Pastors

Enviado a tu propia calle

El campo misionero no solo se encuentra al otro lado del océano: está al otro lado de la calle. Dios nos coloca en barrios y ciudades para atraer a las naciones a Él.

CT Pastors September 27, 2025
SolStock / Getty

Todo el mundo está en movimiento. Hay una inquietud, una gran migración, que está teniendo lugar en todo el mundo. En nuestros barrios, comunidades y ciudades, las naciones han llegado a nuestras puertas. Cada uno de nosotros tiene la oportunidad de aceptar las relaciones interculturales, y de comprender, respetar y beneficiarse de la riqueza de las culturas con las que interactuamos. Esto es más que una cuestión global: es una invitación local. Los pastores han sido llamados a participar en los campos misioneros que se encuentran justo fuera de sus puertas.

El pastor Tim Keller dijo una vez que una visión del reino te hará «abrirte a ser enviado a tu [propio] vecindario para alcanzar y servir de nuevas maneras…». Se trata de un nuevo tipo de envío. En lugar de desarraigar a nuestras familias y dejar nuestros trabajos y redes de apoyo, ser enviados hoy en día puede significar simplemente estar disponibles y entrar voluntariamente en relaciones culturalmente diversas.

En todas partes, las personas buscan su lugar en el mundo. La importancia del lugar es evidente desde el principio de los tiempos. Está entretejida en la historia: la humanidad comenzó en un jardín (Génesis 2:8, 15) y, para los seguidores de Cristo, nuestro viaje culmina en una ciudad santa, la Nueva Jerusalén (Apocalipsis 21:2). El ministerio de Jesús sucedió en lugares geográficos específicos: Belén, Nazaret y, en última instancia, Jerusalén.

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De manera similar, Dios nos ha colocado a cada uno de nosotros y a nuestras iglesias en lugares específicos. Él nos llama a ser más que simples residentes. Como parte del plan de redención de Dios, tenemos la responsabilidad de amar a nuestros vecinos y participar en las comunidades donde vivimos, donde trabajamos y dondequiera que vayamos en nuestras rutinas diarias.

Entonces, ¿cómo deben responder las iglesias y los ministerios a esta oportunidad?

Para empezar, nosotros, como pastores y líderes, debemos avivar la flama de las misiones.

Soy uno de los pastores de la Iglesia Perimeter, que ha estado ministrando en el área metropolitana de Atlanta durante 48 años. Desde nuestra fundación, Perimeter ha buscado ser una iglesia misionera, y alcanzar a nuestra comunidad, nuestra ciudad y más allá. Cuando nos mudamos a nuestras instalaciones actuales en 1996, nuestra comunidad circundante era aproximadamente 90 % de raza blanca. En los últimos 30 años, esa misma zona ha pasado a tener una proporción de 50-50 entre residentes blancos y personas de color. Este cambio ha traído nuevas oportunidades para forjar amistades interculturales y, a su vez, ha comenzado a cambiar la cultura relacional de la iglesia.

En respuesta a este cambio demográfico, los líderes de la iglesia decidieron ser proactivos. Evaluamos nuestro personal, nuestra planeación y nuestro compromiso con nuestra comunidad. Aumentamos la diversidad en los puestos de liderazgo y desarrollamos asociaciones con organizaciones sin fines de lucro locales. Nuestra gente está construyendo relaciones y compartiendo el evangelio, tanto con palabras como con hechos, en los lugares donde viven y trabajan. Aunque todavía tenemos margen para crecer, cada vez reflejamos más a nuestra comunidad y vemos signos de progreso.

¿Ha experimentado tu comunidad algún cambio demográfico? Una forma sencilla de evaluarlo es pasear por tu barrio, visitar los restaurantes y tiendas locales, y pasar tiempo intencionadamente en los espacios públicos. Es posible que te sorprenda lo diversa que se está volviendo tu zona.

¿Cómo deben los pastores y los líderes ministeriales construir relaciones interculturales?

Los miembros de nuestras iglesias siguen nuestro ejemplo. El Padre envió al Hijo, y el Hijo ha enviado a sus seguidores a establecer relaciones y a servir en el campo misionero (Juan 17:18; Mateo 10:5-8). Eso es tan cierto para nosotros como para nuestros congregantes. Así como ellos son enviados, también lo somos nosotros. Y al construir conexiones relacionales con pastores, líderes comunitarios y vecinos en nuestras comunidades, modelamos la riqueza de estas relaciones.

Me he beneficiado de la amistad con pastores que trabajan en diferentes contextos culturales. A lo largo de los años, estos pastores se han convertido en una «banda de hermanos» para mí. Nos hemos apoyado mutuamente a través de muchos desafíos y, gracias a estas amistades, hemos visto florecer nuestras vidas y ministerios. He pasado por un par de temporadas difíciles de profunda depresión y ansiedad, y el Señor ha usado a estos hermanos como parte de mi restauración.

Reconozco que muchos son reacios a salir de su zona de confort y establecer relaciones con personas de otras culturas. Pero no es necesario viajar al extranjero con un pasaporte para ser fieles a nuestro llamado. A veces, el paso más valiente es cruzar la calle. Puedes comenzar con una conversación con un vecino o invitar a alguien diferente a tu casa.

Déjame compartir un poco de la historia de mi familia. Vivimos en Duluth, Georgia, una ciudad a 15 minutos de nuestra iglesia. Llevamos 23 años viviendo en la misma casa. Al principio, cuando nos instalamos, Dios comenzó a despertar en nosotros el deseo de acercarnos a nuestros vecinos e involucrarnos en nuestra comunidad. A través de esos pequeños pasos hacia la fidelidad misionera, comenzamos a experimentar amistades interculturales.

La segunda parte del Gran Mandamiento es «amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Marcos 12:31). Nuestra respuesta fue construir nuevas relaciones con los vecinos. Queríamos amar a las personas y compartir el evangelio con ellas tanto con palabras como con hechos (Lucas 10:9). A lo largo de los años, hemos visto a Dios dar fruto a partir de este deseo, y las amistades que hemos ganado han enriquecido nuestras vidas. Un punto de inflexión se produjo cuando comenzamos a servir en las escuelas públicas a las que asistían nuestros hijos. Entablamos amistad con padres de muchas culturas y comenzamos a compartir la vida con ellos. A medida que asumimos el liderazgo en esas escuelas, nuestras relaciones se ampliaron aún más.

También he tenido el privilegio de unirme a un grupo diverso de pastores de la ciudad. Hemos construido lazos fuertes, oramos unos por otros y nos animamos mutuamente a amar y a hacer buenas obras en nuestras comunidades (Hebreos 10:24).

Comparto estos ejemplos sencillos de lo fácil que puede ser empezar a involucrarnos en nuestras comunidades y verlas como los campos misioneros locales que son. No estoy sugiriendo que debes hacer exactamente lo que hemos hecho nosotros; sin embargo, te animo a que ores por tu comunidad y le pidas a Dios que te brinde formas significativas de involucrarte con tu vecindario. En Perimeter tenemos una frase: «Piensa en grande, empieza en pequeño y profundiza». Es bueno tener grandes sueños, pero el cambio duradero siempre comienza con las relaciones personales.

Aquí hay tres principios fundamentales y algunos primeros pasos sencillos que me han resultado útiles para construir relaciones interculturales.

  1. Sé intencional

Nuestro instinto natural es construir relaciones con personas que son como nosotros. Por ello, cultivar amistades entre culturas requiere intencionalidad. Significa comprender que los cambios demográficos no son una amenaza, sino una oportunidad para ser fieles al llamado de Dios a las misiones. Tenemos que atrevernos a dar el primer paso y cruzar la barrera. Pronto nos daremos cuenta que la barrera era más pequeña de lo que pensábamos.

Comienza por orar por amistades interculturales y amistades transculturales justo donde vives. Estoy seguro de que Dios responderá esa oración.

  1. Sé un oyente y un aprendiz

A medida que nos involucramos en estas nuevas relaciones, se hará evidente que tenemos mucho que aprender. Y eso está bien. Es parte del proceso.

Santiago 1:19 nos anima: «Todos deben estar listos para escuchar, pero no apresurarse para hablar». Haz preguntas. Escucha atentamente. Al hacerlo, observa cómo las amistades se profundizan a través del entendimiento.

  1. Sé perseverante

No te rindas. Sigue adelante. Adopta la mentalidad de un misionero: no te alejes después de una conversación incómoda o un intento fallido. Sigue probando formas nuevas y diferentes de construir relaciones genuinas en las que el evangelio pueda echar raíces.

Algunos primeros pasos sencillos

Este tipo de intencionalidad en las misiones no tiene por qué ser complicada. Comienza con pequeños actos cotidianos de fidelidad. Aquí tienes algunos primeros pasos que puedes dar:

  • Investiga la demografía que rodea a tu iglesia. Esto te ayudará a comprender mejor el contexto en el que Dios te ha colocado.
  • Invita a otro líder de un origen diferente al tuyo a almorzar y comienza a construir una amistad.
  • Anima a los miembros de la iglesia a recibir a sus vecinos en sus hogares, ya sea a través de un festejo, una simple conversación mientras toman café o paseos regulares por el vecindario para interactuar con quienes viven en sus calles.

La misión comienza por conocer a las personas que el Señor pone a nuestro alrededor. Solo se necesita una semilla de mostaza de fidelidad y la voluntad de ser intencional en los lugares comunes.

Por último, recuerda hacia dónde nos dirigimos. Estamos en camino hacia los nuevos cielos y la nueva tierra. Allí, los creyentes de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas se reunirán en una relación eterna (Apocalipsis 7:9). Nuestras diferencias permanecerán, pero sucederá algo hermoso: todos serán redimidos por igual. Todas las barreras culturales que nos dividen desaparecerán por completo. El diseño único de Dios para cada uno de nosotros saldrá a la luz para que todos lo disfruten.

Hasta ese día, damos testimonio de nuestra esperanza futura cuando la vivimos en el presente. Que venga su reino y se haga su voluntad, en la tierra como en el cielo.

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