Una inyección que no vale la pena: Por qué algunos cristianos rechazan las vacunas por motivos morales

El uso de líneas celulares fetales que datan de la década de 1960 es otro punto de fricción en el debate sobre las vacunas.

Christianity Today December 14, 2021
Illustration by Rick Szuecs / Source images: Envato

Este artículo es una adaptación del artículo publicado originalmente en inglés en abril de 2019.

Para algunos cristianos, la decisión de vacunarse o no se reduce a los orígenes de las propias vacunas. Algunos padres provida citan una repulsión moral y un profundo lamento por el uso de líneas de células fetales abortadas hace 58 años en el desarrollo de varias inmunizaciones, incluyendo la triple vírica (sarampión, paperas y rubeola) y la vacuna contra la varicela.

«El hecho de que se utilicen células fetales en el estudio y la creación de vacunas es una de las principales razones por las que decidimos no usarlas», dijo Mandy Reynvaan, madre de cinco hijos en el estado de Oregón, donde se produjo un brote de sarampión en 2019. «Los métodos utilizados para obtener estas células son espantosos».

En 2019, Reynvaan viajó a la capital del estado para presionar contra un proyecto de ley que amenazaba con eliminar el derecho de los padres a rechazar las vacunas para sus hijos en edad escolar, a menos que hubiera una razón médica. De haberse aprobado, en ese momento Oregón se habría convertido en el cuarto estado de los EE.UU. en eliminar las exenciones no médicas.

En los últimos años, siempre que se incrementa el número de casos de personas infectadas con enfermedades que podrían prevenirse por medio de vacunas, las legislaturas de varios estados de los EE. UU. reciben propuestas de ley que buscan implementar esquemas de vacunación más rígidos a fin de reducir el número de contagios, pero que a su vez restringirían los derechos de los padres y la libertad religiosa de las familias que deciden no usar vacunas debido a sus convicciones religiosas.

Para el 2019, el sarampión había experimentado un aumento del 30% en todo el mundo, algo que la Organización Mundial de la Salud (OMS) atribuyó a las dudas que han surgido sobre las vacunas en países que prácticamente ya habían eliminado la enfermedad.

Los cristianos que se niegan a recibir vacunas forman parte de una tendencia más amplia, ya que los padres más jóvenes son, en términos generales, más propensos que las generaciones anteriores a creer que los beneficios de las mismas no valen la pena el riesgo que conllevan. Solo el 78 % de los jóvenes de 30 a 49 años apoyan la exigencia de la vacuna triple vírica para los niños en edad escolar, en comparación con el 90 % de los mayores de 65 años, según un estudio llevado a cabo por el Pew Research Center en 2017 [todos los enlaces de este artículo redirigen a contenidos en inglés].

Aunque muchos evangélicos —tanto los que están a favor de las vacunas como los que están en contra— consideran que su fe es compatible con la ciencia, los interrogantes que plantean respecto a las inmunizaciones coinciden en cierta desconfianza en torno a la industria médica y la autoridad humana.

En general, la confianza de los estadounidenses en la comunidad médica ha caído del 60 % al 37 % desde los años 70. Menos del 50 % de los adultos no creen que los científicos entiendan del todo la vacuna triple vírica, según reportó la Encuesta Social General, a pesar del consenso científico a favor del uso de las vacunas. Aquellos que confían en el Espíritu Santo y en las Escrituras pueden ser cautelosos a la hora de aceptar la autoridad y la experiencia seculares, según ha señalado BioLogos, lo que podría influir en su opinión sobre los hallazgos científicos en temas como la seguridad de las vacunas. Pew Research descubrió que los protestantes evangélicos blancos son más propensos que otros cristianos y que los estadounidenses en general a apoyar la idea de que los padres tengan la última decisión respecto a las vacunas infantiles.

El aborto que lo empezó todo

Las células fetales que perturban a padres como los Reynvaan proceden de material obtenido de dos abortos que tuvieron lugar en la década de 1960, una época en la que el sarampión era tan común que a menudo no se registraban los casos. Entre 1956 y 1960 se registraron aproximadamente medio millón de casos en Estados Unidos. Aunque apenas unas 450 de esas personas murieron, hubo muchas más complicaciones graves por el sarampión, incluyendo 150 000 casos de complicaciones respiratorias, 4000 casos de encefalitis y miles de hospitalizaciones cada año. Los médicos estaban ansiosos por desarrollar una vacuna eficaz.

En la mayoría de los casos, para que las vacunas funcionen es necesario que el virus esté alojado en una célula viva. El biólogo celular Leonard Hayflick, que trabajaba en el Instituto Wistar de Filadelfia, pensó que las células fetales serían las células más «limpias» posibles para utilizar en las vacunas, ya que estarían protegidas de patógenos externos. Por este motivo, Hayflick se asoció con un científico sueco para obtener el tejido fetal de algún aborto electivo, puesto que en ese país el aborto era legal.

En el reciente libro The Vaccine Race [La carrera por las vacunas], la periodista Meredith Wadman describe a la paciente, la «Sra. X», que solicitó un aborto a causa de su «descarriado marido», un alcohólico que rara vez estaba disponible para ayudar con los hijos pequeños que ya tenían. Días después de su aborto, en junio de 1962, Hayflick tenía las células pulmonares del feto que necesitaba para las pruebas.

Hayflick había descubierto previamente que, a medida que las células se dividían y crecían en generaciones subsecuentes, perdían la juventud de las células originales. (Esto era contrario al pensamiento científico popular de la época. El descubrimiento lleva ahora su nombre). Así que cultivó las células, dividiéndolas solo ocho veces, y congeló suficientes en el almacén. Los fabricantes de vacunas siguen utilizando hoy en día las líneas celulares denominadas WI-38.

Estas células fetales del aborto de la «Sra. X» se utilizaron para cultivar virus debilitados o inactivos en el desarrollo de dos vacunas: la vacuna contra la rubéola (una de las tres contenidas en la tripe vírica) y una versión de la vacuna contra la rabia, mismas que hoy se utilizan en todo el mundo. Por la misma época, el Consejo Médico Británico en el Reino Unido también produjo vacunas a partir de células pulmonares fetales, utilizando células obtenidas mediante un aborto en 1966, cuyas células se denominaron «cultivo MRC-5». Con ellas crearon vacunas para la hepatitis A, la varicela y el herpes zóster. También se fabricó una vacuna contra la polio que se utilizó en otros países, pero no en los Estados Unidos. Los investigadores experimentaron con otras muestras de tejido fetal en su desarrollo, pero todas las células fetales humanas de las vacunas actuales proceden de esos dos abortos.

Un solo frasco de células de Hayflick, escribe Wadman, «produciría 87 000 veces más vacunas que las que fabricaría cualquier típica empresa productora de vacunas que se dispusiera hoy a fabricar el equivalente al suministro de todo un año de una vacuna infantil común para enviarla a más de cuarenta países».

Un dilema ético

Los defensores de la inmunización señalan que las vacunas ya no dependen del aborto para obtener más células fetales, y que, para empezar, esos dos primeros abortos no se realizaron específicamente para suministrar tejido fetal a los fabricantes de vacunas. Tales circunstancias serían inmorales (un argumento que se ha analizado en el blog de la Comisión de Ética y Libertad Religiosa [ERLC, por sus siglas en inglés] de la Convención Bautista del Sur).

En una declaración de 2005, la Iglesia Católica también concluyó que quienes reciben vacunas no son culpables de los abortos originales. El Consejo de Recursos Médicos de Focus on the Family, que actualizó por última vez una declaración en 2015, sugiere que los cristianos tienen la libertad moral de recibir vacunas, aunque también respeta a los cristianos que llegan a una conclusión diferente después de orar y considerar la información disponible.

El director del Instituto Nacional de la Salud, Francis Collins, sugirió compararlo con la donación de órganos después de que un niño ha sido asesinado. «Hubo una terrible y espantosa pérdida de la vida de ese niño y, sin embargo, creo que todos diríamos que si los padres deciden y quieren que algo bueno salga de esto y dieron su consentimiento, esa es una acción noble y honorable», dijo. «¿Se traduce eso en que un padre, después de pasar por una interrupción del embarazo, decida que le gustaría que el tejido fetal sirviera realmente para ayudar a alguien?» La ERLC hace una comparación similar con la donación de órganos, sin condonar el asesinato.

El consentimiento plantea otro dilema ético. El tejido del aborto de la «Sra. X» se remonta a una época en la que los científicos a menudo no conseguían el permiso de los donantes o de sus familias para utilizar las células. Pensemos también en Henrietta Lacks, la mujer afroamericana víctima de cáncer cuyas células se utilizaron en secreto durante décadas de investigación. Los investigadores de hoy en día deben obtener un consentimiento informado.

«Es fácil condenar sin más a los científicos que llevaron a cabo estos experimentos con los más indefensos de entre nosotros. Y sus acciones fueron en muchos casos horribles e inexcusables», escribió Wadman, señalando el «profundo aborrecimiento moral» que pueden sentir los opositores al aborto y otros escépticos de las vacunas. «Sin embargo, resulta más instructivo —y quizás sea más probable que se eviten traiciones similares en el futuro— si tratamos de entender por qué hicieron lo que hicieron».

Preocupación por las reacciones

Una madre de Luisiana describió que se sintió conmocionada y traicionada cuando descubrió que en el desarrollo de la vacuna se utilizaban líneas celulares de fetos abortados. Enterarse de ello solo hizo que aumentara la desconfianza hacia su pediatra. «Yo confiaba en que mi médico fuera honesto conmigo», dijo. «Siempre busqué vehementemente hacer lo correcto por mis hijos».

Preocupada por las reacciones a las vacunas, buscó en el historial médico de sus hijos y descubrió que su primogénito había sido vacunado contra la hepatitis B después de que le hicieran una cesárea y sin que ella lo supiera, lo que ahondó su sensación de traición.

Como muchos padres con preocupaciones similares, acudió a la OMS, a los Centros de Control de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés), a libros y a revistas médicas para investigar sobre las vacunas, pero su médico se opuso a sus esfuerzos. «Me dijo que no me volviera loca como todos los demás padres y que simplemente vacunara a mis hijos».

Las dudas de Reynvaan sobre las vacunas se remontan a su propia infancia, cuando experimentó una convulsión y una fiebre de 40 grados después de recibir las vacunas correspondientes cuando cumplió 18 meses, y las cuales fueron administradas según las recomendaciones de los CDC. El suceso la llevó al hospital y, aunque su pediatra de entonces no consideró que el episodio fuera una reacción a las vacunas, su madre se volvió recelosa y siguió con un calendario de vacunas menos riguroso, rechazando las vacunas de refuerzo recomendadas. Esto fue antes del Sistema de Notificación de Reacciones Adversas a las Vacunas (VAERS, por sus siglas en inglés), que se puso en marcha en 1990 para que los padres y los profesionales médicos registraran reacciones a las vacunas.

Cada año se notifican unas 30 000 reacciones en el VAERS, y aproximadamente el 85-90 % de ellas se consideran «efectos secundarios leves», como fiebre, dolor en el brazo, o llanto e irritabilidad leve. Las reacciones son más frecuentes en el caso de la DTP, en la que aproximadamente el 50 % de los pacientes presentan fiebre baja (menos de 100.4 grados °F o 38 °C), según la OMS. El VAERS también recoge informes de acontecimientos adversos, como el shock anafiláctico, el cual se produce en una de aproximadamente cada millón de dosis.

La última agenda de investigación establecida por un comité de los CDC en 2011 revisó la relación entre las inmunizaciones y las enfermedades autoinmunes, diciendo que hasta ahora no ha quedado clara una conexión. No obstante, sugirió que se investigara más la variabilidad genética de las respuestas inmunitarias humanas con el objetivo de reducir las reacciones graves a las vacunas.

Reynvaan ha sufrido problemas con padecimientos autoinmunes a lo largo de su vida, mismos que atribuye a las vacunas que recibió en su infancia, y quiere evitar que sus hijos experimenten lo mismo. «No somos cerrados de mente. Creemos que nuestras creencias cristianas y la ciencia no son diametralmente opuestas, sino que trabajan juntas», dijo la madre de Oregón a CT, describiendo años de investigación y la creciente preocupación por las responsabilidades de las empresas farmacéuticas por las reacciones adversas. «A fin de cuentas, nuestro deseo es criar niños sanos».

Una respuesta cristiana

Los opositores a las vacunas conocen el estereotipo negativo que les rodea, sobre todo cuando los brotes amenazan con propagar enfermedades antes erradicadas y ponen en riesgo a poblaciones vulnerables. Crystal Kupper, una madre y periodista de Oregón, dijo que «antes se burlaba de las personas que se resisten a las vacunas llamándolos “teóricos de la conspiración sin educación”». A pesar de que ella es una entusiasta defensora de las vacunas, dice que ganó un nuevo respeto por la llamada «multitud antivacunas» a través de un grupo MOPS (Madres de Preescolares).

«Estas mujeres eran algunas de las personas más cultas… articuladas, bien documentadas, generosas, desinteresadas y semejantes a Cristo que he tenido el placer de conocer», dijo. «Y desde entonces, me duele ver cómo muchos de mis amigos cristianos se burlan abiertamente de las personas que rechazan vacunarse, no solo como estúpidos, sino como egoístas y antibíblicos». A menudo pienso en Efesios 4:29: «Eviten toda conversación obscena. Por el contrario, que sus palabras contribuyan a la necesaria edificación y sean de bendición para quienes escuchan».

Ella puso en práctica sus habilidades periodísticas investigando en revistas médicas para entender la posición de sus amigas e incluso entrevistó a personas que rechazan vacunarse para su propio reportaje. Ella también se escandalizó por el uso de líneas celulares de fetos abortados. Sea cual sea su punto de vista, cree que los cristianos pueden encontrar un terreno común con otros creyentes que se esfuerzan por criar a sus hijos y que, en última instancia, confían en Dios para la salud y la seguridad de sus hijos.

Pero las convicciones cristianas también han impulsado a una minoría a hacer algo más. En 2019, un grupo de Oregón escribió a la legislatura del estado para explicar su posición contra las vacunas y su esperanza de «evitar crear incentivos para el desarrollo de líneas celulares similares en el futuro». Incluso los padres que rechazan las vacunas desarrolladas a partir de líneas celulares de fetos abortados, podrían hacer que sus hijos reciban 9 de las 14 vacunas infantiles recomendadas por los CDC, incluida la vacuna contra la influenza, así como la DTP o la Tdap, las cuales protegen contra el tétanos, la difteria y la tosferina.

Aunque la vacuna contra el sarampión no utiliza líneas celulares fetales, las vacunas contra el sarampión, las paperas y la rubeola ya no están disponibles por separado, por lo que la vacuna triple vírica combinada (que contiene líneas celulares fetales en la vacuna contra la rubeola) es necesaria para combatir el actual brote de sarampión.

Collins explicó que volver a separar la vacuna triple vírica requeriría una supervisión reglamentaria, misma que sería muy costosa, por lo que probablemente no sea una prioridad para los fabricantes. (Merck dejó de producir las vacunas individuales en 2009).

Los investigadores de vacunas de hoy en día tienen muchas más opciones que aquellos que desarrollaron los principales avances en materia de vacunas en los años 60, dijo David Prentice, biólogo celular y director de investigación del Instituto Lozier, una organización pro-vida. «La gran mayoría de las vacunas de hoy en día nunca ven ninguna de esas antiguas líneas de células fetales», dijo. «Se cultivan en células de mono u otros tipos de células humanas o de células madre».

Hay un subgrupo de la oposición cristiana a las vacunas que también se opone a que se utilicen ciertas células animales en la investigación médica, citando la preocupación por las directrices levíticas sobre animales y productos sanguíneos, así como algunas que cuestionan las vacunas contra los virus de transmisión sexual, como el virus del papiloma humano (VPH) y la hepatitis B. Pero muchos de los preocupados por las células fetales preferirían que se utilizaran células animales.

«El uso de células fetales humanas en la creación de vacunas es innecesario», dijo Reynvaan. «Las células animales pueden utilizarse y se utilizan en muchas vacunas actuales».

Las empresas japonesas producen vacunas contra la rubeola y la hepatitis A que no utilizan líneas celulares fetales, sino líneas celulares animales, sin embargo, no están disponibles en Estados Unidos.

La nueva vacuna contra el ébola, que utiliza una línea celular de mono, ha demostrado ser un 97.5 % eficaz en la protección contra el actual brote de esa enfermedad en el Congo. Y mientras que la antigua vacuna contra el herpes zóster se cultivaba en una antigua línea celular de fetos abortados, una nueva versión llamada Shingrix, cultivada en una línea celular de hámster chino, es más eficaz.

Los que se oponen a las vacunas obligatorias desearían que los legisladores ofrecieran más flexibilidad para las exenciones religiosas de los escolares. Una madre describió cómo, en Carolina del Sur, donde nacieron sus hijastros, los padres deben optar, o bien por todas las vacunas, o por no vacunar en absoluto. Por su parte, Nuevo México permite un enfoque más selectivo en su formulario, lo que significa que los padres pueden seleccionar las vacunas acerca de las cuales solicitan una exención. Si bien estas soluciones no atraerán a todo el mundo, podrían hacer cambiar de opinión a algunos padres. Además, incluso el proyecto de ley recientemente aprobado en Washington solo contempla la vacuna triple vírica.

Sin embargo, incluso si los legisladores y los padres religiosos que rechazan el uso de las vacunas pudieran llegar a un acuerdo, la realidad es que la cuestión tiene múltiples facetas para muchos, y algunos siguen haciéndose preguntas sobre la seguridad, en particular sobre la relación entre las vacunas y las enfermedades autoinmunes. Se calcula que entre el 3 y el 5 por ciento de la población padece alguna enfermedad autoinmune.

«Entiendo perfectamente las dudas de la gente al respecto», dijo Prentice. «No ha habido ningún estudio científico que lo certifique, ni a favor ni en contra. (…) Corresponde a los fabricantes de medicamentos… adherirse a las normas más estrictas y eliminar cualquier fuente potencial de un problema biológico».

Para algunos cristianos, comprender el impacto que puede tener toda una comunidad en la salud individual influye en sus decisiones personales, es decir, vacunan para beneficiar a sus vecinos porque mejora la inmunidad de grupo. Por lo tanto, Collins sugirió que los que podamos vacunemos para proteger a los que tienen inmunodeficiencias y cáncer.

Pero mientras tanto, será necesario reconstruir mucha confianza para aquellos que temen que ellos o sus hijos corran el riesgo de sufrir efectos adversos. Reynvaan no está segura de que se pueda confiar en la industria farmacéutica. Tras su investigación personal, ella describió sus hallazgos como llenos de «corrupción, informes falsificados y ciencia incompleta por parte de la comunidad que está a favor de las vacunas».

Rebecca Randall es la editora de ciencia de Christianity Today.

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Por qué Santa Claus tiene un lugar en la Navidad de tus hijos

Estoy cansada de escuchar a padres cristianos usar el anagrama de SATÁN para Santa. San Nicolás fue un santo.

Christianity Today December 14, 2021
greglobinski / Flickr

Escucho curiosos rumores en esta época del año entre cristianos que dicen que dejar que los niños crean en Santa Claus está mal. Que ofrecer un mito a los niños implica que la historia de la Natividad es insuficiente. Que permitir que crean que una buena conducta les hace ganar regalos los hace codiciosos o legalistas. Que creer en Santa Claus significa plegarse ante el materialismo y todo lo que es de plástico.

Pero ¿qué problema habría con que los cristianos abrazaran el mito de Papá Noel, mientras rechazan el materialismo que lleva consigo? Los mitos, después de todo, son métodos consagrados a través de la historia para comunicar la verdad, y el mito de Santa Claus no es una excepción. (Por favor, no me cuenten que su nombre es un anagrama de Satán. Santa viene del latín sanctus, que significa santo. El nombre de Santa probablemente evolucionó a partir de una persona real, Nicolás [enlace en inglés], un cristiano con cuya extrema generosidad ayudó a los desconocidos). Me gustaría proponer que lo que se enseñe a los niños acerca de Santa Claus no esté en conflicto con lo que se enseña acerca de Jesús. De hecho, propongo que la historia de la Natividad y el mito de Santa tengan más en común de lo que estamos dispuestos a creer.

Algunas historias, como las fábulas y las parábolas, no son una verdad empírica, pero son verdad en que apuntan a realidades acerca del mundo de Dios y de la condición humana. Algunas historias son verdad empíricamente y también comunican esta clase de verdad. La historia de la Natividad es un ejemplo perfecto de la última. El mito de Santa Claus es un gran ejemplo de la primera. Santa Claus encarna valores cristianos como la amabilidad, la generosidad y el perdón: todo niño pronto se da cuenta de que, aunque no haya sido perfecto todo el año, Santa no falla. Santa trae regalos tanto a los niños que los merecen como a los que no. Aunque Santa Claus no es una figura de Cristo —eso debe quedar claro—, el mito de Santa no es el problema. El problema es que hemos dejado que los publicistas secuestren a Santa, convirtiendo la Navidad en un evento de venta al por menor.

Obviamente, llevar a tus hijos a creer que su lista de deseos es una lista de órdenes, o enfocar la Navidad exclusivamente en Santa, o usarlo para amenazar o manipular a tus hijos, no es nada útil. Pero dejar que los niños aprecien a Santa mientras son pequeños puede permitirles experimentar un favor inmerecido: la gracia. Según vayan creciendo, podemos señalar a esa experiencia para explicar lo que significa dar y recibir gracia. En vez de reemplazar los cuentos de hadas por hechos crudos y racionales («Eso de Santa no es verdad. ¡Él no existe!»), ¿por qué no contar a tus hijos los relatos de Papá Noel, o de San Nicolás, alguien que da sin esperar nada a cambio, que ama a los niños… y que te trae un regalo, (no treinta)?

C. S. Lewis, uno de los mayores contadores de historias del siglo XX, dedicó Las crónicas de Narnia a su ahijada Lucy Barfield. En la dedicatoria señala: «… las niñas crecen más rápido que los libros. Como resultado, tú ya eres muy mayor para los cuentos de hadas… Pero algún día serás lo suficientemente mayor para empezar a leerlos de nuevo».

Muchos de nosotros nos hemos hecho muy mayores para los cuentos de hadas, aunque no hemos madurado lo suficiente para comprenderlos como adultos. Y robamos algo precioso a nuestros hijos cuando les negamos la oportunidad de creer en los cuentos de hadas, y aprender cómo cosechar la verdad de una historia inventada. El creer, durante un corto periodo de tiempo, les permite más tarde comprender el simbolismo y la metáfora. Y cuando los niños más mayores cuestionen la veracidad de la historia, permitámosles que investiguen las historias y a las personas reales (como San Nicolás) en quienes se basa el mito. Pueden comparar y contrastar a Jesús con San Nicolás.

La Navidad es el día en que celebramos el nacimiento de Jesús, quien nos trajo el mejor regalo de todos: la vida eterna. Y es verdad que necesitamos contarle a nuestros hijos, antes que ninguna otra cosa, que la Navidad celebra la llegada a la tierra del Hijo de Dios (¡nuestra familia incluso le prepara un pastel de cumpleaños!). Pero otras tradiciones navideñas —desde el árbol, pasando por cenar pavo, hasta Santa— también pueden enriquecer y bendecir las festividades de una familia. Al usar el mito de una persona amorosa que te trae un regalo que no te has ganado, les permitimos experimentar una parábola que podrán comprender cuando crezcan. Aprenderán la generosidad al ser receptores de la generosidad.

Lewis (quien, por cierto, incluyó a Papá Noel en uno de sus libros de Narnia) a menudo se carteó con sus lectores. Un joven de nueve años llamado Laurence Krieg le confesó a su madre que posiblemente amaba a Aslan el león más de lo que amaba a Jesús, y se sentía culpable por ello. Su madre escribió al editor, y Lewis en persona respondió en menos de dos semanas.

«Dígale a Laurence de mi parte, con amor», escribió Lewis, «que no puede amar a Aslan más que a Jesús, aunque sienta que eso es lo que está haciendo. Porque las cosas que él ama que Aslan haga o diga son sencillamente las cosas que Jesús hizo y dijo en realidad. Entonces, cuando Laurence piensa que está amando a Aslan, realmente está amando a Jesús: y quizá amándole más que nunca antes… No creo que se tenga que preocupar en absoluto».

La respuesta de Lewis es brillante. Dios creó nuestra imaginación y nos diseñó para conectar de manera profunda con las historias. El mismo Jesús apeló a la imaginación de las personas al contarles parábolas: historias que comunicaban verdades profundas. Aunque las historias sean cuentos de hadas, y por lo tanto no sean verdaderas de un modo empírico, siguen comunicando verdad. Los padres inteligentes pueden usar a Santa Claus para enseñarle a sus hijos a dar en vez de pedir, y a experimentar la generosidad y la gracia.

Keri Wyatt Kent es autora de varios libros sobre espiritualidad cristiana, el más reciente Making Room for God in Your Hectic Life, y ha escrito para diferentes páginas web y revistas, incluyendo Christianity Today. Es miembro de Redbud Writers Guild, y ella y su marido Scott están casados desde hace 17 años y viven con su hijo y su hija en Illinois.

Traducción por Noa Alarcón.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Cómo es la esperanza

Una lectura de Adviento para el 13 de diciembre.

Christianity Today December 13, 2021

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Tercera semana de Adviento: Sacrificio y salvación


En el Antiguo Testamento Dios habló a través de los profetas utilizando palabras e imágenes poéticas para describir la esperanza de la salvación. Esta semana, observamos las profecías que apuntan al Mesías: el siervo, la luz, la promesa que el pueblo de Dios anhelaba.

Lea Isaías 11:1-5 y Jeremías 33:14-16

Tengo tres hijas y a menudo las contemplo con asombro. Simplemente no puedo comprender cómo mundos enteros —las vidas, identidades y futuros de mis hijas— surgieron a partir de un microscópico óvulo fecundado. ¿Cómo es posible el milagro y el misterio de la vida humana? Solo Dios lo sabe.

Desde la época del profeta Isaías hasta la de Jeremías, muchas generaciones de israelitas de los reinos del norte y del sur experimentaron la destrucción de sus tierras, vidas, familias y fuentes de sustento como juicio de Dios por sus pecados. Toda esperanza de un buen resultado se había perdido. Demasiadas generaciones habían experimentado la muerte de mil maneras diferentes como para creer que sus circunstancias serían diferentes. Sin embargo, seguían anhelando un salvador que los rescatara; un mesías que los arrebatara de las garras de sus enemigos.

Cuando la esperanza se desvaneció, cuando vivían como extranjeros oprimidos en imperios de destrucción, el profeta Isaías y más tarde el profeta Jeremías hablaron de esperanza. A través de ellos, Dios transmitió esta promesa de esperanza, descrita como un pequeño retoño que brota «del tronco de Isaí», como un «renuevo justo» que brotaría del «linaje de David» (Isaías 11:1; Jeremías 33:15).

Pasaron generaciones antes de que apareciera la esperanza prometida por Dios. Y, sin embargo, Él cumplió su promesa mediante el advenimiento de nuestro Señor Jesucristo. Mientras las generaciones del pueblo de Dios se preguntaban si Dios vendría alguna vez, Jesús vino en el momento justo. Jesús, que es «nuestra justicia» (Jeremías 33:16), Aquel sobre quien descansa el Espíritu, el que está lleno de rectitud y justicia.

En su humanidad, Jesús brotó de la semilla divina confiada a José y María. Jesús: un pequeño retoño que brota del tronco de Isaí y que gobierna todos los mundos, y todos los mundos posibles, pues en Él y «por medio de Él todas las cosas fueron creadas» y «todas las cosas… por medio de Él forman un todo coherente» (Juan 1:3; Colosenses 1:17). Una vez más, me detengo, maravillada y llena de asombro.

Así como no puedo comprender la naturaleza de la milagrosa existencia de mis hijas, no puedo comprender los misterios de la salvación de Dios, ni el cómo, el qué y el porqué de los tiempos de Dios. Pero lo que sí sé es que Dios cumple sus promesas en la historia, a su pueblo y a las personas. Dios siempre viene. Siempre. Viene cuando menos lo esperamos y de formas que no esperamos, cuando toda esperanza parece perdida. De hecho, nuestro Dios viene como un pequeño retoño verde en un bosque que ha sido quemado hasta los cimientos. Manténgase atento para verlo.

Marlena Graves es estudiante de doctorado y profesora adjunta de seminario. Es autora de varios libros, entre ellos The Way Up Is Down: Becoming Yourself by Forgetting Yourself.

Reflexione sobre Isaías 11:1-5 y Jeremías 33:14-16.


¿Qué esperanza ofrecen estos pasajes? ¿Qué habrán pensado o se habrán preguntado los destinatarios originales de estas profecías? Ore reflexionando sobre el brote de esperanza y salvación que Dios prometió para su pueblo.

Traducción por Sofía Castillo.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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El Dios que sufre

Una lectura de Adviento para el 12 de diciembre.

Christianity Today December 12, 2021

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Tercera semana de Adviento: Sacrificio y salvación


En el Antiguo Testamento Dios habló a través de los profetas utilizando palabras e imágenes poéticas para describir la esperanza de la salvación. Esta semana, observamos las profecías que apuntan al Mesías: el siervo, la luz, la promesa que el pueblo de Dios anhelaba.

Lea Isaías 52:13 – 53:12

Durante el Adviento, es fácil sentimentalizar la Encarnación. Nos imaginamos al Dios-hombre como un bebé con su madre; anticipamos su ministerio como «Consejero admirable» y «Príncipe de paz» (Isaías 9:6). Estos son aspectos reales de la identidad y la humanidad de Jesús, y ciertamente son temas bíblicos apropiados para esta época del año. Pero las palabras proféticas de Isaías en este último de sus Cantos del Siervo —los cuales describen a un siervo del Señor que vendrá y será fiel para guiar a las naciones— aumenta nuestra comprensión de la vida encarnada de Cristo: Jesús nació para sufrir y morir.

El camino de Jesús hacia la gloria no fue sencillo. En lugar de ser aceptado por el mundo, fue despreciado y rechazado (53:3). En lugar de ser exaltado como rey, fue torturado y asesinado (53:5,9). No se trata de una mera tragedia humana, sino de una historia que forma parte del plan divino (53:10). El sufrimiento voluntario de Cristo revela su voluntad de ser, no solo nuestro Sumo Sacerdote, sino también el Cordero del sacrificio.

Esta profunda verdad es más que un concepto teológico. Jesús sufrió como un ser humano en un cuerpo físico, y compartió los aspectos más dolorosos y oscuros de la experiencia humana. Él sabe lo que es ser tratado brutalmente y humillado (52:14), oprimido y abandonado (53:8). En la Encarnación, Jesús se identifica con nosotros incluso en nuestros peores sufrimientos. Para quienes experimentan las fiestas como un tiempo de dolor o soledad, este aspecto de la vida de Jesús puede ser extrañamente reconfortante. Ninguna tragedia humana va más allá de su comprensión o de su solidaridad.

Pero Isaías también deja claro que la historia de Jesús no termina en el sufrimiento y la muerte. Más bien, su aflicción es el medio a través del cual logra su victoria: «Después de su sufrimiento, verá la luz y quedará satisfecho» (53:11). Esto es más que una reivindicación personal. Como siervo justo de Dios, Jesús establece la justicia y la redención para las naciones de la tierra. En otras palabras, Jesús comparte nuestro sufrimiento para que podamos compartir su resurrección. Sus heridas redimen las nuestras y se convierten en la fuente misma de nuestra curación (53:5).

Al contemplar la Encarnación en toda su belleza, también podemos dar gracias por su firmeza. Jesús bajó del cielo y fue aún más lejos, hasta lo más profundo de la vergüenza y el sufrimiento humanos. Lo hizo por nosotros. Y cuando nos encontremos con Él en nuestro propio sufrimiento, pecado y vergüenza, podemos confiar en que no nos dejará allí, porque por sus heridas somos sanados.

Hannah King es sacerdote y escritora en la Iglesia Anglicana de Norteamérica. Trabaja como pastora asociada en la iglesia Village en Greenville, Carolina del Sur.

Medite en Isaías 52:13 – 53:12.

¿Qué es lo que más le llama la atención? ¿Cómo profundiza esta profecía poética su compromiso con el Evangelio? Ore reflexionando sobre cómo estas oscuras descripciones de lo que sufriría el siervo son cruciales en nuestra celebración de Adviento.

Traducción por Sofía Castillo.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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He aquí el Cordero

Una lectura de Adviento para el 11 de diciembre.

Christianity Today December 11, 2021

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Segunda semana de Adviento: Pecado y redención


Juan el Bautista desempeñó un papel crucial en la preparación del pueblo para la venida del Mesías. Esta semana consideramos lo que dicen las Escrituras sobre el propósito de Juan. Reflexionamos acerca de cómo sus enseñanzas sobre el pecado y el arrepentimiento pueden hablar a nuestras propias vidas como discípulos de Cristo.

Lea Juan 1:29-34

El Antiguo Testamento está lleno de pastores. Abraham fue pastor, al igual que Jacob y Raquel, así como Moisés, el rey David y el profeta Amós. El pastoreo era un trabajo importante porque la comunidad del pueblo de Dios en el Antiguo Testamento necesitaba ovejas. Necesitaban corderos, muchos corderos, para cumplir con el requisito de los sacrificios a Dios.

La idea de una matanza aparentemente interminable de corderos a muchos de nosotros nos puede parecer inquietante. Imagínese lo inquietante que debe haber sido para los que participaron en estas ofrendas sangrientas. Sin embargo, a causa del pecado, Dios exigía un sacrificio. Él requería un cordero, pero no cualquier cordero. El cordero tenía que ser inmaculado, sin manchas ni defectos (Levítico 22:21-22). En otras palabras, tenía que ser perfecto.

Aunque el pueblo de Dios tenía la tarea de elegir los corderos más perfectos, esos corderos nunca eran lo suficientemente perfectos. Su sacrificio cubría el pecado, pero nunca podía quitarlo realmente (Hebreos 10:4). Cada alarido de un cordero sacrificado en el Antiguo Testamento era, en cierto modo, un clamor que anhelaba y esperaba al Cordero de Dios verdaderamente perfecto.

Este clamor continuó a través de las generaciones hasta que un día, Juan el Bautista vio a Jesús caminando hacia él y declaró: «¡Aquí tienen al Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!». (Juan 1:29). En esa ocasión, Juan el Bautista estaba ofreciendo una respuesta a la punzante pregunta que Isaac había hecho a su padre Abraham muchos años antes, y que resonó a lo largo de los siglos: «¿Dónde está el cordero?». Abraham había respondido a Isaac: «El cordero … lo proveerá Dios» (Génesis 22:7-8).

Allí, junto al río, Juan el Bautista declaró que Jesús era el cordero que Dios había prometido que proveería. He aquí el Cordero de Dios, perfecto, sin mancha y sin defecto (véase 1 Pedro 1:18-19).

Ya no estamos buscando al cordero. Él ha venido. Jesucristo es ese cordero que fue sacrificado —crucificado— en nuestro lugar (1 Corintios 5:7). Él es el cordero «traspasado por nuestras rebeliones» y «molido por nuestras iniquidades» (Isaías 53:5). Jesús es el cordero, el único cordero, que de una vez por todas cumplió el sacrificio por nuestros pecados (Hebreos 10:12).

Juan dio testimonio de que Jesús era el «Elegido de Dios» (Juan 1:34, NTV). El niño que nació, que Juan declaró, era también «el Cordero que fue inmolado» (Apocalipsis 13:8, LBLA). Hoy, cuando adoramos al Señor, podemos repetir las palabras proféticas de Juan: ¡He aquí el Cordero!

Anthony J. Carter es el pastor principal de la Iglesia de East Point en East Point, Georgia. Es autor de varios libros, entre ellos Dying to Speak y Running from Mercy.

Lea Juan 1:29-34. (Opcional: reflexione también sobre Juan 1:6-8; 1 Corintios 5:7; 1 Pedro 1:18-19).

¿Cómo se conectan las enseñanzas de Juan el Bautista sobre el pecado y el arrepentimiento con el testimonio que dio sobre Jesús? ¿Cómo desea responder a Jesús al contemplar su identidad como Cordero de Dios?

Traducción por Sofía Castillo.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Gracia asombrosa y purificadora

Una lectura de Adviento para el 10 de diciembre.

Christianity Today December 10, 2021

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Segunda semana de Adviento: Pecado y redención


Juan el Bautista desempeñó un papel crucial en la preparación del pueblo para la venida del Mesías. Esta semana consideramos lo que dicen las Escrituras sobre el propósito de Juan. Reflexionamos acerca de cómo sus enseñanzas sobre el pecado y el arrepentimiento pueden hablar a nuestras propias vidas como discípulos de Cristo.

Lea Mateo 3:1-12

El escritor del evangelio, Mateo, preserva el escenario histórico del ministerio de Juan el Bautista con una simple marca de tiempo: «En aquellos días» (v. 1). Al leer el capítulo anterior (así como Lucas 3) se comprende que eran los días de gobernantes megalómanos, como Herodes el Grande, quien, con una furia sanguinaria, mandó a matar a los niños de Belén. Tras la muerte de Herodes y el ascenso de su hijo al poder, José siguió temiendo por su familia y la trasladó a Nazaret «para que se cumpliera lo que fue dicho por medio de los profetas: Será llamado nazareno» (2:23, LBLA).

El evangelio de Mateo insiste en el cumplimiento de las promesas proféticas de Dios. «Dios dijo, y se cumplió», subraya Mateo una y otra vez. Por supuesto, esta noción no debe tratarse como algo evidente, no cuando la realidad visible sugiere que el mal está ganando. Cuando los bebés mueren a manos de un rey malvado, por ejemplo, ¿podemos confiar realmente en que el cielo se ha acercado, como predicó Juan el Bautista (3:2)?

Juan el Bautista nos recuerda a Elías en el Antiguo Testamento, vestido con pelo de camello, comiendo langostas y miel silvestre. Elías fue otro profeta que ejerció su ministerio bajo un régimen malvado. El rey Acab, al igual que Herodes, también mató por ambición. Después de la dramática victoria de Elías sobre los profetas de Baal, su reina Jezabel puso precio a la cabeza de Elías.

Arrepiéntase, porque el reino de los cielos está cerca. Este es esencialmente el mensaje predicado por todos los profetas de Dios, y por la gracia de Dios, es un mensaje que llega en la oscuridad. Es un mensaje de buenas nuevas: ha habido un cambio de administración. Este anuncio, predicado tanto por Juan como por Jesús, anticipa que otro Rey subirá al trono. Como el mismo profeta Isaías ya había declarado muchos siglos atrás, el gobierno de este Rey, a diferencia del gobierno del rey Acab o del rey Herodes, será uno de paz (Isaías 9:6-7).

Seguir al Rey Jesús no es simplemente ser salvado por Él, es ser cambiado por Él. Según Pablo, el Evangelio nos dice que Jesús «se entregó por nosotros para rescatarnos de toda maldad y purificar para sí un pueblo elegido, dedicado a hacer el bien» (Tito 2:14).

Conocemos la obra de la gracia asombrosa, salvadora y purificadora cuando el pueblo de Dios se aparta del pecado y se entrega totalmente a Dios. Si el Adviento es el amanecer de la luz, el arrepentimiento es el hábito diario de caminar en ella.

Jen Pollock Michel es escritora, presentadora de podcasts y conferencista que vive en Toronto. Es autora de cuatro libros, entre ellos A Habit Called Faith y Surprised by Paradox.

Reflexione sobre Mateo 3:1-12.

¿De qué manera la idea de que el reino «está cerca» (v. 2) o «se ha acercado» (LBLA) añade contexto al llamado de Juan al arrepentimiento? ¿Qué revela esta afirmación sobre Jesús? ¿Cómo enriquece su comprensión del Evangelio? ¿Cómo enriquece su comprensión de la gracia purificadora?

Traducción por Sofía Castillo.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Buenas Nuevas y severas

Una lectura de Adviento para el 9 de diciembre.

Christianity Today December 9, 2021

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Segunda semana de Adviento: Pecado y redención


Juan el Bautista desempeñó un papel crucial en la preparación del pueblo para la venida del Mesías. Esta semana consideramos lo que dicen las Escrituras sobre el propósito de Juan. Reflexionamos acerca de cómo sus enseñanzas sobre el pecado y el arrepentimiento pueden hablar a nuestras propias vidas como discípulos de Cristo.

Lea Lucas 3:7-18

El enérgico sermón de arrepentimiento de Juan el Bautista no es el «curso de introducción» de muchas iglesias evangélicas. Juan no quería que la gente simplemente admitiera su pecado, creyera en Jesús y confesara su fe en Él. Según el profeta que bautizaba, el arrepentimiento inicia un cambio de vida. ¡Amen a los pobres! Sean honestos. Manejen su negocio con integridad. No hay lugar para la tibieza religiosa. Decidir pasar por el bautismo de Juan era someterse a la limpieza espiritual y moral y, según Lucas, estas eran palabras que traían «buenas nuevas» (v. 18).

La obediencia a Dios siempre había sido fundamental para la vocación del llamado de Israel. El estatus familiar no dependía del desempeño religioso. Más bien, su identidad como posesión preciada de Dios constituía el fundamento de su vocación de obediencia. A través de la familia de Abraham, el pueblo de Dios representaría a Dios en el mundo: su santidad, su misericordia, su amor constante y su fidelidad. «Ustedes serán para mí un reino de sacerdotes y una nación santa», le dijo Dios a Moisés antes de entregarle los Diez Mandamientos (Éxodo 19:6). Pero Israel fracasó en obedecer ese llamado, cayó en la idolatría y fue expulsado de la Tierra Prometida.

Aunque el pueblo de Dios regresó finalmente a la tierra, la ocupación romana seguía marcando el exilio. Por eso, cuando Juan hablaba de arrepentimiento y de volverse, traía a la memoria del pueblo las bendiciones de Dios y su vocación, y las multitudes acudían a escucharlo.

La respuesta entusiasta al lenguaje cáustico de Juan parece sorprendente. El profeta no era un televangelista hábil. Las notas de sus sermones no contenían trivialidades para suavizar el tono del mensaje. No vendía evasivas morales ni jugaba con el «castigo que se acerca» de Dios (Lucas 3:7). Decía claramente: cada uno de ustedes es culpable de pecado, y el pecado será juzgado. Dada nuestra cultura de la autoestima, podríamos preguntarnos quién se habría apuntado a esta charla espiritual directa. Pero, como ya se sabe, si el cáncer invadió los pulmones, uno quiere que lo encuentren y lo extirpen. O, como diría Juan el Bautista, no es posible tener salud espiritual sin un hacha (v. 9).

Este mensaje no es una advertencia sin amor, ni habla con dureza y sin compasión. También hay esperanza más allá del esfuerzo propio. Dios estaba enviando a otro que bautizaría (v. 16) y que haría posible el verdadero arrepentimiento. «Si se me dice, una y otra vez, que me arrepienta, que cambie, que oriente mi vida hacia Dios, nunca ocurrirá nada», escribió Fleming Rutledge en Advent [Adviento]. «No necesito escuchar exhortaciones para arrepentirme. Necesito un poder externo que venga sobre mí para cambiarme». Cuando el Mesías viniera, Él bautizaría a sus seguidores con su Espíritu, y no dejaría a ninguno igual.

Jen Pollock Michel es escritora, presentadora de podcasts y conferencista que vive en Toronto. Es autora de cuatro libros, entre ellos A Habit Called Faith y Surprised by Paradox.

Reflexione sobre Lucas 3:7-18.

¿En qué sentido el mensaje de confrontación de Juan el Bautista son «buenas nuevas»? ¿A qué debería prestarle mayor atención en las palabras de Juan? Ore pidiendo al Espíritu Santo que actúe en usted y produzca un fruto en su vida que refleje arrepentimiento.

Traducción por Sofía Castillo.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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El arrepentimiento hecho posible

Una lectura de Adviento para el 8 de diciembre.

Christianity Today December 8, 2021

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Segunda semana de Adviento: Pecado y redención


Juan el Bautista desempeñó un papel crucial en la preparación del pueblo para la venida del Mesías. Esta semana consideramos lo que dicen las Escrituras sobre el propósito de Juan. Reflexionamos acerca de cómo sus enseñanzas sobre el pecado y el arrepentimiento pueden hablar a nuestras propias vidas como discípulos de Cristo.

Lea Lucas 3:1-6

Somos tentados a imaginar el mundo antiguo de la Biblia como algo mucho más extraño y desconocido que familiar.

En frases como: «En el año quince del reinado de Tiberio César» (Lucas 3:1), nos parece que podemos oír el parloteo de nuestro profesor de Historia en la escuela. Pero el evangelio de Lucas nos presenta un mundo reconocible. Un mundo en el que reinaba la sed de poder, celebridad y riqueza. En ese mundo, el poder político hacía el derecho. En el año 19 d.C., por ejemplo, Tiberio César exilió a la comunidad judía de Roma solo porque le dio la gana. En ese mundo, las lealtades religiosas estaban corrompidas por las concesiones políticas. Los arqueólogos creen haber encontrado la casa de Caifás, con sus múltiples pisos, instalaciones de agua y suelos de mosaico, lo cual atestigua la complicidad del sumo sacerdote con el partido gobernante. Al igual que el nuestro, ese mundo esperaba ser rescatado.

Es posible que Juan el Bautista haya sido miembro de una de las pequeñas comunidades de santidad que huyeron de Jerusalén a causa de la corrupción. Desde el desierto, Juan predicó su «bautismo de arrepentimiento para el perdón de los pecados» (v. 3) y anunció un fuerte grito de salvación (v. 6). Como precursor de Jesús, Juan estaba abriendo un camino para que la gente viera aquello que Roma, a pesar de sus promesas, nunca podría proporcionar.

Para la mente judía, el arrepentimiento era un medio para restaurar la bendición de Dios. Aunque el arrepentimiento le recordaba a la gente su pecado, era, a pesar de todo, una buena noticia. Esto lo vemos claramente en el Libro de Deuteronomio. Cuando Moisés repitió los términos del pacto que Dios hizo con Israel, le recordó al pueblo de Dios que el pecado siempre sería su ruina. Dijo que, para su propio riesgo, «… se cree bueno y piensa: “Todo me saldrá bien, aunque persista yo en hacer lo que me plazca”» (29:19, NVI). Sin embargo, a pesar del placer que la gente pueda pensar que el pecado le proporciona, este siempre es causa de una eventual catástrofe, tal como lo aprendió Israel por las malas.

El arrepentimiento es un llamado a dejar el pecado y volverse hacia Dios. En otras palabras, el arrepentimiento es un llamado a dejar de dañarse a sí mismo y volverse hacia la autopreservación. El arrepentimiento es una medida para salvar la vida.

Pero como nos recuerda el mensaje de Juan el Bautista, este giro solo es posible porque Dios envió una «palabra… a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto» (Lucas 3:2, NBLA). El anuncio de la buena noticia es que Dios mismo ha preparado el camino para que el pueblo de Dios vuelva a Él. Durante el Adviento, recordamos que el arrepentimiento es posible porque el Verbo era Dios y Dios lo envió a hablar, a servir y a salvar.

Jen Pollock Michel es escritora, presentadora de podcasts y conferencista que vive en Toronto. Es autora de cuatro libros, entre ellos A Habit Called Faith y Surprised by Paradox.

Reflexione sobre Lucas 3:1-6.

¿De qué manera el énfasis que hacía Juan el Bautista en el arrepentimiento es esencial para preparar el camino de Jesús? ¿Cuándo ha experimentado el arrepentimiento como «una medida de salvación»? Pídale a Dios en oración que profundice su comprensión y puesta en práctica del arrepentimiento.

Traducción por Sofía Castillo.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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El Hijo resucitado

Una lectura de Adviento para el 7 de diciembre.

Christianity Today December 7, 2021

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Segunda semana de Adviento: Pecado y redención


Juan el Bautista desempeñó un papel crucial en la preparación del pueblo para la venida del Mesías. Esta semana consideramos lo que dicen las Escrituras sobre el propósito de Juan. Reflexionamos acerca de cómo sus enseñanzas sobre el pecado y el arrepentimiento pueden hablar a nuestras propias vidas como discípulos de Cristo.

Lea Lucas 1:67-79

En mi denominación, oramos las palabras del cántico de Zacarías cada día durante el servicio de oración matutina. Al comenzar el nuevo día, decimos o cantamos: «La Aurora nos visitará desde lo alto, para dar luz a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte, para guiar nuestros pies en el camino de paz» (vv. 78-79, LBLA).

Cualquiera que haya hecho el esfuerzo de levantarse temprano y subir a una colina o a una torre para contemplar la corona ardiente del sol aparecer y convertirse en una esfera brillante y refulgente en el horizonte, sabrá lo fácil que es considerar un amanecer como una metáfora de esperanza. El sol naciente dice: «Sea lo que sea que pasó ayer, ahora comienza un día de nuevas posibilidades. Hay vida más allá de la oscuridad y paz más allá de la lucha».

Tal vez el uso más famoso de la metáfora proviene del profeta Malaquías del Antiguo Testamento, que imagina al sol como un pájaro pacífico cuyo vuelo extiende misericordia sobre aquellos que miran hacia arriba para verlo. En la memorable paráfrasis de Eugene Peterson, Malaquías 4:2 dice: «¡Pero ustedes verán el amanecer! El sol de justicia amanecerá sobre los que honran mi nombre, irradiando sanidad desde sus alas» (MSG) [traducción propia].

Lo que esperamos cuando decimos estas palabras mañana tras mañana es que la cálida luz del sol simplemente nos recuerde la luz de Dios que brilla en nuestros corazones con una gracia renovada para el día que tenemos por delante (2 Corintios 4:6).

Sin embargo, una de las cosas que siempre me resulta un poco discordante cuando oro el cántico de Zacarías es que el símbolo un tanto difuso y universalmente reconocible del sol naciente se encuentra junto a la clara referencia a un niño en particular de la historia: el primo de Jesús, a quien conocemos como Juan el Bautista. «Y tú, hijito mío», canta Zacarías, desprendiéndose de su grandiosa metáfora para centrarse en un ser humano específico, «serás llamado profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor para prepararle el camino» (Lucas 1:76, NVI).

Ahora puedo ver lo que esto significa para mi vida de oración: que todas las conversaciones hermosas, aunque en ocasiones indeterminadas, sobre la luz divina, la salud, la paz y demás se centran en los acontecimientos que rodean a un profeta israelita del primer siglo que un día, señalando lejos de sí mismo, declaró sobre Jesús: «¡Aquí tienen al Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!» (Juan 1:29). Sí, es cierto que el sol nos recuerda la esperanza, pero, sobre todo, nos recuerda la esperanza del propio Hijo.

Wesley Hill es sacerdote en la Catedral Episcopal de la Trinidad, en Pittsburgh, Pensilvania, y profesor asociado de Nuevo Testamento en el Seminario Teológico Western, en Holland, Michigan.

Medite en Lucas 1:67-79.

¿Cómo llama Dios su atención en la profecía de Zacarías? ¿Qué destaca este cántico sobre Dios? ¿Qué destaca sobre la humanidad? ¿Y sobre el propósito de Juan el Bautista y el plan de Dios?

Traducción por Sofía Castillo.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Esta Navidad, aferrémonos a las cosas correctas

Asir nuestras posesiones y seres queridos con soltura hace que nuestra esperanza crezca.

Christianity Today December 7, 2021
CottonBro / Pexels

En la mayoría de las temporadas navideñas, unos cuantos juguetes o accesorios «imprescindibles» del año aparecen anunciados en los programas de televisión y en las promociones pagadas en las redes sociales. Pero la gran historia de las compras navideñas de este año ha sido la ansiedad por los precios y el flujo de las cadenas de suministro [enlaces en inglés], y por saber si recibiremos todas las cosas que queremos a tiempo para desenvolverlas el 25 de diciembre.

Como cristianos, sabemos que no deberíamos dejar que las cosas que deseamos tengan tanta influencia sobre nosotros. A menudo dejo las cosas que mi familia ya no usa en los contenedores de donaciones de Goodwill, alejándome cada vez con las palabras «nada me faltará» resonando en mi cabeza. Y, sin embargo, en cuanto el cartel del centro de donaciones aparece en mi espejo retrovisor, vuelvo a adquirir el hábito de comprar cosas que realmente no necesito.

Mi mente se aclara de nuevo en los momentos en que me concentro más en la primera parte de esa línea del Salmo 23:1: «El Señor es mi pastor». Esta lucidez es como el primer día en casa después de un viaje de campamento o de una visita a un lugar lejano.

Tengo todo lo que necesito. Y me acompaña adondequiera que voy.

Cada vez que cierro una pestaña de compras en línea, pienso en lo que Wendell Berry describe como la «alegría de la resistencia a las compras», decidiendo prescindir de las cosas que ya había puesto en mi carrito. Cuando la temporada de rebajas y el estrés nos presionan, esta resistencia requiere un esfuerzo. Pero la esencia de nuestra verdadera esperanza permanece y nos ayuda a seguir adelante.

La esperanza, sin embargo, requiere práctica. Sigo olvidando que debo desprenderme de todo tipo de cosas. Me pongo sentimental con los viejos zapatitos de bebé, con los pantalones que digo que me pondré algún día y con los utensilios de cocina que dicen que ahorran tiempo y que, en realidad, solo ocupan tiempo y espacio. ¿Cómo podemos liberarnos de las cosas que nos poseen y, en cambio, fortalecer nuestra capacidad de tener esperanza?

Podemos practicar la satisfacción y el agradecimiento, por supuesto. Si todo lo que tenemos pertenece a Dios, entonces es necesario hacer un inventario honesto de lo que ya se nos ha dado. Y si ya pertenecemos a Dios, entonces no tenemos que adquirir más cosas para encontrar nuestra importancia o seguridad.

Si aprender a desprenderse de las cosas es bastante difícil, es aún más difícil aprender que el «nada me faltará» a menudo también significa dejar de aferrarnos a las personas que amamos.

Nuestra familia se extiende desde Oregón hasta California, desde Colorado hasta Misuri y Florida. Desearía que viviéramos más cerca. Y cuando mis hijos mayores están en un campamento de verano y sus habitaciones están en silencio, su ausencia llama mi atención y me hace observar los artefactos que me hablan de quiénes son: su helado favorito, cierta canción en la radio, la gorra de béisbol aplastada bajo el sofá o los zapatos enlodados junto a la puerta trasera.

Siempre oro por mis hijos y familiares cuando los echo de menos. Pero también celebro la forma en que estas personas que amo están viviendo las vidas que Dios les ha dado para vivir, exactamente en el lugar a donde han sido llamadas. Cuando abro mi corazón a los grandes planes de Dios, me hago una idea más completa de las distintas formas en que Él obra en este mundo. Soltar y dejar ir es parte de lo que hace esto posible.

En el matrimonio, la amistad y la vida familiar, el amor se construye sobre una trayectoria de trampolín. Amar es recibir, soltar, lanzar y entregar. Cualquier don que los hijos reciben de sus padres, aunque sea imperfecto, está arraigado en la valentía fundamental de amar y soltar; en la confianza de que, sea cual sea el espacio que se alquile, Dios lo llenará con su presencia.

Cuando Jesús ascendió a las nubes tras su tiempo en la tierra, sus amigos se sintieron confundidos por su partida. Pero en su ascensión, Jesús dijo: «No te aferres a mí» (Juan 20:17, NTV). Jesús tuvo que irse, dejando espacio para enviar a un compañero aún más cercano. Envió al Espíritu Santo para que estuviera no solo a nuestro lado, sino en nosotros. El nuevo Regalo era uno que no habríamos sabido pedir.

El cambio es una constante. Los niños pequeños no se quedan pequeños. Nuestros suéteres favoritos se desgastan. Hasta los cielos se desgastarán un día. Por eso seguimos trabajando para no depositar nuestra esperanza en nada que vuelva al polvo o a los contenedores de donaciones de Goodwill. Podemos desprendernos de ellos, porque cada vez que lo hacemos, hacemos espacio para que el Dios que sigue siendo el mismo nos ofrezca más de sí mismo.

Y cuanto más recibimos de su presencia, mayor es nuestra capacidad de amar sin apegos pegajosos y obstinados a los demás o a las cosas que tenemos.

Traducción por Sofía Castillo.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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