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Despenalizar las drogas no es la solución. Ahora, los ministerios cristianos buscan desintoxicar a Portland

Después de que un intento de despenalizar las drogas agravara aún más la crisis de adicción en Oregón, los cristianos locales les suplican a los enfermos y al gobierno estatal que les permitan ayudar.

Drugs in hands close up in Portland

Christianity Today January 9, 2025
Jordan Gale

La basura en Portland es diferente. Todas las ciudades tienen su cuota de basura en las calles: envolturas de comida y colillas de cigarrillos en las aceras. Pero en Portland, sobre todo en el Barrio Viejo, al oeste del puente Burnside, la basura es ropa. Una camisa mojada en la calle; ropa interior y calcetines sucios en la parada del autobús.

Este es el epicentro de la crisis de adicciones de Oregón, donde las sobredosis de drogas se han cuadruplicado en los últimos cinco años. Más de 3500 personas han muerto por sobredosis en el estado desde 2020. Ese fue el año en que los votantes aprobaron abrumadoramente la Medida 110, una ley que despenalizaba la posesión de pequeñas cantidades de drogas duras como heroína, cocaína y metanfetamina. Sus partidarios creían que la ley neutralizaría un estigma injusto en torno a la drogadicción y reduciría el exceso de encarcelamientos.

Después de casi tres años de aumento en las tasas de sobredosis, los legisladores estatales decidieron recientemente dar marcha atrás. Sin embargo, las autoridades sanitarias afirman que anticipan que el número de muertes por sobredosis seguirá aumentando. La despenalización no animó a más personas a rehabilitarse ni tampoco mejoró la infraestructura de recuperación para adictos en Oregón. De hecho, muchos programas cristianos de rehabilitación vieron descender el número de personas que solicitaban su ayuda.

¿Por qué no funcionó la despenalización? ¿Qué se puede hacer ahora, mientras las muertes por sobredosis siguen en aumento?

Después de que el estado promulgara en septiembre un proyecto de ley para volver a penalizar la posesión de drogas duras, los líderes de ministerios cristianos en Portland se plantean estas preguntas y esperan que el gobierno les permita ser parte de la solución.

Cuando visité Portland a principios de año, la recriminalización de las drogas aún no había entrado en vigor. Vi a un hombre en la acera encenderse metanfetamina en un tubo de cristal a media tarde. Otros fumaban lo que, según me dijeron algunas fuentes, era probablemente fentanilo en papel de aluminio.

Durante el periodo de despenalización bajo la Medida 110, los habitantes de Oregón a los que se sorprendía con estas sustancias podían elegir entre dos opciones: aceptar una multa de 100 dólares o llamar a un número telefónico de emergencia gestionado por el estado que los pondría en contacto con recursos y centros de rehabilitación. Pero no tenían que seguir adelante con el proceso de recuperación para evitar pagar la multa.

A finales de 2023, la policía había dejado de emitir las notificaciones de multa, ya que eran inaplicables. De las aproximadamente 8700 notificaciones que emitieron en tres años, solo 300 personas llamaron al número telefónico mencionado. No hay datos que indiquen si alguna de ellas realmente buscó tratamiento.

«Nuestras calles pasaron de ser la típica ciudad de Portland a ser un desastre casi de la noche a la mañana», afirma Lance Orton, director ejecutivo de CityTeam, un ministerio para personas que luchan contra las adicciones y la indigencia en el centro de la ciudad. «Empezamos a ver sobredosis por todos lados».

Orton dijo que los habitantes de Portland empezaron a llevar consigo Narcan (una marca comercial de naloxona, un aerosol nasal que puede contrarrestar una sobredosis) por si se encontraban con alguien que la necesitara. El consumo de drogas al aire libre también se disparó, dijo, y mucha gente que había oído que las drogas eran ahora legales en Oregón empezó a mudarse desde otros estados. La Medida 110 tuvo éxito en un aspecto: el estigma social contra las drogas duras estaba desapareciendo.

Agentes de primeros auxilios verifican los signos vitales de un hombre después de haber recibido Narcan para contrarrestar una posible sobredosis de fentanilo en Portland.

Aunque las últimas cifras nacionales muestran que el repunte general de las muertes por drogas está empezando por fin a invertir su curso, Oregón sigue siendo una excepción a la tendencia. Las muertes por sobredosis en el estado aumentaron un 22 % el año pasado.


Cuando la gobernadora de Oregón, Tina Kotek, firmó el proyecto de ley para volver a penalizar las drogas el pasado mes de abril, dijo que la Medida 110 fracasó porque carecía de fondos suficientes y porque se aplicó mal. También dijo fue mal programada, justo alrededor de la pandemia de COVID-19 de 2020 y durante las protestas masivas por la muerte de George Floyd. Ese mismo año, el fentanilo —un opioide sintético barato que, según los Centros de Control de Enfermedades, es 50 veces más potente que la heroína— acababa de llegar a las calles de Oregón.

Las autoridades culparon la falta de opciones para la rehabilitación y el tratamiento. Un informe estatal publicado este año citaba una escasez de 3000 camas para recuperación. Pero los líderes de los ministerios dicen que al menos algunos cientos de camas de recuperación no están incluidas en el recuento oficial del estado: las camas de sus propios ministerios.

Union Gospel Mission (UGM), un albergue para personas sin hogar y ministerio de rehabilitación de adicciones situado en el Barrio Viejo de Portland, tiene capacidad para hasta 40 hombres en su programa residencial de recuperación por consumo de sustancias. En un radio de tres kilómetros hay otros tres: Blanchet House, una fundación católica (con 50 lugares), y otros dos ministerios protestantes, CityTeam (con 64 lugares) y Portland Rescue Mission (con 42 lugares). Otros campus albergan a mujeres en proceso de recuperación.

Algunos de los líderes de estos grupos han pasado ellos mismos por el proceso de recuperación, y pueden dar fe de lo importante que puede ser incluir componentes espirituales como estudios bíblicos y compañerismo cristiano durante el proceso de rehabilitación. Sin embargo, estos elementos religiosos les han hecho dudar a la hora de solicitar la licencia estatal (ya que no quieren ataduras que impidan trabajo), lo que significa que el estado no cuenta sus vacantes en su recuento oficial de camas disponibles.

No obstante, a medida que empeora la crisis de adicciones en el estado, esto puede cambiar.

En un viejo edificio inclinado del East Side de Portland, un grupo de hombres se sientan en largas filas de mesas y leen juntos libros de ejercicios en una clase improvisada. Algunos están claramente más interesados en la discusión que otros. Unos ventiladores de techo mueven lentamente el aire mohoso.

El grupo ha encontrado una palabra que no reconocen y debaten sobre su significado: hedonismo.

«¿Es como el hinduismo?», dice uno. Otro le pregunta a Siri. «La filosofía de que el placer es el bien supremo y el objetivo adecuado de la vida humana», lee de la respuesta. «Es como una conducta autogratificante».

Un campamento cerca del paseo marítimo del centro de Portland se conoce comúnmente como «The Pit».

Es la clase de apologética de CityTeam, donde unos 40 residentes del centro estudian filosofía bíblica y neurociencia de las adicciones. Utilizan un programa cristiano de recuperación de adicciones llamado The Genesis Process.

Aproximadamente el 90 % de los hombres que están aquí ya han pasado por un proceso judicial. Ellos dicen que ya están «en los papeles». La mayoría de ellos tienen un largo historial delictivo, que se refleja en un abanico de instancias en las que fueron esposados, estancias en cárceles del condado, estancias en centros de desintoxicación, y finalmente volver a la vida en las calles hasta que un juez los amenaza con penas graves de prisión si no se comprometen a seguir un programa de recuperación.

Orton y los líderes de otros ministerios de recuperación afirman que la posibilidad de ir a prisión a largo plazo suele ser un factor de motivación clave para desintoxicarse. «Así que ese elemento disuasorio, el castigo, es importante en el sistema de premio y castigo», dijo Orton. «Porque impulsa a la gente a recuperarse, aunque todavía no sepan que quieren hacerlo».

Los defensores de la despenalización de las drogas duras argumentaban que no era ético ni humano castigar a la gente por su adicción, ya que es un problema de salud mental. Partían de la base de que todos los adictos quieren desintoxicarse, pero no pueden acceder al tratamiento que necesitan.

Orton ve las cosas desde una perspectiva diferente. Aunque se crea que la adicción es un problema de salud mental y se reconozca que el Estado no tiene suficientes opciones de tratamiento, «criminalizar las sustancias en sí es muy diferente que criminalizar la adicción», afirma.

Cuando Orton llegó por primera vez a CityTeam en 2018, no estaba buscando un trabajo: estaba buscando una cama. Era adicto a la heroína y le acababan de robar el coche en el que vivía. Se desintoxicó durante varias semanas mientras dormía en una colchoneta en el primer piso de CityTeam, que se transforma en un refugio de emergencia cada noche.

«Quería morirme», dice. «Sientes pinchazos y piquetes, te congelas de frío pero sudas de calor al mismo tiempo, todas tus funciones corporales se invierten… realmente no es algo bonito».

Un hombre se construyó un pequeño refugio en la rampa de entrada a la autopista interestatal 84 en Portland.

Dijo que fue la experiencia emocional y física más dolorosa de su vida.

Del mismo modo que Pablo se lamentaba al decir «No hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero» (Romanos 7:19), muchos cristianos que trabajan en servicios de rehabilitación entienden que es posible querer desintoxicarse pero no desearlo lo suficiente como para buscar tratamiento.

Cualquiera que haya estado en la agonía de la adicción sabe que la atracción física y mental a menudo no da espacio para la toma de decisiones racionales. Y aunque disponer de opciones de tratamiento es fundamental, no es lo único que se necesita.

Jake Becker, de 32 años de edad, es un residente de CityTeam con cara de niño y barba incipiente. Me dice que vino aquí hace seis meses después de haber intentado suicidarse en un oscuro cuarto de baño y de alguna manera haber despertado de su sobredosis.

Ya había buscado tratamiento antes, pero no consiguió seguir adelante. Después de la vigésima detención de Becker, cuando un juez le dijo que, de no someterse a un tratamiento, enfrentaría a penas graves en la prisión, finalmente decidió acudir a CityTeam.

Orton dice que solía ser escéptico de que hombres como Becker, «obligados» a recuperarse por los tribunales, pudieran realmente encontrar la sobriedad o a Jesús. «Solía decir cosas como “no quiero un montón de gente en esta casa, digamos, culturalmente, solo tratando de evitar una pena de prisión”», dice. «Pero me equivoqué mucho, porque las personas que vienen aquí… ven la cultura de los que encontraron al Señor aquí… y esa mentalidad carcelaria cambia rápidamente a “Vaya, quiero algo de eso”».

Ya sea que la gente busque rehabilitarse para evitar el encarcelamiento o que lo haga por decisión propia, la mayoría de los expertos en recuperación de adicciones reconocen la necesidad de que las personas que luchan por desintoxicarse rindan completamente su propia voluntad. Esta es la razón por la que los programas de 12 pasos animan a creer en un poder superior y por la que muchos ministerios cristianos de recuperación afirman que la Biblia es fundamental en su trabajo.

La gente «necesita una comunidad realmente sana, limpia y sobria, con un componente espiritual. Sin eso, es una puerta giratoria», dice Paul Schramm, director de postratamiento de Union Gospel Mission.

No obstante, añadir estudios bíblicos, servicios religiosos y una «cultura» cristiana no necesariamente facilita la recuperación. Después de su intento de suicidio, que cree que fue frustrado por Dios mismo, Becker dice que sabía que quería asistir a un programa de recuperación cristiano.

Sin embargo, se resistió cuando cruzó las puertas de CityTeam. Aquí, los hombres se alojan de dos en dos en pequeños dormitorios con suelos que crujen. Comparten un baño común. «Me pregunté: “¿En dónde me he metido?”» dice Becker.

La vida en CityTeam es rígida. Los hombres tienen horarios fijos para comer, durante los cuales un grupo rotativo se sirve la comida unos a otros. Tienen estudios bíblicos y clases de apologética. Hacen un curso de educación financiera. Tienen tareas compartidas. Durante las primeras semanas, solo pueden salir acompañados. Siguiendo el adagio de recuperación que dice que los que quieren desintoxicarse deben renunciar a las «personas, lugares y cosas» que llenaban sus vidas anteriores, CityTeam no permite el uso de teléfonos móviles.

Los responsables de CityTeam y de UGM afirman que la estructura de sus programas probablemente asusta a algunas personas. Pero también es lo que creen que hace que sus programas funcionen.

Durante el almuerzo y la cena, CityTeam abre sus puertas a cualquiera que tenga hambre. Una fila de gente cansada, con sus carritos de la compra, sus sacos de dormir y, normalmente, sus drogas, empieza a formarse cada día en la acera una hora antes de cada comida.

Para CityTeam, es un acto de compasión. También es algo parecido a hacer publicidad. «Vemos a la misma gente todos los días, y todos conocen el programa que tenemos aquí», dice Becker. «Muchos de ellos eligen venir a comer porque, al fin y al cabo, lo más fácil para mí o para cualquiera en este centro es salir por esa puerta. Es más fácil vivir sin la estructura. Es más fácil vivir libres y hacer lo que queramos».

Es más fácil en parte, dice, porque el estado de Oregón lo ha hecho más fácil. Zack King, también residente en el programa de recuperación de CityTeam, dice que con todos los recursos gratuitos para la población sin hogar de Oregón, es posible vivir con relativa comodidad y mantener un hábito de consumo de drogas simplemente reciclando latas de aluminio.

«Pero sabemos cuál es la contrapartida», afirma Becker. «Y la contrapartida es el sufrimiento más miserable».

Despenalizar las drogas no es la solución. Ahora, los ministerios cristianos buscan desintoxicar a Portland

El presidente de la Cámara de Representantes de Oregón, Dan Rayfield, habla sobre el pasado de su madre con las adicciones durante la sesión legislativa estatal en Salem, Oregón, el pasado mes de febrero.

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El presidente de la Cámara de Representantes de Oregón, Dan Rayfield, habla sobre el pasado de su madre con las adicciones durante la sesión legislativa estatal en Salem, Oregón, el pasado mes de febrero.

Jordan Gale

El equipo de divulgación de Central City Concern distribuye Narcan en el Barrio Viejo de Portland.

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El equipo de divulgación de Central City Concern distribuye Narcan en el Barrio Viejo de Portland.

Jordan Gale

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En el Barrio Viejo, un sábado por la tarde me encontré con unos trabajadores con chalecos amarillos brillantes apiñados junto a una puerta. Frente a la misma, hay una manta con dos pies con calcetines que se asoman por debajo, y una mujer gimiendo debajo de ella. Los trabajadores tienen una silla de ruedas, pero parece que no saben cómo colocarla en ella.

Es el equipo de Portland Street Response. El programa de la ciudad, puesto en marcha en 2021, envía a trabajadores de salud mental en lugar de agentes de policía para atender las crisis «mentales o de salud conductual» que sufren las personas que viven en la calle.

Oregón tiene la tercera tasa más alta de personas sin hogar en Estados Unidos. Todos los estados experimentaron un aumento tras la pandemia, pero el de Oregón fue uno de los más notorios. En Portland, el número de personas sin hogar aumentó un 20 % tan solo en 2023.

La gran mayoría de las personas sin hogar de Oregón luchan contra las adicciones. Algunos líderes locales creen que la abundancia de servicios estatales ha exacerbado ese problema.

UGM tiene un edificio de cinco plantas con grandes ventanales en pleno Barrio Viejo. Al igual que la Misión de Rescate de Portland, situada al otro lado de la calle, este ministerio sirve comidas gratuitas todos los días en la cafetería del primer piso. Los hombres que participan en el programa de recuperación LifeChange, de dos años de duración, viven en la tercera planta.

Clint Sams, director de LifeChange, dice que durante unos meses durante la pandemia, apenas podía desplazarse por las calles para ir a trabajar. «De repente, había tiendas de campaña por todas partes», dice. «Tenías que caminar por la calle porque la ciudad se vino abajo».

El equipo de UGM afirma que el impacto de la Medida 110 en el ministerio no tuvo tanto que ver con la pérdida del «castigo» legal para motivar la recuperación. Por el contrario, desestigmatizó el consumo de drogas a la vez que los servicios gubernamentales que hacían más fácil vivir en las calles aumentaron.

«Ve a hablar con 100 personas de la calle… el 99 % de ellas dirá que la comida no es un problema», afirma Schramm. «La gran mayoría de la gente sabe exactamente cómo conseguir comida, cómo conseguir ropa, cómo conseguir drogas, cómo conseguir cobijo, cómo conseguir cigarrillos… Pueden tener todas estas cosas a su alcance y no tienen que estar libres de drogas ni sobrios, así que ¿por qué iban a hacerlo?».

En total, 354 organizaciones sin ánimo de lucro atienden actualmente a la población sin hogar de Portland, según Orton de CityTeam. Además de las comidas diarias, las duchas gratuitas y las camas de refugio nocturno de emergencia, los que viven en las calles tienen una invitación abierta a reunirse bajo el puente Burnside todos los jueves por la noche para NightStrike, una iniciativa municipal que comenzó hace décadas y de la que CityTeam se hizo cargo hace un par de años.

En NightStrike, los visitantes se arremolinan en torno a varios puestos instalados en mesas de plástico. Pueden encontrar comida, café y comida para mascotas. Pueden cortarse el pelo, lavarse los pies, elegir una novela de una colección de libros donados y elegir ropa de un armario improvisado. No se trata de hacer proselitismo de la recuperación, sino de ofrecer ayuda, generar confianza y comunicar que CityTeam está aquí y preparado para cuando ellos lo estén.

Me encuentro con Patricio en una mesa durante NightStrike. Está comiendo un plato de macarrones con queso mientras el sol se pone lentamente sobre el río Willamette.

Hay mucho ruido, alguien está poniendo música, y Patricio habla con voz baja, pero muy rápido. Se inclina para preguntarme si es evidente que está bajo los efectos de la metanfetamina. Sonríe cuando le digo que no. Es difícil seguir la conversación dispersa de Patricio, pero me dice que lleva décadas viviendo en la calle. Duerme en una tienda de campaña que le dieron los servicios del condado de Multnomah. Pero hace poco cumplió los requisitos del programa de Viviendas Permanentes de Apoyo de Oregón, así que está en lista de espera para un apartamento gratuito, cuyo alquiler será pagado por el Estado indefinidamente. Y no tendrá ninguna obligación de dejar de consumir drogas.

A los diez minutos de conversación con Patricio, me atrevo a preguntarle: «¿No quieres desintoxicarte?». Lo intentó antes, dice, pero recayó. Tiene 50 años, es diabético y cree que morirá pronto. Le insisto de nuevo: ¿No le gustaría trabajar y comprarse sus propias cosas? Señala los zapatos nuevos que acaba de obtener en el armario improvisado. «Aquí puedo conseguir ropa», dice.

Orton, director de CityTeam, dice que lucha con la tensión entre ayudar y facilitarle a la gente seguir en la misma situación; entre satisfacer las necesidades inmediatas de la gente y cambiar sus vidas. La mujer que gime bajo una manta necesita una silla de ruedas, y probablemente algo más, ahora mismo. Jesús dio ejemplo de compasión hacia los necesitados, satisfaciendo sus necesidades físicas y su hambre espiritual.

«Es compasivo, lo entiendo», dice Orton. «Pero, ¿y si eso significa que pueden pasar una noche más en la calle drogándose y drogándose, y por eso mueren?… Lo realmente difícil como cristiano es decir: “Vale, estaremos aquí cuando estés listo”».

UGM solía tener una sólida relación con las autoridades locales. A lo largo de 35 años en el ministerio, Sams había cultivado relaciones con varios jueces locales, que a menudo redirigían a los delincuentes vinculados con drogas a LifeChange en lugar de a la cárcel. Pero en las últimas décadas, la relación entre la comunidad religiosa de recuperación de Portland y los funcionarios públicos se ha enfriado.

Recientemente, el condado concedió a CityTeam una subvención única de 400 000 dólares para adquirir un nuevo edificio para su programa residencial de recuperación de mujeres. Incluso cuando el condado o la ciudad reservan fondos para los esfuerzos de recuperación de adicciones, los líderes dicen que han sido cautelosos a la hora de solicitar subvenciones del gobierno progresista de Oregón. Temen que les pidan que abandonen los compromisos cristianos que creen que contribuyen a la eficacia de sus programas. Y el gobierno parece receloso de asociarse con grupos cristianos. Me puse en contacto con la Autoridad Sanitaria de Oregón varias veces para este reportaje, pero cuando pregunté si el Estado podría considerar la posibilidad de trabajar con centros de recuperación cristianos, dejaron de responder.

Unas amigas se abrazan tras la muerte de un conocido común en la avenida NE 82 de Portland.

«No nos cuentan», dice Schramm, de la UGM, quien añade que incluso los líderes de una reciente reunión de la asociación de vecinos se sorprendieron al saber que su ministerio y otros tenían camas libres. «No solo no se nos tiene en cuenta como solución al problema, sino que no se nos tiene en cuenta literalmente. Nuestras camas no se cuentan como disponibles».

Aunque la nueva ley de drogas de Oregón, HB 4002, reinstaura la posesión de drogas como delito menor, también anima a las fuerzas del orden a considerar la «desviación» en lugar de detener o encarcelar a alguien sorprendido con drogas. Cada condado debe decidir si ofrece la «desviación» y, en caso afirmativo, diseñar y aplicar su propia versión de la misma.

En el condado de Multnomah, en Portland, Matt Stein afirma que los dirigentes del condado tienen previsto abrir «centros de transferencia», es decir, centros a los que la policía puede llevar a los sospechosos de haber cometido delitos relacionados con las drogas, que luego pueden ser enviados a un centro de desintoxicación, a un hospital, a un programa de recuperación o a la cárcel. Stein ha presionado para que entre estos centros se incluyan programas de recuperación basados en la fe.

Los cristianos también han hecho incursiones en el grupo de trabajo sobre personas sin hogar del condado de Multnomah. Imago Dei, una iglesia no denominacional de la zona este de Portland, envía a un miembro de su personal a las reuniones y abre su edificio a un refugio para personas sin hogar gestionado por el condado. En una colina cercana a la iglesia, hay varias tiendas de campaña junto a un cartel pintado en el que se lee «Stop the Sweeps», en oposición a la práctica policial de desalojar por la fuerza los campamentos de personas sin hogar. Con la decisión de la Corte Suprema de los Estados Unidos que le permite a los gobiernos locales regular la instalación de campamentos en terrenos públicos, es probable que continúen las «redadas».

Dentro de Imago Dei, hay pocos recordatorios de la crisis de la ciudad. La congregación es joven y diversa en edad y origen étnico. El pastor Seth King dice que los miembros de la iglesia colaboran habitualmente como voluntarios con CityTeam y que la congregación oye hablar de los «grupos marginados desde el púlpito todas las semanas».

La iglesia también tiene una partida presupuestaria que la mayoría de las iglesias no tienen: la reparación de ventanas rotas. «Cada dos meses tenemos una ventana rota», dice King. «Pero cuando nos trasladamos a este lugar, sabíamos bien a dónde nos mudábamos. … Somos una iglesia que está aquí a propósito y que quiere quedarse aquí a propósito».

Casi todas las personas a las que entrevisto en Portland me preguntan en algún momento si la ciudad está tan mal como esperaba, o tan mal como dicen las noticias nacionales. Quieren oír que es mejor de lo que yo pensaba. Quieren creer que es mejor que antes.

Les respondo que no, que no es tan malo, y en gran parte estoy diciendo la verdad. Los puentes, los jardines y las montañas son preciosos. Las personas que he conocido son pacientes y amables, y siguen preocupadas por su ciudad, lo que significa que aún tienen esperanza.

Stein, que trabaja en UGM, dice que su motivación para ayudar crece a medida que conoce a más personas en el programa de recuperación. Observar y orar junto a hombres y mujeres que luchan contra sus adicciones hace que las generalizaciones sobre los drogadictos parezcan fatalmente superficiales. «Empiezas a ver… este es Neil. Este es Cody», dice.

Cuando Jesús se encontró con la mujer en el pozo y le ofreció «agua viva», ella corrió a ver a sus vecinos con una frase sin sentido: «Vengan a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho» (Juan 4:29, NVI). Su sorpresa no fue solo por haber conocido al Mesías judío. También le sorprendió que Jesús la conociera.

Los centros de rehabilitación para personas con adicciones y los centros de desintoxicación médica están por todas partes en Portland. Pero los programas dirigidos por cristianos trabajan para conocer realmente a las personas a las que atienden. Lleva más tiempo y es más difícil. Pero creen que, para cada hombre y mujer que vive en las aceras, duerme en tiendas de campaña, come bajo los puentes y se cepilla los dientes con bolsas de papel, eso es lo que hace falta.

Maria Baer es periodista y vive en Columbus, Ohio.

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