Ideas

La Inteligencia Artificial está volviendo a los humanos menos inteligentes

La IA es capaz de imitar, pero no puede pensar, ni entender el arte o el amor.

A digital seagull
Christianity Today September 29, 2025
Ilustración de Zhenya Oliinyik

Me temo que, justo cuando la inteligencia artificial está empezando a florecer, estamos entrando en una era de sequía de inteligencia humana. Y este temor no es infundado. Según un estudio de largo plazo sobre las habilidades numéricas y de lectura en adolescentes y adultos en Estados Unidos, ambas han venido disminuyendo desde 2012 [enlaces en inglés].

Un artículo del Financial Times acerca de este estudio señaló que los jóvenes de 18 años describieron un marcado aumento de la «dificultad para pensar o concentrarse» y de la «dificultad para aprender cosas nuevas» durante el mismo periodo.

Estas alarmantes tendencias comenzaron antes de los confinamientos por el COVID-19, que sin duda tuvieron un efecto adverso adicional en los estudiantes que se vieron obligados a pasar a clases virtuales. El primer iPhone salió al mercado en 2007, unos años antes de que estas tendencias comenzaran a reflejarse en las estadísticas. Es posible que se trate solo de una correlación; sin embargo, dada nuestra experiencia real con los teléfonos inteligentes, creo que a la mayoría de nosotros no nos sorprendería que estos dispositivos nos estén haciendo menos capaces de concentrarnos, menos capaces de comprender números o de leer libros: sencillamente, menos inteligentes.

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La RAE define la inteligencia como «capacidad de entender o comprender». Para explicarlo con más detalle, creo que la inteligencia se refiere a nuestra capacidad de razonar y comprender la información y las experiencias. Algunas de estas experiencias son irreducibles a datos informáticos, tales como nuestros sentimientos de amor, o nuestra percepción de la belleza o la injusticia; es decir, cosas a las que no se puede asignar un valor numérico.

Nuestra inteligencia es nuestra forma holística de comprender, interpretar y razonar a través de la información que recibimos y las experiencias que tenemos. Es parte de lo que nos diferencia de los animales y las máquinas: podemos pensar sobre nosotros mismos pensando.

Hay una reflexividad en nuestra inteligencia que otras criaturas o creaciones no poseen. Una máquina, incluso un modelo avanzado de IA, no puede contemplarse a sí misma en el acto de pensar. Solo puede procesar más información, como analizar su propio rendimiento o encontrar errores.

Por el contrario, yo puedo describirte cómo es para mí pensar en mí mismo pensando en escribir este artículo. Y, de hecho, esa cualidad de la inteligencia reflexiva es importante para la experiencia humana. Es parte de lo que da textura y riqueza a nuestro mundo interior. Probablemente no sea una coincidencia que esos mundos en nuestro interior actualmente también se vean amenazados por las mismas fuerzas tecnológicas que nos están volviendo menos inteligentes.

Por otro lado, la inteligencia es más que la capacidad de imitar. Es cierto que, con suficientes datos y capacidad de procesamiento, los sistemas de IA serán capaces de generar contenidos que a simple vista podrán capturar experiencias humanas profundas como el amor, la belleza o la injusticia. Podrás pedirle a ChatGPT que produzca un poema de amor para tu pareja o una explicación sobre una gran obra de arte visual, y el resultado será una imitación aceptable de la experiencia humana real, porque habrá procesado miles de millones de datos y se habrá entrenado con poemas de amor y obras de arte producidos por otros. Sin embargo, eso no es lo mismo que tener inteligencia, como lo es comprender y entender el amor o el arte. Es la diferencia entre saber que una rosa se utiliza como símbolo del amor y saber cómo se siente el amor. 

Entendida como un don humano único, la inteligencia nos exige mucho. En primer lugar, nos obliga a ser humildes. Cada vez que se nos presenta una oportunidad de comprender información o una experiencia y elegimos una postura de superioridad o separación, no estamos ejerciendo de forma plena el don de la inteligencia que Dios nos ha dado. La humildad es lo único que nos permite entender la realidad sin el filtro de nuestros prejuicios y pecados, a fin de poder comprenderla a la luz de la revelación de Dios.

La forma en que interpretas la información o una experiencia utilizando tu inteligencia está determinada en gran medida por una actitud de humildad o de orgullo; por ejemplo, cuando lees un libro que confronta tus ideas preconcebidas sobre política o das un paseo por el parque que te muestra la belleza de la creación de Dios. El orgullo bloquea nuestra inteligencia al hacernos recurrir por defecto a nuestras suposiciones y prejuicios. La humildad, por el contrario, permanece abierta a la revelación y a la posibilidad, a la corrección y a la sabiduría, y se interrelaciona con la inteligencia en un proceso de comprensión.

En segundo lugar, tenemos el deber de ejercer nuestra inteligencia leyendo, razonando y practicando la virtud de la moderación con nuestros dispositivos digitales. Independientemente de si los datos recogidos en el artículo del Financial Times marcan una causalidad directa entre los teléfonos inteligentes y el declive de la inteligencia en determinado país, creo que la mayoría de nosotros hemos podido observar este declive en nosotros mismos o en personas a nuestro alrededor que son adictos a los teléfonos inteligentes. 

No necesitamos un estudio para saber lo que el sentido común y la experiencia personal nos demuestran: que pasar horas cada día con dispositivos digitales que entrenan nuestra atención para adaptarse a videos de 30 segundos perjudica nuestra capacidad de leer y comprender. Dios nos ha dado un gran don, la inteligencia, pero lo desperdiciamos en cosas efímeras y sin sentido cuando podríamos utilizarlo para su gloria y trabajar por el bien común de nuestro prójimo.

Teniendo en cuenta los ejemplos que nos dan las redes sociales, cabe esperar que la tecnología se organice aún más para apelar a nuestros vicios y a nuestros peores instintos, en lugar de entrenar nuestra inteligencia —aun cuando los desarrolladores de IA obtengan miles de millones en financiación—. En otras palabras, es probable que nuestra sociedad siga creciendo en contra de nuestro bien común, incluida nuestra inteligencia colectiva. El nivel de ganancias que pueden obtener apelando a los vicios es mucho mayor.

Tenemos la oportunidad de ejercer lo que Dios nos ha dado o de ceder ante estas fuerzas sociales. Podemos practicar la humildad y la templanza, humillándonos ante la realidad y utilizando nuestra tecnología con moderación. La elección de permitir que la tecnología nos haga menos inteligentes depende de cada uno de nosotros de forma individual. Estas tendencias no representan algo imposible de resistir. Podemos elegir leer libros, formar nuestras propias opiniones y escribir nuestras propias ideas, o podemos dejarlo todo en manos de los algoritmos, la inteligencia artificial y las máquinas. No desperdiciemos el don de la inteligencia.

O. Alan Noble es profesor adjunto de inglés en la universidad Oklahoma Baptist y autor de varios libros, entre ellos On Getting Out of Bed: The Burden and Gift of Living.

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