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Los cristianos no deben huir de un ‘mundo negativo’. Pero pueden depender menos de él

Aaron Renn esboza estrategias individuales, institucionales y misionales que pueden ayudar a la iglesia a adaptarse a una cultura hostil.

Christianity Today January 24, 2025
Ilustración de Mallory Rentsch Tlapek / Fuente de imágenes: WikiMedia Commons

Rara vez un ensayo causa tanto revuelo como «Los tres mundos del evangelicalismo» [«The Three Worlds of Evangelicalism»] de Aaron Renn. Publicado en First Things en 2022, el análisis de Renn para describir cómo el cristianismo cayó en desgracia cultural desde la década de 1960 suscitó una amplia gama de respuestas, desde el apoyo incondicional al escepticismo comprensivo, pasando por el desacuerdo vociferante y, aparentemente, cualquier otra clase de respuesta posible.

Life in the Negative World: Confronting Challenges in an Anti-Christian Culture

Life in the Negative World: Confronting Challenges in an Anti-Christian Culture

HarperCollins

272 pages

$15.05

El ensayo de Renn clasifica la historia reciente del evangelicalismo en Estados Unidos en tres periodos o mundos. En el mundo positivo, el cristianismo ocupaba una posición de dominio cultural; la mayoría de los estadounidenses, incluso los que no eran especialmente religiosos, reconocían la importancia del cristianismo para el tejido moral colectivo del país. En el mundo neutral, la cultura en general llegó a considerar que el cristianismo no era la única fuente de bien, pero seguía siendo un sistema de creencias y una visión del mundo que hacía más bien que mal.

Sin embargo, desde principios de la década de 2010 (las fechas en sí, admite Renn, no son exactas) el evangelicalismo se encuentra en el mundo negativo. Aquí, la cultura y sus élites desconfían del cristianismo evangélico de manera intrínseca, especialmente cuando desafía o entra en conflicto con ideologías emergentes más atractivas. En el mundo negativo, según Renn, los cristianos encuentran resistencia a creencias y comportamientos previamente aceptables. Esta resistencia puede adoptar muchas formas, desde un simple pero pronunciado desacuerdo, hasta la temida palabra que comienza con c: cancelación.

Menos de dos años después de la publicación de su ensayo, Renn publicó su libro Life in the Negative World: Confronting Challenges in an Anti-Christian Culture [La vida en el mundo negativo: Afrontar los desafíos en una cultura anticristiana], en el que actualiza y detalla su análisis, a la vez que proporciona recursos tangibles para los cristianos preocupados por esta transformación cultural. El trabajo de Renn, admite, no es pastoral, ni necesariamente prescriptivo. Más bien, con base en su experiencia en el mundo de la consultoría de gestión, propone un camino a seguir para los evangélicos estadounidenses que deseen adaptarse a la nueva normalidad de forma profética y manteniéndose fieles a Dios. Puesto en otras palabras, presenta una propuesta para que los evangélicos puedan estar en el mundo negativo, pero negándose a ser del mundo negativo.

Tras recapitular brevemente su marco de los «tres mundos», Renn pasa a presentar estrategias para los evangélicos teológicamente conservadores que se encuentran gradualmente aislados y en desacuerdo con el mundo negativo. Renn organiza estas estrategias en torno a tres ámbitos de la identidad evangélica: personal, institucional y misional. En los tres capítulos de cada ámbito (al parecer, Renn es un fan de los tríos) brinda consejos para los cristianos en diversos contextos, desde las elecciones individuales hasta la toma de decisiones organizativas.

En su sección sobre la vida personal, por ejemplo, Renn exhorta a los cristianos a seguir siendo obedientes a la ortodoxia cristiana en los próximos años y décadas, aunque la cultura en general siga desincentivando dicha obediencia. Este tipo de obediencia, cree, podría acarrear consecuencias reales a los cristianos de determinados sectores, incluida la pérdida del trabajo. Por eso, argumenta Renn más adelante, los cristianos también deberían intentar depender menos del mundo que les rodea, gestionando astutamente sus finanzas y redes para proporcionar una especie de «seguro de cancelación».

Dirigiendo su atención a las instituciones evangélicas, como las iglesias y las empresas, Renn advierte a los cristianos que puede llegar el momento de «replantearse su relación con las instituciones dominantes, adoptando un enfoque menos transformador, con menos inversión en ellas».

Renn insiste en que no está defendiendo una estrategia de «salir huyendo al monte» en respuesta al mundo negativo, sino más bien, como propone Rod Dreher en The Benedict Option, una reorientación hacia las comunidades locales y densas. Este enfoque no solo aísla a los cristianos ortodoxos de las presiones culturales imperantes, sino que también fomenta la inversión en congregaciones, barrios y comunidades, que son incubadoras tradicionales del capital social necesario para una sociedad civil floreciente.

Para concluir con unas palabras sobre la misión, Renn anima a los cristianos a defender con valentía la verdad. En este contexto, dedica mucho tiempo a criticar la desmesurada atención que algunos evangélicos prestan al género y la sexualidad. Se muestra escéptico sobre la conveniencia de debatir el complementarismo y el igualitarismo, aunque aplaude a los pensadores que hablan con claridad y sencillez sobre estas cuestiones. (Renn señala que el psicólogo canadiense Jordan Peterson «ha atraído a millones de seguidores» por su promoción de la «sabiduría popular»). Los evangélicos, opina Renn, deberían llegar a ser menos sensibles [al enfrentar oposición] al hacer afirmaciones que se daban por sentadas apenas hace 30 años, siendo personas que declaran la verdad con amor pero con valentía en un entorno progresivo que niega la existencia de la verdad.

Razones para el optimismo

Cuando leí su ensayo en la publicación First Things hace unos años, me mostré escéptico con respecto al marco de los «tres mundos» de Renn. Me pareció que era un instrumento contundente que atribuía motivos cuestionables a los líderes que adoptaban un modelo de involucramiento para la participación cristiana en la política y la cultura. Pero al leer su libro Life in the Negative World, me encontré asintiendo mucho más de lo que había previsto. Renn no escribe como alguien que está listo para blandir un cuchillo afilado contra los actores cristianos con los que no está de acuerdo. Más bien, pude reconocer que, como mínimo, Renn intenta dar sentido a un entorno cultural indudablemente cambiante, y en general lo hace con gracia y humildad.

En respuesta al ensayo original de Renn, sus críticos señalaron que su marco parece ignorar la larga historia de prejuicios y sufrimiento de otros elementos de la iglesia estadounidense, sobre todo, por supuesto, de nuestros hermanos y hermanas negros. Afirmar que los cristianos conservadores se encuentran en un periodo especialmente peligroso de la historia estadounidense es, para estos críticos, una perspectiva miope y obtusa.

Para ser justos, Renn confronta directamente esta crítica al afirmar que los protestantes negros se enfrentaron a la discriminación y la violencia no por su religión, sino por motivos raciales. Renn no descarta las luchas de la iglesia negra durante la mayor parte de la historia estadounidense, pero no cree que compararla con los retos actuales de los evangélicos conservadores sea exactamente justa.

Aun así, hay razones para que los cristianos estadounidenses seamos más optimistas que Renn sobre nuestro futuro en un entorno cultural cambiante. Consideremos, por ejemplo, el panorama legal y constitucional actual. Aunque Renn señala la decisión sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo en el caso Obergefell v. Hodges como indicativo de un mundo negativo emergente, no reconoce otras decisiones de la Corte Suprema, anteriores y posteriores, más favorables al público evangélico conservador de Renn. Estos casos, que han reforzado la protección de la libertad religiosa personal e institucional, incluyen Hosanna-Tabor v. EEOC de 2012, Masterpiece Cakeshop Ltd. v. Colorado Civil Rights Commission de 2018, Our Lady of Guadalupe School v. Morrissey-Berru de 2020, Fulton v. City of Philadelphia de 2021 y Carson v. Makin de 2022, por nombrar solo algunos.

Ahora bien, las decisiones de la Corte Suprema no siguen necesariamente la trayectoria cultural más amplia; los evangélicos conservadores pueden estar protegidos frente a la discriminación legal y la persecución gubernamental y aun así afrontar costos sociales por adherirse a la ortodoxia cristiana. Y el libro de Renn no es, desde luego, un análisis jurídico del estado de la jurisprudencia de la Primera Enmienda relativa a la libertad religiosa. Pero teniendo en cuenta la actual sólida mayoría conservadora de 6-3 de la Corte Suprema y la tendencia de años para facilitar el ejercicio de las prácticas religiosas, los cristianos evangélicos podrían tener más motivos para el optimismo en el mundo negativo de los que Renn deja entrever.

En el libro de Renn, hay una falta de rigor empírico que a veces resulta frustrante. Por ejemplo, algunas de las afirmaciones de Renn son cuestionables y no presenta pruebas que las respalden: califica la controversia de Access Hollywood de Donald Trump como un «escándalo de cuarenta y ocho horas», y sostiene que una postura holística a favor de la vida es prueba de un compromiso cultural «suavizado» y afirma que «los evangélicos en particular ocupan pocos puestos de responsabilidad en instituciones importantes». Puede que Renn exponga sus propias opiniones a lo largo del libro, pero con demasiada frecuencia se presentan como hechos. Y si hay evidencia que las respalde, Renn no suele argumentar como si tales pruebas existieran.

Además, como politólogo, me desanimó ver solo un breve capítulo centrado en la propuesta de Renn sobre cómo los cristianos pueden involucrarse en la política en el mundo negativo. La esencia del consejo de Renn en este ámbito es que «los evangélicos deben permanecer prudentemente comprometidos», demostrando «experiencia y sabiduría». Sin embargo, no especifica qué significa esto en la práctica. Después de capítulos repletos de recomendaciones prácticas, me decepcionó ver un capítulo comparativamente tan ligero sobre cómo los cristianos deben considerar su participación política en medio de una cultura cada vez más suspicaz.

Modelos nuevos para desafíos nuevos

A pesar de estas críticas, estoy convencido de que Life in the Negative World es un libro importante en un momento importante. Debería envejecer bien, ya que la cultura estadounidense —y el lugar del cristianismo evangélico en ella— sigue evolucionando, ya sea hacia un mundo más negativo o hacia algo totalmente distinto. En mi opinión, el marco del mundo positivo-neutral-negativo de Renn es una de las ideas más sugerentes sobre el evangelicalismo estadounidense de este siglo. No hace falta que te convenzan todos los elementos del enfoque de Renn para apreciarlo.

Fundamentalmente, el libro de Renn no es una jeremiada contra los modelos de participación cristiana en los ámbitos político y cultural con los que no está de acuerdo. Sin duda, cree que estos modelos van a ser ineficaces en los próximos años y décadas, señalando los modelos de la guerra cultural y de la participación cultural de las décadas de 1980 y 2000, respectivamente, como populares pero inadecuados para nuestros desafíos actuales.

El mundo negativo, predice Renn, requerirá más (y diferentes) ideas de los evangélicos que las que pueden encontrarse en los modelos anteriores.

Pero las estrategias del mundo negativo de Renn no son condescendientes ni están teñidas de superioridad. Por el contrario, aborda el mundo negativo con la mirada puesta en la creatividad y en ideas frescas a la altura de la seriedad de este momento. De hecho, sus consejos parecen ofrecidos con sinceridad y con el deseo de ayudar a sus hermanos cristianos. Y pienses lo que pienses del planteamiento de los tres mundos de Renn, creo que es justo decir que los evangélicos necesitamos toda la ayuda posible.

Daniel Bennett es profesor asociado de Ciencia Política en la Universidad John Brown y director adjunto del Center for Faith and Flourishing. Su libro más reciente es Uneasy Citizenship: Embracing the Tension in Faith and Politics.

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