Cinco grandes verdades que todo líder de la iglesia hispana en Estados Unidos debe considerar

No creas la mentira de que tu congregación no puede hacer grandes cosas para Dios.

Christianity Today August 8, 2022
Pearl / Lightstock

Esta es una versión revisada y corregida del artículo publicado en febrero de 2017.

Este artículo fue publicado en colaboración con la Conferencia Nacional de Liderazgo Cristiano Hispano (NHCLC, por sus siglas en inglés).

Yo crecí como hijo de un pastor en México. Mis padres, mis hermanos y yo migramos a Estados Unidos y experimentamos todas las bendiciones y los desafíos que implica mudarse a otro país y ministrar en una cultura diferente. El choque cultural afectó mi vida espiritual por algún tiempo, sin embargo, por la gracia de Dios vencí esa batalla y rendí mi vida para seguir el llamado de Dios de servir en el ministerio. Durante 33 años de ministerio, he tenido el privilegio de ser pastor en congregaciones grandes, medianas y pequeñas, tanto en contextos predominantemente hispanos como anglosajones. También el hecho de ser hijo de un pastor inmigrante quien ha ministrado en contextos multiculturales tanto en español como en inglés me ha enseñado mucho. A continuación ofrezco cinco consejos para aquellos que ministran en congregaciones predominantemente hispanas o multiculturales en los Estados Unidos.

1. El gran mandamiento (ser y hacer)

Como evangélico, la gran comisión (Mateo 28:18-20) a menudo ha impulsado mi ministerio. Sin embargo, con el transcurso de los años he aprendido a apreciar la centralidad del gran mandamiento. Si bien creo que la gran comisión es una prioridad, también creo que debe fluir del gran mandamiento: Marcos 12:30-31.

Ya sea que sirvamos en una congregación grande o pequeña, a menudo podemos sentir la presión de hacer más. Sabemos que debemos hacer discípulos y predicar el evangelio, así como liderar y cuidar de nuestra congregación. Pero el peligro es que nos enfoquemos tanto en lo que debemos hacer, que se nos olvide ser. Corremos el riesgo de caer en el síndrome de agotamiento, la sequía espiritual y terminar por producir fruto que no permanece. Enfocarnos en amar a Dios con todo nuestro ser nos ayuda a empezar por ser, y a permitir que el hacer sea el fruto de esa relación de amor (Juan 15:5). Deja que tu ministerio fluya del gran mandamiento. Ama a Dios primero, y a partir de esa relación ama a los demás y sírvelos.

2. La gran tarea (matrimonio y crianza)

¿Cuál consideras que es tu tarea ministerial más importante? Si estás casado, tu tarea más grande es ser un esposo amoroso. Si tienes hijos, la tarea también incluye cuidar bien a tus hijos.

Como hijo de pastor y como alguien que observó a otras familias de pastores, me di cuenta de que algunos líderes de iglesia suponían que «buscar primeramente el reino» significaba sacrificar el cuidado a su familia. Sin embargo, eso es una comprensión equivocada de las prioridades del pastor. Las Escrituras muestran que una de las cualidades más importantes para el pastor es la de ser un buen esposo y padre (1 Timoteo 3:2a, 4-5). La Biblia llama al pastor a liderar desde su ministerio a su propia familia.

Los miembros más importantes en tu congregación son tu esposa y tus hijos. (Si eres un pastor soltero, debes dar prioridad a tus amistades y a tu relación con aquellos que son como familia para ti). He visto ministros que han descuidado sus matrimonios y familias. He visto familias de pastores pasar por el divorcio, y a hijos de pastores que se han apartado de la fe. Cuando eso sucede, todos salen perjudicados: el pastor, la familia y el ministerio. ¿De qué sirve ganar el mundo entero si se pierde la familia?

3. La gran falacia (etnocentrismo)

Al observar la obra hispana, creo que uno de los más grandes factores que contribuyen al conflicto es la falta de conciencia transcultural. A menudo las congregaciones dan por sentado que tienen la misma cultura porque comparten la designación «hispana», porque hablan español, o porque tienen apellidos similares. Algunos pastores de primera generación vienen de distintas partes de Latinoamérica pensando que ministrarán en el mismo contexto cultural. He estado en congregaciones donde hay hispanos de segunda y tercera generación, argentinos, puertorriqueños, panameños, cubanos, colombianos y mexicanos de zonas urbanas y rurales. Cuando surgen conflictos, a menudo las personas lo atribuyen a una falta de espiritualidad, respeto o madurez, cuando en realidad no se trata de otra cosa sino de diferencias culturales. Pensamos que nuestra forma de hacer y hablar es la única forma correcta, y hablamos del conflicto como si fuera espiritual.

No obstante, una de las mejores cosas que podemos hacer, sin importar nuestro trasfondo cultural, es tomar conciencia de nuestra propia cultura, respetar la de otros, hacer preguntas con una actitud de aprendizaje, y pedir a otros que nos den observaciones y sugerencias. Necesitamos buscar la ayuda del Espíritu Santo para discernir la diferencia entre convicciones bíblicas y normas culturales. Ya sea que seas hispano de primera, segunda o tercera generación, y sin importar de dónde vengan tus antepasados, si ministras en Estados Unidos, es necesario que te consideres a ti mismo un misionero transcultural. En lugar de esperar que la gente adopte su cultura, un buen misionero adopta la cultura de la gente que desea alcanzar. Al igual que Pablo, hazte «todo para todos, a fin de salvar a algunos por todos los medios posibles» (1 Corintios 9:22, NVI).

Asimismo, aun cuando tu tarea sea ministrar a una congregación predominantemente hispana, enséñales a ser inclusivos y transculturales. Esto traerá como consecuencia otros desafíos, pero no serán diferentes a los desafíos que la iglesia predominantemente judía enfrentó en el libro de los Hechos.

4. El gran desafío (el idioma)

Ministrar en un contexto hispano a menudo significa ministrar en español. Por supuesto, la etnicidad y el idioma no son exactamente lo mismo. La adoración sucede en forma más profunda cuando se realiza en el contexto del idioma materno. Mientras siga habiendo hispanos de primera generación en EE. UU., habrá necesidad de ministerios llevados a cabo en español. De la misma forma, mientras haya hispanos de segunda, tercera y cuarta generación, y mientras haya matrimonios mixtos, habrá necesidad de ministerios conducidos en inglés.

Recuerda que tu compromiso es con el gran mandamiento y con la gran comisión, y no con un idioma, sea español o inglés. Aprende a adaptarte. Si eres bilingüe, ministra en ambos idiomas. Si todavía no eres bilingüe, forma un equipo de liderazgo bilingüe. Existen distintas formas de cubrir las necesidades de idioma en una congregación en diferentes contextos. El límite de espacio no me permite desarrollar más el tema; sin embargo, baste decir que existe más de una forma correcta de hacerlo.

5. La gran mentira (‘no podemos’)

Aunque ciertamente hay excepciones, las congregaciones hispanas a veces sienten que cuentan con menos recursos materiales que las congregaciones anglosajonas. Muchas iglesias hispanas se sienten más pequeñas y más limitadas tanto económicamente como en términos de oportunidades. Como pastor, quizá notas que las congregaciones a tu alrededor tienen a su disposición edificios más grandes, transporte más nuevo, presupuestos mayores y miembros con más influencia y afluencia. Como consecuencia, al momento de hacer grandes obras, los pastores y las congregaciones piensan, «¡no podemos!». Sin embargo, eso es mentira.

La iglesia del Nuevo Testamento tuvo menos recursos que muchas congregaciones hispanas en Estados Unidos. Las iglesias en casas, que a menudo sufrían persecución, hicieron cosas grandes y poderosas para el avance del evangelio. No contaban con edificios, presupuestos o bibliotecas, pero aun así impulsaron sus esfuerzos en contra de las mismas puertas del infierno con el único recurso que poseían: el Espíritu Santo.

He estudiado el movimiento de envío de misioneros desde Latinoamérica y me ha impresionado lo que Dios ha hecho. A mediados de los años 80, líderes latinoamericanos formaron una red llamada COMIBAM (Cooperación Misionera Iberoamericana). Iglesias pequeñas con recursos económicos limitados tomaron la antorcha del envío de misioneros y movilizaron a miles de hombres y mujeres jóvenes al resto del mundo. Confiaron en el poder del Espíritu Santo y proveyeron liderazgo audaz a la iglesia en Latinoamérica, la península ibérica y la iglesia global. ¡Sí se puede!

No te rindas creyendo la mentira de que tu congregación no puede hacer grandes cosas para Dios. Él no depende de recursos humanos para llevar su obra a cabo. Sin embargo, Dios sí llama a hombres y mujeres fieles a liderar valientemente a otros en la fe. ¿Harás lo mismo?

Julio Guarneri es pastor principal de Calvary Baptist Church en McAllen, Texas.

Edición en español por Sofía Castillo y Livia Giselle Seidel.

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