La primera vez que impartí la materia Historia de la Música I, un alumno vino a mi oficina preocupado por un examen de audición que la clase iba a tener. «Esto es imposible», me dijo. «Toda la música suena igual».
Ese semestre habíamos estado estudiando desde la teoría musical de la Grecia antigua hasta la Pasión según San Mateo de Bach. Abordamos el canto gregoriano, la polifonía de Notre Dame, los madrigales renacentistas, las misas de la Contrarreforma y mucho más.
La música abarcaba siglos. Había obras en unísono vocal completo, otras con armonías intrincadas. Algunas estaban en latín, otras en alemán. Sin embargo, los estudiantes universitarios no pasan su tiempo escuchando cánticos y madrigales. No los culpo por decir que el examen era difícil, y sé que su aversión e incomodidad se deben sobre todo a la falta de familiaridad con esos géneros musicales.
Por eso, cuando oigo a alguien decir: «La música de alabanza contemporánea suena toda igual», pienso en mis alumnos de Historia de la Música, y me pregunto si en realidad a esa persona simplemente no le gusta mucho esa música.
¿Cómo suena la música de culto contemporánea? ¿Es justo decir que toda «suena igual»? [Enlaces en inglés].
«(Casi) el 100 % de la lista de 25 mejores canciones de alabanza están asociadas a un grupo reducido de megaiglesias», decía el título de un artículo de Worship Leader Research a principios de este año. La mayoría de las canciones de la lista fueron escritas o grabadas por artistas asociados a Elevation, Bethel, Hillsong o Passion, «los cuatro gigantes». Y muchas de estas canciones se han traducido a otros idiomas.
Debido a que tanta influencia se concentra en un pequeño grupo de creadores y organizaciones, el número de personas que componen la música de adoración más conocida es pequeño (y cada vez menor). Pero, ¿es correcto afirmar que esta concentración de influencia y popularidad significa que la música de culto contemporánea está empezando a sonar igual? ¿O simplemente suena como si formara parte del mismo género?
En los últimos 25 años, la música de alabanza contemporánea ha madurado hasta convertirse en un estilo musical y una fuerza industrial reconocible, con sus propias convenciones y características [enlace en español]. Hace unas décadas, la «música de alabanza» era considerada un subgénero de la música cristiana contemporánea, o bien, un conjunto de música dirigida principalmente a iglesias y líderes de alabanza y adoración.
Sin embargo, actualmente el género tiene características propias dentro del mundo de la música cristiana y de la industria musical convencional. De hecho, los álbumes de alabanza tienen su propia categoría en los Dove Awards, y la plataforma Spotify tiene varias listas de reproducción dedicadas a ese género. Al igual que la mayoría de los géneros, la música de alabanza contemporánea cuenta con un pequeño grupo de figuras influyentes («los cuatro gigantes») que producen sus éxitos más conocidos. Las canciones no suenan todas igual, pero sí suenan como si pertenecieran a un mismo género.
«En cada género musical hay marcadores distintivos», dijo Shannan Baker, miembro del equipo de Worship Leader Research y becaria postdoctoral en música y humanidades digitales en la Universidad Baylor. «Hay temas similares, recursos textuales como “romper cadenas”, pero cuanto más se adentra uno en la música, más puede distinguir las diferencias y las piezas que hacen que ciertos artistas sean únicos».
La crítica de «todo suena igual» es la crítica de menor esfuerzo contra cualquier género musical, y suele surgir de la antipatía. Decir «la música country suena toda igual» es una forma de decir «no me gusta la música country». Aquellos que no prefieren este género en particular probablemente se lo imaginan según sus propias percepciones generalizadas de características distintivas como el acento nasal, la steel guitar y algo en la letra sobre camiones o caminos de tierra.
Pero, como señala Baker, los que pasan más tiempo escuchando un género en particular pueden reconocer la diversidad dentro del mismo. Por ejemplo, entre las canciones de la lista de 25 temas que observaron los investigadores existe una clara variación musical. «This Is Amazing Grace» de Phil Wickham [en español, «Gracia sublime es»] es una canción animada con un patrón rítmico de 4/4 o four on the floor y su estribillo tiene un ritmo simple y fácil de cantar. La canción «Oceans» [en español, «Océanos»] de Hillsong UNITED, en cambio, es famosa por empezar con una estrofa y un estribillo con melodía tranquila y escaso acompañamiento de instrumentos, y a menudo es cantada en un tempo lento y flexible para mostrar la expresividad del vocalista.
El tema «Reckless Love» de Bethel Music y Cory Asbury [en español, «Amor sin condición»] está en clave menor y en un compás de 6/8, mientras que la enérgica «Glorious Day» de Passion [en español, «Glorioso Día»] comienza con un verso de guitarra tenue: Mi vergüenza me sepultó, y va creciendo en anticipación hasta cantar el estribillo con voz más fuerte: Y a la muerte venció.
Quizá parte del «todo suena igual» que algunos perciben en las canciones de alabanza se deba a la presencia de temas y verdades cristianas que comparten.
«Hay una esperanza subyacente que parte del evangelio mismo», escribió Nick Lannon, un pastor anglicano de Kentucky en su artículo para Mockingbird «Por qué toda la música cristiana suena igual (incluso cuando no es así)» [enlace en inglés]. «Los ritmos y las letras pueden cambiar, pero se tiene la sensación de estar escuchando la misma canción… y se puede reconocer al instante».
Lo que dice Lannon es cierto: los ritmos, las melodías y las letras varían —como sucede en cualquier género—, pero los temas como el amor, la gracia y la esperanza se mantienen constantes. Y aunque quizá no siempre aparezca el mismo conjunto de características musicales comunes, cualquier combinación de aquellas características puede situar una canción dentro del género.
Las canciones de alabanza contemporáneas suelen contener una clara demarcación entre verso y estribillo, un puente que apunta a un clímax, una estructura armónica sencilla y un uso intensivo de controladores y efectos de sonido de teclado que crean una base de textura desvanecida. La dinámica por terrazas (graduaciones de volumen) y el rango vocal sirven de guía tanto a los cantantes como a los oyentes para pasar de los momentos de un canto más tranquilo a prorrumpir con cantos de celebración (como sucede en «Glorious Day»).
Estos recursos y el lenguaje armónico no son exclusivos de la música de alabanza contemporánea; de hecho, el género toma muchos préstamos del pop, el rock y de la música country. Y en una grabación de alguno de los cuatro gigantes, no es seguro que la música de Bethel o Elevation sea reconocible al instante, a menos que sea reconocida por la voz de algún vocalista conocido como Kari Jobe.
Lo que distingue a la música de alabanza contemporánea como género es su propósito y función, que es facilitar la alabanza y la adoración. Y a medida que el género fue evolucionando, comenzó a reflejar las prácticas musicales de un tipo particular de comunidad de alabanza modelado por sus artistas más conocidos.
Por otro lado, en las grabaciones de música religiosa hay elementos audibles que indican a qué tipo de práctica religiosa y espacio de reunión están dirigidas, por ejemplo, si hay un coro de góspel o un órgano. La música de alabanza contemporánea del tipo de «los cuatro gigantes» toma prestado del pop y el rock tradicionales; el tipo de instrumentos presentes (sintetizadores o teclados, guitarra eléctrica, batería, bajo) indica al oyente que esta música está dirigida a iglesias que cuentan con equipo y una producción al estilo de una banda de rock.
Más allá de estos grandes grupos de música de alabanza, artistas conocidos como Keith y Kristyn Getty, Sovereign Grace o CityAlight componen música que utiliza una instrumentación similar, pero que se inspira en gran medida en las estructuras musicales y el estilo del texto de los himnos de los siglos XVIII y XIX. Aun así, la música de este segmento del nicho sigue posicionándose cómodamente dentro del género «música de alabanza contemporánea».
Alguien que afirme que «toda la música de alabanza suena igual» podría estar pensando más allá del sonido de las canciones y refiriéndose a una percepción más amplia de uniformidad o monocultura en torno a la alabanza contemporánea.
Todos los géneros musicales pueden nutrirse de y definirse en sus propias subculturas y comunidades que utilizan el conjunto de la música para proyectar una identidad. Lo mismo puede decirse, en cierta medida, de la música de alabanza contemporánea, cuyos seguidores también se sienten atraídos por las personalidades, la moda y la estética que la acompañan.
Para algunos líderes de alabanza y músicos de iglesia, la música de Bethel, Hillsong y otros artistas de alabanza conocidos ha sido asociada con una alabanza apasionada y llena del Espíritu. Esta música a menudo viene acompañada de medios visuales producidos profesionalmente en plataformas como YouTube e Instagram y, como resultado, las canciones quedan unidas a imágenes que indican a los espectadores qué tipo de experiencia de adoración puede crear la música: cómo se ve y se siente; cómo actuarán los adoradores.
Una encuesta realizada a líderes de alabanza reveló que más de la mitad de los encuestados afirmaron que a veces desearían que el estilo de alabanza y la cultura musical de su iglesia se parecieran más a los de estos artistas.
«No se trataba solo de querer que el grupo y la música sonaran de una determinada manera», dice Baker. «Se trataba de que querían que sus congregaciones participaran física y visiblemente [de determinada manera]».
Marc Jolicoeur, otro miembro del equipo Worship Leader Research y pastor de alabanza y artes creativas en New Brunswick, Canadá, dice que muchos líderes de alabanza aspiran a recrear algunos aspectos [por medio] de grabaciones de video y sonido porque han tenido experiencias profundas y de primera mano con la música (en conferencias o conciertos, por ejemplo), y quieren compartirlas con sus iglesias locales.
«Pensamos: quiero eso para mi gente, para mi iglesia local y mi congregación», dice Jolicoeur. Pero no se trata de querer una producción deslumbrante y una calidad profesional solo porque sí. Se trata del poder que reside en un determinado modelo y cultura de alabanza musical.
Para muchos cristianos estadounidenses, las conferencias de alabanza y los conciertos son lugares donde hemos experimentado un servicio de adoración conmovedor, dramático y emotivo. Por eso no es de extrañar que esos escenarios y la música que albergan se hayan convertido en modelos a los que aspiran tanto líderes como músicos.
La música de «los cuatro gigantes» y de otros artistas de alabanza conocidos no suena toda igual, pero ciertamente evoca esas deseables experiencias «elevadas» de alabanza.
Si en verdad existiera algún peligro de «uniformidad» en la música de alabanza más popular de hoy en día, tal vez sería la estrecha visión de lo que podría o debería ser un servicio de alabanza musical significativo. No todas las canciones suenan igual, pero las convenciones del género dependen cada vez más del acceso a grabaciones multipistas, un gran sistema de sonido y un equipo completo de músicos. Sin embargo, para la mayoría de las iglesias el culto del domingo por la mañana no se parece en nada a un concierto.
Los líderes que desean utilizar los éxitos de alabanza más conocidos se enfrentan al desafío de adaptar y reimaginar estas canciones para sus iglesias locales. El proceso requiere creatividad, flexibilidad y la voluntad de dejar de lado algunas de las asociaciones audiovisuales que pueden venir con una canción en particular.
Adaptar la música a la iglesia local y a sus particularidades siempre ha sido la tarea de un pastor de música o de un líder de alabanza. Además, según Jolicoeur, encontrar el equilibrio entre los ideales o el afán por la excelencia en la producción musical y la habilidad para reconocer las necesidades de cada congregación forma parte de su llamado.
Los líderes de alabanza «solo quieren crear un ambiente en el que la gente tenga libertad para sentir a Jesús».