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Falleció Wayne Myers, misionero que enseñó a los evangélicos mexicanos a ‘vivir para dar’

Mediante la recaudación de fondos para pequeñas congregaciones, el estadounidense fue un ejemplo vivo de generosidad durante sus más de 75 años de ministerio.

Wyne Myers
Christianity Today February 11, 2025
Ilustración de Christianity Today / Fuente de imagen: Ministerios Cash Luna, Flickr

Wayne Myers, quien impulsó la construcción de iglesias y promovió una cultura de dar generosamente a lo largo de sus más de 75 años de ministerio en México, falleció en paz en su casa de la Ciudad de México el 1 de febrero a la edad de 102 años.

Conocido por su lema «Vivir para dar y vivir para servir», Myers entabló relaciones con pastores tanto de megaiglesias como de pequeñas congregaciones en pueblos remotos, y en todas ellas predicaba con frecuencia como invitado y coordinaba eventos de recaudación de fondos. Mediante asociaciones con líderes de iglesias, atendió a las necesidades de viudas y huérfanos, distribuyó alimentos en comunidades indígenas y en zonas remotas del país, y organizó largas campañas evangelísticas.

Desde el púlpito, Myers siempre sonreía a los miembros de la congregación, alabando a Dios independientemente de sus circunstancias. Con frecuencia exclamaba: «¡Aleluyita!», añadiendo su propio sabor a la expresión de alabanza. Conocido por la integridad moral y financiera de su ministerio, Myers proclamaba a menudo que una vida de fiel obediencia al Señor es «dulce como un mango».

El ministerio de Myers impactó a miles de iglesias evangélicas mexicanas, una realidad que a menudo reconocía atenuando su propia influencia. 

«No he levantado 6000 iglesias; hemos ayudado en la construcción… Si yo hubiera levantado 6000 iglesias en una vida, Pablo el apóstol pediría permiso de ausentarse del cielo para estudiar mis métodos», dijo una vez, provocando risas entre su audiencia.

Muchos líderes locales lo consideraban el misionero más influyente en México de los últimos cien años.

«Pablo decía que tenía en sí mismo las marcas de Cristo», dijo Efraín González, pastor principal del Centro de Avivamiento Naucalpan durante su servicio memorial la semana pasada. «México bien podría decir que lleva las marcas del ministerio de Wayne Myers». 

William Wayne Myers nació el 31 de agosto de 1922 en Morton, Mississippi, en el seno de una familia de granjeros. Entregó su vida a Cristo siendo adolescente, cuando su primo, que servía como misionero en Argentina, compartió el evangelio con él durante una visita a casa. Su primo también le aconsejó que asistiera a una iglesia bautista local. 

«Aquella iglesia me llevó al pie de la Cruz», recordó Myers más tarde. «¡Pero ahí me dejaron!».

Durante la Segunda Guerra Mundial, Myers se alistó en la Marina estadounidense, donde sirvió a bordo del USS Enterprise. Durante los 19 meses que pasó en el que se convertiría en el barco más condecorado de ese país, la fe de algunos de sus compañeros tuvo un gran impacto en él. 

«Vi un pequeño grupo de creyentes llenos del Espíritu Santo… ¡Oraban muy fuerte!», compartió Myers en una ocasión. Aunque al principio se sintió intimidado por aquel grupo que oraba en voz tan alta que «sus oraciones se oían desde la popa hasta la proa», terminó por unirse a ellos.

Una noche, en medio de una sesión de oración con el grupo, Myers dijo que tuvo un encuentro con el Espíritu Santo por primera vez. 

«Y por cinco horas, esa gloria que resucitó a Jesús de la tumba, fluyó por todo mi ser, revelándome a Jesús con una nueva dimensión», recordó más tarde. «Me llamó para servirle». 

Tras su servicio militar, Myers asistió a un instituto bíblico en Pasadena, California. Allí, además de asistir a clases 22 horas por semana, Meyers empezó a orar entre 4 y 15 horas al día. En una de esas ocasiones, «[Dios] me dijo con voz audible: “Hijo, te llamo a México para que sirvas a todo mi cuerpo, no para que levantes un cuerpo propio”», dijo.

Obediente a ese llamado, Myers partió hacia México sin saber hablar español y sin un destino concreto. «Tenía una cosa a mi favor cuando fui a México», comentó más tarde. «Sabía que no sabía nada».

Durante sus primeros años allí, Myers fue de ciudad en ciudad, sirviendo en los ministerios de niños de varias iglesias y organizando pequeños eventos evangelísticos. Ayudó a recaudar fondos para los pastores locales que querían compartir el evangelio por la radio, labor que continuó durante toda su vida. 

En la década de 1960, Myers entabló amistad con Gordon y Freda Lindsay, los evangelistas y misioneros que fundaron el instituto bíblico Cristo para las Naciones (Christ For the Nations, CFN) de Dallas, uniéndose a ellos en sus proyectos de apoyo a la construcción de iglesias. Tras el fallecimiento de Gordon en 1973, Myers siguió colaborando con Freda, acompañándola en viajes ministeriales al extranjero para promover los proyectos misioneros de CFN. En 2023, el ministerio incluso nombró un premio en su honor. 

Aunque la predicación y la fe personal de Myers tenían fuertes influencias carismáticas, nunca se alineó con una denominación en específico, y ministró junto a iglesias de todo el espectro teológico. Al principio de su ministerio, Myers sirvió principalmente en las Asambleas de Dios y en iglesias pentecostales independientes. Pero a medida que las iglesias no denominacionales se hicieron más comunes, extendió su sabiduría y sus recursos a los evangélicos mexicanos que plantaban estas nuevas congregaciones.

«Aborrezco el sectarismo porque nace de un espíritu de superioridad, ¡y esto es contrario al Espíritu de Jesucristo, que vino y nos sirvió hasta la muerte en la Cruz!», dijo.

Cuando Myers se preparaba para trasladarse a México, dijo que oyó que Dios le daba instrucciones claras respecto al sustento financiero de su ministerio. No podía revelar sus necesidades personales, no podía comprar nada a crédito y no podía pedir dinero prestado a nadie. 

Ese llamado a la fidelidad a Dios en las finanzas moldeó la vida familiar y el ministerio de Myers. Miguel, a quien Myers y su esposa, Martha, acogieron en su hogar a los 12 años de edad, recuerda cómo una vez Myers empeñó el refrigerador familiar para cumplir su promesa de ayudar a una pequeña congregación. 

Myers predicaba con frecuencia sobre la generosidad. Creía sin lugar a dudas que «solo poseemos lo que damos», y explicaba que lo que los cristianos dan es una inversión en el cielo. También dijo que no dar a Dios de acuerdo con nuestros ingresos obligaba a Dios «a reducir nuestros ingresos para igualarlos a nuestras donaciones».

A pesar de estar dispuesto a predicar en iglesias como Casa de Dios, la congregación del polémico pastor Cash Luna que cuenta con un edificio con valor de 44 millones de dólares, Myers nunca cambió su mensaje sobre el valor cristiano de dar y compartir nuestros recursos.

Más allá de México, Myers apoyó orfanatos en Centroamérica, Asia y África, y fundó una iniciativa para ayudar a las viudas de los pastores. Myers también ayudó a recaudar fondos y a establecer contactos para los misioneros que traducían la Biblia a varias lenguas indígenas de México y de toda América Latina. 

Con el tiempo, el ministerio de construcción de iglesias que Myers había iniciado años atrás había ayudado en el techado de 6000 iglesias de México, así como de Ecuador, Costa Rica, Chile, Argentina, Filipinas, Kenia y Sudáfrica. Myers llevaba un registro escrito a mano de los proyectos que creía que Dios le había pedido que apoyara. (Hay quien dice que hacia el final de su vida ese número había superado los 10 000).

A medida que envejecía, a Myers le costó reducir el ritmo de trabajo. A los 90 años, los médicos le dijeron que su corazón solo funcionaba al 50 % y le aconsejaron que redujera radicalmente sus compromisos en el ministerio. No obstante, Myers continuó predicando hasta cuatro veces por semana. A los 101 años seguía predicando sermones de una hora de duración, y en cada oportunidad invitaba a los presentes a entregar su corazón a Cristo si no lo habían hecho antes. 

«Honramos el legado de un verdadero héroe de la fe», escribió Marcos Richards, pastor de Comunidad Olivo, una de las iglesias más grandes de Ciudad Juárez y amigo íntimo de Myers. «Un ejemplo como pocos de generosidad, integridad y dedicación al evangelio». 

A Myers le sobreviven sus tres hijos biológicos, David, Rebecca y Paula, junto con Miguel y varios nietos. Su esposa, Martha, falleció en 2021. 

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