Un ministerio cristiano de Honduras ha esperado casi dos meses para recibir 700 filtros de agua, 300 pupitres y materiales escolares para 200 estudiantes. Sin embargo, las mercancías no están detenidas junto a una carretera ni perdidas en el mar.
Por el contrario, se encuentran a escasos 16 km de distancia, en la ciudad de Palmerola, en el almacén de la mayor base militar estadounidense de Centroamérica. Se trata de la Base Aérea Soto Cano, misma que, en enero, el gobierno hondureño amenazó con cerrar tras oír que Estados Unidos podría empezar a deportar inmigrantes indocumentados a su país.
En febrero, solo unos días después de que llegara el cargamento, el gobierno hondureño le informó al ministerio cristiano El Ayudante que no permitiría que el cargamento saliera de la base a pesar de que el personal podría hacer fácilmente el trayecto para ir a recogerlo.
«Es frustrante estar tan cerca y no poder recoger la carga», declaró el director ejecutivo, Tristan Mohagen.
El 1 de enero, unos días antes de que el presidente Donald Trump tomara posesión, la presidenta hondureña, Xiomara Castro, dijo de su país: «Tendríamos que considerar un cambio en nuestras políticas de cooperación con Estados Unidos, especialmente en el campo militar» mientras enfrentamos «una actitud hostil de expulsión masiva de nuestros hermanos».
«Sin pagar un centavo, por décadas mantienen bases militares en nuestro territorio», dijo. «En este caso, [esa base] perdería toda su razón de existir en Honduras».
Estas declaraciones fueron emitidas en respuesta al plan de deportación masiva de inmigrantes indocumentados mencionado por el presidente Trump en discursos durante la campaña electoral del año pasado.
Los embajadores de Honduras en México, Guatemala y Estados Unidos se reunieron con Castro tras la toma de posesión de Trump, pero el gobierno aún no ha anunciado una nueva estrategia. Tras semanas de silencio, el 20 de marzo, el secretario de Relaciones Exteriores, Eduardo Enrique Reina, declaró que ambos países han «iniciado un proceso de conversaciones muy francas y directas» sobre cuestiones migratorias.
En la economía de Honduras, los inmigrantes en Estados Unidos desempeñan un papel crucial. Las remesas que los hondureños en el extranjero envían a sus familias representan el 25 % del PIB del país. Una deportación masiva de hondureños provocaría dificultades económicas generalizadas para la población local, donde el 60 % de sus diez millones de habitantes ya vive en la pobreza.
El Ayudante, que inició su ministerio en 2004, ha estado trabajando para abordar los retos socioeconómicos de Comayagua, ciudad del centro de Honduras situada a unos 100 kilómetros al oeste de la capital.
Sus socios ministeriales en Estados Unidos reúnen regularmente materiales y recursos y los transportan a Honduras a través del Programa Denton, un programa gubernamental que le permite a las organizaciones sin ánimo de lucro utilizar los espacios vacíos de los aviones militares para enviar ayuda humanitaria sin costo alguno. El programa es operado por las Fuerzas Aéreas estadounidenses y gestionado por USAID.
Además de los suministros detenidos en Soto Cano, otros productos siguen en Estados Unidos mientras el ministerio elabora un plan logístico. Estos suministros incluyen una máquina de rayos X panorámica para atención dental, sillas de ruedas, muletas y equipo médico, mismos actualmente están en almacenes de organizaciones asociadas en Illinois y Connecticut.
Sin embargo, en febrero, el ministerio le dijo a sus socios que dejaran de recoger donaciones. Aunque se resuelvan los problemas relacionados con el gobierno hondureño, los recortes a USAID que han despedido a 1600 de sus funcionarios y han suspendido los programas de ayuda humanitaria amenazan con poner fin al Programa Denton.
Christianity Today se puso en contacto con el Departamento de Estado y el Departamento de Defensa para conocer la situación del programa, pero no recibió respuesta.
A lo largo de los años, El Ayudante ha recibido al menos ocho envíos de suministros a través del Programa Denton, dijo Mohagen. La iniciativa aborda uno de los mayores desafíos a los que se enfrentan los ministerios estadounidenses de ayuda humanitaria que operan en Honduras: el acceso a equipos y materiales que, por su tamaño, no pueden ser transportados en maletas.
Desde que se inscribió en el programa, el ministerio ha recibido paneles solares, que han reducido los costos de energía; computadoras, que El Ayudante donó a escuelas públicas locales; y electrodomésticos, que se utilizan en las instalaciones del ministerio.
Aunque poner fin al Programa Denton no imposibilitaría el trabajo de El Ayudante, aumentaría significativamente sus costos de operación, dijo Mohagen.
El Ayudante contaba con este equipo para su clínica de Comayagua, cuya plantilla de tres médicos, tres dentistas y un equipo de enfermeras atiende a unos 15 000 pacientes al año. Los pupitres son para las escuelas públicas locales, mismos El Ayudante había dicho que entregaría para el inicio del curso escolar a principios de febrero. «Lo prometimos, pero no pudimos cumplirlo», dijo Mohagen.
No obstante, su mayor preocupación son los filtros de agua que purifican el agua por medio de un sistema que aprovecha la fuerza de gravedad. Dada la irregularidad del suministro de agua en la región, muchas familias dependen de estos filtros para beber y cocinar.
Cada año, El Ayudante acoge a 28 equipos de corta duración procedentes de Estados Unidos que construyen iglesias y viviendas, instalan suelos de hormigón en casas improvisadas, instalan letrinas y distribuyen filtros de agua, además de apoyar otras actividades del ministerio. El ministerio también dirige un centro de tutoría que ayuda a 180 estudiantes de secundaria y ofrece becas a 20 estudiantes universitarios.
Combatir la pobreza en Honduras es un objetivo central de El Ayudante, que opera con la visión «Cambiar vidas, transformar comunidades». Con esto en mente, Mohagen sigue siendo optimista en cuanto a que pronto se autorizará que la ayuda humanitaria —especialmente los suministros detenidos en la base aérea— llegue a sus beneficiarios finales.
«El ejército no necesita que ese cargamento esté ocupando espacio», dijo. «Sin duda podemos hacer un buen uso del mismo».