Esta traducción fue publicada en colaboración con la Conferencia Nacional de Liderazgo Cristiano Hispano (NHCLC, por sus siglas en inglés).
Yo supe desde niña que sería escritora. Me crié en un hogar cristiano en Pleasanton, un pequeño pueblo al este de San Francisco. Mi madre, una enfermera, escribía un diario; mi padre, mientras se recuperaba de un infarto, escribió dos libros de no ficción sobre el trabajo policial. Insegura de lo que yo escribiría, me fui a la universidad y me especialicé en inglés con énfasis en creación literaria y mi segunda especialidad fue periodismo.
Rick y yo nos casamos al poco tiempo de haber terminado la universidad. Mis suegros eran lectores voraces de ficción. Mis padres también leían, siempre no ficción, desde cómo construir una casa hasta camping y el cultivo de verduras. La mamá de Rick me dio novelas de misterio, y novelas de amor góticas, históricas y contemporáneas. Poco después de haberme casado con Rick, me hice adicta a las novelas de amor.
Solemos enmarcar la adicción como abuso de drogas, más sin embargo todo lo que consume nuestra atención y energía o sirve como escape puede ser adicción. La mía era las novelas de amor históricas sensuales. Aunque no tan explícitas como las que salen al mercado el día de hoy, las novelas de amor de los 1970 y 80 me dejaban “eufórica.” ¿Quién no quiere tener la experiencia de enamorarse vez tras vez? La industria editorial estaba experimentando un auge, y las tiendas de todo tipo tenían estantes llenos de novelas de amor.
Mientras Rick terminaba su servicio militar, yo trabajaba de secretaria y leía. Cuando obtuvo la salida temprana para regresar a la universidad, yo trabajaba y leía mientras él iba a clases y estudiaba. Cuando sufrí un aborto espontáneo, lidié con el sufrimiento a través de la lectura. Cuando me embaracé de nuevo, el médico y Rick me animaron a que me quedara en casa.
La lectura de las novelas de amor ya no me satisfacía, por lo tanto comencé a planear una combinación de mis géneros favoritos y escribí mi propia “novela gótica del oeste.” El mercado aún estaba en auge, así que mi primer libro fue rápidamente acogido.
El salir de un mundo de fantasía no fue fácil. Recuerdo los días cuando Rick llegaba a casa y me preguntaba, “¿Soy el tipo bueno o malo hoy?”
La lectura y escritura de novelas vinieron a ser una forma de sobrevivir mi conflicto interno, que yo sentía pero no entendía. Los primeros años de matrimonio no fueron fáciles para ninguno de los dos; la lectura y escritura de novelas de amor me impidieron analizar el por qué y de lidiar con los problemas. Algo faltaba, y no sabía dónde comenzar a buscar lo que estaba perdido.
Cuando a Rick le ofrecieron un trabajo en el sur de California, sugirió que yo fuera madre ama de casa y escritora de tiempo completo. Con mucho gusto acepté. Tuvimos dos hijos más—una hija y otro hijo—y nos mudamos de nuevo a otra casa más grande en un vecindario próspero. Nuestros hijos entraron al preescolar, luego al jardín de niños, lo cual me dio aún más tiempo para leer y escribir. El trabajo vino a ser una obsesión.
Me di cuenta de la gravedad de mi problema cuando Rick dijo, “Si tuvieras que elegir entre nuestros hijos y yo o escribir, elegirías escribir.” Ese comentario me dolió—y era horriblemente cierto. Pensé, ¿Qué me pasa que mis prioridades están tan torcidas?
Rick y yo habíamos estado asistiendo a una iglesia, pero sin embargo Jesucristo ya no estaba allí. No escuchábamos el evangelio predicado. Yo me había criado en una familia cristiana y suponía que eso me hacía cristiana. Rick nunca había asistido a la iglesia, y pronto lo eligieron presidente de la junta directiva. Lo que ambos vimos y escuchamos durante su servicio en la junta era suficiente para que saliéramos corriendo, no caminando, de la “iglesia.”
Satisfecha
Mientras tanto, nuestro matrimonio se estaba desintegrando. Pensábamos que al estar cerca de la familia nos ayudaría, pero la única manera de mudarnos al norte de California sería para que Rick comenzara su propia empresa. Así que vendimos nuestra casa y regalamos todo lo que no cabía en un camión de mudanzas chico. Rick se dirigió al norte y se mudó con sus padres mientras conseguía un despacho. Yo me quedé en el sur de California hasta que nuestros hijos terminaron el año escolar. Sólo había una vivienda de alquiler, y Rick la tomó. No tomó mucho para darnos cuenta que habíamos parado en medio de dos familias cristianas.
Un niño de ocho años nos estaba esperando para ayudarnos con la mudanza. Lo veíamos como una plaga; resultó ser un evangelista. “¡Tengo una iglesia para ustedes!” dijo. Ninguno de nosotros estábamos ansiosos de ir, pero con el estrés de comenzar una nueva empresa, la mudanza, y nuestro matrimonio que se estaba hundiendo, estaba lo suficiente desesperada para tratar cualquier cosa, aun una pequeña iglesia sin asociación a una jerarquía denominacional.
En ese primer servicio, varios miembros se presentaron conmigo. Hicieron que me sintiera parte de su familia. El pastor enseñó directo de la Biblia, incluso proveyó el contexto histórico y explicó cómo las Escrituras se aplican el día de hoy. Me deleité y lo absorbí totalmente. Traje a nuestros tres hijos. Rick no quería asistir, por lo tanto le pregunté al pastor que si estaría dispuesto a enseñar un estudio bíblico de hogar. Rick consintió en asistir. Fuimos bautizados el mismo día, y pronto nos encontramos en el programa de Dios de transformación.
La primera cosa que Dios hizo fue quitarme mi escritura. Frustrada, no sabía por qué el antiguo modo de escribir ya no funcionaba y por qué todo lo que escribía ahora se sentía vacío. Aún estaba leyendo novelas de amor, más ya no me satisfacían. Oré para que Dios me diera pasión por Su Palabra. Mi oración fue pronto contestada: las novelas de amor ahora me parecían aburridas, más las Sagradas Escrituras cobraron vida.
Cuando le entregué mi voluntad y vida a Jesús, encontré el amor que andaba buscando, ese amor que cambia el alma, que da vida, siempre fiel que todos anhelamos.
La carga más pesada
Justo cuando me sentía satisfecha, Dios sacudió mi vida de nuevo. Mientras estudiaba el libro de Oseas, me sentí impulsada a escribir otra novela, pero una que mostrara la diferencia entre lo que el mundo considera amor y el amor de Dios, incondicional, sacrificial, abrazador. El resultado fue Redeeming Love. El proceso de redacción me mantuvo cerca del Señor; dependía de Él para todo desde la trama (Oseas) hasta entender el carácter quebrantado de Ángel y el amor semejante al de Cristo de Michael Hosea.
Yo pensaba que el libro era un proyecto único para darle a conocer a la gente cómo mi vida y carrera habían cambiado. Pero preguntas sobre la fe continuaron surgiendo y con ellas, personajes para representar diversos puntos de vista. Así que traté una vez más, teniendo a Jesús en el centro de mi trabajo. La cuestión principal que me inquietaba en ese momento era: ¿Cómo comparto mi fe con mis familiares y amistades no salvos que no quieren escuchar sobre Jesús o leer la Biblia? Yo quería ese tipo de valor para testificar, así que escribí AVoice in the Wind, acerca de un cristiano que fue capturado después de la caída de Jerusalén que vivía con miedo y encontró una fe audaz.
Otras interrogantes generaron otras historias: ¿Cuántas veces perdonamos a los que buscan nuestra destrucción? (An Echo in the Darkness) ¿Cómo trato con el enojo y con la gente enojada? (As Sure as the Dawn) ¿Qué es la soberanía? (The Scarlet Thread).
Nunca me ha sido fácil confiar. Tomó tiempo para traer mis más profundos temores y dolor a Dios y ofrecerle mi carga de pecado más pesada—un aborto durante mis años universitarios. Hice estas preguntas con temblor y temor: ¿Realmente me has perdonado? Si así es, ¿por qué aún me siento destrozada? ¿Algún día seré completa otra vez? Lo que siguió fue un año de escribir más personal y doloroso aún. Mientras escribía The Atonement Child, pasé por un estudio bíblico sobre el post aborto en nuestro centro local de consejería durante el embarazo. Los guerreros de oración me rodearon. Dios me protegió durante el proceso de escribir en formas que jamás me podría haber imaginado. Soy perdonada. Soy libre.
El escribir es una búsqueda para encontrar y hacer frente a las perspectivas del Señor en toda área de la vida, pasada, presente, y futura. Se ha convertido en una forma de adoración, una forma de alabanza y para proclamar el evangelio. Rick siempre es el primero en leer todo lo que escribo. El Señor no tan sólo sanó nuestro matrimonio, sino que también reavivó el gozo en él. Comenzamos nuestro día con Jesús. El estudio bíblico al que nos unimos hace 30 años continúa hasta hoy. Ambos estamos apasionados y siempre adictos a Jesús.
Francine Rivers es autora más vendida en la lista del New York Times, cuyo libro Redeeming Love continúa siendo libro más vendido.