La manera en que la iglesia sana

Ninguna otra institución contribuye a la salud pública como el Cuerpo de Cristo.

Christianity Today April 4, 2016
antheap / Flickr

Esta traducción fue publicada en colaboración con la Conferencia Nacional de Liderazgo Cristiano Hispano (NHCLC, por sus siglas en inglés).

Después de seis años de vivir en el barrio de Sandtown-Winchester de Baltimore, mi familia y yo nos hemos mudado a Sudán del Sur. Mi hija de tres años de edad seguido me pregunta, “¿Por qué nos mudamos?”

“Para ayudar a las mamás y a los bebés en el hospital,” le digo.

Mi hija todavía no reconoce lo peligroso que puede ser dar a luz si no se tiene acceso a cuidado médico seguro. Tampoco sabe que nuestro antiguo barrio en Baltimore era uno de los más violentos en la ciudad. Pero sí entiende que hay tristeza en mudarse al otro lado del mundo—y gozo en trabajar juntos para ayudar a la gente.

Nos sentimos llamados a Sudán del Sur porque el hospital allí, Bet Eman, está fortaleciendo el sistema de salud al mismo tiempo que trabaja con la iglesia local para proclamar una esperanza que la medicina no puede dar. La iglesia ayudó a fundar el hospital porque reconoció lo importante que es, para el cuerpo y para el alma, dar a luz bajo un buen cuidado médico. Esa es la misma razón, fundamentalmente, por la que nos sentimos atraídos al barrio de Sandtown en Baltimore: por una iglesia que se había comprometido a un ministerio holístico.

Holístico es una palabra popular en muchos campos en estos días. En el área del cuidado de la salud, los médicos y los investigadores se han dado cuenta que los medicamentos y las hospitalizaciones hacen poco por arreglar los problemas de salud más difíciles. Pero con frecuencia, “medicina holística” significa tratamientos alternos como acupuntura en lugar de pensar en una nueva manera basada en las necesidades físicas y espirituales.

El ministerio holístico, también, puede convertirse en un saco que acumula una serie de servicios, no una nueva manera de pensar sobre la naturaleza misma del ministerio. Nuestra iglesia en Baltimore, New Song Community, sí practica lo que predica—y sí predica. Nos encanta ser parte de una congregación que incluye diversidad racial y económica que proclama la verdad del evangelio en sermón y canto cada domingo.

Ser completo es inseparable de sanidad—y santidad. Como escribe Wendell Berry en su ensayo “Salud es membresía,” “Estar sano es literalmente estar completo; sanar es hacer lo completo.” Los cristianos en contextos de desarrollo comunitario como New Song y Bet Eman practican esto mejor que cualquier otro cristiano que conozco, porque caminan al lado de personas en necesidad. Ellos ven que los males de la pobreza vienen no solo por la falta de bienes materiales como dinero, medicamentos, o libros de texto. Nuestras ideas, creencias, y ambiente físico también afectan nuestra salud íntimamente. Sanar una área significa sanarlas todas—y no se puede hacer sin acceso a la verdad espiritual que nos hace libres.

Así que aunque la salud pública es, propiamente, la responsabilidad de comunidades completas, la iglesia tiene un papel qué desempeñar que ninguna otra institución puede. Los gobiernos pueden restaurar o mantener ese sentido de estar completo con solo construir buenas carreteras al hospital y asegurarse que los niños no viven en casas con pintura con plomo. Sin embargo, los vicios personales y comunidades donde no hay confianza frustran hasta las mejores políticas del gobierno—de la misma manera que malas políticas ahogan el buen carácter y siembra la desconfianza. Sin la iglesia, ¿quién va a hacer que los gobernantes rindan cuentas al mismo tiempo que también se predica, se enseña, y se hace discípulos para inculcar hábitos virtuosos que la política, en su mejor momento, solo puede dar un leve impulso. Los departamentos de salud y los investigadores locales frecuentemente documentan las necesidades de las comunidades con gran precisión. Pero en muchos contextos, solo la iglesia puede y debe movilizar los recursos materiales y espirituales para verdaderamente suplir esas necesidades.

Este es el hilo que conecta al Baltimore urbano con el Sudán del Sur rural. Sentí el llamado a las misiones internacionales mucho antes de que Dios pusiera a Baltimore en mi corazón. No esperaba encariñarme con la ciudad de la manera que lo hice. Pero vivir en Sandtown durante mi entrenamiento médico fue claramente parte del plan de Dios para mi familia. La manera en que vamos a predicar, enseñar y sanar en Sudán del Sur ha sido profundamente moldeada por el tiempo que pasamos allí.

La mayor necesidad de Sandtown no es buenos médicos sino buenos vecinos. Sin embargo, Sudán del Sur necesita desesperadamente buenos médicos. Por lo tanto, aun cuando sentimos el peso del sacrificio y la tristeza de la partida, la comunidad que hemos amado por seis años nos ha apoyado y nos ha enviado porque quieren ser parte de este bello trabajo. Aunque no puedan enviar dinero, aun así nos estamos llevando todo lo demás que ellos nos han dado. Eso es lo que a fin de cuentas significa ministerio holístico: “ayudadores” como yo y aquellos a quienes vine a ayudar compartimos en el gozo de transformación mutua. Nuestros vecinos en Sandtown han moldeado la manera en que amamos. Y ese amor, por su parte, va a moldear el sentido de ser completo que esperamos poder traer a las madres y bebés en Sudán del Sur.

Matthew Loftus enseña a trabajadores de salud y ejerce la medicina familiar en Sudán del Sur en compañía de su familia (MatthewandMaggie.org).

Dos formas en que los cristianos distorsionan el islam (y dos formas en que los musulmanes distorsionan el cristianismo)

Fragmento de “Christian. Muslim. Friend: Twelve Paths to Real Relationship.” [Cristiano. Musulmán. Amigo: Doce caminos hacia una relación real].

Christianity Today February 29, 2016
Yevgenia Gorbulsky / Shutterstock

Esta traducción fue publicada en colaboración con la Conferencia Nacional de Liderazgo Cristiano Hispano (NHCLC, por sus siglas en inglés).

Nota de la redacción: Christian. Muslim. Friend. Recibió el Christianity Book Award 2016 en la categoría de Misiones/The Global Church.

Mi esposa, Grace, y yo estábamos en un restaurante en un país asiático cuando unos amigos llevaron a nuestra mesa otra pareja norteamericana. Nuestros amigos me presentaron como experto en islam. “¡Oh, encantado de conocerle!” dijo la pareja norteamericana. “Queremos aprender de usted todo lo que se pueda sobre los musulmanes. Por supuesto, ambos sabemos que es difícil describir a los musulmanes, porque el libro santo musulmán les enseña a los musulmanes a ser mentirosos. Por lo tanto cuando un musulmán dice que se ha convertido al cristianismo, todos podemos saber que todavía es musulmán porque sus mentiras en realidad comunican lo opuesto de lo que la verdad es.”

En otra ocasión, estaba yo en una mezquita un viernes justo en las vísperas de las fiestas navideñas. En el sermón el imán con seguridad explicó a la congregación que los cristianos se embriagan durante la navidad. Por lo tanto una prueba de la verdad de islam es que los musulmanes no se embriagan, dijo él; ellos (los musulmanes) nunca pensarían en profanar un festival musulmán al beber.

Ninguna declaración es verdad. Algunos musulmanes sí dicen mentiras; algunos cristianos sí se embriagan durante la navidad. Sin embargo esto no es normal. La mayoría de los cristianos no se embriagan durante la navidad, y la mayoría de los musulmanes no son mentirosos.

Los musulmanes y los cristianos a menudo participan en distorsionarse el uno al otro. Ambos harían bien si son gente de verdad y evitan las distorsiones o exageraciones. Mi objetivo es comunicar la esencia del islam en manera que, si los musulmanes estuvieran escuchando, ellos estarían de acuerdo. Estoy dedicado a describir con precisión su fe y verdaderamente representar los desacuerdos. También les suplico a los musulmanes a ejercitar el mismo compromiso. Los musulmanes y los cristianos deberían tener cuidado en describirse el uno al otro en maneras que son verdaderas, amables, y forjen confianza.

En el espíritu de fomentar relaciones dedicadas a la verdad, comentaré en cuatro distorsiones que se necesitan tratar: dos distorsiones musulmanes y dos distorsiones cristianas.

El Consolador

Los musulmanes a menudo comentan que Jesús profetizó la venida de Mahoma. Esta convicción surge de que el Corán dice que Jesús esperaba a un último profeta. Los musulmanes creen que Mahoma es ese profeta. Así que los musulmanes buscan en el Nuevo Testamento para encontrar dónde Jesús proclamó que un profeta habría de venir. Los eruditos musulmanes dicen que ellos han encontrado la profecía en Juan 14 y 16 donde Jesús profetizó la venida del Consolador. La palabra original griega es paracleitos, que significa “consolador.” Los eruditos musulmanes a veces declaran que ellos han descubierto que la palabra original es periplutos, que significa “el digno de alabanza.” Ahmed, o Mahoma también significa “el digno de alabanza.” Estos eruditos explican que aunque la palabra original era periplutos, los cristianos eliminaron periplutos e insertaron una corrupción del texto—específicamente, paracleitos, “el consolador.”

Los cristianos a menudo experimentan esta negación “erudita” de la promesa de Jesús de la venida del Espíritu Santo. Estaba yo en una mezquita cuando el imán comenzó a llorar al explicarnos que los cristianos habían cambiado el texto e insertado “el Espíritu Santo” en lugar del original “Mahoma.” ¡El imán demostró dolor angustiado que los cristianos hicieran tal cosa! ¿Cómo contestarían los cristianos? Esto es como nosotros contestamos en la mezquita esa tarde:

Existen por lo menos 5,000 manuscritos antiguos del Nuevo Testamento. Todos esos manuscritos sin excepción alguna, afirman que Jesús prometió que el Consolador vendría y que el Consolador es el Espíritu Santo. Por lo tanto, nosotros elegimos apoyarnos sobre el testimonio de las Escrituras que Dios nos confió. Y animamos a nuestros amigos musulmanes asimismo a respetar la fiabilidad del relato bíblico sobre el Espíritu Santo.

Continuamos explicando que es a través del Espíritu Santo que podemos conocer la verdad. ¡El Espíritu Santo es uno con Dios. Por lo tanto no es sabio decir que el Espíritu Santo es hombre! El Espíritu Santo no es una persona humana. Él es la presencia de Dios con nosotros, a través de quien podemos conocer la verdad y ser empoderados para vivir la verdad. Así que le imploramos a esta congregación de musulmanes desistir de decir que la profecía de la venida del Espíritu Santo es de verdad una profecía sobre un hombre, específicamente Mahoma. De hecho, leemos en uno de los pasajes de Juan 14, “Pero el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, les enseñará todas las cosas y les hará recordar todo lo que les he dicho.” Explicamos que es a través del Espíritu Santo que Dios nos convencerá de la verdad. Necesitamos evitar ofender o ignorar al Espíritu Santo.

Un Dios Todopoderoso

Otra distorsión que prevalece proviene de nosotros los cristianos. Esta distorsión es la idea de que Alá no es el Dios al cual los cristianos adoran. Es instructivo saber que a lo largo del Medio Oriente, todos los cristianos árabes se refieren a Dios como Alá. De hecho, puede ser que Mahoma obtuvo el nombre Alá de los cristianos. Algunas inscripciones de la Arabia pre-islámica utilizan el nombre Alá como el nombre de Dios.

¿De dónde obtuvieron estos cristianos y los musulmanes el nombre Alá? Lo más probables esto es un legado de Abraham, quien se refiere a Dios Todopoderoso como Eloah. Alá es la forma árabe de decir Eloah. Mahoma enseñó que él tenía la misión de establecer la adoración al verdadero Dios, el Dios de Abraham, a lo largo de Arabia y en regiones más allá de Arabia. Su mensaje era que sólo hay un Dios todopoderoso, creador de los cielos y la tierra. Su nombre es Eloah (Alá).

Sin embargo, necesitamos reconocer que en el movimiento misionero cristiano alrededor del mundo, la iglesia ha utilizado muchos nombres para Dios, no tan sólo el árabe Alá. Cuando los misioneros cristianos van alrededor del mundo testificando sobre Dios, con rara excepción, buscan un nombre local para Dios. Se resisten a traer un nuevo nombre. De ser posible, los traductores de la Biblia utilizan el nombre local para el Creador. El islam es distinto.

Los musulmanes siempre traen el nombre árabe de Dios, Alá. Pero con rara excepción, la iglesia utiliza el nombre local para Dios. La razón por lo que la iglesia busca un nombre local para Dios es la convicción que Dios tiene un testigo dentro de toda cultura y religión.

Por ejemplo, cuando mis padres fueron al pueblo Zanaki de Tanzania como misioneros cristianos, le preguntaron al pueblo Zanaki si conocían de Dios. Les aseguraron a mis padres que ellos estaban conscientes de Dios. Al Creador le llamaban Murungu. Creían que Murungu había desaparecido y que nunca regresaría. Mis padres, por lo tanto, usaron Murungu cuando tradujeron el Evangelio de Mateo al idioma Zanaki. Predicaron que en Jesús, está la completa revelación de Murungu. Nunca dijeron que el Dios de la Biblia era un Dios distinto a Murungu. Más bien, predicaron que en Jesús el Mesías, Murungu se ha acercado y vive entre nosotros.

Una útil explicación bíblica de lo que estoy diciendo es el relato de Dios en el encuentro con Moisés en la zarza ardiendo. Y después leemos, “Dios dijo a Moisés, ‘Yo soy el Señor. Me aparecí a Abraham, a Isaac y a Jacob bajo el nombre de Dios Todopoderoso, pero no les revelé mi verdadero nombre, que es el Señor.’” Todos los judíos fieles, los cristianos y los musulmanes creen en Dios Todopoderoso creador del cielo y de la tierra. Pero con Moisés, Dios se reveló a sí mismo no tan sólo como Dios nuestro Creador Todopoderoso (Alá) sino como el Dios que desciende para salvarnos. Él desciende para encontrarnos y revelarse a sí mismo. Este es Dios como el Buen Pastor, que baja a buscar a su oveja perdida. Este es Dios como Yahweh (el Señor), que revela que su esencia es amor.

Es difícil para los musulmanes comprender al Dios que revela su esencia y que desciende para salvarnos. Recientemente estaba yo en diálogo grande con estudiantes de la universidad en Bandung, Indonesia. Mis acompañantes musulmanes en el diálogo afirmaron que en el islam, Dios envía a su perfecta voluntad pero nunca desciende para salvarnos. No había lugar en su manera de pensar para el sufriente amor de Dios. Por esa razón, mis acompañantes en el diálogo negaron la crucifixión de Jesús. En las Escrituras bíblicas encontramos a Dios en el Mesías, descendiendo a sufrir con nosotros y por nuestra causa. A mis acompañantes en el diálogo eso se les hizo difícil de comprender. Los estudiantes de la universidad en su mayoría musulmanes estaban maravillados de la revelación del evangelio que Dios ama en tan gran manera que ofrece el perdón y la reconciliación para los que pusieron a Jesús en la cruz.

Los cristianos creemos que nuestro entendimiento sobre Dios nunca está tan completo como cuando encontramos al Dios revelado en la Biblia y especialmente revelado en el Mesías. Por ejemplo, Jesús el Mesías revela que somos invitados a conocer y dirigirnos a Dios como nuestro Padre celestial. Esa es una oración que los musulmanes no oran. Por lo tanto decir que los cristianos y los musulmanes adoran al mismo Dios es verdad. Sin embargo, no podemos decir que las percepciones o experiencia con Dios son las mismas como Dios revelado en Jesús el Mesías. La gran sorpresa del evangelio es que en Jesús, Dios, nuestro Padre celestial, ha descendido para salvarnos y encontrarnos y revelarse a sí mismo.

En el evangelio aprendemos que Jesús es el Salvador del pecado. También se le llama Emanuel, que significa “Dios con nosotros.” Se le llama Mesías, que significa que Él es el ungido de Dios enviado para salvar a la humanidad restaurando el Reino de Dios. Él es Eloah o Alá, el Dios Creador Todopoderoso. Todos estos nombres son un destello de la persona y misión de Jesús.

Por supuesto, reconocemos que Dios no puede ser captado en un nombre. Ni Alá ni Eloah ni Yahweh ni Murungu pueden comunicar la esencia de lo que Dios es. Dios es más allá que un nombre. Es por es que Dios anunció a Moisés que su nombre es “¡YO SOY!” Si bien Dios va más allá que los nombres, no obstante Dios se revela a sí mismo en la Biblia. Esto es por lo cual los cristianos confesamos a Dios como nuestro Padre celestial amoroso. Esta realidad va más allá que ningún nombre. Es en la revelación de Dios en Jesús que conocemos a Dios como nuestro Padre.

Escritura falsa

Otras dos distorsiones demandan de un comentario. Estas distorsiones vienen en la forma que los musulmanes y los cristianos abordan las escrituras.

Los musulmanes tienen muy alto concepto de la escritura, y algunos están preocupados por las diferencias entre la Biblia y el Corán. Esa fue la razón por la que un querido amigo musulmán me regaló un libro cuidadosamente envuelto. Estábamos comiendo juntos cuando él me presentó este regalo especial. Me inquietó cuando al desenvolverlo encuentro el Evangelio de Barnabé. Este libro es como del tamaño del Nuevo Testamento. Es una descripción de la vida y enseñanzas de Jesús, la mayoría siguiendo el texto musulmán como se presenta en el Corán. Por ejemplo, en este evangelio Jesús no es crucificado. Incluye algún material apócrifo, como Jesús haciendo pájaros de barro y luego dándoles vida.

El libro parece que apareció en el siglo 14. No existe absolutamente ningún texto antiguo de este “evangelio.” Una teoría de eruditos cristianos creíbles conjetura que el autor era un desilusionado sacerdote católico que escribió el documento con la esperanza de apartar a los cristianos del Nuevo Testamento y conducirlos al islam. Concluyo que este evangelio es lo que el Corán describe como escritura falsa.

Al regalarme el libro, mi amigo dijo, “Este libro te revelará el verdadero evangelio de Jesús.”

Le di las gracias por el regalo, porque yo sabía que me daba el libro debido a que le preocupaba que yo supiera la verdad completa de Dios. Con el libro en la mano, le pregunté, “¿Qué dice el Corán sobre escribir y circular escritura falsa?”

Mi amigo de manera convincente exclamó, “¡Dios condenará a esa gente!”

Pregunté, “¿Luego por qué me has regalado este libro? Si investigas, creo que descubrirás que esta es escritura falsa, posiblemente escrita como hace setecientos años. No existen manuscritos antiguos de este libro. Es una distorsión del evangelio tal como está escrito en las Escrituras del Nuevo Testamento.”

Él exclamó, “Perdóname; no sabía.”

Esta distorsión es seria. Este libro se distribuye alrededor del mundo. Se necesita tratar dondequiera que se circule este “evangelio.” Le suplicamos a la gente que no circule escrituras falsas como el Evangelio de Barnabé.

Saber árabe

La otra distorsión seria viene de los cristianos que afirman que han entendido el mensaje y el significado del Corán aunque no sepan árabe. Necesitamos recordar que el Corán es revelado en árabe. Para entender el verdadero significado del Corán, ¡uno necesita saber árabe! Las comunidades musulmanes tienen ulama (teólogos), que son reconocidos como hombres sabios con conocimiento completo del Corán. Estos hombres sabios también estudian el hadiz (“las Tradiciones”) que describen la manera en que Mahoma aplicó principios coránicos en su conducta personal. Sin embargo, aun los ulama no hacen conclusiones sobre el significado del Corán basándose en percepción individual. Por esta razón, yo me apoyo en los escritores musulmanes y en los imanes para mi entendimiento del islam y la interpretación del Corán.

Sufro, como los musulmanes, cuando los cristianos toman una interpretación en inglés del Corán y determinan que han entendido el significado de esta escritura. Para entender el significado, hay sólo una manera aceptable y sabia; que es pedirle al ulama musulmán que explique el Corán a los que no somos musulmanes. Esto es urgente. No es sabio o apropiado afirmar que hemos entendido el Corán a menos que nos hayamos sometido a las duras disciplinas de estudio y consenso que los musulmanes creen es necesario para entender el mensaje del Corán.

También necesitamos reconocer que hay mucha variación en el entendimiento y aplicación del Corán. Hay una inmensa diversidad dentro del movimiento global musulmán con respecto a la interpretación del Corán. Algunas feministas musulmanas abrazan un compromiso modernista secular y puede que cumplan con las oraciones requeridas una vez al año.

En contraste, existen wahhabistas árabes, que insisten que una interpretación veraz del Corán significa que una mujer no puede conducir un automóvil. Más de mil millones de musulmanes se encuentran dispersos alrededor del mundo; son un movimiento de increíble diversidad. Sin embargo supongo que los musulmanes estarían de acuerdo en que el Corán es la revelación final de Dios de su voluntad y que Mahoma es el ejemplo perfecto de lo que significa someterse a la voluntad de Dios.

Mi reserva es que no supongamos que una lectura del Corán significa que lo hemos entendido. No obstante, la reserva no significa que los que no saben árabe se deberían excluir de leer y estudiar las interpretaciones del Corán en sus propios idiomas. Mas cuando lo hagamos, necesitamos abordar el estudio con humildad y estar conscientes de nuestras limitaciones.

Con bastante frecuencia en mis conversaciones con musulmanes, menciono una interpretación en inglés de un versículo o porción en el Corán y les pido que expliquen el significado de esa selección. Luego les pregunto si puedo compartir de las Escrituras usadas en la vida de la iglesia. Un ejemplo es el nacimiento virginal de Jesús el Mesías. Podemos pedir a nuestros amigos musulmanes que comenten sobre el significado del nacimiento virginal de Jesús. Luego podemos ofrecer como creyentes en Jesús lo que el Injil (evangelio) revela sobre el nacimiento virginal del Mesías.

Evitando las distorsiones

Las distorsiones pueden ser sumamente destructivas. Aprendamos el arte de escucharnos los unos a los otros en maneras que abran nuestros ojos a las distorsiones de las que es posible que hayamos sido parte. Necesitamos hablar la verdad y usar nuestras lenguas de tal modo que forjen confianza. Podemos usar nuestras lenguas para avivar las llamas de la discordia o para mejorar las buenas relaciones.

El apóstol Pedro aconseja, “El que quiera amar la vida y gozar de días felices, que refrene su lengua de hablar el mal y sus labios de proferir engaños.” ¡Necesitamos ser paradigmas de la verdad y evitar las distorsiones!

David W. Shenk es consultor mundial de Eastern Mennonite Missions. Es autor de muchos libros, y ha viajado extensamente por países de gran población musulmana.

Adaptado de Christian. Muslim. Friend. © 2014 Herald Press, Harrisonburg, VA. Todos los derechos reservados. Usado con permiso.

El sermonear nunca cambió la mente de nadie

Fragmento del libro del año de Beautiful Orthodoxy de CT.

Christianity Today February 29, 2016
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Esta traducción fue publicada en colaboración con la Conferencia Nacional de Liderazgo Cristiano Hispano (NHCLC, por sus siglas en inglés).

Una vez, yo apagué un programa de televisión que normalmente me encanta, porque se hizo muy sermoneador. Este episodio era acerca de prevenir las enfermedades venéreas. Un caricaturesco activista de la derecha religiosa que insistía en la educación de la abstinencia frustraba la tarea de educar a las personas con respecto al uso de preservativos. El guión se prestó para que se hicieran una serie de bromas groseras, salpicadas con mensajes de que la abstinencia no funciona y daña a las personas y que los oficiales del gobierno necesitan el valor para combatir a los ideólogos.

Yo, por supuesto, yo soy un cristiano evangélico conservador que cree, con la iglesia cristiana histórica, que la castidad hasta el matrimonio es el plan de Dios y es necesaria para la prosperidad de la humanidad. También pienso que muchos esfuerzos para la educación sexual—los que se diseñan simplemente alrededor de la prevención de enfermedades y del embarazo en vez de la dignidad humana—han lastimado gente y reducido la sociedad civil. No tengo temor de escuchar otros puntos de vista. Apagué el televisor no porque estuviera indignado, sino porque estaba aburrido. Este programa estaba presentando un punto de vista con el tipo de seguridad presuntuosa de rectitud que sencillamente hacian una caricatura de mis perspectivas.

No me preocupan las comedias de televisión. Sin embargo, eso me incitó a pensar con respecto a qué tan a menudo nosotros, como el Cuerpo de Cristo, hacemos lo mismo. Podemos caricaturizar las posiciones de nuestros detractores en los términos más groseros, para ayudar a asegurarnos de que nuestros adversarios son especialmente estúpidos y perversos, y poder obtener algunos “amenes” de nuestro lado. Pero eso es sermonear, no predicar, y hay una diferencia.

La predicación de Jesús tomó posturas claras, con filos cortantes. Pero Jesús nunca convirtió la espada del Espíritu en cobija de seguridad para los ya convencidos. Con la mujer samaritana en el pozo, por ejemplo, habría sido fácil para Jesús sencillamente decir a sus discípulos cómo los samaritanos son promiscuos porque rechazan la autoridad de la Biblia. Pudo haber ridiculizado la falsa ilusión de la mujer sobre sus muchos matrimonios fracasados y su presente cohabitación. En vez de eso, Él habló con ella, no habló de ella. Él sacó a la luz cómo (aun) ella tenía que reconocer la aridez del agua espiritual que ella ha estado tomando.

Jesús, en continuidad con los profetas y los apóstoles, no huía de las confrontaciones morales. Sin embargo se negó a dejarlo en el tipo de superficialidad que todos ansiamos. A los discípulos no se les permitía felicitarse a sí mismos por no adulterar o matar, porque la predicación de Jesús condujo a la ley a lo más profundo de sus conciencias, sacando a la luz los tipos de adulterios y asesinatos internos que son mucho más difíciles de identificar. El apóstol Pablo, de la misma forma, demostró la degeneración moral de las naciones gentiles (Rom. 1:18—2:26), pero no permitió a los creyentes judíos que retrocedieran y que le aplaudieran por “llamar al pecado ‘pecado.’”

Muchas de las ideologías y prácticas que debemos confrontar son de muerte. Pero no estamos predicando a los que están esclavizados a esos peligros si sencillamente repetimos lemas. Debemos preguntar por qué esas cosas son atractivas, y por qué los argumentos a favor de ellas pueden parecer ser creíbles. Nuestros adversarios, al fin de cuentas, no son caricaturas de súper villanos en una guarida en algún sitio, tramando la caída de lo bueno y lo verdadero. Ellos mismos creen seguir el camino correcto.

Cuando los no creyentes escuchan una ilustración enlatada que es una caricatura de sus puntos de vista, reconocen lo que yo reconocí en ese programa de televisión. La propaganda sermoneadora no detiene a la conciencia. Nosotros, como embajadores de Cristo, estamos tratando con el aroma de la vida y el hedor de la muerte (2 Cor. 2:15—16). Debemos apelar a lo más profundo de las conciencias acusadas que ya conocen a Dios pero que rehúyen de Él por miedo.

La bondad con convicción significa amar a las personas lo suficientemente para decirles la verdad, y decirnos a nosotros mismos la verdad sobre ellos. Los que se nos oponen no (necesariamente) son estúpidos. No merecen el infierno más que nosotros, separados de la gracia de Dios en Cristo. El sermonear nunca cambió la mente de nadie. La predicación, sin embargo, puede cambiarlo todo.

Fragmento de Onward: Engaging the Culture without Losing the Gospel por Russell Moore. © 2015 B&H Publishing Group.

(Vea los comentarios de nuestros jueces sobre los ganadores del premio the Beautiful Ortodoxy, y el resto de los libros premiados de CT en el 2016.)

No perdemos nuestra sexualidad con la edad

Equilibrando el amor, el deseo, y las demandas de la mediana edad.

Christianity Today February 29, 2016
iStock

Esta traducción fue publicada en colaboración con la Conferencia Nacional de Liderazgo Cristiano Hispano (NHCLC, por sus siglas en inglés).

Esta publicación es parte de una serie semanal de Her.meneutics titulada The Sex We Don’t Talk About [El sexo del que no hablamos], creada para presentar las perspectivas femeninas sobre aspectos del sexo y la sexualidad que puedan ser pasados por alto en la iglesia.

Durante el estreno de la temporada 6 de Downton Abbey, el ama de llaves la Sra. Hughes le dice en confidencia a su amiga la Sra. Patmore, la cocinera de la casa, que está preocupada con respecto a la intimidad en su inminente matrimonio. “Mírame,” dice, “Soy una mujer en el ocaso de la mediana edad.” La Sra. Hughes se pregunta si sería mejor dejar ese lado de su relación inactiva, viviendo con su futuro marido mayor que ella como “hermanos muy cariñosos.”

Al final del episodio, la pareja mayor tiene una conversación tierna sobre si sus cuerpos de edad avanzada serían deseables. El abrazo final de la pareja no deja lugar a dudas que ellos no vivirán como hermanos sino como marido y mujer.

Eso era 1925. Desde entonces, una completa revolución sexual ha tenido lugar. Sin embargo en nuestras charlas sobre el sexo, el tópico del sexo en la vejez sigue siendo una ocurrencia tardía incómoda.

En la corriente de libros cristianos que tratan sobre el matrimonio y la sexualidad, la intimidad en la mediana edad y en la vejez normalmente se menciona rápidamente al final del capítulo, si acaso. Cuando los pastores evangélicos decidieron hace años comenzar a hablar desde el púlpito sobre el sexo dentro del matrimonio, la dimensión de muchas de estas lecciones estaba muy limitada: Tenga más sexo. Tenga mejor sexo. Era como si intentaremos tomar nuestros ejemplos de la cultura popular sobre sexualizada y al mismo tiempo estuviéramos tratando de superarla.

Las iglesias locales—como el resto de la sociedad—han mantenido su mensaje sobre el sexo maduro…vaya, inmaduro. Nuestras lecciones se enfocan en los que están casados y bastante jóvenes. Los solteros desde hace mucho se han sentido marginados o ignorados en las charlas de la iglesia sobre la sexualidad. Los que se encuentran en la segunda parte de su vida a menudo se encuentran en la misma situación, relegados como eunucos hormonales o parejas que desde hace mucho se les pasó el tiempo sexual.

Cuando únicamente nos dirigimos a las parejas jóvenes, estamos hablando a un grupo cada vez más pequeño. Las estadísticas nos indican que, en promedio, las mujeres norteamericanas tienen 27 años de edad y los hombres 30 al momento de su primer matrimonio. Para el 2020, más del 35 por ciento de la población tendrá más de 50 años de edad. Además, más de la mitad de todos los adultos en el país son solteros.

A medida que la demográfica de los “de la tercera edad” crece en la población norteamericana y en nuestras iglesias, las pláticas sobre la sexualidad en la vejez será parte de discipulado continuo. Especialmente en contraste a la receta de la cultura de permanecer “sexy a los 70” y prevenir los efectos del envejecimiento con medicamentos que prometen mantenernos jóvenes (y vigorosos), nuestras comunidades pueden servir bien a sus miembros a través de hacer espacio donde podamos hablar francamente, en formas que honren a Dios, sobre los desafíos de envejecer. Temas como:

– Nuestros cuerpos que cambian: Desde sequedad vaginal hasta el peligro de la osteoporosis, la mediana edad pregona cambios psicológicos tan radicales como los de la adolescencia. ¿Qué nos dicen nuestros cuerpos envejecidos sobre nosotros mismos y sobre aquel que los hizo? ¿Cómo podemos aceptar los cambios sexuales que acompañan al proceso de envejecimiento para algunos en esta demográfica, incluso la atrofia vaginal y la impotencia? ¿Son los medicamentos la mejor solución para todos? ¿Cómo forma la enfermedad nuestra sexualidad al envejecer? Nuestra cultura celebra la juventud y la belleza. ¿Cómo podemos comenzar a crear una conversación contracultural en la iglesia sobre la belleza física que incluya el envejecimiento?

– Nuestros nidos vacíos: Los hijos dejan el hogar más o menos en el tiempo en nuestras vidas cuando ya no tenemos que preocuparnos sobre el embarazo. Esta nueva libertad puede ser un tiempo de gran reconexión física y de diversión para las parejas. Sin embargo también pueden surgir problemas profundos latentes en el matrimonio. El índice de divorcio entre las personas mayores de los 50 ha ido en aumento por décadas, y he visto algunas amistades casadas distanciarse y separarse cuando alcanzan la mediana edad. ¿Qué podemos hacer en la iglesia para apoyar a las parejas que enfrentan una de las transiciones más grandes en sus vidas?

Nuestras responsabilidades de proveer cuidados: Nuestras necesidades diarias o demandas de salud pueden cambiar nuestros roles en la familia, los hijos haciendo el papel de padres para los padres ancianos, o el cónyuge convirtiéndose en un proveedor de cuidados. Puede ser difícil dejar la independencia, o ver la dinámica de nuestras relaciones cambiar tan dramáticamente. ¿Cómo podemos confortar a los que reciben el cuidado a la vez que se acostumbran a nuevos ritmos? ¿Cómo podemos alentar al que provee cuidados a que no se sienta abrumado por las necesidades de los padres o del cónyuge y que también encuentre tiempo para el cuidado personal?

Nuestra nueva pareja: Los adultos mayores que están solteros, divorciados, o viudos todavía anhelan intimidad, y muchos andan noviando de nuevo. Las relaciones traen distintos desafíos y tentaciones en los 60 que cuando tenían 20 años. ¿Cómo apoyamos esos asuntos desde la intimidad sexual hasta las finanzas y cómo unir las amistades de toda la vida y la familia?

No hay límite de edad en las promesas de Jesús de vida abundante—y su promesa abarca todas las áreas de nuestras vidas, a través de cada etapa de la vida, para la gloria de Dios. Las Sagradas Escrituras presentan un retrato prometedor y vivificante para los que estamos en la mediana edad o que ya la pasamos. Tanto Sara y Abraham, como Elisabet y Zacarías, parejas infértiles de mucho tiempo y de edad avanzada, concibieron hijos como un milagro de y testimonio a Dios—un milagro que aconteció a estas dos parejas ancianas en el contexto de la intimidad.

La congregación dedicada a la madurez espiritual honrará el desarrollo y el anhelo de intimidad que todos tenemos en cada estación de nuestra vida. El autor de Eclesiastés señala a una relación marital amorosa y de toda la vida para que nos ayude a enfrentar los desafíos de la vida (9:9). Pablo honra la soltería como un medio de servicio enfocado a Dios, pero también ofreció estímulo a las parejas en cómo honrar a Dios y el uno al otro a través de cultivar su relación física continua (1Cor. 7).

En sus libros para solteros, Are You Waiting For “The One”?: Cultivating Realistic, Positive Expectations for Christian Marriage [¿Estás esperando al compañero “ideal”?: Cultivar expectativas realistas y positivas para el matrimonio Cristiano], los autores Margaret Kim Peterson y Dwight Peterson nos recuerdan cómo se ven dichas expectativas:

Tal vez lo que los cristianos contemporáneos necesitan es menos romance y más amor – y queremos decir verdadero amor, no “amor perfecto.” El verdadero amor es unitivo y desarrolla un sentido de comunidad; entreteje a las personas en redes familiares y de la iglesia de cuidado mutuo y dependencia los unos a los otros y en Dios. Los esposos y esposas, vecinos y amigos, hijos y nietos, viudas y huérfanos, todos son adoptados a la casa de la iglesia e invitados a amar y cuidar por otros en maneras que ciertamente incluyen la estructura del matrimonio, pero también incluye una variedad de otras relaciones humanas—todas involucran una conexión verdadera, intimidad verdadera, un disfrutar verdadero de otras personas y una participación verdadera en la obra redentora de Dios en el mundo.

Puede que esta descripción se haya escrito con los solteros en mente, pero supongo que es el tipo de amor que resultaría familiar a la Sra. Hughes y al Sr. Carson de Downton. Que sea el tipo de amor que nos libre para celebrar nuestra hermosa humanidad según vamos envejeciendo.

Una mejor manera de ser evangélico

“Usted sigue usando esa palabra. Pero no creo que signifique lo que usted cree que significa.”

Il Duomo di Milano

Il Duomo di Milano

Christianity Today February 29, 2016
Igor Saveliev / Pixabay

Esta traducción fue publicada en colaboración con la Conferencia Nacional de Liderazgo Cristiano Hispano (NHCLC, por sus siglas en inglés).

Como presidente de una institución que lleva la palabra evangélico en su nombre, he tenido muchas oportunidades de reflexionar en el legado mixto que esa palabra conlleva. Si no explica uno lo que uno quiere decir con la palabra evangélico, otros le darán el significado por usted que ellos quieren—y el día de hoy, con gran frecuencia, la tratarán como un sinónimo de “estrecho de mente,” “fundamentalista,” “intolerante,” o aun “una persona que promueve el odio.” La dura verdad es que aquellos que hemos llevado la etiqueta “evangélico” no siempre hemos puesto nuestro mejor pie—o nuesto mejor evangelio— por delante. Puede ser que hayamos mantenido la ortodoxia, pero no necesariamente ha sido una ortodoxia bella o llena de gracia.

¿Qué debemos hacer? Podemos abandonar la palabra completamente y dejarla en las manos de los partidarios más reaccionarios y de mente más estrecha. O podemos retomarla con descripciones frescas de lo que una fe evangélica verdaderamente puede significar y significa. Parafraseando a Charles Dickens un poquito, tenemos un evangelio mucho, mucho mejor, y un Salvador mucho, mucho mejor para ofrecer a este mundo del que nos han escuchado proclamar en algunas ocasiones. Es tiempo de abrigar el llamamiento a ser evangélico valientemente, ampliamente, y hermosamente.

Ser evangélico

La palabra “evangélico” el día de hoy muy frecuentemente se refiere a una expresión del Cristianismo Occidental que ha generado considerable atención y controversia desde la Segunda Guerra Mundial. Pero existe un contexto mayor que debemos mantener en mente. Los reformadores sociales del siglo diecinueve en Norteamérica cuentan en muchas maneras como evangélicos, al igual que los predicadores de los grandes avivamientos (avivamientistas) que les precedieron en el siglo dieciocho. Todos ellos tienen sus raíces en lo que hoy denominamos como el movimiento pietista, una de las respuestas más potentes a la era de la Ilustración—y dimensiones de la misma—tanto en Europa como en Norteamérica.

Los pietistas, hablando en términos generales, eran aquellos creyentes del siglo 17 y 18 que insistieron que la fe requería la conversión del corazón y no meramente el consentimiento de la mente. Afirmaban las prácticas devocionales para alimentar la intimidad con Dios y arraigaban tales prácticas en el Señorío de Cristo Jesús y la autoridad de las Sagradas Escrituras. Y ellos persistían activamente en compartir el evangelio en palabra y hecho. El historiador David Bebbington ha identificado estos énfasis singulares como conversionismo (un énfasis en la conversión personal como la marca del verdadero Cristiano), biblisismo (la Biblia es la única autoridad para la fe y la vida), crucicentrismo (la cruz como algo central al entendimiento que uno tiene de la fe), y activismo (un evangelio que se expresa tanto en fe como en obras). Estos cuatro descriptores resuenan bien con nuestra propia experiencia sobre el movimiento evangélico, en su entendimiento a través del tiempo y el lugar. Los primeros evangélicos aparecieron bajo una variedad de nombres, pero lo mismo sucede con muchos Cristianos contemporáneos que comparten con ellos los mismos énfasis y prioridades.

Cuando nos auto denominamos “evangélicos,” podemos hacerlo respaldados por la riqueza de esta historia más amplia. Y al mismo tiempo debemos definirnos claramente para prevenir que otros lo hagan en maneras que nosotros no preferiríamos. Digo esto no meramente como el líder de una institución que busca establecer una mayor visibilidad y una imagen o marca mucho más clara en el mercado, sino también como alguien que orgullosamente se auto denomina un evangélico. Deseo con toda la pasión de mi corazón que las buenas nuevas de Cristo Jesús sean proclamadas con gracia y que se vivan con esperanza en este mundo quebrantado y complejo. Y eso nos lleva a tres ideas cruciales que representan lo mejor de nuestra herencia evangélica: ser valiente, ser amplio, y ser bello.

Ser valiente

La última novela de David Foster Wallace, The Pale King [El rey pálido], salió a la venta en el 2011. El set de la novela es una oficina del IRS en Peoria, Illinois, un ambiente de aburrimiento alucinante y de una burocracia que suerbe la vida, lo cual era precisamente el punto que Wallace quería hacer: que todo lo que nos queda es el aburrimiento. Como lo dijera uno de los críticos, nos encontramos “abandonados dentro de nuestros propios cráneos” y el propósito de la ficción es “agravar este sentido de haber caído en la trampa.” Si eso suena terriblemente depresivo, bueno, esa es la intención. El libro es una novela que no se terminó; Wallace se suicidó antes de escribir el final de la historia. Sin embargo, se sigue elogiando a Wallace como a uno de los escritores más importantes Norteamericanos de esta generación, precisamente por su habilidad para representar y hasta burlarse de la trivialidad y la falta de significado de la existencia. Aunque en una manera extrema, su biografia y su obra nos recuerdan dolorosa y emotivamente del estado quebrantado de este mundo, y el por qué la proclamación de las buenas nuevas es algo que se necesita mucho.

Pero cualquier valentía sobre la fe se enfrentará a este reto: “el lenguaje sobre Dios” se ve como algo sospechoso, hasta aterrador, para nuestros prójimos. ¿Acaso los terroristas que han derramado tanta sangre y hecho tanto daño no se encuentran bañados de devoción hacia su Dios?” Y, si vamos a ser completamente honestos, ¿No es cierto que la historia de nuestra propia fe también está demasiado llena de fanáticos que, cautivamos por visiones de gloria personal y divina, han pisoteado la libertad de otros en sus intentos por imponer la teocracia (una unión de la iglesia y el estado) o hegemonía (una cultura en la que nuestra fe predomina)? Uno de los retos principales de la apologética (la defensa de la fe) para esta generación es que hemos perdido en gran medida “la ventaja moral.” Ya no podemos afirmar con Dostoevsky que “si Dios no existe, todo es permitido;” en lugar de eso, ahora debemos responder al temor verdadero de nuestros prójimos que, porque nosotros verdaderamente creemos que Dios existe, estaríamos dispuesto a usar cualquier medida para imponerles a ellos nuestro Dios.

Afortunadamente, entre esos dos extremos existe otra opción: el maravilloso poder del evangelio de Cristo Jesús vivido por creyentes ordinarios en la vida real. Rechazamos los dos mensajes, tanto el mensaje de aburrimiento nihilístico como el grito para una teocracia empapada de sangre. Los evangélicos se han definido a sí mismos desde el principio por resistir ambas tentaciones. Al contrario, hemos ofrecido lo que nosotros mismos hemos experimentado: un encuentro con los misterios del reino de Dios en las realidades del diario vivir, un amor que nos invita con dulce perisistencia y pasión al arrepentimiento y a la transformación, y al gozo inefable de un acompañamiento íntimo con el Salvador de nuestras almas. Eso fue lo que quiso decir Iraneo en el segundo siglo cuando dijo que “la gloria de Dios es un ser humano completamente vivo.”

A causa de dicha experiencia, nuestro evangelio es inherentemente Cristológico. Nuestra proclamación principal es que Jesús es Señor de todos y el Amor divino de nuestras almas. Como la mujer samaritana, corremos emocionados a casa de nuestros vecinos, aun a aquellos (o ¡especialmente a aquellos!) que nos han marginado, y gozosamente los invitamos, “vengan a ver a un hombre que sabe todo de mí. . . y aun así me ama.” El misiólogo Alan Hirsch ve en el “genio apostólico” de la iglesia primitiva la semilla para la renovación de la Iglesia en el Occidente. “Es Cristología,” escribe, “lo que se halla en el corazón del renacimiento de la iglesia de todos los tiempo y de todas las edades.” Los evangélicos alegremente concuerdan. Por lo tanto confesamos valientemente que Jesús es Señor, no en la manera que lo hacen aquellos que “poseen verdad” sino en la manera de aquellos que han tenido un encuentro con una persona y quienes viven en intimidad con Él.

Ser amplio

Confesamos valientemente. Y amamos ampliamente. Para impedir que alguien se preocupe sobre lo que quiero decir cuando uso la palabra “ampliamente,” aclaro desde el principio que es con la intención de describir la palabra “evangélico.” En una manera específica, si hemos tenido un encuentro con Jesús como Señor, entonces nos vamos a encontrar sirviendo, aprendiendo, y viviendo al lado de otros que han hecho la misma confesión y tienen el mismo amor, no importa a que otros distintivos, insignificantes o particulares, nos aferremos. Es por esta razón, sospecho yo, que ha habido un desmoronamiento de la identidad denominacional a lo largo de la cultura Norteamericana en la última generación.

Este abrazo amplio es el mensaje central de 1 de Corintios 13. En los primeros versículos, cuando el apóstol Pablo habla sobre las lenguas humanas y angelicales, de misterios y conocimiento, de entregar nuestros cuerpos para ser quemados, y otras imágenes nada familiares, él está identificando lo que los creyentes en Corinto consideraban como los aspectos más importantes de su fe. Podemos caracterizarlos como “saber,” “creer,” y “hacer.” Pablo argumenta apasionadamente que, aunque tales actividades son de lo más importante, “amar” las supera y es el fundamento de ellas. Cualquier otra cosa que permanezca o perdure, cualquier otra cosa que consideremos esencial al evangelio del reino, el mayor de todos es el amor.

El amor nos permite abrazar a una hermana quien está en desacuerdo con nosotros en un punto menor de doctrina y aun en lo que nosotros consideraríamos un punto mayor. En otras palabras, ¿Es posible que nosotros digamos, “no estoy de acuerdo con usted” sin tener que decir también, “no puedo adorar a su lado?” El amor sugiere que ciertamente es posible. El amor nos permite ver al hermano en las tierras extranjeras no solo como alguien a quien hay que hacerle cosas sino más bien como alguien de quien podemos aprender sabiduría. En otras palabras, ¿Podemos decir, “puedo ver que usted y yo somos diferentes” sin sentir la necesidad de decir, “usted tiene que llegar a ser como yo”? El amor se deleita en tener el poder para decir lo correcto. El amor nos permite ver más allá de las etiquetas y ver al “otro” y a reconocer en ellos a personas muy parecidas a lo que nosotros mismos somos. En otras palabras, ¿Podemos decir, “usted y yo somos de tribus diferentes” mientras que al mismo tiempo celebramos que la gente de todas las tribus se unirán un día ante el trono de Dios? El amor admite que podemos hacerlo.

El amor, si lo permitimos, ocupa “el espacio que hay entre nosotros.” Cosas maravillosas ocurren en tales encuentros amorosos. Miroslav Volf, uno de los teólogos Cristianos más provocativos y de mayor alcance de nuestra generación, un teólogo que ha sido informado profundamente por su propia experiencia de crecer durante la era de limpieza étnica y de gerrilla entre las tribus de los países de la península de los Balcanes, ha observado que a aquellos a quienes excluimos y a quienes abrazamos revela mucho de nuestro entendimiento sobre la cruz, y sobre la naturaleza de Dios. Y Martin Buber, un filósofo judío de mediados del siglo veinte sugiere que cuando “yo” considere al otro como “tú” en lugar de “ello”—un sujeto en lugar de un objeto—honro la humanidad de la otra persona y al mismo tiempo me vuelvo más humano yo mismo. La manera en que nos encontramos, la manera en que compartimos los espacios juntos, no solo revela mucho sobre lo que nosotros verdaderamente creemos sino que también tiene un gran potencial para sanarnos.

No estoy sugiriendo que nuestras diferencias no importan. Tampoco estoy sugiriendo que todas las creencias, las prácticas, o entendimientos tienen la misma validez. No la tienen. Hay verdad y hay falsedad, y todo tipo de matices entre estos dos puntos. Pero no podemos proclamar con credibilidad un evangelio de amor y gracia si no somos un pueblo de amor y gracia. No podemos atrevernos a ofrecer un Dios de reconciliación y paz si nosotros persistentemente nos negamos a ser agentes de reconciliación y hacedores de paz. Mis propias creencias lo más probable no se alinean perfectamente con la verdad como la entiende Dios. Pero Él me ama a pesar de eso, y continuamente me invita a una verdad más profunda. Y Él me pide que les ofrezca la misma gracia a los demás.

Ser hermoso

Un evangelio cuya raíz es el amor, es bello. Y aquellos que lo proclaman son bellos también. Hasta sus pies son bellos, según nos dice el profeta Isaías: “¡Cuán hermosos son sobre los montes los pies del que trae alegres nuevas, del que anuncia la paz, del que trae nuevas del bien, del que publica salvación!” (Isaías 52:7).

Vivimos en un mundo tan cansado de la violencia y discordia, tan endurecido contra la retórica y el mercadeo, y tan adormilado por nuestra larga noche oscura que nos vemos tentados a concluir que no queda nada sino el aburrimiento y las tonterías.

Pero si logramos enderezar el barco, este puede ser nuestro mejor momento como iglesia. Eso puede suceder solo si resistimos a los fariseos contemporáneos quienes perpetuamente buscan pervertir el evangelio de la libertad en un legalismo mentalmente adormeciente y si rechazamos las súplicas constantes de los acomodacionistas a invertir en la idolatría de “lo más grande, lo mejor, y lo más rápido” de la cultura norteamericana del consumidor. Necesitamos un evangelio que abraza el sufrimiento, no como juicio o castigo, sino como solidaridad con los perseguidos, los marginados, y los oprimidos del mundo. Necesitamos un evangelio que se planta sin temor frente a ambos, los perseguidores y los perseguidos y ofrece gracia a todos.

Luchamos, y así debe ser, con la realidad del mal en el mundo moderno. Nuestros bisabuelos esperaban que el siglo veinte fuese un “siglo Cristiano,” una época de oro de progreso científico y libertad humana. En lugar de eso, se volvió el siglo más sangriento de la historia humana. Algunas de esas naciones que lideraron ese derramamiento de sangre fueron naciones que habían estado profundamente empapadas en el evangelio. Algo se había ido por un rumbo terriblemente, terriblemente equivocado y nunca podremos volver a ser hermosos otra vez hasta que no entendamos profundamente cómo este evangelio del reino ha sido torcido y abusado tan frecuente y atrozmente.Tal entendimiento profundo puede, sin embargo, causar que nos arrepintamos de las pretensiones de poder y de las tentaciones sobre triunfalismo, y volvernos otra vez, como defiende el teólogo Douglas Hall, a una teología cruciforme, formada completamente por la cruz de Cristo.

En el 2009 visité Terrazin, un campo de concentración Nazi en lo que es ahora la República Checa. Sentí el dolor del lugar agudamente. Era opresivamente pesado y profundamente trágico. Nuestro grupo del tour fue llevado por las diferentes celdas y pasillos, y luego entró en un patio donde los pelotones de fusilamiento hacían su sucia tarea. Los hoyos de balas deformaban visiblemente la pared de piedra detrás del punto donde las víctimas se paraban, y las plataformas donde se arrodillaban los tiradores para apuntar— ¿de qué manera puedo explicar el horror de esto?—tenían la forma de cruces. Se sentía como la caldera del infierno en ese patio. Y cuando los demás siguieron adelante, me quedé allí, sin poder contener mis lágrimas, y clamé a mi Amado, “¿Dios mío, cómo pudo algo así ser posible? ¿Dónde estabas tú?” Y luego escuché Su voz, alrededor mío, y dentro de mí, una voz tan entristecida como la mía. “Yo estaba aquí mismo, Tony. Todo el tiempo. No hay ninguna diferencia entre un pelotón de fusilamiento y una cruz.”

Y entonces pude entender, al menos un poquito. Mientras esperamos el cumplimiento del reino en este mundo, mientras añoramos por la completa redención de nuestras almas y nuestros cuerpos, Jesús ha venido y se ha parado a nuestro lado acompañándonos en nuestro sufrimiento y dolor, en nuestros interrogantes y confusión. Él viene entre nosotros, no solo ofreciendo palabras reconfortantes sino para absorber en su propio cuerpo la violencia y la maldad de este mundo horriblemente quebrantado. Cuando medito ahora sobre la expiación, lo que más atesoro no es que Cristo haya satisfecho la ira de Dios sino su disposición para tomar sobre sí mismo la ira de la humanidad—Toda la ira de nuestra rebelión contra el buen gobierno de nuestro Creador. Esto es lo que el amor le costó.

Esto es lo que reconocieron los santos que vinieron antes que nosotros, y como historiador de la iglesia, sus voces todavía resuenan en mi oído. Agustín, Juan de la Cruz, Ignacio de Loyola, Juliana de Norwich, John Wesley, y otros entendieron que Dios es amor, y que tales palabras reflejan una entrega profunda y dolorosa. Su hermoso amor impregna un mundo quebrantado de tal manera que somos lentamente, algunas veces imperceptiblemente, conformados a su hermosa imagen: “O Hermosura, tan antigua y tan nueva…” Hay algo perpetuamente nuevo en la hermosa presencia de Dios en este mundo y nada, ni el terror de fanáticos religiosos ni la noche oscura de nuestra cultura, nos pueden separar de su amor. Nosotros hasta nos acercamos al futuro con lo que Jürgen Moltmann describe como una “escatología de esperanza,” porque sabemos que la hermosura y la bondad de Dios eventualmente prevalecerán contra todos los intentos por erradicarlas o nulificarlas.

La gente se siente atraída a la hermosura. La buscamos. Restaura nuestras almas. Es por esta razón que creo que alguna de la mejor teología de las generaciones pasadas y quizás de este siglo por venir la están haciendo los dramaturgos, los poetas, los novelistas, y los artistas visuales. ¿Quién sabe mejor cómo emular a nuestro creador al hacer hermosura de materia sin forma, o cómo encontrar trascendencia en medio del sufrimiento? Cuando leí a Shusako Endo, un novelista Cristiano japonés quien cuidadosamente pondera el aparente silencio de Dios frente al mal, o Marilynne Robinson, cuyas recientes novelas son más profundamente teológicas que cualquier otra cosa con la que me haya encontrado en una conferencia académica, yo sé que Dios se está dando a conocer a sí mismo en lugares que van más allá del ámbito académico o aun la iglesia. Las bellas artes son al menos tan poderosas como el sermón en proclamar las buenas nuevas a esta generación.

Tener confianza

Nuestra postura en el mundo es una postura de confianza humilde pero valiente, no arraigada en nuestras propias habilidades, sean lo que sean, sino en la gracia de Dios, quien amorosamente nos ha llamado, preparado, y sostenido—a usted y a mí—para la buena obra que él tiene para nosotros en su reino. Esta confianza que es alimentada al darnos cuenta que dicha gracia ha estado maravillosamente presente en aquellos que vinieron antes que nosotros, bajo cuya buena obra nosotros el día de hoy meramente agregamos otra capa.

En algunas ocasiones, en la gracia de Dios, él nos ha concedido ver lo que pudiera ser. Veo el deleite de Dios en su pueblo. Veo su gran deseo de que todos nosotros podamos estar más completamente vivos en este mundo. Veo indicios y promesas de lo que nosotros todavía podemos llegar a ser en los meses y los años venideros. Veo focos dinámicos, dadores de vida, llenos de gracia del pueblo de Dios, activa e intencionalmente viviendo en este mundo el amor redentor y transformador de Dios, esperando, con una anticipación llena de esperanza, más de lo que podemos pedir o imaginar. Y aun más que eso, lo veo a Él. Cuando todas las demás cosas que veo se van desapareciendo en la oscuridad, cuando toda otra hermosura se vuelve ordinaria en comparación, Él resplandece. Él es el gozo de nuestros corazones quebrantados, la letra de toda melodía que nosotros componemos, la hermosura que siempre es algo nuevo. Él es nuestra visión valiente, amplia, y hermosa. Seamos nosotros la de Él.

Anthony L. Blair es presidente y decano de la facultad del Evangelical Seminary en Myerstown, Pennsylvania.

Todo cristiano es un votante prejuicioso

Tres factores además de la fe que forman nuestra política.

Christianity Today December 31, 2015
Denis Kornilov / Shutterstock

Esta traducción fue publicada en colaboración con la Conferencia Nacional de Liderazgo Cristiano Hispano (NHCLC, por sus siglas en inglés).

Tengo buenos recuerdos del otoño del 2008. Siendo que recientemente había obtenido mi doctorado, apenas había comenzado mi carrera académica en Westmont College en California del Sur. Ya que era un año de elecciones presidenciales, decidí enfocar mi curso de psicología social en la psicología de inclinaciones políticas: cómo se forman, cómo se mantienen, y cómo pueden predecir el comportamiento electoral. Al igual que la facultad de Westmont, como la mitad de los estudiantes en mi clase se auto-proclamaban liberales, y como la otra mitad se auto-proclamaban conservadores. Esta diversidad ideológica creó intensas pláticas.

Al principio del semestre, toda la clase—incluso yo—creía que nuestro punto de vista particular era el más fiel al cristianismo.

“Claro, la política no sustituye a la fe,” confesó un estudiante. “Pero, por favor, Dra. Cleveland, usted tiene que admitir que los valores [de mi partido] son los que mejor reflejan los valores de Jesús.” Muchos de mis estudiantes insistieron que sus inclinaciones políticas fueron formadas por la lectura pura de la Escritura y no eran susceptibles a prejuicios—es decir, factores sociales que influencian nuestras inclinaciones más allá de nuestro conocimiento. Los psicólogos sociales, a esto le llaman “punto ciego prejuicioso.” Podemos fácilmente señalar los prejuicios de otros, pero tenemos dificultad para ver los nuestros.

Yo quería concordar con mis estudiantes; es normal que los cristianos insistan que sólo nuestro “prejuicio Jesús” forma nuestras inclinaciones políticas. Admitir que tal vez otros prejuicios han contaminado nuestra perspectiva del mundo no tan sólo debilita la legitimidad de nuestra perspectiva cristiana del mundo; sino también desafía la integridad de nuestra fe que tan detenidamente asociamos con nuestra perspectiva del mundo.

Sin embargo a lo largo del semestre, al leer un sinnúmero de artículos de investigación, comenzamos a ver que todas nuestras inclinaciones políticas son formadas por muchos factores, no tan sólo por la fe. Considere los siguientes nuevos hallazgos sobre factores sociales que forman nuestra política:

(1) Personalidad. Una investigación bien conocida del psicólogo moral Jonathan Haidt muestra que los rasgos de personalidad y aun la constitución del cerebro considerablemente forman la manera en que vemos al mundo y por consiguiente nuestras inclinaciones políticas. La gente que necesita orden, valora la autoridad y el respeto, y preferiría tener estabilidad a tener nuevas experiencias tiende por el conservadurismo político. A la gente que no le preocupa la ambigüedad, que valora la igualdad, y que prefiere tener nuevas experiencias que tener estabilidad tiende por el liberalismo político. El cristianismo, por supuesto, atrae a ambos tipos de personalidad.

(2) Raíces. La raza forma significativamente la manera en que percibimos al mundo, nuestra fe, y la política. Un estudio reciente descubrió que los protestantes anglosajones, principalmente los evangélicos, son más propensos a ser conservadores que las personas sin alguna afiliación religiosa. Sin embargo, los protestantes negros tienden a adoptar más posturas políticamente liberales en relación a los protestantes anglosajones y las personas sin alguna afiliación religiosa. Extraordinariamente, aun entre las personas con puntos de vista religiosos parecidos, la raza fuertemente influencia las inclinaciones políticas.

(3) Experiencias. Un semestre en el extranjero, un grupo de estudio bíblico, o transiciones difíciles en la vida tienen el poder para alterar nuestra perspectiva del mundo, incluso nuestras opiniones políticas. Por ejemplo, las experiencias traumáticas a menudo nos conducen a adoptar inclinaciones más conservadoras. Un estudio entre sobrevivientes de los ataques del 11 de septiembre (que habían estado altamente expuestos al ataque) descubrieron que tanto los demócratas, como los independientes, y los republicanos estaban más propensos a adoptar ideologías conservadoras, que normalmente valoran la estabilidad y la seguridad en medio de los cambios sociales, como también una defensa nacional fuerte. Otra investigación muestra que la maternidad conduce a las madres a adoptar inclinaciones más liberales sobre el bienestar social, y que a los padres, la paternidad los conduce a adoptar inclinaciones más conservadoras sobre el bienestar social.

Al comenzar un año de elecciones, ¿A qué somos llamados los cristianos? Toda esta investigación nos pide que humildemente examinemos qué fuerzas forman nuestros puntos de vista, teniendo en cuenta que nuestros puntos ciegos probablemente nos impiden reconocer nuestros prejuicios. Humildad, es la palabra clave aquí, porque la gente que ve con mayor claridad nuestros prejuicios son nuestros hermanos en Cristo que tienen puntos de vista políticos que divergen de los nuestros. Debemos mirar a estos hermanos y hermanas para que ellos nos muestren nuestros prejuicios, y debemos escucharlos. En la época cuando los puntos de vista políticos amenazan dividir más al cuerpo de Cristo, cada miembro del cuerpo necesita a los demás para ver la verdad completa (1 Cor. 12:12-16).

Christena Cleveland es profesora adjunta de la práctica de la reconciliación en la Escuela de Divinidad de la Universidad Duke, donde también dirige el Centro de la Reconciliación.

Refugiados en el Camino Romaní

En Europa, los cristianos gitanos son los que mejor comprenden a los que huyen de Siria e Irak.

Christianity Today December 31, 2015
Glisa Nikolic

Esta traducción fue publicada en colaboración con la Conferencia Nacional de Liderazgo Cristiano Hispano (NHCLC, por sus siglas en inglés).

Meses antes de que se encontrara con los refugiados, Aleksandar Subotin tuvo un sueño.

El pastor romaní de 31 años de edad vio a un gran grupo de gente caminar en la estación de ferrocarril. Él jamás los había visto, pero sabía que estaba allí para ayudarlos. Recordó este sueño cuando trajo los primeros 500 paquetes de alimentos a un campo de procesamiento de refugiados en Kanjiza, Serbia, el otoño pasado.

“Después empecé a orar para que Dios abriera la puerta para que pudiéramos trabajar con ellos,” dijo Subotin, que dirige a dos iglesias romaníes y a 15 grupos de hogar en el noroeste de Serbia.

Al igual que muchos cristianos romaníes a lo largo del “camino de refugiados” en la Europa oriental—que se extiende desde Grecia hasta Croacia—Subotin se siente conmovido por las familias que huyen de Siria, Irak, y otras naciones con problemas.

Su empatía proviene por pertenecer a un grupo estigmatizado en Europa por generaciones como “gitanos.” El día de hoy, Europa tiene como 11 millones de Romaníes, un conjunto de grupos étnicos relacionados que componen uno de los grupos más grandes sin nación propia, al igual como la sede de un avivamiento cristiano masivo [vea “God Among the Roma,” mayo 2013].

Más que muchos otros cristianos europeos, los creyentes romaníes—la mayoría de ellos pentecostales—comprenden lo que es el traslado forzoso y la pobreza.

Los relatos de la expulsión y persecución de los romaníes datan desde el siglo 16. Más recientemente, decenas de miles de romaníes fueron desplazados durante guerras en las antiguas Yugoslavia y Kosovo en la década de los 90. Después, muchos romaníes fueron excluidos de recibir ayuda humanitaria y también les negaron pasaportes estatales; la falta de documentación hizo que el reasentamiento se hiciera particularmente complicado. Hoy día, la mayoría de las comunidades romaníes en Europa oriental tienen más altos niveles de desempleo, analfabetismo, y pobreza que sus vecinos que nos son romaníes.

Por lo tanto, los cristianos romaníes también entienden la atracción del occidente. Como los refugiados presentes, muchos romaníes aspiran a viajar a la “tierra prometida” de Alemania, como también a otros lugares en Europa occidental. Ellos buscan trabajo temporal, beneficios sociales, y asilo político (aunque los pastores romaníes disuaden a sus congregaciones de solicitar las últimas dos).

Debido a su historia, los romaníes “miran esta situación como algo que les podría suceder a ellos,” dijo Sokrat Apostolovski, un pastor en Macedonia. Él ha visto a 11 familias de su congregación romaní emigrar a Alemania.

“A través de los años, los romaníes han sido refugiados muchas veces, lo cual cambió su perspectiva,” dijo Radko Kratsov, líder romaní de Youth With A Mission (YWAM) en Bulgaria, que redujo su flujo de refugiados ilegales por la mitad después de haber construido una cerca fronteriza con Turquía el año pasado. Y aunque Kratsov afirma que una mentalidad de víctima muy a menudo forma la identidad romaní, él y otras personas cada vez más creen que “Dios nos creó para ser de bendición a las naciones.”

Y a pesar de los estereotipos culturales que perduran en Europa oriental—que los romaníes son parásitos, deshonestos, o indefensamente pobres—la crisis presente de refugiados ofrece una oportunidad para que los pobres sirvan a los impotentes.

“Los romaníes a menudo oran por los refugiados. Y los que sirvieron a los refugiados se sintieron muy bendecidos, ya que era la primera vez que ellos servían en vez de buscar recibir,” dijo John Papadopouls, pastor de una iglesia romaní fuera de Thessaloniki, segunda ciudad más grande de Grecia. “Creemos que esta nueva actitud es un hito, y una nueva era para los romaníes.”

Debido a la pobreza de su gente en Serbia, Subotin no estaba seguro de cómo su congregación reaccionaría a su sueño. Pero su reacción fue unánime: “Vaya, lléveles ayuda. No estamos celosos. Ellos necesitan ayuda más que nosotros porque nosotros tenemos pan, agua, y techo.”

Subotin colaboró con Help Eastern Europe, una organización no gobernamental (ONG) de la iglesia Holandesa Reformada que se enfoca en los romaníes. El grupo envió ropa, dinero, y a otros voluntarios, permitiendo a Subotin y a sus iglesias romaníes servir como a 10,000 refugiados el pasado otoño.

La mayoría de los congregantes de Subotin que se ofrecieron para ayudar eran viudas. “Ellas me dijeron que algo les estaba conmoviendo el corazón, y que el Señor cuida de ellas como viudas,” dijo él. “De esta manera quieren decir, ‘Gracias, Señor, que podemos hacer algo por ti.’”

Sin embargo, todavía puede ser difícil convertir la empatía en acción.

“Los romaníes en Macedonia quieren ayudar en las distintas actividades para los refugiados,” dijo Apostolovski. “Pero ellos mismos no tienen los recursos económicos básicos. Y hasta ahora, nadie [en el Occidente] ha expresado el deseo de enviar ayuda a través de la iglesia romaní en Macedonia.”

Por consiguiente, a falta de recursos, la oración es el mejor medio para las misiones romaníes.

En el este de Croacia, los copastores romaníes Biljana y Deno Nikolic oraron por la oportunidad de servir a los miles de refugiados que pasaban a través de Serbia y Hungría. A los pocos días de que se cerrara la frontera de Hungría, desviando a los refugiados a Croacia, ellos se conectaron con Samaritan’s Purse y con Médicos Sin Fronteras. Ahora, trabajan seis días a la semana en un campo de refugiados en la ciudad croata de Slavonski Brod. Los domingos, ellos comparten las experiencias de la semana con su congregación, que se maravillan de las historias y oran fervientemente.

El ayudar a los refugiados es sólo un aspecto en el emergente tapiz de la misión romaní en Europa. El movimiento, en parte es avivado por el liderazgo visionario romaní en lugares como Serbia, donde un movimiento eclesiástico planta iglesias y capacita a líderes jóvenes. Otras organizaciones—como la Gypsy Smith School en Bucarest, Rumanía, y el Gypsy and Traveller International Evangelical Fellowship—se enfocan en capacitar y equipar a los romaníes para servir a su propio pueblo.

Otro catalítico es el Great Commission Center International, una organización china de misiones cuyo líder Thomas Wang sintió una “deuda del evangelio” a los romaníes [vea “Hecho en China,” p. 20]. En el 2014, esta organización patrocinó una conferencia en Budapest para más de cien líderes romaníes y 30 misioneros occidentales.

De esto emergió Roma Networks. Dirigido por tres romaníes y otros tres que no lo son, el grupo busca “establecer buenos contactos, conectar, e investigar por el bien de la transformación y la reconciliación en las comunidades romaníes a través de Europa.” Una segunda conferencia para toda Europa está planificada para el 2016.

Uno de los seis líderes de la red, Miki Kamberovic, reconoce que hay mucho trabajo por hacer. “Hay una falta de unidad, y es difícil encontrar los líderes claves del país que pueden movilizar a las iglesias para que trabajen hacia la misma meta,” dijo el pastor romaní de 35 años de edad de Jagodina, Serbia. “Pero espero que Dios utilice a esta red para alcanzar a muchos romaníes en Europa para poder crear una ambiente de avivamiento—no tan sólo para los romaníes, sino también para todas las naciones en Europa.”

¿Qué es tan peligroso sobre la gracia?

El erudito de la Biblia, John Barclay, explica la razón por la cual Pablo dejó estupefactos a sus colegas religiosos—y nos recuerda lo radical que el evangelio realmente es.

Christianity Today December 31, 2015
Mark Allen Miller

Esta traducción fue publicada en colaboración con la Conferencia Nacional de Liderazgo Cristiano Hispano (NHCLC, por sus siglas en inglés).

John M. G. Barclay, el Catedrático Lightfood de Divinidad en la Universidad Durham, R.U., sus colegas lo reconocen como uno de los eruditos del Nuevo Testamento más influyentes de hoy. Barclay comenzó su carrera académica concentrándose en la carta de Pablo a los Gálatas.

Desde entonces, él ha publicado extensamente sobre los Escritos Judíos del Segundo Templo y sobre historia social. Su libro Jews in the Mediterranean Diaspora es extensamente considerado como el tratamiento definitivo del tópico. En los últimos años, Barclay ha vuelto a poner su atención en Pablo, más recientemente con su monumental libro del 2015, Paul and the Gift (Eerdmans).

Por casi cuatro décadas, el estudio de Pablo ha operado sobre la suposición de que lo que hace a Pablo sin igual no es su punto de vista sobre la gracia. De hecho, muchos eruditos creen que él no contribuyó con nada nuevo sobre este tópico. Desde la llegada de la “Nueva Perspectiva sobre Pablo” en los últimos años de la década de los años 70—que cambió la atención de “justificación por fe” como el centro de la teología de Pablo hacia las dimensiones sociales y éticas de sus esfuerzos misioneros—muchos intérpretes de Pablo han descuidado el tópico de la gracia. El nuevo libro de Barclay se opone a esta corriente de investigación, y propone que el radicalismo de Pablo se encuentra precisamente en su punto de vista sobre la gracia de Dios—y en su potencial para transformar a ambos, personas y comunidades.

Barclay recientemente tuvo una serie de conversaciones con Wesley Hill, ayudante de cátedra sobre estudios bíblicos en la Trinity School for Ministry en Ambridge, Pennsylvania, sobre su nuevo libro.

Usted argumenta que el punto de vista de Pablo sobre la gracia es peculiar e inquietante, aun “peligroso.” ¿Por qué fue el punto de vista de Pablo sobre la gracia tan radical?

Pablo no tenía una palabra especial para “gracia,” por lo tanto utilizó el idioma común de “regalo” [charis en griego, a veces traducido como “gracia”]. En su día—y en la mayoría de las culturas a través de la historia—los regalos se daban a las personas que, de alguna u otra manera, eran beneficiarios dignos. La gente daba regalos para crear una relación muy a menudo con personas como ellas.

Esto hacemos el día de hoy. Regalamos dinero a causas que representan nuestros valores. O premiamos a personas que consideramos dignas beneficiarias.

Pablo habla de Cristo como el regalo de Dios, la gracia de Dios. Lo que es sorprendente de esto es que este regalo se da sin importar el valor del beneficiario. Dios no da discriminadamente a beneficiarios aparentemente adecuados. Él da sin importar el valor social, étnico, o según el género. Nada de lo que son les hace dignos de este regalo.

El negar cualquier coincidencia entre los regalos de Dios y el valor del beneficiario era, en el día de Pablo, una idea teológicamente peligrosa. Hacía ver a Dios como arbitrario e injusto. Significaba que la gracia era impredecible y que el mundo podía ser desordenado.

Y este punto de vista sobre la gracia rompe todo tipo de normas sociales y expectativas. El regalo de Cristo es más grande de lo que debería ser. Es perdón inmerecido.

Piense en alguien que se sienta con un indigente en la calle y lo escucha, o en el papa que toma tiempo de sus citas oficiales para visitar a prisioneros, o en aquellos que dejan “buenos trabajos” para pasar sus vidas con personas con serias dificultades de aprendizaje. Todos estos son “regalos” que parecen inapropiados o arriesgados bajo los estándares culturales. Cuando él habla de la gracia de Dios en Cristo, ese es el tipo de regalo al cual Pablo se refiere.

¿Entonces lo que era característico sobre el mensaje de Pablo no era la gracia de por sí, sino cómo habló sobre ella?

Sí, Pablo no era el único judío de su tiempo que hablara sobre la gracia de Dios. Necesitamos evitar las caricaturas del judaísmo [del primer-siglo] como una religión de obras-justificación o legalismo que no sabía nada sobre la gracia divina. El lenguaje de la misericordia y la gracia de Dios estaban por doquier, pero no era lo mismo en todo sitio. La gente entendía la bondad de Dios, su generosidad, y misericordia de manera diferente. Comparado con sus conciudadanos judíos que hablaban sobre la gracia divina, Pablo enfatizó la gracia impartida sin importar el valor de la persona. Esto es la raíz de la política social radical de Pablo.

La teología de Pablo sobre la gracia no tan sólo se refiere al entendimiento propio del individuo y su estatus ante Dios. Sino también se refiere a las comunidades que cruzaron límites étnicos, sociales y culturales. Esto es lo que hizo a Pablo tan controversial en su día. Su misión a los gentiles involucró decirles que ellos no tenían que adaptarse dentro de los límites culturales de la tradición judía. En su carta a los Gálatas, por ejemplo, critica enérgicamente a otros judíos cristianos que dicen que uno tiene que caber dentro de la caja cultural judía para ser cristiano. Pablo dice que no—Dios no le hizo ningún caso a dicha caja cultural.

Usted escribió que lo que inclina la teología de Pablo en esta dirección es Cristo. ¿Qué sobre Cristo es lo que requiere que Pablo radicalice el concepto de la gracia y así lo distinga de sus conciudadanos judíos?

En el corazón de la teología de Pablo no está una noción general sobre Dios, sino un descubrimiento del regalo de Dios en Cristo. Y este regalo, impartido en la muerte y resurrección de Cristo, obra en contra de todas las categorías de acuerdo a las cuales esperamos que Dios actúe.

Dios da a Cristo, que frustra nuestras nociones de opulencia, sabiduría, y poder. Y luego Dios trae vida de la muerte, en la resurrección de Cristo. De acuerdo a Pablo, todo en nuestro antiguo conjunto de valores es destruido. Pablo descubrió que el acto de Dios en Cristo transforma las condiciones de la realidad.

¿Es justo decir que la opinión de Pablo sobre la gracia surgió, en parte, de su propia experiencia personal?

Sí, la experiencia es una parte integral de la teología de Pablo. Antes de su conversión, Pablo estaba absolutamente entregado a cierto conjunto de normas y valores. Él perseguía a las iglesias de Dios. Después encontró la verdad sobre Cristo. Y esta experiencia subvirtió todo lo que él consideraba bueno o malo. Él pensaba que estaba el 100 por ciento correcto y descubrió que estaba el 100 por ciento equivocado. La gracia de Cristo lo alcanzó a pesar de estar completamente equivocado.

Y él encuentra el mismo fenómeno en su misión a los gentiles. Estas personas tienen la ascendencia errónea, las ideas erróneas sobre Dios, y las prácticas erróneas. Aun así, Dios les da Su Espíritu. Bajo los estándares judíos, ellos no tenían valor alguno. Sin embargo la gracia de Dios pasó por alto su falta de valor.

Algunos aspectos de lo que usted está hablando parecen alinearse con lo que se llama la “Nueva Perspectiva sobre Pablo.” Sin embargo otros elementos parecen resonar con el punto de vista protestante tradicional. ¿Cómo encaja el trabajo suyo dentro del debate entre la Nueva Perspectiva y la Perspectiva Tradicional?

Es desafortunado lo polarizada que se ha convertido la conversación. Desde la década de los años 70, la Nueva Perspectiva se ha puesto a sí misma en contra de las lecturas de Reforma de Pablo. Ha criticado a Lutero particularmente por fundamentalmente malinterpretar a Pablo. Pero lo que veo en los Reformadores como Lutero y Calvino es un magnífico redescubrimiento de la teología de gracia de Pablo. Por supuesto, tuvieron que re- contextualizar la teología de Pablo para que tuviera el efecto máximo, así que lo dirigieron contra la noción de que podemos hacernos favorables delante de Dios a través de buenas obras.

La Nueva Perspectiva ha tratado de redescubrir el contexto histórico original en el cual Pablo mismo ministraba. Y este contexto es completamente distinto al del siglo 16.

También estoy tratando de descubrir la raíz de la teología de Pablo. La Nueva Perspectiva ha dicho que el tema de la gracia no estaba en el corazón de la teología de Pablo. La Nueva Perspectiva también cree que la teología de Pablo se formó en su contexto histórico, en y por su misión entre los no judíos. Como resultado, la Nueva Perspectiva se ha concentrado más en las dimensiones sociales de los pensamientos de Pablo, y ha puesto a un lado la gracia. Pero la gracia realmente estaba en el centro de su teología.

Cuando uno entiende el punto de vista de Pablo sobre la gracia, entonces vemos cómo esto informa su práctica social. Aunque yo no estoy de acuerdo con la Nueva Perspectiva en que pusieron a un lado la gracia dentro del pensamiento de Pablo, estoy de acuerdo con su énfasis de que Pablo estaba fundamentalmente preocupado con crear nuevas comunidades que cruzaran las líneas étnicas y sociales.

Así que al alejarnos de las caricaturas del judaísmo del primer siglo, necesitamos tener cuidado de no reducir la postura radical de Pablo.

Sí. La Nueva Perspectiva insiste correctamente que el judaísmo no era sencillamente una religión de obras-justificación y de legalismo. Eruditos como E. P. Sanders y N. T. Wright han insistido que el judaísmo era una religión de gracia. Pero ¿qué queremos decir por gracia? Hay muchos puntos de vista distintos. Lo que es distinto sobre Pablo es su énfasis de que la gracia no tan sólo es un regalo impartido generosamente o por adelantado, pero un regalo impartido precisamente sin tener en cuenta la calidad o valor anterior [del receptor].

Diversos grupos protestantes se diferencian a sí mismos de otros basados en su entendimiento de gracia. ¿Algunas tradiciones protestantes interpretan mejor a Pablo que otras?

Una buena interpretación teológica, en mi opinión, nunca sólo repite el texto bíblico. Más bien, llega al corazón del texto y lo hace real en un contexto nuevo. Por lo tanto, lo que une a los protestantes es nuestro entendimiento que Pablo habla de la gracia como regalo inmerecido. Eso fue lo genial en el redescubrimiento de Lutero sobre Pablo, yo pienso, y obviamente ha influenciado a toda la tradición protestante. Pero Lutero estaba increíblemente ansioso sobre alguna noción de circularidad—que le damos a Dios para que Él nos dé otra vez. Lutero estaba ansioso sobre cualquier lenguaje de obligación u obediencia si eso implicaba tratar de ganar el favor de Dios.

Como resultado, algunos protestantes creen que es inapropiado para Dios esperar algo de regreso, porque de alguna manera obraría en contra de la gracia—que Dios nos da y no le importa lo que hagamos. Por otro lado, los calvinista y, en maneras distintas, las tradiciones metodistas-wesleyanas han entendido correctamente que el regalo de Dios en Cristo está basado en condiciones, en cierto modo. Aunque no haya un valor anterior para recibir el regalo, Dios ciertamente espera algo de regreso. Pablo espera que los que reciban el Espíritu sean transformados por el Espíritu y anden en el Espíritu. Cómo él dice, estamos bajo la gracia, que legítimamente puede conducir a la obediencia, aun a la obligación.

¿En qué han fallado estos intérpretes o minimizado con respecto a Pablo?

Pablo habló sobre la gracia dentro del contexto misionero. En ese marco, el regalo de Dios en Cristo no presta atención al valor humano, y eso significó que las iglesias de Pablo podían liberarse de las normas destructivas de la competencia destructiva, el estatus de jerarquía, y las divisiones étnicas que gobernaban su contexto social en el mundo greco-romano. Pero una vez que el cristianismo se extendió, esta teología misionera se centró en sí misma y se volvió en contra de los intentos de lograr méritos cristianos.

Por lo tanto ¿el mensaje de gracia se volvió menos sobre convertir a la gente y más en un punto de disputa dentro de la iglesia misma?

Sí. La teología de Pablo sobre la gracia ha sido dirigida a los motivos internos y el entendimiento propio de la gente que ya es cristiana. Pero en su contexto original, la teología de gracia de Pablo era más radical socialmente. Eso es lo que yo creo que necesita ser activado otra vez el día de hoy.

¿Podría el reconsiderar el pensamiento de Pablo sobre la gracia ayudar a los protestantes a lograr una mayor unidad de la que han tenido anteriormente?

Podemos cuando menos comenzar a entendernos mejor unos a otros. Todos utilizamos la palabra gracia. Y muchos de nosotros pensamos que todos queremos decir lo mismo. Pero cuando hablamos de ello, encontramos que en realidad estamos en desacuerdo sobre ciertos aspectos, y tendemos a pensar que creemos en la gracia más que la otra persona. En realidad, sencillamente mantenemos distintos entendimientos de lo que la gracia significa.

En el libro, explico seis formas de cómo se entiende la gracia. Podemos cuando menos entender por qué utilizamos el mismo lenguaje aunque estamos en desacuerdo sobre el concepto.

Al final de su libro, usted sugiere que la opinión de Pablo debería constantemente cuestionar las normas por las que nos valoramos nosotros mismos y a otras personas. ¿Qué significa eso para las iglesias el día de hoy?

Primero, significa que no existen límites del alcance de la gracia de Dios. Ambos Pablo y Jesús convivían con personas que ni en lo más mínimo eran respetables. Al hacer eso, tomaron grandes riesgos sociales. La gracia de Dios opera más allá de nuestras normas de lo que es civil, propio, o justo. Y eso desafía nuestros prejuicios ocultos. ¿Por qué desconfiamos de los inmigrantes, estigmatizamos al pobre, o despreciamos a ciertos grupos socioeconómicos? ¿Por qué somos tentados a pensar que las personas que no tienen cónyuge o trabajo, o que no tienen un físico igual al de los ideales culturales, han fallado de algún modo? ¿Los valores de quién estamos usando?

Pablo aprendió que los regalos de Dios no seguían los valores que él siempre supuso que estaban correctos. El evangelio tiene su propio conjunto de valores, que puede que no concuerden, tanto como pensamos, con los valores que heredamos.

Lo que damos por hecho que tiene valor—nuestro lugar en una jerarquía, nuestra clase social, nuestra riqueza, nuestra educación, lo que sea—no cuenta para nada cuando Cristo nos encuentra. En el tiempo de Pablo, las formas principales de jerarquía fueron desarrolladas alrededor del género, la etnicidad, y el estatus legal. A los hombres se les consideraba ser más importantes que las mujeres, a los judíos se les consideraba más importantes que a los no judíos, y a una persona libre se le consideraba de mayor valor que a un esclavo. Pablo dice que ante los ojos de Dios, ninguna de estas líneas sociales importa. “Ya no hay judío ni griego, esclavo ni libre, hombre ni mujer” (Gál 3:28).

Lo que yo encuentro tan profundo es la capacidad de la gracia para disolver nuestros sistemas inherentes y heredados—lo que llamaríamos capital social. Lo que cuenta ante Dios no es de lo que nos orgullecemos—o lo que hace que dudemos de nosotros mismos. Lo que cuenta es sencillamente que somos amados en Cristo. Esto es enormemente liberador, no tan sólo a nosotros como individuos sino también a las comunidades, porque les otorga la capacidad de reformar y ser contraculturales.

Es por eso que algunas de las iglesias más emocionantes el día de hoy no necesariamente son las grandes, sino más bien las iglesias pequeñas, multiculturales, urbanas donde uno descubre que las distintas etnias e idiomas no cuentan ante Dios. Nuestra educación, edad, nuestro trabajo, la clase de música que escuchamos, los libros que leemos—esto finalmente no nos define. Lo que nos define es quiénes somos en Cristo. Todos estamos juntos al mismo nivel y por lo tanto somos capaces de formar relaciones contraculturales a pesar de nuestras diferencias. Y eso abre la posibilidad para comunidades cristianas enormemente creativas.

Cuando Dios escribe la historia de tu vida

A pesar de que crecí muy lejos de una fe Cristiana, Dios se me reveló a través de libros para niños.

Christianity Today December 31, 2015
Jeff Singer

Esta traducción fue publicada en colaboración con la Conferencia Nacional de Liderazgo Cristiano Hispano (NHCLC, por sus siglas en inglés).

Crecí en un hogar hindú, donde mi papá le enseñó a sus hijos que Dios era un espíritu divino de amor. El trabajo de ingeniero de mi padre nos llevó de puerto en puerto, de tal manera que para cuando tenía 11 años de edad, ya habíamos vivido en India, Inglaterra, Ghana, Camerún, México, y los Estados Unidos. No importa dónde viviéramos, mi papá nos dirigía en una práctica diaria de gratitud a Dios.

Creí en este buen Dios hasta que llegué a mis años de preparatoria, cuando un amigo murió durante un accidente automovilístico causado por un chofer ebrio. La muerte de Clayton me abrió los ojos a un mundo de sufrimiento. ¿Qué tipo de Dios permitiría esto, y luego, de acuerdo al hinduismo, nos reencarnaría a un mundo de sufrimiento? Lloré a mi amigo e hice mis preguntas—y a Dios—a un lado por el resto de la preparatoria.

La universidad, sin embargo, me embarcó en diferentes filosofías y religiones. Mi primer tarea en mi curso de humanidades fue leer el libro de Génesis. Estaba entusiasmada por leer el Libro Santo Cristiano por primera vez, especialmente porque los pocos cristianos que vivían en mi dormitorio parecían ser personas inteligentes y cariñosas.

Pero la lectura de la Biblia me dejó rascándome la cabeza: gente desnuda, árboles de fruta, una serpiente, y un Dios que hablaba, se paseaba por un huerto, y parecía ser tan apasionado como los humanos que había creado. ¿Creían deveras mis amigos estas cosas? La librería universitaria ofrecía reembolsos dentro de los primeros diez días de la compra del libro. Regresé la Biblia, segura de que nunca más la volvería a abrir.

De lo que no me di cuenta es de que por años yo me había estado preparando para leerla. No importaba dónde viviera nuestra familia, mi papá se aseguraba que yo tenía acceso a bibliotecas públicas. Mirando atrás, la mayor parte de la ficción que me encantaba había sido escrita por autores que habían sido profundamente informados por el Cristianismo. Louisa May Alcott entretejió El progreso del peregrino en su libro Mujercitas. El libro Heidi de Johanna Spyri describe el perdón de Dios a través de la parábola del Hijo Pródigo. En El jardín secreto, Frances Hodgson Burnett quizás inconscientemente proveyó un destello metafórico de la Trinidad—Padre (Susan Sowerby), Hijo (Dickon), y Espíritu Santo (el petirrojo). Y por supuesto, el Aslan de C.S. Lewis saltaba en mi mente y en mi corazón. Por años, estas madres y padres espirituales me habían estado enseñando sobre la Biblia. Simplemente, yo no me había dado cuenta.

‘Tienes que escoger’

Durante el semestre de invierno de mi penúltimo año universitario, decidí estudiar en Viena, Austria. Pero mientras los otros estudiantes en el programa se empezaron a conocer durante el viaje, yo me mantuve apartada. Ellos tenían tanto en común: eran blancos y habían nacido en los Estados Unidos; yo era de piel oscura y había nacido en India. En un esfuerzo por tratar de olvidar mi sentido de “extraña,” saqué un libro: Mero Cristianismo, que me había dado una amiga de mi dormitorio. Lo había aceptado con entusiasmo por el simple hecho de que Lewis era un nombre de confianza. Mi amiga del dormitorio también me había dado un Nuevo Testamento. Me lo llevé conmigo, no queriendo parecer grosera, pero yo dudaba si me aventuraría a leer otra vez el “Libro Santo Americano.”

El espíritu amigable de Viena pronto me sacó de mi concha. Un trabajador en la oficina postal salió del otro lado del escritorio para ayudarme a volver a atar mi pañoleta. Los panaderos llenaban mi bolsa de galletas. Mis compañeros ignoraron mis señales no verbales y siguieron invitándome a los conciertos, museos, y películas. Las mañanas estaban llenas de clases de historia del arte, alemán, música, pero por las tardes, me robaba unas cuantas caminatas solitarias. Cuando la nieve caía fuertemente, me metía en las catedrales. Los vitrales resplandecían con suaves colores de mostaza, azafrán, índigo, y coral. Los arcos y cúpulas se elevaban tan alto que casi ni podía ver dónde se cruzaban. Siempre, la torcida figura, semi-desnuda en la cruz brillaba en el frente como si estuviese sudando.

La mayor parte del arte que me llamó la atención en las catedrales o museos, parecía ser sobre Jesús. Casi cada conversación, ya fuese en inglés o en quebrantado alemán, daba un giro y terminaba en sus enseñanzas, y la mayor parte de los libros que estaba leyendo o negaban o apoyaban sus declaraciones. Mientras tanto, en Mero Cristianismo, mi viejo amigo Clive estaba formando un caso convencedor a favor de la fe.

Durante unas vacaciones a mediados del invierno, unos estudiantes me invitaron que los acompañara a Rusia, y acepté hacerlo. Quizás recuperaría cierta perspectiva en el famoso país ateo. El tour ruso nos llevó a prisiones, cementerios, y templos con historias de masacres y torturas, donde antiguos íconos exhibían la crucifixión. Me sentí arrollada por el mal. ¿Cómo podía Dios—si Dios existía—dejar a la humanidad sola para aguantar tanto?

Una tarde, nos dirigimos al museo de renombre mundial en St. Petersburg, el Museo del Hermitage. El guía regular que daba el tour en inglés se había enfermado, así que se le dio la asignatura a uno de los oficiales del museo de llevarnos de cuarto en cuarto. Otra vez, muchas de las pinturas representaban la vida, muerte, y resurrección de Jesús. Me mantuve al margen del grupo, con una multitud de preguntas corriendo rápidamente por mi mente.

Cuando nuestro grupo ya estaba por salir, el oficial del museo me sacó a un lado. “¿Qué es lo que estás pensando con tanta profundidad?” me preguntó en voz baja.

Me sorprendió que le dije la verdad. “Un Dios amoroso. El sufrimiento humano. ¿Cómo pueden los dos existir?

“Te encuentras en un cruce de elección,” dijo. “O decides que Jesús es el Hijo de Dios, o le das la espalda para siempre. Tienes que escoger.”

Sentí un escalofrío que nada tenía que ver con el helado invierno ruso. ¿No había lugar a donde ir sin encontrarse con el hombre en la cruz?

Sangre como la de Él

Cuando regresamos a Viena, decidí regresar a la fuente original de su historia: el Nuevo Testamento. Pronto, me encontré frente a un judío piel color de olivo, pelo negro, ojos oscuros. Este hombre del Medio Oriente sanó mujeres extranjeras; supo lo que fue sentirse solo y rechazado. Sorprendentemente, su vida y sus palabras me parecían familiares, como si yo ya hubiese habido leído estos Evangelios antes. Cuando Jesús dijo, “Dejad a los niños venir a mí,” empecé a darme cuenta que la mayor parte de las historias que yo tanto amaba habían iluminado la vida de este hombre.

¿O era un hombre? En los Evangelios, él hizo enojar a los líderes religiosos y políticos al declarar una identidad divina.

Ellos lo mataron.

Él los dejó hacerlo.

Yo estaba estupefacta.

Si él estaba diciendo la verdad, entonces aquí estaba Dios sometiéndose a los cuatro enemigos de la humanidad—dolor, tristeza, maldad, y muerte—con el fin de destruirlos a los cuatro. La Cruz, por lo tanto, fue donde un Dios amoroso y la humanidad sufriente pudieron por fin ser reconciliados.

Una noche nevosa en Viena, hice mi decisión. Seguiría a Jesús como Dios—pero no le diría a nadie. Yo iba a tratar de calladamente hacer lo que él hizo y decir lo que él dijo. Él podía ser mi gurú. Le escribí a mi amiga para darle las gracias por el Nuevo Testamento y le compartí la decisión que había hecho de seguir a Jesús.

Cuando regresé a California, la noticia se había filtrado. Los estudiantes del InterVarsity Christian Fellowship me invitaron a que me uniera a otros nuevos Cristianos que iban a ser bautizados en una fuente en el campus de la universidad. Al principio me pareció una exhibición pública innecesaria, pero mi gurú lo había hecho, así que dije que sí.

No había previsto el misterio del bautismo—entré al agua ciega espiritualmente y salí con un nuevo poder para ver. Quería decirle a todo mundo sobre la reconciliación de la cruz. Como el petirrojo que guió a Mary al jardín secreto, el Espíritu Santo me guió a la Biblia con nuevos ojos. Hasta Génesis ahora centelleaba con el amor de Jesús.

Poco a poco, también me fui enamorando de la iglesia, y terminé casándome con un pastor presbiteriano—como L.M. Montgomery (Ana de las tejas verdes) y Katherine Paterson (Un puente a Terabithia). Ahora yo también escribo historias para jóvenes, aunque la vocación ha cambiado drásticamente desde aquellos días cuando mis padres espirituales escribían. Mi propio nicho de ficción es representar y abogar por el niño marginado.

En la iglesia norteamericana, algunas veces todavía me siento como alguien de afuera. Pero he adorado con Cristianos de muchas culturas e identidades, y sé por la Biblia que la iglesia global le pertenece a una persona: Jesús de Nazareth, mi gurú judío, el autor de la fe, el defensor del marginado, el sanador del descorazonado. Toda la sangre es del mismo color: roja, como la de él, derramada extravagantemente desde la cruz en la perfecta intersección entre el sufrimiento humano y el amor divino.

Mitali Perkins escribe novelas para lectores jóvenes, incluyendo Rickshaw Girl (reconocido por la Biblioteca Pública de Nueva York como uno de los 100 mejores libros para niños en 100 años). Su más reciente libro es Tiger Boy .

Reportaje especial: ¿Arruinará el éxito al avivamiento de Cuba?

Con las reglas de viaje laxas, los líderes cubanos se preguntan si los americanos enfriarán el celo de la iglesia.

Christianity Today December 1, 2015
Eddos Estudio

Esta traducción fue publicada en colaboración con la Conferencia Nacional de Liderazgo Cristiano Hispano (NHCLC, por sus siglas en inglés).

Justamente en el punto donde el paseo por el océano de la Habana se encuentra con los fuertes históricos que protegen su puerto, una muchedumbre de cubanos jóvenes se ha reunido un jueves por la noche. Ellos están junto a una docena de carros alegóricos estacionados en preparación para el carnaval de verano de Cuba. Pero cuando un carro alegórico comienza a tocar música salsa a todo volumen, al grupo no le agrada el ritmo; uno de ellos extiende y gira la mano con desaprobación.

Mientras un faro alumbra por encima, la muchedumbre joven termina de cantar un lento coro sobre desear que sus vidas sean “como perfume a tus pies.” Luego se lanza de lleno a un bullicioso llamado y respuesta:

“Yo soy cristiano, para que tú lo sepas. No me falta nada. Mi vida está completa.”

Un turista de los EE. UU. se acerca a la muchedumbre.

“¿Hablas inglés? ¿Están ellos hablando de Jesús?” le pregunta. El turista había pasado la semana anterior en el centro de Cuba en un viaje misionero. “Yo sabía que había cristianos aquí, pero no esperaba verlos así.”

En seguida, un pastor le dice a la muchedumbre que se de la vuelta mirando hacia la Habana Vieja, el centro del distrito turista de la capital, enfrente de la calle. Ellos levantan sus teléfonos celulares al aire en modo de linterna y gritan, “Yo soy luz en medio de la oscuridad.”

Christianity Today viajó a Cuba la misma semana en que el Secretario de Estado John Kerry volvió a abrir la Embajada de EE.UU. en el paseo marítimo Malecón en la Habana. CT asistió a una reunión exclusiva de educadores teológicos para analizar cómo sacar provecho de La Apertura—la nueva apertura diplomática y económica entre Cuba y los Estados Unidos.

Los cristianos de ambos lados de las 90 millas de las aguas del Caribe que separan a Cuba de la Florida se sorprendieron por esa apertura. Este año, Barack Obama y Raúl Castro anunciaron el final de la enemistad de la guerra fría y relajaron las restricciones de viaje y comunicación. (Una inversión completa del embargo comercial de los EE. UU. exige un voto del Congreso.) Muchos residentes esperan—y los turistas temen—que la isla no permanecerá más “suspendida en el tiempo.” Un pastor, reflexionando en las dificultades económicas de la isla, le dijo a CT, “Lo absurdo es nuestra realidad.”

De seguro, muchos legados de la Revolución Cubana permanecerán. Pero aun antes que la bandera estadounidense fuera izada en la Habana por primera vez en 54 años, la bandera se divisaba alrededor de la capital en las playeras de los hombres y los pantalones de las mujeres. Los cristianos públicamente miran una escena satírica de las negociaciones entre EE. UU. y Cuba al ritmo de música pop de Shakira y Enrique Iglesias. Los líderes de los seminarios, sorprendidos de la manera tan abierta en que una destacada socióloga criticaba el anticuado sistema educativo de la isla, le preguntan, “¿Cómo te aprobaron la tesis?”

Viviendo un milagro

Al final del bulevar del centro comercial, una gran muchedumbre se reunió por la medianoche. No están en fila para la Cafetería Vera, la desolada tiendita azul con rosa, que tiene más sillas para la clientela que mercancía. En lugar de eso, los cubanos se sientan encaramados en cada banca, macetero, escalera de entrada, y orilla de la calle.

Todos sus rostros están brillantes—pero no por lo cigarros cubanos. Las pantallas de smartphones, tabletas, y computadoras portátiles alumbran la muchedumbre. Como unas 35 zonas interactivas vinieron a las grandes ciudades de Cuba en julio. Se puede comprar una tarjeta de una hora de acceso a la red inalámbrica por 3 pesos cubanos (como $3 dólares). Muchos usuarios navegan Facebook, mientras otros charlan por video.

“Esto es lo más feliz que la gente en las calles ha estado,” explica un vendedor de tarjetas de 29 años de edad luciendo una camiseta con la bandera americana, una medalla con la Virgen de Guadalupe, y un tatuaje de Géminis en el antebrazo.

“Es parte del milagro que estamos viviendo,” dice la esposa de un pastor destacado.

Un taxista dice que la primera vez que él usó la internet fue hace 20 días. Él le llamó a la familia de su esposa en Italia. Por los primeros minutos, nadie habló. Todos estaban mudos de la emoción.

Hoy, los turistas que vienen a tomar fotografías del puerto de la Habana los domingos en la mañana se encontrarán con una de las vistas más inesperadas en Cuba: todo un culto en una iglesia evangélica, completo con altavoces y bailarines coreografiados.

Cuando CT anteriormente informó desde Cuba en el 2009, Alcance Victoria—una iglesia que alcanza a la juventud metida en pandillas, drogas, y prostitución—evangelizaba en las calles por las noches entre semana. Ahora la iglesia se congrega los domingos por la mañana en uno de los lugares más públicos de la Habana: La Punta, donde el Malecón se junta con la desembocadura del puerto.

El Pastor Abel Pérez Hernández dice que su congregación que tiene 13 años, ahora cuenta con 500 en asistencia, y con 42 grupos en hogares congregándose semanalmente.

En seguida a los grandes cañones que apuntan hacia la desembocadura del puerto, la mitad de la congregación se agrupa bajo sombrillas decoradas con imágenes de pinturas clásicas. La iglesia adora con cantos de salsa y reguetón mientras que 10 jóvenes hacen danzas coreografiadas en frente del rompeolas, garabateado con grafiti profesando amor eterno. Les ayuda un equipo misionero de corto plazo, no de Estados Unidos sino de Brazil. Es la cuarta visita del grupo, y pagaron lo doble por venir este año por la reciente devaluación de su moneda.

“Esto muestra qué tan importante nos es esto, estar juntos,” dice Filipe Santos, director de misiones de la mega iglesia bautista de 13,000 miembros cerca de São Paulo.

Casi todo líder Cristiano que CT entrevistó tienen el mismo sentir: tienen la esperanza de una vida mejor, económica y políticamente; están preocupados por la venidera “avalancha” de ideologías y bienes materiales; y están convencidos que ni los cristianos norteamericanos ni los cubanos están adecuadamente preparados para los cambios rápidos que están en marcha.

Avalancha de extranjeros

Por el lado pesimista, los líderes cristianos se preguntan si los visitantes estadounidenses destruirán la cultura cubana con su materialismo y el nominalismo trivial—o si los cubanos se destruirán ellos mismos.

“Nuestra mentalidad es muy marxista, aun cuando no hemos tenido la facilidad de consumir por 50 años,” dice Alfredo Forhans Hernández, director de las instalaciones Holguín del Seminario Evangélico Nuevos Pinos. “Ahora los Estados Unidos podrán hacer de nuestro consumismo una realidad. No estamos preparados.”

Los cristianos de Cuba han prosperado a pesar de la política y la pobreza de la isla. Su improbable avivamiento a lo largo de décadas a menudo se le ha comparado sólo con el de la China. “Es increíble. La gente viene de voluntad propia, buscando a Dios,” dice un líder Bautista Occidental. (Los bautistas en Cuba tienen dos convenciones, Occidental y Oriental.)

Pero la apertura les trae preocupación: ¿Se apreciará el avivamiento una vez que los cubanos tengan recursos? A un líder del seminario le preocupa que “el gran crecimiento de la iglesia, a pesar de nuestros recursos limitados, no será ya más una distinción.”

Otro desafío: la avalancha de extranjeros que vienen a ayudar. “Hay muchos pájaros que quieren aterrizar en Cuba,” explica Eduardo González del Río, rector del Seminario Teológico Bautista Oriental en Santiago de Cuba—“gente que quiere traer su doctrina para ayudarnos.”

“Cuba ha estado cerrada, ahora las puertas se están abriendo,” dice Yaniel Marrero Báez, presidente de la Escuela Evangélica Cubana de Estudios Teológicos en Placetas. “En el pasado, había muy pocas oportunidades para que vinieran visitantes que recibíamos a todos. Pero ahora las iglesias cubanas tendrán opciones para elegir.”

Por ejemplo, los cubanos cristianos ahora están circulando CDs del pastor de una mega iglesia guatemalteca, Cash Luna y otros maestros del evangelio de la prosperidad. “Es una guerra de los medios de comunicación,” dice González. “Tristemente no tenemos buenos cristianos que estén haciendo esto.” El gobierno cubano todavía restringe la industria editorial y el acceso a los medios de comunicación.

En general, los líderes de las iglesias cubanas están ansiosos de colaborar con más iglesias americanas. Pero ellos quieren respeto, a pesar de la desigualdad de tamaño y riqueza.

“Nuestro problema es cuando los extranjeros vienen a decirnos lo que necesitamos hacer. Hemos estado aquí por muchos años, hemos propagado la Palabra bajo muchas dificultades, y hemos podido triunfar,” dice un líder Bautista Occidental. “Nos encanta la idea de colaboración, pero no la de imposición.”

“Estamos en un contexto especial. No podemos copiar lo que el resto del mundo está haciendo,” dice Enoel Gutiérrez Echevarría, presidente del Seminario Evangélico Metodista en la Habana. “Por supuesto no somos perfectos, pero sí somos expertos en Cuba. La iglesia cubana es un ejemplo de avivamiento para el mundo. Lo que otros tengan para ofrecer no debe interrumpir lo que nosotros estamos haciendo.”

González está feliz con los arreglos que su iglesia tiene con su benefactor principal en Dallas. El enfoque ha sido en capacitación en liderazgo, no en ayuda económica. “Si ellos nos dieran mucho dinero, la gente atribuiría el éxito de nuestra iglesia a la ayuda económica de EE. UU. y no a Dios,” dice él. “Es importante para los americanos no venir como un billete de dólar con pies y cabeza.”

El dinero obviamente sí ayuda, y hay muchas formas de usarlo sabiamente. (“Ayuden a abastecer nuestras bibliotecas,” sugiere un pastor.) Una socióloga dice que un médico que ella conoce gana más dinero trabajando como ayudante de mozo que lo que gana en su trabajo oficial. Pero muchos líderes le dijeron a CT que lo que ellos más quieren es capacitación en liderazgo de trabajo en equipo.

Aunque ustedes puedan ayudar económicamente, lo que nosotros más necesitamos es aprender a cómo trabajar en grupos,” dice un líder del seminario. “La mayoría de los pastores son vistos como jefes y hacen todo. Hay pocos comités.”

Eso es en parte por buena razón, dado a la cultura de vigilancia del régimen de Castro. “No sabemos a quién confiar en grupos. “¿Quién en este mismo salón puede estar al otro lado?” explica el líder. “La desconfianza hacia los demás está en nuestra sangre. Colaboración es lo que nos falta.”

Sin embargo, los cristianos cubanos nunca se han sentido más audaces. Eduardo E. Pérez Ramos utiliza su próspero estudio fotográfico para conectar las iglesias a través de Cuba. Él trata de captar y circular eventos que muestran una iglesia cubana sólida, como una reunión reciente en la ciudad de Holguín, donde miles de cristianos lo demostraron en la calle. Su fotografía favorita, titulada “Una Isla Un Corazón,” capta la reunión nacional de la Liga Evangélica de Cuba en un campamento metodista en Santa Clara. El grupo da forma exacta a la isla, con cada persona de pie en su provincia natal.

Los evangélicos han hecho mucho avance en la educación a distancia—necesidad y estrategia que CT recalcó en el 2009—vía CENCAP, un programa que inició Los Pinos Nuevos, una destacada denominación autóctona. Ahora en su quinto año, CENCAP ha capacitado a más de 51,000 pastores y líderes de 21 denominaciones. Recientemente cambió su enfoque de cómo los pastores pueden correr mejor sus iglesias a cómo las iglesias pueden servir mejor a sus comunidades.

A los protestantes en Cuba no se les conoce por el trabajo social. (Para ser justo, ellos lo trataron después de que cuatro huracanes azotaran la isla en el 2008, pero los oficiales les ordenaron parar, diciéndoles que era el trabajo del gobierno reconstruir,) CENCAP está trabajando para abordar esto, colaborando con el gobierno para ayudar a alimentar a los niños y a los ancianos. Esto anima al gobierno para otras actividades y muestra a las iglesias que ellos pueden “propagar el evangelio sin predicar,” explica un cubano milenario, hijo de pastor. Él acaba de recibir un envío de arroz fortificado. Él y otros hombres jóvenes forman una línea de montaje, moviendo cajas de un camión de volcar al salón multiusos de la iglesia, luego al santuario. Terminan a las 3 de la mañana.

Preparándose para ‘algo grande’

La capilla del Seminario Bautista Occidental en la Habana tiene un mapamundi labrado en madera. Flechas prominentes salen de cada dirección de Cuba. Es tentador interpretarlas como la emigración de cubanos, pero ellos realmente están hablando de un profundo deseo por las misiones.

Cuba fue una vez temida como exportadora de la revolución comunista. Ahora está lista para exportar el cristianismo.

Esta primavera, los bautistas enviaron de Cuba sus primeros misioneros de tiempo completo en 54 años. Primero fue Ecuador, donde una pareja de esposos, tan inspirados por Nate Saint y Jim Elliot, llamaron a su grupo de hogar en honor de Punta de Lanza. En seguida es África: se están preparando equipos para Senegal y Guinea Ecuatorial. La última meta es el Medio Oriente y la Ventana 10/40.

Las restricciones gubernamentales de viajar han impedido que las iglesias envíen misioneros, así que las iglesias se conformaron con misiones médicas informales (dado que los doctores cubanos son una de las mayores exportaciones de la isla). “Ahora las puertas se han abierto,” dice un líder Bautista Occidental, “y nosotros estamos muy entusiasmados de que ahora libremente podemos cumplir nuestro sueños.”

Pero el dinero permanece como una barrera. “No tenemos los recursos económicos para enviar a la gente, pero sí tenemos los recursos humanos,” dice González. “Nosotros creemos que Dios nos está preparando algo grande.”

El programa de misiones bautistas, Cubanos a las Naciones, tiene 250 personas en capacitación, dice el director Karell Lescaille. “Queremos aprender cómo otras personas han hecho misiones mundiales y ponerle nuestra salsa cubana [sabor].”

González dice que en la reunión anual de la Convención Bautista del Sur en junio, los asistentes hablaron de la “crisis espiritual” en los Estados Unidos y de cómo los cubanos podrían ayudar. Tal vez Cuba podría traer un avivamiento en los Estados Unidos,” dice él. “Los Estados Unidos nos trajeron el protestantismo, así que sí estamos endeudados.”

En general, los líderes están agradecidos por La Apertura. Ahora ellos oran que Dios les ayude a prepararse para los cambios impredecibles que están por venir.

“Si usted quiere ver lo que alguien realmente es, dele dinero y dele poder,” dice un líder del seminario. “Ahora vamos a ver qué tipo de cristianos somos.”

Jeremy Weber es editor asociado de noticias de CT.

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