Paul Eshleman, un estratega de la evangelización que organizó uno de los mayores esfuerzos de difusión del siglo XX para que todas las personas del mundo pudieran oír al menos una vez que Dios las amaba, falleció el 24 de mayo a los 80 años [enlaces en inglés].
Eshleman fue el director de Jesus Film Project, la película que produjo en 1979 para Campus Crusade for Christ (en español Cruzada Estudiantil y Profesional para Cristo, actualmente conocido como Cru) en colaboración con Warner Bros., y fue quien supervisó su traducción a más de 2000 idiomas. Eshleman se encargó de que la película se proyectara en todo el mundo, desde lugares rurales en Asia y África, donde la gente nunca había visto la luz eléctrica, hasta emisiones nacionales de televisión en lugares como Perú, Chipre y Líbano. Según Cru, casi 500 millones de personas han tomado la decisión de aceptar a Jesús como su Señor y Salvador después de ver la película.
«Cada día me siento impulsado a pensar: “¿Quién no ha tenido aún la oportunidad de oír [el Evangelio], y cómo puedo hacer que eso sea posible?”», explicó Eshleman en una ocasión. «Somos estrategas para Cristo, y como tales pensamos en nuevas formas de llegar a la gente con el mensaje de vida».
El fundador de la Iglesia Saddleback, Rick Warren, llamó a Eshleman «querido amigo» y lo elogió por su «impacto global». El evangelista Franklin Graham dijo: «Dios usó su vida de forma grandiosa».
Según Steve Sellers, actual presidente de Cru, «Paul fue un campeón de la causa de Cristo y desafió a la Iglesia a considerar formas innovadoras de evangelizar».
Eshleman nació el 23 de octubre de 1942, hijo mayor de Viola e Ira Eshleman. Su padre era un ministro evangélico que trasladó a la familia de Michigan a Florida en 1950 para poner en marcha un complejo turístico cristiano. Compró 30 acres de una base militar cerrada en Boca Ratón por 50 000 dólares, y fundó una iglesia y una comunidad vacacional que el evangelista Billy Graham apodó «Bibletown».
Eshleman entregó su vida a Cristo cuando era niño, pero al crecer, estaba más interesado en los negocios que en el ministerio. Decidió que quería ser director de una compañía petrolera o quizás de una fábrica de automóviles.
Eshleman fue a la Universidad Estatal de Michigan, donde estudió administración de empresas, mercadotecnia y finanzas. Se unió a un grupo de Campus Crusade, pero no se tomaba muy en serio su fe. Años más tarde dijo que solo seguía yendo para poder decirle a su madre que formaba parte de un grupo cristiano y no tener que ir a la iglesia los domingos por la mañana.
Las cosas cambiaron cuando una chica con la que había salido le dijo que solo estaba «jugando» con su relación con Dios, y que era hora de tomarlo en serio o decidir dejarlo. Eshleman se enfadó y le habló de todo el tiempo que había pasado en la iglesia mientras crecía, pero esa noche no pudo dejar de pensar en lo que ella le había dicho. Comenzó a preocuparse de que Dios estuviera endureciendo su corazón, como había endurecido el del faraón en Éxodo 7–11.
«No podía dormir», dijo Eshleman. «Me arrodillé junto a mi cama y dije: “Señor, aquí está mi vida”».
A la mañana siguiente llamó a un líder de Campus Crusade: «Ahora estoy de tu lado. ¿Qué quieres que haga?».
A Eshleman le enseñaron a compartir el Evangelio a través de las cuatro leyes espirituales y le enviaron a hablar con los estudiantes de las fraternidades. La segunda persona con la que habló entregó su vida a Cristo, y Eshleman se convenció de que este era un trabajo más importante que dirigir una gran empresa.
Se unió a Campus Crusade en 1966 y fue a la Universidad de Wisconsin–Madison. La universidad se vio sacudida por las protestas antibélicas que los estudiantes realizaron contra Dow Chemical Company, la cual fabricaba el gel inflamable que el ejército estadounidense utilizaba en las selvas de Vietnam. En 1967, el campus se convirtió en el escenario de lo que algunos historiadores consideran la primera protesta universitaria violenta del país. Eshleman descubrió que era «un entorno maravilloso para hacer ministerio», dijo. En un año, organizó 72 reuniones evangelísticas en dormitorios, fraternidades y hermandades de todo el campus.
«En medio de todo ese caos», dijo, «había gente que continuamente venía a Cristo».
Unos años más tarde, le pidieron que organizara un evento juvenil masivo que, según Billy Graham, iba a ser la respuesta cristiana al festival Woodstock. Sería una gran concentración de Jesús, una «explosión espiritual», o «Explo», en Dallas en 1972.
El evento había sido ideado por el fundador de Campus Crusade, Bill Bright. Dijo que tenía una visión: habría multitudes de jóvenes y música, y podrían entrenar a 100 000 estudiantes universitarios para evangelizar a sus compañeros. Sin embargo, a los miembros en altos cargos del personal de Bright no les gustó la idea y eludieron hábilmente el encargo, según el historiador John G. Turner, quien escribió la historia de la fundación de Cru.
«Era un viejo truco», dijo un miembro del personal. «Cada vez que él tenía una visión, nosotros teníamos que ponerle brazos y piernas».
A Eshleman le ofrecieron el puesto. Ingenuo y apasionado, aceptó rápidamente la oportunidad. Le dieron un presupuesto generoso, pero poco apoyo por parte del personal. Sin embargo, consiguió sacarlo adelante. Consiguió presentaciones de Johnny Cash, Andraé Crouch y de otros artistas más recientes etiquetados de «fanáticos de Jesús», como Larry Norman y Armageddon Experience. Consiguió el uso del estadio Cotton Bowl para cuatro noches, reservó habitaciones de hotel en 65 localidades de Dallas-Fort Worth, e incluso organizó la retransmisión de tres horas de música y mensajes evangelísticos por televisión a todo el país.
El evento atrajo solo a 30 000 universitarios, pero Eshleman lo abrió a estudiantes de secundaria [high school] y consiguió reclutar a otros 35 000, hasta llegar a un total de 75 000 jóvenes que, entre las actuaciones musicales, aprendieron a compartir su fe. Otros 10 000 acudieron como invitados, y Explo’72 fue considerado un éxito.
La película Jesús comenzó, de forma similar, como una visión de Bill Bright que sería difícil, si no imposible, de llevar a cabo. Sin embargo, la idea obtuvo financiación del magnate del petróleo Nelson Bunker Hunt y despertó el interés de John Heyman, un productor de cine judío de Gran Bretaña que quería producir algo relacionado con la Biblia. El proyecto fue aprobado y, aunque Eshleman nunca había trabajado en el cine, se le encomendó el trabajo de coordinador de producción, recadero y solucionador de problemas en general.
La película, que se ciñe fielmente al texto del Evangelio de Lucas, se estrenó en 1980 y se proyectó en unos 300 cines. Los críticos no la consideraron a la altura de Ben-Hur, de William Wyler, o Los diez mandamientos, de Cecil B. DeMille, pero fue bien recibida entre grupos de iglesias y escuelas cristianas, y al final no resultó ser un desastre financiero para Warner Bros.
Tiempo después, Eshleman recibió la película para realizar una distribución más amplia, creativa e innovadora. Trabajó con el personal de Campus Crusade para traducir la película a 21 idiomas en 18 meses, y además ponerse en contacto con grupos misioneros de todo el mundo para proyectarla en lugares donde la gente nunca había visto la vida de Jesús en la gran pantalla, o ninguna película en absoluto.
Por un costo aproximado de 25 00 dólares, Eshleman fue capaz de realizar el doblaje de la película a otro idioma, producir una nueva copia, enviar la película y el equipo de proyección a un campo misionero —abriéndose paso con las autoridades aduaneras y de censura— y organizar una proyección para tanta gente como pudiera reunirse en un campo. Diez de las primeras proyecciones tuvieron lugar en la India. Hubo gente que caminó más de cinco kilómetros para ver la película.
Para el año 1985, el equipo de Eshleman había traducido la película a 100 idiomas diferentes. Planeaban producir la película en todos los idiomas que tuvieran más de 100 000 hablantes. Simplificaron y aceleraron el proceso de doblaje con nuevas tecnologías, y pronto enviaron Jesús a todas partes, desde Estonia a Ecuador.
En todo lugar donde se proyectaba, la película parecía tener un efecto poderoso.
«Cuando los soldados azotaban a Jesús, se podía oír a adultos llorando», dijo Brian Helstrom, un evangelista de la Iglesia del Nazareno que proyectó la película en África. «Podías verlos literalmente retroceder cuando veían a la serpiente tentando a Jesús».
Eshleman, que supervisaba un equipo de 300 personas, asistía ocasionalmente a una proyección de la película. La experiencia, dijo, fue inolvidable.
«Te sientas en un tronco bajo las estrellas», relataba, «y ves a gente que nunca antes había visto una película —ni siquiera luz eléctrica— y la persona de Jesús aparece en la pantalla. Ves cómo se les iluminan los ojos».
Un cínico ejecutivo cinematográfico le dijo una vez a Eshleman en broma que si en lugar de mostrar Jesús, proyectaba la película Harry el Sucio a gente que no tenía contacto con la tecnología del siglo XX, se postrarían y adorarían al policía justiciero de Clint Eastwood como si fuera el Hijo de Dios. Pero Eshleman rechazó la idea de que el poder de la película de Jesús fuera su medio y no su mensaje. A un guerrero masái de Kenia podría gustarle la película Harry el Sucio, decía Eshleman, pero para entender que Dios le amaba y tenía un plan maravilloso para su vida, tenía que ver al Verbo hecho carne, y verlo por medio del acetato de celuloide.
Para el año 2000, el equipo de Eshleman había traducido Jesús a 600 idiomas y podía producir una nueva traducción en nueve días. El Libro de los récords Guinness reconoció el proyecto Jesús como la película más traducida de todos los tiempos.
Al mismo tiempo, Eshleman había empezado a hacer un seguimiento de todos los grupos étnicos que no contaban con ningún obrero cristiano que pudiera ayudar con las traducciones. El número variaba, dependiendo de cómo se contaban los grupos, pero calculó que cientos de millones de personas nunca habían recibido el mensaje del Evangelio.
En una reunión de nueve días de 10 000 evangelistas en Ámsterdam, Eshleman y varios otros organizaron una sesión de estrategia para coordinar los esfuerzos para llegar a estas personas «no alcanzadas». De esa sesión surgió Finishing the Task, una red de organizaciones cristianas comprometidas a completar la Gran Comisión, de alcanzar a todas las naciones. El objetivo, dijo Eshleman, era asegurarse de que todo el mundo tuviera la oportunidad, al menos una vez, de oír que Jesús les ama.
«Ya han esperado bastante», dijo Eshleman. «Es hora de que terminemos [la tarea]».
Eshleman se convirtió en el director del proyecto y, para 2017, dijo que Finishing the Task había movilizado misioneros a 2000 nuevas etnias y plantado 101 000 iglesias. Alcanzar a todas las naciones de la tierra parecía una posibilidad real.
«Si pudiera elegir cualquier momento en el que estar vivo», dijo Eshleman, «este sería el momento».
Paul fue precedido en su fallecimiento por su esposa Kathy. Le sobreviven su segunda esposa, Rena, y dos hijos adultos, Jennifer y Jonathan.
Traducción por Sofía Castillo.
Edición en español por Livia Giselle Seidel.