Ha llegado la «temporada alta» de la política estadounidense. Los estómagos se anudan. Las líneas de las tendencias electorales se ondulan. Los mercados tiemblan.
¿Y qué hay de la iglesia? Muchos temblamos también: de miedo, de rabia, de expectación ante lo que pueda depararnos el futuro gobierno, incluso en nuestros propios hogares y lugares seguros.
Hace unas semanas, un colega mío de CT escribió un artículo sobre política, y la reacción en internet fue furiosa. Las respuestas en las redes sociales cruzaron todos los límites de la prudencia trazados por los Proverbios; habrían hecho sonrojar a Martín Lutero.
Y no procedían de bots de las redes sociales, esas máquinas programadas para automatizar la inhumanidad. Los nombres de muchos de los que comentaron me resultaban familiares. No eran computadoras: eran cristianos. Éramos nosotros.
Cuando digo «nosotros», no me refiero a que tú personalmente estés ofreciendo comentarios críticos en las redes sociales; sé que yo no lo hago. Más bien, quiero decir que los preceptos que ofrezco a continuación no son —y no pueden ser, si queremos que sirvan de algo— reflexiones dirigidas noblemente a esas personas, los otros cristianos que nos avergüenzan, frustran y confunden.
La única manera de superar una temporada electoral con alguna semblanza de amor y unidad cristianos es imitar a Pablo en 1 Timoteo: «Cristo Jesús vino al mundo a salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero» (1:15). Y no solo debemos decirlo, sino también sentirlo.
Para ese fin, he aquí 25 preceptos para un año electoral:
- La oposición de un cristiano al candidato X no implica su apoyo al candidato Y. No lo implica ni por implicación ni en la práctica. Insistir en lo contrario a pesar de las protestas de tu hermano en Cristo es abrazar la disensión y la calumnia.
- Es posible criticar las posturas políticas de un hermano cristiano sin cuestionar su fe, y ambos deberían ser capaces de notar la diferencia.
- Tu crítica de las posturas políticas de un hermano cristiano puede incluir recordarle los compromisos y obligaciones de su fe.
- Es posible que tu crítica de las posturas políticas de un hermano cristiano nunca lo lleve a cambiar de opinión. Cuando te encuentres en un callejón sin salida en materia política con un hermano en Cristo, la tolerancia mutua y la gracia suelen ser un mejor camino que la discusión continua. ¿Qué cosas mejores podrían hacer ambos con su tiempo?
- Hay una línea en la cual la postura política de un cristiano puede justificadamente poner en duda su profesión de fe. Es posible que la línea no esté donde suponemos que está.
- Esa línea puede incluso ser diferente para diferentes cristianos en diferentes tiempos, lugares y etapas de la santificación, porque Dios no se ocupa de todos nuestros pecados, errores y debilidades a la vez.
- Algunos de nosotros podemos necesitar más valor al afirmar nuestras convicciones, especialmente si nos encontramos en una minoría religiosa, política o cultural al interior de nuestras iglesias y comunidades.
- La mayoría de nosotros, en esta cultura irreverente y precipitada, es más probable que necesitemos mostrar gracia y soportar con paciencia a quienes consideramos menos espirituales, morales o informados que nosotros.
- Soportar con paciencia no es tolerar de mala gana. La gracia no es condescendencia.
- Soportar con paciencia y mostrar gracia no es lo mismo que actuar con indecisión y cobardía.
- Recuerda 1 Juan 4:20: «Si alguien afirma: “Yo amo a Dios”, pero odia a su hermano, es un mentiroso» (NVI).
- El desacuerdo político entre cristianos a largo plazo no es por sí mismo prueba de pecado, incredulidad o cualquier otra disfunción. Cristianos razonables y fieles pueden llegar de buena fe a conclusiones diferentes. Es posible que todas las partes tengan un sólido fundamento bíblico para sustentar sus opiniones; es posible que todos busquen el bien común; es posible que todos busquen amar a su prójimo y es posible que siempre estén en desacuerdo.
- Tus opciones de voto están limitadas por las realidades del sistema electoral. Existe la opción de votar por otro partido o candidato aunque este no sea viable, pero no argumentes que un candidato es políticamente viable cuando no lo es.
- Los cristianos razonables y fieles pueden decidir solo considerar seriamente a los candidatos viables.
- Los cristianos razonables y fieles pueden decidir que la viabilidad es menos importante que la alineación ética y política.
- Los cristianos razonables y fieles pueden decidir no votar: «No pongan su confianza en gente poderosa, en simples mortales, que no pueden salvar» (Salmo 146:3).
- La esperanza es una virtud cristiana; las ilusiones sin fundamento no lo son.
- Los cristianos hemos sido llamados a actuar con sabiduría. Actuar con cinismo no es sabio.
- No le debes tu voto a ningún candidato. Ni siquiera si crees que tienes el deber de votar. Ni aunque estés inscrito en un partido político o vivas en un estado o distrito que tenga un peso especial en las elecciones.
- Con contadas excepciones, las votaciones por puestos que parecen menos importantes (especialmente cuando se trata de funcionarios estatales y locales, jueces e iniciativas electorales) tendrán efectos más frecuentes y tangibles en tu vida y en la de tu comunidad que los votos para presidente.
- Las siguientes probablemente no sean las elecciones más importantes de tu vida. Si en realidad son las elecciones más importantes de tu vida, no puedes saberlo en tiempo real. Tal vez podrás saberlo dentro de cinco, diez o veinte años, pero no puedes saberlo ahora.
- Tu voto no les llega a los candidatos con una nota explicativa. Los candidatos no sabrán si sentías un conflicto interno o si buscabas votar estratégicamente para cambiar la dirección del partido contrario. Solo sabrán que ganaron con el apoyo de miles o millones de votantes, y que actuarán en nombre de esos votantes, es decir, en tu nombre.
- Lo que hagas en la privacidad de la cabina de votación es asunto tuyo y puedes mantenerlo en secreto. Pero si sentirías vergüenza al compartir con otros por quién votaste, vale la pena que te preguntes por qué.
- A fin de cuentas, tu voto individual tiene una importancia insignificante a la hora de determinar el resultado electoral o el futuro del país. Pero puede tener una importancia espiritual sustancial para ti.
- «Ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor» (Romanos 8:38–39).
Bonnie Kristian es directora editorial de ideas y libros de Christianity Today.