Esta traducción fue publicada en colaboración con la Conferencia Nacional de Liderazgo Cristiano Hispano (NHCLC, por sus siglas en inglés).
Después de seis años de vivir en el barrio de Sandtown-Winchester de Baltimore, mi familia y yo nos hemos mudado a Sudán del Sur. Mi hija de tres años de edad seguido me pregunta, “¿Por qué nos mudamos?”
“Para ayudar a las mamás y a los bebés en el hospital,” le digo.
Mi hija todavía no reconoce lo peligroso que puede ser dar a luz si no se tiene acceso a cuidado médico seguro. Tampoco sabe que nuestro antiguo barrio en Baltimore era uno de los más violentos en la ciudad. Pero sí entiende que hay tristeza en mudarse al otro lado del mundo—y gozo en trabajar juntos para ayudar a la gente.
Nos sentimos llamados a Sudán del Sur porque el hospital allí, Bet Eman, está fortaleciendo el sistema de salud al mismo tiempo que trabaja con la iglesia local para proclamar una esperanza que la medicina no puede dar. La iglesia ayudó a fundar el hospital porque reconoció lo importante que es, para el cuerpo y para el alma, dar a luz bajo un buen cuidado médico. Esa es la misma razón, fundamentalmente, por la que nos sentimos atraídos al barrio de Sandtown en Baltimore: por una iglesia que se había comprometido a un ministerio holístico.
Holístico es una palabra popular en muchos campos en estos días. En el área del cuidado de la salud, los médicos y los investigadores se han dado cuenta que los medicamentos y las hospitalizaciones hacen poco por arreglar los problemas de salud más difíciles. Pero con frecuencia, “medicina holística” significa tratamientos alternos como acupuntura en lugar de pensar en una nueva manera basada en las necesidades físicas y espirituales.
El ministerio holístico, también, puede convertirse en un saco que acumula una serie de servicios, no una nueva manera de pensar sobre la naturaleza misma del ministerio. Nuestra iglesia en Baltimore, New Song Community, sí practica lo que predica—y sí predica. Nos encanta ser parte de una congregación que incluye diversidad racial y económica que proclama la verdad del evangelio en sermón y canto cada domingo.
Ser completo es inseparable de sanidad—y santidad. Como escribe Wendell Berry en su ensayo “Salud es membresía,” “Estar sano es literalmente estar completo; sanar es hacer lo completo.” Los cristianos en contextos de desarrollo comunitario como New Song y Bet Eman practican esto mejor que cualquier otro cristiano que conozco, porque caminan al lado de personas en necesidad. Ellos ven que los males de la pobreza vienen no solo por la falta de bienes materiales como dinero, medicamentos, o libros de texto. Nuestras ideas, creencias, y ambiente físico también afectan nuestra salud íntimamente. Sanar una área significa sanarlas todas—y no se puede hacer sin acceso a la verdad espiritual que nos hace libres.
Así que aunque la salud pública es, propiamente, la responsabilidad de comunidades completas, la iglesia tiene un papel qué desempeñar que ninguna otra institución puede. Los gobiernos pueden restaurar o mantener ese sentido de estar completo con solo construir buenas carreteras al hospital y asegurarse que los niños no viven en casas con pintura con plomo. Sin embargo, los vicios personales y comunidades donde no hay confianza frustran hasta las mejores políticas del gobierno—de la misma manera que malas políticas ahogan el buen carácter y siembra la desconfianza. Sin la iglesia, ¿quién va a hacer que los gobernantes rindan cuentas al mismo tiempo que también se predica, se enseña, y se hace discípulos para inculcar hábitos virtuosos que la política, en su mejor momento, solo puede dar un leve impulso. Los departamentos de salud y los investigadores locales frecuentemente documentan las necesidades de las comunidades con gran precisión. Pero en muchos contextos, solo la iglesia puede y debe movilizar los recursos materiales y espirituales para verdaderamente suplir esas necesidades.
Este es el hilo que conecta al Baltimore urbano con el Sudán del Sur rural. Sentí el llamado a las misiones internacionales mucho antes de que Dios pusiera a Baltimore en mi corazón. No esperaba encariñarme con la ciudad de la manera que lo hice. Pero vivir en Sandtown durante mi entrenamiento médico fue claramente parte del plan de Dios para mi familia. La manera en que vamos a predicar, enseñar y sanar en Sudán del Sur ha sido profundamente moldeada por el tiempo que pasamos allí.
La mayor necesidad de Sandtown no es buenos médicos sino buenos vecinos. Sin embargo, Sudán del Sur necesita desesperadamente buenos médicos. Por lo tanto, aun cuando sentimos el peso del sacrificio y la tristeza de la partida, la comunidad que hemos amado por seis años nos ha apoyado y nos ha enviado porque quieren ser parte de este bello trabajo. Aunque no puedan enviar dinero, aun así nos estamos llevando todo lo demás que ellos nos han dado. Eso es lo que a fin de cuentas significa ministerio holístico: “ayudadores” como yo y aquellos a quienes vine a ayudar compartimos en el gozo de transformación mutua. Nuestros vecinos en Sandtown han moldeado la manera en que amamos. Y ese amor, por su parte, va a moldear el sentido de ser completo que esperamos poder traer a las madres y bebés en Sudán del Sur.
Matthew Loftus enseña a trabajadores de salud y ejerce la medicina familiar en Sudán del Sur en compañía de su familia (MatthewandMaggie.org).