Lal Ruat Cawk, pastor de la iglesia Victory Life de Mandalay en Myanmar (Birmania), iba en el auto con su hermana hacia el hospital para hacerse un análisis de sangre previo a su quimioterapia el viernes 28 de marzo, cuando su coche empezó a temblar violentamente. Pensó que uno de sus neumáticos se había pinchado.
«Oía a la gente gritar afuera», recuerda. «En ese momento seguía pensando que era porque nuestro coche estaba bloqueando el tráfico».
No fue sino hasta que vio los edificios derrumbándose a su alrededor que el hombre de 43 años se dio cuenta de que «se trataba de un desastre mayor». Más tarde se enteró de que un terremoto de magnitud 7.7 había sacudido el centro de su país. Mandalay, la segunda ciudad más grande de Myanmar, fue una de las más afectadas por el sismo.
Dos réplicas que se produjeron minutos después obligaron a Lal Ruat Cawk y a su hermana a dar la vuelta y regresar a casa. El viaje, que normalmente duraba 20 minutos, duró una hora aquel día a causa de las carreteras dañadas y los edificios derrumbados.
Volvieron a casa y encontraron partes de su barrio arrasadas y su casa parcialmente destruida. El pastor vio cómo los equipos de rescate sacaban cadáveres de un edificio derrumbado. Se sintió desesperanzado, sobre todo porque la catástrofe se produjo en medio de la actual guerra civil de Myanmar.
«Aparte de Dios, no hay otra persona en el país en la que podamos confiar en medio de todo esto», dijo el pastor, que actualmente duerme en la calle por temor a la mala integridad estructural de su casa y a futuras réplicas.
El número de muertos en Myanmar ha superado los 3000, y hay más de 4500 heridos, según la televisión estatal MRTV. Sin embargo, la ayuda avanza lentamente, ya que los grupos humanitarios afirman que el gobierno militar ha bloqueado el acceso a algunas zonas afectadas por el terremoto.
La deficiente infraestructura y la falta de mano de obra del interior del país devastado por la guerra también dificultan las tareas de socorro y la posterior reconstrucción. Desde el golpe militar de 2021, decenas de trabajadores jóvenes y calificados han huido del país.
El miércoles, el ejército declaró una tregua temporal en la guerra para facilitar las tareas de socorro, a pesar de haber rechazado anteriormente las propuestas de alto el fuego de los grupos étnicos armados.
Antes del alto al fuego, aún en medio del terremoto la junta siguió bombardeando partes del país, describiéndolas como «medidas de protección necesarias». Tom Andrews, relator especial de las Naciones Unidas sobre la situación de los derechos humanos en Myanmar, pidió que cesaran los ataques y se levantaran los obstáculos a la ayuda humanitaria.
«[Los ataques] son indignantes y deben ser condenados en los términos más enérgicos posibles por los líderes mundiales», escribió Andrews en X el miércoles.
Países de todo el mundo han enviado ayuda de emergencia, como tiendas de campaña, mantas, kits de higiene, alimentos, equipos de socorristas, perros rastreadores y millones de dólares a Myanmar. Sin embargo, parte de esta ayuda no ha llegado a las víctimas del terremoto, ya que la junta militar está bloqueando su entrega.
Por ejemplo, muchos camiones que transportaban ayuda se han quedado atascados durante la noche en los puestos de control militares de Sagaing, donde los combates entre los grupos de resistencia y los militares son intensos, según afirman varios grupos de derechos humanos, entre ellos el Centro de Estudios Ah Nyar.
El miércoles, la junta admitió haber abierto fuego contra un convoy de ayuda de la Cruz Roja china, poniendo de relieve cómo la guerra civil complica las tareas de ayuda. Aunque el convoy dijo que había informado a los militares de sus planes de entrega de ayuda, estos afirmaron que no se les había notificado.
«La junta pide ayuda internacional y ha declarado el estado de emergencia en las regiones más afectadas, pero sus acciones no concuerdan con lo que dicen», declaró Claire Gibbons, directora de estrategia del grupo cristiano de ayuda humanitaria Partners Relief and Development.
Esto hizo «increíblemente difícil» que la ayuda llegara a los más afectados, y Gibbons prevé que los esfuerzos de reconstrucción se verán obstaculizados por la guerra civil. Al mismo tiempo, el sistema de salud del país ha sido clasificado por la Organización Mundial de la Salud como uno de los más deficientes del mundo.

Partners Relief and Development, que ha tenido presencia en Myanmar desde 1994, centró sus esfuerzos de ayuda en el lago Inle, que solía ser un lugar turístico al sur de Mandalay. El terremoto ha destruido por completo muchas de las casas de allí, construidas sobre pilotes en el agua. Los residentes tienen dificultades al construir incluso refugios provisionales con el limitado terreno.
«Desde el COVID y el golpe militar, la gente de aquí ha perdido la mayoría de sus empleos en el sector turístico… así que ya de por sí tenían dificultades económicas. Antes necesitaban ayuda. Ahora necesitan más», dijo un miembro del personal de campo de Partners, a quien CT concedió el anonimato por motivos de seguridad.
El miembro del personal señaló que los lugareños necesitan con especial urgencia alimentos, refugio y agua potable. La organización de ayuda distribuyó 600 botellas de agua, 1500 kilos de arroz y 60 lonas durante su primera visita el martes, pero los residentes aún necesitan más.
«Cuando se enteraron de que [veníamos] a hacer distribuciones, mucha gente de la comunidad se subió a sus barcas para esperarnos… Aun así, los suministros que distribuimos [palidecen] en comparación con lo que necesitan», dijo.
The Way Station, una organización cristiana sin ánimo de lucro con base en Mandalay que ayuda a mujeres y niños, afirma que ha conseguido llevar ayuda a las víctimas del terremoto al colaborar con socios de Yangon.
Los viajes por tierra de Yangon a Mandalay pueden durar hasta 15 horas en las condiciones actuales, y la organización consiguió el lunes hacer llegar a su comunidad su primer camión de suministros alimentarios y generadores que funcionan con energía solar.
«Las personas con las que trabajamos se encuentran entre los más pobres de los pobres», declaró Sandie Lund-Steinheuer, quien fundó The Way Station junto con su esposo, Paul. «No tenían casi nada incluso antes del terremoto, y llevan décadas viviendo en refugios improvisados. La necesidad es enorme. Los fondos que hemos podido recaudar no son más que una gota en el océano».

Sandie y Paul, que están coordinando la recaudación de fondos desde Dinamarca mientras se comunican regularmente con sus compañeros de equipo en Mandalay, dicen que les ha animado cómo los creyentes se han estado recordando unos a otros acerca de la esperanza que tienen en Jesús.
«En medio de todo esto, les preocupa si podrán seguir celebrándose los servicios de culto dominicales», afirma Paul. «En el mundo occidental desarrollado, es fácil poner nuestra esperanza en nuestras circunstancias. Pero Myanmar se ha visto envuelta en una crisis tras otra, hasta el punto de que allí se ve a los cristianos viviendo la verdad de que no hay esperanza más que en Dios».
Otros grupos de ayuda cristianos también están buscando cómo ayudar. El lunes, el avión DC-8 de Samaritan’s Purse despegó de Greensboro, Carolina del Norte, con un hospital de campaña de emergencia y 28 especialistas en respuesta a catástrofes, incluyendo médicos y enfermeras a bordo, rumbo a Myanmar. El hospital contará con dos quirófanos, una sala de urgencias, salas de hospitalización, una farmacia y un laboratorio. Mientras tanto, Operación Bendición, con sede en Virginia, envió un equipo a Mandalay con equipos de purificación de agua, linternas solares y suministros de emergencia, como alimentos, cepillos de dientes, agua embotellada y medicamentos.
Lal Ruat Cawk ora para que la crisis haga que los no cristianos clamen al Señor por ayuda.
«Oren para que ellos reconozcan que catástrofes como esta escapan al control humano y que solo Dios puede ayudarnos a recuperarnos de esta crisis», dijo. «Oren también para que más organizaciones cristianas puedan acudir a las zonas afectadas por el terremoto para ayudarnos a ver y experimentar el amor de Dios en medio de todo esto».