Las profecías del Antiguo Testamento nos recuerdan que siempre ha estado grabado en piedra que de Belén surgiría un gobernante eterno. Como un anuncio proclamado desde los tejados para llegar a los oídos de toda la ciudad, Miqueas 5:2 anuncia: «Pero tú, Belén Efrata, pequeña entre los clanes de Judá, de ti saldrá el que gobernará a Israel; sus orígenes son de un pasado distante, desde tiempos antiguos».
Con esta audaz proclamación, está claro que Dios no quería que la noticia de este nacimiento se mantuviera en secreto, sino que se difundiera por toda la tierra con denuedo. Sí, el Ungido, del que se decía que descendería de la línea davídica, venía en efecto a salvar a los israelitas de aquello que no podían soportar por sí mismos.
Imagínense cómo se sentía la espera en tiempos del profeta: después de todo, el Anciano de Días estaba en camino. Tanto los creyentes curiosos como los soñadores debieron vivir con gran expectación. ¿Cómo será este Rey? ¿Con qué sabiduría nos bendecirá para sacarnos del exilio? ¿Cómo se dará a conocer este Rey cuando por fin llegue?
En consonancia con su naturaleza, Jesús asume el papel de un Gran Pastor que agracia a sus ovejas con su dulce presencia que combina fuerza y seguridad. Hay algo profundamente tranquilizador en tener un Salvador que me guía como un pastor lo hace con las ovejas: saber que me guía por el camino que debo seguir en vez de por el que yo imagino que es mejor. Todos somos propensos a extraviarnos del camino seguro y a alejarnos de su corazón.
El Gran Pastor cubriría a Israel con su disposición de majestad y honor en nombre del Padre. Se mantendría firme como el máximo guarda de sus vidas, y los conduciría con valentía y audacia a los pastos eternos. Esto era algo que el pueblo de Dios no solo anhelaba, sino que necesitaba desesperadamente: un refugio seguro donde pudieran hallar descanso. Miqueas 5:4 nos da certeza de la santa salvaguardia que Cristo traerá: «Él se establecerá y los pastoreará con el poder del Señor, con la majestad del nombre del Señor su Dios. Vivirán seguros, porque él dominará hasta los confines de la tierra».
Como ovejas suyas, Él nos ha concedido abundante prosperidad y protección. Es más, los habitantes de esta tierra encontrarán que el Gran Pastor «será nuestra paz» (v. 5). ¿Cómo será esto? Podríamos imaginarnos un rebaño de ovejas dóciles descansando libremente bajo la sombra de un árbol mientras Él está de pie cerca, con el cayado en la mano, asegurando total serenidad en su presencia. Su paz introduce el shalom eterno en todos los ámbitos de la vida. Ni siquiera todas las fuerzas asirias atacando a Israel en todos los frentes serían capaces de atravesar la puerta (v. 5). En verdad, no hay lugar más seguro que estar envuelto en el amoroso señorío de nuestro Creador. Solo ahí podremos florecer, sin amenazas, para siempre.
Alexis Ragan es escritora e instructora de ESL, apasionada por las misiones globales.