional, viajando por el país cada fin de semana para los juegos.

Una parte importante de los ideales de los jóvenes varones ateos franceses consistía en el logro de las conquistas femeninas. En este aspecto yo estaba empezando a tener suficiente éxito para satisfacer los bajos estándares de los vestidores del equipo de voleibol. En general, yo estaba muy contento con mi vida, y en una cultura completamente secular, las posibilidades de que alguna vez yo llegara a escuchar el evangelio—y mucho menos creer en él—eran increíblemente escasas.

Una nueva meta en mi vida

Cuando yo estaba a mediados de mis años 20s, mi hermano y yo estábamos de vacaciones en el Caribe. Un día, caminando de regreso de la playa, decidimos “pedir un aventón” y ver si alguien nos llevaba de regreso a casa. Un coche se detuvo. Dos mujeres jóvenes visitantes de Estados Unidos estaban perdidas y necesitaban ayuda para llegar a su hotel. Por cierto, el hotel estaba justo al lado de nuestra casa, así que nos invitaron a ir en su carro.

Eran lo suficientemente atractivas que mi radar lo captó de inmediato, y empezamos el coqueteo. La chica en la que yo estaba interesado mencionó de paso que creía en Dios— lo que para mis estándares era un suicidio intelectual. También dijo que creía que el sexo pertenecía dentro del matrimonio—una creencia aún más problemática que el propio teísmo, si eso fuera posible. Sin embargo, una vez que las vacaciones terminaron, yo volví a París, ella a Nueva York, y empezamos a noviar.

Mi nueva meta en la vida era desengañar a mi novia de sus creencias para que pudiéramos estar juntos sin esas nociones anticuadas acerca de Dios—y del sexo.

Mi nueva meta en la vida era desengañar a mi novia de sus creencias para que pudiéramos estar juntos sin esas nociones anticuadas acerca de Dios—y del sexo. Empecé a pensar: ¿Qué buena razón había para pensar que Dios existe, y qué buena razón había para pensar que el ateísmo era cierto? Este paso era importante, porque mi propia incredulidad descansaba cómodamente en el hecho de que la gente inteligente a mi alrededor no creía en Dios tampoco. Era más una suposición razonable sobre la vida, que una conclusión basada en un argumento sólido. Pero, por supuesto, si yo iba a refutar el cristianismo, primero necesitaba saber lo que decía. Así que tomé una Biblia.

Al mismo tiempo, me di cuenta de que había por lo menos un experimento que podría llevar a cabo. Pensé: Si algo de esto es cierto, entonces podemos pensar que al Dios que existe le preocupa en gran medida este proyecto mío. Así que empecé a orar al aire: “Si hay un Dios, entonces aquí estoy. Estoy buscándote en esto. ¿Por qué no respondes y te revelas conmigo?” Estoy abierto. “Yo no lo estaba, pero me di cuenta de que si Dios existía, eso no lo iba a detener.”

Una o dos semanas después de mi oración incrédula, uno de mis hombros comenzó a fallarme—sin que mediara un accidente o lesión evidente. Mi hombro empezaba a arder después de diez minutos de iniciar cada práctica. Simplemente no podía clavar durante los juegos. El médico no podía ver nada mal, el fisioterapeuta no ayudó, pero me dijeron que tenía que descansar mi hombro y dejar de jugar voleibol durante un par de semanas. En contra de mi voluntad, yo estaba ahora fuera de la cancha de juegos.

Con mis domingos disponibles, decidí que iba a ir a una iglesia para ver lo que hacen los cristianos cuando se reúnen. Me dirigí a una congregación evangélica en París, visitando como se visita un zoológico: con el fin de ver animales exóticos de los que había leído en los libros, pero que nunca había visto en la vida real. Recuerdo haber pensado que si alguno de mis amigos o familia me podía ver en una iglesia, me moriría de vergüenza.

No recuerdo una palabra del sermón. Tan pronto como el servicio terminó, me levanté de un salto y corrí hacia la puerta de salida, eludiendo cualquier contacto visual, para evitar así el tener que presentarme. Llegué a la puerta trasera, la abrí, y, literalmente, tenía un pie fuera de la puerta cuando una ráfaga escalofriante subió desde mi estómago hasta mi garganta. Me oí a mí mismo diciendo: "Esto es ridículo. Tengo que resolver esto." Así que puse mi pie otra vez dentro del templo, cerré la puerta y fui directamente al pastor.

"Así que, ¿usted cree en Dios?"

"Sí", dijo, sonriendo.

"Entonces, ¿cómo funciona esto?" le pregunté.

"Podemos hablar de ello," dijo. Después de que la mayoría de las personas se había ido, fuimos a su oficina y hablamos durante horas. Yo le bombardeé con preguntas, y nos volvimos a encontrar de nuevo por varias semanas. Él con paciencia e inteligencia explicó su visión del mundo. Y yo nerviosamente empecé a considerar que todo esto podría ser cierto. Mis oraciones incrédulas cambiaron a "Dios, si eres real, es necesario dejar en claro esto, para que yo pueda entrar y no hacer el ridículo." Empecé a tener la esperanza de que Dios abriera el cielo y me enviara una luz de lo alto.

Por qué Jesús tuvo que morir

Lo que siguió fue menos teatral y más brutal: Dios reactivó mi conciencia. Esto no fue una experiencia agradable. Al mismo tiempo que había comenzado mis investigaciones sobre Dios, yo también había cometido un delito particularmente siniestro—incluso aún para los estándares ateos. A pesar de que sabía exactamente lo que yo había hecho, lo había empujado hacia lo profundo de mi interior. Pero Dios lo trajo de nuevo a mi mente con toda su fuerza, y finalmente vi mi acción tal y como era. Me azotó un intenso sentimiento de culpa, me paralizó un dolor en el pecho, y me disgustó la idea de lo que había hecho y las mentiras con las que lo había tratado de ocultar.

Yo estaba tumbado de dolor en mi apartamento, cerca de París, cuando, de repente, por fin se me prendió el foco. Es por eso que Jesús tuvo qué morir: por mí.

Yo estaba tumbado de dolor en mi apartamento, cerca de París, cuando, de repente, por fin se me prendió el foco. Es por eso que Jesús tuvo qué morir: por mí. “El que no conoció pecado, se hizo pecado en mi nombre, para que en él fuésemos hechos justicia de Dios” (2 Co. 5:21). Él tomó sobre sí el castigo que yo merecía, para que en la justicia de Dios, mis pecados fuesen perdonados—por la gracia como un regalo, y no por mis buenas obras o rituales religiosos. Él murió para que yo pudiera vivir. Puse mi confianza en Jesús, y le pedí que me perdonara en la forma en que la Escritura prometió que lo haría.

Ahora que todo estaba aclarado, asumí que Dios quería que me casara con mi novia cristiana, y me mudé a Nueva York. Aprendimos rápidamente que no estábamos hechos el uno para el otro. Pero ahora, desarraigado y solo, con tiempo libre en mis manos, yo estaba apasionado por estudiar mi nueva fe con el fin de explicarla a mis amigos y familiares. Leí un libro tras otro, observé conferencias y debates, y me encantó cada momento. Eventualmente eso era todo lo que hacía en mi tiempo libre. Llegué a la conclusión de que si iba a pasar todo mi tiempo y energía estudiando el cristianismo, lo mejor sería obtener un título mientras lo hacía. Así que apliqué al seminario, y finalmente obtuve una maestría en estudios del Nuevo Testamento. En el proceso, conocí a una mujer maravillosa, nos casamos, tuvimos dos hijos y seguí mis estudios en un programa de doctorado en teología filosófica.

Esta es la manera, en pocas palabras, cómo Dios toma un ateo francés y hace de él un teólogo cristiano. Yo no estaba buscando a Dios; ni lo busqué ni lo quería. Él extendió su mano, me amó cuando yo todavía era un pecador, rompió mis defensas, y decidió derramar su gracia inmerecida—para que su Hijo sea glorificado, y para que yo pudiera ser salvado de mi pecado por la gracia mediante la fe, y no por obras. Es el don de Dios, para que nadie se gloríe (Efesios 2:8-9).

Ese es el evangelio, y son buenas nuevas dignas de ser creídas.

Guillaume Bignon vive en Nueva York con su familia. Se puede localizar en Twitter @theoloGUI.

Pastors

Ese evangelio misterioso

Estudiar el libro de los Hechos cambió mi perspectiva en cuanto a compartir las buenas nuevas.

Leadership Journal November 10, 2014

Muy bien, para empezar, el evangelio del Nuevo Testamento fue diseñado para ser proclamado verbalmente.

Lo sé, lo sé. La inclinación el día de hoy es a enfrentar la injusticia y a "practicar" el evangelio en la comunidad, en la sociedad, y en el mundo. Y aunque las famosas palabras de San Francisco, "Predica la palabra en todo momento. Cuando sea necesario, usa palabras," tiene su mérito, aún eso no cambia un hecho. No puede leer honestamente el Nuevo Testamento y no creer que cuando esos líderes de la iglesia primitiva hablaban del "evangelio," la intención de ellos era que se proclamara. Que se proclamara en el mundo. Que se proclamara a los no-cristianos. Eso es simplemente una verdad honesta (y muy indisputable). ¿Pero qué es este evangelio—el que debemos proclamar verbalmente?

El evangelio proclamado

No hace mucho me encontraba sentado con un grupo de jóvenes activistas eruditos de la Biblia. Est´bamos hablando precisamente sobre esta pregunta—el contenido del evangelio proclamado. La conversación empezó así: "Por lo tanto, ¿cu´l es el evangelio proclamado que m´s te influenció? ¿o, cu´l fue el formato original en que se te compartió el evangelio?" Un varón r´pidamente abrió su boca recitando un plan bien memorizado a través de una de las cartas de Pablo, deteniéndose en unos cuantos capítulos en versículos preseleccionados. Después de alrededor de una docena de versículos, con una chispa traviesa en sus ojos, proclamó, "Ese es el evangelio proclamado." Enseguida, una dama explicó una historia similar con muchos de los mismos versículos, sólo que ella usó el dibujo de dos precipicios y un puente que los unía para ilustrar su evangelio proclamado.

Esta conversación siguió así por un buen rato. Luego dije, "¿No les parece interesante que cuando hablamos del evangelio proclamado, autom´ticamente vamos primordialmente a las cartas de Pablo? Hay un solo problema. Esas cartas son de cristianos habl´ndole a otros cristianos."

Esa observación cayó como golpe seco en medio del cuarto. Algo quedaba claro: aunque la observación era un ejemplo de una clase de interpretación bíblica b´sica, ninguno de nosotros habíamos considerado el contexto de los ejemplos del evangelio proclamado que mayor impacto tuvieron en nuestra formación. Aún en mi amado primer "evangelio" personal, si hojeo sus diminutas p´ginas, encuentro seis versículos de las cartas del Nuevo Testamento (cristianos hablando con cristianos) y cuatro versículos de Juan (que es un tipo de pre-evangelio, al menos pre-cruz, pre-resurrección, pre-ascensión, y pre-pentecostés).

Así que le sugerí a nuestro círculo de expertos, "Me parece que sería útil, para entender el evangelio proclamado, si estudiamos ejemplos de cristianos en efecto hablando con no-cristianos … o, ¿es eso sólo hablar tonterías?"

El grupo estuvo de acuerdo. Y abrimos nuestras Biblias al único libro que verdaderamente llena ese criterio: el libro de los Hechos.

Contamos un total de 13 proclamaciones del evangelio en el libro de los Hechos. Una proclamación del evangelio es simplemente cualquier ocasión en que un cristiano estaba presentando persuasivamente el mensaje cristiano a no cristianos. Nos repartimos las 13 presentaciones del evangelio entre nosotros, y luego tratamos de identificar lo que fue comunicado en cada presentación, y después recopilamos nuestros descubrimientos.

Aquí est´n algunas de las cosas que descubrimos: Siete observaciones esenciales sobre el evangelio proclamado.

1. El contar historias tiene un alto valor. Ya sea un repetir la historia de la nación de Israel (lo que ocurrió en cuando menos seis de las presentaciones) o el uso de una historia de transformación personal (en seis de las presentaciones), el valor de contar historias es uno de los elementos m´s consistentes.

2. "Exclusividad" o la idea de que "Jesús es el único camino" no es un elemento importante en esas proclamaciones del evangelio. Por cierto, solamente una de las presentaciones del evangelio (Hechos 4:8-12) incluye una declaración sobre exclusividad. (No estoy diciendo que la exclusividad de Jesús no es una doctrina importante de la iglesia primitiva, solamente estoy diciendo que estos líderes de la iglesia no le dieron prioridad dentro del mensaje que ellos compartían con los no-creyentes, sino que escogieron guardar esos di´logos para los momentos de enseñanza de cristiano a cristiano.)

3. No es necesario citar la Biblia. El contexto es la clave. Mientras que una presentación ante judíos inevitablemente incluye citas de las Escrituras Hebreas, a una audiencia de griegos no se le ofreció ninguna cita bíblica, en lugar de eso, se hizo referencia a fuentes seculares de la filosofía, poesía, y hasta de otras fes (Hechos 17:21-31).

4. El pecado se menciona en sólo cerca de la mitad de las presentaciones, aunque hay ciertas alusiones al pecado en otras de las presentaciones, usando términos como "ignorancia." Igualmente interesante, en sólo cinco ocasiones se hace un llamado directo para que el oyente se arrepienta.

5. La cruz se detalla en sólo cinco de las presentaciones, pero la resurrección se menciona en ocho de las trece. Vale la pena mencionar que ni la muerte ni la resurrección de Jesús se menciona en cinco de esas presentaciones del evangelio proclamado.

6. La palabra "Jesús" o "Cristo" en sí no aparece en tres de los testimonios. En una de las presentaciones, Pablo sólo dice, "un hombre" (Hechos 17:31).

7. No existe casi ningún detalle en particular que se pueda perfilar a través de todas las trece presentaciones del evangelio proclamado. Ni la fe, ni el bautismo, ni el Espíritu Santo, ni el perdón, ni el juicio, ni la sanidad, y como ya se ha mencionado, ni siquiera el pecado, el arrepentimiento, la cruz, la resurrección, o aún "Jesús."

Por lo tanto, ¿qué podemos concluir como resultado de esta jornada a través del libro de los Hechos? Bueno, lo m´s probable existe mucho que se puede deducir. Aquí se encuentran algunas ideas:

  • El evangelio proclamado es salvaje, difícil de enjaular en breves proposiciones, y sigue siendo en muchas maneras … misterioso.
  • Contar historias y usar met´foras creativas es algo que perdura a través de las edades y es una clave importante para el evangelio proclamado.
  • Necesitamos tener cuidado de hacer declaraciones sobre cu´les son los elementos "absolutamente necesarios" del evangelio proclamado. Estoy seguro que los primeros apóstoles tenían sus propias doctrinas favoritas de la fe, sin embargo ellos escogieron cada evangelio proclamado bas´ndose en el amor que le tenían a los que escuchaban el mensaje y al contexto.
  • Aunque nos encanta insertar declaraciones exclusivistas ("Jesús es el único camino") en nuestras presentaciones del evangelio, puede ser que, lo cierto es que ese puede no ser el mejor momento (o la manera m´s bíblico) para tener esa conversación.

Nota del autor: Para cualquiera que quiera hacer su propia investigación del Libro de los Hechos, aquí se encuentran los 13 ejemplos del evangelio proclamado. Hechos 2:14-41, 3:11-26, 4:8-12, 7:2-53, 8:29-39, 9:17-19, 10:34-43, 13:10-41, 16:29-34, 17:21-31, 22:2-21, 24:10-21, y 26:1-23. ¿Le gustaría compartir sus descubrimientos en la sección de comentarios bajo este artículo?

Tony Kriz es escritor y plantador de iglesias de Portland, Oregon, y escritor en residencia en Warner Pacific College.

Pastors

¿Rechaza usted en algún momento una petición de oración?

En algunas ocasiones los deseos de las personas corren en dirección contraria a la divina corriente dolorosa de trasformación.

Leadership Journal November 10, 2014

Hubiera usted pensado que acababa de decir una maldición por la manera en que todo mundo quedó silenciosamente con la boca abierta. Y todo lo que yo había dicho fue "no creo que yo pueda orar eso en tu favor."

La mujer que nos había pedido que oráramos fue quien más sorprendida qued" de todos.

Mi grupo de reunión en el hogar acababa de terminar de cenar, y estábamos compartiendo nuestras peticiones de oración. Con obvia angustia, Kris había compartido sobre los planes de su hija de irse ese fin de semana a vivir con su novio, y nos pidió que oráramos que Dios no lo permitiera.

Suelo no tratar de objetar a las peticiones de oración de los demás, pero tengo baja tolerancia para peticiones que pienso que Dios claramente no contestará. En esta ocasión no me quedé callado.

Cuando todo mundo se recuperó, les expliqué. "Creo que todos los que estamos aquí entendemos por qué quieres que Dios le impida que haga eso. Si alguno de ustedes siente que eso es lo que Dios quiere, está en la libertad de orar de esa manera. Me pregunto, sin embargo, si pedirle a Dios que anule la habilidad de alguien de tomar decisiones morales no es algo similar a la brujería."

Pude notar que Kris estaba por echar humo debido a mi franqueza, así que me apresuré. "Lo que sugiero que oremos es que Dios se revele a sí mismo delante de tu hija. Que le permita ver con claridad la decisión que está tomando. Y que Dios te muestre como confiar en él y amar a tu hija, aunque ella cometa el error más estúpido de su joven vida."

Apenas había terminado de hablar cuando Kris dijo abruptamente entre sollozos, "Eso es exactamente lo que necesito."

Nos acercamos alrededor de ella para orar. En lugar de orar para que la situación no tomara un giro inquietante, oramos por Kris. Lo que hubiera podido ser un ejercicio empático pero superficial de oración se convirtió en un descubrimiento maravilloso de discernir cómo Dios obra en situaciones difíciles.

Trampas en la oración

En la mayor parte de las reuniones de oración se hacen una gran cantidad de oraciones, después un pequeño grupo ofrece oraciones rápidas hasta que se cubren todas las peticiones. Raramente nos paramos a pensar si una oración en particular está de acuerdo con lo que Dios está haciendo. Pocas veces le damos seguimiento a nuestras oraciones para descubrir cómo fue que Dios contestó.

Con frecuencia terminamos orando por una lista de deseos, no ponderando cómo Dios puede usar estas situaciones para moldearnos o para construir su reino.

Mi pequeño hijo fue quien me ayudó a ver la locura de orar así. Estábamos leyendo Juan 15 una mañana durante nuestro tiempo devocional familiar cuando de repente dijo, "¡Eso no es verdad!" Acaba yo de leer el versículo sobre que Dios nos da todo lo que le pedimos. Pero mi hijo de cinco años de edad ya estaba consciente de que mucho de lo que nosotros orábamos como familia no se volvía realidad. Me puse a pensar si la manera en que practicábamos la oración le estaban enseñando, nos gustara o no, que orar es simplemente verbalizar nuestra lista de deseos.

Mientras que el ejercicio mismo de la oración ofrece consuelo para el momento, me temo que muchas peticiones de oración nos enseñan a usar a Dios como un geniecillo en una botella. No quiero que mi hijo, o mis hermanos y hermanas, se lleven esa impresión. Ya no me siento a gusto orando por cosas que no estoy convencido que están en sincronía con el corazón de Dios.

5 maneras de orar con Dios en mente

La oración nos permite descubrir lo que Dios está haciendo, dibujar su mano en las circunstancias de nuestras vidas. A través de la comunicación vital de la oración, él nos transforma en el proceso. La oración, entonces, no es tanto el medio para manipular el plan maestro, sino para ser moldeado por la mano del maestro.

No todos los grupos de oración nos conducen a ese tipo de oración. No todas la peticiones siguen esa forma de pensar. Considere cinco guías que dirijan sus momentos de oración para fomentar un continuo caminar transformador con Dios.

1. Enfoque la oración en las personas involucradas. La tentación durante las "peticiones de oración" es pensar solamente en los puntos de acción que deseamos que Dios haga por nosotros o regalos que queremos de él. Eso deja a un lado lo que Dios considera más importante.

Cuando llega la noticia que un hermano va a la guerra, la oportunidad para orar no es pedir que Dios lo deje en casa. Eso limita el ámbito de la oración a eventos, cuando debe estar enfocada en las personas. También limita las oraciones a una petición específica, sin ofrecer la oportunidad de discernir el corazón de Dios en el asunto.

En lugar de eso, aborde los temores de la hermana del soldado, la preocupación de su madre, y la fe de él mismo. Podemos orar que Dios moldee nuestro valor y nuestra habilidad para confiar, que nos ayude a vencer los temores, y que el hermano soldado reconozca la presencia de Dios y le sirva a Dios en esa situación. Estas son las evidencias de la obra de Dios y el tipo de oraciones que él contesta.

He descubierto que los grupos pequeños nos dan tiempo para procesar las luchas por las que alguien está pasando y nos ayudan a identificar la obra de Dios. Aún algunos grupos pequeños en los hogares pueden ser demasiado grandes para este tipo de oración. Siempre he encontrado que es más eficaz dividirse en grupos de dos o tres personas donde pueden tomarse el tiempo para explorar la situación juntos.

2. Busque la perspectiva de Dios. Muchas peticiones de oración encajan bien dentro de lo que pensamos que es lo mejor y frecuentemente van en contra de lo que Dios verdaderamente está haciendo.

Me encanta como respondieron Pedro y Juan a las amenazas de los fariseos de que dejaran de proclamar a Jesús o enfrentarían castigo. Cuando se reunieron más tarde con otros creyentes para orar, no oraron por lo que fuese más fácil. Pudieron haber orado que Dios convirtiera a los fariseos o que los borrara de la faz de la tierra. Pero no vieron ninguna de esas dos opciones como algo afín al diseño de Dios. En lugar de eso, oraron por valor para seguir haciendo lo que Dios les había pedido, aún sabiendo que podían ser azotados, encarcelados, o ejecutados por hacerlo.

El paso principal en la oración es pedirle a Dios que revele lo que está haciendo en la situación y hacer una pausa lo suficiente larga para dejarlo que conteste. Una de las cosas que más aprecio del libro de Henry Blackaby, Mi experiencia con Dios, es que nos invita a confiar que Dios nos va a mostrar lo que está haciendo en nuestras vidas. La oración debe ser dirigida a que hablemos todos juntos para ver si alguien tiene alguna perspectiva específica sobre cómo orar por las personas involucradas.

3. Deje que la confianza, no el temor, alimente sus oraciones. El temor es la muerte de la oración porque es lo opuesto de la fe. La mayor parte de mis oraciones, aún en mis años de la mediana edad, estaban alimentadas por mis ansiedades y mis temores.

Recuerdo estar orando por nuestras finanzas, y aunque teníamos suficientes recursos para cubrir nuestras necesidades presentes, estaba preocupado por mis necesidades a largo plazo. Confiaba en Dios lo suficiente para el día presente, pero seguía orando pidiéndole que quitará mi ansiedad en cuanto al día de mañana. Pero Dios no quería que confiara en mis ahorros o la lotería para mi seguridad, Dios quería que confiara en él.

Lo que más mejora mi relación con Jesús es mi habilidad para confiar en él, sin importar las circunstancias en que me encuentro. Muy raras veces contesta Jesús oraciones dónde le pido que arregle mis circunstancias para que yo pueda confiar en él menos. Su deseo siempre ha sido que yo confíe más en él.

Las oraciones empapadas con una seguridad llena de fe en el amor de Dios y de confianza en su carácter será más eficaz que peticiones mías para que me tranquilice o apacigüe. Cuando tengo temor, he aprendido a orar primero por mi temor y por una revelación más completa del amor de Dios antes de orar por resultados específicos que yo pudiera desear. Cuando oro por los demás, hago lo mismo.

4. Ore en común acuerdo. Aprendí este aspecto fascinante de la oración de un grupo de cristianos en el interior australiano. El hombre que dirigía la reunión de oración ofreció una serie de instrucciones no muy comunes:

"Esta noche mientras oramos, sólo vamos a orar por aquellas cosas en que todos lleguemos a un común acuerdo. Si uno de ustedes se siente guiado a orar por algo, pregúntele al grupo si eso es algo que todos percibimos. Si es así, podemos orar todos de acuerdo. Si no es así, la pasaremos por alto por el momento y procederemos a otras peticiones." Más tarde le pregunté por qué dio esas instrucciones tan raras. Dijo que habían aprendido que el orar por alguien se puede convertir en una forma sutil de manipulación.

"Si un hombre se siente deprimido, entonces los demás oran para que se sienta feliz. Luego, se siente presionado a sonreír después de la oración y decir, 'Gracias. Me siento mejor,' se sienta mejor o no. Quizás no necesita 'sentirse mejor' ahora. Quizás necesita aprender a aferrarse a Dios en medio del sufrimiento. No vas a saber si es así a menos que se haga la pregunta."

Si la persona por quien se está orando no está de acuerdo o no entiende la perspectiva que se está dando, el grupo pone la petición a un lado y proceden a ver lo que otros puedan tener en sus corazones. Con frecuencia, me dijeron, dos o tres semanas después de que alguien declinó que se orara por ella o por él de cierta manera, la persona regresó convencida de que esa era exactamente la oración que se necesitaba.

Al pedir permiso el uno del otro para orar en cierta manera, estos australianos pudieron mantener una forma de oración más auténtica y honesta. También tuvieron la oportunidad de compartir perspectivas y ver lo que Dios pudiera estar diciendo. Les dio la libertad para orar con valentía cuando sabían que todos buscaban la misma cosa.

5. Seguimiento. Nada expresa nuestra preocupación por alguien en necesidad mejor que seguir la oración con una llamada días más tarde para ver cómo les va y qué ha pasado desde que oramos.

Si parece ser que no ha pasado nada desde que oramos, podemos pedir sabiduría a Dios. ¿Está Dios haciendo algo distinto en esta situación de lo que pensamos? ¿Nos está enseñando a perseverar en lo que hemos empezado? Permanecer en el proceso hasta que algo se resuelva no sólo será una bendición en esa instancia, sino que nos entrenará para oportunidades de oración futuras.

Filipense 4:6 nos invita a hacer cualquier petición a Dios, pero no nos dice que esperemos que nos conteste cada petición como nosotros queremos. Dios no es nuestra hada madrina que mueve una varita mágica para hacer que cualquier circunstancia se conforme a nuestro capricho. La oración real es el proceso de involucrarse en la necesidad de alguien más, orando como mejor entendemos la obra de Dios, y luego permanecer dentro de la situación hasta que veamos a Dios actuar.

Es un riesgo orar en esa manera expectante, pero puede conducirnos a oraciones increíbles. Uno de los directores espirituales de Henry Nouwen en una ocasión oró por él de la siguiente manera: "Que todas tus expectativas sean frustradas. Que todos tus planes sean estropeados. Que todos tus deseos se sequen en la nada para que puedas experimentar la impotencia y la pobreza de un niño y puedas cantar y danzar en el amor de Dios el Padre, el Hijo, y el Espíritu."

Aunque no recomiendo que usted haga esa oración por alguien a quien usted no conoce muy bien, aquí vemos a alguien que entendió el corazón de Dios en la oración. Enseñar a las personas a que vayan más allá de sus propias agendas para tocar el corazón y la pasión de Dios será un reto, pero profundizará y vivificará su vida de oración.

Peticiones 'hágase mi voluntad'

Ciertos tipos de peticiones de oración reflejan nuestros deseos humanos más que los deseos de Dios. ¿Le suenan familiares algunos de estos ejemplos?

Lo trivial: "Oremos para que se me quite la gripa" o "Danos un día sin lluvia para el picnic de la iglesia." Nuestra comodidad y nuestros planes parecen importantes para nosotros, pero ¿podría Dios tener algo mayor en mente? ¿Podría ser que los agricultores en el área necesitan la lluvia desesperadamente? Nuestras peticiones deben reflejar el hecho de que cada día nos percatamos mejor de los propósitos mayores de Dios, no simplemente de nuestras esperanzas desconsideradas o de nuestros caprichos. Algunas peticiones trivializan el don formidable de la oración.

Lo centrado en nosotros mismos: "Acaban de llamar a la tropa de mi hermano para que vaya a Afganistán. Oremos que no tenga que ir." Aunque entiendo la emoción detrás de la petición, aún así, está fuera de lugar. Sí está en el ejército, ¿por qué razón no debe de ir? Los propósitos de Dios con frecuencia incluyen privación y riesgo. ¿Debemos pedirle a Dios que anule sus propósitos para que tengamos paz mental?

Lo controlador: Estamos escupiendo contra el viento si le pedimos a Dios que otras personas actúen de acuerdo con nuestra voluntad. Dios no fuerza a las personas a que se adhieran a su voluntad. ¿Por quérazón le vamos a pedir a Dios que los haga que actúen de acuerdo a nuestra voluntad?

Lo que se produce al mayoreo: No sépor quépensamos que tenemos mejores posibilidades de que nuestras oraciones sean contestadas si tenemos a más personas orando sobre ellas. Como muchos de ustedes, recibo peticiones de oración en el internet rogándome que ore por personas que no conozco, sobre necesidades en que no estoy involucrado. Las respuestas de Dios a la oración no se basan en una tarjeta de anotación. La oración fue diseñada para que dos o tres creyentes fieles pusieran su enfoque, se pusieran de acuerdo, y fervientemente intercedieran, en lugar de reclutar un gran número de personas que no están involucrados en ninguna manera.—W.J.

Wayne Jacobsen ha sido pastor por 20 años, ahora es director de Lifestream Ministries en Oxnard, California. www.lifestream.org.

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Decir adiós para siempre

Cómo decir adiós como si nuestros cuerpos importaran.

Christianity Today October 31, 2014
Shutterstock

Esta traducción fue publicada en colaboración con la Conferencia Nacional de Liderazgo Cristiano Hispano (NHCLC, por sus siglas en inglés).

“La gente ya no puede decir adiós” escribe el poeta Les Murray. “Se dicen últimos holas.”

Tome, por ejemplo, una experiencia reciente que tuve con unos buenos amigos. Habían empacado las últimas de sus pertenencias para una mudanza de un lado del país al otro y se aparecieron frente a mi puerta antes de ponerse en marcha. Trate de hablar de cualquier cosa sin importancia, esquivando incómodamente la separación inevitable. Finalmente, me dieron un abrazo, y dejé escapar un precipitado, “Tenemos que juntarnos otra vez este otoño. Quizás pueda hacer un viaje para ir a verlos.” Un último hola era lo que estaba diciendo, no un adiós. No pude decir lo posterior.

En otra ocasión, cuando terminé mis estudios universitarios, fui con uno de mis profesores favoritos para una despedida similar. Había tomado múltiples clases con él, y su instrucción había dejado una marca permanente en mí. Quería decirle que iba a echar de menos nuestras pláticas regulares. Hablamos incómodamente por unos minutos. Me levanté para partir. “Bueno, no diré adiós,” balbuceó mi profesor, evadiendo cualquier contacto visual. “Le puedes preguntar a mi esposa—yo no hago adioses.”

En su libro A Severe Mercy [Una misericordia severa], una memoria de la conversión cristiana y la vida estudiantil en Oxford, Sheldon Vanauken cuenta la historia de su última reunión con C.S. Lewis, quien se había hecho amigo suyo. Los dos varones comieron juntos, y cuando habían terminado, Lewis dijo, “Pase lo que pase, definitivamente nos volveremos a encontrar, aquí—o allá.” Luego agregó: “No diré adiós. Nos veremos otra vez.” Y con esas palabras, estrecharon sus manos y cada quien tomó su camino. Ya del otro lado de la calle, por encima del ruido del tráfico, Lewis le gritó, “Además, ¡los cristianos nunca dicen adiós!”

Existe, por supuesto, algo admirable en todas estas historias. Reconocer los lazos que nos unen, a través de la millas y los años, es parte de lo que significa ser cristiano: Estamos ligados por lo que Pablo llama “la unidad del Espíritu” (Efesios 4:3). Por otro lado, minimizar el significado de decir adiós puede cegarnos a una verdad igualmente importante: La separación—el tipo separación que se deja sentir en el cuerpo—es importante.

Los creyentes no sólo creen en una resurrección futura del cuerpo. También creemos en la importancia de nuestra vida corporal ahora, con todos los beneficios que la compañía física conlleva. Preparar y comer alimentos juntos, iniciar y sostener contacto visual, unir nuestras manos en oración, ofrecer hombros y espaldas cuando un vecino necesita mudarse—todas estas cosas y muchas más son regalos que se pueden intercambiar solamente cuando estamos el uno con el otro. Pablo reconoció esto cuando escribió desde Corintio a la iglesia que había fundado en Tesalónica: “Nosotros, hermanos, luego de estar separados de ustedes por algún tiempo, en lo físico pero no en lo espiritual, con ferviente anhelo hicimos todo lo humanamente posible por ir a verlos” (1 de Tesalonicenses 1:7, NVI).

Evadir un adiós cuando nos tenemos que mudar y enfrentar la posibilidad, en algunos casos, de que nunca más nos volvamos a ver en esta vida, niega la importancia de nuestra vida corporal juntos. Pasar con rapidez la brocha de “la despedida” niega que el dolor de la separación es real—que no importa cuántos textos, llamadas telefónicas o actualizaciones en Facebook compartamos; no vamos a estar disponibles el uno para el otro de la misma manera que lo estábamos antes.

Un cristiano que entendió esto mejor que muchos fue el pastor y teólogo Dietrich Bonhoeffer. Separado de sus amigos y su familia cuando fue arrestado durante la Segunda Guerra Mundial, Bonhoeffer escribió, “No hay nada que pueda remplazar la ausencia de alguien muy querido para nosotros, y uno no debe ni siquiera tratar de intentarlo; uno debe simplemente perseverar y aguantar la ausencia.”

En lugar de restarle la importancia al significado de decir adiós, Bonhoeffer quería experimentar la fuerza completa de la despedida. “Tenemos que sufrir indescriptiblemente por la separación,” escribió. Sólo de esa manera “sostenemos la comunión con las personas que amamos, aunque sea en una manera muy dolorosa.” Dios mantiene nuestros adioses dolorosos, dijo Bonhoeffer, con el fin de subrayar lo vital que fue nuestro compañerismo cercano de ayer.

Así que, el día de hoy, cuando tengo que mudarme lejos de mis amigos, o despedirme de aquéllos que se mudan lejos de mí, trato de permitirme sentir la pérdida. Con Bonhoeffer, lloro la distancia física que se reposará entre mis amigos y yo. En lugar de imaginarme inmediatamente el puente futuro que eliminará la brecha, quiero reconocer el dolor de la pérdida en el presente y no apresurarme rápidamente a sentirme cómodo otra vez.

La palabra adiós es en realidad una contracción de “vaya con Dios.” Decir adiós es importante, a fin de cuentas, porque es una manera de recordarnos el uno al otro que somos criaturas corporales de Dios. Queremos que Dios nos cuide y que mantenga vivo el amor que nos tenemos el uno por el otro, ahora mismo, aún antes del día de nuestra reunión final.

Bienaventurados son los que están en bancarrota

Bienaventurados son los que están en bancarrota . . . y ricos son los financieramente desesperados. Simplemente pregúntale a mi familia.

Christianity Today October 27, 2014
Shutterstock

Esta traducción fue publicada en colaboración con la Conferencia Nacional de Liderazgo Cristiano Hispano (NHCLC, por sus siglas en inglés).

Había pasado más de un año desde que la había visto. Habíamos tenido nuestra cuota de buenas conversaciones cuando nuestros hijos asistían juntos a una escuela privada cristiana, pero su ceño fruncido marchando entre la multitud en mi dirección me hizo buscar alguna vía de escape.

Ella llegó con las manos extendidas para tomarme de los hombros mientras me miraba de pies a cabeza, sacudiendo ese ceño en mi dirección.

"Te he echado de menos," dijo. "¡Qué horrible que te tuviste que ir!"

Respiré. "No es horrible. Lejos de eso."

Ella agarró mi mano.

"No, en serio," le dije. "La escuela pública es el lugar donde Dios nos quería. Fue difícil irnos, pero la escuela ha sido una bendición.”

Ella me guiñó un ojo. "Que bueno que puedes decir eso."

"No solamente estoy diciendo eso. Lo digo en serio."

"Estoy segura que así es."

Y así era. Habíamos dejado la escuela privada porque no podíamos pagar la matrícula. Años de enfrentar—primero empleo por debajo de nuestra preparación y luego desempleo—agravado por la creciente deuda médica, te puede llevar a eso. Pero yo había percibido a Dios llamándonos a nuestra escuela pública local durante mucho tiempo.

Pero miss Cara Ceño Fruncido, obviamente, no podía creer eso. Tampoco lo pudo creer la gente que nos compadecía durante nuestra temporada "terrible" de estar en la ruina. No se puede creer algo así dentro de un tranquilo sistema de creencias que ha crecido bastante insidiosamente entre los fieles.

Es un sistema de creencias que estaba implícito cada vez que un cristiano me decía que tuviera fe, que dejara a nuestros niños matriculados en la escuela cristiana porque Dios iba a proveer. Es un sistema de creencias que muchos cristianos no “nombran” ni “afirman” abiertamente pero que si abrazan sutilmente. Es la creencia de que Dios confirma nuestra fidelidad añadiendo ceros a los talones de pago, al mantenernos sanos, al darnos cónyuges y bebés. Que mientras que Dios puede permitir—de vez en cuando—un paso hacia atrás o un tropiezo, en realidad Dios está en el negocio de siempre ir para arriba y adelante, para lo más grande y lo mejor.

Es un sistema de creencias que no va a considerar a un Dios que no tiene en cuenta nuestra comodidad, que no se puede imaginar un Padre celestial que dio a Salomón sabiduría y riqueza, pero a nosotros nos da paciencia y un roce con la pobreza. Es un sistema de creencias que deja poco espacio para un Dios que pudiera quitarnos algo con el fin de enriquecernos en maneras que no tienen nada que ver con la salud o la riqueza.

La mayor parte de nosotros eludiríamos explícitamente el evangelio de la prosperidad. Aún así, creo que se ha inmiscuido, a través del tiempo y el lugar, de sus raíces pentecostales para llegar a las caras sonrientes de los pastores de las mega-iglesias, y aún hasta la alas más conservadoras de la fe evangélica. Dicho evangelio cruza las fronteras raciales y socio económicas y se enrosca cálidamente alrededor de nuestro corazón, sujetándonos en una garra de la que no nos queremos desprender.

Festejo o hambre

Por supuesto que yo no quería desprenderme de este evangelio de la prosperidad—ni cuando Jehová Jireh estaba proporcionando montones y montones por encima de nuestras posibilidades. Ni tampoco durante los días cuando yo creía que la corriente sólida de ingresos era Dios bendiciéndonos, recompensándonos por nuestra fe y nuestras ofrendas. Ciertamente tampoco quería hacerlo el día en que mi esposo entró en la cocina y puso un sobre en el mostrador.

"Abre esto," dijo. Dentro había un cheque del primer trimestre de su negocio, por mucho más de lo que habíamos ganado todo el año anterior. Lo abracé, no me esperaba nada menos. Mi esposo es brillante y trabajador, y nosotros habíamos dedicado la empresa a un Dios que bendice ese tipo de ingenio. Y así lo hizo.

Durante un tiempo. Pero después de sobrevivir una desgarradora desesperación financiera, cuando una pésima economía hizo caer a plomo el negocio que una vez era próspero, seguido de los nacimientos sin seguro médico y otros gastos médicos—Se me hace difícil creer que nuestros años de prosperidad, o de tener más dinero del que sabíamos que hacer con él, de vacaciones de lujo, de no tener que pensar en los costos de comestibles o de calefacción, de enviar a los niños a escuelas con etiquetas de precios elevados, eran realmente bendiciones en lo más mínimo.

Eso es, si mi nueva manera de entender lo que significa la bendición es correcta.

Mirando hacia atrás a esos años de "festejo," tengo que entrecerrar los ojos para poder ver a Dios en mi vida. Él estaba allí, por supuesto, pero yo apenas lo notaba mientras bailaba alrededor de la cocina con el cheque en la mano.

Contrasto eso con las años de "hambre"—en los cuales no sabíamos cómo íbamos a completar para los pagos, cuando nos preocupaba que podríamos perder nuestra casa. O lo que fue el día más desesperado, cuando mi esposo me dijo que estábamos acabados, quebrados, sin dinero, sin crédito, el día que puse en duda la verdad de las palabras de Jesús. ¿Qué sobre proveer el pan de cada día? ¿Qué acerca del “pedid y recibiréis”? ¿Qué pasa con el buen Padre que da un pescado y, no serpientes? Cuando pienso en ese día—en esos días—cuando caí como una pesada piedra a lo que fue el punto más bajo de mi fe, cuando había aterrizado en ese pozo de la desesperación, allí están con toda lucidez: la memoria de tiempos que brillan con la presencia y la bondad de Dios.

La mejor cosa

Antes de esa época, yo no entendía cómo Jesús pudo decir que los pobres—en espíritu o de algún otro tipo de pobreza—eran bienaventurados. Tampoco entendía por qué podía ser tan difícil para los ricos entrar en el reino. No lo pude entender mientras crecí y viví en un barrio residencial y asistí a una iglesia donde los pobres eran compadecidos y los ricos eran temerosos de Dios. Cuando oí hablar de ser "bendecido," por lo general se trataba de tener una buena salud o haber recibido alguna promoción. Me parece bien, supongo. Es una perspectiva del Antiguo Testamento de un Dios que bendijo materialmente a las personas (véase Abraham, Salomón, Job), como me lo recordó un amigo.

"Tuvimos la bendición de que nos pasaran de los asientos de clase económica a primera clase en el avión," uno podía decir en mis círculos sin temor a reproches. "Hawái es un vuelo tan largo."

Aunque si es cierto que las bendiciones financieras inesperadas o que llegan justo a tiempo pueden hablar de cómo Dios provee el pan de cada día; sin embargo, la prosperidad ininterrumpida de las casas de verano, las promociones en el trabajo, y el perfecto estado de salud, el nunca tener que pedirle a Dios nada o depender de él, no suelen llevarnos más cerca de él. Las estaciones fáciles y cómodas de la vida no nos empujan a nuestras rodillas, buscando un respiro en su poder y misericordia. No levantan nuestras manos en alabanza por su provisión y sus maravillas. No lo hacen como lo pueden hacer el estar en necesidad, el estar en la ruina—en sus diversas definiciones.

Mirando hacia atrás a esos años de "festejo," tengo que entrecerrar los ojos para poder ver a Dios en mi vida. Él estaba allí, por supuesto, pero yo apenas lo notaba mientras bailaba alrededor de la cocina con el cheque en la mano.

La desesperación intenta aplastarnos. Pero para aquellos que siguen a Jesús, aún los momentos que más drenan nuestro espíritu pueden ser bendecidos si nos recargamos en las manos de la esperanza. Esta es la materia de los Salmos (véase 142 y 143 para empezar) y las palabras de confianza y seguridad de Pablo. Después de su tiempo en la cárcel, escribió, "perdimos la esperanza de la vida misma . . . Pero eso sucedió para que no confiáramos en nosotros mismos sino en Dios "(2 Co. 1: 8-9). La transliteración de la versión del Mensaje continúa: "Fue lo mejor que nos pudo haber pasado."

En efecto. La desesperación bien hecha (la que se despliega, se clama, y se entrega delante de Dios) nos lleva a la presencia de Dios como ninguna otra cosa. Tener que depender de Dios, aprender a mantener los ojos bien abiertos buscándolo a él, y experimentar su presencia, su sustento—encontrar a Dios bueno en medio de lo malo—es una bendición.

Pero para experimentar esto, tenemos que confesar el estrangulamiento que el evangelio de la prosperidad tiene sobre nosotros. Tenemos que reemplazarlo con otro evangelio, el evangelio del “desesperado” en lugar del “próspero,” si se quiere expresar así. Es el mismo evangelio que David descubrió en los pozos fangosos, el que Pablo desenterró en la cárcel, el que yo descubrí esas noches que pensé que me iba a derrumbar bajo el peso de las facturas pendientes de pago y los cobradores llamando. Es el que otros han encontrado mientras enterraban a sus seres queridos antes de tiempo, mientras sufrían los sueños o las oportunidades que se han ido, o sufrían a través de cualquier noche oscura del alma—sobrevivir una noche y por la mañana encontrarse con tiernas misericordias y la presencia misteriosa—y el sustento—de un Dios bueno.

Nada que temer

Aunque mi familia y yo no hayamos salido totalmente del bosque financiero, estoy agradecida porque lo peor parece haber pasado, porque ahora podemos trabajar para pagar las deudas y poder pagar las cuentas a tiempo. Pero a medida que nos alejamos de esos momentos más oscuros y profundos de nuestra desesperación, tengo miedo de perder el contacto con Dios.

Hasta ahora, sin embargo, Dios me ha mostrado que no tengo nada que temer. A pesar de que hemos "prosperado" un poco económicamente, Dios no ha eliminado esta espina de la desesperación o de la necesidad de clamar para ser rescatada ("Querido Dios, ¡el IRS!"). En las últimas semanas, mis amigos me sacaron, a fuerza de oración, de un “ataque de locura” sobre las finanzas cuando lo único que podía hacer era agitar mis puños a los cielos. Dios no apagó los incendios financieros, pero él caminó con nosotros a través de ellos. Y al igual que Isaías sabía, no fui quemada viva. El que me llama por mi nombre me salvó.

La bendición que he encontrado es la que el evangelio de arriba y adelante, despreocupado y cómodo, nunca ofrecerá. Es una paz que la prosperidad no puede proclamar. Y esto es muy buenas nuevas para los desesperados y quebrados .

Caryn Rivadeneira, escribe con regularidad para Her.meneutics, es la autora de Broke: What Financial Desperation Revealed about God’s Abundance [En bancarrota: Lo que la desesperación financiera me reveló sobre la abundancia de Dios], (InterVarsity Press). Visítela en carynrivadeneira.com.

Estatus migratorio: Amada

En Cristo soy más que el ‘crimen’ que cometí a los cinco años de edad.

Christianity Today October 21, 2014
Foto por Kyle Christy

Este artículo fue publicado en colaboración con la Conferencia Nacional de Liderazgo Cristiano Hispano (NHCLC, por sus siglas en inglés).

A pesar de lo orgullosa que estoy de mi herencia mexicana, sólo existe un lugar al que puedo llamar mi casa: Los Estados Unidos de Norteamérica. Pertenezco a la ola de inmigrantes que llegaron a este país como niños. Todo lo que me queda de mis años tempranos en México son unas cuántas memorias borrosas, dibujadas y armadas por lo que mi madre me ha contado después.

Mi madre perdió a su primer esposo en un accidente automovilístico en 1978. Después de su muerte, ella viajó por primera vez a los Estados Unidos para identificar su cuerpo y para hacer los arreglos del funeral. Se quedó sola en México lidiando con mis dos hermanos mayores, sufriendo su dolor y con pocos recursos. Como siete años más tarde, conoció a mi padre, y nací yo. Cuando yo tenía 3 años de edad, mi padre abandonó a nuestra familia para casarse con otra mujer.

Más tarde, el amor de mi madre por su hijo mayor la llevó a viajar a los Estados Unidos por segunda vez. No lo había visto desde que él se había ido al Condado de Orange a la edad de 14 años. Cuando mi hermano supo que mi madre me iba a dejar en México con mi tío, insistió en que me trajera con ella para mantener la familia unida. Veinticinco años más tarde, aquí estoy todavía.

Nos mudamos a un apartamento con mis dos tíos en la calle Minnie en Santa Ana, California, ciudad que en algún momento fue denominada la ciudad más difícil dónde ganar lo suficiente para sobrevivir. Enfrentamos momentos desafiantes.

A mi madre no le habían permitido ir a la escuela más allá del segundo grado, así que trabajaba principalmente cuidando niños. Ella quería darles a sus hijos lo que ella no había podido tener: una educación. Muchas veces añoré que mi padre hubiese estado allí para ayudarnos financieramente. La ayuda económica que nos daba apenas nos alcanzaba para suplir nuestras necesidades mínimas. Pero encima de eso, yo tenía hambre del calor de un padre amoroso que nos protegiera y se asegurara que mi madre no tuviera que jugar el papel de ambos padres.

Una herida profunda

Cuando entré a la escuela secundaria, sobresalí en las matemáticas y me lancé a jugar voleibol y basquetbol. También ingresé en el Programa Temprano de Alcance Académico (EAOP, por sus siglas en inglés), el programa más grande de preparación para la universidad patrocinado por la Universidad de California—Irvine, y también me integré al Programa Puente, que ayuda a los estudiantes a matricularse en universidades públicas.

Empecé a visitar el Centro de Aprendizaje de Minnie Street—un programa comunitario donde los estudiantes vienen después que terminan sus clases en la escuela—patrocinado por la Iglesia Mariners, una histórica iglesia grande, sin denominación, en el Condado de Orange. Allí limpiábamos las calles, servíamos de tutores a los muchachos más jóvenes que nosotros, y enseñábamos una clase de computación. Fui la primera estudiante que fue elegida presidenta de Puente. Aprendí la gran satisfacción de servir a mi prójimo y de sentir que soy útil.

Durante mi penúltimo año de preparatoria, los otros líderes de Puente y yo tuvimos la oportunidad de viajar a San Francisco para visitar universidades. La realidad me pegó con una herida profunda: Yo era indocumentada. Descubrí que mi estatus podía impedirme viajar y asistir a la universidad. Ya no pude seguir aceptando las respuestas evasivas que me daba mi madre cuando le preguntaba cuándo iba a poder empezar a trabajar para ayudar a pagar las cuentas. Entre más se acercaba mi graduación, ya no pudimos evadir más el hecho que mis sueños de ir a la universidad podían terminar en un callejón sin salida.

Aunque traté de mantenerme optimista y esquivar cada insulto disparado en contra de los inmigrantes indocumentados, sí sentí los efectos. Culpa, vergüenza, y depresión—las tres—tocaron a mi puerta y yo les di la bienvenida.

También enfrenté una confusión profunda sobre quién era yo y en qué lugar pertenecía. Sentía que no pertenecía a ningún lugar—demasiado norteamericana para regresar a México, demasiado foránea para sentir que pertenecía en los Estados Unidos. Aunque traté de mantenerme optimista y esquivar cada insulto disparado en contra de los inmigrantes indocumentados, sí sentí los efectos. Culpa, vergüenza, y depresión—las tres—tocaron a mi puerta y yo les di la bienvenida. Las llevaba cargando conmigo, creyendo que de alguna manera yo era responsable del “crimen” que había cometido a la edad de cinco años. Las acusaciones me llevaron a temer por mi situación y mi futuro. En esta temporada de desesperación, aprendí cuánto iba a proveer un Padre celestial.

Identidad verdadera

Muchas cosas buenas vinieron del centro de aprendizaje: tutoría, modelaje de papeles (incluyendo el primer ejemplo de un modelo varonil positivo en mi vida), y líderes que hablaban con valor sobre el complejo asunto de la inmigración por causa de personas como yo. Pero nada más bello y poderoso vino del centro que el que me presentaran a mi Salvador, Cristo Jesús. Yo tenía 13 años cuando por primera vez escuché detalladamente sobre el Dios viviente. Durante los campamentos de jóvenes patrocinados por el centro, empecé a hacer preguntas y a recibir respuestas que me llenaron el corazón al escuchar las Buenas Nuevas por primera vez.

En 1999, asistí al campamento Racing a Zealous Army por una semana. Mientras mis compañeros compartían sus historias de fe, vertí mi corazón y me di cuenta de mi necesidad del Dios todopoderoso. Le entregué mi corazón y tuve hambre de saber más de él. Uno de los pasajes más significativos que aprendí fue Proverbios 3:5-6: “Confía plenamente en el Señor y no te fíes de tu inteligencia. Cuenta con él en todos tus caminos y él dirigirá tus senderos” (BHTI). Yo sabía que podía confiar mi futuro a Dios porque él me ama y me cuida.

Por la gracia de Dios, yo fui la primera persona en mi familia que se graduó de la preparatoria. Después de descubrir mi estatus de indocumentada, mi maestra, mi consejera académica, y otros miembros del personal de la preparatoria hicieron todo lo que pudieron por ayudarme a visitar universidades. Recibí $10,560 en becas para cubrir mi primer año en la Universidad Biola, en la ciudad cercana de La Mirada. Aunque sabían mi estatus migratorio, patrocinadores de la Iglesia Mariners cubrieron la mayor parte de mi colegiatura. Son recuerdos diarios del amor de Dios y de su mano en mi vida. Obtuve mi licenciatura en Psicología de Biola, luego una maestría en terapia familiar y matrimonial. El día de hoy, trabajo en Wilshire Street (parte de los Centros Comunitarios Lighthouse) creando programas de apoyo para familias necesitadas en Santa Ana.

También fui la primera mujer en mi familia en obtener un título universitario. La mayor parte de ellas tuvieron que luchar como madres solteras o aguantar relaciones cíclicas abusivas. Todo parecía apuntar hacia ese mismo destino para mí. En momentos me sentí débil por ser mujer. A una edad temprana vi a mi madre luchar para que la escucharan, porque frecuentemente la ignoraban por ser una mujer soltera y sin educación. La gracia de Dios me permitió quebrar ese ciclo.

En Biola fue que primero aprendí del amor de Dios por el peregrino. Aprendí que Jesús mismo fue un niño inmigrante, y que él llamó a su pueblo a ayudar a la viuda, al huérfano, al oprimido, y al pobre. Vine a darme cuenta que no todas las leyes hechas por el hombre concuerdan con las leyes de Dios. Y lo que es más importante, Dios me atrajo muy cerca de su corazón que ama la justicia.

En medio de estas experiencias, tuve que definir el centro de mi identidad. Soy una persona de piel de color. Soy una mujer. Soy pobre. No tengo padre. Soy una inmigrante indocumentada. De hecho, ha sido atroz verme a mí misma a través de los ojos del mundo. Pero he aprendido sobre mi verdadera identidad. Por encima de otras etiquetas, soy una hija de Dios. Cómo otros inmigrantes, quiero usar mi educación para ayudar a nuestro país a prosperar económicamente, pero mi deseo de servir a Dios es central.

No puedo impedir pensar sobre la ola reciente de niños inmigrantes que han llegado a Estados Unidos sin acompañante. Sus historias suenan muy familiares, bíblicamente y personalmente. Mi oración es que algunos de los siervos de Dios respondan a la llegada de estos niños de tal manera que les den a conocer a Dios, en palabra y en hecho—de la misma manera que otros siervos me lo dieron a conocer a mí a la edad de 13 años.

No queda nada que me cause temor. Dios me ha traído hasta aquí, proveyendo todo lo que he necesitado en el camino. Me inunda una sincera gratitud a mis mentores, pero más que nada, estoy maravillada por la obra que mi Padre ha hecho en mi vida. Le doy a él toda la gloria.

Adriana Mondragón trabaja en el programa de Lighthouse Community Centers’ Wilshire Street. Tiene una licenciatura de la Universidad Biola y una maestría en artes en terapia de la Universidad Chapman.

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