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Tras haber sido liberadas de complejos de ciberestafas, las víctimas se enfrentan a nuevos retos

Ministerios cristianos de Tailandia están ayudando a miles de cautivos recientemente liberados a encontrar el camino a casa.

Víctimas de complejos de ciberestafas se sientan en el suelo durante una operación policial de la Fuerza de Guardia Fronteriza Karen en Myanmar.

Víctimas de complejos de ciberestafas se sientan en el suelo durante una operación policial de la Fuerza de Guardia Fronteriza Karen en Myanmar.

Christianity Today April 29, 2025
STR / Getty

El pasado mes de noviembre, Bea, de 27 años, sintió un gran alivio al abordar el avión que la llevaría de vuelta a su casa en el centro de Filipinas desde el aeropuerto Suvarnabhumi de Bangkok. Era el final de una pesadilla que duró dos años y que comenzó con un mensaje de Facebook.

En junio de 2023, Bea daba clases de inglés en un centro de subcontratación de procesos empresariales en Filipinas cuando vio una publicidad en Facebook que anunciaba un puesto de trabajo en atención al cliente en Tailandia. El reclutador, que tenía un perfil de Facebook convincente, le dijo que la empresa le pagaría 1200 dólares al mes (lo que para ella significaría un enorme aumento de sueldo), además del pasaje de avión y alojamiento.

Sin embargo, cuando llegó a Bangkok, un conductor la llevó rápidamente a un recinto en Myanmar (Birmania), al otro lado de la frontera, donde bandas criminales chinas la mantuvieron cautiva y la obligaron a estafar a víctimas inocentes en Estados Unidos. Si no cumplía con su cuota mensual, sus captores la golpeaban. Christianity Today no está utilizando el nombre real de Bea por temor a que los delincuentes puedan encontrarla y amenazarla por compartir su historia.

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Durante los dos años siguientes, estuvo atrapada en este tipo de complejos de ciberestafas, y fue vendida dos veces de un operador de estafas a otro. Luego, en octubre de 2024, la organización sin fines de lucro International Justice Mission (IJM) pudo «aprovechar el capital y las redes de colaboración» para ayudar a Bea a escapar, según dijo un portavoz de la organización a CT. Ella recuerda que dos oficiales militares birmanos llegaron al complejo y le pidieron ver su pasaporte, que milagrosamente había logrado ocultar de sus captores. La llevaron a una instalación militar en la que esperaría poder cruzar la frontera de vuelta a Tailandia.

Una vez allí, dos trabajadores del grupo cristiano Global Advance Projects (GAP) la esperaban para recibirla. GAP pagó su estancia en un hotel de la ciudad fronteriza de Mae Sot mientras esperaba a que el Gobierno tailandés le asignara un espacio en un refugio. Mientras tanto, GAP la ayudó a rellenar los formularios y a demostrar que había sido víctima de la trata y que, sin querer, había sobrepasado el plazo de su visa de viaje tailandés. Un mes más tarde, la embajada filipina pagó su vuelo de regreso a casa.

Mientras esperaba en el aeropuerto, recuerda haber pensado: «Tengo muchas ganas de abrazar a esas personas que me han ayudado tanto, porque siento que necesito a alguien… con quien compartirlo todo».

Recientemente, GAP, IJM y otro grupo cristiano, Acts of Mercy International, han estado muy ocupados, ya que el número de personas liberadas de los centros de estafas cibernéticas se ha disparado desde febrero, cuando los gobiernos chino, tailandés y birmano tomaron medidas enérgicas contra los centros de ciberestafa.

Hasta ahora, 7200 personas, en su mayoría procedentes de China, han sido repatriadas a sus países de origen desde su liberación de estos centros, según el Gobierno tailandés [enlaces en inglés]. Otras 1700 personas permanecen en Myanmar en campamentos gestionados por milicias étnicas.

Las autoridades tailandesas no les permiten cruzar la frontera a menos que sus gobiernos hayan organizado su salida inmediata. En abril, unas 270 víctimas, en su mayoría procedentes de Etiopía, se amotinaron y asaltaron las puertas, desesperados por cruzar a Tailandia.

«Llevamos semanas advirtiéndoles [a las autoridades tailandesas] que estaban muy, muy agitados y que podrían intentar huir a Tailandia cruzando el río», dijo Amy Miller, directora regional para el Sudeste Asiático de Acts of Mercy International. Las autoridades tailandesas estiman que otras 100 000 personas siguen siendo obligadas a trabajar como estafadores en la frontera entre Tailandia y Myanmar.

Durante los últimos dos meses, el equipo de Miller ha estado ocupado ayudando a las víctimas liberadas en Mae Sot. Junto con otras organizaciones sin ánimo de lucro, proveen agua y comida para las víctimas, les ayudan a rellenar formularios, los ponen en contacto con sus embajadas y les ofrecen atención personalizada tras el trauma que han sufrido.

«A menudo somos la primera cara que ven las víctimas cuando salen», dijo Miller. En medio de una situación burocrática ajetreada, «pienso en la experiencia de la víctima potencial». Se pregunta: «¿Cómo puedo ser una persona amable, sensible y humana para ellos en medio de este tipo de interacción entre gobiernos?».

Incluso antes de que las bandas criminales liberaran al primer grupo el 12 de febrero, Miller había trabajado para rescatar a víctimas individuales que se habían puesto en contacto con ella durante los dos años anteriores. En enero, Beijing comenzó a presionar a Tailandia y Myanmar para que tomaran medidas enérgicas contra los complejos de ciberestafas tras un caso muy sonado en el que un actor chino fue víctima de la trata. El gobierno tailandés cortó entonces el suministro de electricidad, internet y gas a las ciudades fronterizas donde se encuentran dichos complejos. La milicia étnica que gobierna la zona escoltó a las víctimas al sacarlas del complejo.

El día de la primera gran liberación, Andrew Wasuwongse, director de la oficina de IJM en Tailandia, estaba a punto de comenzar una capacitación contra la trata de personas para 100 agentes de policía tailandeses cuando vio un mensaje de su colega que decía que 260 personas originarias de 19 países acababan de ser entregadas al ejército tailandés en la frontera.

«¡Vaya! Muy bien. Genial. ¡Está sucediendo!», dijo. Era lo que había estado esperando desde 2022, cuando comenzó a ayudar a personas víctimas de la trata de casos relacionados con las estafas.

Después de su charla, Wasuwongse organizó que un grupo de cuatro miembros del personal de IJM se dirigiera a Mae Sot al día siguiente. Allí comenzaron la monumental tarea de identificar a las víctimas de la trata. Las víctimas rescatadas se reunieron con personal de organizaciones sin ánimo de lucro y con funcionarios del Gobierno tailandés. Los miembros de IJM sirvieron como intérpretes de tailandés e inglés, y proporcionaron comida a los supervivientes liberados, además de atender otras necesidades inmediatas como el acceso a servicios médicos.

Muchos supervivientes sufren traumas físicos y mentales: un ciudadano etíope de 19 años de edad llamado Yotor habló con los medios de comunicación tailandeses y mostró cortes en la pierna, diciendo que había recibido descargas eléctricas todos los días durante su estancia en el complejo de ciberestafas. Algunos gobiernos tratan a los liberados como delincuentes cuando regresan a sus países o los condenan al ostracismo por las actividades delictivas en las que han participado.

Las organizaciones criminales cibernéticas del sudeste asiático obtienen probablemente 43 800 millones de dólares (USD) al año en beneficios, lo que supone el 35 % del PIB combinado de Laos, Camboya y Myanmar, según un informe del Center for Strategic & International Studies. Un informe del FBI de 2023 reveló que los estadounidenses perdieron más de 12 500 millones de dólares (USD) en fraudes por internet en 2023, lo que equivale a un aumento del 22 % con respecto al año anterior.

Según Wasuwongse, la naturaleza transnacional del delito dificulta la investigación y el juicio de los criminales. A menudo, víctimas de todo el mundo son traficadas a través de un país como Tailandia hacia otro país, como Myanmar. Y las condenas son poco frecuentes.

Miller dijo que ese día de febrero esperaban que la operación diera como resultado la liberación de 50 personas, pero encontraron más del cuádruple. Como parte del proceso de selección, los liberados suelen ser trasladados de una sala de detención a otra en un entorno muy oficial, lo que puede parecer impersonal y frío, dijo Miller.

Por eso, Miller es cuidadosa en la manera como ella y el personal de los grupos cristianos se acercan a las víctimas. En al menos una ocasión, llevaron libretas con «recursos evangélicos y mensajes de esperanza», dijo Miller. «[Les ofrecemos] esa imagen de humanidad al mirarlos a los ojos, darles dignidad y decirles que Dios tiene un plan para sus vidas».

Cuando los gobiernos de los países de origen de las víctimas no pueden repatriarlas debido a dificultades presupuestarias, como es el caso de las víctimas etíopes, Acts of Mercy International y otras organizaciones sin ánimo de lucro recaudan fondos para pagar sus pasajes de avión. Sin embargo, algunas embajadas les han dicho a las víctimas que sus nombres no figuran en la lista oficial de Myanmar de personas en espera de repatriación, lo que significa que es posible que no puedan regresar a sus hogares aunque el precio de sus pasajes ya haya sido cubierto.

«Lo que hago en ese momento es simplemente darles la bienvenida», dijo Miller, «les decimos que estamos muy contentos de que sean libres, que sabemos que han sufrido mucho y han soportado mucho, y que nos sentimos muy honrados de poder acompañarlos».

Cuando Bea regresó a Filipinas, se tomó un tiempo para descansar, ya que se sentía agotada mental y físicamente. El gobierno filipino le proporcionó ayuda económica. En febrero, comenzó a buscar trabajo y ahora está trabajando como profesora de inglés por internet.

«También me he vuelto más cautelosa al usar las redes sociales, sabiendo que hay gente que intenta engañar o estafar a otros», afirma. «Siempre que veo algo sospechoso, lo denuncio y dejo un comentario para advertirle a los demás de que podría tratarse de una estafa».

La comunidad de la iglesia católica a la que acude ha ayudado a su familia a sobrellevar la situación. «Hace poco, una de las monjas de la iglesia le preguntó a mi abuela cómo estaba su nieta que había sido estafada», cuenta Bea. Según ella, su abuela respondió: «Por fin… ya está de regreso».

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