Theology

¿Cuál es el papel del Espíritu Santo en el arte?

Sara Groves y W. David O. Taylor hablan sobre la espiritualidad y el proceso creativo.

Christianity Today December 16, 2024
Image Courtesy of Sara Groves / Photo by David Breen

SARA GROVES Y W. DAVID O. TAYLOR

A principios de 2020, David Taylor, profesor de teología y cultura del Seminario Teológico Fuller, publicó en Twitter: «Después de dar clases sobre la vocación de un artista durante años, me he dado cuenta de un patrón en la manera en que los cristianos hablan de su proceso creativo: lo espiritualizan de más o de menos. Parece ser que Dios, o bien ahoga la integridad de la obra, o bien es reflejado como algo secundario».

El comentario de Taylor provocó una conversación entre él y la cantautora Sara Groves acerca de cómo ella fue criada en la tradición pentecostal, y cómo sus creencias sobre la creatividad y la inspiración han ido variando a lo largo de sus más de veinte años de carrera. 

David Taylor (DT): ¿Cuándo fue la primera vez que empezaste a pensar en la inspiración como algo relacionado con tu música? ¿Y de qué modo tu trasfondo pentecostal influyó en ese pensamiento?

Sara Groves (SG): Recuerdo mi primera gran gira con Michael Card. Después de los conciertos, él escuchaba a escondidas a los espectadores felicitándome por lo que yo había compartido y veía cómo eso me hacía entrar en un profundo estado de autodesprecio, casi de penitencia. Más tarde se me acercó y dijo: «¿Sabes? Tú y yo no somos nuestros dones. Nosotros tenemos la oportunidad de celebrar junto con la audiencia. Ellos dicen: “Esta canción me ayudó de verdad”, y nosotros podemos decir: “A mí también me ayudó”». Esa idea me hizo levantar la cabeza y fue el comienzo de mi viaje para encontrar un mejor marco para la inspiración y para los dones; creó un espacio separado en el que la creatividad era la invitación, una colaboración con Dios. 

Creo que gran parte de la conversación sobreespiritualizada sobre el proceso creativo viene de mis intentos por señalar que reconozco mi cualidad de gusano. Nadie se siente capaz de reclamar los derechos de la parte de nuestro arte que queda fuera de la conciencia y la habilidad; nadie, ni dentro ni fuera de la iglesia. Siglos de filósofos y psicólogos han intentado explicar la inspiración, la musa, o el furor poeticus, es decir, la locura poética.

Tú has enseñado extensamente sobre enfoques para pensar acerca de la inspiración, y has escrito varios libros brillantes sobre la creatividad y la fe. ¿Qué es lo que has encontrado más útil?

DT: Lo que les digo a mis estudiantes es que, en esencia, hay tres modelos de inspiración en lo que se refiere a hacer arte. Primero tienes lo que podríamos llamar el modelo de «la posesión extática». Esta es una idea que fue popular en los contextos grecorromanos y románticos, y que sigue vigente hoy en muchos círculos artísticos. El guitarrista de rock and roll Eddie Van Halen hizo una expresión de este modelo cuando una vez bromeó diciendo: «¡Yo solo soy un médium!». La idea aquí es que la musa toma posesión del artista o se para sobre su hombro para dictarle el trabajo al oído. 

En esta visión, el artista juega un papel completamente pasivo, en vez de activo, en el trabajo del arte. Steve Guthrie, en su libro Creator Spirit [Espíritu creador] resume el diálogo de Ion de Platón, en el que descubrimos una versión primitiva de este modelo. En palabras de Sócrates: «El dios priva de sentido [a los poetas] y se sirve de ellos como ministros, tal como lo hace con los profetas y otros adivinos inspirados». En otras palabras, el artista pierde su voz única, en vez de retenerla. A través de la experiencia de ser in-spirado, no recibe un don, sino que es poseído, o como a menudo se expresa en ciertas comunidades cristianas: «Todo viene de Dios, no de mí». 

En segundo lugar tienes lo que llamaríamos el modelo «naturalista». En esta perspectiva la experiencia de la inspiración se reduce a las fuerzas químicas, biológicas y culturales. No hay un don metafísico de lo alto, no hay nada «fuera de uno mismo», y no hay una diosa del arte y la literatura que «te llene de inspiración»: solo hay un revoltijo de cosas predeterminadas en el cerebro por las influencias sociales e históricas de uno. También creo que muchos artistas creyentes aceptan una versión suave de este modelo naturalista. Para ellos no hay una sensación real de una presencia activa y personal del Espíritu Santo en el momento de hacer arte. El Espíritu solamente se experimenta como una realidad nebulosa y distante o, en el peor de los casos, como una especie de corriente eléctrica impersonal.

El modelo que yo le recomiendo a mis estudiantes es lo que yo llamaría una «mutualidad interactiva». En resumen: el proceso creativo es todo de Dios y es todo mío, junto con todo lo que me conforma a , pero también está siempre Dios iniciando, sosteniendo y llevando a término el buen trabajo que yo hago. Dicho de otro modo, en Cristo Dios nos hace a cada uno de nosotros únicos, con un «espacio» para ser nuestro verdadero yo, «lo más profundo de nosotros», como dijo una vez el teólogo suizo Karl Barth. Y es el Espíritu el que nos libera para hacer algo del mundo «a nuestra manera», pero nunca aparte del poder vivificador de Dios.

Tengo curiosidad por saber cómo el modo en que te criaste dio forma a tu pensamiento en esta materia, especialmente en lo relacionado con la música, algo que algunos cristianos han visto históricamente como una actividad que conlleva una «unción» especial.

SG: En la iglesia pentecostal, el lenguaje de la unción se encuentra en todas partes. A veces me sentía como si se usara como un registro de logros, ¡como si fuera algo parecido a lo que Simon Cowell llama «el factor X»! Cuando cantaba en una iglesia y conmovía a la gente, la gente me decía que tenía unción. Cuando comencé a salir por iglesias de todo el país, lo escuché de nuevo, con advertencias adicionales de que debía tener cuidado de no perder la unción. Esta idea de que yo podía hacer algo para perder el Espíritu Santo parecía tener que ver con mi identidad: ¿iba a ser Saúl o David? Ambos fueron ungidos por Dios, pero en el binomio héroe-villano, uno uso sus dones para su beneficio, y el otro los puso al servicio de Dios. Puedes escuchar mucho de estas dudas sobre mis motivaciones en mis primeras canciones. Puede ser que estuviera haciendo lo correcto, pero por razones equivocadas.

Cuando comencé a salir a un abanico más amplio de iglesias, me encontré con que estas ideas no se limitaban a los pentecostales, sino que [todos] estamos preocupados por nosotros mismos y nuestra aptitud espiritual. Si creemos que los dones y la unción se dan según la aptitud, entonces, porque nos conocemos, en el fondo sabemos que nunca seríamos completamente aptos. Eso crea una disonancia; una especie de secretismo. Nos exige ponernos una máscara para el escenario. Así que me llevó tiempo, pero tuve que encontrar una mejor manera de pensar en la unción.

DT: ¿Hay algún otro ministerio del Espíritu Santo que te haya ayudado a hacer que la idea de «ser ungido» y a la experiencia de la inspiración en tu obra como artista tengan sentido?

SG: Me ayudaron las muchas referencias del Espíritu Santo como maestro, es decir, que el Espíritu nos mostrará lo que es verdad. En mi mente, venía la imagen de mí misma en el escenario y la audiencia sosteniendo tarjetas de puntuación para calificar mi unción, y sabía que eso tenía que estar equivocado. Ellos habían recibido la unción para oír tanto como yo había recibido la unción para cantar. Veía a la audiencia, con los corazones como si fueran guitarras que resuenan con la verdad. Al principio esto significaba verdadera doctrina, pero ha llegado a significar lo que es verdad acerca de nosotros, lo que es humano, aquello por lo que Jesús fue conocido. Creo que esto encajaría dentro de tu definición de «mutualidad interactiva» en el sentido de que yo traigo todo mi ser para ver al mundo entero a través de la lente del Espíritu: un aprendiz, un nombrador, alguien que medita en las flores del campo. 

Como movimiento de santidad, los pentecostales pusieron mucho valor en la aptitud del artista. El vaso debía ser santo para que el arte fuera más verdadero. Pero si el Espíritu iba a enseñar lo que era verdad, entonces lo que era verdad de nosotros como humanos podía venir de cualquier parte. Podía ponerme delante de un cuadro pintado por un hombre con problemas y si él había entendido algo acerca de lo que es verdad sobre ser humano, o acerca del corazón de Dios, y había transmitido algo de eso al mundo, resonaría: a pesar de él, sus problemas o incluso quizá debido a ellos.

Esto me caló hondo cuando comencé a lidiar con ansiedad y depresión postparto. Según mi constructo anterior, esto solo podría significar que yo era «Saúl». Estaba siendo asolada por el tormento y Dios tendría que avanzar y levantar a otros «Davides». Lo digo de pasada, pero esto me afligió profundamente. Al mismo tiempo que este pensamiento me afligía, no obstante, había otra voz que decía: «¡Yo doy buenos dones!». Al final, le creí a esa voz. El Espíritu iba a trabajar en mí y conmigo para hacer algo con las mismas cosas que me afligían. 

DT: Me encanta cómo lo expresas. Y eso me recuerda el hecho de que el Espíritu, voluntaria, alegre y repetidamente nos da dones para capacitarnos y lograr así tanto lo ordinario como lo extraordinario en nuestra vida. La historia de Bezalel es un ejemplo útil, creo yo, de cómo el Espíritu obra en nosotros y a través de nosotros, no a pesar ni más allá de nuestra humanidad real. Éxodo 35:30-34 dice:

Tomen en cuenta que el Señor ha escogido a Bezalel, hijo de Uri y nieto de Jur, de la tribu de Judá, y lo ha llenado del Espíritu de Dios, de sabiduría, inteligencia y capacidad creativa para hacer trabajos artísticos en oro, plata y bronce, para cortar y engastar piedras preciosas, para hacer tallados en madera y realizar toda clase de diseños artesanales. Dios les ha dado a él y a Aholiab, hijo de Ajisamac, de la tribu de Dan, la habilidad de enseñar a otros (NVI).

El Señor, en este caso, le da Bezalel su Espíritu y el Señor le da el conocimiento del oficio, la sabiduría para saber cómo usar ese oficio, las habilidades manuales para ejecutarlo, y también la capacidad de enseñárselo a otros y así pasar el oficio a generaciones futuras. Dicho abiertamente: no es una cosa u otra. Es ambas cosas, una unción especial para una tarea específica y un talento fundamental para la vocación de una vida.

¿Qué piensas de esto a la luz de tu experiencia como artista musical?

SG: Sí, recuerdo estudiar a Bezalel en unos estudios rabínicos (donde el énfasis estaba en la lengua hebrea). Dios lo llama por su nombre y dice: «Yo lo he llenado del Espíritu de Dios, de sabiduría (…) para hacer trabajos artísticos en oro, plata y bronce». La palabra hebrea jashab, «hacer», también se puede interpretar como planear, imaginar o soñar. Así que él soñó en oro, plata y bronce. ¡Qué idea tan bonita! Mientras que este sueña en oro, otro sueña en números, el otro en ritmos, esa otra en ropa y ese en partes de automóviles. Yo sueño en melodías y letras, ¡pero no voy a culpar a Dios de todas mis canciones! Celebraré que he conseguido escribirlas.

DT: ¡Amén a eso! Al final, creo yo, dar la bienvenida a la persona del Espíritu en nuestro trabajo como artistas es un hábito que cultivamos para que nuestra práctica de la presencia de Dios se vuelva «natural», por así decirlo, no algo que tenemos que «invocar» o «conjurar», como si el trabajo de hacer arte involucrara una manipulación mágica del poder del Espíritu.

SG: No es decir «menos de mí, más de Dios»; sino que es más bien «todo de mí, todo de Dios»: un misterio muy profundo.

DT: Sí, eso es exactamente. Hermosamente explicado.

Sara Groves es cantautora y abogada. Sara y su marido Troy dirigen un centro de arte comunitario único, el Art House North, en una antigua iglesia donde Sara grabó su álbum «Joy of Every Longing Heart (Christmas)».

W. David O. Taylor es profesor adjunto de teología y cultura en el Seminario Teológico Fuller y autor de varios libros, entre los que destacan Glimpses of the New Creation: Worship and the Formative Power of the Arts. Su cuenta de X es @wdavidotaylor.

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