La pornografía es más criticada y más popular que nunca

Hay tantos problemas con la pornografía; es difícil escoger sólo uno.Hay tantos problemas con la pornografía; es difícil escoger sólo uno.

Christianity Today August 25, 2016
Robert Adrian Hillman / Shutterstock

Esta traducción fue publicada en colaboración con la Conferencia Nacional de Liderazgo Cristiano Hispano (NHCLC, por sus siglas en inglés).

Esta primavera pasada, Utah vino a ser el primer estado en declarar la pornografía como una crisis de salud pública, pidiéndole a las empresas y a los educadores proteger a los niños de ella. Casi al mismo tiempo, un artículo de portada de Time Magazine informó que la pornografía causa disfunción eréctil en hombres jóvenes cuyas mentes están empapadas con los videoclips clasificados X desde que eran adolescentes.

La pornografía entrena al usuario a buscar experiencias sexuales más extremas para recibir el mismo flujo satisfactorio de dopamina. Es lo que los investigadores nombran el efecto Coolidge—la perspectiva de una nueva pareja sexual excita a los varones (y a veces a las mujeres) tanto que la actividad sexual normal se vuelve aburrida en comparación.

La revista Time se enfocó en cómo el uso de la pornografía impide a las parejas tener vidas sexuales saludables. Eso es sólo el principio de la desconcertante y una cada vez mayor cantidad de investigación y tendencias. Estamos aprendiendo más y más sobre el impacto más duradero de vivir en un mundo conectado al internet saturado de pornografía. Aterrador.

Cuando yo era adolescente en los 1990, cuando la internet estaba en su infancia y todos los teléfonos celulares eran “tontos,” la mayor preocupación de las iglesias con respecto a cuestiones sexuales era el sexo premarital. En 1993, los adolescentes tenían que robar revistas o videocintas VHS para ver pornografía; el día de hoy, todo lo que necesitan es una conexión de internet. Aunque la evidencia continúa revelando los efectos negativos de esta industria multibillonaria, pocos comentaristas seculares se atreven a decir lo que muchos de nosotros vemos: nuestro problema de pornografía es un problema moral, con consecuencias drásticas para las personas y las comunidades.

Unos estudios han relacionado el consumo de pornografía a la depresión y a un más elevado consumo de drogas y alcohol. Los investigadores en Alemania encontraron que los hombres que miraban pornografía mostraron una conexión más débil entre la parte del cerebro responsable de hacer decisiones y la parte del cerebro encargada de guardar la memoria y procesar información. Una onda de comerciales “pornificados” caracterizando a mujeres en poses eróticas vendiendo productos cotidianos, conducen tanto a los hombres como a las mujeres a ver los cuerpos de las mujeres de manera diferente—y por supuesto que no más humanamente.

Aparte de las consecuencias neurológicas, la ciencia ha desarrollado una variedad múltiple de efectos sociológicos. La pornografía moldea negativamente las relaciones románticas; un estudio encontró que las mujeres en relaciones con hombres que usan pornografía informan ser menos felices que las mujeres cuyos hombres se abstienen. Los investigadores en una docena de países mostraron que los hombres que miraban pornografía cuando eran niños tenían menos probabilidad de formar relaciones saludables y tenían más probabilidad de pensar que el asedio sexual era aceptable.

Al mismo tiempo que los investigadores están sacando a la luz los daños de la pornografía, los estadounidenses la han tolerado más. De acuerdo a un estudio extenso por el Barna Group, sólo la mitad de los adultos estadounidenses y una tercera parte de adolescentes y adultos jóvenes pensaban que la pornografía estaba “mal.” Los adolescentes y los adultos jóvenes creen que el no reciclar es más inmoral que el usar pornografía. Barna encontró que el uso de porno entre los cristianos también ha aumentado. Como el 41 por ciento de los hombres cristianos entre las edades de 13 a 24 y el 23 por ciento de los hombres cristianos de 25 años para arriba dijeron que ellos a menudo usaban porno. (Las cifras eran el 5 por ciento y el 13 por ciento de mujeres cristianas en los mismos grupos de edad.)

Los defensores de porno argumentan que la pornografía alimenta nuestros instintos innatos incontrolables, y que los adultos saludables deberían explorar esos instintos libremente. Los cristianos tienen más conocimiento. Estamos correctos en exhortarnos unos a otros de hacer cautivo todo pensamiento en Cristo y de vivir nuestra nueva vida en Él.

Sin embargo, como hemos visto de las campañas de abstinencia, los cristianos necesitan ofrecer una enseñanza sólida que va más allá de sencillamente repetir “esto está mal.” Vi los beneficios de la abstinencia una vez que reconocí lo que el sexo premarital le hizo a mi alma y presencié el ejemplo de los que escogían un mejor camino. De igual manera, cuando argumentamos en contra de la porno, deberíamos, como dice un refrán inglés, “utilizar palabras suaves y argumentos fuertes.” Aquí, encontramos un aliado en la ciencia social, la cual ha ligado la porno a alarmantes resultados biológicos, neurológicos, y relacionales.

Los comentaristas e investigadores están, en parte, correctos: La porno no tan sólo es un problema moral individual. Pega en el corazón de lo que significa ser humano. Es por esto que Pablo insta a los creyentes a que “huyan de la inmoralidad sexual. Todos los demás pecados que una persona comete quedan fuera de su cuerpo; pero el que comete inmoralidades sexuales peca contra su propio cuerpo” (1 Cor. 6:18). El pecado sexual nos puede afectar profunda y devastadoramente. Podemos pelear contra algunos pecados. De otros debemos huir—aun cuando la tentación esté a sólo una búsqueda en google.

Halee Gray Scott es investigadora social independiente y autora de Dare Mighty Things. Radica en Colorado con su esposo y dos hijas y se le puede encontrar en línea en hgscott.com

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