A mediados de marzo de 2021, investigadores y arqueólogos israelíes dieron a conocer varios hallazgos innovadores, entre los cuales se encuentran docenas de fragmentos de manuscritos bíblicos que constituyen el primer descubrimiento nuevo de rollos del mar Muerto, más de medio siglo después de los descubrimientos originales.
Los rollos del mar Muerto contienen algunos de los documentos religiosos judíos más antiguos de los que se tiene conocimiento, incluidos textos bíblicos, cuyos orígenes se estiman entre los siglos III a.C. y el siglo II d.C. Los manuscritos fueron encontrados en cuevas cercanas a Qumrán y al desierto de Judea inmediatamente después del final de la Segunda Guerra Mundial.
Incluso una revisión inicial de los nuevos fragmentos encontrados —y que serán analizados y examinados en los años por venir— ofrece algunos hallazgos interesantes sobre la forma en que se tradujeron estos primeros textos bíblicos y la similitud con la que esto se hace en la actualidad.
El descubrimiento ocurre en una época en que la demanda de antigüedades se ha disparado, lo que en los últimos años ha provocado saqueos y falsificaciones [enlace en inglés], mientras que los acaudalados coleccionistas ansían adquirir cualquier resto de los valiosos rollos.
A inicios de 2002, surgieron una serie de fragmentos de «rollos del mar Muerto» a los que se dio mucha publicidad y cuyo origen era dudoso [enlaces en inglés]. Tras varios intentos ilegales de adquirir rollos y artefactos arqueológicos, la Autoridad de Antigüedades de Israel llevó a cabo diversos estudios arqueológicos para reexaminar el interior de las cuevas situadas en los acantilados del desierto de Judea.
En 2017, los investigadores encontraron dos docenas de trozos de rollos de pocos centímetros cada uno en una caverna conocida como «Cueva de los Horrores», cerca de la orilla occidental del mar Muerto. Se trata de un lugar donde se cree que los rebeldes se escondieron durante la revuelta liderada por Simón bar Kojba contra el Imperio romano en los años 133-136 d.C. La cueva debe su nombre al descubrimiento de 40 cadáveres durante las excavaciones iniciales que se llevaron a cabo décadas atrás.
A diferencia de la mayoría de los rollos del mar Muerto, los cuales estaban escritos en hebreo y arameo, los fragmentos de la Cueva de los Horrores contienen letras griegas. Los eruditos determinaron que procedían de una traducción del hebreo al griego de El libro de los doce, lo que muchos cristianos conocen como los profetas menores.
La tarea de reconstruir el documento original se asemeja a intentar armar un rompecabezas de mil piezas teniendo solo unas cuantas. El fragmento más grande contiene partes de Zacarías 8:16-17, y algunos trozos más pequeños han sido identificados como correspondientes a Nahúm 1:5-6. Estas piezas parecen estar conectadas con otros fragmentos descubiertos anteriormente en la misma cueva, en el antiguo cañón de Nahal Hever, y formaban parte de un gran rollo [enlace en inglés] que incluía a todos los profetas menores.
El texto proviene del rollo físico más antiguo conocido de la Biblia en griego, pero es probable que represente una modificación o revisión de la traducción griega estándar, a menudo denominada Septuaginta, LXX o griego antiguo.
Dos características que por primera vez se han encontrado en esta antigua traducción griega coinciden de manera notable con las Biblias en inglés contemporáneas.
En primer lugar, las piezas recién descubiertas muestran un trato especial para las cuatro letras del nombre de Dios, el tetragrámaton (véase Éxodo 3:14-15). En vez de la traducción habitual del nombre usando el vocablo griego Kyrios, el nombre de Dios se representa con letras hebreas escritas de derecha a izquierda. Algo parecido ocurriría si usáramos las letras hebreas יהוה (YHWH) o la palabra en latín dominus en medio de un enunciado en inglés.
Esta representación es importante porque el uso de caracteres especiales para el nombre divino se ha mantenido hasta en nuestras Biblias modernas. La mayoría de las Biblias en inglés presentan el nombre como «el SEÑOR» con letras mayúsculas pequeñas o versalitas, en lugar de escribir su aparente pronunciación Yahweh, como sugieren muchos estudiosos. Esta sustitución guarda la antigua tradición de leer Adonai, una palabra hebrea que significa «Señor», o incluso HaShem, que equivale a «El Nombre», en vez de representar el nombre de Dios según su sonido.
Asimismo, el tipo de letra usada para el nombre de Dios no es común a la mayoría de los demás manuscritos hebreos del rollo del mar Muerto. Se trata de una escritura aún más antigua, a veces llamada paleohebreo, que en su mayor parte desapareció de la escritura cotidiana durante el período del segundo templo. Una analogía sería la diferencia entre el tipo de letra latina que usamos actualmente con la letra caligráfica Fraktur o gótica, o posiblemente hasta las letras griegas. La inclusión de estas representaciones en un texto traducido confiere a la vez un carácter extranjero a la escritura y una especie de reverencia a la singularidad del nombre.
La segunda correlación que se observa en los nuevos fragmentos es la evidencia del cambio de palabras a fin de mejorar una nueva traducción. El rollo de los profetas menores representa la revisión de una antigua traducción griega de la Biblia hebrea. La versión original fue ampliamente usada por los judíos de habla griega en el siglo primero en todo el mundo mediterráneo, pero en algún momento se justificó la redacción de una nueva traducción.
En el caso de Zacarías 8:17, en el griego antiguo se tradujo la primera palabra del texto hebreo (אִישׁ) como un término distributivo que significa «el uno al otro, el otro», puesto al final, de forma similar a todas las versiones en inglés más usadas. Por ejemplo, en la traducción NIV [en inglés], traducida al español, se lee: «No maquinen el mal el uno contra el otro».
En el nuevo fragmento, el mismo término se traduce por una palabra griega diferente y utilizada al principio de la oración. Siguiendo una perspectiva interlineal (que consiste en encontrar una palabra correspondiente sin tener en cuenta el contexto de su uso), el verso comienza señalando la misma palabra hebrea como «hombre», lo que resulta en una traducción muy literal: «En cuanto al hombre, no trames el mal contra su prójimo en tu corazón».
Al parecer, los intentos por traducir la Biblia con precisión a las lenguas comunes se remontan a las primeras evidencias textuales de las Escrituras. Sin embargo, esta diferencia anticipa las diversas opiniones actuales sobre la mejor manera de transmitir la palabra de Dios en las lenguas vernáculas.
No cabe duda de que en los próximos años estos textos darán lugar a una serie de investigaciones que arrojarán otros aspectos que posiblemente se revelen mediante imágenes multiespectrales y ampliación digital. Como estudioso de la Biblia, me pongo a pensar en los antiguos lectores esforzándose por traducir las Escrituras hebreas que leemos hoy y llevando estos valiosos textos a los momentos más tenebrosos de su historia para ayudarles a entender mejor a Dios y al mundo.
El vínculo que tenemos con estas personas mediante este texto antiguo, y del que ahora solo contamos con pequeños pedacitos, demuestra el profundo deseo humano de buscar a Dios, especialmente en nuestros momentos de mayor prueba e incertidumbre.
Chip Hardy es profesor asociado de Antiguo Testamento y Lenguas Semíticas en el Southeastern Baptist Theological Seminary y autor del libro Exegetical Gems from Biblical Hebrew: A Refreshing Guide to Grammar and Interpretation.
Traducción por Renzo Farfán.
Edición en español por Livia Giselle Seidel.