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Una vida tranquila es en sí misma un testimonio rotundo

La excelencia y la fidelidad constante de los cristianos pueden ganar la guerra cultural.

A tiny man next to a huge microphone.
Christianity Today October 11, 2025
Ilustración de Elizabeth Kaye / Fuente de imágenes: Getty, Unsplash

Hace veintiún años, antes de las redes sociales, un piloto de American Airlines se hizo viral por su estrategia de evangelización. Acababa de regresar de un viaje misionero con su iglesia a Costa Rica. El viaje lo había impactado enormemente y, mientras pilotaba el 767 por la pista del aeropuerto de Los Ángeles, sintió que Dios intentaba decirle algo. Cogió el intercomunicador para hacer su anuncio habitual a los pasajeros y luego decidió añadir otro mensaje. [Los enlaces redirigen a contenidos en inglés].

«¿Podrían levantar la mano todos los cristianos a bordo?». En la cabina, los pasajeros miraron a su alrededor para ver si se trataba de una broma. Algunas personas levantaron tímidamente la mano. Después continuó, animando a los pasajeros a aprovechar ese momento para hablar con los cristianos a bordo sobre su fe.

Pero su audaz iniciativa por Dios no tuvo el efecto que él esperaba. ¿Cómo te sentirías si el piloto de tu avión te dijera de repente que te prepararas para encontrarte con Jesús? Algunos pasajeros sacaron sus teléfonos para llamar a sus familiares, presa del pánico.

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Todos llegaron sanos y salvos al aeropuerto, y los pasajeros desembarcaron con una historia extraña que contar. Mientras tanto, el entusiasta piloto fue llamado para hablar con sus supervisores.

Si eres como yo, admiras su valentía. Pero también podrías estar pensando: «No hay forma de que yo pueda hacer algo así y conservar mi trabajo». Probablemente tengas razón. Muchos cristianos se preguntan cómo debe lucir un testimonio evangélico audaz y fiel en un siglo XXI en el que el pluralismo religioso es un axioma. El rabino Shmuley Boteach, un popular gurú espiritual, dijo la famosa frase de que calificar de errónea la moral o la espiritualidad de otra persona es equivalente al «racismo espiritual».

Además, los cristianos encuentran cada vez más que muchas de sus creencias más preciadas se encuentran fuera de la ventana de Overton de lo que se considera un discurso público aceptable. El sociólogo Aaron Renn dice que los cristianos hemos entrado ahora en un «mundo negativo», lo que significa que la fe cristiana no solo ha perdido su estatus como fundamento social, sino que ahora se considera en muchos lugares como un enemigo del progreso.

¿Cómo podemos testificar los cristianos en este tipo de entorno? ¿Es verdad que nuestro único recurso es la guerra cultural y acudir a las urnas para elegir a un líder que pueda recuperar el control de los intercomunicadores sociales?

Los apóstoles Pedro y Pablo dan una respuesta diferente y bastante inesperada. Les dicen a los cristianos que viven en el exilio que «vivan una vida tranquila» (1 Tesalonicenses 4:11, NVI). Pedro utiliza la palabra «ejemplar» en lugar de «tranquila» en 1 Pedro 2:12 (RVA-2015), pero se refiere a la misma idea. La idea de «vivir una vida tranquila» puede parecer extraña viniendo de Pablo, cuya predicación provocó un motín en Éfeso (Hechos 19:23-41), o de Pedro, quien acusó audazmente a su comunidad de matar a Cristo con manos malvadas (Hechos 2:23). Pero, como explican tanto Pedro como Pablo, la vida tranquila nos prepara para un testimonio rotundo.

Sin embargo, la vida tranquila no consiste en vivir de forma invisible. Se trata de trabajar por la prosperidad de tu ciudad y, al hacerlo, guiar a las personas hacia Jesús. Pedro y Pablo describen cinco componentes para «vivir una vida tranquila». Estos constituyen el objetivo diario de todo cristiano, ya sea que vayas a trabajar todos los días enseñando a alumnos de tercer grado o dirigiendo las operaciones de un conglomerado multinacional, o pilotando un 767. Nuestra vida en la Babilonia actual, explican, debe cumplir con la creación, buscar la excelencia, reflejar la santidad, mostrar la redención y promover la misión.

En primer lugar, los creyentes deben tratar de cumplir el mandato de la creación a través de sus carreras y su llamado. Después de todo, la comisión inicial que se nos dio no fue la Gran Comisión, sino la Comisión de la Creación. Al desarrollar el mundo que nos rodea y convertirlo en un lugar mejor para vivir, glorificamos a nuestro Creador. No es casualidad que la primera vez que se utiliza el concepto de estar lleno del Espíritu en la Biblia, sea en relación con las habilidades de un hombre para trabajar la madera, y no con sus sermones (Éxodo 31:1-5). El testimonio de Cristo no comienza con nuestras palabras, sino con nuestro trabajo (Génesis 1:28; Proverbios 22:29).

En segundo lugar, buscamos la excelencia en nuestro trabajo. Lo hacemos no por obtener estatus o aplausos, sino porque nuestro trabajo refleja la excelencia de aquel a quien servimos. Daniel tenía un espíritu excelente, que se manifestaba, según nos dice, tanto en su diligencia como en su integridad (Daniel 6:4). Incluso la tarea más pequeña, nos dice Pablo, puede convertirse en un testimonio cuando se hace al trabajar «como para el Señor» (Colosenses 3:23, NVI).

En tercer lugar, una vida tranquila refleja la santidad de Dios, mostrando santidad al ser diferentes por nuestra pureza e integridad. Tenemos un Maestro supremo en el cielo, nos dice Pablo, y cuando vivimos con equidad y justicia, incluso cuando nadie nos observa, eso le habla a otros de su existencia (Colosenses 4:1). Pedro nos dice que seamos santos como nuestro Padre celestial es santo, lo que nos hará destacar como luces brillantes en un mundo oscuro y depravado, guiando a otros a mirar hacia el Dios vivo (1 Pedro 1:15-16; Filipenses 2:14-15).

En cuarto lugar, nuestras vidas deben mostrar la redención. En un mundo quebrantado, los creyentes muestran el evangelio a través del perdón, la gracia y los actos radicales de misericordia. Vivir de esta manera no significa rechazar una economía de libre mercado basada en el mérito, sino reconocer que detrás de esta economía, y por encima de ella, hay otra aún más fundamental basada en la gracia. Los cristianos buscan formas de inyectar manifestaciones radicales de gracia como reflejo del evangelio. Vemos este patrón en Levítico, donde Dios ordenó a los israelitas que dejaran sin cosechar las esquinas de sus campos para que los pobres pudieran espigar en ellos (Levítico 19:9-10). Nuestra bondad y paciencia señalan a las personas la cruz, la base última de la economía cristiana (Efesios 4:32).

Por último, nuestras vidas deben promover la misión. Como nos dice Pedro y nos ilustra la vida de Daniel, vivir con tranquilidad abre las puertas para compartir el evangelio con valentía y en voz alta. Nuestras vidas ordinarias se convierten en plataformas para un testimonio extraordinario (Daniel 12:3; 1 Pedro 3:15).

Todos estos principios son aplicaciones del mandato de Jeremías a los exiliados judíos de su época de establecerse en Babilonia, buscar su paz y ayudar a convertirla en un lugar mejor para vivir (Jeremías 29:4-7). Vivir según estos principios provocó que al menos dos reyes babilonios profesaran fe en el Dios de Israel y, muchos años después, impulsó a un grupo de sabios a abandonar las regiones de Babilonia en busca del niño Jesús.

Daniel y su generación ofrecen un modelo para los cristianos que buscan vivir un testimonio audaz en un mundo cada vez más hostil y «negativo». Considera lo siguiente: Daniel fue tan audaz y valiente en su Babilonia que terminó en un foso de leones por ello. Sin embargo, era tan querido que el rey que lo arrojó allí no podía comer ni dormir, esperando contra toda esperanza que sobreviviera a la noche (Daniel 6:18).

Sospecho que la razón por la que el rey Darío lloró fuera del foso de los leones no fue porque echara de menos las reprimendas proféticas de Daniel, sino porque Daniel era su amigo y no podía imaginar Babilonia sin Daniel. Nuestras comunidades deberían poder decir de nosotros: «Puede que no creamos lo que creen esos locos de esa iglesia, pero gracias a Dios que están aquí, porque si no, ¡tendríamos que aumentar los impuestos!».

Hay un momento para la reprensión profética clara, incluso acompañada de la participación política. Como dijo Os Guinness, en una democracia occidental, no luchar por las leyes de Dios en la esfera política sería un «fracaso de la ciudadanía». Pero la punta de lanza de nuestra misión es una vida tranquila y extraordinaria, que cumple con el mensaje de Jeremías 29:7.

Este tipo de vida nos prepara para ofrecer un testimonio rotundo, un testimonio que no puede ser marginado ni ignorado. Como explicó Lesslie Newbigin, la forma en que vivimos nuestras vidas y perseguimos nuestras vocaciones proporciona el primer contraste dramático con Babilonia.

Vi este tipo de vida ejemplificada por mi amigo Mike, que es jefe de neurología en una de las universidades más prestigiosas de Estados Unidos. Cada año, esa universidad lo envía a conferencias médicas por todo el mundo como su representante. Mike se encuentra en algunos de los lugares menos evangelizados del planeta, como invitado especial de comunistas, budistas y musulmanes. Empieza todas sus charlas explicando cómo su experiencia con el evangelio influye en su visión de la medicina. Le pregunté: «¿Cómo es que tu universidad está de acuerdo con eso? Al fin y al cabo, no les interesa en absoluto la evangelización mundial. De hecho, se opondrían rotundamente a ella».

Él respondió, con un brillo en los ojos: «Bueno, soy el neurocirujano mejor clasificado de Estados Unidos. Puedo decir lo que quiera». Mike hace bien su trabajo y, por eso, se presenta ante reyes (Proverbios 22:29). Y cuando está allí, los guía al Rey Jesús.

Puede que no tengas el mismo alcance que mi amigo Mike. O la plataforma de Pablo, Pedro o Daniel. Pero tienes las mismas herramientas a tu disposición. Las Buenas Nuevas es que, en el reino de Dios, no tienes que ser extraordinario para vivir una vida extraordinaria. Simplemente tienes que vivir una vida de fe tranquila, pero contracultural, una fe basada en el conocimiento de que somos ciudadanos de otro reino con un Rey que lo conquista todo. Una vida tranquila que proclama un testimonio rotundo.

J. D. Greear es pastor de The Summit Church en Raleigh, Carolina del Norte, y autor de muchos libros, entre ellos el más reciente, Everyday Revolutionary: How to Transcend the Culture War and Transform the World.

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