Los evangélicos y otros defensores provida vieron la decisión de la Corte Suprema de 2022 en el caso Dobbs v. Jackson Women's Health Organization como un punto de inflexión en la lucha contra el aborto en Estados Unidos. Después de que el tribunal anuló Roe v. Wade y eliminó la protección federal para tal procedimiento, algunos estados conservadores comenzaron a introducir leyes sobre la personalidad fetal, otorgando a los niños no nacidos los mismos derechos que a los niños nacidos [enlaces en inglés].
Pero Hannah Strege observó todo ese proceso con otro grupo vulnerable en mente: los embriones congelados. En esta nueva era, ¿los embriones tendrán derechos? Si los tienen, ¿alguien los respetará?
Strege, de 24 años, fue concebida mediante fecundación in vitro (en adelante FIV) en 1996 y congelada durante dos años. En 1997, ella y 19 de sus hermanos fueron adoptados en forma embrionaria por John y Marlene Strege. Fueron enviados por FedEx a una clínica de fertilidad local. Hannah fue el único embrión que sobrevivió el proceso de descongelación y se implantó con éxito en el útero de Marlene. Nació en diciembre de 1998.
«El bebé se crea en un laboratorio y se transfiere a un útero. El bebé contiene todos los componentes de una vida separada que puede llegar a desarrollarse plenamente, [desde] el momento de la fecundación. El embrión congelado vive fuera del útero de su madre, “aunque con ayuda artificial”», escribieron los autores de un escrito amicus curiae presentado en julio de 2021 para el caso Dobbs para resaltar la personalidad fetal en las primeras etapas del desarrollo. «La vida de Hannah es una prueba contundente de este hecho».
Hannah no fue la primera humana nacida de un embrión donado (eso se cree que ocurrió en 1984). Pero Hannah nació en el apogeo del debate sobre la investigación con células madre embrionarias a finales de los años 90 y principios de los 2000, y es conocida como el primer «bebé copo de nieve» en ser adoptado formalmente en estado congelado.
El activismo de la familia Strege en pro de la adopción de embriones puso de relieve el concepto en Estados Unidos en un momento en que los evangélicos miraban con reserva muchas tecnologías de reproducción artificial. A los cinco meses de edad, Hannah apareció en el programa de radio nacional de Enfoque a la Familia con James Dobson. Se presentó ante el Congreso a los dos años, y conoció al presidente George W. Bush a los siete.
«Estábamos a la vanguardia de un movimiento de adopción de embriones que comenzó a permitir que muchos otros embriones almacenados y congelados tuvieran las mismas oportunidades que Hannah tuvo», escribió John Strege en su libro de memorias A Snowflake Named Hannah. «Estábamos obligados a defender a aquellos que no pueden hablar por sí mismos, como nos indica la Biblia, y nos comprometimos a hacerlo».
Así como Hannah ha crecido, también lo ha hecho la industria de la fertilidad.
Desde que nació Hannah, el número de embriones congelados almacenados en los Estados Unidos ha aumentado de aproximadamente 100 000 a aproximadamente 1.5 millones. Las parejas británicas congelan 100 000 embriones al año. Australia Occidental informó de 30 000 embriones congelados tan solo en 2022. Muchos de estos embriones (óvulos fertilizados en sus primeras etapas de desarrollo) provienen de tratamientos de FIV, refrigerados indefinidamente en botes de nitrógeno líquido, sin planes para su futuro.
Existen complejidades técnicas en torno al almacenamiento de embriones: es costoso y requiere supervisión y espacio de oficina. Y existen complejidades legales, los embriones congelados generalmente se consideran propiedad personal, por lo que destruirlos o administrarlos mal podría generar graves responsabilidades.
Pero los cristianos que creen que la vida comienza al momento de la fecundación también ven serias complejidades morales en este proceso de almacenamiento. Algunos embriones congelados nacerán de sus madres genéticas, pero miles de otros pertenecen a padres que ya no desean tener más hijos. Algunos embriones han estado almacenados durante décadas o han sido abandonados, aunque cada día se congelan muchos más.
Cada vez con mayor frecuencia, los cristianos evangélicos adoptan estos embriones y los dan a luz como a sus propios hijos. En diciembre de 2022, el programa de adopción de embriones Snowflakes, una división de Nightlight Christian Adoptions, registró su nacimiento número 1000 desde su fundación en 1997. La directora Kimberly Tyson dijo que el programa está creciendo un 20 por ciento año tras año y en 2023 atendieron a más de cien nuevas familias adoptivas. Otra organización religiosa sin fines de lucro, el Centro Nacional de Donación de Embriones (NEDC, por sus siglas en inglés) en Knoxville, Tennessee, celebró este año su nacimiento número 1400 mediante adopción de embriones.
A nivel nacional, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) estiman que entre 2004 y 2019, más de 21 000 embriones donados fueron transferidos a un útero, y casi 8500 de ellos nacieron. Desde 2002, el gobierno federal ha destinado fondos anualmente, más recientemente un millón de dólares, para concientizar sobre la adopción de embriones.
De vez en cuando, estos «copos de nieve», como los llama Nightlight, aparecen en los titulares: «El embrión es solo un año más joven que la madre que lo dio a luz». «Gemelos nacidos de embriones congelados hace casi 30 años». «Donaron sus embriones… y 20 años después, conocieron a los trillizos que nacieron».
Pero estos artículos periodísticos que sorprenden con datos que desafían a la naturaleza a menudo pasan por alto la gravedad de la situación más amplia: a nivel mundial, un millón o más de embriones congelados corren el riesgo de ser abandonados.
En octubre, Hannah y su madre se reunieron conmigo en la sede de Enfoque a la Familia en Colorado Springs. El ministerio fue un elemento central en la infancia de Hannah y una parte formativa de su historia. Dobson abordó el dilema ético de John y Marlene en 1997 y luego presentó a su familia en su programa de radio varias veces, autodenominándose el padrino de Hannah.
Durante una pausa en nuestras conversaciones, deambulé con las dos mujeres por un mercado local de agricultores. En un puesto, Marlene Strege señaló un candelabro decorado con copos de nieve. Su familia ha recibido muchos obsequios decorados con copos de nieve en honor a Hannah. Marlene suele llevar un collar de copos de nieve.
Al principio, Hannah da la impresión de ser tranquila y seria. Pero cuando está con sus amigos, dijo, su lado extrovertido sale a la luz. Lee con avidez, y en fechas recientes se mantiene ocupada entrenando a su cachorro golden retriever, Aspen.
Ella también continúa la misión que comenzaron sus padres. Y tiene mucho trabajo por delante. Este verano se graduó de la Universidad de Baylor con una maestría en trabajo social que planea utilizar para promover la adopción de embriones y crear conciencia sobre tratamientos más éticos para la infertilidad. Está estudiando para obtener su licencia en trabajo social y cree que algún día podría buscar un doctorado.
«Si no estuviera haciendo el trabajo [activismo], no se haría», dijo. «Dios me dio una historia única para compartir. No ser abierta acerca de mi propia historia no tendría sentido».
Desde que era joven, Hannah se ha conectado con otras personas como ella gracias a Nightlight y los esfuerzos de sensibilización de su familia. Asistió a reuniones de adoptados, viajó varias veces a Washington, DC, y aceptó docenas de entrevistas con los medios. Dirige una página de Instagram para embriones adoptados mayores de 14 años (la mayoría de los embriones adoptados se encuentran en la adolescencia o en la infancia), ya que su número es todavía lo suficientemente pequeño como para que pueda resultar difícil encontrar personas con una historia similar.
«Yo misma asumí que debía ser una portavoz, porque la mayoría de los copos de nieve son más jóvenes que yo», dijo Hannah.
Pero ser portavoz es también un papel que la historia ha elegido para ella. La familia Strege ha sido una fuente de consulta para muchas otras familias que han adoptado o planean adoptar embriones. En la escuela de posgrado, donde Hannah se especializó en estudios sobre la adopción, leyó estudios de casos escritos sobre ella. «Han pasado 24 años [de activismo] y no sé por qué esto no es ampliamente conocido», dijo Hannah.
Aunque está cansada, en muchos sentidos también está empezando su carrera como portavoz. Además de apoyar a los adoptados, Hannah sueña con iniciar una organización sin fines de lucro que facilite las adopciones y también forme clínicas de fertilidad y apoye a los padres adoptivos.
En pocas palabras, su objetivo es «ver nacer más bebés».
Hace un año en Birmingham, Rodney y Mary Leah Miller dieron a luz gemelos. Dalton y Mary Elizabeth fueron los bebés número 1000 y 1001 nacidos a través del programa Snowflakes.
Después de 10 años de infertilidad, incluidas varias rondas fallidas de FIV, el médico de los Miller sugirió la donación de óvulos. Incómodos con esa opción, los Miller se enteraron de la adopción de embriones por medio de un amigo y comenzaron a investigar esa posibilidad.
«Creo que fue la primera vez que tuvimos una renovada sensación de esperanza», dijo Mary Leah. Con oración y el consejo de su pastor, siguieron adelante y los gemelos nacieron después de una transferencia fallida y un aborto espontáneo. Tienen tres embriones más de esa adopción y planean seguir haciendo crecer su familia.
«Estos niños son todo lo que siempre esperábamos y soñamos», dijo Rodney Miller.
La mayoría de las mujeres que exploran la adopción de embriones ya han probado la FIV, dijo Kimberly Tyson. Según la Organización Mundial de la Salud, aproximadamente uno de cada seis adultos padece infertilidad, misma que puede afectar tanto a hombres como a mujeres. Un estudio reciente de Pew Research Center encontró que alrededor del 1 % de las mujeres estadounidenses han recibido FIV o inseminación artificial.
Pero los tratamientos de fertilidad son cada vez más comunes. El estudio de Pew también encontró que el 42 % de los adultos en los EE. UU. se han sometido personalmente a algún tipo de tratamiento de fertilidad o conocen a alguien que lo ha hecho, en comparación con un tercio de los adultos que respondieron de la misma forma hace cinco años.
La fecundación in vitro es costosa, ya que su precio oscila entre 10 000 y 25 000 dólares [USD] por ciclo, durante el cual a la mujer se le inyectan hormonas, y después sus óvulos son extraídos y fertilizados. Y las parejas no siempre reciben información completa sobre sus desventajas. Si bien la FIV ha avanzado mucho en términos de seguridad y eficiencia, la mayoría de los ciclos de tratamiento aún no tienen éxito.
«Los 770 000 bebés nacidos mediante FIV en 2018 requirieron unos 3 [millones] de ciclos», informó un editorial de The Economist. «En Estados Unidos y Gran Bretaña, aproximadamente la mitad regresa a casa con un bebé en brazos, incluso después de varios años y hasta ocho ciclos de tratamiento».
Esas abrumadoras estadísticas son una de las razones por las que los centros de tratamiento para la infertilidad alientan a las mujeres a extraer muchos óvulos y crear múltiples embriones al inicio del tratamiento, ya que aumenta las posibilidades de concebir. No obstante, también crea más embriones de los que una pareja realmente puede ver nacer.
Chris y Rebecca Henderson se casaron en 1992. Después de 12 años de intentar tener hijos, se les recomendó explorar la FIV. Inseguros, pero llenos de oración, siguieron adelante y crearon 13 embriones, y dos nacieron como hermanos gemelos.
Cuando los gemelos tenían seis meses, la clínica de fertilidad de los Henderson comenzó a preguntar sobre los próximos pasos para los 11 embriones restantes. A Rebecca le aconsejaron [los médicos] que no tuviera más hijos, por lo que los Henderson se enfrentaron a una decisión difícil.
La mayoría de las personas a las que les quedan embriones almacenados tienen algunas opciones. Pueden descartarlos. Pueden donar embriones para investigaciones científicas, aunque pocos laboratorios aceptan embriones producidos por FIV debido a los limitados fondos gubernamentales. Tras la resolución del caso Dobbs, el «volumen de embriones donados para investigación se ha reducido significativamente», dijo a Washington Post un director del laboratorio de FIV en Stanford Medicine Fertility and Reproductive Health.
Alternativamente, los embriones se pueden almacenar congelados por una tarifa que oscila entre 500 y 1000 dólares mensuales. O bien, se pueden entregar a otra familia que quiera criarlos como propios.
«Cuanto más tiempo llevan los embriones en almacenamiento, más probabilidades habrá de que [sus familias] los abandonen», dijo Tyson.
Algunas clínicas se sienten abrumadas por el creciente volumen de embriones almacenados, ya que los recipientes de nitrógeno ocupan espacio y los médicos pueden crear docenas de embriones por cada paciente. Un médico le dijo a NBC News en 2019 que a algunas pacientes se les extraen entre 40 y 60 óvulos en un ciclo, y «la embrióloga recibe órdenes de su médico de inseminarlos todos, y ni siquiera se pregunta si la paciente quiere que se inseminen tantos… Nadie va a tener 30 hijos».
«No estábamos preparados para nada de esto», dijo a NBC News un endocrinólogo reproductivo de Florida. «De nuestros embriones, el 21 % han sido abandonados».
Los Henderson encontraron la organización Snowflakes y fueron empatados con Dan y Kelli Gassman.
«Es una montaña rusa de emociones tomar la decisión de firmar, incluso cuando sales de ti mismo y piensas en ello de manera racional», dijo Rebecca. «Nos encantó esta opción, pero nos tomó un tiempo emocionalmente llegar a ese punto».
Kelli se casó cuando tenía poco más de 40 años. Después de varios años de intentar concebir, los Gassman recurrieron a la adopción de embriones y finalmente adoptaron los 11 embriones de los Henderson. A los 46 años, Kelli dio a luz a Trevor, que ahora tiene 10 años. Un año después, dio a luz a Aubrey.
«Es el regalo más desinteresado que alguien me haya dado jamás», dijo Kelli.
La adopción de Henderson-Gassman fue inicialmente una adopción parcialmente abierta, donde toda la comunicación estuvo mediada por la agencia de adopción. Pero pronto las familias decidieron reunirse y luego continuaron reuniéndose. Ahora van juntos de vacaciones todos los años y los niños son como primos. Su historia es única, pero las familias dicen: «es más grande que nosotros».
«Es un viaje muy emotivo», dijo Rebecca. «Pero si puedes dejarte a ti mismo de lado y ver que es una gran vía para llegar a ser padres… puede ser una gran vía para ayudar a otros que no pueden tener hijos a tenerlos».
Muchas parejas cristianas que luchan contra la infertilidad se sienten incómodas usando óvulos o esperma donados. Y si no optan por la FIV debido al costo, las bajas tasas de éxito o las objeciones morales, generalmente recurren a la adopción para hacer crecer a sus familias.
Pero no todas las adopciones son iguales.
Hay al menos 369 clínicas de fertilidad en los Estados Unidos que han realizado transferencias de embriones donados, según un estudio de los CDC. Rara vez funcionan como las agencias de adopción tradicionales, ya que la donación de embriones implica muchos menos trámites burocráticos que la adopción de un niño. Las receptoras de embriones generalmente llegan a una clínica de fertilidad habiendo encontrado ya un donante de embriones, a través de grupos en internet o incluso en las redes sociales.
El lado positivo es que esta informalidad ayuda a que la adopción de embriones sea relativamente asequible. Implantar un embrión donado cuesta la mitad del precio de una FIV y un tercio del precio de una adopción privada.
Pero si bien algunas clínicas de fertilidad exigen que los pacientes participen en cierto nivel de asesoramiento, los nuevos padres a menudo reciben poco apoyo más allá de eso, en comparación con los padres que adoptan tradicionalmente.
Hannah Strege cree que las familias que adoptan embriones deberían participar en cada parte del proceso de adopción, incluidos estudios del hogar y entrevistas, mismos que la mayoría de las clínicas de fertilidad no ofrecen. También quiere que se eleven los estándares en toda la industria de la donación de embriones. Si los embriones son personas, después de todo, no deberían ser simplemente intercambiados en las redes sociales sin coberturas adicionales de protección.
«Adoptar a un embrión vela por el interés del niño, versus el interés de la familia [que los dona]», dijo Hannah. «Dios sabe dónde tiene a tu hijo».
Solo unas pocas organizaciones que manejan embriones facilitan las transferencias de embriones como adopciones, uniendo a potenciales familias adoptivas con familias «donantes» que desean poner sus embriones en adopción. La mayoría de ellos son religiosos, y los dos más grandes son Nightlight, una agencia de adopción que tiene oficinas en todo Estados Unidos, y el NEDC en Knoxville.
El NEDC abrió en 2003 como una organización sin fines de lucro que facilita las donaciones y adopciones de embriones. Las familias donantes de toda América del Norte ceden sus derechos al NEDC y la familia adoptiva puede explorar un catálogo digital de los miles de embriones almacenados en el sitio. La organización no exige que las familias sean religiosas, pero sí que las parejas adoptivas sean heterosexuales y estén casadas.
«No hay datos empíricos, pero anecdóticamente, la gran mayoría de las personas que vienen son cristianas, y la mayoría de ellos son evangélicos, y también una cantidad significativa de católicos», dijo el portavoz Mark Mellinger. La adopción de embriones «tiende a resonar entre los creyentes evangélicos». Él estima que el NEDC realiza alrededor del 10 % de todas las transferencias de adopción de embriones por año en Estados Unidos.
La mayoría de los embriones donados son caucásicos, asiáticos o hispanos. Muy pocos son afroamericanos, dijo Mellinger, y están reservados para familias adoptivas negras. «Por lo general, reservamos embriones de minorías para compararlos con receptores del mismo origen étnico», añadió.
El NEDC facilita tanto donaciones como transferencias a las familias que quieran adoptar. Trabaja en estrecha colaboración con una clínica en Knoxville y subcontrata parte del proceso de adopción, tales como los estudios del hogar, a proveedores acreditados como Nightlight. El NEDC ofrece adopciones abiertas y cerradas.
A diferencia del NEDC, el programa Snowflakes de Nightlight no está afiliado a clínicas de fertilidad. Funciona como enlace para familias que quieran entregar sus embriones, familias adoptivas y clínicas de fertilidad a nivel nacional que puedan realizar el procedimiento de transferencia. Tyson y su equipo combinan familias adoptivas y donadoras según requisitos mutuos, lo que significa que muchas de sus familias son hogares evangélicos con dos padres. Animan a las familias a comunicarse desde el principio, y ambas familias eligen el tipo de relación que mantendrán en el futuro.
La razón número uno por la que las familias adoptan embriones es que la mujer «quiere experimentar el embarazo y el parto», dijo Tyson. «Quieren dar a luz a un bebé».
Tyson estima que tal vez el 20 % de los adoptantes de embriones están motivados por el altruismo, es decir, son personas ansiosas por darles a los embriones una oportunidad de vivir en lugar de buscar adoptar a un niño que ya ha nacido.
Pero también hay quienes critican abiertamente la adopción de embriones. Argumentan que participar en la industria es participar en un sistema poco ético y promover la sobreproducción de embriones. Algunos dicen que los niños adoptados tendrán dificultades con sus historias de origen de la misma manera que lo hacen los adoptados tradicionales. Otros son padres que luchan con la idea de entregar sus embriones a otras familias.
Jennifer Lahl, defensora de bioética y fundadora de The Center for Bioethics and Culture Network, cree que «nuestra obligación es, en primer lugar, con los huérfanos entre nosotros y las necesidades de los niños aquí ahora que no tienen un hogar amoroso donde ser criados».
Matthew Lee Anderson, especialista en ética cristiana y profesor de la Universidad de Baylor, cree que la adopción no puede resolver en última instancia el problema del exceso de embriones. Sostiene que los evangélicos, en general, no tienen la capacidad de adoptar a todos los niños que necesitan una familia y a todos los embriones que merecen nacer.
«No es un problema: es una grave crisis moral», afirmó. «Si la adopción de embriones, como práctica, amplía la comprensión del proceso de crear [embriones] en primer lugar, entonces creo que deberíamos mirarlo con cautela». Él cree que a los embriones que no pueden nacer se les debe permitir «volver a Dios» con contrición y lamento.
Sin embargo, la mayoría de los demás críticos están de acuerdo en que, si un embrión no puede nacer de los padres genéticos, la adopción (idealmente, la adopción abierta) es la única alternativa positiva para estas pequeñas vidas atrapadas en una crisis global de fertilidad.
Los embriones no se dejan como sobras o sin utilizar, «como si fueran cosas o herramientas», escribió Russell Moore (ahora editor jefe de CT) en 2012. «Estas son personas portadoras de la imagen de Dios, dotadas por su Creador, no por su “utilidad”, [y que tienen] ciertos derechos inalienables. Abrir nuestros corazones, nuestros hogares y, a veces, nuestros úteros a los más pequeños es algo que debemos hacer en imitación a Cristo».
Aaron y Jennifer Wilson están de acuerdo. Evangélicos estadounidenses por excelencia, viven en Nashville, donde Aaron trabaja para Lifeway y Jennifer trabaja para Union University, y ambos educan en casa a sus gemelos de 12 años. Cuando estaban recién casados, se toparon con un artículo de Baptist Press sobre la adopción de embriones e inmediatamente se entusiasmaron ante la posibilidad. Pero dejaron esa idea en su lista de pendientes.
Tres años más tarde, todavía sin hijos, se les animó a probar la FIV, un proceso que no les resultaba cómodo seguir.
«En el estacionamiento del consultorio del médico el día que recibimos el diagnóstico, hicimos una llamada telefónica», dijo Aaron, de 42 años. Dos semanas después de hablar por teléfono con el NEDC, solicitaron la adopción de embriones. Después de dos transferencias fallidas, dieron la bienvenida al mundo a sus gemelos mediante cesárea. «La adopción de embriones resonó en nosotros, porque también nos apasionan las opciones provida… Los embriones son invisibles a simple vista, pero son almas microscópicas».
Dios dijo que Jesús era una persona cuando todavía estaba en el vientre de María, señaló Aarón. «Dios se humilló hasta adoptar la forma de un embrión… con solo unas pocas células, del tamaño de un píxel», dijo. «La adopción de embriones realmente me abrió los ojos a la maravilla de la Encarnación».
Para muchos cristianos como Hannah, que creen que la vida comienza al momento de la fecundación, no es suficiente ver nacer en el mundo los embriones almacenados. Quieren que deje de crecer el número de embriones congelados.
«La adopción de embriones intenta resolver el problema del exceso de embriones», dijo John Strege, el padre de Hannah. El problema, y su solución, va en dos líneas, dicen sus defensores: se están creando demasiados embriones y se están abandonando demasiados. (Algunos estudios también han sugerido que la congelación prolongada puede dañar los embriones).
Los defensores coinciden en que, en un mundo ideal, la primera solución es prevenir la proliferación de embriones congelados, mediante regulaciones, o simplemente mediante concientización y educación. Algunos ven la solución en las leyes y regulaciones de la industria de la fertilidad. En Alemania, por ejemplo, está prohibida la congelación de embriones, excepto en circunstancias excepcionales.
«No creo que la adopción de embriones deba ser necesaria; lo que se necesita es una ley federal como la de Alemania», afirmó Lahl.
Los médicos y clínicas de fertilidad también deberían educar a los pacientes sobre las implicaciones a largo plazo de la creación y almacenamiento de embriones, dicen activistas como Hannah.
«Recomendaría encarecidamente que [las familias] creen la cantidad de embriones que se implantarán inmediatamente en cada ciclo», dijo Jeffrey Barrows, ex ginecólogo-obstetra y vicepresidente principal de bioética y políticas públicas de la Asociación Médica y Dental Cristiana.
Reconoce que esto es más costoso y físicamente exigente, extraer y fertilizar un óvulo a la vez es menos eficiente que crear lotes enteros de embriones. Pero Barrows cree que esas decisiones personales son una mejor solución que la legislación, porque las leyes pueden resultar contraproducentes para las organizaciones cristianas (los gobiernos pueden imponer requisitos que van en contra de las convicciones de un grupo). «Estás salvando vidas humanas; vale la pena el dinero y los ciclos adicionales».
Muchas familias que donan o dan sus embriones en adopción dicen que no recibieron la educación adecuada o que no pensaron en los resultados a largo plazo de crear más embriones de los que podrían dar a luz.
Algunos, como Lahl y Barrows, dicen que las familias, si pueden, deberían traer al mundo los embriones que les quedan como la mejor solución posible para los niños. Y Aaron Wilson observó que, si los padres mueren sin entregar sus embriones, la responsabilidad legal podría pasar potencialmente a sus hijos, los hermanos de los embriones.
«A menudo se pasa por alto la perspectiva del niño», dijo Barrows. «Lo ideal es que el niño crezca con sus padres genéticos».
Además de querer que no se creen embriones en exceso, Hannah solo quiere que más familias consideren la adopción de embriones, ya sea que puedan concebir de forma natural o no. «La gente está tan enamorada de su propio óvulo y esperma que no consideran la adopción», dijo. «Quiero que se salven más vidas mediante la adopción de embriones».
La familia Strege ha escuchado muchas historias de familias que finalmente buscaron la adopción de embriones después de escuchar la historia de Hannah en la radio, en un artículo de noticias o de boca en boca.
Mientras Hannah y su madre hablaban conmigo tomando café en la cafetería de Enfoque a la Familia, Whit's End, una joven canadiense de una mesa cercana nos interrumpió.
«Sentí que Dios me dijo que hablara contigo porque he estado escuchando tu conversación», dijo, conteniendo las lágrimas y hablando con dificultad. «Mi esposo y yo hemos estado luchando contra la infertilidad durante varios años y hemos estado hablando sobre los próximos pasos. He oído hablar de la adopción de embriones y he estado esperando confirmación de que es la dirección correcta para nosotros». Conocer a Hannah y Marlene en una tarde cualquiera parecía una confirmación divina, dijo.
Son estas pequeñas conversaciones, día tras día, las que son tan importantes para el trabajo de concientización sobre la adopción como los viajes a Washington y las entrevistas de radio, dijo Hannah.
El trabajo puede resultar agotador, explicar por enésima vez qué es un embrión o por qué alguien debería utilizar el lenguaje de adopción para reconocer la humanidad de los embriones. Pero son estas conversaciones las que poco a poco están haciendo que la adopción de embriones sea más común entre los evangélicos.
Las cifras pueden parecer imposibles, pero no son irremediables. Si las aspiraciones de Hannah se hacen realidad, cada copo de nieve algún día podría tener la oportunidad de crecer.
Kara Bettis Carvalho es editora asociada de Christianity Today.
–