Esta es una versión revisada y corregida de la traducción publicada en agosto de 2017.
Este artículo fue publicado en colaboración con la Conferencia Nacional de Liderazgo Cristiano Hispano (NHCLC, por sus siglas en inglés).
Si observamos a las mujeres en la iglesia hoy en día, notaremos que la gran mayoría se esfuerza por alcanzar la perfección. Han permitido que la sociedad y los medios de comunicación actuales influyan en su visión de lo que las mujeres deberían ser. Muchas mujeres se sienten abrumadas por expectativas poco realistas impuestas por el mundo y que ellas también han puesto sobre sí mismas. Han caído presa de una mentalidad que les exige ser perfectas en sus roles como esposas, madres y amas de casa, además de ser más inteligentes, más fuertes y más exitosas y mostrar que siempre tienen todo bajo control. Tienen que ser convincentes en su papel, aunque en su interior estén luchando con el quebrantamiento y los desafíos del día a día.
Como mujeres cristianas, necesitamos examinar nuestros corazones y preguntarnos qué es lo que nos motiva a luchar por la perfección. ¿Estamos tratando de agradar a los demás o a Dios? Por favor, no me malinterpreten, es cierto que debemos esforzarnos por ser lo mejor que podamos y vivir una vida que glorifique a Dios, pero creo que necesitamos mantener una perspectiva espiritual correcta. Me gusta lo que Pablo dice en Colosenses 3: «Ya que han resucitado con Cristo, busquen las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios. Concentren su atención en las cosas de arriba, no en las de la tierra, pues ustedes han muerto y su vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo, que es la vida de ustedes, se manifieste, entonces también ustedes serán manifestados con él en gloria» (v.1-4).
Este pasaje siempre me ayuda a regresar al lugar correcto porque, tal como nos puede suceder a todos, a veces me desvío del camino principal. Creo que la clave aquí es lo que Pablo nos dice: que concentremos nuestros corazones. Esto significa despertar todos los días y decir: «Señor, ayúdame en este día a concentrarme en lo eterno. Guíame para hacer todo lo que me has llamado a hacer hoy. Sé que en ti soy todo lo que debo ser y que en ti estoy completa».
Quisiera animar a las mujeres a enfocar y centrar nuevamente nuestros corazones en la búsqueda de la presencia de Dios y su guía para nuestras vidas. No nos dejemos llevar por aquello que las normas del mundo dicen que debemos ser. Sí, debemos prosperar, pero debemos dejar que Dios sea quien abra las puertas y nos coloque en donde quiere que estemos.
Cuando somos llamadas a ser líderes —en nuestros hogares, carreras y ministerio— para hacer una diferencia en el mundo y abogar por el cambio, debemos recordar que el cambio que Dios quiere, y el cambio que tanto necesitamos, es aquel que se produce en el corazón. Dios quiere traer luz a las áreas oscuras de nuestras vidas. Pero necesitamos permitir que el amor y la presencia de Dios sanen nuestras almas.
El corazón de una mujer que ha sido transformada por el poder de Dios produce un cambio en los que la rodean. Está segura de saber dónde está en la vida y que lo que está haciendo es suficiente para Dios, porque ha dispuesto su corazón solamente en agradarle.
No podemos dejar que las expectativas humanas nos guíen o nos dirijan. Las únicas expectativas por las que debemos vivir son las que Dios nos ha dado: ser obedientes a su Palabra y confiar en Él. Dios sabe que no somos perfectas y nos recuerda que su poder se perfecciona en nuestra debilidad; Él conoce nuestra naturaleza y aun así nos ama. Ya somos todo lo que debemos ser en Él. Cuando pienso en lo que mi corazón desea, oro para que esté alineado con los propósitos de Dios y lo que Él desea para mi vida. Que los siguientes deseos estén también en sintonía con nuestro corazón a medida que Dios habla y aquieta nuestras vidas ocupadas para volver nuestra mente y nuestros corazones a una perspectiva celestial.
Quiero prosperar, Señor, pero quiero que tú seas quien abra las puertas y me coloque donde necesito estar.
Quiero guiar a otros, pero primero quiero ser guiado por ti, Señor.
Quiero hablar, pero primero quiero oír tu voz hablándome a mí.
Quiero amar a otros en la forma en que tú me amas, Señor.
Quiero abogar por el cambio, pero más bien por aquel que se produce en el corazón.
Quiero ser una mujer que cree, pero primero quiero confiar y creer en ti, puesto que Tú sostienes todas las cosas.
Quiero ser una amiga que hable una palabra de verdad para dar ánimo, así como tu Palabra me infunde ánimo.
Quiero ser una madre que ama y deja un legado a sus hijos a través de sus acciones.
Quiero ser una esposa que anima a su esposo a soñar y aspirar a buscar más de Dios.
Quiero ser una mujer que trae gloria a Dios y cuya identidad está envuelta en Él. Una mujer que sabe que es aceptada y amada. Una mujer con una confianza que nace de la certeza de que fue creada y hecha para ser un instrumento que produzca un cambio en aquellos que la rodean. Una mujer que es poderosa, pero cuyo poder proviene de la presencia de Dios en su vida. También quiero ser la mujer que tantas niñas y jovencitas necesitan; alguien que puede animarlas a buscar a Dios, tal vez no tanto por mis palabras, sino por la forma en que vivo: con fe y confianza en un Dios vivo.
Carolina Pflücker estudió en Calvary Chapel Bible College. Actualmente trabaja con su esposo en una compañía cristiana que distribuye literatura y productos cristianos en todo el país. Su pasión es servir a otras mujeres para que desarrollen una relación más profunda con Dios y para fomentar la lectura de libros que cambian la vida a través del ministerio Add Color To Your Life, que fundó en 2010. Vive con su familia en Corona, California.
Edición en español por Sofía Castillo y Livia Giselle Seidel.