Primero, tuvieron que conseguir un carro.
A medida que la amenaza de una invasión por parte de Rusia crecía en el horizonte, algunos se encogieron de hombros, pensando que era poco probable. Pero Vika Aharkova, quien ministró junto a su esposo Vasyl entre 20 000 estudiantes internacionales en Kharkiv (Járkov), cerca de la frontera con Rusia, «sabía que iba a suceder», dijo.
Es fácil posponer cuando se avecina una crisis. Es fácil pensar en las muchas razones plausibles por las que no sucederá lo peor. Todavía estaban orando por la paz. Pero también sabían que tenían que estar preparados.
Necesitaban un carro.
«Si sabemos que va a haber una guerra, necesitamos comprar un vehículo», dijo Vika. «Para que podamos evacuar rápido».
Vika y Vasyl pidieron fondos a sus simpatizantes para comprar un automóvil y, dos días después, con los fondos en la mano, Vasyl viajó a Lviv, en el oeste de Ucrania, para comprar el vehículo. Inmediatamente comenzó su viaje de 14 horas de regreso a Kharkiv.
La invasión comenzó ocho días después, a las 5 a. m. del 24 de febrero. A las 5:30, Vika y Vasyl estaban en el automóvil, cada uno con una sola mochila.
Para cuando salieron de la ciudad, tenían cinco personas más, con cinco mochilas más: la hermana de Vasyl, una pareja de su iglesia, la hija adolescente de un anciano de la iglesia y un estudiante de la universidad de medicina.
Nadie llevaba equipaje extra, pero alguien llevó consigo un gato.
Condujeron sin escalas hasta Lviv, pero esta vez el viaje tomó 36 horas. Para este momento, muchas personas de todo el país ya habían huido a Lviv. Todos sabían que en el oeste, cerca de la frontera con Polonia, había mayor seguridad.
En Lviv muchas iglesias y muchos evangélicos como los Aharkov se han volcado para enfrentar la crisis de frente.
Ingrese a los terrenos de la Iglesia bautista central, por ejemplo, y el lugar es un hervidero. Estacionado frente a la puerta se encuentra un autobús que llevará a los evacuados a la frontera polaca. En el interior hay varias habitaciones que sirven como refugio temporal para personas desplazadas, como Irina Malko, de 38 años, y su perro, Zaya, que también huyeron de la ciudad de Kharkiv.
Baje las escaleras un par de pisos y encontrará a varias mujeres cortando telas para usarlas como red de camuflaje para el ejército. Camine un poco más, a la cocina de la iglesia, y encontrará mujeres preparando comida para los visitantes que van a viajar en el autobús y para algunos que se quedarán más tiempo.
La iglesia es la nueva sede temporal de la denominación y hogar del personal de la Unión Bautista Ucraniana. La asociación estaba ubicada en Irpin, un suburbio de Kiev que rápidamente se convirtió en un campo de batalla. Ahora se ubica en la Iglesia Bautista Central de Lviv.
En una habitación de la iglesia hay un gran mapa de Ucrania, con tachuelas multicolores que indican los puntos de distribución (iglesias de varias denominaciones, organizaciones misioneras, etc.) a donde se puede enviar la ayuda humanitaria de Haus der Hoffnung, una organización cristiana alemana.
Al final del pasillo, Igor Bandura, vicepresidente de la asociación, está preocupado por lo que sucederá si el ejército ruso logra tomar Ucrania.
«La batalla es enorme, y no se trata solo de Ucrania», dice. «Si Ucrania es controlada, es solo cuestión de tiempo antes de que Putin avance. Polonia entiende esto. Los Estados bálticos entienden esto. Rumania entiende esto».
Él ha dejado de orar por la paz. Ahora ora por la victoria. Ora para que él y otros cristianos, así como el país en su conjunto enfrenten la crisis de frente. Ora para que el pueblo ruso vea la invasión por lo que es.
«La mayoría de las personas simplemente no quieren saber la verdad», dijo en un sermón hace unas semanas. «Son fácilmente atraídos por la propaganda estatal. Incluso nuestros propios hermanos y hermanas cristianos están abrumados por los temores».
Sin embargo, dentro de esta iglesia no parece haber miedo. Estos son los rostros de la determinación. Como tantas personas en Ucrania, los bautistas aquí, en esta única iglesia en Lviv, están dando un paso al frente para enfrentar los desafíos con un sentido de solidaridad y sacrificio. La iglesia, como el resto del país, está operando en un crisol, y se está forjando un sentido de unidad, no en un sentido abstracto, sino en un sentido de sangre, sudor y lágrimas.
Están eligiendo, todos los días, enfrentar la crisis y tomar las decisiones necesarias, desde comprar un automóvil que puede transportar a siete desde Kharkiv hasta clasificar la ropa donada en un depósito en la iglesia de Lviv.
¿Qué pensarán de esta experiencia cuando todo haya terminado?
«Al final, después de la victoria», dijo Bandura, «miraremos hacia atrás y diremos: “Dios, fue doloroso, pero fue tan precioso, tan valioso”».
Traducción por Sergio Salazar.
Edición en español por Livia Giselle Seidel.