Theology

La preservación de los mares también es ministerio

Ayudar a que florezca la biodiversidad marina es una forma de participar en la obra de Dios, afirma un teólogo indonesio.

Christianity Today June 3, 2025
Ilustración de Mallory Rentsch Tlapek / Fuente de imágenes: Unsplash

Indonesia es el Estado archipelágico más grande del mundo. Está formada por 17 000 islas, y el 70 % de la población vive en zonas costeras. Muchos consideran que el país es un paraíso para los buceadores, ya que alberga vibrantes arrecifes de coral repletos de peces de colores, y también es donde se encuentran los ecosistemas de manglares más grandes del planeta.

Sin embargo, mi país se enfrenta hoy a una grave crisis ecológica marina debido a la pesca destructiva, la contaminación, el cambio climático y las emisiones de gases de efecto invernadero. Nuestro ecosistema de manglares, praderas marinas y arrecifes de coral está en declive. Las poblaciones de peces también están disminuyendo, mientras que otras criaturas marinas se ven frecuentemente envenenadas por la contaminación terrestre.

Esta crisis supone una grave amenaza en el contexto indonesio, donde la vida ecológica y la vida social son a menudo inseparables. Más de la mitad de la ingesta anual de proteínas de la población proviene de pescados y mariscos, y alrededor de 7 millones de personas dependen en gran medida del mar para su sustento. Pero ahora, más de 2.5 millones de hogares indonesios que se dedican a la pesca a pequeña escala corren el riesgo de perder su estilo de vida y su fuente de ingresos. Las zonas de pesca son cada vez más limitadas, lo que desencadena conflictos entre los pescadores tradicionales.

Los pobres de nuestras zonas costeras son los que más han sufrido debido a su dependencia del mar para sobrevivir. Muchos utilizan técnicas y equipos tradicionales, como el pudi —una red de pesca que canaliza a los peces hacia un lugar determinado— y el bubu, una trampa de bambú, para recolectar diversos tipos de mariscos durante la marea baja a fin de conseguir alimento.

Sin embargo, la crisis ecológica marina está destruyendo cada vez más sus fuentes de sustento. También está borrando nuestra cultura de cuidar a los necesitados, ya que las comunidades costeras suelen dar prioridad a los pobres a la hora de recolectar provisiones del mar.

En otras palabras: el mar nos da alimento y cultiva la compasión por los pobres entre nosotros. Pero tanto su sustento como el cuidado comunitario están ahora en peligro.

Reflexionando sobre las prácticas tradicionales de las comunidades costeras y de las iglesias de Indonesia, presento el concepto y la práctica de la diakonia «azul», la palabra griega para servicio y ministerio de la que proviene la palabra diácono.

Los estudios del erudito australiano John N. Collins sobre la diakonia en el Nuevo Testamento y en fuentes griegas antiguas destaca que el servicio y el ministerio llevados a cabo por los seres humanos apuntan al mandato de Dios de cuidar de los pobres. El misionólogo danés Knud Jørgensen también ve la diakonia como una invitación a participar en la obra de Dios de cuidar y liberar a los pobres, los marginados y los oprimidos.

La mayoría de los creyentes indonesios consideran esta diakonia como una cuestión principalmente humana, que se manifiesta en el cuidado de los pobres proporcionándoles alimentos o apoyo financiero. Sin embargo, esta interpretación no incluye las formas en que la propia creación cuida de los desfavorecidos.

En mi opinión, necesitamos desarrollar una diakonia azul [es decir, el reconocimiento al servicio y ministerio de los mares] que reconozca y apoye al mar —que alimenta a los pobres y da vida a todos los que dependen de él— como participante activo en la obra del Dios trino.

Un anticipo del reino

Una encuesta realizada en 2023 por la agencia gubernamental Statistics Indonesia reveló que 25.9 millones de personas viven en la pobreza en este país. Esto hace que el reconocimiento al servicio y ministerio de los mares sea una práctica crucial entre los creyentes, que representan el 11 % de la población de este país de mayoría musulmana.

Según el teólogo indonesio Yosef Purnama Widyatmadja, hay tres modelos de diakonia ampliamente aceptados en las comunidades cristianas de Indonesia: diakonia karitatif (caridad), diakonia reformatif (desarrollo individual/comunitario mediante la capacitación) y diakonia transformatif (transformación estructural/social). La integración de la crisis ecológica en la forma en que las iglesias indonesias practican la diakonia es un nuevo y prometedor avance. De hecho, existe un interés creciente por un discurso teológico conocido como eco-diakonia, que busca garantizar que la naturaleza siga expresando su poder e influencia (especialmente como fuente de alimento), y que los pobres tengan acceso a ese alimento de forma sostenible.

Pero al hablar de diakonia azul, es específicamente el mar —y no la naturaleza en general— lo que los cristianos se esfuerzan por servir y proteger. Las aguas que cubren la faz de este planeta son la buena creación de Dios, al igual que todas las criaturas que hay en él, y Él las bendice y les da poder para ser fructíferas y multiplicarse, y llenar las aguas de los mares (Génesis 1:10, 20-22). El mar y sus criaturas experimentan el amor de Dios cuando Él los cuida y los renueva (Salmo 104:24-30; 145:9).

Además, el mar y sus criaturas no son marginados, sino que son parte del reino venidero de Dios. Como dice el teólogo estadounidense J. Richard Middleton, la frase «el mar ya no existe más» de Apocalipsis 21:1 (RVA-2015) es una buena noticia, porque el mar ya no sería utilizado por el Imperio Romano como medio para expandir su poder económico explotador. En cambio, el mar participará en la adoración a Dios como nueva creación: sus criaturas se unirán a otras en el cielo, en la tierra y debajo de la tierra para cantar «al que está sentado en el trono y al Cordero» (Apocalipsis 5:13).

Desde esta perspectiva, las iglesias pueden proclamar el evangelio (Marcos 16:15) dejando que el mar y sus criaturas tengan un anticipo del reino venidero de Dios. Preservar y restaurar el mar para que siga desempeñando su función de proporcionar alimento, especialmente a los pobres, es ese anticipo y una manifestación de la diakonia azul.

En la provincia de Nusa Tenggara Oriental, la iglesia evangélica Gereja Masehi Injili di Timor (GMIT) lleva cinco años tratando de mejorar las condiciones marinas en sus alrededores.

En 2020, la iglesia se asoció con el Ministerio de Asuntos Marítimos y Pesca de Indonesia para trasplantar corales al Parque Nacional Marino del Mar de Savu, situado en la provincia, con el fin de restaurar el ecosistema del parque. Desde 2021, la GMIT también ha plantado y cuidado manglares en la isla de Savu. Este proyecto es «una expresión de nuestra fe, ya que preservamos el don de la vida que nos ha dado Dios, restaurando y protegiendo los manglares, al igual que ellos nos protegen a nosotros de los ciclones», afirmó Mery Kolimon, antigua moderadora del sínodo de la GMIT.

«No podemos permitir que se destruya el ecosistema de los manglares, tenemos que ayudar a restaurarlo porque es nuestro llamado como pueblo de Dios», añadió Rowi Kaka Mone, uno de los líderes del proyecto.

Otras iglesias indonesias llevan a cabo ministerios destinados a conservar las aguas en sus zonas. Durante muchos años, dos iglesias en particular, la Gereja Protestan Maluku (GPM) y la Gereja Kristen Injili di Tanah Papua, han llevado a cabo la práctica tradicional de pesca sostenible del sasi laut, que preserva los ecosistemas marinos manteniendo una zona libre de actividades pesqueras durante un período de tiempo determinado, que va de tres meses a dos años.

La gente suele llamar a la práctica de sasi laut de la GPM con otro nombre: sasi gereja, o «sasi de la iglesia». Este concepto «conlleva la bendición de la iglesia local y, para los creyentes, el temor de Dios. Romper el «sasi de la iglesia» es cometer un pecado», afirma un informe de Forests News.

Cuidar de las viudas y los huérfanos

Sin embargo, considerar el mar solo como destinatario de la diakonia —es decir, el servicio y el ministerio cristianos— no es suficiente, ya que esta perspectiva podría eclipsar el papel del mar en la creación.

Es cierto que el mar necesita que los seres humanos lo cuiden. Pero el mar también tiene agentes decisivos que debemos reconocer. El mar no es un objeto pasivo que depende totalmente de los seres humanos. Examinar cómo el mar desempeña un papel vital en el cumplimiento de la misión de Dios, incluso en su recuperación del daño antropogénico, nos ayuda a darnos cuenta de que los seres humanos no solo hacemos algo por el mar, sino también con él.

Esto significa que el mar también puede considerarse un diakonos, es decir, un diácono o ministro que cuida de los pobres proporcionándoles alimento. Las comunidades costeras de Indonesia perciben al mar como un ser vivo que nutre y sostiene sus vidas con alimento físico. Por ejemplo, los habitantes marítimos de Lamalera, en Nusa Tenggara Oriental, llaman al mar ina fae belé o sedo basa hari lolo, expresiones que describen cómo el mar es una madre amorosa que da a luz y cría a sus hijos, y les proporciona todo lo que necesitan.

Una descripción más específica del mar como cuidador de los pobres se encuentra en un estudio realizado en 1997 por el teólogo y antropólogo indonesio Tom Therik sobre las actividades pesqueras de Pantai Rote, una comunidad marítima de la isla de Semau. En el idioma local y en la poesía tradicional, a los pobres se les llama ina falu (viudas) y ana mak (huérfanos). Dos veces al día, estas viudas y huérfanos salen a recolectar plantas acuáticas y criaturas marinas durante la marea baja. Esta es una norma cultural ampliamente aceptada en la comunidad, ya que los pobres no pueden permitirse barcos ni equipos de pesca adecuados y solo pueden depender de la generosidad del mar para su sustento diario.

El mar moldea la cultura de la comunidad de cuidar de los pobres: las aguas de esa zona forman parte del Triángulo de Coral, también conocido como el «Amazonas de los mares» porque contiene la mayor biodiversidad marina del planeta. Alberga el 76 % de las especies de coral, así como seis de las siete especies de tortugas marinas, y sirve como espacio prolífico para el desove y cría del atún.

Percibir el mar como un agente activo de Dios, como sostengo aquí, no es ajeno a la fe cristiana. La Biblia lo hace explícitamente. En Génesis 1:22, Dios bendice y ordena a las criaturas marinas: «¡Sean fructíferos y multiplíquense; llenen las aguas de los mares!» (NVI). En Génesis 4:11-12, la tierra se opone al mal: abre su boca para recibir la sangre de Abel y se niega a entregar sus frutos a Caín.

Estas personificaciones bíblicas de la creación también nos permiten reconocer el importante papel del mar en la liberación de los israelitas de la opresión en Egipto (Éxodo 14:20-21). El mar se retira y se amontona para dejar pasar a los israelitas por tierra firme, mientras impide que el ejército del faraón los persiga, afirma la estudiosa bíblica indonesia Margaretha Apituley.

Percibir el mar como un diakonos —un emisario de la obra de Dios— forma parte, por tanto, de la comprensión bíblica. Al igual que el mar de Galilea facilitó la obra de Cristo al proporcionar dos peces, que junto con cinco panes alimentaron a una multitud (Marcos 6:30-44), los mares indonesios facilitan la obra de Cristo al ofrecer todo lo que nada y crece en ellos como alimento para los pobres de las comunidades costeras de los archipiélagos.

En esencia, la diakonia azul es una misión para y con el mar. Reconoce y respeta al mar como participante activo en la obra de Dios. A medida que las iglesias apoyan el florecimiento de los mares como medio para alimentar a los pobres, tanto los cristianos como los mares pueden convertirse en ministros de Dios.

Los encuentros entre las culturas marítimas tradicionales de Indonesia y el cristianismo pueden ser una oportunidad importante para que las iglesias aborden la crisis ecológica marina y sus impactos negativos en los pobres. Mi esperanza es que la diakonia azul pueda ser una misión que pertenezca no solo a las iglesias indonesias, sino también a las iglesias de todo el planeta, tal como Jesús ordenó a sus discípulos: «Denles ustedes mismos de comer» (Marcos 6:37).

Elia Maggang es doctor por la Universidad de Manchester en el Reino Unido. Reside en Indonesia y su trabajo teológico gira en torno a las intersecciones entre el cristianismo y las tradiciones indígenas, especialmente su teología y práctica en relación con el mar y la relación del ser humano con el mar.

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