El año pasado, una tarde de domingo fría y gris —por casualidad era el día de Halloween— me encontré en el asiento trasero de un Mini Cooper negro y plateado, saltando los reductores de velocidad por las estrechas calles de un suburbio de Edimburgo.
Iba de regreso de un almuerzo con la pastora de una iglesia que trabaja en un proyecto de viviendas en proceso de aburguesamiento, también conocido como scheme (esquema), al sureste de la capital escocesa.
De repente, mi nueva amiga Tasha, de 34 años y oriunda de los esquemas de la ciudad, frenó y bajó la ventanilla.
«¡Eh!», gritó, llamando la atención de una pandilla de chicos en edad escolar. «¿Qué están haciendo?». Estaban tirando piedras a las ventanas de un segundo piso. Tasha pasó uno o dos minutos reprendiéndolos, y los chicos siguieron su camino tímidamente.
«Los conozco», explicó. Pero no hacía falta. Ya había deducido que Tasha era conocida y respetada en su comunidad. Tasha, cuyo nombre completo es Natasha Davidson, supervisa el ministerio de mujeres en la iglesia que yo fui a visitar, Niddrie Community Church.
La congregación forma parte de una creciente red de plantación de iglesias llamada 20schemes, cuyos líderes sueñan con iniciar o revitalizar 20 iglesias en 20 proyectos de viviendas de Escocia. Hasta ahora tienen seis iglesias, y otros cinco equipos se están preparando para plantar iglesias nuevas. Los proyectos suelen tener una fuerte identidad comunitaria y tratan de no cruzarse con los proyectos vecinos. Por ello, 20schemes tiene tres iglesias en tres comunidades distintas, aunque se encuentren a poca distancia entre ellas.
Personalmente, me atrajo el hecho de que 20schemes se centrara en las mujeres. A lo largo de mi vida, he estado inmersa en círculos complementarios que valoraban a las mujeres, pero que también tenían una teología de la jefatura masculina en la iglesia y el hogar. Viví de primera mano esta ideología, primero como hija de pastor en una pequeña iglesia en la región de Nueva Inglaterra, luego mientras asistía a la iglesia de Timothy Keller como estudiante universitaria en la ciudad de Nueva York y, más tarde, como estudiante del Seminario Teológico Bautista del Sur y miembro del personal de una iglesia bautista del sur.
Había participado en un sinfín de conversaciones y escrito múltiples artículos sobre el papel de la mujer mientras ordenaba mis propios puntos de vista. Había sido testigo de cómo las iglesias adoptaban distintos enfoques sobre el ministerio de género, independientemente de su postura teológica: desde iglesias como la mía, que solo ofrecen espacios mixtos, hasta congregaciones que contratan a mujeres líderes y organizan muchos eventos solo para mujeres.
Y había observado con simpatía los acalorados debates en línea entre evangélicos estadounidenses sobre divisiones doctrinales y las experiencias de abuso sexual o espiritual entre las mujeres a manos de pastores varones.
Sin embargo, nunca había visto nada parecido a 20schemes. Allí se ve a las mujeres y se les llama. Allí, las iglesias contratan activamente a mujeres, las promocionan y se centran de forma desproporcionada en ministrar a las mujeres.
La cultura del esquema es intrínsecamente matriarcal. Los hombres están en gran medida ausentes o son pasivos en los proyectos de vivienda, me comentaron los líderes, y al menos la mitad de los hogares están encabezados por madres solteras. Muchas mujeres han sufrido violencia y abusos y, por tanto, desconfían de los hombres.
En este contexto, equipar y elevar a las mujeres para que alcancen a sus propias comunidades y las cuiden parece la estrategia obvia, y los líderes de la iglesia la han adoptado. A través de los ministerios de su iglesia local y de su asociación con la Escuela de Teología de la Unión de Gales, Niddrie y la red 20schemes educan a mujeres urbanas desfavorecidas y capacitan a muchas de ellas para que se conviertan en líderes de la iglesia.
Las iglesias de los esquemas se sienten como si fueran el último lugar en el que uno encontraría una convicción doctrinal inflexible sobre la jefatura masculina. Pero eso es lo que más me intrigó de 20schemes: a pesar de centrarse en las mujeres, la red se aferra con firmeza y sin pedir disculpas a la teología reformada y a su creencia en los distintos roles de cada género.
«En lo que a mí respecta, la Biblia es clara», me dijo el pastor de la Iglesia Comunitaria de Niddrie y director de 20schemes, Mez McConnell. «El liderazgo de la iglesia es masculino. Los dirigentes de la iglesia son varones. Y eso se extiende a la vida familiar. Todo lo demás está en juego».
McConnell tiene 49 años y mide apenas 5 pies y 4 pulgadas [1.65 m], aunque siempre lleva un gorro en la cabeza, que le proporciona unos centímetros de más. Rara vez esboza una sonrisa, y su cáustico ingenio suele ofender la sensibilidad de la clase alta estadounidense.
«Estos tontos igualitarios me odian porque dicen que odio a las mujeres», me dijo McConnell. Dice que el término complementario significa muy poco en los esquemas, pero también tiene algo que decirle a aquellos a los que el término les importa: «Los complementarios no están capacitando a ninguna mujer».
McConnell protege ferozmente a las mujeres de su congregación. Él también sabe lo que es quedarse fuera de las oportunidades de liderazgo y ser excluido de la educación teológica. En su libro The Least, the Last and the Lost [Los más insignificantes, los últimos y los perdidos] McConnell recuerda que un líder de la iglesia le dijo: «La universidad bíblica no es para tipos como tú, Mez. Limítate a amar a Jesús y estarás bien» [Los enlaces en este artículo redirigen a contenidos en inglés].
Aunque McConnell no es nativo de los esquemas, creció en la pobreza y pasó tiempo en las calles y en la cárcel. Puede identificarse con la cultura de los esquemas, donde ahora vive con su mujer, Miriam, y donde ha criado a sus dos hijas.
«La suposición tácita parecía ser que los tipos “como yo” no necesitaban conocer la Biblia tan profundamente», escribió. «Nunca oí una voz como la mía, ni conocí a una persona de mi origen en la iglesia, salvo si había una noche de testimonios en algún lugar».
Tras la Primera Guerra Mundial, el Parlamento británico aprobó la Ley Addison para construir 500 000 viviendas en tres años, de las cuales se construyeron menos de la mitad. Se concentraron en complejos de viviendas gestionados por los ayuntamientos y son conocidas como bienes del ayuntamiento. En Escocia, se conocen como esquemas.
Antes de la Primera Guerra Mundial, el 1 % de la población británica vivía en casas del ayuntamiento, pero para 1938 esa cifra había aumentado al 10 %. En 1961, había aumentado a más de una cuarta parte de la población del Reino Unido, incrementando la división entre la clase trabajadora y la clase media.
Esa división tiene implicaciones para los plantadores y líderes de iglesias. Muchos residentes de los esquemas no tienen acceso a un vehículo, y pueden no tener los fondos necesarios para los pasajes de autobús. Solo un par de docenas de iglesias evangélicas funcionan en los barrios más pobres de Escocia, según McConnell.
«La brecha entre la iglesia evangélica y los que viven y mueren en los planes de vivienda, los esquemas y las urbanizaciones municipales es tan grande como nunca antes», escribe McConnell en su libro. «El error se encuentra en el ámbito de la iglesia local. Se trata de los pastores y los líderes de la iglesia que, de forma muy evidente, no consideran que el ministerio evangélico en los esquemas y los planes municipales sea una prioridad en sus pueblos y ciudades".
Las complejidades de la pobreza han agotado los planes de los hombres. Las mujeres allí, particularmente las solteras y las madres solteras, son especialmente vulnerables y dependen de la ayuda del gobierno. A menudo se enfrentan a una empinada cuesta arriba para conseguir mejores condiciones de trabajo y de vida.
Como me dijo Rachel Parenteau, una trabajadora de 27 años de Ontario, «Si tu ministerio no alcanza a las mujeres, no alcanzará al esquema».
Después de que McConnell se hiciera cristiano, asistió al seminario y se trasladó a Brasil para ser misionero. Pero finalmente se convenció de que tenía que llevar a Cristo a su propia cultura en el Reino Unido. McConnell se convirtió en el pastor de la iglesia de Niddrie y, según me contaron los líderes, la revitalizó.
Anteriormente, la iglesia había sido patriarcal, y McConnell aportó equilibrio teológico: creía en la jefatura masculina, pero animaba a las mujeres que sentían que nunca podrían tener autoridad espiritual sobre los hombres a pasar al frente para la oración de la congregación.
La visión de McConnell para su congregación de Niddrie se amplió rápidamente hasta convertirse en una iniciativa de plantación de iglesias, y se enfrentó a una fuerte resistencia inicial por parte de la comunidad. Para ayudar a superarla, McConnell contrató rápidamente a Sharon «Shabba» Dickens como directora del ministerio femenino a tiempo completo de 20schemes para capacitar a las esposas de los plantadores de iglesias y a las internas del ministerio.
Aproximadamente la mitad de los becarios de 20schemes son mujeres, capacitadas para trabajar en las nuevas iglesias. Y muchos de los internos son nativos de la zona, lo que significa que crecieron en los esquemas.
Ahora, a los plantadores de iglesias de 20schemes se les aconseja a menudo que contraten a una mujer como primer paso para iniciar una iglesia.
«Estamos formando a mujeres para que sean maestras de la Palabra y ofrezcan cuidado pastoral, especialmente en un contexto urbano en el que la mayoría de las mujeres son solteras», me dijo el director ejecutivo de 20schemes, Matthew Spandler-Davison.
La visión de llegar a las mujeres solteras me entusiasmó. Al fin y al cabo, yo también había servido como mujer soltera en el personal de una iglesia que atendía a muchas mujeres solteras, muchas de las cuales eran cristianas principiantes. Me matriculé en el seminario —donde a menudo era una de las pocas mujeres que había en el aula— con el apoyo de mis pastores, pero seguía sintiéndome terriblemente mal equipada para satisfacer las necesidades del número de mujeres que me buscaban para recibir consejo espiritual.
Como única mujer del personal, actué como líder femenina de facto a los 25 años. Entre otras iglesias de la zona de nuestra denominación, yo era una de las pocas mujeres remuneradas del personal que no trabajaba con niños.
Busqué con avidez recursos y consejos sobre cómo discipular a las mujeres, encontré algunas compañeras de trabajo y me apoyé en lo que aprendí en mis estudios de seminario. Pero, al igual que muchas mujeres en el ministerio que conocía, seguía sintiendo tensión. ¿Valía la pena invertir en mí? ¿Se tomaría alguien la molestia de comprobar cómo estaba yo? ¿Qué aspecto tenía una relación y una asociación sana con los pastores? ¿Tendría que luchar para que me escucharan, o me buscarían ellos mismos?
Intenté imaginar cómo podrían prosperar las mujeres en mi iglesia y en iglesias como la mía. Aunque a menudo había trabajado en espacios dominados por hombres y había defendido las oportunidades mixtas, pronto me di cuenta de la importancia de crear espacios separados en los que hombres y mujeres pudieran buscar consejo o rendir cuentas sobre temas delicados como el aborto, la sexualidad y el abuso.
Sin embargo, cada vez me sentía más frustrada por la falta de atención o discipulado específico de género para las mujeres en mi propia iglesia. En 2017, me puse en contacto con Jen Wilkin, una líder de la iglesia bautista del sur a la que admiraba desde hacía tiempo, para pedirle consejo.
«Un verdadero complementario», me dijo mientras tomábamos una taza de café, «reconocerá que los hombres y las mujeres tienen necesidades y dones especiales y, en consecuencia, potenciará a cada uno de ellos en esas áreas. No puedes decir que los hombres y las mujeres son diferentes y luego tratarlos como si tuvieran las mismas necesidades».
Wilkin ha expuesto este argumento en otros lugares. Un año más tarde escribió para CT [enlace en inglés] que «como los espacios exclusivamente femeninos otorgan libertad a las mujeres para que contribuyan, siguen siendo el espacio principal (y con demasiada frecuencia, el único espacio) para la identificación y el cultivo de líderes femeninas en la iglesia».
Durante mi semana en Niddrie, Tasha Davidson iba a menudo acompañada del hijo de alguien, o de varios hijos, incluso cuando ayudaba a dirigir eventos, hablaba en paneles e iba a visitar a las mujeres de la iglesia. Con el pelo largo, que se tiñe a menudo, y luciendo de vez en cuando unas gruesas gafas oscuras, contrasta con las líderes del ministerio de mujeres, acomodadas y con influencia en Instagram, que a menudo adquieren protagonismo en Estados Unidos.
Cuando Davidson empezó a asistir a la Iglesia Comunitaria de Niddrie, a menudo aparecía con resaca o intoxicada. Al igual que muchos de sus amigos, había bebido en exceso desde los 12 años, incluso después de haber pasado algunos años de su infancia en un centro de rehabilitación mientras su madre se recuperaba de sus propias adicciones. De adolescente, Davidson dijo que tuvo problemas de salud mental, tales como la autolesión y problemas con la sumisión a la autoridad.
Pero nada de eso era inusual en Niddrie, así que «pensaba que en general era una buena persona» en comparación con los demás, dijo. Después de que una amiga la llevara a la iglesia, Davidson siguió asistiendo durante 18 meses.
«Mis amigos me preguntaban por qué iba a la iglesia, y yo les decía: “No lo sé, voy con mi amiga”», me dijo desde su despacho en la iglesia. Pero un domingo de Pascua se dio cuenta de que necesitaba el perdón. «Miré a mi alrededor y me di cuenta de que esas personas tan, tan diferentes, se amaban unos a otros».
Solo unos meses después de convertirse en cristiana, algunos de los líderes de la iglesia le preguntaron si quería trabajar como becaria para la iglesia, la primera becaria «nativa» de los esquemas. Pronto comenzó a trabajar con los niños de la comunidad y a dirigir estudios bíblicos bajo la atenta mirada de algunas de las esposas de los ancianos.
«Lo que teníamos era un montón de mujeres muy dotadas, desesperadas por servir, pero que no se sentían preparadas para ello». —Sharon Dickens
Ahora, está matriculada en un programa de licenciatura en la Union School of Theology [Escuela de Teología de la Unión], después de haber completado el programa en la Escuela de Teología Ragged, un programa mixto de alfabetización bíblica que se ofrece a cualquier persona de las iglesias de 20schemes.
Pero uno de los mayores cambios que ella notó en sí misma, fruto tanto del aprendizaje de teología como de la interacción con los miembros de la iglesia, dice Davidson, es la forma en que ve a los hombres.
«Muchas mujeres han experimentado abuso de autoridad, sobre todo abuso de autoridad de los hombres», dijo. «Definitivamente fue una lucha para mí cuando me hice cristiana por primera vez. Me costaba responder a cualquiera, pero más a un hombre. Una de las cosas que más agradezco de Niddrie es cómo me los hombres me han cuidado a lo largo de los años. Siempre me he sentido escuchada. Dios ha utilizado eso en mi vida para traer mucha sanación y ayudar a moldear la forma en que veo a los hombres».
A Davidson, que no está casada, también le enseñaron una teología de la jefatura masculina en la iglesia y en el hogar, algo a lo que, según dice, se resistía fuertemente antes de convertirse en cristiana. En 20schemes, una implicación práctica de la jefatura masculina (i. e. que solo los hombres bíblicamente cualificados pueden ser ordenados como pastores), es que todas las mujeres pasan sus enseñanzas y notas a un equipo de ancianos, en parte para el expandir su conocimiento teológico y recibir capacitación, y en parte para asegurarse de que están alineadas con las enseñanzas de los ancianos. Pero Davidson se siente fortalecida por esa responsabilidad, no anulada por ella.
«Me gusta porque ofrece la seguridad de que, en caso de que enseñe algo incorrecto, tengo a estos compañeros, que lo están revisando, y en su sabiduría lo supervisarán», dijo. «Yo era muy joven, pero no me dejaron sola. Tenía mucha red de seguridad y mucho espacio para florecer en la seguridad de otras mujeres que eran maduras».
La Iglesia Comunitaria de Niddrie se reúne en el centro de un esquema, en un edificio de cemento blanco que también sirve de cafetería y centro ministerial. Cuando la visité, estaba celebrando una sesión solo para mujeres de una conferencia bianual que la iglesia organiza para los líderes de 20schemes y algunos miembros de la iglesia.
La conferencia, al igual que los servicios matutinos de los domingos en el esquema, bullía con la energía de una comunidad íntima y multigeneracional que se conocía y amaba. Los líderes de la iglesia convivían y comían con los miembros de la comunidad, muchos de los cuales olían a humo de cigarrillo y algunos cogían platos de stovies escoceses (una cacerola preparada típicamente con restos de asado) con manos temblorosas. Varias personas se apoyaban en muletas o bastones, o cojeaban hasta llegar a sus asientos. Tanto los líderes como los miembros de la iglesia iban vestidos con sudaderas, pantalones deportivos y gorros.
Una de las mujeres que habló en el escenario del pequeño auditorio era Emily Green, una chica de 27 años de York, Inglaterra que trabaja con mujeres. «¿Cuándo fue la última vez que nos negamos a nosotras mismas para amar a otra persona?», preguntó a una sala de 80 mujeres reunidas de toda Escocia. «¿Cuándo fue la última vez que acogimos al marginado en nuestra casa? ¿Cuándo fue la última vez que reprendimos a una hermana con gentileza?».
No escapó mi atención que la mayoría de las mujeres que predicaban tenían menos de 30 años, y que habían sido capacitadas por Dickens, y pastoreadas por los pastores de la iglesia. Y las preguntas que abordaron los ponentes fueron contundentes: ¿Qué ocurre cuando aquél al que estoy discipulando me miente en la cara? ¿Cómo tratamos a los cristianos hipócritas?
Green, que es menuda, rubia y despreocupada, se unió al equipo de 20schemes en 2015, primero como becaria y luego, al cabo de dos años, como trabajadora del ministerio de mujeres de una de las iglesias del esquema. «La plantación de iglesias en el Reino Unido solía ser muy “a la moda”», dijo. «20schemes no era tan emocionante… Ahora, eso es lo que más aprecio, que estén tan centrados en el Evangelio».
El trabajo de Green es tanto misional como pastoral: combina la enseñanza, el asesoramiento y la construcción de una comunidad entre las mujeres de los esquemas. En lugar de organizar eventos, como muchos líderes de ministerios femeninos en EE. UU., se centra principalmente en brindar consejería y acompañar a las mujeres que luchan contra las adicciones, los traumas y las enfermedades mentales.
El reto más importante no es solo la guerra espiritual. (Green vio cómo una de las chicas que había venido discipulando, una graduada de un programa de rehabilitación, tuvo una «recaída masiva» la noche antes de su bautizo programado). El reto mayor es su edad.
«Soy muy joven. Me meto en cosas del ministerio de mujeres sin estar preparada para decirle lo correcto a mujeres que han pasado por tanto y han experimentado tanto», dijo Green. «No vengo de un barrio administrado por el ayuntamiento; mi educación ha sido muy diferente. Ha sido un reto, pero ha sido una labor que realmente me ha enseñado humildad».
Los líderes de la iglesia no solo la han equipado mediante la capacitación con un consejero local y las revisiones semanales, dijo Green; la han empoderado. Como trabajadora de las mujeres de la iglesia, trabaja junto con el pastor, funcionando casi como una pastora de mujeres. Visita a las mujeres en sus casas, con o sin el pastor, y se reúne regularmente con ellas para citas de asesoramiento bíblico. A veces, su trabajo consiste simplemente en la cansada labor de crear confianza y relaciones en el esquema.
Antes de visitar los esquemas, llamé a Dickens, la directora de mujeres de 20schemes, a través de Zoom. Estaba envuelta en mantas en su casa rentada en una tarde de diciembre. Ella se encuentra en el centro de la estrategia de la red para llegar a las comunidades, y yo quería escuchar su historia.
Dickens, de 51 años, puede destacar en su iglesia con su pelo blanco peinado en picos, pero prefiere liderar en silencio detrás de bambalinas, sirviendo como una especie de mentora o figura materna para las mujeres solteras más jóvenes de los esquemas. Criada en un esquema al norte de Edimburgo, Dickens encontró a Jesús a los 18 años, tras la conversión radical al cristianismo de su violento y abusivo novio.
«Me resultó más difícil lidiar con eso que con la violencia», dijo. «No podía entenderlo».
Cuando por fin ella también se convirtió, se rindió por completo, y trabajó como misionera voluntaria durante un año, justo después de obtener el certificado de una escuela técnica. Sus padres, que llevaban mucho tiempo presionándola para que escapara de los esquemas, «se habrían sentido mejor si les hubiera dicho que usaba drogas», dijo. «Pensaron que había caído presa de una secta».
Ese año de servicio se convirtió en cuatro y dio lugar a más trabajos en el sector social, incluido el trabajo con iglesias, y finalmente con la Iglesia Comunitaria de Niddrie y 20schemes. Ahora, aunque Dickens es divorciada y siempre ha vivido en los esquemas y entiende la cultura, sus amigos se burlan de ella por ser de «clase media». Tiene un coche y un título universitario, al igual que sus dos hijos.
«Las mujeres están luchando contra las drogas, el alcohol, la violencia interpersonal, la ira, la impureza y la crianza de los hijos en los esquemas», dijo. «Pero las zonas acomodadas luchan con cosas similares. Cuando empecé a trabajar con mujeres, pensé que solo eran las mujeres de los esquemas, pero cuando viajé a las zonas acomodadas, me di cuenta de que muchas mujeres luchan con estos grandes problemas, solo que de manera diferente».
La «forma diferente» en los esquemas significa que muchas de las luchas están compuestas por cinco de esas cosas al mismo tiempo. Alguien puede tener una deuda masiva combinada con una enfermedad mental o una adicción, o una enfermedad crónica combinada con un trauma infantil. Y en los esquemas, estos problemas son luchas públicas en una comunidad muy unida, a diferencia del modo privado en que los miembros de las iglesias más acomodadas pueden ocultar asuntos embarazosos.
«Tenemos una imagen idealista de lo que es una mujer como la de Proverbios 31», dijo. «La imagen idealista es que es como Mary Poppins, perfecta en todos los sentidos».
Dickens dijo que dentro de la iglesia se asume que las mujeres no luchan con pecados como maltratar a sus hijos, la adicción al alcohol, el sexo extramatrimonial y la pornografía. «El problema es que sí lo hacen».
«La mayoría del contexto cristiano es de clase media y suburbana. Y no habla el mismo lenguaje que el nuestro», me dijo durante el almuerzo en Niddrie.
Por ejemplo, muchos libros de orientación son breves manuales para temas complejos. «En nuestro caso, no son temas “complejos”, son temas cotidianos», dijo. Es poco probable que las mujeres de los esquemas tengan un terapeuta y más probable que tengan una «tía» que haya sido parte de su vida durante 10 años y no solo durante 10 semanas.
«Empezamos a escribir recursos nosotros mismos y a brindar nuestra propia capacitación porque no encontrábamos nada que satisficiera nuestras necesidades", dijo Dickens. «Lo que teníamos era un montón de mujeres muy dotadas, desesperadas por servir, pero que no se sentían equipadas para ello».
La iglesia creó su propio plan de estudios de discipulado, y en 2018 puso a prueba un curso de obreras del ministerio de mujeres de dos años de duración. Dickens también dirige un grupo mensual en el que unas 40 mujeres líderes de la iglesia se reúnen para realizar un estudio bíblico y rotar quién asume el liderazgo en la enseñanza. Su enfoque es el discipulado, dijo, lo que impulsa todos los eventos que organizan.
«Lo que me ha sorprendido de algunas de las trabajadoras que he conocido es que todas parecen centradas en dirigir estudios bíblicos, organizar eventos o realizar estudios individuales», escribió Dickens en su libro Unexceptional: Ordinary Women Doing Extraordinary Things through God [Nada excepcional: Mujeres ordinarias que hacen cosas extraordinarias a través de Dios]. «No he oído ninguna charla sobre cómo servir viviendo la vida con las mujeres… un discipulado al estilo de las 24 horas del día o incluso de evangelización. El trabajo que otros hacen con las mujeres se siente ordenado, impulsado por los eventos, estructurado, organizado, con los límites adecuados establecidos».
La filosofía de Dickens me impactó. En mi búsqueda de afirmación por parte de los líderes de la iglesia, ¿buscaba yo el empoderamiento y el equipamiento para participar en el discipulado y en las conversaciones difíciles? ¿O buscaba poder y reconocimiento? En retrospectiva, probablemente eran ambas cosas.
Pasar tiempo con las mujeres de 20schemes me ayudó a reconocer que la iglesia de Niddrie era el modelo de lo que yo había anhelado durante la última década. Aunque se niegan a disculparse por sus convicciones teológicas sobre los roles de género, los líderes masculinos y femeninos de 20schemes trabajan incansablemente para atender a las mujeres marginadas y vulnerables, y para equiparlas para que cuiden de los suyos.
«Siempre estoy muy agradecida con Dios por haberme salvado en la iglesia de Niddrie: no es perfecta, todos somos pecadores, pero hay espacio para florecer», dijo Tasha Davidson. «No hay un enfoque en las cosas que no podemos hacer, ese nunca ha sido el problema. Ha sido una conversación centrada en “Esto es lo que sí puedes hacer”. Creo que eso ha cambiado nuestro enfoque"».
Cuando presioné a Dickens a brindarme una opinión sobre lo que sentía respecto a la posición de su iglesia sobre la jefatura masculina, no vaciló.
«En lo que respecta al ministerio femenino, pasamos mucho tiempo hablando de la teología del ministerio femenino, pero muy poca gente habla de cómo se ve en la práctica», dijo Dickens. «Pasamos mucho tiempo hablando del 3% del ministerio al que no tenemos acceso, pero muy pocas veces hablamos del 97% del ministerio que deberíamos hacer».
Sentí que Dickens me regañaba. O tal vez, era el Espíritu Santo.
Kara Bettis es editora asociada de Christianity Today.
Traducción por Sergio Salazar.
Edición en español por Livia Giselle Seidel.