Ideas

Pastores y servidores públicos: guíen a su prójimo como a ustedes mismos

Ezequiel ofrece lecciones desde el exilio que los pastores pueden aplicar al guiar a su rebaño en tiempos de crisis.

Christianity Today October 25, 2024
Ilustración de Elizabeth Kaye / Fuente de imágenes: Getty

Como pastor, he descubierto que una de las principales dificultades para liderar fielmente y vivir como buenos vecinos es que no siempre podemos elegir a nuestros vecinos ni el contexto y las circunstancias en las que lideramos y vivimos. Y en una época de tensas divisiones, conflictos globales, desastres naturales y otras crisis complejas, esta sensación de impotencia es casi universal.

Todos hemos experimentado la realidad de un mundo que escapa a nuestro control, sobre todo durante la pandemia de COVID-19, cuando la vida cambió para todos. Muchos nos quedamos encerrados en casa y nos esforzábamos por usar mascarillas, desinfectantes, etc., lidiando con una mucha incertidumbre sobre lo que podíamos y no podíamos hacer. Para mí, personalmente, la pandemia fue como un crisol para mi liderazgo, y lo encuentro instructivo para el ministerio hasta el día de hoy.

Como congregación afroamericana multigeneracional con más de un campus en Charlotte, Carolina del Norte (una de las primeras ciudades en emitir órdenes de confinamiento), enfrentamos múltiples desafíos y puntos de tensión durante los primeros años de la pandemia. Nuestro personal se enfrentó a las mismas preguntas que muchos cristianos mientras buscábamos equilibrar nuestra libertad individual y congregacional con la responsabilidad comunitaria.

¿Cómo podíamos honrar el valor del culto público, colectivo y encarnado y, al mismo tiempo, proteger a nuestra congregación, especialmente a los más vulnerables con otras enfermedades? ¿Cómo debía navegar las preocupaciones sobre el presupuesto y la posible pérdida de ingresos, considerando mi responsabilidad de proteger el sustento de mi personal y sus familias? ¿De qué manera una congregación de nuestra magnitud e influencia podía ser un buen modelo en nuestra forma de actuar durante una emergencia de salud pública, incluso en nuestro lenguaje?

Por encima de todo, creo que la pandemia, como cualquier crisis importante que enfrentamos, creó una oportunidad única para que demostráramos nuestra confianza en Dios cuando todos los aspectos de la vida parecían amenazados y comprometidos. Y, desde entonces, al reflexionar sobre esta verdad, he aprendido algunas lecciones de la vida y el ministerio de Ezequiel acerca de lo que significa liderar fielmente y vivir como buenos vecinos en un mundo que está fuera de nuestro control.

En el primer versículo del libro, el profeta Ezequiel (de 30 años de edad), se identifica a sí mismo como uno de los israelitas exiliados junto al río Quebar en la tierra de Babilonia durante siete días, «totalmente abatido» (1:1; 3:14-15).

El primer paso que debemos dar como líderes que guiamos a nuestro pueblo en tiempos de agitación es asimilar la realidad en la que nos encontramos. En lugar de negar la realidad, aislarnos del mundo o desapegarnos de nuestras emociones, estamos llamados a estar presentes en momentos de crisis y experimentar la vida junto a aquellos a quienes dirigimos. El propio Ezequiel se encontraba entre el pueblo de Israel que se dirigía al exilio y permaneció en medio de ellos.

Este tipo de presencia cultiva la empatía necesaria para saber dónde está nuestra gente y qué necesita. Parte del liderazgo en general, y del liderazgo pastoral en particular, es la labor de expresar con palabras lo que nuestras iglesias están enfrentando y sintiendo. Los líderes deben nombrar la tensión de aquellos a quienes dirigen, tal como Ezequiel nombró la emoción de los exiliados, que estaban «totalmente abatidos». Reconocer un evento traumático y las emociones que genera puede ayudar a las personas a aceptar su situación, lo que a su vez facilita su comprensión y superación.

Una de las formas en que nuestro personal intentó absorber la realidad de la pandemia fue leyendo las encuestas proporcionadas por Gloo, lo que nos ayudó a identificar tendencias y nos dio una idea de cómo le estaba yendo a la gente en tiempo real. Intentamos identificar la disrupción, el desplazamiento y la decepción que enfrentaban las personas, junto con sus pérdidas, su dolor, su frustración y su miedo.

En la introducción del libro, Ezequiel también describe la experiencia de recibir una visión de Dios (1:4-28). Es aquí donde encontramos el siguiente aspecto del liderazgo durante las crisis que consiste en volver a plantearnos la situación, es decir, colocar la experiencia y los sentimientos de las personas dentro de un marco más amplio.

Ofrecerle a tu gente una visión más amplia a menudo implica ver y mostrar cómo Dios está obrando en cualquier situación dada. La visión de Ezequiel de la gloria de Dios no lo alejó del lugar donde estaba, sino que sucedió mientras estaba sentado entre sus compañeros de exilio. Esta visión amplió su marco de referencia y le mostró que Dios estaba obrando en medio de ellos. De la misma manera, es crucial que los líderes religiosos identifiquen la presencia de Dios en situaciones que están fuera de nuestro control.

Con la pandemia, el replanteamiento me hizo pasar de preguntarme por qué sucedía esto, a ver cómo estaba obrando Dios. Impulsó a nuestra iglesia a buscar en dónde veíamos a Dios obrando en las vidas de nuestros compañeros de la congregación, en nuestros vecindarios y en nuestras propias familias. Algunos podrían llamar a esto «sintonización», que se refiere a la práctica de ajustar nuestra percepción a la presencia personal de Dios. Replantear la situación puede llevar a una persona de una actitud de frustración o culpa a una de curiosidad y expectativa.

El siguiente aspecto del liderazgo bíblico es discernir el propósito. En el segundo capítulo del libro, Ezequiel recibió el llamado de Dios para ser profeta. Tras haber asimilado la realidad de su pueblo, haber identificado su tensión y haber visto a Dios obrando en medio de ellos, aprendió acerca del propósito de Dios. Parte de vivir fielmente es discernir el propósito al que hemos sido llamados. ¿Cómo nos está llamando Dios a vivir y qué nos está llamando a hacer? ¿A quién ha puesto cerca de nosotros y cómo podemos servirle?

En el caso de nuestra iglesia, que no pudo reunirse durante la pandemia, encontramos formas de ofrecernos como voluntarios en nuestra comunidad y distribuir alimentos a las personas necesitadas. Elegimos ver nuestro culto virtual como un homenaje a nuestra ciudad y una ayuda a nuestro sistema de atención médica al evitar una mayor propagación del virus. Y si bien nuestra reunión presencial de culto y adoración se eliminó de la ecuación, nos apoyamos en gran medida en adorar a través del servicio.

Esto nos lleva a otro aspecto del liderazgo en tiempos de crisis, que es aprovechar las oportunidades. Si bien hubo restricciones durante la pandemia, también hubo una gran cantidad de oportunidades. Identificarlas requirió una imaginación liberada, una curiosidad intensificada y una creatividad innovadora. Nos obligó a dejar atrás cómo solían ser las cosas y aceptar lo que podría ser, planteándonos preguntas como: «¿Qué podríamos hacer si…?», «¿Cómo sería si…?» y «¿Dónde podríamos conocer gente si…?».

En el proceso, se nos ocurrió una idea para ayudar a nuestros vecinos sin hogar desarrollando una unidad móvil para ofrecer duchas, lavadoras y secadoras, llamada M25:40 en honor al famoso pasaje de Mateo 25:40 («Les aseguro que todo lo que hicieron por uno de mis hermanos, aun por el más pequeño, lo hicieron por mí»). También desarrollamos nuestra presencia y recursos virtuales, que derribaron barreras en términos de a quiénes podíamos alcanzar, dónde podíamos interactuar con ellos, y cómo podíamos llegar y relacionarnos con ellos. Como resultado, nuestros números no disminuyeron después de la pandemia, sino que crecieron.

El siguiente aspecto es aferrarse a la esperanza. Lo que inicialmente pensamos que duraría dos semanas o incluso un par de meses terminó persistiendo durante mucho más tiempo de lo previsto. Mientras tanto, nuestra iglesia sufrió pérdidas trágicas e inesperadas. La duración del desplazamiento (es decir, cuando nuestros servicios se mantuvieron solo en línea) tentó a muchos miembros de nuestra congregación a perder la esperanza. Aquellos que se cansaron de los servicios virtuales comenzaron a asistir a iglesias que abrieron antes, lo que produjo otro punto de tensión.

Me viene a la mente el aliento del Salmo 27:13-14: «Pero de una cosa estoy seguro: he de ver la bondad del Señor en esta tierra de los vivientes. Pon tu esperanza en el Señor; cobra ánimo y ármate de valor, ¡pon tu esperanza en el Señor!».

El último aspecto es animar a nuestra gente a mirar hacia el futuro. En el caso de la pandemia, después de haber pasado a los servicios virtuales durante tanto tiempo, no podíamos asumir que los hábitos de asistencia de nuestra congregación volverían inmediatamente a los que eran antes de la pandemia. Ese cambio nos hizo preguntarnos cómo podría lucir nuestro futuro.

Con algunas personas que siguen asistiendo virtualmente, otras que asisten principalmente en persona y otras que optan por la asistencia híbrida, ¿realmente necesitábamos mantener nuestros tres campus? Después de orar sobre si tener tres campus era el mejor uso de nuestros recursos, discernimos que no lo era y finalmente vendimos uno de nuestros edificios a otro ministerio.

Seguimos reuniéndonos los domingos por la mañana en el campus principal y estamos renovando nuestro segundo campus para convertirlo en un sitio híbrido de 30 acres con espacios residenciales, de oficinas, de venta minorista, un hotel y espacios para conferencias. También abrimos un proyecto de vivienda asequible para personas mayores y estamos en proceso de desarrollar otros 30 acres para construir una combinación de viviendas a precio de mercado y viviendas independientes. Todos estos emprendimientos satisfacen necesidades críticas de nuestra comunidad.

Aunque muchos ven la pandemia como una pérdida neta, las decisiones que nuestra iglesia tomó en ese momento nos permitieron buscar otras oportunidades que, en última instancia, redefinieron nuestra visión del futuro. Como pueblo de fe, estamos llamados a pensar en el futuro. Sea lo que sea lo que nos traiga el presente, existe una realidad futura que podemos anticipar y perseguir. Perseguir ese futuro supone un grado de riesgo y ambigüedad, lo que exige fe, discernimiento y coraje.

El obispo Claude R. Alexander Jr. es el pastor principal de The Park Church en Charlotte, Carolina del Norte, y autor de Becoming the Church y Necessary Christianity. También es miembro de la junta directiva de Christianity Today.

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