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Mi atracción por las personas del mismo sexo tiene una respuesta

Es la respuesta que Dios nos da a todos.

Christianity Today August 18, 2025
Source Image: Dulin / Getty Images

Cuando escribí mi primer artículo en el que expresé que soy una mujer cristiana que siente atracción hacia personas del mismo sexo, lo que más me sorprendió fueron los correos electrónicos que empecé a recibir de hombres heterosexuales. Las notas procedían a menudo de hombres de la edad de mis padres, y el mismo mensaje se colaba una y otra vez en mi bandeja de entrada: «Nunca esperé que esto me ayudara».

Born Again This Way

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Good Book Co

160 pages

$12.99

Las personas atraídas por el sexo opuesto leen sobre la atracción hacia el mismo sexo por muchas razones. A veces, un pastor quiere discipular a un joven que experimenta atracción por el mismo sexo. A veces, una mujer quiere saber cómo amar a una hermana que se identifica como lesbiana y ha abandonado la iglesia. Otras simplemente quieren pensar bíblicamente sobre las tendencias que ven en la cultura que les rodea. Pero lo que no suelen esperar, al parecer, son comentarios que les ayuden en su propia lucha por vivir en obediencia a la fe.

Mi libro Born Again This Way: Coming Out, Coming to Faith, and What Comes Next [Nacida de nuevo así: salir del closet, llegar a la fe y lo que viene después] está pensado para ayudar a los cristianos atraídos por personas del mismo sexo a crecer en su fe en Jesús y también para ayudar a otros a acompañarnos en nuestro camino. Pero los cristianos que experimentan atracción por personas del mismo sexo se plantean preguntas que tocan algunas corrientes muy universales. Dios nos ha hecho a todos con deseos de la carne, y como pecadores que estamos destituidos de su gloria (Romanos 3:23), tenemos retos similares cargados en nuestros sistemas.

En primer lugar, todos tenemos que contrastar nuestros deseos con el mismo punto de comparación: Cristo.

En el libro, lucho en público con una experiencia muy privada: muchos de los que amamos a Jesús no podemos librarnos del deseo romántico y sexual por las personas de nuestro mismo sexo. Ese deseo es tan potente que puede parecer y sentirse como nuestro legítimo amo, y nos preguntamos si debemos inclinarnos y servir.

Pero, ese mismo canto de sirena, ¿no nos llega a todos, de un modo u otro? Ya sea que nuestros deseos estén dirigidos al mismo sexo o al sexo opuesto, somos fácilmente controlados por el deseos impíos, especialmente en el ámbito sexual. Por eso las palabras «No cometerás adulterio» y «No codiciarás la mujer de tu prójimo» (Éxodo 20:14, 17) ocupan un lugar destacado en los Diez Mandamientos. Por eso también el Nuevo Testamento nos advierte contra el libertinaje sexual (1 Tesalonicenses 4:3; Efesios 5:3).

Tanto el mundo como la Iglesia tienen diversos mecanismos para hacer frente a la fuerza y la persistencia del deseo, pero rara vez son especialmente cristianos. Vemos montones de naufragios a nuestro alrededor, derribados por los monstruos gemelos de la represión y la indulgencia, como las criaturas marinas Escila y Caribdis de la mitología griega. No vemos otra opción que estrellarnos contra uno de ellos o contra ambos.

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Pero Dios, como primer ser capaz de sentir deseo, nos ofrece otro camino. En el mejor de los casos, nuestros anhelos pueden ser una imagen de los suyos, que laten con bondad, energía e incluso santidad. Su deseo nos da una brújula y marca el rumbo de nuestros deseos (sí, incluso los sexuales). Eso significa que parte de la disciplina cristiana consiste en aprender a ver a Dios como realmente es, en su belleza y su valor. Hay un estrecho camino entre la indulgencia y la represión, pero implica contrastar cuidadosamente cada deseo con Dios y buscar su dirección una y otra vez.

En segundo lugar, todos hemos sido llamados a la transparencia.

A diferencia de mí, la mayoría de mis amigos cristianos que experimentan atracción por personas del mismo sexo crecieron en la Iglesia. Uno de los temas más unificadores que escucho de ellos es el miedo aterrador que desgarraba sus corazones. Les aterrorizaba que alguien descubriera su atracción. Pasaron años orando para que Dios les quitara esos sentimientos y décadas vigilando sus modales para permanecer ocultos. (Por supuesto, tenían buenas razones. Muchos cristianos e iglesias cristianas han demonizado la atracción hacia personas del mismo sexo, y algunos movimientos creen erróneamente que la libertad en Cristo solo se encuentra al volverse heterosexual).

Curiosamente, este mismo secuestro ocurre con quienes experimentan atracción por el sexo opuesto. Por ejemplo, los cristianos a menudo tienen miedo de confesar su fuerte deseo de ver pornografía, aunque saben que está mal. Otros se sienten acosados por el reto de mantener bajo control sus pensamientos en torno a personas deseables del otro sexo. He hablado con varias mujeres que se avergüenzan de hablar de la fuerza de sus impulsos sexuales, porque sienten que los buenos cristianos no deberían luchar con eso. En cada una de estas situaciones, las personas construyen muros de silencio para protegerse. Sin embargo, estos muros se transforman poco a poco en prisiones.

Al final, todos necesitamos exactamente lo mismo que necesitaban mis amigos hace años, y lo mismo que necesito yo ahora: espacio para hablar de lo que realmente sentimos. El propósito de la transparencia no es gloriarnos en nuestra lucha, sino encontrar apoyo en nuestra búsqueda de una obediencia a Cristo que siempre es costosa. Tengo que saber que el hecho de que experimente atracción por las mujeres no me pone fuera del alcance del Espíritu Santo y que justo en medio de mi lucha, Él puede bendecirme. Eso es cierto para cada uno de nosotros. Solo cuando somos honestos acerca de nuestras luchas en cuanto a nuestra sexualidad podemos escuchar este mensaje: el Señor quiere más para nosotros. Quiere nuestra lealtad. Quiere nuestra santidad.

Por último, todos estamos invitados a vivir el gozo de la obediencia.

Pablo comienza el quinto capítulo de Gálatas diciendo: «Cristo nos libertó para que vivamos en libertad. Por lo tanto, manténganse firmes y no se sometan nuevamente al yugo de esclavitud» (Gálatas 5:1, NVI). Sostiene que intentar conseguir la salvación por las obras de la ley es, de hecho, esclavitud. Somos hijos de la mujer libre (4:31), nacidos para ser libres. Pero luego viene su advertencia: «pero no se valgan de esa libertad para dar rienda suelta a sus pasiones» (5:13). En otras palabras, la verdadera libertad solo viene a través de la obediencia a los mandamientos de Dios, incluidos los mandamientos sobre nuestros cuerpos.

A las personas que, como yo, sentimos atracción por personas del mismo sexo, el mundo nos hace creer que solo podemos ser auténticos si nos rendimos ante nuestras pasiones. Nos promete el estatus de héroes si nos sometemos a nuestras atracciones. Nuestros deseos nos susurran al oído, como una serpiente en un jardín, que no hay muerte en ir en contra de la Palabra de Dios. Esta lengua serpentina que nos atrae hacia el pecado habla una lengua propia para cada uno de nosotros y ofrece a cada uno una tentación a la medida: tal vez una vecina, un compañero de oficina, o la esposa de un amigo.

Pero hay buenas noticias. Jesús es realmente más hermoso, más digno y más satisfactorio que cualquier otra cosa. Los creyentes atraídos por el mismo sexo, asaltados tanto por la derecha como por la izquierda, necesitamos probar y ver que el Señor es bueno. Debemos experimentar a esa Persona inagotable que se deleita en nosotros y se deleita en la justicia.

Lo mismo vale para todo creyente. La obediencia nunca fue una moneda de cambio para obligar a Dios a bendecirnos, sino el fruto abundante y delicioso de una vida en relación con nuestro Creador y Salvador. Él nos tiene reservada la alegría, que solo podemos encontrar plenamente cuando perseguimos la obediencia de la fe con transparencia, honestidad y esperanza. No importan nuestras tentaciones, no importan nuestros patrones de deseo, seguimos adelante para hacer nuestra esta alegría, porque Cristo Jesús nos ha hecho suyos.

Rachel Gilson forma parte del equipo de liderazgo de Cru para el desarrollo teológico y la cultura. Es autora de Born Again This Way: Coming Out, Coming to Faith, and What Comes Next. Más información en rachelgilson.com.

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