Los céspedes cuidadosamente podados y las casas esmeradamente mantenidas del pueblo de Filadelfia podrían formar parte de cualquier barrio próspero de Europa o Norteamérica. Sin embargo, se encuentran en la zona rural de Paraguay y la mayoría pertenecen a comunidades menonitas conservadoras. Conocidos por su modo de vida tradicional y sus convicciones pacifistas, los menonitas se ha extendido rápidamente por toda América Latina.
Paraguay, un país sudamericano sin salida al mar, alberga una de las mayores comunidades menonitas de América Latina. En un país de tan solo seis millones de habitantes y con una extensión territorial similar a la de California, los menonitas paraguayos destacan por ser algunos de los mayores terratenientes, además de dominar las industrias láctea y agrícola.
Llegados a América Latina hace apenas un siglo desde Canadá, Estados Unidos y Europa, la experiencia menonita está marcada por las migraciones frecuentes, así como por la habilidad de los creyentes para echar raíces y preservar su cultura.
«Creo que es justo decir que siempre ha habido un impacto en todos los lugares a los que han llegado los menonitas», dijo Delmer Wiebe, teólogo menonita que creció cerca de Filadelfia. «Una ética de trabajo muy desarrollada siempre ha dejado huellas profundas y ha traído muchos cambios. Dios ha bendecido el esfuerzo. Y esa bendición se ha transformado a menudo en ayuda social y comunitaria».
Los menonitas que hablan bajo alemán o plautdietsch, como comunidad sociorreligiosa, remontan sus orígenes a la Europa occidental del siglo XVI. Sin confundirlos con los amish, que también son anabaptistas, los menonitas deben su nombre al holandés Menno Simons (1496-1561) y surgieron a raíz de la Reforma protestante, uniéndose en torno a los ideales de no violencia, el bautismo de adultos y el aislamiento de las tentaciones mundanas.
Al trasladarse de los Países Bajos a Alemania y Ucrania, los menonitas se aferraron a la ahora arcaica lengua del bajo alemán, huyeron de la obligación de servir en ejércitos nacionales y rendir juramentos civiles, y se rehusaron a unirse a los sistemas educativos nacionales. Hoy en día, los menonitas han encontrado refugio y prosperidad en varios países de América del Norte y del Sur.
En América Latina en particular, los Menonitas de la Antigua Orden se han asentado en países donde las costumbres sociales siguen siendo más cercanas a sus propios valores conservadores. Algunos menonitas en Estados Unidos siguen viviendo de manera tradicional, mientras que otros han adoptado tecnologías y estilos de vida más populares. (En años recientes, algunas iglesias menonitas se han dividido a causa de los debates sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo y otras cuestiones que todavía no han afectado las comunidades de la Antigua Orden ni en Estados Unidos ni en los países latinoamericanos).
Las colonias menonitas más conservadoras rechazan el uso de neumáticos de goma en los tractores, la electricidad y los teléfonos, entre otras cosas. Las colonias más progresistas, sobre todo en Paraguay, consideran normal el uso de teléfonos inteligentes, televisores o camionetas. A veces hay diversidad dentro de las colonias, con algunos miembros que tienen puntos de vista totalmente opuestos sobre la educación, el trabajo, el uso o rechazo del idioma español y, más en general, los vínculos con el mundo exterior.
Los estudiosos creen que México tiene el mayor número de menonitas de América Latina, aunque su expansión allí se ha visto limitada por conflictos sobre el acceso a los recursos hídricos. Como porcentaje de la población total, las comunidades de Paraguay, Bolivia y Belice son más significativas, y son visibles principalmente en el campo.
Según el Congreso Mundial Menonita (MWC, por sus siglas en inglés), el 10 % de los 2.13 millones de personas que pertenecen a iglesias arraigadas en la Reforma Radical del siglo XVI en Europa viven en América Latina y el Caribe. Sin embargo, esta cifra no incluye a algunos de los grupos más tradicionalistas, como los Menonitas de la Antigua Colonia y los Menonitas de la Antigua Orden, que constituyen muchas de las comunidades en Latinoamérica y que no forman parte del MWC, según Karla Braun, portavoz de dicha organización.
La expansión menonita en América Latina comenzó en la década de 1920, cuando un grupo de menonitas abandonó las praderas de Manitoba para dirigirse a los desiertos del norte de México, según escribieron Yann le Polain de Waroux y sus coautores en el artículo «Pioneros piadosos: La expansión de las colonias menonitas en América Latina».
Desde entonces, los menonitas han creado más de 200 colonias agrícolas en toda América Latina, abarcando nueve países y siete biomas. Los cálculos de le Polain y su equipo muestran que las colonias menonitas cubren hoy una superficie superior a la de los Países Bajos, habiéndose expandido mediante la conversión de tierras no cultivadas a la agricultura en zonas remotas.
En Belice, 14 colonias menonitas representan un porcentaje de la población de no poca importancia. Este minúsculo país de 400 000 habitantes vio sus primeros colonos menonitas en 1955: comunidades mexicanas que buscaban escapar a las peticiones de un control más estricto del grupo dentro de ese país.
Sin embargo, para la década de 1970, muchos menonitas de Belice ya se estaban trasladando a Paraguay y Bolivia, temerosos de la creciente modernización y de la escasez de tierras.
En su artículo, le Polain identificó 65 colonias menonitas en México, el primer país latinoamericano que abrió sus fronteras al grupo, y aún más colonias (90) en Bolivia, donde el primer asentamiento menonita se fundó en 1954. Allí, los creyentes encontraron tierras y aceptación por parte de las autoridades locales, lo que ha permitido a algunos grupos mantenerse más cerca de sus raíces originales.
«En Bolivia, las comunidades menonitas más grandes son muy conservadoras», afirma Rebecca Janzen, académica de la Universidad de Carolina del Sur (USC, por sus siglas en inglés), que ha estudiado las colonias menonitas de la región y tiene parientes en varias de ellas. «Las comunidades más grandes allí no aprenden español, no utilizan tecnología eléctrica (…) En México, hay algunas personas que asistieron a la universidad; en Bolivia, eso es mucho más raro».
El aislamiento de los menonitas en Bolivia, de hecho, contribuyó a una serie de dramáticas violaciones que asolaron Manitoba, una de sus comunidades, alrededor de 2009. Los violadores, también menonitas, presuntamente utilizaban drogas caseras y se aprovechaban del desconocimiento de la víctima de la legislación local y de la lengua española. El largometraje Women Talking (Ellas hablan) de 2022 se inspiró en el caso.
Janzen señala que la expansión menonita en Latinoamérica y otros lugares se ha visto impulsada por las altas tasas de fertilidad. Las familias menonitas suelen ser muy numerosas y, a menudo, las nuevas colonias se crean por la falta de tierras para nuevos hogares, más que por conflictos con las autoridades civiles. Esto está llevando a algunos menonitas latinoamericanos a buscar nuevas tierras en África, con países como Angola como posible foco de expansión futura de la fe.
La conversión a la fe menonita también es posible, aunque resulta difícil incluso cuando los candidatos están dispuestos a acatar las limitaciones sobre el uso de la tecnología. Los menonitas suelen ser reacios a aceptar forasteros en sus comunidades, ya que están unidos por lazos familiares de siglos de antigüedad. Además, la necesidad de aprender el bajo alemán, las costumbres menonitas y la frecuente ausencia de orientación para esos posibles conversos representan grandes barreras.
Por ejemplo, añadió Janzen, los horarios de los servicios religiosos menonitas no se dan a conocer. Además, suelen celebrarse en bajo alemán, con cánticos específicos que pueden resultar muy difíciles de aprender y seguir para gente nueva, dijo.
Los menonitas sí llevan a cabo actividades misioneras y evangelísticas, mismas que a menudo tienen el efecto de acercar a las comunidades indígenas y aisladas a la fe cristiana, incluso si estas no se convierten en menonitas.
«Esta actividad misionera está completamente separada de las colonias», dijo le Polain. «Cuando llevan a cabo actividades misioneras y cooperación, se trata de gente diferente haciéndolo, con objetivos diferentes».
De todos los países latinoamericanos colonizados por menonitas, Paraguay ofrece un claro ejemplo de expansión menonita tanto mediante la conversión como mediante el crecimiento demográfico de las colonias preexistentes.
Delmer Wiebe, hijo algunos de los primeros menonitas en su país, es jefe de departamento de la Universidad Evangélica del Paraguay, creada en la década de 1990 en la capital, Asunción, con la ayuda de la comunidad menonita. De los otros cinco miembros de la junta directiva del departamento, dos son menonitas no étnicos convertidos a la fe.
Uno de ellos es Rogelio Duarte, profesor de teología que se convirtió en menonita hace 50 años. Calcula que en Paraguay hay entre 45 000 y 50 000 menonitas, tanto étnicos como conversos.
«La influencia menonita en Paraguay es importante tanto desde el punto de vista económico y educativo, como religioso y social, especialmente a través del trabajo con los grupos étnicos nativos», dijo Duarte. «Es una de las mayores denominaciones del Paraguay».
La Universidad Evangélica es solo uno de los muchos proyectos de inspiración menonita que buscan tener un impacto positivo en uno de los países más pobres de Latinoamérica. Otros son un hospital de caridad en las afueras de Asunción, un programa menonita de construcción de comunidades y una fundación que brinda tratamiento para enfermedades oculares entre los paraguayos en situación de pobreza.
En los llanos del Chaco, una región escasamente poblada en el occidente de Paraguay, los menonitas representan una parte importante de la población. Filadelfia, un pequeño poblado de unos 20 000 habitantes fundado por los menonitas, es el mayor asentamiento de toda la región.
Sin confundirla con la ciudad de Pensilvania, Filadelfia es en muchos sentidos un escaparate de los esfuerzos ministeriales de los menonitas de Paraguay. Con un museo y un hospital que incluye una clínica oftalmológica especializada, se ha convertido en una atracción para los no menonitas cautivados por el estilo de vida limpio y saludable de la ciudad, y como señala Janzen de la USC, éste es un atractivo importante para los menonitas en toda Latinoamérica.
«En Paraguay, he conocido a algunos jóvenes que iban a una iglesia (menonita) de mentalidad más abierta que tenía servicios de culto en español», dijo Jenzen. «Alguien conoció a su esposo en OkCupid; no obstante, luego vas a un restaurante y tienes toda la comida que cocinaba mi abuela en aquella época. Es una combinación extraña».
Esta combinación ha hecho que los menonitas tengan un papel más destacado en Paraguay, así como mayores tasas de conversión y un impacto social positivo. También ha hecho que los menonitas sean más visibles, por lo que a veces han sido víctimas de grupos paramilitares que secuestran buscando el pago de un rescate. Además, según le Polain, también está provocando un descenso en las tasas de fertilidad, especialmente en las colonias que han dejado atrás las prácticas más tradicionales.
En definitiva, los menonitas han tenido que acomodarse a las circunstancias cambiantes de cada lugar en el que se han asentado, y sus relaciones con los distintos Estados y sociedades siguen evolucionando, afirmó Ben Goossen, profesor de origen menonita de la Universidad George Mason.
«En la actualidad, América Latina sigue siendo un lugar de gran importancia y atracción para los menonitas de muy diversos orígenes y prácticas de fe», añadió Goosen. «Y es un hecho que la región seguirá siendo un centro floreciente y en expansión de la vida menonita en el futuro previsible».
Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel.