Los personajes bíblicos nunca dicen ‘lo siento’

Si no se «disculpan» en el sentido moderno, es solo porque las Escrituras tienen un vocabulario más rico sobre el arrepentimiento.

Christianity Today June 29, 2024
Ilustración de Abigail Erickson / Fuente de imágenes: Getty

Necesitamos una teología de la disculpa.

Disculparse parece sencillo, al menos en teoría. Haces algo malo (pecado); te sientes mal por ello y desearías no haberlo hecho (lamento); lo admites y aceptas la responsabilidad (confesión); le pides perdón a la persona o personas a las que has ofendido, incluido Dios (arrepentimiento); y tomas las medidas adecuadas para arreglar las cosas (restitución).

Muchas disculpas se presentan exactamente así. No obstante, a menudo son más complicadas. Es posible disculparse sin admitir la culpa ni sentir arrepentimiento. Es posible decir «lo siento» por cosas que no son culpa nuestra, como cuando nos enteramos de que un amigo tiene cáncer. Y es posible disculparse sin intención de hacer restitución o resarcir el daño.

Y es posible —y cada vez más frecuente— que las instituciones se disculpen por cosas de las que solo son culpables algunos de sus miembros. Las cosas se ponen más difíciles cuando se trata de los pecados de nuestros antepasados. ¿Debemos pedir perdón por cosas que ocurrieron antes de que naciéramos? ¿Confesarlas? ¿Arrepentirnos? ¿Indemnizar por ello?

Cuando acudimos a las Escrituras en busca de ayuda, descubrimos algo sorprendente: nadie en la Biblia «se disculpa» o «pide perdón» por algo. La palabra griega apologia [de la que deriva la palabra inglesa apologize, disculparse] hace referencia a una respuesta o defensa legal —de ahí la palabra apologética—, pero no implica sentirse mal por algo ni arrepentirse de ello.

Lamentarse o sentir tristeza, expresiones más flexibles en español, aparecen en ocasiones en las Escrituras. Los traductores pueden usarlas para describir la compasión que la hija del faraón sintió por Moisés (Éxodo 2:6) o la tristeza que Herodes sintió al cortar la cabeza de Juan el Bautista (Mateo 14:9). Pero éstas son expresiones de piedad o tristeza, no de disculpa o arrepentimiento.

Podría parecer, pues, que la Biblia ofrece pocos recursos para elaborar una teología de la disculpa. Sin embargo, la verdad es muy distinta. En lugar de utilizar palabras un tanto vagas como «lo siento» o «disculparse», el Nuevo Testamento distingue entre tres respuestas diferentes pero superpuestas a nuestro pecado, y esto puede ayudarnos a desentrañar lo que ocurre cuando las personas o las instituciones «piden disculpas».

La primera palabra, lupeō, significa sentir pesar, pena o dolor. Esta es una respuesta apropiada al pecado, y a menudo es el primer paso, como cuando los corintios se «entristecieron», y esa tristeza los llevó al arrepentimiento (2 Corintios 7:9). Sin embargo, este término no necesariamente implica la aceptación de la culpa. Herodes se entristeció por tener que decapitar a Juan, pero lo hizo de todos modos. Los discípulos no tenían la culpa de la crucifixión de Jesús, pero aun así «se entristecieron mucho» (Mateo 17:23).

Esto es muy distinto de homologeō o exomologeō, que se refieren ambos a confesar, admitir o reconocer algo. La gente «confesaba» sus pecados o lo malo que habían hecho ante la predicación de Juan el Bautista y Pablo (Mateo 3:6; Hechos 19:18). Juan anima a sus lectores: «Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad» (1 Juan 1:9). Esto es claramente diferente de la pena o el arrepentimiento. Implica reconocer nuestro fracaso, asumir la responsabilidad y pedir perdón.

Luego está la palabra metanoeō, maravillosamente rica, que transmite la idea de un patrón en el que la persona se arrepiente, se da la media vuelta y cambia su mentalidad y su vida en consecuencia. Es fácil sentir pena o desear no haber cometido ciertos errores. Muchos de nosotros incluso no tenemos problema alguno con admitirlos y confesarlos (especialmente aquellos que son aceptables en nuestra cultura). Pero Cristo nos llama a algo más: un giro de 180 grados, un cambio total de dirección y lealtad, una muerte al yo y una nueva vida en Él, con toda la transformación de comportamiento que esto conlleva.

Si este giro no produce buenos frutos, entonces no es verdadero arrepentimiento (Mateo 3:8; 7:16-20). Pero si cambia nuestras vidas —incluso hasta el punto de restituir a todos aquellos a quienes hemos hecho daño— entonces la salvación ha llegado a nuestra casa (Lucas 19:8-10).

La pena, la confesión y el arrepentimiento son entidades distintas. Sin embargo, cuando somos capaces de ver la realidad y el horror de nuestro pecado y la gracia del Dios que ofrece el perdón, entonces estamos llevando a cabo los tres.

Así como lo hizo Nehemías, nos afligimos y nos lamentamos (Nehemías 1:4). Luego confesamos y admitimos (vv. 6-7). Luego volvemos y obedecemos (vv. 8-9). Según el contexto, podemos incluso identificarnos con los pecados de nuestros antepasados hasta el punto de sentir una culpa compartida. Y terminamos por apelar a la misericordia de Dios, confiando en que Aquel que nos ha llamado y redimido escuchará nuestra oración (vv. 10-11).

Andrew Wilson es pastor de King’s Church London y autor de Remaking the World.

Para recibir notificaciones sobre nuevos artículos en español, suscríbete a nuestro boletín digital o síguenos en WhatsApp, Facebook, Twitter, Instagram o Telegram.

Novedades

El artista cristiano más popular de Colombia ahora vive en Houston

Alex Campos tiene un nuevo hogar en Texas. Y también un nuevo enfoque: la música de alabanza para los latinos.

News

Mientras Nicaragua retira la personalidad jurídica a cientos de iglesias, pastores y líderes tienen posturas opuestas

Cientos de ministerios evangélicos pierden su estatus legal mientras el régimen de Ortega confisca bienes y aplica impuestos de hasta el 30 % sobre las ofrendas.

La iglesia libre puede servir a la iglesia en prisión

Detrás de la Epístola a los Filipenses vemos a Pablo en prisión. Eso debería alentarnos a cuidar mejor de los encarcelados.

Hay ocasiones en que la provisión de Dios viene en forma de Prozac

Mi batalla contra la ansiedad posparto me llevó a entender que Dios puede sanarnos de otras maneras.

Por qué ambos partidos quieren a los evangélicos hispanos en 2024

Los ojos están puestos sobre el bloque de votantes que está dando una nueva forma a la contienda presidencial… y a la Iglesia.

Alabar a Dios es un acto de rebelión política

El Libro de los Salmos nos enseña que la adoración requiere nuestra devoción y lealtad absolutas.

Apple PodcastsDown ArrowDown ArrowDown Arrowarrow_left_altLeft ArrowLeft ArrowRight ArrowRight ArrowRight Arrowarrow_up_altUp ArrowUp ArrowAvailable at Amazoncaret-downCloseCloseEmailEmailExpandExpandExternalExternalFacebookfacebook-squareGiftGiftGooglegoogleGoogle KeephamburgerInstagraminstagram-squareLinkLinklinkedin-squareListenListenListenChristianity TodayCT Creative Studio Logologo_orgMegaphoneMenuMenupausePinterestPlayPlayPocketPodcastRSSRSSSaveSaveSaveSearchSearchsearchSpotifyStitcherTelegramTable of ContentsTable of Contentstwitter-squareWhatsAppXYouTubeYouTube