La semana pasada, un golpe militar derrocó al presidente de Madagascar, Andry Rajoelina, como culminación semanas de manifestaciones juveniles en protesta por el colapso de las infraestructuras del país.
La Asamblea Nacional destituyó a Rajoelina el 14 de octubre después de que intentara disolverla. CAPSAT, una unidad logística militar de élite, anunció entonces la formación de un consejo de transición que estaría en control del país durante dos años y estaría encargado de redactar una nueva constitución y organizar elecciones. La Corte Suprema Constitucional ratificó el golpe y nombró al coronel Michael Randrianirina presidente interino.
Desde el exilio, Rajoelina denunció la rebelión como «un intento ilegal e inconstitucional de tomar el poder».
El lunes 20 de octubre, Randrianirina eligió a Herintsalama Rajaonarivelo como primer ministro, una medida que, según la BBC, enfureció a los líderes de las protestas, quienes afirmaron que la elección del empresario «va en contra del cambio estructural deseado».
Las protestas comenzaron el 25 de septiembre, cuando cientos de jóvenes salieron a las calles de la capital, Antananarivo, respondiendo a una convocatoria viral difundida a través de grupos de Facebook e Instagram conocidos como Gen Z Madagascar. Protestaban por los apagones continuos y la creciente escasez de agua, una crisis que se ha ido gestando durante años y que solo ha empeorado en los últimos meses. Mientras tanto, a miles de kilómetros de distancia, en Nueva York, Rajoelina elogió los progresos de su país bajo su liderazgo durante un discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas.
Aunque la Constitución de Madagascar garantiza el derecho de reunión, las autoridades denegaron el permiso para la marcha. Aun así, la multitud avanzó, con pancartas en alto y banderas malgaches ondeando al viento.
Entonces estalló el caos. El gas lacrimógeno se extendió por las polvorientas calles, los gritos se mezclaron con el estruendo de las balas de goma y las balas reales, y los manifestantes se dispersaron cuando las fuerzas de seguridad entraron en acción. Hubo saqueos en tiendas y casas, disparos resonaron por toda la ciudad y los transeúntes asustados se vieron atrapados en el fuego cruzado. Al menos 22 personas murieron durante la protesta.
El pastor Tanteraka «Tank» Randrianjoary, de la iglesia Tana City, situada cerca de la Plaza de la Democracia, donde tuvieron lugar las protestas, jamás podrá olvidar aquella noche.
Su hermana le llamó para decirle que no podían usar la camioneta de su empresa, ya que era demasiado peligroso conducir hasta casa. Randrianjoary llevó a su hermana y a sus compañeros de trabajo a sus casas y luego se detuvo para ayudar a un hombre que tenía un brazo roto y a su hija pequeña, quienes intentaban llegar al hospital. Una lata de gas lacrimógeno explotó junto a su coche mientras el hijo de diez años de Randrianjoary, que lo había acompañado para ayudar, lloraba en el asiento trasero. En su casa, Jaela, la esposa de Randrianjoary, oraba junto con sus otros hijos por la seguridad y la paz.
En los días siguientes, un grupo de saqueadores incendió la Sociedad Bíblica de Madagascar, destruyendo unas 2700 Biblias. Las protestas también se extendieron a otras ciudades del país, mientras que el número de demandas se incrementó: mejores escuelas, hospitales que funcionen y transparencia en las finanzas del Gobierno.
La ONU condenó el derramamiento de sangre. «Estoy conmocionado y entristecido por los muertos y heridos en las protestas por los cortes de agua y electricidad en Madagascar», dijo Volker Türk, Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, instando a las autoridades a evitar «el uso innecesario y desproporcionado de la fuerza».
La Unión Africana ha suspendido la participación de Madagascar debido al golpe de Estado.
Aunque Madagascar ya ha vivido disturbios políticos anteriormente (Rajoelina llegó al poder hace 16 años gracias a las protestas populares), esta vez las redes sociales han unido a una generación de jóvenes manifestantes. Citan como inspiración los movimientos de Kenia y Nepal. La mitad de la población de Madagascar es menor de 18 años y el 60 % menor de 30.
Antigua colonia francesa que obtuvo la independencia en 1960, Madagascar alberga una biodiversidad impresionante: hasta el 90 % de sus especies no existen en ningún otro lugar del mundo. El país también produce el 80 % de la vainilla natural del mundo y casi la mitad de sus zafiros. Sin embargo, a pesar de esta abundancia, sigue siendo una de las diez naciones más pobres del mundo. Casi el 90 % de la población malgache vive por debajo del umbral de la pobreza.
En Antananarivo, el ingreso mensual promedio en 2024 eran inferiores a 100 dólares estadounidenses. Los ingresos rurales son mucho más bajos. La malnutrición crónica afecta a casi la mitad de los niños menores de cinco años. Más de 13 millones de personas carecen de acceso a agua potable, lo que provoca la propagación de enfermedades. El país solo cuenta con tres camas de hospital por cada 10 000 habitantes y sufre una grave escasez de médicos. La esperanza de vida sigue siendo baja: 63 años en 2021.
El acceso a los servicios básicos se ha deteriorado considerablemente en la última década. Según el Banco Mundial, casi la mitad de los hogares malgaches carecen de agua corriente y solo el 12 % tiene acceso a servicios básicos de saneamiento. Los cortes de electricidad paralizan empresas, hospitales y escuelas.
Estas son algunas de las razones por las que el pastor Tank no consigue conciliar el sueño. «En los últimos años, Madagascar ha retrocedido económicamente», afirma. «Nuestra moneda se ha devaluado mucho y ahora más miembros de nuestra comunidad tienen dificultades para satisfacer sus necesidades básicas: alimentación, vivienda y atención médica».
Randrianjoary estudió con Timothy Keller, pastor de la iglesia Redeemer Presbyterian Church, y fundó la iglesia Tana City en 2012 con la esperanza de ayudar a fortalecer la fe y la comunidad en medio de las dificultades. Randrianjoary y su equipo pastoral participan activamente en la vida de la comunidad: la iglesia imparte clases para ayudar a los niños a desarrollar habilidades básicas, cubre los gastos de matrícula y material escolar de más de 100 estudiantes, proporciona servicios de guardería y atención médica, y suministra alimentos a las familias que lo necesitan.
A medida que aumentaban los disturbios en las calles de Antananarivo, los líderes de la iglesia intervinieron para ofrecer calma y responsabilidad. A finales de septiembre, los miembros del Consejo de Iglesias Cristianas de Madagascar, que representa a las confesiones católica, anglicana, protestante reformada y luterana, instaron a poner fin al derramamiento de sangre y se ofrecieron a mediar entre los manifestantes y el Gobierno. Pero las conversaciones no se materializaron como esperaban.
El consejo renovó su oferta el 10 de octubre, afirmando que «ya estaban avanzando en la mediación entre las diferentes partes». El 85 % de los ciudadanos de Madagascar se identifican como cristianos.
El pastor Andria Rakotomalala, de la Iglesia Francófona de la Ciudad de Tana, cree que la responsabilidad cívica, incluida la defensa de los pobres, forma parte de la fe cristiana.
«Somos muy resilientes… Si no hay comida, [nosotros] sobrevivimos con yuca», dijo Rakotomalala. «Pero la resiliencia no puede sustituir a la justicia. Hacer que los que están en el poder rindan cuentas va en consonancia con el evangelio».
El 11 de octubre, Randrianjoary, Rakotomalala y otros siete pastores emitieron una declaración conjunta en la que le pedían a Dios que «traiga arrepentimiento, sanación, el fin de la corrupción y el fin del comportamiento ilegal en todos los niveles de la sociedad».
Rakotomalala espera que Madagascar se convierta en un lugar de paz. «Necesitamos reformas, así como elecciones libres y justas. Que no haya más interferencias que socaven ese proceso».