Church Life

Phylicia Masonheimer habla sobre el efecto corrosivo que la ficción erótica tiene sobre las mujeres

La autora y teóloga habló con CT sobre el consumo femenino de pornografía y cómo encontrar libertad de esta adicción.

A collage of images showing a woman and a book on a pink background.
Christianity Today June 3, 2025
Ilustración de Elizabeth Kaye / Fuente de imágenes: Pexels

Phylicia Masonheimer es autora, teóloga y fundadora de Every Woman a Theologian. Recientemente se sentó con Clarissa Moll, presentadora del pódcast The Bulletin, para mantener una conversación franca sobre el auge de la literatura erótica femenina, así como sobre el camino hacia la libertad de la adicción.

Esta transcripción ha sido editada con fines de claridad y brevedad. Escucha la conversación completa en inglés aquí.

La mayoría de los estadounidenses no consideran que la desnudez total o parcial sea pornografía. Como mujer, madre, esposa y teóloga, ¿qué es la pornografía?

Entiendo por qué a la gente le cuesta un poco definir la pornografía, porque ver desnudos parciales o desnudos totales no siempre tiene por qué provocar excitación sexual. Ejemplos de ello podrían ser el arte renacentista o una fotografía de National Geographic. Sabemos de forma innata que estas imágenes no están diseñadas para provocar excitación sexual.

El papa Juan Pablo II distinguió [enlaces en inglés] entre la desnudez que tiene como propósito provocar excitación sexual, y la desnudez sin vergüenza. Gran parte de los escritos e imágenes sexualmente explícitos que vemos en la cultura estadounidense tienen un objetivo, y ese objetivo es la excitación o la exploración sexual. O incluso simplemente esa actitud sutil de que hay algo ligeramente malo o travieso en ello.

El mercado de los audiolibros eróticos se ha disparado en los últimos años. Un sitio web habitual de audiolibros eróticos tenía 5.4 millones de oyentes en 2022. The New York Times ha informado sobre el auge de las librerías especializadas en romance. ¿Por qué crees que las mujeres prefieren escuchar o leer pornografía antes que verla?

Mi esposo y yo tenemos antecedentes de adicción a la pornografía, yo en forma de erotismo y él en forma de pornografía visual. Y ahora ambos trabajamos con personas, hombres y mujeres respectivamente, que buscan liberarse de esas adicciones.

Según nuestra experiencia, las mujeres tienden a sentirse atraídas por contenidos pornográficos que les permiten imaginarse como protagonistas de la historia. Cuando el escenario, la conversación, la relación y el deseo de un hombre hacia una mujer se enmarcan en una historia, es mucho más fácil situarse en el centro. Puedes imaginarlo en tu mente e incluso personalizar lo que está escrito como si se tratara de ti.

Es una diferencia en cómo se procesa el deseo. Los hombres suelen recurrir a la pornografía por una herida de la infancia, ya que esta les ayuda a recuperar una forma de control. A menudo, los hombres no ven la pornografía como si ellos fueran el protagonista de una historia. Miran el rostro de la mujer y piensan esa persona me desea.

En ambos casos, es desgarrador porque tanto los hombres como las mujeres buscan llenar una herida o un vacío cuando recurren a este material y ni siquiera se dan cuenta de lo que está pasando. Las mujeres quieren sentirse amadas y deseadas, y esta historia les permite sentir precisamente eso. Los hombres quieren sentirse amados y deseados, y estas imágenes les permiten sentirlo.

Rebecca Yarros, autora de Onyx Storm y otras novelas románticas, dijo que le gustaba incluir a su esposo en la historia porque era una forma de celebrar su relación. Pero lo que yo entiendo es que lo que ella percibe como una celebración de su relación puede ser en realidad un lugar de profundo anhelo y dolor para las mujeres que desean ese tipo de atención, cuidado o amor.

Exactamente. A menudo, las mujeres se resisten y dicen: «Bueno, no es [literatura] erótica, es romántica».

En un libro erótico tradicional, como una novela de Harlequin, la trama es más débil que la de una novela romántica. Es principalmente un vehículo para el contenido sexual. Fui adicta a la [literatura] erótica durante casi una década, así que he leído muchos de esos libros, y se te quedan grabados.

Por desgracia, en estos libros modernos —ese «romance» que no se etiqueta como erótico— las escenas son más extremas que las que leía en las novelas de Harlequin hace años. Es el mismo tipo de contenido, pero con una trama más atractiva.

Yarros, en la serie Fourth Wing, ha construido esencialmente un mundo al estilo de Harry Potter para jinetes de dragones. Piénsalo. El mercado principal son las mujeres de la generación del Milenio que crecieron leyendo Harry Potter y Crepúsculo. Es como lo mejor de ambos mundos. Y ella escribe la trama de forma genial.

Lo lamentable es que resulta atractivo para estas mujeres y las lleva a lo que podría ser, y a menudo es, el comienzo de una adicción. Esa es la parte de esto de la que creo que las mujeres deben tener conciencia: el impacto que estas escenas tienen inevitablemente en la visión que tienes de ti misma, en tu visión de la sexualidad, en tu visión de los hombres, en tu visión del matrimonio y en cómo tu cerebro procesa la dopamina que se obtiene de estas escenas.

Cuéntame un poco cómo se desarrolló tu relación con la literatura pornográfica.

Mi exposición a la ficción erótica no fue en mi casa. No fue con mi familia. De hecho, ese es un camino muy común para muchas mujeres cristianas: sus madres, tías, hermanas mayores e incluso algunas esposas de pastores les recomiendan libros. Ese es su punto de entrada a la adicción erótica y, más tarde, a veces a la pornografía visual.

Tenía 12 años, estaba en un mercadillo y encontré un libro sin cubierta. Pensé que era un libro de la serie Boxcar Children, ya sabes, en mi ingenuidad, en mi inocencia. Empecé a leerlo y me quedé totalmente impactada. Pero lo más alucinante de estas escenas es que hay una respuesta física. Tu cerebro responde a lo que está leyendo. También me provocó vergüenza, porque, de nuevo, la desnudez que se presenta aquí no está exenta de vergüenza. Así que lo mantuve en secreto.

Y cuando se mantienen las cosas en secreto, se pudren, ¿verdad? Empecé a buscar información. ¿Dónde puedo encontrar más libros como este? La cultura en la que crecí no era una cultura en la que se pudiera mostrar vulnerabilidad ante los fracasos o las dificultades en materia de sexualidad, así que eso también influyó.

Cuando llegué a la universidad, ya era creyente y sentía que estaba viviendo una doble vida. Sabía que esto estaba afectando a mi forma de ver a los hombres. Estaba afectando a mi vida sentimental, porque los hombres de estos libros suelen ser muy agresivos, muy dominantes, un poco patriarcales; y esto se presenta como fuerza y virilidad. Me atraían los hombres emocionalmente inaccesibles, que evitaban el apego, que traspasaban los límites sexuales, y yo pensaba que eso era atractivo porque era lo que había consumido durante años.

Cuando conocí a mi esposo, que es el hombre más humilde, amable, gentil, cariñoso y fuerte, al principio me costó sentirme atraída por él, porque mi percepción de la masculinidad estaba muy distorsionada por ese contenido. No solemos hablar de cómo, de forma inconsciente y con el tiempo, esto influye en la forma en que percibimos a nuestros esposos o nuestras vidas sentimentales. ¿Estamos siendo justas cuando permitimos que las novelas eróticas nos moldeen, pero no queremos que un hombre sea moldeado por el contenido que ve en un sitio de pornografía?

Common Sense Media incluye los libros de Rebecca Yarros en su lista, y fue interesante ver las reseñas. Los niños decían literalmente que hay que saltarse algunas páginas para poder leer la historia y evitar el porno. Como si nuestros hijos pensaran que se puede comer macarrones con queso y sacar las verduras que no te gustan. 

En cierto sentido, parece un buen discernimiento. Pero en algún momento tenemos que preguntarnos: ¿Es lo más sensato poner estos libros delante de nuestros hijos? ¿Es lo suficientemente fuerte su capacidad de discernimiento? Esta es una pregunta que también deben hacerse los adultos.

Los cristianos de hoy en día tienden a buscar el mínimo común denominador. Pero la verdadera pregunta no es «¿hasta dónde puedo llegar?», sino «¿hasta qué punto puedo ser santo?». Una de las señales de que tienes una adicción es que te aburres leyendo. Cuando lees El hobbit o una novela de Brandon Sanderson y te das cuenta de que estás desconectando y lo encuentras aburrido, te garantizo que te has vuelto dependiente de la dopamina que te producen esas escenas sexuales.

¿Eres capaz de discernir y saltarte el contenido? Probablemente algunas personas puedan. ¿Es la opción más sensata? No siempre.

El 56 % de las mujeres menores de 25 años buscan pornografía, y un tercio de ellas lo hacen regularmente cada mes. Está en todas partes: en los hoteles, en las librerías de los aeropuertos. Debe de ser muy difícil para una persona que dice: «Quiero algo diferente para mi vida». ¿Cómo fueron tus primeros pasos hacia la libertad? Imagino que no fue fácil.

No, no lo fueron. Habrá personas en tu vida que te dirán que no es para tanto. En parte, tal vez, porque se sienten condenados por tu reconocimiento y tu intento de liberarte de ello. Cuando hablo de esto en internet, hay mujeres que se enfadan mucho y se ponen a la defensiva. «Es solo un libro. Hay gente que hace cosas peores», dicen, lo cual nunca debe ser la medida de lo que es bueno para nosotros.

Para mí, el primer paso fue eliminar las áreas que sabía que eran la mayor tentación. Dejé de leer novelas románticas por completo. Parte de la razón por la que no me limité a cambiar a novelas románticas de «puerta cerrada» fue porque, para mí, toda la trama romántica me creaba descontento como mujer soltera. Seguía buscando esas escenas en la trama mientras leía. Mi cerebro las buscaba activamente.

Pasé a la literatura de no ficción y a la literatura infantil —no para jóvenes adultos, sino libros por capítulos para niños, ¡que no es algo que todos puedan hacer!—, teología y memorias, géneros en los que sabía que estaba a salvo. También dejé de ir al cine porque no podía anticipar qué escenas habría en una película y sabía que necesitaba un período de desintoxicación.

Josh, mi esposo, trabaja en un programa de recuperación de la adicción a la pornografía llamado Revive Your Life.

Desintoxican intensivamente a los hombres de la pornografía, pero también de otras cosas a las que recurren para obtener dopamina, como la comida basura o las compras impulsivas, porque a menudo se transfiere la adicción a otra cosa. Hay que reconfigurar el cerebro rompiendo por completo con aquello de lo que se ha vuelto dependiente.

Pasaron meses, y luego años, en los que pensaba: «No puedo leer eso. No puedo ver eso». Poco a poco fui capaz de reintroducir el romance limpio, empezando por romances clásicos antiguos como Orgullo y prejuicio. El objetivo es llegar a un punto en el que se aprecia una buena historia por lo que es, sin necesidad de que tenga ese toque picante, y luego, una vez que se ha llegado a ese punto, reintroducir la ficción que honra lo que es verdadero, bueno y bello. Eso ayuda a seguir por ese camino.

Este es un aspecto del auge de la pornografía femenina que es especialmente deshumanizador. Es escapista, pero también está corrompiendo un género literario que puede ser tan hermoso. C. S. Lewis dice: «Que haya reyes malvados y decapitaciones, batallas y mazmorras, gigantes y dragones, y que los villanos mueran a manos de los buenos al final del libro». Este género en particular puede ser un vehículo muy valioso para expresar palabras buenas, verdaderas y bellas, y para transmitir verdades, por lo que se siente como una forma particularmente insidiosa de que la falsedad se abra camino en el corazón de las mujeres.

J. R. R. Tolkien, C. S. Lewis, G. K. Chesterton, todos ellos dijeron lo mismo: hay un deseo innato en el corazón humano por ese arco narrativo del bien y el mal; por la reconciliación de todas las cosas y de que yo sea parte de esa reconciliación; ese deseo de formar parte de algo más grande que nosotros mismos.

Creo que hay una razón por la que nos atraen historias como Fourth Wing: hay aventura, trabajo en equipo y dragones, ¿verdad? Pero luego está ese entrelazamiento del bien y el mal, la sutil presentación de una visión del mundo muy gris. No nos damos cuenta del efecto que tiene en nosotros cuando estamos sentados en un club de lectura y las mujeres que nos rodean dicen: «Este es nuestro próximo libro» o «Creo que te va a encantar. Es muy bueno».

Esto es una pesada losa para las creyentes más jóvenes. Si vieras los correos electrónicos de las mujeres con las que he trabajado durante más de una década, verías el dolor, la angustia y la agonía de intentar liberarse de una adicción que comenzó cuando una mujer de confianza en sus vidas les entregó un libro cuando tenían 13, 14, 15 o 25 años, alguien en quien confiaban como consejera espiritual. Alguien a quien sabían que podían seguir para alcanzar la madurez espiritual. Aquí es donde ocurre gran parte de esto.

Creemos que las cosas vergonzosas deben permanecer en la oscuridad, pero esta conversación es un recordatorio del poder que existe para nosotros, que está a nuestro alcance, cuando sacamos las cosas a la luz. Es tanto el poder de reconciliar relaciones, como has mencionado, como el poder de renovar nuestras mentes al interactuar con los anhelos muy reales que tenemos de intimidad y comunidad.

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